11 septiembre, 2010

Quemar libros sagrados

El primo Joaquín vivía en un barrio de mala muerte, en el puro y duro extrarradio de una de tantas ciudades grandes y desaseadas. En cada barrio de esos imponía su ley una pandilla. El primo Joaquín era clase de tropa de la del barrio suyo, que estaba mandada por un tal Soflama. Creo que su apodo se debía a su facilidad de palabra cuando arengaba a sus muchachos. La mayor enemistad la gastaban con los de las calles del Sur, que tenían de líder a un sujeto malencarado y renegrido que se hacía llamar Turbo. Cada tanto había encontronazos y peleas y no era raro que corriera la sangre. No era un ambiente muy distinto del que se retrata en esa magistral novela (vivero de ideas y supuestos para iusfilósofos) que se titula Educación siberiana. Pero, por mucho que les doliera al primo Joaquín y a los suyos, los de Turbo eran cada día más fuertes y sembraban el terror en cualquier parte de la ciudad por la que se dejaran caer.

El primo Joaquín tuvo un día una idea nefasta que a él le pareció genial al principio y que pensó que lo llenaría de prestigio y estima entre sus colegas: se dedicó a contar a todo el mundo, y hasta anunciar con pintadas en unas cuantas paredes, que al atardecer del viernes siguiente se subiría al templete que había en el destrozado parque cercano a su calle y que se cagaría en la madre que parió a Turbo y a todos los de su banda. Que los llamaría hijoputas a grito pelado. Y todo porque los del Sur llevaban años insultándolos a ellos con saña y maltratándolos en general, de palabra y obra. Auque tampoco los pandilleros de Soflama eran unos santos, todo hay que decirlo.

Se armó la marimorena. Todo el mundo se indignó al recordar cuán violentos eran los Turbantes (así les decían, por el apodo de su jefe) y, por esa razón, hasta en el periodicucho local se llenaron páginas con llamadas a la tolerancia y a la buena convivencia con la pandilla de al lado. El mismísimo Soflama cogió por la pechuga al primo Joaquín y le dio un par de guantazos, mientras gritaba que cómo se le ocurría andar ofendiendo así a la gente y que si no se daba cuenta de que por su culpa los iban a matar a todos.

Cuando llegó la noticia de que la gente de Turbo no sólo estaba tremendamente enojada, sino que juraba vengarse despellejando vivos a los diez primeros del barrio del primo Joaquín a los que consiguieran atrapar, el enfado con el primo se hizo insoportable y de todos los rincones se alzaban voces pidiendo respeto y tolerancia con los Turbantes y que se matara al primo Joaquín y se les entregase su cuerpo para hacer con él lo que quisieran, a ver si así se apaciguaban y se sentían respetados como merecían y como correspondía a su estilo y su buena educación.

Fin de la historieta. Hoy no está uno demasiado inspirado para esto de las parábolas. Así que metámonos en harina de frente. Ya saben de qué se trata, de ese idiota pastor cristiano que anda anunciando que va a quemar unos coranes un día de éstos. Vista la catadura del personaje, si fuera argelino quemaría biblias. Los dioses del monoteísmo los hacen así.

Ayer por la noche no podía dar crédito mientras escuchaba lo que en una emisora de radio contaban sobre este asunto. Parece que los fiscales norteamericanos andan buscando argucias para fundar la antijuridicidad de la quema coránica e impedirla. Decían que la legalidad o ilegalidad dependía de cosas tales como que los coranes que quemara ese pastor de ovejas tontas fuesen suyos o de alguna biblioteca, o de que les prendiera fuego en un inmueble de su propiedad o en algún lugar público. Alucinante. Y para el caso de que resultara ser él el dueño de los libracos y organizara la hoguera en su finca, aún quedaba el recurso de detenerlo por riesgo de incendio o por atentado contra el medioambiente, ya que el papel de los libros proviene de árboles talados, los árboles escasean y es mejor reciclar que dar fuego a las páginas, etc., etc. Alicia en el País de las Pajas Mentales. Parece coña total, pero les aseguro que en esas andaban los periodistas y tertulianos ayer mismo.

