25 junio, 2011

Bildu

No sé si con estos calores merece la pena. Así que brevedad.

Hace unos seis meses me invitaron a dar una conferencilla en una ciudad del País Vasco y allá fui. Era sobre un tema con carga política. Será vanidad o soberbia, pero me gusta hablar en múltiples foros y suelo salir satisfecho, además de pasarlo bien, generalmente. Pero esa vez estuve flojo y me quedé muy descontento conmigo mismo. Además, no supe tomar debidamente en cuenta las características del público y el medio en que me movía. Durante el debate me puse imprudentemente provocativo y a alguna pregunta con marcada intención vine a responder que por mí pueden autodeterminarse Euskadi o Torrelodones y que si uno se siente o se quiere ciudadano del mundo, tales debates resultan bastante paletos y fuera del tiempo que toca vivir. Me pusieron de vuelta y media, no digo que sin algo de razón, y me replicaron que era yo muy insensible con el dolor y la entrega de cuantos en aquellas tierras han padecido la opresión de los violentos y han luchado para vivir en una sociedad libre y presentable.

Ahora me acuerdo de mis interlocutores que, en medio de todo, estaban muy esperanzados con el gobierno del PSE apoyado “por fuera” por el PP. De acuerdo, tienen y tenían mi respeto y mi aprecio e imagino que andarán cabizbajos y enojados. No les faltan motivos.

Tengo buenos amigos vascos y colegas de allá a los que aprecio grandemente. No me gustaría nada estar en su lugar. ¿Cuál lugar? Un lugar que considero desagradable. Bildu ha obtenido más de doscientos setenta mil votos en las últimas elecciones, a poca distancia del partido más votado, que es el PNV. Bildu es el partido con más concejales y ya sabemos que se ha hecho con algunas instituciones importantes, sobre todo en Guipuzcoa.

En lo que tenga o me quede de jurista me parece terriblemente complejo el problema de aplicar la Ley de Partidos como lo hicieron primero el Tribunal Supremo y, luego, el Tribunal Constitucional. Un caso jurídicamente muy complicado. Como demócrata convencido, acepto, cómo no, los veredictos de las urnas. Como ciudadano sin más, no me gustaría ahora mismo ser vasco o vivir allá. De cada diez vascos desconocidos que me cruce, tengo que pensar que unos tres habrán votado a los candidatos de Bildu. Prefiero, por tanto, no tener esos cruces y no plantearme las cuentas. Me pasaría igual si fuera un territorio en el que una parte grande de la gente apoyara a un partido hitleriano o estalinista. Me son bastante indiferentes los matices y los detalles, la comparación va al por mayor y quien quiera la puede entender.

Los argumentos que se traigan como atenuantes me irritarán en vez de consolarme. Si se trata de acariciar el lomo de la bestia para que deje de morder, malo. Si se trata de mostrarse sumiso ante los cafres, no lo estimo estrategia aceptable. Si el propósito es mostrar acuerdo con las ideas prescindiendo del talante o la (in)moralidad de los sujetos, se acaba por aplicar un perdón cobardica a los que no perdonan ni se arrepienten.

Que un alcalde llamado Juan Karlos quite del ayuntamiento el retrato del Juan Carlos rey me trae el fresco. Que retiren banderas o presionen al Estado para que negocie con la mafia llamada ETA me suena a matraca rancia. El único sentimiento que realmente me afecta es una mezcla incómoda de asco y pena. Siento pena por la buena gente honrada y valiente y no sabría qué decirles en verdad, porque ha de ser verdaderamente duro para ellos toparse cada día con tantos vecinos y compañeros que sólo llorarían lágrimas de cocodrilo si a los más enteros y honestos los matasen o que, con pena o sin ella, dentro de unos años votarían a los asesinos o a sus amigos para rogarles con tanta educación y suavidad que no maten más y para animarlos a que sigan peleando, a ser posible sin sangre ahora, por sus ideales.

Si yo fuera vasco, viviera en Euskadi y pudiera largarme de allí, me iría con viento fresco. Con pena seguramente, pero me marcharía. Para poder mirar a la cara a mis nuevos vecinos, donde fuera, y porque la ética y la estética de los que ganan poder e influencia en aquella tierra y, sobre todo, de los que por convicción o cobardía los apoyan, me daría una grima insoportable.

No se hizo la miel para la boca del cerdo y seguramente a los buenos ciudadanos vascos su tierra no los merece. Es duro, lo sé, pero es lo que hay. O lo que parece.

3 comentarios:

Carmen dijo...

Amén.

Se acabaron las vacaciones fiscales vascas. Por fin, se declaran ilegales. Ahora, es cuando muchas empresas sin rh negativo se irán.
Y una vez más, pagaremos entre todos (España, y no el país vasco, tendrá que abonar multas millonarias) los excesos de esa región y de quienes contribuyeron a realizarlos. Bien poniendo el cazo y mirando a otro lado...o simplemente mirando hacia otro lado.

Por cierto, los vascos no van a notar diferencia entre que esté un partido u otro. Siempre mandan los mismos.
Lo que si notarán es el daño al bolsillo...ese dolor es universal.

Un cordial saludo.

Antón Lagunilla dijo...

1. Por fortuna, hay vascos que, pudiendo irse, prefieren quedarse y pelear.

2. Ya va siendo hora de que caigamos en la cuenta de que todos los nacionalismos son reaccionarios. Y no solo culturalmente (como opuestos a la ciudadanía universal, como si, por otra parte, existiera algo así), sino políticamente: defienden privilegios para sí a costa de los demás.

3. Lo cierto es que, tras la restauración democrática, centenares de vascos no nacionalistas (abiertamente no nacionalistas; el resto que deja hacer en silencio, por miedo o por comodidad, poco cuenta) han sido y siguen siendo asesinados, acosados, silenciados u obligados al exilio. Y seguimos mirando para otro lado: allá se las compongan, que se vaya quien pueda, que se autodetermine quien quiera, a ver si se independizan de una vez y dejan de ser un problema, ect. etc. Tal como eso dicen, decimos.
Como si nada de ello tuviera que ver con nosotros.
Vergüenza debería darnos.

un amigo dijo...

No sé, no sé. Pero qué quiere, cuando leo noticias como ésta me vienen incluso dos o tres segundos durante los que tengo verdaderas ganas de votar a Bildu. Luego se me pasa, cierto.

Salud,