22 febrero, 2009

De pena

Ayer hubo una manifestación en Madrid para reclamar la cadena perpetua, se supone que previo paso por la correspondiente reforma constitucional. Nada que objetar, pero me llena de perplejidad saber que la convocaba la familia de la chica asesinada en Sevilla. Y el otro día leí que ya habían pedido vez para que los reciban en La Moncloa. Estupendo, tenemos nuevos rituales. Visto lo visto en los últimos tiempos, cada vez que una familia pierda un hijo de resultas de algún crimen horrendo, acudirá a La Moncloa unos días después del funeral y del sepelio y allí será recibida por el Presidente de Gobierno de turno, que pondrá la consiguiente cara de cretino apenado, posará con el padre mucho rato y luego dirá a la pobre gente que jolín qué fatal está todo y cuánto criminal anda suelto. Al siguiente día convocará de nuevo a la prensa para informar de que el Ministerio de Justicia ya está formando una comisión para el estudio de la correspondiente reforma penal que endurecerá la pena del delito que haya venido al caso. De dicha comisión, por supuesto, formarán parte algunos de los penalistas más progres del país, los cuales hasta el mismísimo día anterior habrán sostenido de palabra y por escrito que el punitivismo galopante y a golpe de víscera es moralmente reprobable y jurídicamente incompatible con la Constitución y el Estado de Derecho. Oye, pero por no sé qué misterio ocurre que si eres penalista progre (o jurista progre en general) y te llama el Presidente de un Gobierno progre (o, posiblemente, cualquier Presidente, incluso el de una Autonomía cutre) para decirte que te va a meter en una comisión para legalizar la tortura con picana de los que se hagan pajillas pensando en ovejas, tú te apuntas porque hay que darse cuenta de que las buenas doctrinas no son para el verano ni para cuando las elecciones. Y, carajo, hay elecciones cada dos por tres, por lo que conviene tener a la bestia popular saciada de sangre y bien surtida de laxantes penales.
Tengo dos hijos, un varón ya bien crecido y una pequeñita de veinte meses. Puedo imaginarme el dolor atroz si me mataran alguno, y también, si el crimen era muy cruel, mi sed de venganza. En cambio, no me veo ni telefoneando a La Moncloa ni organizando manifestaciones para solicitar reformas penales. Cada uno es como es y, de acuerdo, cada cual está en su derecho de reaccionar como pueda o quiera. Aunque, por mucho que estiremos la comprensión, a mí seguirá dándome una grima horrible el padre de la niña Mariluz, al que la semana pasada vi en foto reunido con Ibarretxe. En cuanto consiga encontrarse y retratarse con Obama y con el Papa, supongo que ya se dará por satisfecho; o quién sabe si empezará otra ronda para no perder audiencia. Es una mierda que alguna gente consiga sus minutos de gloria a costa del asesinato de sus hijos.
Y es una porquería cómo nos está educando mal este perverso contubernio de políticos y medios de comunicación. Nos quieren asustados, nos quieren histéricos, nos quieren mezquinos, nos quieren sumisos a ellos, con esa pueril cobardía del que busca para sus miedos amparo en padres ya imposibles. Con lo fácil que sería ir y preguntarle al manifestante si tendría narices para exigir la misma cadena perpetua o la misma pena de muerte si el asesino fuera hijo suyo, o incluso sobrino. Porque, ¿sabe usted?, un hijo violento o desequilibrado o psicótico total o con alguna sorprendente perversión nos puede salir a cualquiera, pasa hasta en las mejores familias. Además, no nos engañemos, si somos de víscera fácil y de los que nos calentamos con un par de telediarios para ir a gritar que maten a tirios o a troyanos a base de garrote