02 septiembre, 2008

Estado de Derecho, ciudadanía y marcha atrás

La secuencia es bien conocida y ya la hemos comentado por aquí reiteradamente: ciertos delitos, ciertamente graves -¿o no todos y no tanto?- son amplificados por los medios de comunicación y usados en el debate político -en el sentido menos noble de "debate" y de "político"- como arma arrojadiza, tanto más eficaz cuanto más inquietud se logra producir en el electorado. Tal combinación genera procesos de auténtica histeria social que conducen a que la población reclame que cada vez más conductas se castiguen penalmente, que las penas aumenten sin tasa y que se establezcan medidas de seguridad para aislar o “inocuizar” a ciertos delincuentes cuando ya han pagado el precio establecido en la ley, y a ciertos sujetos cuando ni siquiera han delinquido aún y son simplemente sospechosos de poder llegar a delinquir, por razón de su origen social, sus relaciones sociales, sus creencias, ciertos hábitos, etc. Producida esta reacción y dado el papel de la supuesta opinión pública en estos momentos en que la más estúpida y amañada encuesta pasa por palabra de Dios y dictamen del más sabio de los oráculos, los partidos políticos compiten en una loca carrera para dar gusto a la víscera popular haciendo del Derecho penal criada para todo, Petra jurídica, como aquel personaje que dibujaba en el Pulgarcito Escobar y que hoy sería políticamente incorrecto y posiblemente causa de algún delito o falta de género. Porque falta mucho género, como es sabido.
Pero hay más: estorban las garantías procesales. Cada vez que resulta absuelto el acusado de determinados delitos que irritan la parte más innoble del ciudadano, hay toda una algarabía contra jueces y magistrados que, por ejemplo, se toman en serio –los que todavía se los toman- la presunción de inocencia o el “in dubio pro reo”, o que se atienen a normas tales como la de la prescripción o la del “non bis in idem”. No digamos la que se arma cuando se aplica la simple legislación penitenciaria establecida, y que algo ha de significar si creemos en el principio de legalidad, o cuando se descubre que después de cumplir con arreglo a la ley la sentencia de prisión un condenado sale a la calle aunque ni haya pedido perdón ni se haya arrepentido de nada ni se haya resocializado un carajo. ¿Estábamos antes en la inopia o qué? Es como si de pronto nos sorprendiera que los niños no vengan de París en el pico de una cigüeña y empezáramos a castrar gente -o a cazar cigüeñas a cañonazos- debido a tal frustración de nuestras angelicales expectativas.
Eso que llamamos el pueblo tira así piedras a su propio tejado y hasta que sea tarde no se enterará de que está alimentando un monstruo impío y sangriento, ése sí: un Estado sin la correa de la ley ni las riendas de una ciudadanía madura ni la contención de un pueblo que no esté de los nervios. Cada vez que imploramos y conseguimos más vigilancia por cualquier medio, mayores controles de los movimientos de todo el mundo, mano más dura con detenidos, acusados y condenados, técnicas policiales más expeditivas y menos transparentes, penas más aflictivas y cárceles más parecidas a la de El Conde de Montecristo, estamos mostrándole la yugular al más perverso Drácula y tentándolo con el olor y la textura de nuestra propia sangre. Ese Drácula es el Estado.
No hay más que pensar qué diferencia habría entre este Estado nuestro, éste que, mal que bien, todavía disfrutamos aquí y en los países de nuestro entorno europeo –hay que puntualizar lo de europeo, pues el Estado marroquí o el argelino, v. gr., se parecen más a lo que, al parecer, el personal ansía últimamente por estos pagos- y otros que fueron o son, como el stalinista, el hitleriano, el de las más salvajes dictaduras latinoamericanas, el de Mao y hasta el chino actual, el de Fidel Castro..., el de Franco y tantos otros, cada uno en su medida de maldad y oprobio, pero todos con un dato común que marca esa diferencia que buscamos: en ellos no se respetaban estas garantías del nuestro, estas garantías que tantos –hasta tantos supuestos progres, cuando se trata de determinados delitos, como los llamados de género- consideran estorbos y zarandajas. Ya tiene narices que aquí y ahora muchos/as que no se creen franquistas anden añorando un Derecho penal más parecido al de la Dictadura, y hasta con sus leyes de vagos y maleantes y sus tribunales de orden público. Tiene bemoles, insisto.
Todo lo demás es secundario como distinción entre aquellos Estados y los nuestros: los valores que retóricamente se proclaman, las consignas propagandísticas, las doctrinas inspiradoras, la apelación a Dios, a Marx o a Bolívar, la autodescripción como reserva espiritual de Occidente, como bastión de la liberación de los pueblos frente al imperialismo o como vanguardia de los parias de la tierra en la lucha final. Palabras; pero lo que para el ciudadano cuenta es que en todos esos Estados que hemos mencionado y que cantan esas decadentes canciones y entonan tales letanías para bobos, se cultiva también ese rigor penal, esa impunidad policial y del ejecutivo todo, esa maleabilidad de los jueces, esa flexibilidad procesal y esa ausencia de garantías, cosas todas que, al parecer, tantos añoran tantísimo aquí y ahora, tantísimos que van de modernos y a la última.
