Soluciones de cajón

Una de las mejores razones para no meterse a escribir ni opinar de casi nada está en la contaminación de los temas, mucho mayor que la de los pepinos, las acelgas, la soja o lo que diablos sea. Que al final no van a ser los pobres vegetales, sino un par de guarros que no se lavan las manos después de ir al baño, ya verán. Por cierto, y aunque no sea hoy el tema de aquí, ayer oí en la radio un comentario de Arcadi Espada que me hizo sonreír. Venía a decir que, aunque al principio también se echó la culpa de la dichosa bacteria al riego con estiércol y variada caca real en alguna huerta ecológica, no ha salido a dar caña ningún grupo contra la boñiga en la lechuga o contra el excremento en el alimento, cosa que sí habría sucedido, y vaya cómo, si se hubiera informado de que a lo mejor era un compuesto químico la mar de sofisticado el causante de la contaminación mortal. Tampoco hay noticia, hasta donde se me alcanza, de que los cuatro que compran los productos de agricultura ecológica se hayan pasado a los transgénicos por miedo al abono de vaca. La fe es la fe, y no hay más vueltas que darle. Porque sin fe qué iba a ser de nosotros, ¿eh? De la misma manera que un buen católico no culpa a Dios de las desgracias, aunque le agradezca las gracias, un buen modelno no se cisca en la vaca meona enferma aunque sus orines nos pongan perdidas esas berzas pequeñitas que nos cuestan el doble de caras porque están consagradas.

Íbamos a otra cosa. Que están los temas fatal porque en cuanto dices mu te encasillan en el PP, el PSOE o en alguna minoría políticamente interrupta. Como si no cupiera pensar por libre, o intentarlo. Viene todo esto a cuento de la pelotera que se ha montado en Castilla-La Mancha sobre si en la administración autonómica hay bancarrota o simplemente ruina. En Murcia pasa otro tanto, creo, sólo que allí no hay relevo y no se gritan los que entran y salen. Pero da igual: el país es un cadáver y los buitres se disputan los últimos pellejos.

Pues que, en lugar de debatir sobre si serán galgos o podencos, deberíamos hacer un comité, un observatorio o algo bien apañado para proponer soluciones para el futuro, caso de que haya futuro, que no se sabe. Soluciones que quepan por igual para cualquiera de las mil y una administraciones mal administradas, sean estatales, autonómicas, municipales o parroquiales. Para ir abriendo boca, se me ocurre una que, de tan simple, mosquea: que no se admita más endeudamiento que un poquillo. ¿No andamos todo el día prohibiendo y castigando? Pues una tregua para los fumadores y leña a los malos administradores.

Como en las casas de antes. Si usted no tiene más que malamente para las letras de un modesto utilitario, no se compra una limusina ni se da la vuelta al mundo en plan lujoso si le quedan plazos que apoquinar. Hay una diferencia, es obvio: si usted por su mala cabeza se arruina y se carga de deudas, se habrá arruinado usted y usted padecerá las consecuencias. Pero si usted arruina un ayuntamiento o una comunidad autónoma, se arruinaron ellos, sus parroquianos, y usted se marcha a su retiro silbando tangos y culpando a la crisis y al capital financiero internacional. O se presenta a la reelección en plan levantino y levantisco. Pues no, mire, no. Control riguroso de las cuentas públicas urbi et orbe y balance inclemente un año antes de las respectivas elecciones. ¿Qué sale agujero descomunal porque le pareció a usted, señor alcalde o señor presidente de la cosa territorial, que quedaba de lo más mono otro museo de arte moderno encargado a Norman Foster y una universidad más en la parte de la montaña despoblada? Pues norma al canto y a freír churros: inhabilitación automática del sujeto para ocupar cargos de elección o designación política durante los próximos cincuenta años, tirando corto. Mano de santo. La pena es que ya tenemos mancos a todos los santos.

Ando disperso, ustedes sabrán disculparme. Pero con lo de las sanciones largas me ha venido otra idea que poco tiene que ver. Escuché estos días que al sátiro Strauss-Kahn le pueden caer hasta setenta años por lo de la camarera del hotel. Setenta. Si ese señor hizo o intentó lo que dicen que hizo e intentó, es un asqueroso y un cantamañanas y un cretino, eso no se pone en duda. El sexo forzado es una infamia tremenda, quede claro. Pero, corcho, ¡setenta años! ¿Es ese el modelo penal que nos gusta? ¿No se pasan un pelín los gringos?

Bueno, pues a los presidentes autonómicos que dejen pufos tremendos por su mala cabeza o su demagogia, setenta años de inhabilitación. Y una patada en el culo. Creo que es una propuesta bien respetuosa con el principio de proporcionalidad, por lo que se ve.