Es posible que suelte aquí alguna idea contradictoria con lo escrito en otras ocasiones en este mismo blog, cabe. No tengo paciencia ni tiempo para rebuscarme en estas entrañas cibernéticas. Tampoco queda lugar para afirmaciones originales. Creo que me han convencido bastante argumentos como los que venían en una tribuna de El País ayer, la de José Ignacio Wert.
Pero antes de entrar un rato en lo de las descargas y la propiedad intelectual, permitan que les dé cuenta de lo que de verdad me intriga. ¿Quién me representa a mí y a santo de qué? ¿Cuántos representantes tengo y cuando los (co)elegí? Un día de estos me voy a meter yo mismo a representante de todo quisque y a ver qué pasa.
Mismamente, internauta yo sí soy, a título individual, personal, particular, no sé cómo decirles. Me gasto mis buenos ratos diarios navegando por la red, subiendo y bajando cosas (aunque no pirateo nada, o casi), dialogando con ustedes, incluso. Bien, pues jamás de los jamases he participado, ni como votante ni como candidato, en unas elecciones para seleccionar representantes de internautas habilitados y legitimados para, en nuestro nombre, negociar con ministros o con “creadores”. Vaya, porque esa es otra. Resulta que hay unos creadores y titulares natos de un intelecto especial y una obra intelectual potente que son los que en mi nombre van a hablar con los internautas que me representan sin representarme. Estoy representado en los dos lados de la negociación, es como si debatiera conmigo mismo. Sí, porque, modestamente, no sé por qué diablos un servidor es menos que uno de esos que llaman cineastas. Yo también, creo, paro obra intelectual: artículos y libros de lo mío y, además, estás entradas de aquí mismo. Qué pasa. O acaso es esto peor y vale menos que una peliculeja cualquiera de costumbrismo cheli y casposo dirigida por cualquier pijillo subvencionado a medias por papá, por alguna ministra propicia de cultura y por unas cadenas de televisión que más bien lo parecen de retrete. A mí –y a ustedes- nadie me pregunta nada, pero todo el día estoy representado en todas partes: como internauta, como “creador” de cosillas, como consumidor, como aficionado al fútbol, como bebedor de ginebras aromáticas y como buen cocinero de pote asturiano. Y sin que nadie trate de averiguar qué opino en verdad de cada cosa.
Se me dirá que, por ejemplo, los internautas están constituidos en asociación, la Asociación de Internautas, y que son los dirigentes de la misma, democráticamente elegidos con arreglo a sus estatutos, los que hablan y negocian con quien corresponda, y que a este menda nadie le impide asociarse ahí y acudir a las asambleas, aquelarres, bajadas de archivos o lo que reglamentariamente venga al caso. Tremendo argumento. O sea, que me representan porque puedo apuntarme a que me representen, pero si no me inscribo, me representan igual. Pues me niego.
Pongan que a uno le gusta comer carne, sus filetitos empanados, sus solomillos poco hechos, el compango de la fabada, un poco de hígado encebollado en casa de los amigos que lo ponen bien, el “pitu de caleya” (trad.: pollo de corral) que nos zampamos ayer en casa de los suegros; y así. Y que, de pronto, se entera de que se ha constituido, en Majadahonda o cualquier otro lugar humilde, una Asociación de Tragones y que deciden que no, que todos vegetarianos, que nada de carnes ni a la brasa ni a la plancha ni asadas y que cada cual a la acelga y el brócoli. Se van al Ministerio de Sanidad y le comen la oreja a la Pajín, único exceso incongruente, y cada vez que se tropiezan a un parroquiano tomándose su chorizo criollo o unas mollejas, lo ponen de vuelta y media, de retrógrado y fascista para arriba. Y cuando ese ciudadano amaga rebeldía o pide explicaciones, le salen con que él está comiendo y ellos son los representantes de los que comen y que no hay más que hablar y marica/o el que no salte y aplauda. Y que no se te ocurra defender la vianda de los carnívoros en medio alguno, ni siquiera en una entrada del blog tuyo, porque te mandan la caballería de los improperios después de haberte dejado temblando con unos insultos previos de la artillería. Pues cómo puedes oponerte tú a los designios de la Asociación de Internautas o la de Tragones, si tú también navegas por el ciberespacio y deglutes, ¿eh?