Se suele decir que la esencia de la democracia es el gobierno de la mayoría, pero bajo una condición esencial e ineludible: el respeto de la minoría. Esto tiene una explicación clara: en el Estado constitucional y democrático la base es la libertad, y ésta cuenta, al menos en lo que tiene que ver con la llamada razón práctica, por encima de la verdad. La suprema libertad es la de cada cual para elegir sus verdades, sus creencias religiosas, políticas, morales, etc, y esa libertad no puede ceder ante el rodillo de la mayoría. Perder una elección democrática no significa estar en el error, y ganarla no habilita a los vencedores para hacer pasar su programa por expresión de la verdad inapelable y definitiva. La mayoría de cada momento hace la ley y la minoría está llamada a obedecerla por razón de esa su legitimidad mayoritaria, democrática, pero esa obligación política de obediencia no equivale a una obligación moral de sometimiento, no significa que quien se encuentra en minoría se vea impelido, y menos forzado, a cambiar sus convicciones para plegarse ante las de los vencedores. Y porque la minoría ni se halla por definición en ningún error ni es moralmente inferior a la mayoría, ni son menos merecedoras de consideración sus creencias en cuanto tales, la minoría ha de ser respetada por la mayoría y sólo puede ser doblegada hasta donde lo requiera la necesidad de coordinar las cuestiones centrales de la convivencia mediante normas que no pueden quedar al albur del acuerdo de todos o a merced de que cada uno haga prevalecer sus convicciones por encima de ellas. Por eso el Derecho fuerza conductas e impone sanciones, no porque la ley encierre la verdad ni justicia material mayor que la que corresponde a las ideas de la minoría. Y por eso la minoría ha de poder convertirse en mayoría cuando las tornas cambien.
Por eso y por algo más. Porque tal vez hay algo más profundo que conforma la esencia del Estado de Derecho democrático: garantizar a la sociedad la posibilidad de dar marcha atrás, de apearse del gobierno vigente. De dar marcha atrás de sus decisiones previas, cambiando gobiernos y mayorías parlamentarias cuando quienes ostentan dichos poderes se propasan en sus afanes de dominio y sucumben a la tentación del abuso. Es mucho poder el poder del Estado, con sus armas, sus cárceles, sus cuerpos de seguridad, sus ejércitos y la retahíla de pelotas y lameculos que siempre van los primeros de la procesión cantándole loas al mandamás de turno a cambio de unos carguetes y unas palmadas en su lomo sarnoso. Así que o mantenemos el control para dar la patada al que use mal semejantes medios, o estamos perdidos, irremisiblemente perdidos y condenados.
Pues bien, estos Estados que al parecer ansiamos para que den gusto -engañoso- a nuestra obsesión enfermiza por la seguridad y alivio –vano- a nuestros miedos más pueriles, estos Estados a los que ayudamos a desembarazarse de trámites, procedimientos, cortapisas, garantías y frenos formales y cuyo afán justiciero liberamos de la atadura del sentido común y del respeto a la dignidad de cada individuo, estos Estados nos van a devorar como el lobo a la abuela de Caparucita, pero sin que queden cazadores que nos rescaten y vuelvan la bestia a su redil. Porque a los cazadores les estamos enseñando nosotros las ventajas del cepo, la utilidad de la posta más cruel, la eficacia de las armas prohibidas, el placer del ensañamiento y el sabor dulzón de la carne cruda. Y cuando los que deberían ser los guardianes de nuestra libertad y nuestra integridad mucho antes que servidores de una seguridad para obsesos, nos miren con ojos golosos y expresión babeante, cuando quieran someternos a un tercer grado porque llevamos melena, porque no vivimos santamente, porque frecuentamos compañías insanas, porque nos fumamos unos porretes o nos tomamos una copichuelas, porque nos damos a prácticas sexuales no tenidas por ortodoxas por los curas de turno y de la confesión que sean, o simplemente porque se confundieron de persona, querremos dar marcha atrás, elegir a otros, cambiar ejecutivos y legislativos... y ya no será posible.
Ya no será posible porque también ese propósito será delictivo y se entenderá disolvente de las esencias sociales, atentatorio contra los fundamentos de la convivencia y hasta pecaminoso, porque el que piense en contra del orden establecido por los encargados del orden será considerado enemigo y tratado como tal. Y nos darán de esa medicina que ahora reclamamos pensando nostros tontamente que sólo es para los otros, para los malos malísimos; sin parar mientes en que, en el fondo, es el Estado el que con sus leyes decide quiénes son los malos más malos, y que cuando lo hace como le da la gana y sin verdaderos controles, siempre lo va a hacer para favorecer a los poderosos, a los aprovechados, a los indecentes, a los que no tienen ni clemencia ni vergüenza, y para hundirnos y humillarnos a los ciudadanos que sólo queremos ser libres y modestamente felices con nuestras cosas y que pensamos que no hay sociedad mejor que aquella en que cada uno hace lo que quiera, siempre que no fuerce a nadie ni dañe realmente a otro impidiéndole vivir con idéntica libertad.
Ahora que, felizmente, ya no existe el servicio militar obligatorio, sí que debería haber al menos un mes en la vida de ejercicios jurídicos obligatorios para todo el mundo, pero como víctima de los manejos estatales: un ratito de tortura suave, un día en una cárcel poco acogedora, un juicio penal –con abogado de oficio y juzgado por juez sustituto- por un quítame allá esas pajas, una entrada en propio domicilio sin mandato judicial a las tantas de la madrugada, un pinchazo telefónico seguido de publicidad de lo conversado, una falsa acusación divulgada a los cuatro vientos por los medios de comunicación, etc., etc., etc. Se nos curaría esta idiotez, esta manía de andar excitando y azuzando a ese animal grandote y feo que algunos llamaron Leviatán y que cada día nos mira más de cerca y con ojos más golosos.

