06 marzo, 2012

El estigma

A mí las infantas me dan igual, ni frío ni calor, cero grados de atención. Igual que los infantes, príncipes, princesas, marqueses y marquesonas, reyes de copas o de oros, lo que sea. La fe en la igualdad se demuestra no prestando atención a aquellos cuyo rol especial o superior se basa nada más que en la atención que se les presta.

Así que la respuesta sobre si habría que imputar o no a la tal Cristina en el caso Nóos (a ver si un día me explica alguien por qué va ahí ese acento tan mono) del que es protagonista principalísimo el bandarra de su marido me resulta sencilla en grado sumo: primero, que yo que sé y que habría que ver con calma los papeles del caso; y, segundo y principalísimo, que el trato legal debe ser el mismo tanto si se llama Cristina como si se llama Maruchi la esposa sobre la que tenemos que decidir si es delincuente o simplemente tonta de la retaguardia.

Digo lo de tonta de ahí a riesgo de que me caiga una real regañina o de que se me enfade algún colega de Corte y rasga, porque díganme ustedes a ver. Pónganlo en el género que quieran y con protagonistas hétero, homo, bi o a, pero yo se lo cuento como si le ocurriera a usted mismo. Está feliz con su pareja y llegan los hijos y pasan los cumpleaños, de vez en cuando comen en casa de los suegros, veranean en las Baleares, todo muy como de gente de bien y de toda la vida. Vale, pero su pareja, de la que no le consta oficio actual, salvo alguna ocasional chapucilla y su parte en la rentilla que les pasan a ambos sus papás de usted, empieza a comprar pisazos y casonas, palacios incluso, coches, yates, pedazos de empresas, y a regalarle a usted unos detallazos de infarto, hoy una moto de gran cilindrada, mañana las obras completas de don Gregorio Peces-Barba, yo qué sé qué lujos. Y usted no se mosquea ni pregunta ni nada, ¿verdad?

De vez en cuando su contraparte le dice firma aquí, mi amor, que te he hecho socia de esta sociedad sin importancia con sede en Belice y que te pongo en el consejo de administración y que mira el lingote de oro que me encontré esta mañana en el portal de casa y que nos lo quedamos porque no es de nadie, ¿vale? Y usted, excitado y con arreboles, que cuánto vales, mi tesoro, y que aquí mismo te voy a echar un polvazo porque, encima, tienes suerte y te encuentras lingotes de oro, y el otro que te dice que más lingote eres tú, so jata/o y que ponte ahí y verás el vibradorcete con diamantes quilatudos que me tocó en la tómbola del pueblo cuando la romería.

En resumen, que a lo mejor sí, que a lo mejor la infanta Cristina es algo lela y siempre lo vio todo normal. Oye, si tienes un marido alto y que fue olímpico, lo natural es que el dinero te llegue por arte de birlibirloque, y más si ves que está tan comprometido con las organizaciones sin ánimo de lucro y con el ejercicio diario de la caridad cristiana. Porque, si no recuerdo mal, esta gente va a misa, y a nada que se descuidan tienen a un par de obispos bendiciéndoles la mesa y digo yo que qué pensarán los obispos los nóos y los síis.

Sólo sé lo que han dicho los periódicos mientras no podían saber nada porque había secreto del sumario, pero con eso no hay más tutía: él es un buscón que busca de un Quevedo que lo inmortalice, pero ella, discúlpenme los coronados por estar hasta la coronilla, o es tonta o es como él, pero en femenino y Código Penal mediante. Tertium non datur.

Y los periódicos de ahora mismo cuentan que el juez instructor, que parece un tipo legal, ha dicho que vaya putada que sería imputarla a ella, pues eso le supondría un estigma. A ella, quiero decir, no al juez. El CGPJ opina lo mismito. Lo de la estigmatización social de los penalmente investigados en este país es asunto que preocupa enormemente a la judicatura y que por todos los medios evitan siempre los jueces con buen Consejo.

Si es el primer paso para no imputar antes de la imputación, por así decir, para no poner a los pies de los caballos antes de tiempo a ciudadanos que pueden ser inocentes y en cuya conducta el juez instructor aún no ha constatado indicios racionales de delito, pues vale y me alegro mucho y que viva este precedente. Pero no sé, no sé.

Por cierto, el dilema anterior sobre la susodicha moza no lo vean como muy radical. También cabe que sea las dos cosas, un poco de cada, sol y sombra, café con leche. Son una ricura de familia, puro embeleso. Ay, no sé cómo va a hacer el pueblo para dejar de quererlos.

Ella está y sigue en la línea sucesoria. El Urdanga aún puede acabar siendo rey consorte o como se llame eso. La fiesta no ha hecho más que empezar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Lo cierto es que Iñaki sigue apareciendo en las fotos de la Casa Real (véase), y parece que nada a cambiado. No, corrección; porque al consultar su CV (bueno...) ha desaparecido toda mención al Instito Noos (véase). O sea...