Si a usted o a mí, ciudadanos del montón, nos viene un tipo hablando muy fino y nos cuenta que ese billete de lotería que nos enseña tiene un premio gordo pero que no puede ir a cobrarlo y que nos lo vende por la mitad de lo que vale, y si usted o yo, llevados por la avaricia, picamos y le soltamos los dineros al timador, nos convertimos en el hazmerreír general y en la enésima prueba de que el pueblo llano es tonto de remate.
En cambio, si usted o yo tenemos un fortunón y nos llama un señor salido del arroyo pero que ahora frecuenta los clubes más selectos y nos hace saber que tiene una sociedad de inversiones que nos asegura para el dinero que le entreguemos un interés que rebasa con mucho el que se puede obtener sin trampa en el mercado, y si resulta que le entregamos unos cientos de millones de euros y todo acaba en una estafa gigantesca, nadie osa decir o escribir que nosotros, ricachones afamados, somos tontos de baba, cantamañanas irredimibles, escoria con pasta. No, en tal caso todo el mundo insiste en que lo que sucede es que el mercado está mal regulado y en que no han funcionado como es debido los órganos de control. La ambición del pardillo es la misma en las dos ocasiones e igual de inverosímil el negocio que le propusieron como cebo, pero en un caso la culpa es del estafador y del estafado y en el otro del gobierno.
Como la riqueza de muchos es inexplicable sin imaginar apestosas intrigas y puñaladas traperas, tendemos a creer que semejantes patrimonios y cuentas corrientes se lograron a base de inteligencia, sacrificio y trabajo duro. Mentira casi siempre. Uno le vende a otro un burro enfermo haciéndolo pasar por gacela veloz, el engañado, a su vez, tima a otro más y éste a otro, y el burro decrépito se pone cada vez más caro y ya todo el mundo piensa que se trata de un pollino de oro. Hasta que el último cretino ya no tiene a quien venderlo o se muere el jumento, y entonces se llama a los políticos para que nos hagan a todos compensar las pérdidas de los más desalmados. No es que los riquísimos sean más listos que nosotros, no; lo que los diferencia es que tienen menos vergüenza.
Si a usted o a mí nos viene alguien a proponer un negocio que nos dará gran beneficio sin mover un dedo y con sólo firmar unos papeles, desconfiamos y nos ponemos a preguntar de dónde sale ese dinero tan sospechosamente fácil. En cambio, si fuéramos forrados presidentes de consejos de administración, constructores y banqueros, no nos inquietaría el posible origen sucio, negrísimo, de esos billetes que nos llueven como el maná por nuestra cara bonita. Usted y yo tenemos conciencia y principios. Ellos sólo tienen balances y jeta.
En cambio, si usted o yo tenemos un fortunón y nos llama un señor salido del arroyo pero que ahora frecuenta los clubes más selectos y nos hace saber que tiene una sociedad de inversiones que nos asegura para el dinero que le entreguemos un interés que rebasa con mucho el que se puede obtener sin trampa en el mercado, y si resulta que le entregamos unos cientos de millones de euros y todo acaba en una estafa gigantesca, nadie osa decir o escribir que nosotros, ricachones afamados, somos tontos de baba, cantamañanas irredimibles, escoria con pasta. No, en tal caso todo el mundo insiste en que lo que sucede es que el mercado está mal regulado y en que no han funcionado como es debido los órganos de control. La ambición del pardillo es la misma en las dos ocasiones e igual de inverosímil el negocio que le propusieron como cebo, pero en un caso la culpa es del estafador y del estafado y en el otro del gobierno.
Como la riqueza de muchos es inexplicable sin imaginar apestosas intrigas y puñaladas traperas, tendemos a creer que semejantes patrimonios y cuentas corrientes se lograron a base de inteligencia, sacrificio y trabajo duro. Mentira casi siempre. Uno le vende a otro un burro enfermo haciéndolo pasar por gacela veloz, el engañado, a su vez, tima a otro más y éste a otro, y el burro decrépito se pone cada vez más caro y ya todo el mundo piensa que se trata de un pollino de oro. Hasta que el último cretino ya no tiene a quien venderlo o se muere el jumento, y entonces se llama a los políticos para que nos hagan a todos compensar las pérdidas de los más desalmados. No es que los riquísimos sean más listos que nosotros, no; lo que los diferencia es que tienen menos vergüenza.
Si a usted o a mí nos viene alguien a proponer un negocio que nos dará gran beneficio sin mover un dedo y con sólo firmar unos papeles, desconfiamos y nos ponemos a preguntar de dónde sale ese dinero tan sospechosamente fácil. En cambio, si fuéramos forrados presidentes de consejos de administración, constructores y banqueros, no nos inquietaría el posible origen sucio, negrísimo, de esos billetes que nos llueven como el maná por nuestra cara bonita. Usted y yo tenemos conciencia y principios. Ellos sólo tienen balances y jeta.