Bromas o caricaturas aparte, esto de la representación ciudadana hemos de tomarlo en serio un día de estos. Pase que la representación política propiamente dicha esté en entredicho porque los partidos se han vuelto un nido de pajines y zapateros y rajoyes y aguirres y porque la ley electoral parece hecha por algún nieto pijoprogre de Franco, pero lo que no tiene presentación es que pasemos de una mala representación democrática a una representación sin democracia y por la cara. Soy internauta como el que más y no estoy, quizá –es un suponer, tampoco lo he pensado mucho- contra la Ley Sinde o contra otra de ese estilo. ¿Qué hago? ¿Fundo otra asociación de internautas? ¿Me afilio a la que hay y hago mi guerra desde dentro? ¿Y quién me protege ahí de los gorrazos y vela por mi libertad de expresión, por cierto?
El otro día vi en los periódicos varias fotos del que manda en lo de los internautas asociados y del de la Academia de Cine. Estaba todo el país contentísimo porque se habían entendido bien y habían comenzado a negociar entre ellos los contenidos debidos de la ley que sobre descargas en la red ha de venir. ¿Quién es esa gente para acordar las normas de mi país? ¿A qué cuento hablan ellos por mí? ¿Cuándo fue la revolución, el golpe o la revuelta que les ha dado el poder y la gloria? ¿Desde cuándo y en virtud de qué precepto constitucional entran en juego ellos cuando el Parlamento toma una decisión que no gusta a tales o a cuales?
Eso por un lado. Luego lo de la propiedad, aunque sea intelectual. Tengo un vecino que está forrado y cultiva una huerta hermosísima. Planta de todo y riquísimo, patatas, judías, calabazas. Y los frutales, que en su estación dan peras, manzanas, cerezas. De vez en cuando me regala un cesto de algo. Pero alrededor hay gente con antojo de frutas u hortalizas y a esos no les da, o no cuando les apetece. Creo que van a entrar en la finca del otro por la brava cuando les dé el capricho. Lo han decidido en su asamblea de Frutimaniacos Compulsivos. Además, los avalan el hambre y la justicia social.
Porque digo yo que si estamos por la socialización de la propiedad, por el comunismo total, lo estaremos en todo. A ver quién nos va a convencer de que es más importante ver una peli gratis que comer sin pagar cuando se tiene hambre. Hemos comenzado la revolución contra la propiedad por los bienes culturales o intelectuales, pero supongo que habrá que proceder con algo de rigor lógico y metodológico. Más falta le hacen los objetos materiales a alguna gente. Supongo que si el que tiene la huerta es el sheriff, de la Asociación de Internautas, no le importará que cualquier hambriento pase y se lleve unos pepinos o unas zanahorias. Él pensaba venderlos y sacarse algo de dinero, pero se sentirá más satisfecho así. Y más coherente. Abajo la propiedad, muera el Estado. Eso sí, ahora salgo corriendo al Ministerio a ver qué hay de lo mío.
Por cierto, estoy pensando yo que si ese mismo señor tiene dinerete en alguna cuenta bancaria y entramos un día en plan hacker y se lo cambiamos de sitio, tampoco se molestará. Qué bien. ¡Viva el comunismo! ¡Abajo la represión! ¡Todo el poder a los soviets y las soviats!
Pero antes de entrar un rato en lo de las descargas y la propiedad intelectual, permitan que les dé cuenta de lo que de verdad me intriga. ¿Quién me representa a mí y a santo de qué? ¿Cuántos representantes tengo y cuando los (co)elegí? Un día de estos me voy a meter yo mismo a representante de todo quisque y a ver qué pasa.
