07 diciembre, 2006

Escritores mal fusilados: Hinojosa y Ciges. Por Fracisco Sosa Wagner

Como en la granja de Orwell había unos animales que eran más iguales que otros, en el recuerdo de la guerra española hubo algunos más asesinados que otros. O mejor asesinados, no sé, con mayores miramientos o, quizás, asesinatos cometidos ya con la vista puesta en los libros de literatura y de historia.
Viene esta consideración a cuento de dos escritores que fueron fusilados, uno por los republicanos, el otro por los nacionales, precisamente en 1936, sin que hayan sido citados a lo largo de este año de conmemoraciones, tan pródigo por otro lado en recrearnos en los pormenores del enfrentamiento civil. Me refiero al poeta José María Hinojosa, asesinado en Málaga por ser persona vinculada a las derechas, y también al narrador Ciges Aparicio, asesinado en Ávila por ser afiliado al partido de Manuel Azaña.
Ciges intervino en la guerra de Cuba en su juventud, época que llevó a varias novelas que tituló “el libro de ... la cruedad, la decadencia etc”. Crítico con las prácticas corruptas de la Restauración, se acercó a Azaña quien le metería en la política activa republicana. Fue muy combativo desde las páginas de los periódicos y dejó testimonio literario de conflictos sociales espectaculares, como el de Mieres de 1906, en la novela “Los vencedores”, donde hace un retrato despiadado de la poderosa familia Gilhou, propietaria de la Fábrica de Mieres, lo que desencadenaría una persecución contra él bastante cruel. Los ejemplares de esta novela llegados a Asturias fueron adquiridos íntegramente por los señores retratados (y maltratados). Más lío minero describió en “Los vencidos” (1910), ahora con Río Tinto y Almadén como escenarios. Su obra es bastante larga, también como biógrado (de Joaquín Costa) e historiador (los Borbones desde principios del XVIII a 1931).
Se afilió a la Izquierda Republicana y ostentó los cargos de gobernador civil en varias provincias. En la de Ávila murió fusilado por las tropas franquistas en los primeros días de agosto de 1936.
La última novela que he leído de él -fuera de una que me parece se llama “La romería”, muy floja- es “Los caimanes”, descripción de las miserias de la España rural, libro soberbio por su fuerza y por la pintura de (arque)tipos.
El poeta José María Hinojosa, miembro de una familia de propietarios de tierras, estuvo vinculado, como no podía ser menos dado su origen malagueño, a Emilio Prados y la revista “Litoral”. Tuvo las amistades propias de un poeta de la época que se movía en el mundo del surrealismo, es decir, se relacionó con Dalí, Buñuel, Alberti, Lorca, Cernuda y Altolaguirre. Dalí llegó a ilustrar varios de sus libros de poemas que va publicando con un considerable ritmo productivo: “Poema del campo” (1925), “Poesía de perfil” (1926), “La rosa de los vientos” (1927), “La flor de California” (1928) ... La amistad con Dalí y con Gala fue grande y pasaron juntos vacaciones en la hoy llamada Costa del Sol.
Determinante en su evolución ideológica fue el hecho de haber viajado a Rusia a admirar los logros de la revolución. Como tantos otros, advirtieron que casi todo era una patraña estalinista y volvió despotricando de quienes le habían contado unas mentiras que consideró gigantescas. En 1931 publica su último libro de poemas “La sangre en libertad”, y en 1932 está ya entregado a la política, del lado agrarista y conservador. En julio de 1936 fue encarcelado por las autoridades republicanas y, como consecuencia de un bombardeo de los militares sublevados, los anarquistas asaltaron la cárcel y muchos presos fueron pasados por las armas ante las tapias del cementerio: entre ellos, Hinojosa y un hermano de Manuel Altolaguirre.
¿Alguien se ha acordado de estos dos creadores, Ciges, un epígono del 98, Hinojosa, un poeta del 27, ambos trágicamente desaparecidos a causa de la violencia y la intolerancia política? Por eso decía al principio que hay fusilados y fusilados. Y que hasta en esto de ser fusilado hay que tener suerte para saber hallar a quienes lloran y recuerdan sin discriminaciones.

2 comentarios:

Tumbaíto dijo...

¿Le ha tocado alguna subvención por esto de la memoria histórica?

Yo me fui de cena el martes pasado, todo delicioso.

José Calvo González dijo...

Es muy acertado lo que se dice, aunque no del todo preciso. He tendi oportunidad de referirme a Hinojosa en un reciente acto celebrado en Málaga, con ocasión de ociparme de la "Situación cultural en Málaga, el año 1931", dentro del ciclo de conferencias "Málaga 1931. De la Monarquía a la República".
Naturalmente el eco de este evneto no ha sobrepasado el ámbito de la ciudad malagueña.
Pero, independientemente de ello a Hinojosa se dedicó no hace demasiado una exposición en el Centro Cultuarl de la Generaciñon del 27. Así, VV. AA., José María Hinojosa. Entre dos luces. 1904-1936, Centro Cultural de la Generación del 27- Diputación Provincial de Málaga, 2004, y el libro colectivo Escondido en la luz. José María Hinojosa y su tiempo, Centro Cultural de la Generación del 27- Diputación Provincial, Málaga, 2005 (Colección Estudios del 27. Núm. 10).
En lo demás, Honojosa tuvo amistad con Dalí, pero este no le ilustró ninguno de sus poemarios. Sólo dos de ellos presentan una pequeña ilustración, que firmaron Joaquín Peinado (para La flor de California, de 1928)y Ángel Planeéis (para La sangre en libertad, de 1931, donde asimismo aparece el retrato que le hizo itro malagueño, José Moreno Villa).
De cualquier modo, donde el silencio se prolonga desde más antiguo es en el caso del pintor malagueño -entre el realismo mágico y el surrealismo- Alfonso Ponce de León, que colaboró con García Lorca en la Barraca y a partir de la fundación de Falange realizó la cartelería de ese partido y viñetas para los periódicos Fe y Arriba, además del diseño del escudo del SEU. Murío en Madrid el año 36, asesinado por los "incontrolados". De él, lo más reciente es el catálogo preparado por Rafael Inglada, Alfonso Ponce de León (1906-1936), con Presentación de Juan Manuel Bonet y Epílogo de Eugenio Carmona, Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid, 2001.
En fín, era esto sólo lo que pretendía puntalizar.