24 diciembre, 2006

Cursi

Ayer en ABC Ignacio Camacho , quizá la mejor pluma (ideologías aparte, no hablamos de eso) de los periódicos españoles, y más ahora que nos falta Umbral, defendía su gusto por la navidad, con sus colores y sus ritos, pero dejaba caer de paso la siguiente frase: “... por mucho que se interfieran las comidas de empresa y los excesos derrochones, las luces laicas y los árboles de fibra óptica, las felicitaciones cargadas de vacua retórica y los sms cursis, los papás noel colgados de los balcones y las horrendas figuritas de los bazares chinos”.
Vivimos un auge inaudito de la cursilería y no sólo navideña. Vean esas felicitaciones que les están aventando a través de sus móviles y que parecen redactadas todas por el sindicato de castrati o la asociación de arcángeles equívocos. También hacen furor en internet las postales ñoñas, los poemas bobalicones, los dibujitos pueriles para mayores con poco seso.
Hace poco me contaban un caso significativo, uno de tantos. Una señora de las que ligan en la red (nuca más a cuento el doble sentido de la expresión) con cibernautas hambrientos de camastro y travestidos de varones sensibles se lamentaba de que había sucumbido a los encantos literarios de un sujeto que día tras día le mandaba poemas de lírica desmelenada. Una amiga, seguramente harta de que le reenviara la muy incauta semejantes mensajes de rima con merengue, se fue a google y pasó lo que tenía que pasar: que en cuanto metió en el buscador una simple estrofa apareció la fuente en una de esas páginas que ofrecen trucos literarios baratos para la pesca con red. La pobre víctima creía que era el alma exquisita de su enamorado virtual (virtual hasta que trinca carne de veras) la que le dictaba esos ripios que la sobrecogían y le dejaban un cosquilleo juguetón como que así. Le estuvo bien empleado, seguramente, pues hace falta tener atrofiada la percepción para dejarse hechizar por semejantes patochadas llenas de edulcorante para almas a dieta. Una cursi de verdad que cae en brazos de un funcionariete disfrazado de Lord Byron.
Antiguamente los pretendientes acudían a los escribidores profesionales de cartas para que pusieran negro sobre blanco palabras capaces de ablandar a la recia amada que sueña con encamarse con algún Espronceda del pueblo de al lado. Ahora es la web la que proporciona munición lírica para la caza de ingenuos/as. Pero seguramente tiene más culpa de tales desaguisados la pieza que el cazador. Una señora que seguramente cerraría a machamartillo las piernas y las entendederas ante el varón que la acometiera a base de proclamar honestamente que quiere darse un alegre revolcón con ella y que para qué andarse con lindezas a estas edades y después de tres divorcios, acaba entregándose, tan contenta, a un postizo poetrasto de tarifa plana.
Será tal vez que es común a la mayoría de los humanos la necesidad de lírico solaz y que cada cual pone el nivel de su exigencia en consonancia con las costras de su espíritu. Pero también es una lástima que en esta sociedad, en la que tanto se nos adoctrina, desde la escuela hasta los consejos de ministros, no sea capaz de hacer a la masa distinguir entre un regüeldo perfumado de enjuague bucal y un poema auténtico.
La calidad de esos productos suele ser del tenor de esto que perpetro por si a alguno le sirve para pillar algo en estas entrañables fiestas:

Sale el sol
en Sebastopol
cuando me abres tus jambas,
ambas.
Mi canario canta,
y se levanta,
si te toco
como loco
bajo la manta.
Se queda estrecho
nuestro lecho
para tu pecho.
Qué aventura
esa abertura
que convoca
a mi boca.
Que placer
cuando me vengo
porque te tengo
para yacer.

Pruebe, pruebe, que se lo regalo. Mándelo por correo electrónico a un puñado de amigas de la ofi y, si es posible, añádale una musiquita, tipo Balada para Adelina. Verá cómo caen al primer tiro un par de tórtolas borrachas de sidra El Gaitero.

2 comentarios:

IuRiSPRuDeNT dijo...

PD: Cosechar sonrisas para regalar

Ernesto dijo...

buenos versos! los laurales no me gustan aparte de que ya estan un poco pasados de moda, prefiero de vez un cuando un trago de agua fresca como esta