13 diciembre, 2006

Cursos, mentiras y excusas.

Va siendo hora de que intentemos llamar las cosas por su nombre y de que nos dejemos de posturitas farisaicas. Vayamos un poquito más al fondo absurdo de algunos problemas de los que aquí hablamos a veces.
Nos quejamos con frecuencia de la escasísima disposición que tiene la inmensa mayoría de nuestros estudiantes universitarios para participar en cualquier actividad intelectual o académica que no sea el emburrecido empolle de apuntes rancios o manuales alimenticios. El noventa y nueve por ciento de ellos sólo asisten a una conferencia, un curso de verano o un seminario obligados o a cambio de precio. Se les obliga cuando uno les dice que lo que ahí se hable “entra” para el examen siguiente. Se les compra cuando se les paga en créditos de libre configuración. Y ahí los tienes, esperando que pasen la hoja para firmar la asistencia y, mientras tanto, ni siquiera fingiendo que escuchan esa apasionante charla sobre las particularidades cromosómicas de la lenteja berciana o la interpretación teleológica de la última directiva de la UE sobre tala de árboles en jardines públicos de ciudades de menos de cinco mil habitantes; ellos, que están en tercero de Filología Inglesa o en cuarto de Biblioteconomía. Y, claro, hablan, comen pipas, enredan, bostezan, roncan, eruptan, se tocan las partes –propias o ajenas-, mientras el expositor diserta concienzudamente. Súmese a esas espurias motivaciones la circunstancia, archiconocida, de que a la mayoría de los estudiantes universitarios le importa exactamente un bledo todo lo que no sea comer, cagar y aprobar con el mínimo esfuerzo el próximo examen parcial. Así que no esperemos que esa gran masa acuda enardecida y motu proprio a oír hablar de nada de ninguna materia, incluidas las de su carrera. Van a clase, los pocos que van, porque toca y porque en algún lado hay que meterse en invierno para no estorbarle en casa a la asistenta. Y punto.
Con estas consideraciones nos repetimos, obviamente. Y echamos balones fuera. Porque falta que seamos capaces de responder a calzón quitado a la siguiente pregunta: ¿entonces por qué nos empeñamos en organizar cursos variados –de verano, de otoño, de invierno, de primavera, de extensión universitaria...-, ciclos de conferencias, charlas de colegas, etc., etc.? Si tan a disgusto estamos los profesores con esas actitudes del alumnado, ¿por qué nos empecinamos en seguir con esas actividades a las que nadie nos obliga? Ay, amigo, ahí está la madre del cordero. ¿Nos sinceramos? Pues ahí va: lo hacemos porque nos interesa y porque, al tener, como tenemos, auditorios cautivos, nos movemos en una estupenda impunidad.
Sí, ya sé que conviene discernir un poco. Algunos perseveran por puro idealismo y sin contraprestación de ningún tipo, es verdad. De vez en cuando cierto evento de ésos alcanza tales grados de excelencia y buena administración que hasta unos pocos estudiantes sucumben sinceramente a su encanto, cierto. Pero la regla no es esa, sino la siguiente: curso o ciclo con programa perfectamente tópico y aburrido –que no falte la palabra “globalización” en al menos un par de títulos, porfa-, conferenciantes pesadísimos o puramente diletantes, alumnado en régimen de estabulación obligatoria y ambiente general como para echar a correr. ¿Entonces?
Pues lo que muchas veces sucede en el fondo –con las excepciones que vengan al caso, repito- es esto. El profesor propone un curso de algo, se pone de director del evento y se asigna a sí mismo un par de conferencias. Eso supone entre 600 y 900 euros en total. No es mucho, pero te da para cambiar las cortinas de la salita. Como conferenciantes invitas también a dos o tres amiguetes, que van a quedar bastante agradecidos al embolsarse por esa charla, cuya calidad y preparación nadie controla, sus trescientos euros. Como pago de una conferencia bien preparada y documentada y expuesta con salero, es poco; como retribución para el que suelta una sarta de gilipolleces improvisadas y aprovechando que todos están dormidos, es una barbaridad. Si ese invitado es de fuera, miel sobre hojuelas, pues tendrá además pagado el avión y la nochecita de hotel, con lo que su contento se multiplica. Con un poco de suerte, sacamos también para la cena a la carta o para el suplemento de camastro para su parienta, que es cosa de lo más ostentoso aparecer de señor/a del conferenciante/a y dormir y comer por el morro. Y, como funciona el do ut des y el hoy por ti mañana por mí, ése que tú invitas hoy te va a invitar a ti cuando él organice algo. Es una rueda, tuya-mía-cabecina-y-gol.
