Como ésta es una entrada de ésas que acabarán costándome unos cachetes virtuales, para quitarle hierro empezaré relatando un par de anécdotas que en algo se relacionen con lo que hemos de tratar, aunque sea por los pelos.
Una tiene que ver con caridades y amor al prójimo según y cómo. Había en mi antigua universidad un catedrático muy beato al que mis compañeros y yo veíamos cada día salir disparado a misa de una. En una ocasión, a la vuelta y espiritualmente reconfortado, nos explicó que él ya nunca daba limosnas a los pobres callejeros, ni siquiera a los que la pedían a la puerta de la iglesia en la que se gestionaba la placita en el Paraíso, pues tales óbolos no desgravaban para el impuesto sobre la renta y eso le parecía una injusticia insufrible. Así que, si usted anda a malas con el fisco, que se jodan los pobres. Dele al legislador una patada en el culo de su prójimo más menesteroso.
La otra historieta tiene más enjundia y algo que ver también con lo que hoy me ocupa aquí. Discúlpenme que no la narre por extenso, pues llevaría su tiempo y nos distraería más de lo conveniente. Por esos azares de la vida, hace bastantes años y en uno de mis muchos viajes a Colombia, me vi metido en una aventura muy curiosa. Un variado grupo de amigos de allá me invitó a pasar una velada en un hotelito a la orilla de un lago, en las estribaciones de una zona selvática atestada de guerrilleros, por cierto. Decían que era un paraje mágico y que la laguna de marras tenía extraños poderes y sorprendentes efectos, pero ése es otro cuento. Resultó que entre la concurrencia que aquella noche surrealista charló y bebió hasta la extenuación había un espía jesuita. Sí, tal cual, pero déjenme que me explaye un poco más. Se estaba saliendo de la orden y acababa de volver del Magreb. Hablaba árabe con soltura y tenía la cultura extensa y variada que es propia de las huestes del de Loyola. Me explicó, entre trago y trago de uno de aquellos rones portentosos, que había pasado unos cinco años dando vueltas por Argelia, Marruecos y otros países de la zona, enviado por los mandos de su orden para infiltrarse en los ambientes del islamismo, ver qué se cocía e informar correspondientemente a la autoridad eclesiástica. Fue mi primera noticia de que la Iglesia combinara el espionaje con sus pías obras y su apostolado tan idealista. Me quedé pensando cuántos misioneros serán agentes dobles o se lo montarán en plan James Bond con hisopo.
Bueno, pues toda esa introducción es para decir que, por regla general y con las excepciones que correspondan, que serán unas cuantas, las ONGs me caen mal y a los cooperantes y demás personal que en ellas o para ellas laboran los tengo por unos plastas y unos cretinos. Hala, ya lo solté. Ahora me partirá un rayo, no sé si divino o secular, religioso o civil; pero me partirá, ya verán.
Por si sirve de algo –que no creo-, volveré a repetir aquí que apoquino regularmente para tres o cuatro ONGs de las que no me parecen malas, y que no lo hago para desgravar, no. Y que sé que hay gentes en esas organizaciones que se juega el pellejo por pura filantropía y que dan los mejor de sí mismas para servir a quienes sufren y pasan calamidades. Sin la más mínima duda. Igual que misioneros y misioneras tiene la Iglesia que cumplen similar papel y con méritos semejantes, lo que tampoco me sirve para que la institución eclesiástica, como tal, me haga particular gracia o me merezca juicios muy amables.
¿Por qué me pasará eso con las ONGs? Pues no sé, se lo preguntaré a mi psicoanalista. Pero creo que algo influye lo poco que me gusta la gente uniformada y, además, algunas experiencias adicionales, que, modestamente, he vivido en carne propia o cercana. Por ejemplo, recuerdo los horrores que un queridísimo amigo me contaba cuando, hace los años que es de suponer, hacía su servicio social sustitutorio en una ONG pacifista y veía y comprobaba de modo fehaciente cómo sus directivos en aquella ciudad se embolsaban la pasta por el morro. Lo denunció, sí, y le sirvió para que lo echaran a acabar la prestación en otra parte. Estaba untado hasta el maestro armero. Yo mismo conocí también a una compañera profesora que, disfrazada de cooperante y habiéndose aupado a la dirección intermedia de una ONG con curioso nombre, se pegaba en Latinoamérica unos veraneos de la madre que la parió, y luego volvía presumiendo de bronceado y ciscándose en lo sucios que eran los pobres de por allá, a los que sólo había visto en sus barrios un día y sin bajar se del lujoso 4x4 en el que la habían paseado. Lo cuento como ella lo contaba, poco más o menos.
