16 abril, 2008

El Régimen

No parece exagerado afirmar que en España nos hemos instalado en un nuevo y peculiar Régimen político. La coartada de fondo la da el sistema democrático, pero para que estuviéramos en una democracia no meramente aparente se requerirían dos cosas como mínimo. Una, que los partidos guardasen una elemental lealtad a las reglas del juego, lealtad manifestada en cosas tales como su democracia interna, su propósito no meramente manipulativo, su disposición a anteponer los intereses más elementales del Estado al propio afán de medro personal de sus cuadros y trepas variados y su capacidad para articular propuestas políticas coherentes, programas con contenido diferenciable, no meramente populistas o demagógicos, creíbles y ligados a la voluntad real de ponerlos en práctica cuando la coyuntura de mayorías y minorías lo permita.
Lo segundo que en una democracia no sólo nominal se necesita es una ciudadanía mínimamente madura y acostumbrada a jugar y entenderse bajo las pautas de la democracia, no una masa acrítica que descarga toda responsabilidad y toda reflexión en los políticos y los medios de comunicación que los jalean, que maneja una concepción simplistamente maniquea de las opciones políticas, pareciéndose más a la hinchada de un equipo de fútbol que a un grupo que crea y manifiesta una opinión pública libre y que no se resigna al mero papel de votante y comparsa ni se guía antes que nada por la idea del mal menor y el miedo a fantasmagóricos enemigos al tiempo de hacerse oír en las urnas. O sea, que, lo miremos por donde lo miremos, lo tenemos chungo en este lugar que vuelve a llamarse España a tenor del nuevo lenguaje del Régimen y mientras a éste, es decir, a su conducator, la convenga.Lo de Zapateero va camino de convertirse en un Régimen. No quiero decir una dictadura, pues, por mencionar algún parentesco, lo de Chávez en Venezuela tampoco es técnicamente una dictadura. En favor de que podamos empezar a hablar con propiedad del Régimen zapaterista creo que es posible invocar los siguientes argumentos.
a) La guía de la acción política es la pura voluntad de Zapatero, sin que a la muy numerosa ciudadanía que lo vota y lo apoya le importe si esta voluntad es coherente o no y dado que esos ciudadanos de antemano le atribuyen, con presunción que no admite prueba contraria, un propósito político definido, leal, avanzado y para nada dependiente de los meros intereses electorales de cada momento. Zapatero, según esa visión, es y será progresista y de izquierda haga lo que haga y diga lo que diga, aun cuando haga y diga cosas contradictorias. Tan progresista y tan de izquierda cuando evitaba cuidadosamente la palabra “España” como ahora que la repite en todas sus deposiciones. Y los ejemplos podrían ser docenas.
b) Cualquier medida o acción se juzga por su relación con la voluntad del gobernante y no por cualquier otro criterio independiente, y cuando la voluntad o la conveniencia del gobernante cambian y éste se desdice, se contradice y se torna tan cabalístico en la teoría como descarado en su incongruencia práctica, no se contempla tal mutación como signo de deficiente racionalidad o de amoral descaro, sino como manifestación de hasta qué punto está siempre atento el líder a las evoluciones del interés de su pueblo. Un ejemplo meridianamente claro y actual en este Régimen nuestro: la actitud de Zapatero y su hooligans ante los trasvases.
c) Quien encabeza el Régimen y le da nombre sabe aglutinar a sus huestes, cada vez más amplias, mediante un habilísimo manejo de los símbolos y, muy especialmente, de temores con escaso fundamento y con fuertes resonancias ideológicas, en el sentido más superficial y pedestre de la palabra ideología. Así y aquí, tal ocurre con la hábil instrumentalización que Zapatero hace de las torpezas de la Iglesia católica, de la muy minoritaria derecha extrema y de actitudes similares que, si bien no suponen ningún peligro real de retroceso ni a un Estado confesional ni a maneras propias del franquismo pretérito, sirven al líder populista para aparecer como supremo defensor de las libertades y guardián por antonomasia de las excelencias democráticas, al tiempo que las burla y las manipula a su puro interés y desde un vacío ideológico y una pobreza intelectual que captará cualquiera que no se obnubile por los manejos sectarios.
Bajo un Régimen de este tipo, el razonamiento que más se escucha en sus votantes y simpatizantes supuestamente ilustrados es el de que el líder tiene algunas carencias notables, pero supone la última esperanza y la postrer defensa que nos queda ante el inevitable retorno de una derecha que es presentada con los mismos atributos con que, por ejemplo, el franquismo dibujaba a la izquierda: un peligro prácticamente indescriptible y atroz. Primero cerrar filas con nuestro nuevo “caudillo” y luego pensar, en lo que proceda y aún haya lugar; ésa sería la consigna.
d) El partido del líder va perdiendo todo perfil ideológico definido, más allá de los consignas para crédulos y obsesos y los eslóganes y numeritos para la galería, y, con ello, desaparece cualquier capacidad para controlar a su dirigente máximo. Todo amago de discrepancia se convierte en excusa para obtener del dirigente máximo nuevas concesiones y un lugar a su diestra (Bono constituye la suprema expresión de esa particular indecencia política; pero su enemigo Guerra también tiene lo suyo de indecente en ese sentido), y toda discrepancia real se castiga de inmediato con el ostracismo definitivo. La bondad que al Gran Hermano se le supone, como uno de aquellos mágicos atributos que convierten su personalidad en destino de nuestro gobierno, sirve para que su férreo y hasta cruel manejo de su partido se aprecie como expresión de su genio y no como plasmación de una desmesurada ambición de poder sin límites.
Cabría proseguir con la enumeración de los caracteres que configuran este tipo de regímenes personalistas, manipuladores, demagógicos, populistas y aptos en particular para una ciudadanía fuertemente insolidaria, más crédula que reflexiva, más pueril que madura y que en la política democrática no ve un procedimiento para gestionar en común las decisiones colectivas, sino una magnífica vía para pasarle cuentas al “enemigo” sin arriesgar nada personalmente importante.Pues es lo que hay en este país. Y lo que nos espera. Y ninguno en mucho tiempo había representado mejor que Zapatero la caquita que mayoritariamente somos. Que nos aproveche. En realidad, a nadie nos parecemos más que a nuestros primos italianos. En muchísimas cosas. Cada vez en más.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Sin duda Zapatero reúne un capital de confianza electoral muy alto. Similar al que disfrutaba Aznar en 2001 (cuando se decía: ningún escándalo, ninguna manifestación, ninguna acción ciudadana puede arañar sus expectativas electorales).

