02 noviembre, 2007

¿Quién los elige?

Como medio país, he visto el vídeo con la inefable intervención de Isabel Teruel, diputada de las Cortes de Aragón. Debutaba como portavoz del PSOE en la Comisión de Educación, Cultura y Deporte del Parlamento Aragonés. Me he reído mucho, pero con un toque de perpleja amargura.
Sí, ya sé, estaría nerviosa o se habría metido un chute de coca-cola con aspirinas, compuesto que, según una leyenda urbana –y rural- de mi juventud, era mano de santo para poner a cien a cualquier chavala de por sí retraída. Con todo y con eso, lo que no puede ser no puede ser.
¿De dónde ha salido esta mujer? Que se sepa, no la han pillado a bote pronto en una pelu el día antes de su intervención sonada ni la han elegido a sorteo como a los miembros de un jurado, que manda narices también imaginarla en un jurado juzgando de vidas y haciendas de algún inadvertido acusado. Es diputada, cobrará su hermoso sueldo y se supone que habrá superado en su momento los codazos en su partido para ir en puesto seguro en las listas electorales. Además, hace poco la nombraron portavoz de Educación del partido. ¿Qué méritos –confesables- había hecho para tanto privilegio? ¿De quién es amiga? ¿Cuál ha sido su trayectoria anterior en el partido y en la política aragonesa? ¿Qué oficio tenía? ¿De quién es hija o cómplice? ¿A qué dedica el tiempo libre? ¿Quién la asesora? ¿A quién asesora? ¿Cómo se lo monta cuando no hay una cámara enfrente? ¿Cuánto cobra como representante de los aragoneses? Demasiadas preguntas y cuán fácil echar a volar la imaginación para responderlas.
Sonrojado hasta el lucero del alba con su discurso tan churri, la cesaron fulminantemente de su portavocía, para no seguir quedando en evidencia. ¿Quién queda en evidencia? Ella, la pobrecilla, se ve que es inimputable del todo. Un corazón tendido al sol. Un alma cándida. Toda naturalidad, tan amorosa. Llamó cariño al Presidente de la Cosa que, si no me equivoco, es de su partido y se apellida Larred, mira por donde. Lo hará con todo el mundo, se supone. O no. Pero el caso es que apareció en las listas de su partido, paracaidista con rulos. ¿Nunca habían hablado con ella? ¿No la habían escuchado nunca? ¿En la intimidad es más comedida o más efusiva aún? Tiene el alma llena de bordados y puntillas, eso salta a la vista. Una política de Angora. Pero ¿quién frecuentaba su alma política? ¿Quién ronroneaba con ella sobre elecciones, con ele, y programas?
Ahora todos haciéndose cruces, esto no me puede estar pasando a mí. Tan mona que parecía, tan humana. La negarán tres veces, y las que haga falta. La abandonarán en una carretera del Pirineo. Ella nunca lo haría. Pero ¿nadie se va a hacer responsable de su adopción anterior? Imagino que alguien se la topó un día, la vio desvalida y peluche y se dijo vamos a hacerla diputada, para que tenga algo más que comer. Pues que ese alguien dé la cara y diga fui yo, o a mí me gustan así y yo soy el que manda en las listas; y en las tontas. Cabe pensar que la escogieran por el talante, cuando lo del talante se llevaba. Pacifista sí parece, y bien dada a los consensos múltiples. Ya puestos, mejor estaría entre el personal de la Moncloa, una más de aquel ejército de churris y churros, tal vez encargada de ponerle a Z los azucarillos en el café, o de echarle la loto sin riesgo de fuga si hay premio.
Mal de muchos, puteo de ciudadanos. No es descartable que los parlamentos autonómicos estén bien repletos de personal así, todo dulzura y nulo seso. ¿Qué hay que votar hoy, cariño? Anda, explícamelo tú, que tú sí que sabes y me quitas los aturdimientos como nadie. Y no me vengan con las dichosas cuotas, pues seguro que abundan los parlamentarios varones así de moñigotes. Se nos está poniendo la democracia edulcorada y real como la vida misma, con listas tan listas y tan entrañables. Tiene razón doña Isabel Teruel, ¿cómo se valora algo tan intangible?
Y luego critican al pobre Calígula por lo del caballo, Incitatus, que quiere decir impetuoso. Jodidas coincidencias. Incitatus, el caballo, llegó a cónsul. Cuando perdió su única carrera, el emperador Calígula mandó matar lentamente al auriga, para que sufriera. Verás como aquí se la carga un ujier del Parlamento de Aragón. Porque alguien tiene que responder, ¿no?

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