vil, es más fácil, por razones genéticas y educacionales, que nos salga un hijo hijoputa. Si es nuestro hijo el que golpeó hasta la muerte con el cenicero y luego tiró el cadáver de la chica al río, ¿qué pena solicitamos? ¿Y si es hijo nuestro el pedófilo que nos enseñan cada semana? Porque no hay semana sin pedófilo nuevo, igual que no hay mes sin su luna llena, no sé si ustedes se han dado cuenta. ¿A qué estamos hoy? A veinte de marzo. Ah, pues ya toca detención de pedófilo peligrosísimo que tenía tres fotos y una barbie en pelotas, no se vaya a mezclar la noticia ésa con la detención a fin de mes de célula islamista que mandaba cajas de requesón a Pakistán.
Con lo fácil que sería también recordarnos a los ciudadanos lo que son los riesgos generales de la vida, hacer que no olvidemos que vivir es peligroso y que la vida es una tómbola, una jodida tómbola de la que no podemos librarnos. Cada vez que cojo el coche y salgo a la autopista estoy comprando papeletas para matarme o para matar a alguien, con culpa o sin ella, por torpeza o por pura mala suerte, por un fallo mecánico del coche o un fallo neurológico mío. Y eso no lo puede cambiar ninguna ley que amenace con pena de muerte, pongamos por caso, a los conductores imprudentes o a los que no lleven en su debido nivel el líquido de frenos. Cada vez que voy al fútbol y grito ¡gol! al marcar el Sporting, me estoy arriesgando a que camuflado a mi lado haya un forofo violento del Oviedo y que me haga fosfatina con una navaja trapera; o a que me llegue una bengala de la grada de enfrente y me atraviese la panza. ¿Qué hago? ¿Dejo de ir al fútbol o pido pena de muerte para los hooligans? Si soy mujer, cada vez que accedo a irme a la cama con un señor al que no conozco desde hace veinte años y me meto en su apartamento o en una habitación de hotel me expongo a que sea un tarado violento y asesino. ¿Qué hago, pido plaza de monja o me sumo a la legión de los y las que reclaman penas salvajes para la violencia contra la mujer, como si eso fuera a disminuir el riesgo de dar con un psicópata al subirte la falda? Pero es que si soy hombre también me puede pasar y me puede estrangular con mis propios pantalones el hermano macarra de la chica o el padre islamista de la señora. Y así sucesivamente, hasta el infinito. La única manera de que no haya delitos ni crímenes de los que pueda uno ser víctima es pegarse un tiro a tiempo. O renunciar por completo a vivir y a salir de casa. Cosa que, por cierto, es inútil, porque también se te puede caer encima la escayola del baño y dejarte los sesos en plan pastel de cabracho, lo cual puede ser excelente ocasión para que, animadas por los periódicos, las masas se manifiesten en pro de la cadena perpetua para escayolistas despistados y Zapatero se entreviste con la asociación de madres de víctimas de la escayola.
Los penalistas se pasan muchas horas y gastan mucha tinta dando vueltas a cuál es para cada delito la pena justa y proporcionada, así como intentando explicarse cuáles son los límites debidos de cualquier castigo penal. A lo mejor podríamos patentar un método revolucionario y solucionar tan esquivo enigma. Pregunte usted a cien personas qué pena querrían para el asesino de un hijo suyo. Luego pregunte a otras cien qué pena querrían para su hijo si éste hubiera asesinado al hijo de otro. Saque la media y ésa será seguramente la pena justa, proporcionada, aplicable y respetuosa tanto con las garantías del reo como con los fines del Derecho penal. Eso sí, procure que los entrevistados sean normales y que sus datos queden en el anonimato. Porque los hay que, con tal de salir en la tele treinta segundos, pueden decir cualquier cosa.