Mismamente, internauta yo sí soy, a título individual, personal, particular, no sé cómo decirles. Me gasto mis buenos ratos diarios navegando por la red, subiendo y bajando cosas (aunque no pirateo nada, o casi), dialogando con ustedes, incluso. Bien, pues jamás de los jamases he participado, ni como votante ni como candidato, en unas elecciones para seleccionar representantes de internautas habilitados y legitimados para, en nuestro nombre, negociar con ministros o con “creadores”. Vaya, porque esa es otra. Resulta que hay unos creadores y titulares natos de un intelecto especial y una obra intelectual potente que son los que en mi nombre van a hablar con los internautas que me representan sin representarme. Estoy representado en los dos lados de la negociación, es como si debatiera conmigo mismo. Sí, porque, modestamente, no sé por qué diablos un servidor es menos que uno de esos que llaman cineastas. Yo también, creo, paro obra intelectual: artículos y libros de lo mío y, además, estás entradas de aquí mismo. Qué pasa. O acaso es esto peor y vale menos que una peliculeja cualquiera de costumbrismo cheli y casposo dirigida por cualquier pijillo subvencionado a medias por papá, por alguna ministra propicia de cultura y por unas cadenas de televisión que más bien lo parecen de retrete. A mí –y a ustedes- nadie me pregunta nada, pero todo el día estoy representado en todas partes: como internauta, como “creador” de cosillas, como consumidor, como aficionado al fútbol, como bebedor de ginebras aromáticas y como buen cocinero de pote asturiano. Y sin que nadie trate de averiguar qué opino en verdad de cada cosa.
Se me dirá que, por ejemplo, los internautas están constituidos en asociación, la Asociación de Internautas, y que son los dirigentes de la misma, democráticamente elegidos con arreglo a sus estatutos, los que hablan y negocian con quien corresponda, y que a este menda nadie le impide asociarse ahí y acudir a las asambleas, aquelarres, bajadas de archivos o lo que reglamentariamente venga al caso. Tremendo argumento. O sea, que me representan porque puedo apuntarme a que me representen, pero si no me inscribo, me representan igual. Pues me niego.
Pongan que a uno le gusta comer carne, sus filetitos empanados, sus solomillos poco hechos, el compango de la fabada, un poco de hígado encebollado en casa de los amigos que lo ponen bien, el “pitu de caleya” (trad.: pollo de corral) que nos zampamos ayer en casa de los suegros; y así. Y que, de pronto, se entera de que se ha constituido, en Majadahonda o cualquier otro lugar humilde, una Asociación de Tragones y que deciden que no, que todos vegetarianos, que nada de carnes ni a la brasa ni a la plancha ni asadas y que cada cual a la acelga y el brócoli. Se van al Ministerio de Sanidad y le comen la oreja a la Pajín, único exceso incongruente, y cada vez que se tropiezan a un parroquiano tomándose su chorizo criollo o unas mollejas, lo ponen de vuelta y media, de retrógrado y fascista para arriba. Y cuando ese ciudadano amaga rebeldía o pide explicaciones, le salen con que él está comiendo y ellos son los representantes de los que comen y que no hay más que hablar y marica/o el que no salte y aplauda. Y que no se te ocurra defender la vianda de los carnívoros en medio alguno, ni siquiera en una entrada del blog tuyo, porque te mandan la caballería de los improperios después de haberte dejado temblando con unos insultos previos de la artillería. Pues cómo puedes oponerte tú a los designios de la Asociación de Internautas o la de Tragones, si tú también navegas por el ciberespacio y deglutes, ¿eh?
Bromas o caricaturas aparte, esto de la representación ciudadana hemos de tomarlo en serio un día de estos. Pase que la representación política propiamente dicha esté en entredicho porque los partidos se han vuelto un nido de pajines y zapateros y rajoyes y aguirres y porque la ley electoral parece hecha por algún nieto pijoprogre de Franco, pero lo que no tiene presentación es que pasemos de una mala representación democrática a una representación sin democracia y por la cara. Soy internauta como el que más y no estoy, quizá –es un suponer, tampoco lo he pensado mucho- contra la Ley Sinde o contra otra de ese estilo. ¿Qué hago? ¿Fundo otra asociación de internautas? ¿Me afilio a la que hay y hago mi guerra desde dentro? ¿Y quién me protege ahí de los gorrazos y vela por mi libertad de expresión, por cierto?
El otro día vi en los periódicos varias fotos del que manda en lo de los internautas asociados y del de la Academia de Cine. Estaba todo el país contentísimo porque se habían entendido bien y habían comenzado a negociar entre ellos los contenidos debidos de la ley que sobre descargas en la red ha de venir. ¿Quién es esa gente para acordar las normas de mi país? ¿A qué cuento hablan ellos por mí? ¿Cuándo fue la revolución, el golpe o la revuelta que les ha dado el poder y la gloria? ¿Desde cuándo y en virtud de qué precepto constitucional entran en juego ellos cuando el Parlamento toma una decisión que no gusta a tales o a cuales?