Por si los alicientes fueran pocos, últimamente esas cretineces cuentan para el curriculum de uno. Mismamente la ANECA y las anequitas parroquiales valoran mucho que los acreditandos hayan sido organizadores de chuminadas así. Es que, encima, se te computa como mérito, manda narices. Te lo pasas pipa con los colegas, das el palo y, para colmo, te dan las gracias y te ponen una medalla. Hagan juego, señores.
Semejantes montajes son posibles gracias a uno de los inventos más perversos y sutiles que en el mundo universitario se han dado en las últimas décadas: los créditos de libre configuración. Su fundamento teórico, es decir, su disculpa, resulta de lo más atractivo: que cada estudiante universitario pueda disponer de un tanto por ciento de las horas de docencia asociadas a su titulación para recibir las enseñanzas que quiera. Es decir, usted es estudiante de Económicas y puede cursar con cargo a esas horas las asignaturas de Derecho Laboral o Derecho Constitucional. Genial, se enriquece su formación.
Ja, y un güevo. Eso no lo hace ni un uno por ciento. Inicialmente los estudiantes se matriculaban en masa en ciertas asignaturas divertidas: natación, fútbol y así. ¿Que no se cree usted que existan esas asignaturas? Pues no siga leyendo, usted sigue en la inopia académica. En la segunda fase algunos profesores comenzaron a inventar asignaturas “atractivas”. El nombre o el tema eran lo de menos, pues lo que las hace deseables es que se corra la voz de que el aprobado es general con sólo firmar cada día –personalmente o por persona interpuesta- en la lista de asistencia. Con eso los tales profesores no cobran nada a mayores, pero sirve para que parezca que curras a tope. Tengo un conocido troll que se lo monta sólo a base de tales pelotazos docentes y le va de cine. Con eso y un par de chupaditas que hace al mes al Clinton de turno está hecho un triunfador. Y el hallazgo definitivo consistió en regalar créditos de libre configuración a los estudiantes que asistan a ese tipo de cosas que estábamos analizando: cursos de verano, de invierno, ciclos de conferencias, etc. Éxito asegurado, ahí van de tres en fondo, movidos por el interés del respectivo tema o la incuestionable calidad de los ponentes. Ya lo sé, José.
Alguien pensará: bueno, así por lo menos tienen una razón para asistir, algo escucharán y algo se les quedará. Que no, hombre, que no. Que no. Que se niegan a escuchar y los pocos que lo intentan la mitad de las veces se arrepienten, pues no hay nadie que controle la mera decencia de conferenciantes y ponentes. Que se organiza cada cosa que es para echarse a llorar; o para coger las armas y tirarse al monte.
Entonces, ¿qué hacemos? Ah, espere, concretemos la pregunta. ¿Qué hacemos para qué? Si es para asegurarnos de que la noria siga girando, continuemos echándole morro y alimentando de créditos y premios a esos auditorios tan cautivos como alienados. Si es para que ni estudiantes ni profesores pierdan lamentablemente el tiempo, fuera con todos esos apaños de libres configuracines y chantajes. Que cada palo aguante su vela. Que a una conferencia vayan los que quieran y los que la fama, los méritos y las calidades del conferenciante determinen. Y al que Dios se la dé, San Pedro se la bendiga. Esmerémonos en actividades de calidad y luego veamos si el público estudiantil responde o no. Si es que no, critiquemos a conciencia. Pero no hagamos como ahora, cuando, con tantísima razón muchas veces, nos cebamos con los estudiantes, pero saliendo los profesores de rositas y quedando como vírgenes y mártires. Que al que dé una charla indocumentada y soporífera se le resten puntos de algo, aunque sea del carnet de conducir. Que al que invite a un colega oligofrénico a contar payasadas lo linche el auditorio o, al menos, que los multen a los dos. Y problema resuelto.
Jo, tengo un día fatal.