11 comentarios:

Anónimo dijo...

Estoy de acuerdo con lo expuesto y creo que es una opinión valiente aunque supongo que no es "políticamente correcta", expresión y modo de actuar muy frecuente y que provoca que nuestros dirigentes actúen a menudo incluso en contra de sus principios (quiero creer que es así).
En mi opinión las decisiones políticas están muy influenciadas por el oportunismo (o empujadas por el "clamor popular", también se puede decir) y se producen no sólo ante crímenes, sino como consecuencia de cualquier hecho que trascienda y haga que nos "rasguemos las vestiduras": un desahucio de una familia, aunque legalmente sea la única medida procedente, si alguno de sus miembros se encadena o amenaza con suicidarse, hay que proporcionarle vivienda como sea; o si se atropella a un peatón por negligencia o descuido de éste, hay que hacer modificaciones en la señalización que en otras circunstancias se verían desproporcionadas cuando no contraproducentes; incluso si un ciudadano pide trabajo al Presidente en televisión, hay que dárselo como sea.
Parece que la línea de actuación de un gobierno democrático la marquen los analistas políticos (me refiero a los asesores, no a los periodistas) y todos los demás especialistas, como los penalistas que se citan en el post, deben someterse a esa interpretación de lo que parece que quiere la ciudadanía. ¿O en realidad se trata de ganar votos?

Anónimo dijo...

1. "Además, no nos engañemos, si somos de víscera fácil y de los que nos calentamos con un par de telediarios para ir a gritar que maten a tirios o a troyanos a base de garrote vil, es más fácil, por razones genéticas y educacionales, que nos salga un hijo hijoputa".

o_O

Súmele una firma, Maehtro.

2. "Pregunte usted a cien personas qué pena querrían para el asesino de un hijo suyo. Luego pregunte a otras cien qué pena querrían para su hijo si éste hubiera asesinado al hijo de otro. Saque la media y ésa será seguramente la pena justa, proporcionada, aplicable y respetuosa tanto con las garantías del reo como con los fines del Derecho penal".

Chapeau. Lo que gana en gracia compensa los chorrimatices que mesocurren. Y con la capacidad de convicción de un uppercut.

Anónimo dijo...

Toca Vd muchos "palos" y mete en el mismo cesto a "to Dios". Debemos distinguir :
1º Los padres de las víctimas : no tienen nada que ver entre sí, salvo que piden la perpetua.
2º Es Vd demasiado cruel cuando dice que consiguen su minuto de gloria a causa de la muerte de sus hijos. Creo que preferirían ser anónimos antes que pasar por esa tragedia.
3º Si nuestro hijo fuese un asesino, es como todo, depende de que asesinato fuese y en que ambientes se moviese : si fue una pelea, por ejemplo, con un yonki y el susodicho llevaba un arma y lo mató pues mala suerte lo mismo le podía haber caído una teja en la cabeza; si fuese mi hijo un chivato de la policía y lo mataron en un ajuste de cuentas, pues bien muerto estaba ; si lo estranguló su novia por el motivo que fuese que hubiese mirado bien con quién estaba.
Ahora bien, el caso de estas niñas Marta y Mari Luz que en paz descansen y de toda mujer muerta entra en la esfera de lo que Vd llama vísceras y yo honor y ahí sólo cabe la venganza privada. Y si es mi hijo el que golpeó mortalmente a una jovencita y la tiró al río la pena que habría que imponerle es la de muerte. Porque , ya que saca Vd el tema ¿qué pena le pondría Vd a su hijo si mata a una chica de la forma que presuntamente lo hizo la alimaña esta de Sevilla?
Tiene Vd toda la razón en lo que respecta a los políticos, plañideras de lujo cariacontecidos que acto seguido de recibir a estos padres, se van a un mitin a decir pijotadas.

Anónimo dijo...

He escuchado lo del clamor popular y, dejando de lado la pena que da ese señor al que han quitado a su hija de esa manera, estoy harta de que me consideren parte de un clamor popular del que no soy parte. No sólo me ofende que en mi nombre pidan la cadena perpetua, o la pena de muerte, también me molesta que digan que en los casos de maltrato, violencia de género, machismo, sequía, bulling, anorexia o telebasura, los culpables somos todos. Yo no soy culpable de nada de lo anterior, igual que no tengo la culpa de la crisis del ladrillo ni de que se haya roto la puta burbuja. Ya está bien de responsabilizar a todos de todo, y ya está bien de estar en el gobierno y pedir a la gente más responsabilidad. Que se apliquen el cuento.