Eso por un lado. Luego lo de la propiedad, aunque sea intelectual. Tengo un vecino que está forrado y cultiva una huerta hermosísima. Planta de todo y riquísimo, patatas, judías, calabazas. Y los frutales, que en su estación dan peras, manzanas, cerezas. De vez en cuando me regala un cesto de algo. Pero alrededor hay gente con antojo de frutas u hortalizas y a esos no les da, o no cuando les apetece. Creo que van a entrar en la finca del otro por la brava cuando les dé el capricho. Lo han decidido en su asamblea de Frutimaniacos Compulsivos. Además, los avalan el hambre y la justicia social.
Porque digo yo que si estamos por la socialización de la propiedad, por el comunismo total, lo estaremos en todo. A ver quién nos va a convencer de que es más importante ver una peli gratis que comer sin pagar cuando se tiene hambre. Hemos comenzado la revolución contra la propiedad por los bienes culturales o intelectuales, pero supongo que habrá que proceder con algo de rigor lógico y metodológico. Más falta le hacen los objetos materiales a alguna gente. Supongo que si el que tiene la huerta es el sheriff, de la Asociación de Internautas, no le importará que cualquier hambriento pase y se lleve unos pepinos o unas zanahorias. Él pensaba venderlos y sacarse algo de dinero, pero se sentirá más satisfecho así. Y más coherente. Abajo la propiedad, muera el Estado. Eso sí, ahora salgo corriendo al Ministerio a ver qué hay de lo mío.
Por cierto, estoy pensando yo que si ese mismo señor tiene dinerete en alguna cuenta bancaria y entramos un día en plan hacker y se lo cambiamos de sitio, tampoco se molestará. Qué bien. ¡Viva el comunismo! ¡Abajo la represión! ¡Todo el poder a los soviets y las soviats!
11 comentarios:
Hace tiempo que Fernando Savater lo explicó bastante bien aquí.
Todos se le echaron al cuello. Y a mí también por decir que me parecía bastante sensato lo que escribía.
Los que defienden el gratis total siempre se quedan sin argumentos, y mezclan churras con merinas pero les da exactamente igual. El tema ya aburre.
Pues veamos. Al artículo de Wert -quien viene de donde viene, por lo cual, pocas sorpresas- le veo tres componentes esenciales. Uno, utiliza como eje de su construcción una comparación incierta y demagógica -la de los derechos de objetos no replicables con los derechos de objetos replicables-. Dos, emplea el señuelo de la discusión moral (de su moral de él, se entiende), para a continuación ponerse ciego a atribuir culpas indemostradas por pura asociación, del título para abajo. Tres, soslaya el punto fundamental del análisis de la (para mi infame) ley Sinde, que es el de dar preeminencia injustificada e incontrolada -todavía más, cabría decir, considerando el pie del que desde siempre cojea la doliente democracia nuestra- al poder ejecutivo. Este tercero es el más grave, porque además se permite la frasecita insidiosa "Pero es evidente que las ganancias en garantías podrían traducirse en pérdidas de efectividad" (sexto párrafo), dando a entender que la efectividad bien valga algún que otro tejemaneje con las garantías. Encuentro repugnante esa ambigüedad - estando el sistema de garantías consagrado por la Constitución.
Encuentro curioso, para un adalid de la discusión moral, que firme come "sociólogo" y que no revele transparentemente sus intereses en Demoscopia, en Sofres A.M. y en Inspire Consultores, es decir, metido hasta los corvejones en el fértil negocio de la sociología al mejor postor, y del estudio de la audiencia de medios. Actividades, como bien se sabe, notoriamente independientes del mercado de distribución audiovisual. Ja, ja, ja. Digamos que por su parte, El País se cubre de deontológica mierda espesa al dejarlo firmar sólo así, pero bueno, ahí tampoco tenemos nada nuevo. Con tribunas y tribunos así hemos llegado hasta la linda situación presente.