21 comentarios:

Anónimo dijo...

Respecto a las conferencias, a veces es problema de la organización de la misma, bien por falta de publicidad, bien por inadecuación del lugar habituado para la misma, bien por el horario o situación en el calendario en el que se ha establecido. Es evidente que si la gente no se ha enterado no podrá asistir, no creo que poner un cartel en un tablero plagado de anuncios fútiles sirva para que la gente interesada acuda a estos eventos. Este año el ciclo en la facultad de biológicas, en mi caso me pillo a pie cambiado, me enteré por pura casualidad de su conferencia y no pude asistir a la del profesor de la bonita pajarita, lo mismo le pasó a mas gente que estaba interesada en escucharles.
Por otra parte, lo que no puede ser, y me voy a referir al ciclo de conferencias del año pasado de la Facultad de Derecho de León, es meter una de las mejores conferencias del ciclo, la de la mujer de Manuel Albaladejo, en la “excelsa” sala de juntas. Se quedó pequeño y daba la sensación de ser una charla improvisada para conocidos, mas que una conferencia seria, por una ponente importante, aunque si mal no recuerdo usted no se encontraba en la sala dicho día, pregúntele a su señora como fue aquello. Si hasta Don Manuel Albaladejo nos preguntó, irónicamente supongo, “¿a ustedes quién les ha obligado a venir?”.
En cuanto al horario o situación en el calendario, el año pasado mis compañeros y yo, a pesar de que usted nos cedió su hora para escuchar a Don Tomas Ramón Fernández (que creo que ese era el nombre de uno de los ilustres ponentes), no pudimos continuar con el interesantísimo choque de sabios, era una verdadera maravilla escucharles, pero a pesar de querer no siempre es poder y, nos tuvimos que retirar a las aulas. Con lo que mire usted, otra lanza rota en pro de los alumnos.

Por último, y esto valga a título de apreciación personal. A nivel de alumnos, está como mal visto asistir a estas cosas. Uno, aunque le trae al fresco lo que opine la gente, casi se tiene que guardar para asistir a estas cosas, pues si se enteran otros colegas te dicen “pelota”, “pitagorín”, es decir, el mundo universitario es sólo nominal, realmente la gente no lee ni periódicos ni mucho menos novelas y si lo hace, a la chita, que lo miran mal a uno, como para pedir un libro sobre algo interesante que el profesor haya tratado en clase, si se entera el personal malo, malo. Además que le voy a contar a usted, éste año tuvo la mala suerte de coincidir su deposición con una de esas espichas, y la juventud poniendo en la balanza el “llegar a casa a gatas” y, reflexionar sobre la ambigüedad normativa subsanable por la interpretación jurídica, pues ya ve usted que prefirió.

Un saludo.

Anónimo dijo...

Yo he visto muchas conferencias buenas.

Y me he salido de muchísimas malas.

Anónimo dijo...

La mujer Manuel Albaladejo, autora de una de las mejores conferencias del ciclo ¿tenía nombre?. ¿No queda feo que el (don) marido de una profesional -no sé a qué se dedica la mujer de ese señor- se asombre, en la conferencia de su profesional señora, de que asista mucha gente?(A veces no me extraña que las feministas se cabreen).
La deposición de Garciamado ¿no quedaría más fina como disertación? ¿Tan mal olía?
Y el lugar habituado... en fin: ¡hágaselo fácil, hombre! (elegido, habilitado, designado, etc.)

Anónimo dijo...

Pues hombre, siento no acordarme del nombre de la mujer de Albaladejo, he tratado de ser lo mas correcto que he podido. Don Manuel lo dijo bromeando, quizá porque en las conferencias que el acostumbra, tiene la misma sensación que el profesor Don Juan Antonio.
Igualmente, siento haber herido su susceptibilidad lingüística. Deposición en cuanto a “exposición o declaración que se hace de algo” no en cuanto a su acepción escatológica, perdón por mi depauperado léxico.
En cuanto al lugar, sólo le falto adecuado, lugar adecuado y no improvisado.
Un saludo (don) Venator.

Anónimo dijo...

Aquí habría que aplicar lo de cuando le preguntaron a Dios : ¿y si hubiese sólo 5 justos los salvarías?, es decir, ¿y si una conferencia de un magnífico profesor diera luz a un excelente alumno aunque los demás estuviesen tocándose lo que quisiesen por unos créditos hipoteacadémicos de esos, merecería la pena? ¿y si de cada promoción de la facultad salen dos alumnos (alumna/o, por lo de la paridad y tal)excepcionales, no merecería la pena ver a los demás pasar por allí?
Claro que sí coño, no hay que desanimarse.

Anónimo dijo...