Anónimo dijo...

Un día se nos acabaran los artículos del Código Penal, y entonces, ¿qué modificaremos, una vez ultra agravados todos los tipos y subtipos ad hoc sacados de la chistera de turno? Lo peor de todo es verificar que la importancia del caso viene dada por lo mucho que nos gusta el espectáculo: tuentis, jovenes inadaptados, ambiente marginal, movil sin esclarecer, la busqueda televisada de la víctima, todo nos hace arrimar el morro al televisor. Nos encanta retozar ahí, que le vamos a hacer, al parecer no se nos ofrece nada mejor. Enhorabuena por su blog.

Anónimo dijo...

Permítanme un "on topic".

No puedo colgar la foto aquí, pero puedo ponerles un enlace

Se trata de un anuncio del Ministerio de Igualdad. En un cartel reza la siguiente lindeza:

"CUANDO MALTRATAS A UNA MUJER
DEJAS DE SER UN HOMBRE"

Se trata de una intimidación dirigida a un posible maltratador. Si maltratas, te ocurre algo negativo: dejas de ser un hombre.

"Hombre" es un término polisémico. Puede significar tanto "ser humano" como "ser humano varón".

O sea, que el texto puede significar dos cosas: que cuando maltratas...

a) dejas de ser un ser humano para convertirte en algo peor: en un ser infrahumano; o

b) dejas de ser un varón para ser algo peor: un mariconazo, una tía o algo peor.

Olé. ¿Se puede ser más nazi? Como maltratador se te degrada por debajo de la dignidad humana y pasas a ser un Untermensch. O bien, en el colmo de la perversidad, para combatir la violencia machista, se reproduce al nivel más increíble el mensaje más machista posible. Biban el Ministerio de Higualdad, hoyga.

Probablemente en esta flatulencia intelectual y moral se entremezclen ambas ideas, como queda claro en el vídeo de la campaña, cargaíto de machismo barato y olor a farias.

La guinda es el nombre que tiene el cartel que cuelgan en la página del Ministerio de Igualdad. La imagen se llama "hombres.jpg".

Por favor, que nos invada algún país normal, o al menos menos anormal (Andorra, Gibraltar...) y nos imponga a sangre y fuego una Administración normal.

Anónimo dijo...

He sostenido esa misma opinión durante dias ante compañeros y familiares y se me ha tachado de todo. Enhorabuena profesor

Anónimo dijo...

Más o menos de acuerdo con las reflexiones y la verdad que es un alivio leer algo cabal sobre este tema en un país donde parece que todo el mundo está pasado de la cabeza y gobernado por sus vísceras, como se dice por aquí. Al paso que vamos terminaremos desquiciados como la sociedad estadounidense, que en estos días se apresta a juzgar a un niño de 11 años y a condenarlo a cadena perpetua, por matar a la amante de su padre a la que tenía celos, lo hizo con un arma como muchas con las que se educan y se habitúan la generalidad de niños estadounidenses, porque las armas y la defensa ante las amenazas, verdaderas, supuestas o inventadas, es un derecho de todo individuo o sociedad que se precie de neurótica. Hacia esa mierda vamos a pasos agigantados con buenas dosis para nuestras neuronas de política-televisión-basura.

macias.garcia.daniel@gmail.com dijo...

Si son más de uno los países que cometieron el error en su día de admitir la pena de muerte como castigo para asesinos y demás, y está demostrado estadísticamente que no ha mejorado su situación, ¿por qué se nos pasa por la cabeza hacer lo mismo qe ellos?

Anónimo dijo...

Daniel
en ESPAÑA si funcionaría la pena de muerte a corto plazo porque Spain is different,

Anónimo dijo...

Por si no lo ha visto, Savater lo medio cita hoy: http://www.elpais.com/articulo/cultura/Educadores/asociales/elpepucul/20090303elpepicul_4/Tes