12 diciembre, 2006

Autonomía unibraguetaria. Gaudeamus.

Esta es una historia que parece real. Me llama mi amigo Benigno. Hace tiempo que no hablamos y me sorprendo. Benigno es hijo de una querida pareja de mi pueblo. Pero él se fue de Asturias muy joven y estudió su carrera en Valladolid. Ahora es profesor ayudante de Trigonometría Castellana en la Universidad de Béjar.
- Toño, qué tal hombre, ya sé que te casaste, jodío. A todo gochín le llega su sanmartín. – Así me saluda, desenfadado, como es él. Debe de sufrir por esas sierras adustas-.
- Coño, Benigno, qué gusto oírte, cuánto tiempo.
- Te llamo porque me hablaron de tu blog y quiero contarte una historia cierta y que me afecta, a ver si sigues teniendo lo que tienen los de Ruedes y te atreves a ponerla en tu página. ¿Os siguen saludando todos los compas a tus amigos y a ti?
- Los que saludaban, saludan. Y los que ya antes torcían el morro ahora bajan la jeta y salen corriendo a dárselas de matones en la cafetería, Benigno. Como el Troll, la mujer del Pecas, la Zapatones y tal. Ya no hay con quien contar ni para zurrarse, chico.
- Pues te voy a explicar ese caso que te digo y luego tú ves si quieres escribirlo.
- Cuenta, cuenta, que me siento periodista de investigación talmente.
Pobre de mí, lo que aún no sabía es que el periodismo de investigación era tipo Caca Rosa o Dónde Estás so Pendón. Resumo la historia que Benigno me narró con lujo de detalles y aderezada con tacos, juramentos y frecuentes alusiones al progenitor B de los protagonistas del cuento.
Resulta que en esa universidad suya, que no parece ni más ni menos virtuosa que las otras que conocemos, el rector se echó una novia. Bien, hasta ahí lo ampara su autonomía personal, pues la condición personal no la daña ni la disipa el estatuto rectoral; o sea, ellos también son personas, que diría el Neng de Castefa –en cuestiones televisivas mi desfase promedio es de dos años-, lo que pasa que a veces disimulan por pudor y modestia. Pero personas sí, magníficas personas.
Pues resulta también que la novia de turno es joven, caramba. Tampoco en esto hay especial originalidad, pues somos muchos los que nos damos a esa parte de la especie y del género. También es profesora y tampoco pasa ná por eso; sobre el particular, véase la nota anterior. Pero, córcholis, sucede que en esa Unibéjar hay un puñado de profesores ayudantes doctores que quieren promocionar a profesor contratado fetén o algo así, figura con la que se pilla un sueldo bastante mejor. Para eso hace falta que te haya acreditado la ANECA2, que es como una agencia de modelos académicos de ámbito nacional, o alguna de las anequitasmeallaesaspajassoguarro que nacen a la vera de cada Comunidad Autónoma, siempre en las zonas más húmedas y umbrías.
Pues esos aspirantes a profesor contratado de primera, entre los que se halla mi coterráneo Benigno, están acreditados por la ANECA, que es, como si dijéramos, que te han dicho que das la talla para todo el país y que vaya busto aunque sea operado. Así que van una y otra vez a ver a su magnífico rector y le dicen que bueno, que a ver, que pa cuándo, que por qué no solicita a la Apretada (perdón, quise decir de la Junta) los contratos de marras. Y el rector que un día silba tangos, otro día pasodobles y al tercero se arranca por seguidillas, pero de contratos para los anecados rien de rien. Perplejos, los profesores de condición manifiestamente mejorable se pierden en especulaciones e hipótesis: será porque es tímido, a lo mejor es que quiere ahorrar, nos tendrá preparado algo mejor. Benignos, que son todos unos benignos.
Un día, hace poco, mi apreciado Benigno propiamente dicho se va de vinos y se topa con un miembro del equipo rectoral, por la parte de abajo, decimonovena puerta a la derecha, sexta fila. Benigno le expone las cuitas de su colectivo –ay, qué ganas tenía de usar esa palabra un día- y el otro primero achanta, pero a la tercera libación se suelta y canta la verdad verdadera, que se puede sintetizar así: mira, chico, la novieta del magnífico también quiere un contrato de esos y todavía no ha conseguido acreditarse. Ahora anda Él, el Supremo, presionando en la agencia autonómica para que se lo hagan a su jai, pero todavía no lo ha conseguido. Y el otro día nos lo dijo bien clarito a los de su confianza: mientras la mi churri no pueda aspirar a uno de esos contratos aquí no se convocan esas plazas ni pa dios.
- Ay, Toñín, fiu, no sé por qué no nos quedamos con les vaques allá en el pueblín, esto de la universidá ye muy afogadizo. – Se ve que de repente le vino el ataque de nostalgia. A los asturianos nos sale el bable cuando estamos muy mal o muy bien, jodidos o jodiendo, sin términos medios.
- Calla, oh, Benigno, non ye pa tanto; qué más te da el cuchu de vaca que la mierda d´ésos.
- Les vaques caguen igual, pero no joden así a la gente, Toñín.
- Pues si ye por joder, non me paez a mí qu´éstos merezcan un honoris causa tampoco.
- Ye lo que hay, chico, tú verás si quiés contalo.
- Yo contar, cuéntolo, Benigno, pero como si digo misa, ya ves qué preocupaos deben tar. Toy seguru que en Béjar sábelo tol mundu y callen como muertos.
Y con esto y cuatro frases hechas, nos despedimos. Me quedó en el cuerpo la sensación de siempre. Déjà vu.
Gaudeamus igitur,
iuvenes dum sumus. (bis)
Post iucundam iuventutem,
post molestam senectutem,
nos habebit humus.
Otra vez, ¡todas!:
Gaudeamus igitur,
etc.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Vivat Alma Mater,
et qui illam regit!
Vivat nostra Universitas,
Maecenatum charitas,
quae nos hic protegit.

Vivat nostra societas (*)!
Vivant lameculi!
Crescat una corruptela,
floreat tyrannia,
propriae prosperitas.


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* La onorevole società, claro está.