Últimamente nada cuadra. Se piensa uno que al tal Bernard Madoff, que ha estafado cincuenta mil millones de dólares, lo habrán recluido como mínimo en una celda de Guantánamo, con capucha y mono naranja. Pero no, está en su casa; procesado e investigado, pero en su casa, que debe de ser una casa del copón llena de chachas de buen ver y mayordomos con lifting y variados estiramientos.
Los bancos de aquí y de medio mundo andan llorando por falta de liquidez. Y nos enteramos de que tenían miles de millones de euros confiados a las garras financieras del Madoff en cuestión y que algunos de esos millones eran de tesorería. Curioso. Un día de éstos voy a meter mis exiguos ahorros en acciones de alguna transparente sociedad siciliana y luego voy a ir a mi Comunidad Autónoma a solicitar una pensión asistencial, al grito de señorito deme algo, que no tengo para comer.
Y a propósito de beneficencia. ¿Cómo es eso de que con el chiringuito del Madoff se hunden por completo no sé cuántísimas sociedades benéficas? Joer con la caridad.
Lo más bonito del caso es ver la cantidad de yernísimos que han mordido el anzuelo, como el tal Piedrahita y algún superyerno de Botín. Parece que el esquema es simple: usted pega el braguetazo con una rica heredera y con lo que le pone el suegro como dote por cargar con su enjoyada joyita se monta una sociedad de inversiones para que otros suegros le confíen la guita sin preguntar en qué puticlub se les multiplica. Ya se sabe que la familia es célula básica de la sociedad anónima.
9 comentarios:
Mordaz , casi tanto como cierto . Siempre se ha sabido que la estupidez no entiende de clases . El problema viene cuando el incauto , por no decir el aprovechado al que le salió mal la jugada , ya no pierde su dinero sino el de otros.
Aún en ese caso estoy seguro de que a mí no me van a pillar las manos en ese juego . Bastante tenemos casi todos con llegar a dia 30 sin números de izquierdas (me acabo de enterar de que rojo es despectivo y beligerante )
Felicidades por el blog , lo he descubierto por casualidad y me ha acercado un poco a algo que creí tan perdido como los valores en la enseñanza actual... y eso que tengo 25 años ^^
La pregunta que se me ocurre es: ¿Botin es tonto?. O mejor aún: ¿Como le consiente a su hijo caer en una trampa tan tonta como esta?
¿Qué diferencia al pirata del emperador? Que al segundo lo protegen las normas y al primero no. Porque lo que hacen es lo mismo.
Esos inversores no eran tontos, sólo codiciosos. Y calcularon mal. Y confiaron, a su modo, en el sistema, del que se creían dueños.
Si no fuera porque arrastrarán a otros, qué se jodan...
Lo primero que me vino a la cabeza al oír el nombre de este trilero cool fue la eufonía entre su nombre (Bernard Madoff) y el de la Baader Meinhof (angelitos tedescos que seguro que recuerdan). ¡Qué cague!
Hace un tiempo me cayó un amable rapapolvo del amigo Lagunilla porque se me ocurrió sugerir que si el españolito de a pie hubiera sido algo más suspicaz con esos bancos que, disfrazados de la abuela de caperucita (como el lobo), ofrecían préstamos hipotecarios como quien ofrece lumbre para encender un cigarro, otro gallo nos cantaría ahora. Me doy cuenta de ellos (los que no son españolitos de a pie) también han sido demasiado ... ¿tontos? ¿sólo codiciosos? Buen debate éste. Divertido post, un saludo.
ana.
También pienso lo mismo: que se jodan.
Pero juro por Arturo que como se compensen esas pérdidas con dinero público, me acabo pasando del todo al lado oscuro y tiro por tierra medio siglo de candidez, bisoñez, estupidez, confianza y borreguil bondad.
Por cierto, ¿ alguien sabe porqué promotoras más tiesas que un servidor y que tienen pisos vacios para satisfacer a tres generaciones de chinos de China, siguen construyendo a buen ritmo en zonas en las que no han vendido ni un trastero en 1 año ?.
¿ Esos son esos activos no contaminados que dice Don Solbeone que mi Santa y yo vamos a financiar por el artículo 33 ?.
¿ Porqué no se ciñe el crédito a la certificación de obra y a un porcentaje racional de obra vendida ?.
¿ Que bancos y/o cajas y/o políticos están detrás de esas operaciones sospechosas para un mal pensado ?.
Insisto: eso en todo, todo lo que se menea.