16 comentarios:

Antón Lagunilla dijo...

Me temo que la situación tiene mal arreglo, puesto que ya no se educan ciudadanos, sino meros súbditos, para los que la libertad es, simplemente, hacer en cada momento lo que les pide el cuerpo, y que, en cuanto súbditos, anteponen su seguridad personal a cualquier otra cosa (a la vez, claro está, que les importa bastante poco la seguridad personal de los otros). Además, está la vieja tradición patria del “Vivan las cadenas”. ¿Responsables? Principalmente, la clase política, la que nos ha gobernado en los últimos 30 años, y nos sigue gobernando aún (la de antes, no digamos). Una clase política por lo general bastante ruin y miserable, inculta, demagoga, corta de miras, revanchista y mentirosa, que cultiva el pensamiento débil (hay excepciones, claro, pero escasas e inversamente proporcionales al grado de responsabilidad institucional que se detenta). En cuanto a los jueces para los ejercicios jurídicos obligatorios, no sé si, en vez de los sustitutos, no serían preferibles los del tercer y cuarto turno. O los designados, directamente, por el poder político. Lo del abogado de oficio es más una lotería: el defensor de El Egipcio, que resultó absuelto en el juicio del 11M, era de oficio, según tengo entendido, y no lo hizo nada mal.

Por otra parte, no creo que deba demonizarse al Estado democrático, que es un mero instrumento inanimado, absolutamente necesario para racionalizar la polis, sino a quienes lo utilizan en su propio beneficio, o en el de intereses particulares, y no comunes. Los pueblos sin Estado carecen de cualquier Ley, ni buena ni mala, salvo la del más fuerte.
En cualquier caso, urgente su reflexión de hoy. Y oportuna.
Saludos.

