19 diciembre, 2009

Cambio climático y política climatérica

Escribo esta nota al atardecer del viernes y los periódicos e informativos radiofónicos salen llenos de noticias sobre el probable fracaso de la cumbre de Copenhage sobre el cambio climático. Es una de tantísimas cosas sobre las que no sé qué pensar, pues ni entiendo un pimiento de tales asuntos científicos ni me fío del todo de la actual alianza a tres bandas entre ciencia dura-blanda, política y empresa. Que no sepa que pensar no significa, por lo mismo, que me pase con armas y bagajes a los que dicen que no hay tal cambio o que no depende de la acción del ser humano, sino que me parece que existe demasiado ruido en el ambiente como para que un modesto ciudadano se pueda aclarar. En cualquier caso, un acuerdo internacional de verdad para que la contaminación de todo tipo sea menor constituiría por sí buena cosa, supongo. Conste, en cualquier caso, la gracia que tiene un comentario de lector que acabo de ver en un periódico digital y que dice así: “En los 70 fue el apocalipsis nuclear, en los 80 el agujero de la capa de ozono, en los 90 el efecto invernadero y ahora lo que está de moda es el cambio climático, lo siguiente será la inversión de los polos magnéticos y después vendrá una invasión alienígena. ¿Pero es que no os dais cuenta de que son todo falacias para acojonarnos? A mi no me la pegan estos chupópteros abrazafarolas”. Yo, menos cabreado en este caso y más dubitativo, sólo confío en que con lo del clima no pase como con el pescado azul o el aceite de oliva, que hace treinta años eran malísimos para la salud, en opinión de los más reputados especialistas, y hoy están recomendados a tope.
Sea como sea, lo que no entiendo es cómo va a ser posible un tal acuerdo serio en este mundo de hoy y con las reglas de juego que imperan. Hagamos una sencilla comparación que espero que no esté muy desenfocada. Pongamos que se trata de una comunidad de diez vecinos, cada uno dueño de su casa. De los diez, uno se ha hecho riquísimo poniendo en su piso un puticlub, otro se ha forrado a base de robar a los otros sus felpudos y revenderlos en el rastro, un tercero se ha hecho de oro criando serpientes en su bañera y amenazando con ellas, en la escalera, a todo parroquiano que no le pague por su seguridad. Además, nadie abona las cuotas de la comunidad. En éstas, todos se ponen a decir un día que no se puede seguir en ese plan y que si no se cortan los abusos y no se arreglan el portal y los ascensores y no se refuerzan los cimientos, el edificio se hará inhabitable. Así que se reúnen en asamblea y argumentan del siguiente modo.
Los tres que se han puesto las botas hasta ahora dicen que vale y que, aunque van a seguir con sus negocios, se comprometen a ser más discretos, a hacer menos ruido y a contribuir puntualmente a los gastos comunes. Hay cuatro vecinos que han ido tirando más o menos y que están preocupados, pero alegan que tienen que apoquinar los que más han estropeado y que o hay carta blanca para que cada cual monte en su piso el chiringuito que le dé la gana, o dejan los tres aprovechados de jugar con ventaja y aunque ahora se hagan los santos. Otro de los habitantes del inmueble está en la absoluta pobreza y afirma que por él como si se cae la casa y se acaba el mundo, que ya le da igual. Y, especialmente, el décimo inquilino es un tipo que justamente ahora está medrando porque ha empezado a alquilar sus habitaciones por horas a parejas de noctámbulos y noctámbulas que hacen bastante ruido y que dejan la escalera hecha unos zorros. Éste último dice que están muy bien las preocupaciones de todos, pero que ahora le toca a él volverse millonario y que en su casa hace lo que le viene en gana, igual que antes procedieron otros en la suya de ellos. Visto el caso, la pregunta rezaría así: ¿cabe, en esa situación, esperar algún acuerdo razonable? Añádase, para colmo, que mientras unos peritos dicen que los niveles de ruido ya son intolerables y que los elementos estructurales del edificio están seriamente dañados, otros afirman que no es para tanto lo uno ni lo otro y que las casas siguen siendo perfectamente habitables y así pueden seguir por mucho tiempo aunque nada cambie.
Ahora volvamos a esos excelsos políticos que se reúnen en Dinamarca para solucionar lo del clima. Para ganarse a la opinión pública de sus respectivos países y conseguir montones de votos se han apuntado al discurso ecologista y han prometido grandes reformas, pero todos ellos saben que en cuanto esas reformas empiecen a costarles dineros y sacrificios a sus electores, se van a quedar más solos que la una y sin poltrona. Así están los que gobiernan en países democráticos, pero los que mandan en las dictaduras andan perfectamente tranquilos, porque a ellos no los presionan las opiniones del electorado y, de propina, no piensan en clave de bienestar universal o de sus ciudadanos, sino en términos nada más que de potencia de su Estado y de su fuerza en las relaciones internacionales. Añádase la presencia de unos cuantos payasos bolivarianos que sólo van a Copenhage a repetir que ellos no transigen con nada, ni con acuerdos ni con desacuerdos, pues todo es parte de la misma conspiración imperialista o judeo-masónica, y tendremos completo el estimulante panorama.
O sea, más vale que lo de las amenazas del cambio climático no tenga base científica sólida o se arregle por sí mismo o por un milagro, porque, si no es así, vamos de cráneo. Los problemas del planeta no tienen solución desde la lógica de las políticas nacionales y, hoy por hoy, una política global seria y eficaz es un ideal perfectamente utópico, por no decir tontorrón. Así que recen los que sean creyentes y procedamos los demás como se dice que hacían aquellas gentes del año mil que se daban a orgías en los cementerios mientras esperaban el fin del mundo. Al final las previsiones no se cumplieron, pero que les quiten lo bailao.

