16 junio, 2009

A callar

Lo que nos faltaba, otro estudio sobre la enseñanza en el mundo y aquí mismo. Horror, volveremos a quedar con la retaguardia al aire, ya verás. El titular que leo es curioso: “Los profesores españoles pierden el 16% del tiempo de clase mandando callar”. ¿Tan poco les cuesta? Para que luego digan. Y el primer párrafo de la información reza tal que así: “Los profesores españoles dedican cerca del 16% de su tiempo lectivo a tratar de imponer orden en clase y otro 7,4% a tareas administrativas, según el informe realizado por la Organización para la Cooperación y del Desarrollo (OCDE) con el apoyo de la Comisión Europea para evaluar la calidad de la enseñanza en 23 países, que incluye a España”.
La noticia merece ser desmenuzada. Primero, ¿qué se quiere insinuar con el titular? ¿Ese 16% se considera mucho o poco? A mí me parece poco, la verdad. Supongamos que con tan escueto esfuerzo consiguen esos profesores un silencio sepulcral en sus aulas, ¿y luego qué? ¿Van a hablar ellos todo el rato como si no hubiera que dinamizar la enseñanza y hacerla participativa y de coleguis? ¿Acaso preferirían los profesores que esos chicos y chicas tan monos se quedaran como si les hubiera comido la lengua el gato? A ver, chicos, formad grupos de cinco y medio miembros y miembras y debatid entre vosotros sobre el sacrificio de focas inocentes. Y la tropa achantada, sin decir esta boca es mía. Terrible ¿Qué esperan, que les tenga que explicar el profe qué es una foca y de qué delito son inocentes esos bichos bigotudos?
Segundo, ¿nadie va a tomar en cuenta cuánto tiempo y esfuerzo les supone a los estudiantes hacer callar al profesor? Seguro que los hay, profesores y profesoras, que hasta se ponen histéricos y gritan y todo, interrumpiendo así esas conversaciones en las que sus pupilos comentan el último gol de Cristiano Ronaldo o las tetas de Paris Hilton, mostrándose con ello competentes, habilidosos y diestros en una materia tan importante como conocimiento del medio, aunque sea del medio informativo.
Tercero. Reparemos en que el texto periodístico habla de tiempo dedicado a “imponer orden en clase”. Este plumífero es un conservadorón de tomo y lomo, no hay duda. ¿Imponer el orden?, ni que estuviéramos en tiempos de Franco o Bush. Para imponer el orden que llamen a la guardia civil o a la Delta Force, ya te digo. ¿Acaso puede ser justo un orden impuesto? ¿Tiene legitimidad un profesor para imponer un orden? ¿Quién lo eligió a él para eso y en qué votación, vamos a ver?. ¿Y qué orden va a imponer? ¿El suyo? Estaría bueno, a cuento de qué. ¿El orden establecido? Si está establecido, para qué imponerlo, como con mucha razón diría un neopedagogo en las conclusiones de su tesis doctoral con mención europea sobre “Orden y desorden curricular y en los tramos vectoriales del fragmento lúdico: una encuesta entre trece estudiantes de Mansilla de las Mulas”. Además, el orden establecido es un orden capitalista reprobable y los chicos y chicas con su cháchara sin duda pretenden resistir ese régimen opresivo y explotador que no paga un carajo a los profesores y encima quiere que mantengamos el orden, hombre, por Dios.
Cuarto y último, porque no quiero desmelenarme y que se me descomponga la gestión de mi estrés curricular o se me gripe el cartapacio de la evaluación continua: si los estudiantes no se callan, será porque no les interesa lo que les cuenta ese tipo que vete a saber con qué zarandajas los tortura, que si tablas periódicas que si raíces cuadradas que si literatura de un siglo que llamaban de oro, mira tú qué parida, un siglo de oro. Pues que se callen los profesores, repámpanos, que ya sabemos que los chicos, si los dejan a su bola, aprenden solos y mucho mejor. Y, si alguno tiene problemas, que vaya por el colegio uno de esos pedagogos que hacen su agosto dictando cursos en las universidades para tontitos cuarentones con mochila de Pocoyó, acné posdoctoral y prurito acreditado, y que les explique a los propios alumnos que había una vez un circo que alegraba siempre el corazón y que la tierra es el globo donde vivo yo. Verás como lo entienden, flipan, se aficionan a la investigación y se hacen ellos también pedagogos en cuanto acaben de citarse por el móvil para violar a una compañerita china que acaba de llegar al cole.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

El otro dia estuve hablando con alguien que ha estudiado para maestro... dice que el problema no es que las tesis de los pedagogos esten mal, es que los profesores no saben aplicarlas

Esto que cada uno lo interprete como quiera, pero yo creo que da mucho juego :P

Profe de sus alumnos dijo...

Yo paso el 30% en los días buenos, y te digo lo que pasa con el 60% restante en la mayor parte de los casos: te miran como te miran los gatos, desconectan por dentro hacia mundos interiores, inmensos, infinitos. Aprenden a hacer meditación con los ojos abiertos.

Los chicos que no vienen por clase tienen un 1. Hay que aprovechar esa tendencia al alza del autoaprendizaje del absentista. Estoy contigo.

(Ya les están dando diplomas de aprovechamiento por sacar un 6. Supongo que es un comienzo para valorar todo aquello que el alumno puede llegar a hacer en ausencia de huella alguna por parte del docente.)

Anónimo dijo...

Estimado García Amado; mi comentario nada tiene que ver con su entrada. Sin embargo, leo que su universidad tiene previsto cesar a 100 profesores asociados. El número llama la atención lo suficiente como para pedirle que nos ofrezca su particular -y como siempre informada- visión del asuntillo.