18 abril, 2008

Orgullo y prejuicio

No todo va a ser rajar malamente del personal. Aunque la dosis cotidiana de estopa también será inevitable. Pero antes la parte del orgullo. Estos días se ha celebrado en esta universidad leonesa un importante congreso internacional sobre “Ficción criminal”. Por lo que he visto y oído, ha estado francamente interesante. Esta misma mañana fue un placer escuchar a Lorenzo Silva, a quien se nota que le hizo bien aquella carrera de Derecho que estudió de joven.
Lo que también me puso de muy bien humor fueron dos comunicaciones y una ponencia extensa, las tres sobre asuntos de derecho y cine negro. Extraordinarias, apabullantes, de suprema brillantez. La alegría me viene porque en términos académicos son los tres oradores un poquillo hijos de uno, tres doctores que me honraron con sus tesis, doctorandos de los que no dejan resquemor, sino satisfacción perpetua: Benjamín Rivaya, Xacobe Bastida y Pablo Bonorino, por orden de antigüedad en el grado. Cuánta erudición, qué derroche de ingenio y qué habilidad expositiva. Bien está quedarse de vez en cuando con esta sensación de que algo de lo que en la universidad se ha intentado ha merecido la pena.
Mas uno es como es y esta leche agria tiene que salirle a diario, para seguir haciendo amigos. Escuché alguna conferencia más. Cielo santo. Una catedrática de Filosofía atribuyó a John Rawls la paternidad intelectual de la siguiente frase: nullum crimen sine lege. Con un par de cojones/as. Uf, menos mal que sé que hace tiempo que me odia, pues es amiga-víctima del famoso trolas cuyas hazañas he glosado aquí en alguna ocasión.
Mis queridos amigos y antiguos doctorandos hablaron a pelo, con la más brillante oratoria, sin concesiones a las tecnologías tartamudas. Construyeron frases enteras, hilaron argumentos, explicaron doctrinas con las mejores técnicas narrativas. Pero no todo el mundo procede así. Hay quien enchufa el powerpoint y va leyendo con la misma entonación que si se tratara de la guía telefónica y no quisieran despertar al público dormido, y sin poner ni quitar nada de lo que en la pantalla va apareciendo con dibujitos y colorines. Pues ya ven, creo que eso hoy en día hasta puntúa en ANECAS y CAGARRUTIAS.
Ante alguna intervención así, me quedé con las ganas de hacer una imitación. Nada más fácil que construir un discurso vacío a base de patochaditas deslabazadas y sandeces a la vuelta de un click. Vean qué sencillo. Vamos a comparar de coña dos narraciones muy importantes, Caperucita Roja y Los Tres Cerditos. Las analizaremos desde el punto de vista del modelo social que proponen y de la interrelación que plantean entre víctimas y delincuentes.
1. En lo que se refiere al tipo de sociedad de fondo, la de Los Tres Cerditos es una sociedad liberal y competitiva, pues cada cerdito aplica su esfuerzo y sus capacidades para hacer la casa mejor y más segura para sus intereses. En el caso de Caperucita Roja estamos ante un Estado prestacional y de incipiente bienestar, en el que las abuelas ya confían en ciertos servicios que les son brindados desinteresadamente, aunque en este caso sea por un particular, su nieta.
2. En cuanto al tipo de ciudadanía que se presenta como modelo positivo, en Los Tres Cerditos contemplamos el modelo de quien, al tiempo que busca lo más útil para sí mismo, acaba por servir del mejor modo al interés general, en tanto que, en el caso de Caperucita, apreciamos cómo la actitud ingenua y desprevenida de la protagonista tiene que ser contrapesada por la acción vigilante y arrojada de ese cazador que viene a representar a los cuerpos de seguridad del Estado.
3. En lo concerniente a la visión del delincuente, en ambas ocasiones es presentado como un lobo perverso, gorrón y displicente. Tales atributos negativos lo hacen merecedor de castigos cuyo grado va en proporción con la maldad de sus acciones o con la medida en que haya realizado sus malévolos propósitos. El que intenta comerse a los cerditos acaba sufriendo en sus carnes el dolor del agua hirviente, pero el que devoró a la abuela de Caperucita va a dar con sus huesos al fondo del río.
Bueno, me detengo aquí. Palabra de honor: la escritura de estos párrafos de análisis en broma me ha costado exactamente cinco minutos. A tanto la página, les escribo cien en un día si es necesario. Pura cuestión de oído, arte nada más que para tararear el chiki-chiki que de vez en cuando se escucha en cursos y congresos. Tomaduras de pelo. Y, ya puestos a ser inmodestos, créanme, amigos, una cosa más: la comunicación que me dio pie a esta guasa era mucho más cutre y chorras que esto que me acabo de inventar. Arte que tiene uno en el fondo, oiga.
Que sí, ya lo sé. Alguien más me odiará con nueva intensidad a partir de hoy. Me tiene sin cuidado. El cupo de amigos buenos y bien competentes lo tengo cubierto. Y el dar leña a ciertas cosas es la primera obligación moral de todo profesor que se quiera decente. Porque no todo el mundo es bueno ni todo vale igual, y así hay que decirlo. Pues eso.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