Hans dijo...

Maestro, como es cansado ser un palmero que viene aquí sólo a cantar las glorias de lo acertado de su discurso, voy a tomar una parte de su discurso y someterla a crítica: no me gusta ocupar esa plaza -la de palmero- (aunque sea interinamente).
Por lo demás, y para esta entrada, que me den un cacho (grande) de mármol para grabarla en él, exhibirla en la Plaza Pública... y seguidamente arrojársela a la clase política. A la cabeza.
A lo que iba: hay algo en lo que no estoy de acuerdo, y es en mezclar a la curia en el tinglao represor. ¿No cree, clerofobia aparte, que lo que digan los curas here&now sobre el sabio, diverso y gratificante fornicio no pasa de ser en general una mera opinión que afecta cero al personal no católico, y muy poco a mucho del que si lo es?
Hablando en serio y más en general: ¿qué importancia tiene la voz de la Curia para quienes no son católicos? En cuanto a la Fe atañe, para el agnóstico o el ateo es como si hablasen del color de los extraterrestres; en cuanto a las mores de la época, dado que no tienen mayoría parlamentaria, es como si se la machacan con dos piedras.
¿Por qué esta especie de ensañamiento social? Y, sobre todo, y con todo el respeto ¿cómo es que V., Dr., que me maneja el bisturí láser en las disecciones sociales siempre con tanto cuidado, cae en ocasiones en esta comecuria tan cara a los muy golfoides titulares de la Gobernación y sus adláteres todos ellos?
P.S.#2: un pequeño matiz adicional. Abstracción hecha de las aberraciones franquistas duras (delitos de naturaleza política, TOPs, brigadas sociales y otros etecés), y rogando que no se considere esta afirmación tintada de filofrancosidad ¿no cree que las garantías procesales en los delitos comunes, bajo el franquismo post 1950's, si que eran respetadas?

Anónimo dijo...

Gran noticia aunque sea por UPyD: ¡El maestro Sosa Wagner entra en política!

IuRiSPRuDeNT dijo...

Ahora que unos fragmentan y otros claman a los cuatro vientos su sentimentos nacionales con independecia de su fuerza centripeta o centrifuga;

Ahora que la tortilla cuece y todo parece más divertido el profesor Sosa Wagner se nos va a EUropa.

PD: Buena suerte

Anónimo dijo...

Querido Prof.:

Siempre es más delicado debatir matices con una posición próxima que debatir esencias con un ajenísimo. Ya sabe: cuerpo a tierra, que vienen los nuestros. Pues ahí vamos, con los jodíos matices.

Lo de la proximidad lo digo por la base liberal y la crítica a la estafa del Derecho Penal Simbólico, a la huida al Derecho penal, al populismo punitivo y al sursum corda. Va, que ahí me allano.

Pero no podemos cerrar los ojos a ciertas realidades. Si no entendemos el núcleo razonable que encierran ciertas demandas irrazonables, no entendemos la fuerza que pueden cobrar y cómo se pueden llevar por delante todo un sabio sistema de garantías.

Demanda irrazonable: adoptar penas gravosísimas o medidas de seguridad contra reincidentes. Estoy totalmente de acuerdo con usted, don Garci. ¡Pero si todo Dios es reincidente (lato sensu) o casi, copón! Yo todavía no me he encontrado con "primarios delictivos" fuera del ámbito penal económico (y ahí tampoco: sólo son delincuentes habituales a los que aún no han pillado). No reincidentes stricto sensu, pero delincuentes "no-primarios" son una pechá. Por delitos contra la Salud Pública y contra el patrimonio hay encerrados casi 50000 de los casi 70000 presos españoles; y ahí los "primarios" son cuatro gatos y un tambor.
[Reincidente stricto sensu es el del art. 22.8ª CP. "No-primario" es el que no la lía por primera vez]

Demanda razonable: adoptar medidas que permitan controlar a sujetos que, sabe Allah por qué, seguimos considerando imputables; a saber, los jodíos “sexual predators”. Pero los de verdad. No “los violadores” (que ahí hay de tó, como en botica), sino los agresores sexuales violentos y multireincidentes. Joder, si le privamos al pródigo de la facultad de administrar su patrimonio por si jode ciertas expectativas patrimoniales, ¿cómo no controlar la peligrosidad de estos fulanos? ¿Sólo porque no están en el DSM-IV? Pues a lo mejor es que "imputabilidad penal" y "trastorno mental" no coinciden.

