(Publicado hoy en El Mundo de León)
Los poderes del Estado, según la teoría política democrática y las constituciones de los Estados de Derecho, son tres y entre sí se vigilan, se controlan y se equilibran: el legislativo, el ejecutivo y el judicial. Al fondo, la soberanía popular. Y la prensa, para dar información a calzón quitado y que pueda formarse esa opinión pública libre que permite el ejercicio por los ciudadanos de aquella soberanía última, que es la suya.
Sobre el papel suena bonita esa doctrina. En la práctica lo tenemos todo manga por hombro. La concentración de los poderes es apabullante cuando los partidos se convierten en bandas que van a lo suyo y cuando esos mismos partidos aprovechan la ventaja que ganan en las urnas para pervertir todo instrumento de control y ponerlo a sus órdenes, empezando por la judicatura y por el Tribunal Constitucional. Cuando el controlado maneja a sus controladores, se nos viene algo peor que el descontrol: la más vil partitocracia, la corrupción sin vuelta de hoja.
Nos queda una última línea defensiva: unos periódicos fuertes que vayan de la mano de la libertad de información y de expresión. ¿Será esperanza vana, aquí y ahora? ¿También nos habrán tomado esa última trinchera? Hoy por hoy, hay sospechas. Las certidumbres las vamos a tener enseguida. Se avecina una concentración de poder en manos de un solo partido como nunca habíamos visto en la historia de nuestra democracia marchita. El Partido Popular va a gobernar con mayoría absoluta el Estado y ya la tiene en gran parte de las comunidades autónomas y ayuntamientos. En Castilla y León su rodillo es imparable, y en León otro tanto. ¿Querrán acallar a la prensa y ponerla a comer en su mano? Si así fuera, ¿se dejarán avasallar periodistas y directores de periódicos? ¿Habrá chantajes y se cederá al miedo, aunque sea el miedo al uso de la publicidad institucional como cachiporra o mordaza? ¿Seguiremos los ciudadanos enterándonos por la prensa de lo que pasa o solamente de lo que puedan o quieran contarnos?
Quién sabe, a lo mejor la gente solo comprará periódicos, o los comprara más, si se mantienen valientes y nos resultan útiles. La pelota, me temo, está en su tejado. Y cada palo tendrá que aguantar su vela.
2 comentarios:
Como modesto observador de la prensa, y habiendo compartido aquí en algunas ocasiones (Fukushima, 15 Mayo, provocaciones policiales en Barcelona ayer) mis observaciones, creo que la respuesta a sus preguntas -retóricas, considero- es inmediata:
¿Querrán acallar a la prensa y ponerla a comer en su mano?
Ya la han acallado. Ya come en su mano, y en lugares anatómicos más pintorescos.
Si así fuera, ¿se dejarán avasallar periodistas y directores de periódicos?
Ya se han dejado. Y de las apariencias se colige que no sólo se han dejado, sino que además gozan.
¿Habrá chantajes y se cederá al miedo, aunque sea el miedo al uso de la publicidad institucional como cachiporra o mordaza?
Ya los ha habido y ya se ha cedido.
¿Seguiremos los ciudadanos enterándonos por la prensa de lo que pasa o solamente de lo que puedan o quieran contarnos?
Hace mucho que no nos enteramos de las cosas por la prensa. El único valor añadido que da la prensa hoy en día es el de la metalectura de sus pseudonoticias y de sus silencios, sobre todo por cotejo entre medios aparentemente 'rivales'; indirectamente, se deducen de unas y otros las consignas e instrucciones recibidas, y algunas veces incluso se entrevé cuál pueda ser la verdadera información ocultada, que luego se va a localizar en otras fuentes.
Salud,
Pongámonos en lo peor, que es donde ya estamos. Lo que venga no será más que la continuación del necio discurrir de la historia. Cuando un ciego guía a otro ciego... Y bien quisiera estar equivocado.
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