13 diciembre, 2008

UPyD y el "Proceso de Bolonia"

(El pasado 12 de diciembre UPyD difundió este documento que a un servidor le da la enásima razón -ya van muchas- para saber a qué partido va a votar en las próximas elecciones -ánimo, amigo Paco- y en las siguientes).
UPYD Y EL “PROCESO DE BOLONIA”.
Unión Progreso y Democracia propone volver al “Bolonia” original y corregir intensamente la deriva caótica de la reforma universitaria en curso, abriendo un debate político serio.
UPyD es el primer partido parlamentario que propone volver al proyecto original
12 de diciembre de 2008
El llamado Proceso de Bolonia ha saltado estos días a la notoriedad por las protestas de diferentes sectores universitarios, que incluyen encierros de estudiantes en algunas universidades, contra el desarrollo de una Declaración de la Unión Europea para avanzar hacia un Espacio Europeo de Educación Superior (EEES), suscrito en 1999 en la histórica Universidad de Bolonia, que le ha transmitido su nombre.
En España, la adaptación al Proceso de Bolonia ha resultado verdaderamente caótica, paradójica y contradictoria, suscitando las protestas que proliferan estos días. Lejos de la sencillez y claridad del documento oficial, los sucesivos gobiernos españoles optaron por tomar la creación del EEES como excusa para abordar un cambio total del sistema universitario. Se podía, por ejemplo, haber optado por aprovechar la estructura existente de diplomaturas (tres años) y licenciaturas (cinco años), para adaptar, con pocas modificaciones, las diplomaturas al grado y los dos últimos cursos de licenciaturas al máster. Eso habría supuesto una reforma, pero no la completa remoción de las titulaciones, con el consiguiente desbarajuste y la incertidumbre, que desde hace ya años reinan en la Universidad. Por otra lado, declinaron su responsabilidad política transfiriendo el trabajo de desarrollar un “Bolonia español” a los órganos de coordinación universitaria, como la CRUE (Conferencia de Rectores de Universidades Españolas), y a las propias universidades. Y permitieron y alentaron que todo el proceso fuera impregnado por criterios de tipo pedagógico rechazados por muchos docentes universitarios, conminando a los propios centros universitarios a adaptar una vez más sus planes de estudios y sus titulaciones al nuevo marco legal de la nueva reforma.
Ha sido constante la falta completa de orientación sobre cómo llevar a cabo un proceso sin metas conocidas. Tener durante más de un año trabajando a comisiones de decanos y especialistas en la elaboración de catálogos de titulaciones y de libros blancos sobre los contenidos de los títulos, para luego decidir que no hay catálogo de títulos y que cada universidad haga lo que le parezca, denota una frivolidad e improvisación inadmisibles. Medidas tan delirantes como implantar el postgrado antes de que se conozca el contenido de los títulos de grado indica que la Universidad lleva años dependiendo de Ministerios sin criterio y con un llamativo grado de irresponsabilidad. Por otra parte, los centros –facultades, escuelas e institutos- se concentraron en el objetivo de que la adaptación a Bolonia no perjudicara los intereses laborales de su plantilla docente, ni mermara sus expectativas futuras de financiación y reconocimiento en un horizonte de creciente competencia y escasez de recursos.
Además, el Proceso de Bolonia irrumpió en un periodo de fuerte crisis interna de la Universidad española. Algunos de sus síntomas son el descenso continuado de estudiantes, iniciado hace casi 10 años, con el consiguiente déficit de financiación y la previsible desaparición de titulaciones e incluso de centros enteros en las numerosas universidades creadas en los años ochenta, el nivel decreciente de preparación científica con que las nuevas promociones de estudiantes acceden a ella, o el envejecimiento y estancamiento de su plantilla docente, que hace casi imposible que accedan al profesorado nuevas generaciones de investigadores con brillante curriculum.