Y, por supuesto, media humanidad se ha puesto, tanto en EEUU como por estos pagos nuestros, a hacer llamamientos a la tolerancia y al respeto a los libros sagrados. Si usted quema un libro sagrado, sea una Biblia o un Corán, es un intolerante y hace gravísima afrenta a los fieles de turno, por lo que no debería extrañarse si al día siguiente le plantan dos puñaladas en cualquier callejón o le ponen en su mismísima casa una bomba que se lleva por delante a toda su familia y a unos cuantos vecinos de usted. Usted se lo habrá buscado. Como cuando aquello de las caricaturas danesas del Profeta. Qué menos, vista la gravedad de la ofensa. Intolerantes, que somos -nosotros- unos intolerantes. A lo mejor si hoy en día le da usted cerilla a un par de biblias no pasa nada, pues los cristianos andan algo más domesticados, quizá porque se agotaron después de tantos siglos de cruzadas, guerras de religión y variadas persecuciones. Razón por la cual, por lo visto, merecen más respeto los coranes y los que en ellos creen y por ellos matan. Quemar un Corán es suprema inmoralidad, pues la consecuencia puede ser y seguramente será que vengan unos cuantos fanáticos y asesinen a cien o doscientos de los nuestros, por inmorales e intolerantes nosotros. Tócate los cojones.

¿Y de lo de Obama qué me dicen ustedes? Del modo más serio y sin ninguna reserva ni la más mínima ironía, aseguro que soy de los que desean que lo de Obama salga bien, que reforme ese país, lo saque del pozo de la era anterior y lo libre de lo que puede venir si no anda fino: la Palin y semejante gentuza retrógrada y burra. Pero, dicho esto, válgame el cielo con Obama. Lo que se le ha ocurrido es decir que hay que ser tolerantes con la fe del prójimo y más en este caso, ya que quemar coranes pone en peligro la vida de muchos norteamericanos, empezando por la de sus soldados.

El mundo, en este momento de la Historia es como un bocadillo. Por una parte, el fanatismo más irracional; por otra, la imbecilidad bienpensante y de la puntita nada más. En medio, usted y yo y cualquiera que no quiera ser un mangante de marca. Qué asco. Qué depresión.

A lo mejor sigo torpón y todavía doy pie a que se me entienda mal. No digo que tengamos que mirar con simpatía a un sujeto que quema un Corán porque considera que el Islam es demoníaco y que para libro sagrado fetén, la Biblia. Ni siquiera quiero insinuar que el Corán merezca menos respeto porque en su nombre o por su causa se mata más y mejor hoy en día y porque haya más idiotas dispuestos a convertirse en mártires de esa fe y a cargarse infieles de tres en fondo. No, no, no es eso. Ahora lo voy a expresar hablando en plata: deberíamos quemar todos los libros sagrados. A los que creen en ellos no, de ningún modo. Yo me partiría la cara porque cada uno pudiera cultivar la fe que mejor le parezca y leer con veneración el libro que desee. Que ningún cristiano queme biblias y ningún musulmán coranes. Pero yo no soy ni lo uno ni lo otro. Así que quemo lo que me sale de las narices, ¿vale? Y hago caricaturas del dios que más risa nos dé, ¿de acuerdo? Y mecagoentó. Ustedes ya me entienden.

La única tolerancia defendible en una cultura que se quiera moderna, liberal, laica y respetuosa en serio con las personas, como se pretende esta cultura nuestra, es la tolerancia con los que queman libros sagrados. Ojo, he dicho libros, no creyentes. Que el musulmán que quiera le prenda fuego a la Biblia y que el cristiano que lo desee encienda la estufa con el Corán. Y que se citen algún fin de semana para convertir en ceniza unos ejemplares del Talmud y la Torá. A lo mejor así se desahogan y pasa cada uno menos ganas de matar a los fieles del otro lado, que son los infieles, vistos desde el lado de acá.
Pero, señor mío, Obama de mis amores, qué coña es esa de que podemos criticar a quien nos dé la gana, ciscarnos en cualquier creencia y opinión, convertir en cenizas cualquier libraco que no nos guste o nos estorbe en las estanterías de casa y que, sin embargo, existan esos cotos vedados, esas discriminaciones, esos privilegios: oiga, si el libro es sagrado para una pandilla de cafres, entonces ni tocarlo. Por respeto y por tolerancia, ¿sabe usted?, pues si nos pasamos nos matan, y no es plan. Insisto: entre beatos y meapilas, ya no tenemos donde caernos muertos después de haber sido medianamente libres e ilustrados.