7 comentarios:

un amigo dijo...

¡Ehem!

Sobre el calentamiento global hay un corpus de evidencia científica … como poco consistente.

Permítaseme una rápida enumeración de los puntos principales donde no hay disentimiento digno de tal nombre:

1) la medida directa de temperaturas mediante registros históricos (desde1850) muestra un calentamiento marcado e inconfundible

2) la medida directa (desde 1950) e indirecta (desde 1750) de la concentración en la atmósfera de gases (dióxido carbónico CO2 y metano CH4, fundamentalmente) con efecto invernadero muestra un aumento marcado e inconfundible

3) demostración en laboratorio de que dichos gases producen calentamiento global, puesto que alteran el balance de radiación de la tierra (atrapando la radiación infrarroja liberada)

4) evidencia geofísica y biológica incontestable del calentamiento: retroceso de glaciares, adelgazamiento de los casquetes polares, evolución de fauna y flora salvajes, y alteración de las cosechas.

Junto a estos resultados consolidados hay áreas donde hay discusión científica activa. Algunas importantes son:

a) el registro paleoclimático de temperaturas. Hay varios métodos indirectos para estimar las temperaturas del pasado remoto. Por el momento, no hay conciliación completa entre los mismos. Existen indicios consistentes de que ha habido en el pasado calentamientos de magnitud similar a la del presente, pero ninguno tan rápido, ni siquiera remotamente.

b) cuáles sean los principales mecanismos de realimentación positiva y negativa, y cuándo se vayan a desencadenar. Algunos de los principales ya identificados son el efecto albedo en las zonas árticas (las zonas desheladas pasan de ser claras a oscuras, con lo cual absorben mucha más radiación solar); el deshielo de la capa de terreno congelada (el permafrost) en las zonas árticas, que liberará abundantes cantidades de metano atrapado; la alteración de las principales corrientes marinas que actúan como distribuidoras de calor. Hace falta aclarar que nadie científicamente serio duda de que se están produciendo; el debate versa sobre la intensidad y la evolución de estos fenómenos. Una distinción importante en esta parte del debate es la que divide a los científicos que piensan que todavía se pueda detener, de los que piensan que ya es imposible, y que lo único que cabe hacer es mitigarlo, y defendernos de los efectos.

c) Los efectos sistémicos del calentamiento. Futuro aumento de temperatures; desertificación; desabastecimiento de agua; inundación de zonas costeras. Como en (b), se sabe que se están produciendo; se discute en cambio sobre su intensidad y evolución.

Es importante distinguir: (a) se refiere al pasado, y no nos va a afectar mucho. (b) y (c) se refieren al futuro (a corto/medio plazo). Describen hechos constatados, de los que se investiga cuán graves sean y cuán rápidamente estén progresando. El principio de precaución aconseja tomarlos muy en serio.

Una neumonía no es igual de crítica para un bebé o un anciano, o para un adulto fuerte; ni amenaza igual a un pobre que a un rico, De la misma manera, para razonar políticamente sobre el cambio climático hay que considerar la situación planetaria. Superpoblación; desabastecimiento de alimentos y agua en enormes zonas; inestabilidad política y mecanismos de gobierno planetario muy débiles; gran proporción de la población que habita en zonas cercanas a las costas.

Hoy por hoy, poner en tela de juicio la ingente masa de resultados científicos ya acumulados sobre el cambio climático equivale a dudar de que el tabaco esté relacionado con el cáncer de pulmón; o dudar de que el VIH esté relacionada con el SIDA. No se sabe todo (por definición de ciencia, nunca se sabe todo); pero dar a entender que es una vaga teoría o una hipótesis inconfirmada equivale a desinformar deshonestamente. Para individuos que no tengan responsabilidades públicas, es una irresponsible renuncia a ser adulto; para aquellos que las tengan, es criminal.