Bolonia irrumpe, además, en un contexto político caracterizado por la desidia y el desinterés hacia la educación en general, reducida al papel subsidiario y lamentable de arma arrojadiza entre los partidos políticos parlamentarios. En la Universidad, los constantes cambios legislativos y las reformas de las reformas impuestas en los últimos años han provocado un constante desconcierto en todos los estamentos. Se ha hecho corriente no sólo un vaivén legislativo inadmisible, sino una urgencia en la implantación de las reformas que ha impedido el necesario debate público sobre unos cambios que afectan a lo más esencial de su estructura y su misión. De nuevo la opinión pública española ha recibido una información errática, contradictoria y equívoca sobre el proceso de Bolonia y las consecuencias probables para los centros universitarios, los docentes e investigadores y el futuro de los estudiantes.
Las modas ideológicas se han impuesto a los criterios académicos y científicos, además de a los valores democráticos. Así, la recomendación europea de que los títulos de grado tengan un valor específico para el mercado laboral no implica que las exigencias del mercado de trabajo hayan de ser criterio determinante del contenido de las enseñanzas universitarias. Para los directores de la política universitaria en España, de izquierdas y derechas, la vieja idea del “servicio de la Universidad a la sociedad” significa hoy casi exclusivamente “satisfacer las cambiantes necesidades de empleo de las empresas”. Pero la Universidad sirve a la sociedad ofreciendo creación y transmisión de conocimientos, programas de trabajo sólidos y contrastados, formación cultural de alto nivel, para los que ya casi no queda más espacio social que la universidad.
En consecuencia, UNION PROGRESO Y DEMOCRACIA propone adoptar las siguientes medidas urgentes para rectificar de inmediato los peores efectos del anormal desarrollo actual del Proceso de Bolonia e iniciar un verdadero debate político y académico:
1 - Revisión del proceso de Bolonia y de los términos en que se ha desarrollado hasta ahora, hurtando un debate a fondo y sembrando la confusión en la sociedad y la comunidad universitaria española. La integración en el EEES no exige modificar por completo el sistema universitario ni en lo que afecta a la estructura y contenido de los títulos ni en los métodos de enseñanza. Se ha engañado interesadamente al universitario español con la supuesta e inevitable necesidad de reorganizar enteramente la vida docente, haciéndola cada vez más semejante a las formas fracasadas de la Enseñanza Secundaria. Dada la experiencia de cambios constantes que la Universidad tiene sobre sí, semejantes pronósticos solo engendran el escepticismo y la indiferencia.
2 - Vuelta al proyecto original de Espacio Europeo de Educación Superior, depurándolo de las numerosas desviaciones y añadiduras superfluas o perjudiciales que ha sufrido en el curso de su caótica gestión en las instituciones gubernamentales y universitarias. Nos encontramos ante la paradoja insostenible de que, mientras se abandona toda posibilidad de determinar mínimos comunes de contenido científico a los planes de estudio, se establece una rígida metodología técnico-pedagógica, instituida en verdadera jerga burocrática, perceptible en todos los documentos oficiales, desde decretos hasta simples formularios. Es esa rígida concepción pedagógica de la reforma lo único verdaderamente común en todo el territorio nacional y lo que suscita el más firme rechazo por parte de los universitarios.
3 - Creación de un genuino Espacio Universitario Español, como paso previo e indispensable para incorporarnos al necesario Espacio Universitario Europeo, lo que implica:
a) revisar a fondo el concepto y práctica de la autonomía universitaria, separando la gestión económica y administrativa de la académica y científica
b) revisar la financiación y administración de las universidades
c) revisar el catálogo de titulaciones,
Todo ello con el objetivo de facilitar la movilidad de docentes y estudiantes entre las distintas universidades españolas y la homogeneización de las titulaciones impartidas. La renovación de este Espacio Universitario debe ser consecuencia de una política de Estado dirigida desde las instituciones nacionales. El temor a la presión nacionalista no puede justificar esa renuncia.