Pues miren qué les digo, a mí lo que me dolería sería que algún iusnaturalista con escapulario quemara la Teoría Pura del Derecho de Kelsen, o que cualquier idiota de Bolonia y la ESO encendiera una hoguera con una página de versos de Nicanor Parra. Y, si tal sucede, ¿qué hago? ¿Busco un fiscal? Me temo que no me hará ningún caso, pues tales obras sólo son sagradas para mí. ¿Llamo a Obama? Se la sudará el tema, ya que no estoy dispuesto yo a liarme a tiros con ningún marine para salvar la honra de mi fe positivista y lírica. ¿Creo un grupo terrorista que dé mucho miedo? Ah, entonces a lo mejor consigo algo. Pues vaya porquería de mundo.

Termino reiterando la llamada a la quema ecuménica de libros sagrados. Eso es lo que, como desagravio y para que se sepa que a la Ilustración aún le quedan unos bisnietos vivos, deberíamos hacer unos cuantos ateos y agnósticos, quedar un día para quemar libros sagrados. Pero sin distingos, todos a una, los de cualquier religión que los tenga. Simplemente porque para nosotros no son sagrados, y para explicar, de paso, que hace falta ser malnacido para matar por eso y que hace falta ser imbécil y gallina para acobardarse ante los que matan por eso. Y que un Dios que premie -después de palmar, siempre en el Más Allá, pues le sale más barato invitar en casa- con unos polvos muy buenos o unos masajes de angelotes amanerados a los que por esas chorradas maten, es un Dios que por definición no puede existir y que, si con todo -dicen que para los dioses no hay lógica que valga- existiera, merecería que le dieran candela también, por cabrón y gilipuertas.

Pues nada, cuando quieran. Yo ya me voy a la librería para ir buscando. El mechero lo tengo de cuando fumaba, ¡ay! Y si se necesita una propiedad privada para celebrar el evento con todas las de la ley, pongo también el prado que me queda en Ruedes. Ustedes traigan unos bocadillos y algo de vino.

13 comentarios:

Carmen dijo...

Es demencial, hace unos días quemaban fotos de Bruni, la llamaban puta y bramaban por hacer efectiva una hoguera con ella. Amenazada de muerte, vaya.
No he leído a Moratinos, ni a Obama, ni a Zp, hacer una defensa de la libertad de expresión o como lo llaman ellos...alianza de civilizaciones.
En cambio, por unos libros todos salen a hacer declaraciones. Anda queee...
Es más, si el quemarlos supone algún tipo de delito, siempre se pueden utilizar como papel higiénico. Estamos en la era de reciclaje, oigan.

Bueno, creo recordar que Merkel, recientemente, ha otorgado un premio al de las caricaturas.

una amiga desde Laredo dijo...

