Las autoridades anuncian una y otra vez su pretensión de hacer un ranking de las universidades españolas, se supone que para tratar mejor a las mejores y se teme que para cerrar alguna (o algunos centros) de las de la cola. Ya existen clasificaciones de las universidades del mundo, entre cuyas cien primeras no suele figurar ninguna de las de aquí.
La idea de dar a cada universidad lo que se merece parece justa y adecuada. Lo que asusta es imaginarse qué criterios pueden emplear unos ministerios y unas agencias evaluadoras plagados de chupatintas y de teóricos de la docencia y la investigación que se refugian ahí para no tener ni que enseñar ni que investigar mayormente. Miedo da que las universidades se jerarquicen por cosillas muy monas, tales como el número de aprobados, el porcentaje de profesores que usan Power Point o la cantidad de ellos que se haya apuntado a cursillos sobre “Motivación del estudiante bajito” o “Bolonia y tú: encuentros y desencuentros”, y así.
¿Que queremos en serio trazar una jerarquía por calidad entre las universidades del país? Es fácil. Bastaría con quitarse unas cuantas caretas, desvestir unos cuantos tabúes y meter en el cajón la corrección política. Y miren qué pautas de medición tan guapas nos pueden salir:
1. Índice de tramos de investigación de los profesores funcionarios, en proporción a su antigüedad.
2. Porcentaje de profesores funcionarios en servicios especiales: a más profesores dedicados a la política y similares, menor puntuación.
3. Proporción de profesores en cargos de gestión universitaria: cuantos más, peor, pues es de suponer que los que gastan su tiempo en papeles y reuniones lo pierden para la producción propiamente universitaria.
4. Tasa de endogamia. Cuanto más alto sea el número de profesores de una universidad que ha estudiado y hecho toda su carrera académica en ella, más puntos se descuentan , salvo que se pruebe que los de ese pueblo tienen un coeficiente de inteligencia superior a los de las comunidades vecinas o los de otros países.
5. Criterios para la formación de tribunales de los concursos de profesores: cuanto más asegure una universidad que ganan los suyos por narices, peor clasificación de la misma.
6. Grado de éxito profesional de los titulados: ganan las universidades con mayor índice de estudiantes que obtienen puestos de trabajo relevantes, acordes con su título y obtenidos en concursos o procesos de selección respetuosos con el mérito y la igualdad.
Con unos criterios así de serios y realistas habría sorpresas. Pero no lo veremos, descuide usted. Computarán ñoñeces y ganarán los que tienen que ganar.
La idea de dar a cada universidad lo que se merece parece justa y adecuada. Lo que asusta es imaginarse qué criterios pueden emplear unos ministerios y unas agencias evaluadoras plagados de chupatintas y de teóricos de la docencia y la investigación que se refugian ahí para no tener ni que enseñar ni que investigar mayormente. Miedo da que las universidades se jerarquicen por cosillas muy monas, tales como el número de aprobados, el porcentaje de profesores que usan Power Point o la cantidad de ellos que se haya apuntado a cursillos sobre “Motivación del estudiante bajito” o “Bolonia y tú: encuentros y desencuentros”, y así.
¿Que queremos en serio trazar una jerarquía por calidad entre las universidades del país? Es fácil. Bastaría con quitarse unas cuantas caretas, desvestir unos cuantos tabúes y meter en el cajón la corrección política. Y miren qué pautas de medición tan guapas nos pueden salir:
1. Índice de tramos de investigación de los profesores funcionarios, en proporción a su antigüedad.
2. Porcentaje de profesores funcionarios en servicios especiales: a más profesores dedicados a la política y similares, menor puntuación.
3. Proporción de profesores en cargos de gestión universitaria: cuantos más, peor, pues es de suponer que los que gastan su tiempo en papeles y reuniones lo pierden para la producción propiamente universitaria.
4. Tasa de endogamia. Cuanto más alto sea el número de profesores de una universidad que ha estudiado y hecho toda su carrera académica en ella, más puntos se descuentan , salvo que se pruebe que los de ese pueblo tienen un coeficiente de inteligencia superior a los de las comunidades vecinas o los de otros países.
5. Criterios para la formación de tribunales de los concursos de profesores: cuanto más asegure una universidad que ganan los suyos por narices, peor clasificación de la misma.
6. Grado de éxito profesional de los titulados: ganan las universidades con mayor índice de estudiantes que obtienen puestos de trabajo relevantes, acordes con su título y obtenidos en concursos o procesos de selección respetuosos con el mérito y la igualdad.
Con unos criterios así de serios y realistas habría sorpresas. Pero no lo veremos, descuide usted. Computarán ñoñeces y ganarán los que tienen que ganar.
(Publicado esta semana en Gaceta Universitaria).
2 comentarios:
Profesor García Amado, permítame matizar.
Como la influencia británica es muy fuerte en mi (pésima) educación creo que lo del ranking de universidades es algo poco relevante. Hay que hacerlo como lo hacen "ellos", por Áreas de Conocimiento.
Visite la página web del RAE-2008, y bájese el documento de "Results - Full document". Porque hay que preguntarse, si por ejemplo, la Veterinaria es muy buena en la Universidad de León, ¿porqué tienen que ser incorporados con los torpes, vagos y maleantes de otras áreas?.
desespere Profesor, no van a utilizar los racionales criterios que Ud. sugiere.
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