22 junio, 2009

¿Derecho a elegir la educación de nuestros hijos?

No había reparado en la mentira de ese derecho tan cacareado. Simplemente me sonaba a cantinela de gente que pretende que los colegios de curas los paguemos entre todos. No lo critico, y esto lo digo sin ironía. Toca reclamar a tutiplén, y más en estos tiempos en los que el que no llora no mama y los buenos lloricas con votos detrás maman como mamones, precisamente. Aunque con ironía podría añadir que seguro que los padres de muchos de los que andan meneando de boquilla ese derecho, tan sacrosanto al parecer, ya se batieron como leones en tiempos de Franco para acabar con la religión obligatoria en las escuelas y contra aquella asignatura que había -a mí aún me tocó, por supuesto- y que se llamaba educación para la ciudadanía franquista. ¿O era Formación del Espíritu Nacional? No, creo que esto último debe de ser de cuando la España de las autonomías, nación de naciones y todo eso.
No había reparado mucho en esa polémica porque, torpe de mí, me olía a armario lleno de camisones de esparto conservados con alcanfor. Pero estaba equivocado. Ahora, cuando empiezo a mosquearme con la futura educación de la pequeña Elsa, lo estoy pensando de otra manera. Y llego a unas conclusiones que no me ponen muy contento que digamos. Porque, si no lo entiendo mal, mi derecho, como padre, a elegir la educación de mi hija consiste en dos o tres cosas de mucho fuste: decidir si quiero que estudie con curas y/o monjas o en escuela pública, decidir si le van a comer el coco con religión o con ética de preservativo, y ponerme terco o no con lo de la Educación para la Ciudadanía. Para ese viaje, la verdad, no hacían falta tantas alforjas.
Lo del asunto religioso tendré que debatirlo amablemente con mi católica esposa, procurando que no se someta a votación de la familia política, pues estoy en alarmante minoría. Lo de que el cuerpo es suyo y conviene preservarlo de malandrines sin condón ya se lo voy a explicar yo bien clarito, y, mientras haya una cama en mi casa, no le va a faltar, en su momento, donde usar libremente su cuerpo con cualquier mozalbete que no huela mal y no me deje el baño hecho unos zorros. Y lo de la Educación para la Ciudadanía me da igual y hasta me hace gracia en estos tiempos en que la ciudadanía suele ser bastante maleducada.
Pero resulta que sí me gustaría muchísimo ejercer mi derecho a escoger la educación de mi hija, pero un derecho de verdad, no esa coña marinera que nos venden en estos tiempos de pensamiento único de doble capa. Y ahí es donde, si me pongo a analizar las posibilidades con calma, compruebo que no, y más por vivir en León, con alternativas que son habas contadas. Porque miren lo que me gustaría elegir, miren qué modelo educativo -otra expresión de la pijolandia bífida- querría un servidor para su guaja.
En primer lugar, un centro en el que a ella y sus compañerillos se les dejase claro desde el primer día que no son los puñeteros reyes del mambo, sino que se impusiera una sana y bien racional disciplina. No una disciplina como la de antes, a base de regletazos en las uñas, horas de rodillas y variadas humillaciones, pero disciplina.
En segundo lugar, disciplina de la que antaño se aplicaba, sí, pero ahora para los padres. Busco un colegio donde al primer papá o mamá que llegue gritando que a su hijo no le llama la atención nadie en el mundo porque es hijo suyo y porque va para futbolista millonario, puti de Tele5 o macarra con protegidas de lujo, que a ese papá o a esa mamá un jefe de estudios bien fornido o un guarda de seguridad experto en artes marciales aplicadas a las ratas lo pongan de patitas en la calle con un par de pescozones y unas orejas de burro.
En tercer lugar, pretendo un colegio en el que a mi hija y a todos sus compañeros los suspendan como está mandado si no dan pie con bola y no los dejen pasar de curso ni pasárselo bomba si no se aplican como campeones y como personas que respetan el trabajo y a los que trabajan.
En cuarto lugar, quiero un centro de enseñanza en el que se prohíban los atuendos pijos en horas de clase y los móviles de última generación, y en el que se eche al retrete el móvil de aquel que lo encienda en horas de clase, tirando luego de la cadena, por supuesto.
En quinto lugar, me gustaría muchísimo dar con una escuela en la que los profesores más chorras no se empeñen en disfrazar a ningún crío con atuendos gilipollescos el día de la fiesta; o sea, nada de vestir a mi hija ni a nadie de margarita, de abeja, de hada frígida o de angelote equívoco. Esas monstruosidades que se practiquen en los hogares llenos de padres sin entrañas, pero no donde mi hija haya de desarrollar una psicología sana y equilibrada. Todo lo más, admito que, cuando toque la celebración, se vistan de esas cosas los maestros y sean ellos los que den saltitos y canten que el Señor hizo en ellos maravillas.
Podría seguir, pero para qué. Ahí me paro, pues ya me he puesto bastante utópico y me va aumentando el cabreo. Porque sé que de todas esas calamidades no va a haber manera de librar a la niña y que, por consiguiente, el modelo educativo que yo desearía ni lo permite la ley ni lo desea esa variada tropa de zánganos que abusan de los menores, comenzando por mis amigos los pedagogos a la violeta y siguiendo por los politicastros con mando en educación que envían su prole a colegios que yo no podré pagar y que seguramente tampoco querría pagar, pues se me olvidaba la exigencia principal: ¡pijos fuera!
¿Cuándo podremos los padres disfrutar de un derecho a la educación de nuestros hijos que no sea escarnio, beatería y regocijo de desaprensivos? Si alguno de ustedes se entera un día de que se convoca una manifestación para reclamarlo, avísenme, por favor, que quiero ir. O simplemente una reunión para firmar un manifiesto en pro de un verdadero pluralismo educativo.