En cuanto al análisis que se desarrolla en esta entrada, estoy de acuerdo. La falta de representatividad real, y la invención abusiva y autoatribución desvergonzada de la misma es un buen indicio, normalmente, de que hay algo podrido en el asunto.
Salud,
Estimado un amigo:
Me deja usted completamente convencido con su análisis del artículo de Wert, palabra que sí. Desconocía por completo, lo confieso, todo lo que había detrás del nombre. No queda dónde caerse muerto,este país es una calamidad.
Salud.
Por aquello de que incluso los consultores gozan de garantías, preciso que no he podido verificar si en la edición de papel aparecían esas mínimas informaciones sobre el tribuno en cuestión, porque no compro el diario. A ver si pillo alguna copia que vague por la oficina (¡leída por muchos y pagada por uno solo, nefando horror de nefandos horrores! comprenderán ustedes que deba actuar con sigilosa discreción culpable).
Si efectivamente el vacío informativo se confirma, el resbalón es importante. Allí donde se hace periodismo serio, uno de estos deslices cuesta la carrera de articulista, y dos, la de redactor.
A ver si en algún momento podemos hablar de la materia efectiva que hay detrás de la temida "copia digital", porque se podrá razonar, digo yo, a pesar de los consultoretes.
Salud,
Primera cuestión:
Caso 1: Yo compro un DVD, lo veo, lo recomiendo a un conocido a quien se lo presto. Lo ve en su casa y me lo devuelve. Paga una persona y disfrutan dos.
Caso 2: Yo voy a un bar, pido un café, lo pago y, mientras lo tomo, leo el periódico sin pagarlo, al igual que muchos clientes ese mismo día. Paga uno y disfrutan unas decenas.
Caso 3: Yo compro un DVD, lo cargo en un servidor de internet y permito que quien quiera lo disfrute. Paga uno y disfrutan unos miles
Pregunta: A parte de las numéricas, ¿qué diferencias hay entre estos casos? ¿Por qué no hay tribunas pidiendo que se acabe con la lectura de periódicos en los bares o con el préstamo de libros o DVD´s entre particulares?
Segunda cuestión: La “Ley Sinde” es una aberración jurídica se mire por donde se mire: nefasta técnica legislativa, colada de forma abstrusa en una disposición para intentar evitar el debate público y contraria a los principios del Estado de Derecho. Todas estas comisiones especiales con control jurisdiccional en un procedimiento sumario –y consecuencias materialmente plenarias en este caso-, aparte de ser una afrenta a nuestro régimen libertades –recuerda a las regularizaciones de los antiguos jurados tributarios- esconden el auténtico problema de la garantía de derechos en España: la justicia es lenta y, por tanto, ineficaz. Dicen muchos de quienes defienden la Ley que, siguiendo procedimientos ordinarios ante los tribunales no se consigue una protección efectiva por ser esta vía muy lenta. Tan lenta como para defender otros derechos, como el derecho a no recibir una sanción administrativa o a desahuciar a un inquilino moroso. O, ¿es que merece más protección la propiedad intelectual que otras propiedades? No nos engañemos: la propiedad intelectual está tan protegida en España como cualquier otro derecho, pero el lobby cultural quiere, una vez más, estar mejor tratado que los demás ciudadanos: subvenciones al cine, subvenciones a los periódicos, publicidad institucional, premios varios, saraos a cuenta del contribuyente y ¿además su propio órgano jurisdiccional para que no tengan que hacer cola como el resto?
La protección de la propiedad intelectual debería comenzar por definir su auténtica naturaleza jurídica –como apuntaba Un amigo, no es lo mismo el derecho sobre un objeto replicable que sobre uno no replicable- poniéndola en relación con el mejor modo de explotar comercialmente esa propiedad. Y una vez hecho eso, o antes, o al mismo tiempo instaurar una Justicia rápida, eficaz e independiente.
Coda: “Pero es evidente que las ganancias en garantías podrían traducirse en pérdidas de efectividad.” Esta sentencia encierra la tesis central del artículo de Wert: es mi negocio y hay que protegerlo. “Sea como sea”.