Si no damos respuesta a la parte de demanda razonable, los buitres pedrojotos seguirán meneando el miedo, y los ministros de tono bermejo, ansiosos de aprobación social aprobarán la que van a aprobar. Que ya está en marcha. Que con lo que he guipao casi se me atraganta la empanada de xoubas. De caerse de espaldas. Y ya saben que los sociatas hacen lo que los conservadores no se atreven a hacer…

Pero no teman. No es tan grave.

Un trago de Rosal fresquiño y la empanada pasó como si nada.

Hans dijo...

Don ATMC: no digo que no tenga V. parte de razón en lo de los sexual predators, pero, admitiendo eso ¿ por qué no cadena perpetua para el etarra de delito sangriento que ha sido lobotomizado adecuadamente desde sus tiernos, pongamos, 6 añitos en la Ikastola, y han deformado de tal modo su mente que es ya incapaz de asumir otro modo de trato con las personas decentes que no sea a base de bomba lapa, Ingram o marietta? Si: me refiero a ése que debe ser anulado si queremos evitar que vuelva a delinquir con derramamiento de sangre (como queremos anular al tarado que no puede quitarse de la cabeza el sexo con menores).
Hago de abogado del diablo, naturalmente. Es una asunto que me preocupa sobremanera y no veo muy claros dónde están los límites.

Anónimo dijo...

Carajo, don Juans, nego maiorem.

"Lobotomizado" significa en este contexto "adoctrinado en una alienación incompatible con la alienación en la que a mí me han adoctrinado". Él considera que nosotros estamos lobotomizados. Nosotros, que vosotros. Y vosotros, que ellos. Que lo de la lobotomía está extendidísimo. Vamos: conozco yo gente, sin ir más lejos, que cree a pies juntillas a su director espiritual cuando afirma que en unas ikastolas que desconoce, lobotomizan gente y los convierten en asesinos. ;)

La imagen del "etarra lobotomizado" es como la los terroristas de las pelis yanquis. Un terrorista en la Real Life™ es probablemente el más rational de los choicers en materia criminal. Otra cosa es qué impulsos o sentimientos satisfaga adoptando esa criminal rational choice; pero de internis (al menos, de his internis) non curat praetor.

Hans dijo...

ATMC, casi que no. Mi alienación no me lleva a liarme a tiros con nadie. Mi alienación no se manifiesta mediante agresiones sistemáticas y recurrentes contra 'el enemigo' (grande ahí el Dottore Garcíamatus). Puedo pensar que son una cuadra de hijoputas, pero no me echo un Kalashnikov al maletero y me voy pa' Rentería a ver si 'redecoro' con sesos de 'valientes gudaris' un par de Batzokis.
N.B.: Me temo que en mi tierra -y más en concreto en torno mío- tenemos para nuestra desgracia una idea bastante clara de en qué consisten algunas -no todas- Ikastolas, si bien he de reconocer que me ha perdido el brillo del verbo; sustituya V., para una mayor precisión técnica, [Ikastola] por entorno familiar+escolar+amical+social+mediático, y aún carcelario llegado el debido momento; cuando un niño, ante la tele, cuando ve la noticia de un Guardia Civil asesinado y dice 'Bien, uno menos', tenemos un fruto de ese E f+e+a+s+m a que me refiero. In potentia, que no en acto, pero vamos, dele V. alas y un grado de psicopatía mayor que el del resto de los humanos (including you & me) y ya verá qué fermosura.
Pero vamos, que vuelvo al principio: que, pobre y humilde medio como es el Derecho, que es lo único que nos queda, y limitadísimos límites cuales son nuestros principios procesales, agarraderos ardienticlávicos, yo sigo con mis muchas dudas. Y que, de verdad, el de antes (asimilabilidad de los violentos endémicos psicopáticos a los violadores de base psicótica, por mucho sintetizar) es un debate en el que no me hace ilusión alguna tener razón.