Por lo que se va viendo, en este país nuestro hay más ONGs que pelos me quedan a mí en la cabeza; o, mejor dicho, que me quedaban a mis veinticinco primaveras. Te enteras cuando los secuestran. Que si Barcelona Solidaria, que si Aranjuez Mon Amour, que si Amigos del Atún en Escabeche, que si Onanistas Mundi… La monda. ¿Me parece mal la cosa en sí? No, en absoluto. ¿Aplico alguna presunción negativa a tales grupos o a sus miembros –se dice miembros, socios o qué carajo se dice? No es mi intención, créanme. ¿Entonces de qué diantre protesto, puesto que parece que protesto? Pues de lo siguiente:
a) De que las ONGs manejen dinero público y lo gestionen con criterio privado, poco más o menos como les sale de la punta de las chanclas y con mínimos controles que me parece que no son más que controles aparentes. Si una organización caritativa de la Iglesia mete en Tegucigalpa el dinero que voluntariamente han puesto para tal fin los de la parroquia tal o los del coro de misa, no tengo nada que objetar. Pero con mis impuestos y los de mis conciudadanos no quiero más gestión que la del Estado y al Estado lo quiero transparente a mis pies. Ni 0,7 ni hostias, que cada palo aguante su vela. Que nuestro Estado dedique el 1, el 2 o el 3 por ciento a ayuda al desarrollo y a atención al tercer mundo y al cuarto me parece de maravilla, cuanto más mejor y ahí estoy dispuesto a votar al partido que más generosidad prometa. Pero para gestionarlo, Derecho público, personal seleccionado con arreglo al principio de mérito y capacidad y estricta rendición de cuentas para todo zurrigurri. Por cierto, quiero en mi declaración de la renta la correspondiente casilla para que ningún porcentaje, ni mínimo, de mis impuestos vaya ni a la Iglesia ni a las ONGs. ¿Está claro? Ya daré yo a las que me dé la gana, si me da la gana.
¿Qué la burocracia estatal es menos eficaz que la iniciativa privada? ¿Ah, sí? ¿Desde cuándo usamos los progresistas ese argumento neoliberal y capitalistoide? ¿Vale solamente para la ayuda al desarrollo y tal o lo aplicamos también a las cárceles, los centros de acogida juvenil o las universidades y lo privatizamos todo al grito de abajo los gobiernos y viva lo no gubernamental? ¿Y después de privatizarlo y decir que en la gestión no meten la nariz los gobiernos, pedimos pasta del presupuesto del Estado? Muy bonito. Hay alguna ONG, de la que soy socio –insisto: ¿se dice así?- y que no acepta dineros públicos. Debería cundir ese ejemplo.
b) No seamos ingenuos. Es posible que una ONG que se dedique a montar fábricas de conserva de pescado en El Salvador vaya nada más que a lo suyo y esté a lo que hay que estar, sin interferencias raras ni invasiones extraterrestres. Ay, pero ¿cómo será una ONG que trabaja en tierra de infieles islamistas? Uno, ¿cuántos espías de aquí y de allá –y a lo mejor hasta de los jesuitas- se infiltrarán ahí fingiéndose barceloneses solidarios u orensanos con audífono? Dos, ¿de dónde saldrá ese dinero o buena parte de él? En fin, dejémoslo así, pero párese usted a pensar sin mucho prejuicio, y luego dígame siu opinión sincera. Yo apuesto mi ojo malo a que de cada diez cooperantes que se van para allá uno es de la CIA, otro del KGB, dos del Mosad, tres de la TIA y otro de nuestro servicio de inteligencia, que será el que secuestren o polculicen a la primera de cambio, seguro.