Lo de Roland fresier es cierto.
Otra cosa es que tal vez la organización no debiera hacerse por tal o cual decano
sino por tales o cuales alumnos, los interesados en aprender, claro,
no los que quieren ver a ronaldiño y para eso montan una conferencia como pretexto.
Por ejemplo desde este blog se podía hacer muchas cosas en ese sentido
pero claro luego habría cuqe contar con la honestidad de quien viene a imaprtir la conferencia para quue no cobrase dinero, ni fama. Nos conformaremos con que aumente su prestigio.
Creo que los 300 euros es una sobrada. Si hablamos de un crack de la ciencia o las letras, yo entiendo que además de conocimientos debiera tener modestia, cierta humildad. Eso sería poco menos que perfecto, se lo puede imaginar alguien? un tipo que viene desde Austria o Turquia, o Ponferrada, da una charla lúcida y edificante y además se diferencia en el burguesorado universitario leonés en que le llena hacer ese tipo de cosas. Y para rematar cada asistente se ofrece a invitarlo a cenar o a concoer la ciudad o le da chorizo de Geras de Gordón

Vale, dejo ya de soñar.

Anónimo dijo...

Supongo que mientras estará usted currando para que él se pague su hipoteca... Y que también habrá estado currando usted en el huerto de ese humildísimo y brillante científico mientras él se quemaba las cejas biblioteca abajo para poder documentar tan brillante conferencia...

NTJ...

Anónimo dijo...

Las palmaditas de ánimo creo que están fuera de lugar. Tiene razón Garciamado (mire, otra que no le llevo la contraria: pa' que vea).

La cosa no está en que haya ese maravilloso alumno que justifica la conferencia. La cosa es de asignación de recursos académicos: de cañones y mantequilla. Si pagamos más cañones, hay menos leuros para mantequilla. Si compramos más mantequilla, nos quedan pocos leuros para comprar cañones.

Con la mierda de gasto público que se está haciendo en universidades, que se vaya un pellizco importante en esta clase de mierdas, y que puedan ser asignadas sin control alguno, clama al cielo. Que además se institucionalice, clama más. Lo que se gasta en esto es lo que no se gasta en conservar a los mejores cuando dejan de ser becarios. Es lo que no se gasta en investigación. Es lo que no se gasta en becas.

Que levante la mano quien quiera renunciar a lo que la Universidad le da (o debería darle) para que ésta lo destine a un sistema clientelar sin control financiero...

Anónimo dijo...

No, no, nada de eso, partimos de la base que ese científico o humanista tiene la vida resuelta. Y si no la tiene, entonces bueno, vale.. Pero ya dejamos la puerta abierta a que venga todo quisqui a dar el palo.
Y además, digo yo, se supone que es profesor y como tal ya le pagan. Si hace algo más, que lo haga por amor al arte y si no mejor que no lo haga. Posiblemnte lo mismo que dice en una conferencia lo pueda decir en un libro.

Anónimo dijo...

El año pasado el club Leteo otorgo un premio a Houellebecq poco menos que simbólico, vamos sin dinero, y salvo que la prensa mienta (cosa que tamoco me extrañaría) el hombre vino lo recogio y no pidió más.

Anónimo dijo...

Tú no sabes cuánto cobra un profesor titular de universidad. Neto. Ni lo que cobra uno de los llamados "titulares laborales". Ni lo que cobra un ayudante tras 10 años de trabajo en la universidad (te doy una pista: 180 euros más al mes que un becario recién entrado). Y lo que pierde por cada hora que no dedica al exterior, por organizar Jornadas, Congresos, cositas que los más quemados ya no organizan si no es cobrando. Lógicamente. Los que lo hacemos por amor al arte tenemos un nombre: esquiroles. Si la Universidad sigue maltratando así a sus investigadores, es porque esos esquiroles existen/existimos.
Si quieres meter en esa mísera soldada además el deber de difundir la ciencia en otras cátedras, vamos aviados...

Por citar estudios serios al respecto (por cierto: pese a ser del CSIC, muy poquito complaciente con los investigadores españoles): http://www.iesaa.csic.es/archivos/documentos-trabajo/2006/01-06.pdf

En su pág. 45 podrás leer esta obviedad: "Los salarios del personal docente e investigador en el sector público son escasamente competitivos con los existentes en el mercado en niveles similares de cualificación.
Esta situación se manifiesta en el personal fijo, aunque donde es más acusada es en el personal en formación o en los contratados de carácter eventual. Cabe decir, por tanto, que en la comunidad científica española tienen una importante presencia las recompensas intrínsecas al trabajo, a lo que habitualmente se llama voluntarismo, más que las extrínsecas como el dinero".