Juan Antonio García Amado dijo...

Hombre, estimado Hans -ay, qué bonito nick ha escogido usted, con tan gratas resonancias para este positivista escaldado que suscribe-, le agradezco muchísimo sus frecuentes elogios, sin que por eso le vaya a dar ningún cargo de palmero ni nada por el estilo. Y le agradezco también, lo mismo o incluso más, cuanta discrepancia se le ocurra. Pero esto de la Curia me suena un poco forzado.
Tengo que vigilar más las enumeraciones, pues parece que últimamente siempre se me cuela algún elemento disonante del conjunto. Ciertamente, no pasa nada si de ésta que a usted le ha llamado la atención eliminamos la mención a los curas. Pero, corcho, tampoco es para tanto, creo.
Antes de entrar brevemente en materia, déjeme decirle algo que tal vez ya me ha leído aquí algún día. Mi respeto a la religión, y concretamente a la católica, no es meramente teórico, lo practico día a día: mi mujer es católica de las llamadas "practicantes", a mí eso no me plantea ningún problema y hasta sirve para eso tan raro que llaman "enriquecer la relación". Me casé en la iglesia acogiéndome al artículo del Código Canónico que permite los matrimonios mixtos de este tipo, entre católico y ateo o agnóstico. Firmé mis compromisos y los mantendré, y no quise hacer el paripé habitual en los progretas -creo que usted mismo hacía la guasa hace días-, por respeto a mis convicciones y a las de mi mujer y su familia, ex aequo.
Siguente matiz -y ya va largo esto-: no tengo inconveniente en que se use la distinción tan habitual entre la Iglesia de Dios y la Iglesia-Institución humana, o entre el ministerio sagrado de los curas y sus humanas debilidades de paisanos que tienen lo mismo que nosotros, peor más reprimido muchas veces. Vale. Aplíquense las críticas a la parte humano-institucional.
Dicho todo esto: hombre, no me dirá que no ha habido siempre que ha sido fácticamente posible curas bendiciendo a dictadores, tiranos y genocidas a porrillo. No tome, pues, mi frase como condena a la Iglesia (no pretende ser ése el tema aquí), sino como afirmación que pretende respaldo empírico-histórico: siempre que ha aparecido una dictadura propicia, por sanguinaria que fuera, aparecía una buena retahíla de curas dispuestos a bendecir y aplaudir. ¿Que no todos los curas serán así? Seguro que no. ¿Que los que son así no parecen curas o no merecen serlo? Pues que los echen de la Iglesia o de su ministerio, que los excomulguen si hace falta, carajo. No echan ni a uno.
Dice usted bien sobre lo poco que le importa al ateo o al agnóstico que los curas digan misa sobre esto o lo otro. Cierto, pero sólo cuando se vive en libertad, democracia y Estado aconfesional, formas de organización que no me cabe ni la más mínima duda, por lo que he leído aquí, que también son las que usted prefiere. Pero cuando ha habido regímenes confesionales, dictaduras con su parte clerical, etc., vaya si importaba lo que decían los curas,y vaya lo que les importaba sobre todo a los ateos. ¿Recuerda usted cuando blasfemar -que es de mal gusto y horrible, de acuerdo- era delito? Le pondré otro ejemplo de los más suaves y triviales: a mi padre, allá en la aldea, alguna vez lo multó la guardia civil por segar para las vacas en domingo. Pero el delito no lo proponían los guardias civiles, no. Debe de ser que aquellos curas no sabían que la vacas en domingo no ayunan, las condenadas.
Mire, estimado amigo, cuando aludía ahí a los curas es como cuando a veces digo que la abogacía es el oficio más viejo del mundo, o que siempre a la vera de un tirano sanguinario hay una caterva de profesores de Derecho dispuestos a dar forma legal a los caprichos del jefe. Con eso ni pretendo insultar a todos los abogados ni a todos los profesores de Derecho, sino sólo decir que con tan malos ejemplos que han dado, más les vale andar con cuidado y velar por la higiene de su propia casa. Con los curas lo mismo. Lo que no quita para que yo mismo haya conocido a algunos absolutamente admirables y ejemplares en todos los sentidos.
Lo de las garantías mayores o menores en el franquismo me suena chocante, pero tendría que ponerme a estudiar un poco el tema para argumentar con propiedad. Habrá, como mínimo, que distinguir fases y etapas del franquismo. En los años cuarente garantías había pocas, eso seguro.
Del debate entre Vd. y ATMC, interesantísimo, no tengo ahora tiempo para opinar, pero ando con ganas de que se me ocurra algo. Veremos.
Volviendo al tema de la religión, le lanzo a usted un guante si, como pienso,es usted profesor de la cosa jurídica. Organicemos un día un encuentro, seminario o cosa así sobre el tema siguiente (el título ya se busca): por qué diablos se supone que los creyentes católicos tienen que ser antipositivistas jurídicos y si cuando niegan validez a la ley injusta aplican siempre parámetros confesionales para establecer dicha injusticia, aunque no los "confiesen". Es desordenada la manera de exponer la cuestión, discúlpeme. Pero ya me entiende, seguro. Si se anima, yo pongo en León el sitio, unos orujos y unas tapas.
Saludos muy cordiales.