buen post, gracias por la broma hermenéutica (muy oportuna; en efecto, no todo vale)

... pero eso de "los míos son de puta madre y los demás una mierda" hiede a lo que usted mismo deplora por activa y por pasiva casi todos los días, ¿no?

Anónimo dijo...

buen post, gracias por la broma hermenéutica (muy oportuna; en efecto, no todo vale)

... pero eso de "los míos son de puta madre y los demás una mierda" hiede a lo que usted mismo deplora por activa y por pasiva casi todos los días, ¿no?

Anónimo dijo...

¿ Entonces, Caperucita era Roja o simplemente Progresista ?

Juan Antonio García Amado dijo...

Hombre, anónimo, hace usted que tenga que meter aquí alguna precisión. Primero, no todos "los míos" son tan buenos, pero coincide que estos tres hicieron intervenciones realmente notabilísimas en el congreso en cuestión. Segundo, tampoco se quería decir que los demás sean horribles, pues, siguiendo con el congreso que da pie a esto, hubo más intervenciones excelentes. Tercero, es sólo un ponente concreto el que me lleva a esa crítica caricaturesca. Por lo demás, me considero muy ajeno a la idea de "escuela", al esquema maestro-discípulo y a todas esas cosas tan comunes. Así que, para una vez que me pongo un poco "paternal" con quienes hace años fueron doctorandos míos y hoy vuelan absolutamente libres, no me regañen, caramba.
Saludos muy cordiales.

Anónimo dijo...

Joé, mira que atribuirle a Rawls el nullum crimen... habiendo dicho John Rawls tantas cosas notables, como...

- "Con la Iglesia hemos topado"
- "Eppur si muove!"
- "Yo soy yo y mis circuperancias"
- "¡Joder, qué tropa!"


O, como decían Les Luthiers: "Manuel Darío, el gran poeta. Autor de 'Ser o no Ser', las 'Rimas de Beckett' y tantas otras..."

Anónimo dijo...

Hablando de caperucita, me temo que tendrá usted que volver a leer el cuento, porque he descubierto anonadada que en muchas de las versiones de caperucita que circulan por las librerías, ¡¡¡el lobo ya no se come a la abuelita!!!! (Y, por tanto, no termina en ningún rio). Para no causar traumas a pobres infantes, han decidido ¡¡¡esconder a la abuelita en un armario!!!! Anteriormente había visto versiones en las que el cazador ya no mataba al lobo que se había comido a la abuelita (y, si eran más antiguas, también a caperucita), sino que ¡¡¡le daba un jarabe y -por arte de intestino- salían!!! Ahora, como ya no se come a nadie, ni siquiera hay que aplicarle el purgante.
No sé que gabinete psicológico habrá decidido que los niños no están preparados para que el lobo devore abuelitas, pero doy fe de que lo que suscita los "traumas" y sobre todo, las perplejidades de mi sobrina, es el modo en que la abuelita, gracias al mágico ungüento, puede salir indemne de la barriga del lobo. (La posibilidad de que la vomite le da muchísimo asco. Quizá porque con tan pocos años la muerte nada le dice, y sin embargo con el vómito está familiarizada).
Buen día