c) Y, a propósito de secuestro y para acabar de defecarla, con perdón: me parece mal que se paguen rescates. Mejor dicho, que la ONG respectiva ponga dinero para rescatar a los suyos, que organice colectas y sentadas o que mande para allá veinte vírgenes para un sultán –repárese en que no he dicho mujeres vírgenes y que pueden ser, por tanto, vírgenos también; no me vengan con ésas ahora y para despistar- me parece de perlas. Yo mismo, si me piden, pongo un billete, lo juro. Pero el Estado quietecito con la pasta, puesto que la organización es no gubernamental. Y, sobre todo, por el mal ejemplo. Porque vamos a ver, si ahora va ETA y secuestra a un brigada y a un subteniente de la guardia civil y, para liberarlos, exige al Estado veinte kilos de euros y la libertad de un par de presos con larga condena, ¿debe el Estado ceder, pagar y soltar? ¿Y si los talibanes secuestran en Afganistán a un par de soldados de los que están allá muriendo a tiros aunque Afganistán no esté en guerra y tales secuestradores demandan dinero y toda la cosecha de Rioja del 2010? ¿Tragamos? ¿No? ¿Y por qué, sin embargo, hay que tragar cuando el secuestrado es tripulante de un atunero o cooperante? Oiga, ¿y si fuera una monja?
Me dirán: pero es que los guardias civiles y militares (¿y las monjas?) ya saben a lo que se dedican o lo que su oficio implica. Vale, pero entonces, ¿los civiles que van en caravana por el desierto mauritano cantando “Viga la gente” son gilipollas o qué? ¿Ésos no actúan a propio riesgo? ¿O son inimputables?
Y tengo un argumento más, ya metidos en gastos. El argumento de que hay que respetar el Derecho internacional, afirmación que hago mía y que siempre me pareció sinceramente progresista. Me explico. Si el secuestro fuera dentro de este país, diría todo quisque que no se puede permitir que los malandrines hagan escarnio de la ley, comenzando por la penal y penitenciaria, y que, por tanto, nada de concederles lo que piden. Vale, me parece bien. Y eso sin contar con el problema de crear precedentes que alimenten secuestros nuevos. Pero, ¿acaso el secuestro fuera de España no vulnera norma jurídica ninguna? Mucho internacionalismo de pacotilla, mucho cosmopolitismo postizo, y, a la hora de la verdad, aplaudimos al gobierno y a la oposición que se comportan como auténticos paletos y que actúan como si desconocieran que sí hay Derecho más allá de Villamelones.
Por supuesto que humanamente me alegro de que hayan vuelto sanos y salvos esos dos secuestrados que quedaban, naturalmente que entiendo a sus familias y a sus amigos. Yo estoy hablando de normas y políticas, no de sentimientos ni cánticos. Porque si se trata de que nos amemos unos a otros y de que nos demos gusto y de que la inteligencia emocional desplace a Weber y Maquiavelo de una, yo, que tengo la sensibilidad a flor de piel y cada ocurrencia que no veas, me pido que una ministra de buen ver me haga un homenaje corporal. ¡No te jode! O que Zapatero me barra la casa, que con esto del verano y tanto ajetreo, la tenemos hecha unos zorros. ¡Yo también tengo sentimiento, rediós, aunque no me hayan secuestrado!
Y, por si algún cretino me suelta eso de que qué diría yo si el secuestrado fuera hijo mío. Pues clamaría para que Maritere pagara rescates o se pusiera en huesuda pompa, lo que sea, pero no se me debería hacer caso, pues estaría comprensiblemente trastornado. También he dicho mil veces que si un criminal asesina alevosamente a un hijo mío, yo desearía con todas mis fuerzas matar con mis propias manos a ese hijoputa, pero no por eso me dedico a pedir –ni pediría- que en España se instaure la pena de muerte o que se torture a los homicidas. Porque cada cosa es lo que es y sólo los queridos conciudadanos que no han pasado de la fase anal de su desarrollo moral piensan que las instituciones públicas existen para jugar a médicos y enfermeras y para darle a cada cual su puto caprichito.
6 comentarios:
Amén.
Un cordial saludo.
Sobre la corresponsabilidad de los secuestrados por terroristas en su propio secuestro.
¡Eso es lo que vengo diciendo yo desde hace tiempo! Todos esos ediles del PP y el PSOE en el País Vasco, que en la mayoría de los casos son maketos que ni siquiera han nacido allí. ¿Tenemos que pagar los Pueblos de España millones de euros en investigación, seguridad, Guardia Civil, espionaje, infiltrados... para guardarles el culo? ¡ELLOS SABÍAN A QUÉ SE EXPONÍAN!