Pues yo, en principio, me apuntaría, y utilizaría como tea crucifijos, cilicios, y todos los símbolos religiosos que me encontrara por ahí. Pero me viene a la cabeza el capítulo del Quijote de la quema de libros y, al igual que soy alérgica a tirar, donar o deshacerme de libros en general, me pregunto yo si no habría manera alguna, antes del proceder al ritual crematístico, de convencer al personal de que todos esos libros son ¡¡FICCIONES!!, y de que se dejen ya de creerlos reales, por favor. El pastor ese de Florida no es un Quijote moderno, pues el Quijote, que yo sepa, no quería quemar los libros de la competencia, sino un cura empeñado en destruir ficciones. ¿Serían pues los fundamentalistas (cristianos,musulmanes, judíos y lo que sean) los nuevos Quijotes que se creen caballeros andantes? Pues quizá, aunque el hidalgo fuera un loco inofensivo y los otros puedan ser locos peligrosos. Pero si la solucón para que salgan de la locura es destruir la ficción que la sustenta, igual nos volvemos todos unos inquisidores de cuidado. ¿o quizá tengamos que destruir todos los libros del mundo para no creer en nada? hummmm. Bueno, pues ya animadillos con los libros de ficción, unos cuantos que yo conozco empezarían por echar a la hoguera El capital de Marx, el Origen de las especies de Darwin, etc... ¡¡¡Menuda hoguera se va a preparar!!!

roland freisler dijo...

Profesor yo se que los que no creen en Dios tratan de responder a la pregunta de ¿por qué Dios permite catástrofes? o algo similar.
Pero los que creemos en Dios nos gusta darle las gracias cuando acontecimientos terribles parecen que nos sacuden las "entretelas" y luego se soluciona el asunto.
Hoy mientras estaba estudiando un caso penitenciario me llamó la madre de mi hijo sollozando para decirme que estaban en el Hospital de León porque su sobrino Luis (primo carnal de mi hijo) se había caído de madrugada en el pueblo desde una escalera habiéndose fracturado el craneo y que estaba muy mal.
Imagínese la angustia porque nosotros somos gente muy de familia, muy de acompañar, muy de no dejar en los asilos a nadie así no haya que comer, con infinitos defectos pero con la virtud del lema de los 3 mosqueteros.
Afortunadamente ya ha abierto los ojos el chaval y hasta nos ha jurado que no va a volver a coger una cogorza que le haga caerse escaleras abajo de casa ninguna.
En esos momentos de desgracia los creyentes pedimos a Dios que ayude y que permita que no se muera esa persona (en este caso mi sobrino). Tal vez los no creyentes piensen que si está cientificamente dentro de lo posible que se salve se salvará y si no es posible se morirá.
No se si en este caso obraría la mano de la naturaleza o la de los médicos.
Yo en mi fuero interno le doy las gracias a Dios por seguir viendo a mi sobrino aunque de momento sea lleno de cables de esos y con la cabeza vendada.
Y antes de quemar la Biblia leala y después opine si debe ser quemada o es el mejor libro del mundo. Infinitamente mejor que cualquiera de Kelsen.

Antón Lagunilla dijo...

Nunca he sido muy partidario de quemar libros, pues por lo general resulta inútil y contraproducente, aunque la idea es sugestiva. Quizás sea más útil, a medio plazo, el ateismo militante.

Carmen tiene razón. Además, cuando la tolerancia no es recíproca, el tolerante es un mero gilipollas inconsciente. Y una víctima en ciernes.

¿Que debe hacer eso que llaman algunos la comunidad internacional (si es que existe tal cosa, lo que personalmente niego) ante un Estado cuyas leyes admiten la lapidación de las adúlteras, la ejecución de los homosexuales, o el asesinato de los que queman un libro -y no de los autores materiales de la quema, que también, sino de todos aquellos que los asesinos consideran objetivos aleatorios de su venganza-, por muy sagrado que sea? ¿Convencerlo por vía diplomática de que está mal? Já.

Saludos

Jacobo Dopico dijo...

Almansor:
Wir hörten daß der furchtbare Ximenes,
Inmitten auf dem Markte, zu Granada -
Mir starrt die Zung im Munde - den Koran
In eines Scheiterhaufens Flamme warf!

Hassan:
Das war ein Vorspiel nur, dort wo man Bücher
Verbrennt, verbrennt man auch am Ende Menschen.

(O sea: "Eso sólo ha sido el comienzo: donde se queman libros / al final se terminan quemando personas").

(Heinrich Heine, Almansor. Evidentemente, der furchtbare Ximenes es Torquemada).