5 comentarios:

hith dijo...

Jajjaja, pues a mí me gustaba disfrazarme de pequeña y creo que ese es el menor de mis desequilibrios XD.

Del resto amen.

Carmen dijo...

La educación en casa es la solución, en Estados Unidos es habitual y en parte de Europa es un derecho reconocido. Aquí, al parecer, le harán todas las inspecciones y seguimientos del mundo para cerciorarse de que su niña está siendo educada. Es decir, todo lo que no hacen con los niños escolarizados.

Por cierto, respecto a vestir de forma pija, tener móvil de última generación, normas básicas de convivencia y educación; es su responsabilidad, oiga. ¿O acaso se envía a los chicos al cole para que los eduquen?
Seguimos en el mundo al revés, taclaro.

Un cordial saludo.

AnteTodoMuchaCalma dijo...

Mientras exista una educación "Alfa" en centros privados pagada con dinero público y a la que de facto no puede acudir inmigrantes, la educación pública "Beta" seguirá siendo filfa. Una educación residual, donde meter a los alumnos con problemas educativos; donde no se puede impartir disciplina; donde no están los padres que pueden ejercer presión de verdad.

¡Escuela pública general! Modelo alemán o EE.UU.: el jodido melting pot (aconfesional, por supuesto).

Tengo la suerte de tener un centro público para mi prole. No está cerca de casa, pero por el trabajo de mi santa nos dan puntos. Es un centro disciplinado (joder con la Sagrario, menudo sargento), serio, de cierto nivel. ¿Por qué? Porque en su mayoría la chavalada son hijos de profesores y PAS de la Universidad. Hay una "selección en origen", por lo de los jodidos puntos. No es una selección económica, pero sí es una selección. Por supuesto, hay chavales de diversas razas, diversos orígenes nacionales, diversos niveles económicos, etc.; pero hay un predominio de hijos de familias interesadas en la educación de sus hijos.

Si tuviésemos en la enseñanza pública como "rehenes" a quienes ahora buscan centros privados pagados con dinero público,
- evitaríamos la descapitalización del sistema educativo público;
- podríamos tender al modelo del "melting pot";
- y vete a saber si evitaríamos no pocos abusos sexuales por parte de cariñosos coadjutores.

Rafael Arenas García dijo...

Yo me pregunto dónde están los servicios de protección a la infancia. Cuento un caso verídico. En un colegio (público) con bastante esfuerzo se estaba montando un proyecto por el que se daría en inglés alguna asignatura, aparte de la inglés, claro. El objetivo, mejorar el paupérrimo nivel de inglés de nuestros niños y adolescentes.
Una maestra le cuenta a una madre que se está trabajando en conseguir para el curso siguiente los fondos y el personal necesario para conseguir esta mejora en la educación de los niños del colegio y la madre responde: ¡Por Dios! ¡Lo que faltaba! Con lo poco que le gusta el inglés a mi hijo este es el remate para que no quiera venir al cole.
Y yo me pregunto: ¿Por qué no se suspende el ejercicio de la patria potestad (o de la potestad del padre y de la madre, como se dice ahora)de esta señora, porque para mi es claro que no reúne las condiciones para garantizar que el desarrollo de su hijo sea el adecuado.
Si es que todo es un desastre, un desastre...

Ramon dijo...

Pues yo llevé a mi hija a un colegio exranjero, donde por cierto compartio aula con algun principito borbonico, y alli era exactamente como usted pide: disciplina, exigencia (si no apruebas te vas), y una vez que fui a protestar por una afrenta que un profesor desconsiderado habia infligido a mi pobrecita niña, pués muy correctamente, muy a la francesa, me mandaron a freir esparragos tras advertirme que no iban a hacerme ningun caso. Asi que, colegios asi, haberlos haylos.