Por eso se va a las conferencias. Por voluntarismo. Por memos. Porque aún no sé qué leches creemos que debemos aportar a esa gran Babilonia para la que trabajamos.
(Y, luego, por los amigos. Si un amigo te dice que participes en algo, te rompes los cuernos y vas. Porque también él vendrá. En esta casa de putas aún hay muchas que valen la pena. También en lo personal).

Quizá no estás hablando con el profesor adecuado, pero bueno...

Anónimo dijo...

Antetodogunsorbutter, desde luego que visto así, con su razonamiento, tiene Vd razón y están fuera de lugar las palmaditas de ánimo, sin duda. No le puedo más que dar la razón y esperando que en cuanto antes haya alguien dispuesto a levantar la mano en lo que al aspecto clientelar se refiere.

Anónimo dijo...

Perfecto.
Entonces la cuestión es más sencilla que todo esto. En la Universidad sobran profesores, que se queden los buenos. Ay amigo...los buenos: cuantos hay? realemtne son buenos? quien lo decide?
Pero esa sería la solución, y una vez que cumplan con su trabajo paguemósle como se merecen.

Desconocía el sueldo, lo que se es que cobran lo mismo aquellos como usted (que tal vez se dediquen en cuerpo y alma a la Babilonia olvidada) que aquellos que no dan palo al agua (de hcho vienen cobrando más estos últimos)
Y si, vale, ante la pregunta ¿quien entre los dos grupos es el que profesa más amor al arte para hacer conferencias, organizar cursos..?.. la respuesta ya me la ha dado usted.
Lo que habría que valorar es si se hacen por el bien de la ciencia y el p´çublico y luego se cobra algo, o se hace por si se cobra algo y despues .. bueno...si alguien va bien, y si no , yo ya cobre.

Ahora bien (ya un poco al margen), no me negara el aburguesamiento del profesorado, ni que si queremos ciencia de calidad lo mejor será como dice GA ir ahciendo una academia alternativa (ciencia clandestina), ni que por muy quemado que esté un profesor si le pagan su obligación es seguir intentándolo hasta que dejen de pagarle...

Anónimo dijo...

Hoy esa academia clandestina sólo funcionará por amistades y contactos personales. Porque a la gente buena hay que ganársela personalmente para que siga viniendo (la mejor opción: pillar a los buenos cuando aún son lechones, para ser "el primer gran amor" y mantener el contacto. Yo a mis seminarios rara vez me traigo a alguien de más de 40 tacos...).

Y pido perdón si sueno sarcástico (no sólo no soy el profesor adecuado para hablar, sino que ni siquiera es el día adecuado), pero con respecto a lo de la selección del profesorado: coño, qué bien pensado. Cómo no se nos habrá ocurrido...

Y ya sin sarcasmo: si rebusca por ahí atrás, entre los posts de hace año y pico de GA, donde contaba por qué hay un macro-tapón del botellón, verá un buen resumen de los motivos de esta sobredosis. Y por qué todo dios entró en 2002.

Tanto funcionario y tan poco profesor...

Tanto profesor y tan poco investigador...

So many assholes, so few bullets...

Anónimo dijo...

Pero es que por amistades y contactos personales también funciona la oficial.

Que no, que no hay manera, ni con sarcasmo ni sin él. Si usted quiere estar en esta gran casa de funcionarios tendrá que exponerse a lo que ve a diario (que verá más que yo). Y si no es como ellos, es o bien porque ya lo fue y le da verguenza, o porque acabará siendolo.

Anónimo dijo...

Solicito confirmar la comprensión: o sea, que como disiento, o soy una puta, o lo fui, o lo seré.

Si he comprendido bien, debo decir que no sé qué me asombra más: si la indecencia que revela injuriar al otro por disentir, o la indigencia intelectual.

La joyita dialéctica, si bien la he entendido, concluye en:

1. La universidad es una casa de putas mal pagadas.
2. Quien quiera cambiar algo en la universidad, que se joda: si opta por entrar en la Universidad, o es puta mal pagada, o es madame. De intentar cambiar algo, ni Pamplona.