Bibliografía:

- Quema de libros
- Book Burning (es el artículo original, en inglés, con MUCHÍSIMAS más referencias).
- Quema de libros en la Alemania Nazi en 1933 (en alemán: muy interesante).

Miguel Díaz dijo...

Ese (co)Jones es lamentable y no hace falta explicar por qué. Los capullos de la izquierda esa que nos ha robado el nombre a los que queremos serlo sin siglas y que se la cogen con papel de fumar para hablar de burkas, represión brutal en países musulmanes, lapidaciones y latigazos a mujeres, muerte a los homosexuales (gays si no se puede decir según vosotros ya de otra forma) y hasta del camarada Chávez, pero ven fatal que alguien hable del hombre (sí, el ser humano) como sujeto de la historia (o de historietas diversas), que se brota (como yo, desde luego) cuando abre la boca Rouco, que en Cospedal ve la encarnación de los males de la historia, que según cuándo y como (pocas veces en suma y siempre jugando en casa, claro), querría cambiar el color de su pellejo, etc., etc. son dañinos para las causas que dicen defender. Son escupidores de lemas, a los que en el fondo les pone Chávez o, aunque no les ponga, les desconcierta y no opinan porque no hay consigna del partido o de su facción biempensante. Me cisco en tanto rojo sin opinión personal (ya, ya, que debo de ser del PP: pues no, señores, nada más lejos de mí, pero no pongan de excusa al "enemigo" cuando les desconcierta el "propio").

Pues con todo y con eso, querido Toñín, me parecen la mar de razonables los llamamientos de Obama a la sensatez y a la tolarancia. Porque, por supuesto, es magnífico que quien quiera pueda quemar coranes, pero eso no significa que sea magnífico que lo haga. Y, claro, es evidente que la quema de biblias por el otro lado se tomaría desde este con toda cautela y hasta acojono. Pues, mirad, amigos, ni una cosa ni otras: es deseable que nadie queme nada (hablo en concreto, porque, en general, desde mi concepción de la vida, la desaparición de las religiones -salvo como vivencia particular y muy privada- sería un avance maravilloso de nuestro mundo), por lo que no hay que difundir el mensaje que late en tanta opinión estos días: joder, quememos porque ellos quemarían sin piedad. Lo bueno es que se pueda quemar todo (ahí ganamos los de este lado del mundo y a mucha honra), pero, a la vez, que no se queme nada. Y, si se quema, hagamos una pira común con tanto libro sagrado que tal vez haya dado consuelo a algunos individuos (más que por su contenido, por el valor simbólico que les han trasmitido), más sanguinario que toda la cuchillería de Albacete. Pero ya vale de chorradas, hombre, de los carcas, los progres, los antiprogres y las demás tribus necesitadas de etiqueta.

Vale, hermano. Prometo que procuraré que no se repita.

Miguel Díaz dijo...
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AnteTodoMuchaCalma dijo...

Quemar coranes. Un acto reivindicativo contra una religión. No hace daño al cuerpo de nadie: es un simple happening provocativo. ¿Alguien puede encontrarle un pero?

Caray, yo sí.

Y no es que el fulano haya sido condenado en Alemania por estafa y haya huido de una querella por fraude allí.

Tampoco es que por mucho que pueda apoyar el rechazo del Islam como pernicioso repertorio de cuentos para camelleros neolíticos de Medio Oriente, en este caso lo apoya otro vendedor de cuentos para camelleros neolíticos de Medio Oriente, pero de la competencia.

La objeción es que es un happening que no sólo comunica oposición al Islam, sino estúpido fanatismo agresivo. Sentimos un escalofrío al ver una quema de libros. Esa sensación no se nos pasa cuando nos acercamos y vemos que los libros quemados son el Corán, la Biblia, la Torah, el Mein Kampf o el Malleus Malleficurum.

El acerbo moral y político de siglos nos pone en alerta ante la quema de libros. (o Bücherverbrennung... con mucha más documenación, aquí: Book Burning).