Salud,

Animal de Fondo dijo...

Soy uno de los irresponsables que tienen suspendido el juicio acerca de la veracidad de lo que transmiten los medios. Qué más quisiera yo confiar en lo que me dicen hoy como confiaba en la tercera de ABC de hace setenta años; es una fecha puesta a voleo, aviso. Sin embargo, veo que hay una preocupación excesiva por parte del presidente de la comunidad, que cuenta con una cuota inmensa, por evitar que un propietario chino que desde siempre le limpiaba los zapatos se compre el coche para el que está ahorrando ya muchos años y que tiene a punto de conseguir.
En lo que no puedo estar de acuerdo es en la consideración de payasos de los países del Alba. Así nos lo presentan los mismos medios, pero no puedo creer que entre Fernando VII y Bolívar, usted escoja a Fernando VII. No lo digo por polemizar, sino por llamar la atención sobre un punto que tal vez no haya analizado usted en profundidad y escogiendo las fuentes. Como sugerencia, le ruego se informe sobre el proyecto "Yo sí puedo", que no es un proyecto sino una realidad.
En cualquier caso, no sé si un mundo que, antes del desastre climático, permitía vivir en la opulencia a una parte de la humanidad mientras la otra parte se debatía entre el hambre, la enfermedad y la muerte, merecía sobrevivir.
Saludos cordiales

Gaviota dijo...

Genial entrada profesor García Amado.

Buenísimo el comentario de "un amigo", que es igualmente importante. Personalmente, nunca he creído que esta clase de reuniones sirvan para algo. Quien quiere reducir sus niveles de contaminación, la hace, ¡y punto! No es necesario reunirse una semana con otros mandatarios para saber que sí lo debe hacer.

Respecto del comentario de "Animal de fondo", no me parece serio confundir a Bolívar con los supuestos bolivarianos. No es serio meter a Fernando VII donde nadie lo ha llamado. Entiendo el interés de defender la postura de esos países, pero aplicando analogías inaplicables no es la mejor opción.

Anónimo dijo...

Creo que los puntos esenciales que justifican una consideración escéptica acerca de la aserción de que está firmemente probado que existe un calentamiento global cuantificable, de terribles consecuencias ecológicas en un futuro próximo, y atribuible casi por entero a la acción humana, son inherentes al mismo método científico. Sobre la existencia de un cierto cambio climático hay consenso, pero más allá de eso, la metodología interpretativa y la solidez de las teorías científicas actuales no permiten llegar todavía a una conclusión definitiva, aun dentro de la incertidumbre que siempre rodea al saber científico en un momento dado.

El problema se ve además seriamente agravado por la presión política a la que están sometidos muchos científicos que investigan estos problemas. Plantearse una investigación escéptica, aun cuando su finalidad pueda ser la de poner a prueba la calidad de las teorías científicas actuales, con el objeto de aumentar su confianza en ellas, supone arriesgarse a sufrir el rechazo de colegas, a no publicar en revistas acreditadas, a no optar a ciertos cargos o a no recibir subvenciones, con lo que la investigación acaba tomando un sesgo tal que sólo se acaba viendo aquello que se desea ver.

Cuando además, la honestidad de altos responsables en la investigación del cambio climático está a la altura de los científicos que trabajaban para las tabacaleras, para quienes el tabaco ni era adictivo ni provocaba cáncer, el ciudadano medio se queda, con razón dubitativo y escéptico.

Y recordemos que el escepticismo no es una actitud de negación, sino de exigencia de mayor rigor metodológico cuando las conclusiones no son claras o las consecuencias de dichas conclusiones son graves. Nuestras certidumbres actuales son fruto de nuestro escepticismo pasado.

AnteTodoMuchoCO2 dijo...

JOCANDI CAUSA.

Yo también tengo mis reservas respecto de la Ley de la Gravedad.

Es cierto que no conozco un puto grupo científico serio que la cuestione, y sí sólo un heterogéneo grupo de zumbaos e interneteros alimentados de medios ultras.

Es cierto que, además, no dudo de la Ley de la Gravedad tras el análisis del material presentado, sino porque me caen mal los tipos que se preocupan de que con la gravedad caigan cosas encima de gente.

Es cierto que los principales medios negacionistas de la Ley de la... bah, a la mierda la metáfora: es cierto que los principales medios negacionistas en España (bueno... "principales"...) reciben financiación de Exxon, una de las principales (esta sí) asustadas por la política de reducción de consumo de combustibles fósiles. Así, Libertad Digital y su articulista negacionista, el economista Gabriel Calzada y el Instituto Juan de Marrana. Huy, disculpen el lapsus.