Ante esto, uno puede optar por dos vías:

- o decidir que la ciudadanía AHORA es boba (antes no: criticamos es "lo de Zapatero", no "lo de España") y hace cosas idiotas como seguir depositando su confianza en este fulano...

- ... o buscar una explicación plausible.

Permítanme apuntar sólo un par de datos:

El voto PSOE actualmente muestra un sesgo curioso (por cierto: el mismo que el del PP de finales de los 90):
--> voto urbano
--> clases medias
--> mayor distancia de voto en las capas con más estudios (más distancia con el PP entre los votantes con estudios medios, abrumadora en estudios superiores, donde la opción por el PSOE duplica la opción por el PP)
--> por edades, dominante sobre todo en el sector hasta 35 años, algo menos hasta los 65, minoritario de 65 en adelante.

Estos sectores suelen interesara los estadísticos como "voto avanzado", como tendencia que se irá imponiendo.


Insisto: podemos empeñarnos en pensar que en esos sectores (clases medias, votantes con estudios medios o superiores, menores de 35 o, en menor medida, de 65) es precisamente donde, por alguna arcana razón, se imponga el "voto memo" o "abducido", frente a los sectores donde es derrotado, que contendrían el voto "reflexivo"...

... o podemos intentar entender lo que de verdad está ocurriendo. Algo que es evidente para algunos de los damnificados (IU, partidos nacionalistas... incluso líderes pepperos de lengua larga...).

(Por favor, que nadie agarre por las hojas los datos citados para contestar ad hominem en plan "ah, pues yo, que debo ser un analfabeto porque no voto PSOE, pienso que...". Las protestas contra la realidad social o las mediciones demoscópicas, en otra ventanilla).

Anónimo dijo...

Ante
relea el post y después haga otra vez un comentario, porque nada hace Vd tambalear el análisis de Garciamado.

Anónimo dijo...

Le recomiendo, le ruego; me gustaría exigirle; que tome la Moncloa a la fuerza.

Si me permite sugerirle a algún otro miembro del comando propongo que le acompañen Perez Reverte, Javier Nart, Boadella y Rosa Díez, entre otros muchos que sin duda harían un buen papel y saque a hostia limpia (virtual y sin acritud ni ensañamiento) a los actuales inquilinos.

No pierda tiempo, la cosa urge, parece que tienen todo preparado para perpetuar el régimen: la prensa y los medios del régimen, los artistas e intelectuales adeptos al régimen, y según rumores cada vez mas insistentes ya han encargado 200 estatuas ecuestres para ubicarlas en las plazas de las principales ciudades de España.

Por cierto como el nivel estético del régimen va parejo al ético, a los caballos los han cambiado por burros.

En decoración, que como la alta cocina tiende al uso y abuso del francés; como también algún Director General; le llaman "coordonné", aquí decimos haciendo juego.

Si toma en cuenta mi propuesta no dude en llamarme, si precisaran de fuerza bruta para soltar hostias a diestro y siniestro; virtuales insisto, todo antes de que los libros de historia hablen de León del Codillo.