Anónimo dijo...

Don Hans:

Ex contraditione quodlibet. Quodlibet y otra de chopitos.


Como la femme fatal, su teclado dice que no, pero su texto dice que sí. Dice usted que no, que no, pero en su desarrollo concluye usted en que para su alienación (= su socialización), otras alienaciones son inaceptables y nefastas. También para la mía. No hay debate.

Socializaciones, insisto, y no condicionantes duros, pues aquí los agentes mantienen muy íntegra su capacidad para decidir por A o por B: los terroristas, como los combatientes de tropa regular (pero en hortera) siguen instrucciones, optan por oleadas de ataques o pausas estratégicas, etc. Comparar eso con un condicionante duro (p.ej., el de un inimputable que haya perdido, debido a una una lobotomía, facultades cognitivas), es pasarse seis pueblos y un apeadero. Y perder el punto de referencia: que al inimputable no se le reprocha, se le controla.

¿Está preparado nuestro sistema social para prescindir del reproche al terrorista para ir a un sistema de Medidas de Sicherung und Besserung? ¿Campos de reeducación cívica para jodidos quemacajeros? Pelín chino para mí, hoyga. Por el contrario, al Marxista Marciano Setentero (MMS) esto le ponía palote. Se ve que que el MMS y yo tenemos socializaciones incompatibles.

Juan Antonio García Amado dijo...

Hombre, apreciados ATMC y Hans, miren lo que acabo de encontrarme al leer a don Zaffaroni (¡qué cosas hace uno un jueves por la mañana!):
"La disparidad y el colorido curioso de los discursos de emergencia desconciertan al historiador y más aún al penalista, porque nada parece haber de común entre ellos: nada vincula la sífilis con el terrorismo, o el alcoholismo con la herejía, o la pureza de la raza con la criminalidad organizada.

Ello nos inclina a considerar las emergencias pasadas como delirios circunstanciales de la humanidad o de nuestra cultura, mientras se piensa que la emergencia presente es una amenaza real y absoluta.

Sin duda que las emergencias son construcciones colectivas que guardan cierto parecido con el delirio, como se ha observado respecto de algunas de ellas, especialmente muy lejanas. Además de asentarse sobre el prejuicio y la convicción previa de un amplio sector de población (por regla el menos informado, que suele ser la mayoría, si tenemos en cuenta que la información está en relación directa con el poder), toda emergencia respeta un mínimo contenido real, magnificándolo hasta absolutizarlo y llevarlo a ocupar todo el campo pensante.

La atención histórica más detenida de estas emergencias nos permite observar que los follajes cambiantes ocultan una estructura discursiva teórica que permanece idéntica desde hace por lo menos cinco siglos. Por debajo de las sucesivas emergencias y de sus respectivas guerras y derechos penales de enemigos, la estructura del discurso penal autoritario no ha variado.

Lo permanente y vivo en los discursos penales autoritarios es su estructura, lo mutable son los datos y la tecnología con que se reviste en cada momento histórico"
(E. Zaffaroni, "El derecho penal liberal y sus enemigos").

Anónimo dijo...

Ostiás profesor, está preparando a fondo el encuentro del día 18 y siguiente ¿eh? Los demás también , el que más chifle...(en los puntos suspensivos que cada cual añada lo que considere politicamente correcto, que según está el patio)

Anónimo dijo...