No hace falta remontarse a Inquisiciones ni Torquemadas. Basta con recordar quemas de libros más recientes: nacionalsocialistas en 1933 (enlace con mucha información), las estalinistas, en las dictaduras asesinas del Cono Sur (se cuenta que quemaron libros sobre Cubismo porque pensaban que alababan el régimen de Fidel Castro), etc. ¿No nos acordamos de Farenheit 451?

En una obra de Heinrich Heine, Almanzor cuenta a su sirviente Hassan que Torquemada ("der furchtbare Ximenes") ha ordenado una quema de coranes. Con sabiduría contesta Hassan: "Eso sólo es el principio: Allá donde queman libros, al final terminan por quemar personas" ("Das war ein Vorspiel nur, dort wo man Bücher Verbrennt, verbrennt man auch am Ende Menschen").

En fin: ¡quemen banderas, como hacen las personas decentes! ¡Profanen actos de culto! ¡Dibujen Mahomas! (para el "Everybody Draw Mohammad Day" de este año, yo he hecho un emoticono: [||]:->> ... ¿no les gusta?). Pero no quemen libros. Quien quema libros está pidiendo a gritos que alguien decente le mee encima.

Marshall dijo...

Si me permiten la intervención, lo curioso del caso es que estamos hablando de la quema de libros en un país cuyo Tribunal Supremo ha avalado la quema de la propia bandera como un acto de libertad de expresión amparado en la Primera Enmienda.

En Texas v. Johnson, el Tribunal señaló recurriendo a su propia jurisprudencia que el límite a esta libertad es la provocación directa de una acción ilegal.

¿Es aplicable esta jurisprudencia? ¿Dónde debe producirse esa acción?

Carmen dijo...

Veamos Jacobo, la frase que introduces es certera pero incompleta.
"Eso sólo ha sido el comienzo: donde se queman libros / al final se terminan quemando personas".

Falta por añadir que depende del lugar donde se quemen libros o fotos. Casualmente, esa frase cobra sentido en los países de siempre. En España, es tradición la noche de San Juan y sus hogueras, las Fallas valencianas, petardos y tracas en cualquier celebración...y no por ello se cumple esa máxima.

Por cierto, el anfitrión ha dejado bien claro que el término sagrado es subjetivo, creo que algunos lo han obviado.

Un cordial saludo.

un amigo dijo...

Vamos a ver: yo esos libros los tengo quemados y aventados, pero quemados y aventados en mi corazón. No nos dejemos distraer por las nominalidades: si me pongo a quemarlos en público, y para ello llamo a las cadenas de televisión (cuya gilipollez monstruosa poca gente ha cuestionado - desde el punto de vista que nos ocupa, se han sumado a la quema) ya no es una 'quema de objeto' (en el plano físico) ni siquiera una 'afirmación de mi no teísmo' (en el conceptual). Es un acto perfectamente encaminado a meter el dedo en el ojo a otra persona que le tiene cariño al libraco (irracional, para mi gusto, ¡pero hay tantas cosas irracionales!). Y eso no me parece tan bonito, porque perturba la convivencia sin traer ningún bien colectivo a cambio. Dicho de otra manera: la quema de objeto, expresando con ello un rechazo privado, me parece contraproducente e innecesaria, porque además vivimos en una parte del mundo donde ese mismo rechazo puede ser expresado por una infinidad de medios civiles. Su componente 'provocación' (que domina incontestablemente a las otras lecturas) me parece altamente estúpida, independientemente del 'contenido de verdad' alrededor del cual se construya. Expresa agresividad, y hay un montón de evidencia de que esa agresividad tiende a ir a mayores, de ahí la apropiadísima cita de Heine que proponen otros foristas.

Supongo que vendrá algún afilalápices a decirme que generalizando este concepto de provocación a la 'provocación subjetivamente sentida como tal' (arguyendo, por ejemplo, que descolgar crucifijos de las aulas de un colegio público o casar a dos chicas en un juzgado es 'provocación' para algunos), paralizaríamos el estado de derecho tal como se entiende hoy. Pero ocurre que tal generalización no es válida. Creo que hay caminos para distinguir perfectamente la provocación objetiva del 'sentirse subjetivamente provocado': la provocación objetiva es pública, utiliza estándares comunicativos generalmente reconocidos como agresivos, y coloca al objeto de la provocación, si no responde, en una situación de inferioridad también reconocida. Si no se dan simultáneamente estas tres condiciones, no hay provocación objetiva, aunque uno se declare subjetivamente provocado (o finja sentirse así para justificar sus estrategias, que ésa es otra).