En la actual discusión pública hay demasiados falacias, hermosas y relucientes ellas. A ver si logro señalar algunas:
1) Falacia de la medida única, imprescindible y específica. No es creíble decir que ahora "sólo" se actúa contra estas malvadísimas webs, cuando en la última década hay una larga cadena de acciones, más o menos forzadas todas ellas, que apuntan en la misma dirección - la de restringir la libertad de intercambio de archivos, sin importar qué caiga con ello. Me atrevería a decir, regocijándose con lo que caiga con ello, porque mejor se controlará al rebaño. ¿Pretenden que nos olvidemos de la historia reciente? ¿Pretenden que ignoremos que los poderes fácticos ven con irritación cualquier manifestación de libertad, y más en interné? Suele ir acompañada por la falacia de la omnipotencia de la güeb y de la intocabilidad de los internautas. Ya llevamos años viéndolas. Lo que ocurre es que les da rabieta que cada mazazo que creen 'definitivo', 'imprescindible', se les dé la vuelta, y se les escapen los archivos por otro coladero en el que no habían pensado.
2) Falacia de la indefensión. Si hay algo ya protegido y archiprotegido en nuestra sociedad es la propiedad privada, venga ya. Especialmente la de los poderosos. Están los Estados modernos montados para ello. Pero la distribución comercial de la cultura se ha vuelto un negociete desde hace tiempo, un negociete de unos pocos y para unos pocos. Estas zarrapastradas actuales quieren transparentemente preservar el negociete, cueste lo que cueste. El problema es que está caduco, por sus propias insuficiencias, no por las muchas maldades de los muy malos. Yo sigo viendo que quien hace, promueve, dirige una peli atractiva de veras, se forra, la copie quien la copie. Quien canta bien -y también muchos que no cantan bien, pero eso es otro problema- llena los conciertos con entradas de muchos euros. Y quien escribe una novela resultona, vende un montón. ¿Entonces? ¿Cómo es que la indefensión se produce misteriosamente en unos casos sí y en otros no?
[sigo]
3) Falacia de la ausencia de compensación. También llamada falacia del ‘gratis total’. Se calla al contribuyente que en el actual modelo de producción "cultural" se está obviando -dolosamente, en opinión de más de uno- el principio esencial de no permitir que se pague más de una vez por la misma cosa. El producto "privado" que los wertes de este mundo reclaman que se proteja pasando el rodillo a las garantías de todos … suele estar ya subvencionado públicamente, con los dineros del contribuyente, tanto del que copia como del que no.
Aquí toca dar un puñetazo colectivo sobre la mesa y decirle a estos rinconetes y cortadillos, de una vez, que los que están practicando la replicación no autorizada -del cobro- son ellos. Que el producto que reciba un euro, digo un euro, de subvención pública, ya ha sido pagado por el público. Si les parece poco el pago, que renuncien a las subvenciones, que son libres de hacerlo. También se ha pagado, con creces, cualquier producto que se transmite por una cadena pública o privada con una densidad de publicidad elevadísima – pues se han consumido, para lucro de la distribución audiovisual, millones y millones de horas de los espectadores – esas sí que ‘gratis total’. En el caso de la cadena pública, naturalmente deficitaria, esa transmisión está siendo también proporcionalmente subvencionada con dinero de todos nosotros. Finalmente, cualquier producto que se copia en un medio que ha pagado el canon … pues ha pagado el canon de copia, ¿no querían eso? ¿precisamente por ese concepto? Hasta el que no ha copiado nada está pagando, así que figurémonos.
Perdónenme la expresión puramente técnica: son unos hijos de la grandísima y más desvergonzada ladronzuela bellaca.
[y acabo con el rollo]
5) Falacia del apoyo a la creación. Se calla, finalmente, que el actual modelo de propiedad intelectual ha hecho tierra quemada en algún que otro sector relevante de la cultura. Cito un ejemplo, en un campo donde un poquito me he movido: la música contemporánea. Cuando a un conjunto instrumental o a un coro se le pasa por la mente interpretar una obra contemporánea, el respeto de la legalidad vigente suele generar tales pesadillas que tantas veces, cuando no se cuenta con una estructura administrativa potente –lo que describe la mayor parte de los casos–, la decisión es, a la mierda el último cuarteto de García, ése del 2008, por muy interesante que sea; tocamos uno de Mozart y santas pascuas. No vean ustedes qué cara se le queda a García, y cuán protegido y mimado se siente como creador por estas nobles leyes. Es lo que hay.