Aparte de la horterada del "porque ya lo fue y le da verguenza, o porque acabará siendolo" (y de una ortografía igualmente grosera), debo admitir que me sorprende encontrar este razonamiento ultraconservador en quien no tiene nada que ganar del status quo. Me arriesgo: ¿es sólo por joder, en plan troll? De ser así, ni tú sacas nada, ni yo voy a sacarlo de esta conversación. Vayan terminando.
Espero haber entendido mal. Si no, qué pena.

Anónimo dijo...

Estimado ATMC, tiene usted razón en todo, y poco se puede añadir. Quizá yo tampoco tenga un buen día y no le vea la gracia a propuestas tan pintorescas como la de trabajar gratis y que te inviten a chorizo (y lo he hecho alguna vez y de mil amores, y lo volveré a hacer encantada, pero no es algo que se pueda -ni se deba- generalizar).
Creo que quien escuche y disfrute y aprenda de las conferencias de Garciamado -por ejemplo-, y venga con pintorescas propuestas de ese tipo, no tiene ni idea de las horas de trabajo que hay detrás de lo que él dice, porque sino no se atrevería a "ofenderle" de ese modo (las comillas sirven para suavizar el tono, no tengo ganas de pensar una forma más adecuada). Que Garciamado -y otros como él- estén encantados de dar conferencias y seminarios y lecciones sin cobrar un euro, y lo hagan con entusiasmo, y las preparen concienzudamente, sólo puede dar lugar a darles las gracias por el esfuerzo, y lamentar no poder recompensárselo (también) económicamente. Que un buen investigador, que un buen profesor, no cobre por TODAS sus horas de TRABAJO, está muy mal. No es como para celebrarlo, y querer elevarlo a norma. Aunque muchos lo hagan de encantados, y se sientan afortunados -con razón- por poder dedicarse a esto, no hay que olvidar que es un trabajo, no un sacerdocio.
Buen día para todos.

Tumbaíto dijo...

¡Menudos unos vividores están hechos!

Anónimo dijo...

Has entendido mal, pero sobre todo me he expresado mal. Lo que quiero decir es que por lo general si alguien pretende hacer las cosas de manera distinta, incluso mejor, a como las marca el sistema, el propio sistema, o sea, el resto de profesores-compañeros-trabajadores, acaba por joderte (y si no es así, no saben cuanto me alegro).
Lo de que algunos hayan sido antes de una manera y ahora les de verguenza, viene de alguna de las experiencias que he visto anteriormente, y no creo que la universidad sea una excepción. De acuerdo, no se debe generalizar.

Evidentemente quedan otras posibilidades al margen, entre las cuales creo que te encuentras.
Tal vez sea demasiado pesimista, pero ahora sin sarcasmo dime la receta para cambiar las cosas. Yo no la veo.

No te ofendas así, que no tenía en mente injuriarte por disentir. Aunque ahora se pueda decir que injuriar es esto o es lo otro. De hecho no tendrías que haberte dado por aludido. Aunque pocas opciones tenías tal y como estaba redactado.

Y perdón por la ortografía (tampoco crei que molestase tanto)

Ah! y de este tipo de conversaciones siempre se saca algo.

Por lo que a mi respecta he concluido.

Anónimo dijo...

Para Ariadna:

Desde luego que ante una buena charla el agradecimiento ha de ser grande. Y no discuto que preparar una charla sea algo costoso, ni que valga mucho más de lo que estamos dispuestos a pagar.
Pero lo que no se debe hacer en ningún caso es un mercado de charlas ni de conferencias. Debiera de ser por vocación, y en el agradecimiento, de aquellos a los que realmente les interese, debiera ir la gratificación económica o del tipo que fuera.
O bien, como ya he dicho por ahí, aumentar el sueldo a quien hiciera más por difundir la cultura y dar charlas.
En cualquier caso sería muy dificil dar una solución a este tipo de situaciones, eso es verdad. Y cualquoer solución traería implicita muchos otros problemas.

Tumbaíto dijo...

Los buenos conferenciantes reciben estupendos honorarios por sus estupendas conferencias.

Lo que ocurre es que los patatas quieren poder dar conferencias como aquellos y se organizan conferencias en la uni para enaltecerse.

Lo cierto es que ustedes obligan a sus alumnos mediante los créditos a asistir a sus bodrios. Así que no se quejen de que los alumnos vayan a por ellos y les traten como una porquería.

No critiquen el sistema de créditos pues les salva el cuello.