"Toda emergencia respeta un mínimo contenido real, magnificándolo hasta absolutizarlo y llevarlo a ocupar todo el campo pensante".

Lo que dice don Eugenio cum aureo calamo, y yo torpemente quise decir, es que sobre el núcleo de demandas razonables se construyen demandas irrazonables; pero que no hay que "magnificar ni absolutizar" ese núcleo.

Ahora bien: un error similar a absolutizarlo es ignorarlo, y dejar que sea pasto del populismo punitivo.

Anónimo dijo...

Vaya afinando de cara al encuentro del 18 porque la base del ataque al Dº Penal del enemigo no deben ser las loas a un sistema que Vd erroneamente califica de democracia siendo partitocracia y lo hace sobre consideraciones bienintencionadas y que parecen expresadas por un educado para la ciudadanía más que por un pensador, ejemplo : "Se suele decir que la esencia de la democracia...irremisiblemente perdidos o condenados".
Estoy más que con ansias por el interesantísimo encuentro (como los anteriores) que tendrá lugar, pero ya es hora de debatir sobre realidades y no sobre "debe ser" y el sistema de partidos burgueses es el menos malo por cojones.

Anónimo dijo...

Porque siguiendo dándole vueltas al asunto si Vd verdaderamente cree que esto de ESPAÑA es un sistema democrático, si lo cree de verdad (ya insistiendo)es que Vd y la ostia de ciudadanos/as viven en MATRIX y por tanto, ¿cómo vamos a dialogar el 18 y siguiente sobre Dº Penal del enemigo si no tenemos claro dónde estamos?
Porque me niego a creer que ningún ponente empiece a hablar tal que así : dado que vivimos en una democracia...

Hans dijo...

Conste, querido Maestro y demás brillantes contertulios, que no escribo por causa de lesión. Este tecleo es contraproducente, de suyo, pero espero rápidamente estar recuperado para seguir comentando con mi habitual pesadez.

En efecto, fuí profesor de la cosa jurídica, pero dado que la MagMat es madrastra ingrata hube de aplicarme a mis otras dedicaciones; es grosería hablar de dinero, pero no puedo dejar de indicar que esa circunstancia redundó en significativa mejora de la situación económica familiar (y reducción de la posibilidad de úlcera para mi esposa y para mí); eso sí, con muchísima frecuencia echo en falta la Facultad, lamento infinito no haber hecho un par de cosas más en ella, y no dejo de aprovechar cuantas ocasiones se me ponen delante para dar algunas clases.

Por cierto, mi nick -ya viejo, la verdad: he recorrido el cyberespacio durante ocho años o así bajo esta advocación- trae causa, estrictamente (no es broma, se lo aseguro), de ese Maestro a que V. se refiere: si, ese de la Reine Rechtlehre, precisamente. Leer ese libro en 5º (en castellano, tanto la versión de mierda ésa color azulín, traducción de la versión francesa de 1935, que todavía está por mi biblioteca recontradesencuadernada, y la buena, la de la UNAM, que por cierto tuve que fotocopiarme y que me desapareció de no sé qué manera) determinó absolutamente mi manera de construir mi teoría sobre el asunto (a pesar de la disciplina a la que me dediqué, como ya he dicho periclitada, que lo hacía todo un pelín más complicado) y luego la biografía de Vernengo me hizo ver que el referido Maestro merecía respeto, también, a título personal.

Cuento todo esto porque me ha hecho gracia lo de las 'gratas resonancias' del principio de su mensaje. Muy hábil lo suyo, opia.

En cuanto a lo del antipositivismo ... Jurl. Creo que habrá que hablar mucho del acierto de ese aserto. Lo de los orujos y tal me parece muy bien. Como le supongo a V. amigo de (algunos, claro) de los chicos de SU disciplina en Zaragotham (¿puedo haber leido alguna mención favorable de Manolo Calvo o tal vez de Andrés García Inda en este blog?), doy por hecho que antes o después vendrá V. por la ExpoCapital. Puede V. jurar que sería un gran placer invitarle a degustar un 'Cardenal Mendoza' en tiempo y forma.

Suyo,