Por supuesto que tienen derecho a presentarse (como los oenegés tienen derecho a ir a África), pero luego que no vengan los cretinos a pedir que Los Pueblos de España nos gastemos dinero en impedir que los asesinen. ¡Ellos sabían a qué se exponían!
Y no solo eso, sino que, salvando algunas -pocas- excepciones, la mayoría de las ONGs en vez de ayudar al desarrollo, contribuyen objertivamente a perpetuar la miseria del tercer y cuarto mundo. Porque está muy bien eso llevar alimentos a los refugiados de Mauritania, por poner un ejemplo, pero si no se denuncia el régimen dictatorial y corrupto de ese país, de los de su entorno, y de los de tantos otros, destinos habituales todos ellos de la actuación de ONGs de diverso pelaje, lo que se está haciendo es sostener y justificar ese estado de cosas.
Pues la miseria y el subdesarrollo no son desastres de la naturaleza, sino consecuencia de unas estructuras políticas y económicas determinadas, de las que resultan responsables directos los gobiernos corruptos e impunes de los estados afectados, las políticas de ayuda al desarrollo complacientes con dichos gobiernos, y la inexistencia de organizaciones internacionales con medios y voluntad suficientes para afrontar en serio tal estado de cosas, aspectos todos ellos que a las ONGs (insisto, hay algunas, pocas, excepciones), les importan una higa.
Y no me resisto a mencionar la vergonzosa y miserable esquizofrenia moral de quienes, por ejemplo, se traen a veranear a niños saharauis, y luego son miembros activos o votantes de un partido, el que sustenta al gobierno de ZP, que se ha plegado por completo a los interes marroquíes respecto al Sahara, a pesar de que se trata de los intereses de un régimen dictatorial que no solo ha hecho y hace caso omiso del derecho internacional y de las resoluciones de la ONU sobre la cuestión, sino que es incompatible con el desarrollo democrático y ciudadano del pueblo al que dichos niños pertenecen.
Y todo así.
Saludos.
Magnífica entrada. El comentario final es rotundo y creo que es el quid de la cuestión. Una cosa son las normas y otra los sentimientos. Ahí ha dado usted en el clavo y la pregunta que todo el mundo se hace cuando el Estado amoquina es esa misma, y si fuese mi caso... y la respuesta la ha dado usted como el agua de clara. Si no le importa le pongo un link en facebook. Saludos liberales.
!Tremenda entrada! !Felicitaciones!
La ayuda internacional está manga por hombro, y ha de ser repensada en profundidad. Es imperdonable el espacio que ha dejado el egoísmo social institucionalizado a todo tipo de agentes privados poco controlables (muchos impresentables, unos pocos así así). Ejemplo preeminente: el ridículo y lastimoso 0,52% (ratio entre ayuda internacional y el propio PIB) del que se 'enorgullece' la UE (¿conocen Vds. a alguien que gane 5.000 € al mes, tenga un hermano pasándolas putas, y le dé 26€ cada fin de mes, y se enorgullezca de ello, diciendo además que está trabajando activamente para llegar al noble objetivo de los 35€?) Y somos los más 'generosos' del concierto mundial ... Tocado de veras está el concepto de vivir en común, cuando hemos dejado que se raquitice y se empobrezca y se desvíe una de las epiestructuras esenciales de la sociedad, que es su capacidad de intervenir fuera de sus fronteras de acuerdo con lo que llama sus principios e ideales.
Si algo caracteriza esencialmente al concepto de Estado, es que debe intentar proteger a sus ciudadanos. Evidentemente pagar rescates es un absurdo, viola el principio de legalidad aquí y en cualquier punto del globo. Pero cuando se presentan esos embolados, los márgenes de actuación son pequeñísimos. Ojalá se actuase con menos sensiblería. Pero perdóneseme, veo este lodo ligado a aquellos polvos - a la histórica inhibición estatal en la ayuda.
Hago un ejemplo tonto a más no poder: si, orgullosos propietarios del luminoso ático, no cuidamos las relaciones con el vecino del bajo oscuro y mal ventilado, es más, si llevamos años y años tirando a joderlo en las reuniones de comunidad, si ostentamos riqueza ante sus estrecheces ... ¿cómo hacemos el día en que se nos caen unas carísimas bragas de encaje a su patio? Lo que debería ser una recuperación sencilla, se convierte en un Himalaya que no se sabe por dónde afrontar.
Salud,
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