(Publicado ayer, jueves, en El Mundo de León)
Jueves, 30 de diciembre, cinco de la tarde. Hace justamente una semana. Víspera de nochevieja, media ciudad saliendo a comprar y a organizarse para el fin de año. A mí en ese momento me toca llevar a mi pequeña hija a una consulta médica concertada para las cinco y cuarto en la calle Lope de Vega. Intento entrar desde la plaza del Espolón a Ramón y Cajal. Está cortada. Sin saber qué pasa, desando e intento acceder por el otro lado, por Gran Vía de San Marcos hacia La Inmaculada. Cerrado también y un atasco aterrador. No voy a llegar a tiempo y sigo sin enterarme de qué ocurre. De pronto lo veo. Gente corriendo, chavalillos en pantalón corto o chándal, mayores vestidos de romano o de Papá Noel. Me llevan los demonios, es la San Silvestre “popular”.
Repito, las cinco de la tarde de uno de los días con más movimiento en el centro de la ciudad. Ciudad que tiene unos alrededores hermosísimos y muy aptos para competir en serio o perseguirse con disfraz, para practicar el atletismo o hacer pantomimas con un dorsal sobre el traje de pingüino. A ver por qué no se puede organizar un circuito largo por la zona del campus de Vegazana o en el desierto de La Lastra. Pero no, ponen el espectáculo donde más fastidie al ciudadano y más perjudique al automovilista y a la gente común.
Alguno vendrá con el cuento de que conviene apoyar el deporte para todos. Tiene una gracia que no se puede aguantar. Yo de hecho no la aguanto. El único deporte popular que se veía en aquel trote de friquis era el del pito de los coches. Si algún corredor medianamente serio había, seguro que se habría sentido más cómodo en un buen camino del extrarradio y no en tal maremágnum de bocinas, conductores gritones, municipales desesperados y peatones perplejos al ver pasar a medio gas a un rey Melchor en calzoncillos y con una petaca de calimocho.
¿Pero es que no nos puede dirigir gente normal, con la cabeza sobre los hombros? ¿Acaso los gobiernos, sean de lo que sean, no son capaces de asimilar de una maldita vez que los derechos y las preferencias deben darse, antes que a ninguno, al ciudadano ordinario que hace su vida sin estridencias y no se mete con nadie ni va de guaperas, de listillo o de deportista de pacotilla?
Jueves, 30 de diciembre, cinco de la tarde. Hace justamente una semana. Víspera de nochevieja, media ciudad saliendo a comprar y a organizarse para el fin de año. A mí en ese momento me toca llevar a mi pequeña hija a una consulta médica concertada para las cinco y cuarto en la calle Lope de Vega. Intento entrar desde la plaza del Espolón a Ramón y Cajal. Está cortada. Sin saber qué pasa, desando e intento acceder por el otro lado, por Gran Vía de San Marcos hacia La Inmaculada. Cerrado también y un atasco aterrador. No voy a llegar a tiempo y sigo sin enterarme de qué ocurre. De pronto lo veo. Gente corriendo, chavalillos en pantalón corto o chándal, mayores vestidos de romano o de Papá Noel. Me llevan los demonios, es la San Silvestre “popular”.
Repito, las cinco de la tarde de uno de los días con más movimiento en el centro de la ciudad. Ciudad que tiene unos alrededores hermosísimos y muy aptos para competir en serio o perseguirse con disfraz, para practicar el atletismo o hacer pantomimas con un dorsal sobre el traje de pingüino. A ver por qué no se puede organizar un circuito largo por la zona del campus de Vegazana o en el desierto de La Lastra. Pero no, ponen el espectáculo donde más fastidie al ciudadano y más perjudique al automovilista y a la gente común.
Alguno vendrá con el cuento de que conviene apoyar el deporte para todos. Tiene una gracia que no se puede aguantar. Yo de hecho no la aguanto. El único deporte popular que se veía en aquel trote de friquis era el del pito de los coches. Si algún corredor medianamente serio había, seguro que se habría sentido más cómodo en un buen camino del extrarradio y no en tal maremágnum de bocinas, conductores gritones, municipales desesperados y peatones perplejos al ver pasar a medio gas a un rey Melchor en calzoncillos y con una petaca de calimocho.
¿Pero es que no nos puede dirigir gente normal, con la cabeza sobre los hombros? ¿Acaso los gobiernos, sean de lo que sean, no son capaces de asimilar de una maldita vez que los derechos y las preferencias deben darse, antes que a ninguno, al ciudadano ordinario que hace su vida sin estridencias y no se mete con nadie ni va de guaperas, de listillo o de deportista de pacotilla?
4 comentarios:
...y las procesiones de semana santa, cabalgata de reyes, vuelta ciclista, visita de los reyes, papa o de cualquier mindundi del gobierno, etc.
En cambio, cualquier manifestación de currantes es objetivo de todo tipo de improperios por parte de los mismos que aplauden los anteriores episodios.
¡Bendito papa Noel! Ese sí que es mágico, ni siquiera colapsa el espacio aéreo. Y le importa un bledo la huelga de controladores.
Por cierto, otro barco capturado por piratas.
Un cordial saludo.
¿Quiere Vd. quizás decir, estimada Carmen, que los piratas han hecho una copia no autorizada del Vega V, se la han descargado en su sede de Somalia, y se la están disfrutando entre amigotes, picándose unas patatas fritas y unas cervecitas frescas?
Salud,
Lo hicieron para fastidiarte.Te estas fraguando enemigos. Se enteraron que ibas a pasar por ahí y mira la que organizaron...Espero que sea leve lo de Elsa.
Veo que has cambiado la foto del perfil, muy bonita vista.
feliz año nuevo!
Y EL JÚRGOL.
EL JODIDO JÚRGOL.
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