Estimada Ana: lejos de mi intención nada parecido a un rapapolvo, ni aún amable. Sucedió, más bien, que pocos días antes, el sobrino de un amigo, un joven de 25 años que, a causa de un accidente laboral, percibe una pensión de invalidez absoluta de muy poco más de mil euros al mes, fue víctima propiciatoria de una inmobiliaria, que le “colocó”, por 240.000 euros, un piso de 45 metros, en una quinta planta sin ascensor de un edificio con más de 40 años de antigüedad. Pero lo sustancial del caso no fue que le colocaran el piso, sino que Banesto, sin pestañear, sabiendo cuales eran sus únicos ingresos, y conociendo que no podía tener otros a causa de su invalidez, le concedió un préstamo hipotecario incluso superior al precio de compra. Naturalmente, el flamante y feliz propietario solo pudo pagar el primer plazo de la hipoteca, algo más de 700 euros, por lo que estaba desesperado, y todo ello motivó aquel comentario mío. Por fortuna, la cosa no acabó luego del todo mal para el joven, pues como la mayor parte de su pensión resulta inembargable, cuando le ejecuten la hipoteca, y aunque alguien compre el piso en la subasta al precio actual de mercado (lo que resultaría sumamente extraordinario, según Paco el subastero), el banco va a tardar en cobrar el resto del préstamo más de 110 años. Así que, en este caso, se jodió el banco, lo que entonces celebramos mi amigo y yo con unos vinos, aunque luego, visto lo visto (la compra de activos inmobiliarios a la banca por parte del Estado), creo que fuimos unos pardillos, olvidando aquello de que la banca nunca pierde.
En cuanto la estafa de Madoff, lo único preocupante es que afecta a algunos fondos de pensiones, o sea, al personal de a pié que, sin tener ni idea de los riesgos, ahorraba algo para la vejez, pero en cuanto a los damnificados –un decir- de alto standing, estoy seguro de que no los veremos jamás bajo un puente, ni pidiendo a familiares y amigos: o habían invertido solo una mínima parte de su patrimonio, o habían invertido lo que no era suyo, como suele ser habitual. Así que se joderán solo en su amor propio, y listo. Porque si son los bancos españoles, por actuar de intermediarios, los que hayan de responder, me temo, amigo Rogelio, que su paso al lado oscuro de la fuerza es algo cantado. Por cierto, ¿quién regula a los reguladores, que no se enteran de nada? ¿Investigará nuestro Gobierno o nuestro Parlamento a la CNMV por no controlar a quién y en qué condiciones prestaban los bancos, y en que invierten los dineros de los españoles? ¿Investigará el FBI de Obama a los directivos de la SEC –la CNMV de los USA-? Já ¡
Aquí, mi muy distinguido anfitrión, peca V. de un tantico de populismo. Los chiringos financieros existen desde siempre y sodomizan por igual al rico y al pobre. La única diferencia es que si un rico ahorra un 25% de sus ingresos ahorra un pastizaral y si lo hace un pobre son tres cincuenta. Claro, la diversificación del ahorro es más viable en el primer caso, y de ese modo resulta menos jodido en términos relativos (aunque mucho más en absolutos).
En España hemos sido mucho más de chiringuitillo infame de segunda (AVA, la mamonada de los sellos, o, yendo más lejos, SOFICO) y precisamente el Gobierno subnormal éste se ha dedicado a regalar pasta a IMBÉCILES que se creyeron más listos que nadie cobrando un supuesto 12% con los sellitos cuando los Bancos daban el 5%. Yo, de los listos, no tengo pena alguna.
En todo caso, pretender que los bancos son los malos de la película es una simplificación indigna de un blog de altura como éste.
Estimado Antón,
Lamento lo de su conocido (y celebro que la cosa no haya acabado tan mal). Ya sé que no es el caso de la persona que menciona, pero lo de los préstamos hipotecarios superiores al precio de compra (una perversión que desnaturaliza la idea de garantía real) se llegó a normalizar. Se convirtió en una especie de do ut des entre la entidad y el cliente (o mejor dicho, muchos de los clientes), y la cosa parecía una minucia mientras... bueno, ya sabemos lo que está pasando. Saludos.
ana.
Estimado Antón,
imagino que el sobrino de su amigo tiene algún problema de comprensión, o de razonamiento, o cognitivo, quizá como resultado del accidente, y lo que ha hecho el banco en ese caso es estafarle, al contratar con alguien que no debería tener capacidad de obrar. Porque si el sobrino de su amigo no tiene ningún problema de ese tipo, no entiendo cómo no se percató de que, obviamente, era imposible que pudiese pagar esa hipoteca.
Un saludo cordial,
v.
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