Es cierto que, para más inri, en la duda lo más racional sería asegurar el riesgo y no actuar irresponsablemente (máxime, cuando la reducción de combustibles fósiles tiene MILES de beneficios adicionales y MILES de perjuicios adicionales), pero mira, chico, qué sé yo, si no soy físico: me leí una cosa de Antonio Burgos, que tampoco es físico... y luego un chiste en un blog pseudoperiodístico ultra... y todo me pareció más convincente. Y más acorde a mis deseos, jaté qué casualidad.

(Eso sí: luego, me pongo hecho un basilisco cuando alguien escribe sus articulitos jurídicos basados en ocurrencias ideologizadas en vez de leerse la producción académica seria antes de publicar. Pero buéh: la disidencia es algo sano, incluso cuando es de uno mismo).

Juan Antonio García Amado dijo...

Perdón, perdón. Perdón. Me expresé mal o se me fue la mano con las guasas. Vade retro. Pero ya está: no dudo ni del cambio climático ni de nada. Creí que había dicho que, ante la duda (y por si alguno duda) mejor sería en cualquier caso que los Estados hubiesen llegado en Copenhage a un prudente acuerdo. Y me dediqué, tan pancho, a soltar mi teoría de por qué no parecía muy probable tal acuerdo, por desgracia. No retiro las frases presuntamente chistosas porque casi nunca retiro nada de lo que pongo en el blog, pero admítaseme el reconocimiento de mi culpa por andar hablando con los putos réprobos. Tengo, además, propósito de enmienda.
Y, aunque uno no puede contener fácilmente su maldito estilo, lo anterior lo digo en serio.
Ahora hablemos de dudas, religiones y cosas así. De entre los apóstoles, y puesto a elegir compañero de viaje, siempre me cayó más simpático el Tomás aquel que el entusiasta San Pedro. Será por eso por lo que, allá por mis quince años, casi me echan del colegio por dudar de la existencia de Dios en unos ejercicios espirituales y por soliviantar así a los colegas del curso.
Un día de éstos voy a hacer memoria y a elaborar una lista de las cosas de las que no se podía dudar, ni en broma, en los tiempos del general y las sotanas.
Y, a riesgo de ser pesadísmo, insisto: sí me creo lo del cambio climático, jolín. Palabra. Y lamento mucho el fiasco de Copenhage. Y pido perdón a cuanto científico se haya sentido ofendido por mi tono y a cuanto ciudadano haya pensado que mancillaba su fe.
Conste, además, que con los curas aquellos jamás me disculpé. Mas no pretendo llevar a ningún lado las comparaciones, pues, a fin de cuentas, entre la Iglesia aquella a la que ellos servían y la ciencia de hoy hay una indudable distancia que todos podemos captar si no nos dejamos seducir por las voces del Averno.
Digo más: voy a cambiar todas las bombillas de mi casa por otras de bajo consumo, voy a usar menos el coche y me voy a cargar a la primera vaca que se cruce en mi camino. Qué menos que una buena penitencia. Purgandi causa.

un amigo dijo...

Que conste que yo no buscaba retracciones, ni cosas por el estilo. No me pareció mal el post, y cierto no hay nada en él que pueda clasificarse de negacionista.

Me parece que el punto clave lo toca ATMC en su coda final. Resulta curioso que en el campo del cambio climático se omitan y olviden sistemáticamente estándares que se aplican en cualquier otro campo académico - incluso fuera de la ciencia, en la restrictiva y popperiana acepción del término.

En cuanto a las (repetidas) intervenciones de LD y del Juan de Mariana, no son probativas en el sentido científico, pero lo son en el sentido sociológico: cuando esa gente se compromete tanto por un tema, podemos estar casi seguros de que la tímida verdad (con "v" minúscula, falsificable) se encuentra a 180º de distancia.

Si se me permite un puntillo de precisión a la última intervención del anfitrión de la bitácora, diría sólo que estoy de acuerdo con sus predicados, pero no tanto con sus verbos. Hablar de "creer" o "dudar" en el terreno científico me parece una mezcla de categorías. En la ciencia se considera la evidencia acumulada, se examina, se contrasta, se admite (provisionalmente), se rechaza. Yo diría que en ciencia no se "cree" en nada; y que se "duda" -metodológica, que no nihilisticamente- de todo. Las metáforas de fe ("Iglesia de la Calentología" gustan de graznar algunos, y otras lindezas igualmente reveladoras psicológicamente) son otro más de los intentos de desinformación de las actitudes autoritarias y acientíficas.

Salud,