Cuanto más viejo se va haciendo uno (en años, que no en ganas de juerga ni en energías renovables), menos comprende al género humano. O, al menos, a la parte de humanidad que le tocó conocer en el puñetero país en el que fue a caer. Pues miren hoy lo que me ha dado por pensar.
Cuando era crío, allá en mi aldea, Ruedes, que no era la aldea gala, pero sí la que tengo a gala, ya me daba mucha pena que se mataran animales, aunque también he de confesar que pasé una breve época de cazador de pajarillos con carabina de aire comprimido, cuando tenía catorce o quince años. Fuera de esa concesión a los instintos atávicos, siempre he soportado mal que las personas maten animales. Pero en ciertos casos acabas comprendiendo perfectísimamente las razones de los campesinos: cuando se trata de alimañas. Ahí la lucha contra la bestia era la lucha por la supervivencia: o ellos o nosotros. La economía que teníamos en mi casa durante mi infancia era poco más que de supervivencia. Vivíamos de lo que daba la tierra, la poca tierra, y de lo que proporcionaban las vacas, las gallinas, los conejos… Por eso no cabía compasión ni con el zorro (para nosotros el “reposu”) que diezmaba el gallinero ni con el milano que se llevaba los polluelos atacando en vuelo rasante. Tampoco con el gato casero que salía perverso y se comía las crías de los conejos.
Me acuerdo de una vez que, ya con la carrera acabada y joven profesorcillo contratado, me quedé en la casa de mis padres para que ellos se tomaran las primeras vacaciones de su vida, en Santa María del Páramo, León. Me tocaba ordeñar y alimentar las pocas vacas que quedaban y cuidar de los conejos y las gallinas. Y justo en esos días descubrí que dos gatos caseros andaban zampándose los conejillos recién nacidos. Con harto dolor, cogí la escopeta de mi padre y los maté, un tiro para cada uno. Es una regla originaria, o ellos o nosotros. No se trata del fuero, sino del huevo: si ellos se comen nuestros conejos o nuestros pollos, el hambre es para nosotros. No olviden esto para la comparación de después.
De más pequeño recuerdo la fascinación que me causaba mi padrino, Juan Antonio, al que debo mi nombre porque era compañero de francachelas de mi padre y este no podía negarle ese capricho. Juan Antonio, mi padrino, era el más afamado cazador de reposos de aquellos contornos. Cuando en algún pueblo un gallinero había sido asaltado por la noche, lo llamaban a él, y allá llegaba con sus perros y su escopeta. Los días del animal estaban contados, no fallaba nunca, era un ejecutor consumado. O ellos o nosotros, ley de vida, derecho natural, si me apuran y pese a mi acrisolado positivismo jurídico.
Fíjense por lo que se me viene todo eso a la cabeza, se lo voy a explicar ahora. Contra el zorro y el milano íbamos porque nos podían arruinar, no había conmiseración posible, ninguna complicidad, enemistad insuperable. Con pena o sin pena, se vieran hermosos o no, el dictamen era claro: si nos quitan el pan de nuestros hijos, no podemos tolerarlos en nuestra tierra. No será ecológico, pero es natural y lógico. Bueno, pues ahora demos un salto moral y pensemos en nuestros corruptos, en los de cualquiera de las tramas archiconocidas, la valenciana, la andaluza, la asturiana…, la de cualquier parte. Recordemos que hemos ido a parar a estas apreturas de hoy por la cantidad de ladrones de todo pelaje que se han llevado (y se están llevando) los dineros con descaro y máxima sinvergonzonería. Y los de las cajas de ahorros y los de urbanismo y…, miles y miles y miles de ladrones de guante blanco o gris, aprovechados sin entrañas, depredadores consumados. Léase: alimañas.
¿Y cómo reacciona el pueblo llano, la plebe, el ciudadanito común y del común? Si son de los suyos, los sigue votando. Y no les retira tampoco el saludo y hasta los admira cuando pasan en su cochazo con las gafas de sol y la mano en el hombro de la hetaira de guardia. Que vine a ser como felicitar al zorro o rendirse a los encantos del milano, como enseñarle las posaderas desnudas a la víbora, como mirar a los ojos al alacrán sonriendo con franciscana estupidez.
Al lado de estos personajetes que no solo vemos en las crónicas de tribunales sino que también contemplamos a diario en nuestro barrio, nuestra trabajo y, a veces, en nuestra pandilla o en la propia familia, el pobre gato comedor de conejillos era una benemérita criatura, y la gineta que exterminaba en una noche un palomar entero merecería la santidad vegetariana.
Ya se pueden imaginar adónde quiero ir a parar y cuál es mi pregunta de hoy: ¿por qué a estas alimañas de ahora, a estos conciudadanos criminales, los miramos con complicidad y hasta con simpatía, en lugar de con genuino asco? ¿Por qué en lugar de darles una sonora bofetada los saludamos sonrientes y tratamos de ser sus amigos, o a sabiendas los votamos en vez de mandarlos a la mierda sin retorno? Y miren que ya no digo soltarles dos tiros, aunque, en sede teórica, también tiene sentido la pregunta siguiente: ¿por qué se mata por discrepancias religiosas, por disputas territoriales o por rivalidades futbolísticas y a nadie se le ocurre apuñalar un día de diario a un concejal de urbanismo venal hasta las cachas o a un directivo de caja de ahorros que se puso a sí mismo un sueldo así o una pensión asá?
Será porque estamos desnaturalizados. Zurück zur Natur, pues, volvamos a la naturaleza y a nuestra naturaleza. Ecologismo visceral en estado puro. Pero no me digan que no somos raros y contradictorios los humanos.
PD.- Que ninguno me venga con el cuento de que un lobo es animal y un concejal o un consejero autonómicos son humanos y, como tales, tienen una dignidad distinta y merecen una consideración mayor, porque niego la mayor y no admito semejantes disputas metafísicas. Un político corrupto y un gestor sinvergüenza constituyen variedades de cerdos, con una sola diferencia con los cerdos comme il faut: por no tener cosa que valga la pena, ni jamones aprovechables tienen. A la fosa sin atenuantes.
2 comentarios:
Nunca había oído por aquí lo de reposu...
mas que nada porque nos meten en la carcel si matamos. Pero no creo que con la que está cayendo no falten ganas de matar a más de uno, la verdad. No se sabe lo que va a pasar. Ya hiciste un post muy ilustrativo, que me acuerdo. decías cuando no tenga pension la abuela o se muera, papa se quede sin trabajo y se le acaban los ahorrillos que mama metio en el bote de la mermelada (lo del bote de la mermelada me dejo estupefacta)..eso decías.. cuando algo parecido (esperemos que no) que resguarden sus cabezas, porque liarse se lia. Y a ti te llevarían por delante igual solo por tener trabajo, por ser catedrático igual; un privilegiado.
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