4 - En el diseño de los planes de estudio, el criterio primario no puede ser otro que el contenido objetivo de los ámbitos de conocimiento respectivos en su estado actual, de acuerdo con el nivel que se estime pedagógicamente adecuado. La inmediata empleabilidad del titulado no puede ser criterio primario. Las Agencias de Acreditación no deben imponer como criterio de calidad de una titulación la financiación externa empresarial, o el número de profesionales no universitarios en su plantilla de profesores. Nada hay que objetar a la obtención de recursos privados para la investigación, incluso para el apoyo de algún curso, pero en modo alguno la calidad de una docencia o una investigación puede establecerse a priori por el criterio de disponer de recursos privados.
5 - Eliminación de las exigencias arbitrarias en los curricula universitarios, como la inclusión obligada de materias "políticamente correctas" o de moda, como los "estudios de género" o "multiculturales". Los planes de estudio y las titulaciones universitarias sólo deben someterse a criterios de tipo científico y académico, adecuadamente contrastados.
6 - Resulta especialmente urgente impedir la exportación a la Universidad de algunos criterios pedagógicos que ya han fracasado en la enseñanza primaria y secundaria, en donde también deberían ser concienzudamente revisados, y que son en buena parte responsables de la baja calidad de la enseñanza media española. Separar por completo de las exigencias de reforma el esquema pedagógico que prima habilidades, competencias y destrezas sobre la adquisición de conocimientos objetivos. Es falso, contra lo que se da entender, que el EEES exija esa pedagogía vacía y huera, que ya ha demostrado en la enseñanza primaria su incapacidad. Por ello, es imprescindible, por un lado, delimitar el contenido exacto del crédito europeo y sus equivalencias con el crédito actual, lo que no requiere directrices pedagógicas determinadas. La adaptación al ECTS deberá ser lo más respetuosa posible con las diferentes orientaciones didácticas y con la autonomía de cada profesor o grupo de profesores para planificar la enseñanza de acuerdo con sus criterios pedagógicos, la especificidad de su materia y los alumnos a los que va dirigida. Por otro, aprovechar el cambio, que introduce el crédito europeo, de centrar el cómputo de horas en el trabajo del estudiante para:
a) remover ciertas inercias básicas que lastran la enseñanza universitaria actual, como la preponderancia en la práctica docente de la clase magistral y el aprendizaje de apuntes.
b) introducir cuantas formas docentes y de trabajo del estudiante sean necesarias para mejorar el rendimiento, pensadas a partir de la experiencia real de la docencia.
c) aumentar el nivel de exigencia a los alumnos y profesores y establecer los controles para ello.
7 - Dado que el crédito europeo exige una dedicación exclusiva al estudio, garantizar un sistema de becas y créditos suficiente que permita al estudiante emplear realmente en su trabajo las horas que el crédito exige.
8 - Aprobación de una legislación universitaria válida para, al menos, un periodo de 20 ó 25 años, librando a la universidad de las constantes peticiones de cambio de planes de estudio, catálogo de titulaciones, sistemas de contratación y acceso a la docencia, etc.

3 comentarios:

cosas que pasan... dijo...

Este tema es bien complejo... Al parecer, la universidad española, por un lado está en problemas, pero por el otro lado las universidades privadas disparan y se posicionan unos cuantos escalones por encima, ofreciendo masters y posgrados online, ideales para quienes curramos todo el día y a la noche o cuando tenemos tiempo nos sentamos frente al ordenador a estudiar. Incluso, hay portales españoles dedicados a esto como Iberestudios y otros. Me desvié un poco del tema, pero quería marcar mi posición y la brecha resulta cada vez más insalvable...

Rafael Arenas García dijo...

Ole, ole y ole. Lo mejor que he leído sobre Bolonia.
Lo suscribo al 90%.El 10% que dejo fuera es la propuesta de hacer la adaptación mediante la conversión de los dos últimos años de la carrera en un postgrado. Lo han hecho en varios países, pero no deja de ser un fraude. Ahora bien, fuera de esto, chapeau, chapeau, chapeau.

Anónimo dijo...

Muy sensato, en efecto, y por eso dudo mucho que salga adelante.