Unos científicos británicos han demostrado con pruebas matemáticas que la actriz Jessica Alba tiene una proporciones perfectas. Son nada menos que investigadores de la Universidad de Cambridge quienes han confeccionado una fórmula matemática para medir el atractivo sexual femenino que se basa en la proporción entre la anchura de la cintura y de las caderas. Por este camino han descubierto que la mejor tiene un 0,7, justamente la de la magnífica hembra citada. Hay otras que tienen un 0,67 y alguna que se pasa y llega al 7,5.
Que la investigación en la Universidad anda descarriada en manos de proyectos otorgados por el favor político y sumida en otros desvaríos procedimentales y sustanciales, es cosa sabida. Por lo menos para mí lo es respecto de la flagelada Universidad española, pero resulta una sorpresa que, por los mismos caminos, se despeñe la Universidad inglesa a la que se ha tenido por más seria y comprometida con estudios relevantes y ensayos copiosos de sapiencia.
Pero, almas de Dios, colegas ingleses ¿a quién se le ocurre medir el hechizo de las caderas de una señora por medio de números? Los números sirven para contar los muertos en la carretera, también para darnos el índice Nikkei de las bolsas y el precio de los pollos y las bombillas en las estadísticas oficiales. Pero ¿para definir el embrujo de una mujer? ¿a qué cotas de desvarío ha llegado vuestra ciencia para afirmar tal disparate?
Las caderas y la cintura femenina son copas balsámicas, flores en forma de fuente, placer que enciende repentinas lumbres, el abismo por el que se precipitan nuestros suspiros y nuestos ayes. ¿No se entiende esto? ¿cómo es posible decir que x por y da como resultado n y por eso, por el n, nos hemos de poner en estado de admirativa verriondez?
Un respeto por favor. Y ¿cómo es posible que no salgan las feministas a manifestarse en Trafalgar Square contra estos científicos de número y tiza? ¿cómo no los queman en efigie? Por asuntos más fútiles, esas activistas han montado un caramillo. ¿Cómo es que ahora se dejan valorar por medio de un número como cuando les ponían las notas en matemáticas?
Para alguien como yo, para quien las caderas y la cintura -y otros elementos de los que ahora hago gracia- son ensueños del corazón que sufre, ilusiones que se alzan al cielo clamando por el festín, brindis a la juventud, arpones de un infatigable Cupido que dispara a quien carece de escudo, para mí, esas cifras infamantes -¡un 0, 7, un 0, 62!- merecen un correctivo de los gordos, una llamada de atención por lo menos del speaker de la Cámara ya que hablamos de ingleses. ¿Dónde está ese señor? ¿por qué no castiga como es debido? ¿dónde está la hermosa tradición de Cambridge que ahora calla y consiente atropellos de este dislate?
Ay, Señor, algo muy grave se descompone en el mundo cuando acciones de esta naturaleza pasan por los periódicos como noticia volandera e inconsistente.
Sépanlo, señores de Cambridge: las caderas y la cintura no son tales más que para el profesor de anatomía, para las personas finas y moralmente bien constituidas, como es mi caso, las caderas y la cintura son coronas plenas de hojas verdes, son guirnaldas, ramas henchidas de gloria, cortezas calientes ... Las caderas y la cintura, señores, son talle, talle con esbeltez de cisne, espacio donde se asientan las manos trémulas, el estímulo del lenguajepues que suscitan inspirados requiebros y el ardor de los versos, la ocasión para que ellas -sus dichosas propietarias- se apiaden de nosotros y ejerzan su benevolencia dejándonos acariciarlas y ceder a nuestros sollozos y a nuestras súplicas.
Las caderas y la cintura son el sobresalto que todos queremos vivir, un apunte voluptuoso, ánforas del encaje que los más estamos siempre tejiendo ... Pero ¿un número? Al diablo, científicos de pacotilla, chapuceros, fulleros ... no sigo porque se me va a echar la justicia encima.