En la punta de este iceberg veo a un payaso desgraciado y desquiciado a la búsqueda ávida de notoriedad. En la parte sumergida, veo una sociedad que a pesar de los iphones y demás baratijas relumbrantes sigue siendo más tribal que la puta que la parió, con perdón de las putas.

La forma NO es independiente del contenido, a pesar de que a los niños se lo sigamos dando a entender en los bancos de escuela. Creo que hay una clara limitación a la libertad de expresión, y consiste en lo siguiente: si se puede expresar el mismo contenido o concepto, por medios sensiblemente menos conflictivos, la sociedad debería estimular el segundo camino, y disuadir del primo. Por el interés de todos. Equiparar esto con la cobardía, me parece poco fino. La disuasión debería ser jurídica para los casos extremos; para los casos de baja ralea, como el del mencionado payaso, bastaría el ostracismo.

Salud,

Juan Antonio García Amado dijo...

No discrepo mayormente con los amigos que me aperciben y ponen matices a mi escrito. En realidad, lo de irnos a Ruedes a quemar TODOS los libros sagrados de cualquier religión era una boutade para destacar algo que a lo mejor no expresé bien:
a) Que hay algo peor que ser un imbécil que pierde el tiempo quemando coranes: ser un hijodeputa dispuesto, por eso, a matarlo a él o a los de su país, su fe, su cultura...
b) Que no hay que aplaudir las ideas de los (co)Jones, pero que las autoridades de cualquier país que se precien deben dejar claro que, en la duda, están antes con el idiota que solo quema que con el hijoputa que mata.
c) Que debemos ser ecuánimes y onmiabarcadores en el desprecio y el marcaje a los fanáticos religiosos. Tanto o más que a los obsesos sexuales violentos y toda esa ralea. Y creo que no lo estamos cumpliendo.
d) Que tiene que ser compatible que ciudadanos libres digan, sin asomo de violencia y dentro del respeto a cada persona concreta de carne y hueso, que las religiones son el azote de la humanidad y las monoteístas y de libro son una cochambre. Yo, como ateo, estoy harto de escuchar que lo mío es una desgracia y que me falta un don capital y no sé qué otra gaita. Además, de los ateos y críticos de las religiones han prohibido y quemado libros a montones, ¿o no? Pues yo lo que pido es la igualdad de trato para mí,ni más ni menos.justicia restaurativa, ahora que está de moda eso, que no sé que es, pero que suena bien para el caso. Quiero tener reconocido ese derecho, aunque no lo ejerza ni, menos, vaya a llamar a las televisiones taradas para que me filmen.
Y sólo una pregunta incauta para los críticos tan amigos y a los que tanto quiero: ¿ustedes nunca jamás quemaron en su casa un libro, por la razón que sea? Pues eso, simplemente, sin alharacas, en solitario o con un par de amiguetes de la misma cuarda. Les aseguro que no me sentí nazi ni nada por el estilo cuando tiré a una hoguera de San Juan, en la intimidad de mi prado, las obras completas de algún catedrático de lo mío o el catecismo que me obligaron a aprenderme en mi colegio. No veas cómo te quedas de agusto. Aunque mejor reciclar, ya lo sé. ¿Cambiaría si Jones dijera que va a tirar unos coranes al contenedor de papel para reciclar? Pues a lo mejor, no sé. Es tan sutil el Derecho y nos la cogemos tan finamente los de esta pandilla...
Pues eso, que no se me pongan tan dramáticos, caramba.

roland freisler dijo...

Magnífico profesor. Genial como ha salido Vd airoso con un simple "no se me pongan tan dramáticos" ¡GENIAL!