Algo parecido ocurre para el fotógrafo en sus primeros pasos que quiere difundir sus obras en los medios. Posibilidades tendentes a cero – ¿y quién se va a meter en líos por una foto bonita? Amos anda, monto un garabato cualquiera y ya tengo ilustrado el artículo.
En fin, me he explayado un poquito. ¡Consultores son lo que nos faltaba! Para aquellos de ustedes que estén generando obra intelectual, me permito una sugerencia: licencias abiertas. Es lo que hago con lo "mío" -ya dejé hace tiempo, para mi fortuna, de creerme autor de nada, y mucho menos de lo que escribo-, y lo que propongo en los proyectos donde intervengo. Lo está haciendo cada vez más gente, asqueada por toda esa sarta de patéticas mentiras. De fábulas de consultorete reconvertido o de filosofín perlinplín. De proteccionismos vetustos que recuerdan a los de la época colonial. ¡Aire! ¿No son esos genios unos genios creadores? Pues que creen, carajo, con sus propios recursos y respetando las garantías constitucionales, un modelo que funcione.
Salud, y buenas noches
4) Falacia del lucro cesante. Se calla que de ningún modo es equiparable la circulación de una copia con el cese de la venta de una copia original. Si impides el acceso a la copia, la enorme mayoría de los usuarios buscará una alternativa de ocio a costo comparable, dice la economía elemental. Y en una de esas se te pone a leer un clásico, jeje, o se vuelve a ver una película que ya compró.
Quien tiene acceso a la copia, por el contrario, y la goza (en caso contrario, puf y se acabó, y lo único que se ha evitado es un engaño comercial, es decir, la venta de un mal producto al precio de uno bueno), es frecuente que derive ese goce hacia otros consumos culturales reglados, en los límites de su renta disponible: el concierto, la adquisición del original de la misma obra o de otras del mismo autor, etc. El visionado de copias tiene un efecto promocional no desdeñable. ¿Tenemos que descubrir américa ahora, y decir que las experiencias culturales aficionan a la cultura? ¿Que abren horizontes? ¿Que suscitan intereses?
Oiga, amigo "un amigo", me ha roto usted la entrada que tenía escrita. Esto que nos ha puesto aquí -mis disculpas por las faenas que le hace el blogger, aunque no sean culpa mía ni pertenezca yo, por desgracia, a esa empresa- lo paso mañana -si me falta tiempo, pasado- a primera plana, pues tiene muchísima miga. Releo ahora la entrada que yo había redactado comentando el comentario de Ángel y la distinción de usted entre bienes replicables y no replicables y me quedo anclado en la más absoluta perplejidad: no discrepo de casi ninguno de los veredictos suyos de usted sobre las falacias al uso y, sin embargo, sigo con ganas de discutir más sobre la propiedad intelectual y las descargas. Bueno, ya vamos estos días poniendo aquí todo ese material y lo comentamos y debatimos.
Salud, y gracias.
De mil amores - mucho hay que hablar sobre cuánto se está agrediendo con silencios y discursos condenatorios los intentos de pensar fuera del pesebre ... digital, que por digital no es menos pesebre.
Ponga en lugar principal la observación de Ángel, que nos ha abierto los ojos articulando una cuestión que yo, al menos, no había atendido suficientemente: en efecto, los lobbies están intrigando para obtener la concesión de una jurisdicción especial, una especie de pasillo VIP en el aeropuerto. Cuanto más pienso en ello, más importante lo encuentro - y más escandoloso, simpático neologismo que escuché en Argentina.
Sólo le pediría una merced, si llevase a cabo su propósito - que edite de un par de buenos tijeretazos los exabruptos impacientes, pues lo que se puede perdonar en un comentario, desentona en cambio cuando se metamorfosea en entrada. Hay que hablar, repito, con las menores interferencias posibles. Y las salidas de tono son eso, dibujos que nos quiebran el canto llano.
[Por lo que toca a las gracietas de blogger, pelillos a la mar - se me antoja que sea puro karma de polemista verborreico.]
Gracias por la consideración, y tanta salud,
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