Que la investigación en la Universidad anda descarriada en manos de proyectos otorgados por el favor político y sumida en otros desvaríos procedimentales y sustanciales, es cosa sabida. Por lo menos para mí lo es respecto de la flagelada Universidad española, pero resulta una sorpresa que, por los mismos caminos, se despeñe la Universidad inglesa a la que se ha tenido por más seria y comprometida con estudios relevantes y ensayos copiosos de sapiencia.
Pero, almas de Dios, colegas ingleses ¿a quién se le ocurre medir el hechizo de las caderas de una señora por medio de números? Los números sirven para contar los muertos en la carretera, también para darnos el índice Nikkei de las bolsas y el precio de los pollos y las bombillas en las estadísticas oficiales. Pero ¿para definir el embrujo de una mujer? ¿a qué cotas de desvarío ha llegado vuestra ciencia para afirmar tal disparate?
Las caderas y la cintura femenina son copas balsámicas, flores en forma de fuente, placer que enciende repentinas lumbres, el abismo por el que se precipitan nuestros suspiros y nuestos ayes. ¿No se entiende esto? ¿cómo es posible decir que x por y da como resultado n y por eso, por el n, nos hemos de poner en estado de admirativa verriondez?
Un respeto por favor. Y ¿cómo es posible que no salgan las feministas a manifestarse en Trafalgar Square contra estos científicos de número y tiza? ¿cómo no los queman en efigie? Por asuntos más fútiles, esas activistas han montado un caramillo. ¿Cómo es que ahora se dejan valorar por medio de un número como cuando les ponían las notas en matemáticas?
Para alguien como yo, para quien las caderas y la cintura -y otros elementos de los que ahora hago gracia- son ensueños del corazón que sufre, ilusiones que se alzan al cielo clamando por el festín, brindis a la juventud, arpones de un infatigable Cupido que dispara a quien carece de escudo, para mí, esas cifras infamantes -¡un 0, 7, un 0, 62!- merecen un correctivo de los gordos, una llamada de atención por lo menos del speaker de la Cámara ya que hablamos de ingleses. ¿Dónde está ese señor? ¿por qué no castiga como es debido? ¿dónde está la hermosa tradición de Cambridge que ahora calla y consiente atropellos de este dislate?
Ay, Señor, algo muy grave se descompone en el mundo cuando acciones de esta naturaleza pasan por los periódicos como noticia volandera e inconsistente.
Sépanlo, señores de Cambridge: las caderas y la cintura no son tales más que para el profesor de anatomía, para las personas finas y moralmente bien constituidas, como es mi caso, las caderas y la cintura son coronas plenas de hojas verdes, son guirnaldas, ramas henchidas de gloria, cortezas calientes ... Las caderas y la cintura, señores, son talle, talle con esbeltez de cisne, espacio donde se asientan las manos trémulas, el estímulo del lenguajepues que suscitan inspirados requiebros y el ardor de los versos, la ocasión para que ellas -sus dichosas propietarias- se apiaden de nosotros y ejerzan su benevolencia dejándonos acariciarlas y ceder a nuestros sollozos y a nuestras súplicas.
Las caderas y la cintura son el sobresalto que todos queremos vivir, un apunte voluptuoso, ánforas del encaje que los más estamos siempre tejiendo ... Pero ¿un número? Al diablo, científicos de pacotilla, chapuceros, fulleros ... no sigo porque se me va a echar la justicia encima.
1 comentario:
Ilmo sr catedrático
Hágame el favor Vd de decirme ¿qé tienen que ver las matemáticas con las caderas de las mujeres?, los números y las caderas no tienen nada que ver. En lo único que se puede asemejar un número con las caderas o el número que mejor se acompasa a las caderas es el 69.
Parece mentira que esa gente de Cambrigde sea gente culta y no tengan otras tonterías en que pensar.
Estoy de acuerrdo con ellos en que Jessica Alba es un bombón, pero que me expliquen que tiene que ver esa maciza con las matemáticas.
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