14 marzo, 2008

Que nos recusen a nosotros

El mundo del Derecho es un mundo de ficciones, una realidad llena de mentirijillas que pasan por realidades de carne y hueso, un reino de fantasía que se superpone sobre el mundo de veras y que acaba por parecer un mundo de veras, de tanto como oculta el otro. Los que viven de ordeñar leyes y de aplicarlas con mimo de amante bandido lo saben bien, aunque disimulen. Lo malo es cuando el pueblo, dizque soberano, también acaba confundiendo los colorines jurídicos con el gris plomizo de las cosas a palo seco.
El Tribunal Constitucional, tribunal donde los haya, amén de Constitucional, que fíjate tú qué nivel, acaba de aceptar la recusación de dos de sus magistrados. No seré yo quien diga que están mal recusados, líbrenme los dioses. Pues he prometido que esta semana no me voy a dar al crispa-crispa y, además, no tengo ganas de que me parta un rayo divino con una rosa en el puño. Tampoco deseo que me caiga en la cabeza un excremento de gaviota azul. En serio, lo digo en serio. Bien recusados están porque, según parece –y cierto será- en una nota interna habían manifestado a sus compadres del Tribu que ellos lo del Estatuto catalán lo veían horrible y fatal. Esa nota supongo que era más mediopensionista que propiamente interna, más pública que privada, pues la debieron de conocer hasta las limpiadoras de tan benemérita casa y, consiguientemente, luego se enteró el Gobierno gobernante, el cual, legítimamente, dijo que no podía ser de ninguna de las maneras y que adónde vamos a parar con el descrédito de un Tribunal que se anda pasando notitas, cual colegiales en clase de mates.
No sé si lo he expresado con claridad, y por eso me repito: me parece muy bien que las limpiadoras (si fueron limpiadores vale igual, ¿eh?) corrieran con el cuento al Gobierno, que para eso tienen tanto tajo en el Tribunal, que últimamente mancha una barbaridad y lo deja todo hecho unos zorros; y me parece estupendo que el Gobierno haya estado en su papel, pues, si últimamente aquí recusa todo zurrigurri, por qué no van a recusar también los que más mandan. Digo más, en esta etapa conciliadora en la que ando metido, ni duda me puede caber de que el Gobierno habría recusado lo mismo si la notita la hubieran escrito otros magistrados y diciendo que el Estatuto estaba fetén y que cómo le vas a meter el dedo en el precepto. Sobre todo esto no admito duda ni discusión. E idénticamente habría procedido el PP si llegan a enterarse ellos de lo de la nota antes que las limpiadoras. Además, y como argumento definitivo, hay que decir que la recusación fue aceptada por el propio Tribunal con el voto libre, sorprendente y difícilmente adivinable de cada uno de sus magistrados. Igual que en ocasiones anteriores, por cierto.
A lo que vamos es a otra cosa. ¿Por qué esta recusación –o las anteriores; sigo previniéndome contra el guguelazo de los guardianes del templo- de esos dos magistrados que dieron la nota? Corcho, pues de cajón: porque se habían formado un juicio previo sobre el asunto que ahora estaban llamados a decidir, lo del Estatuto catalán. O sea, que tenían un prejuicio. Y aquí toca una explicación para los no juristas, que tal vez se creen que todo el monte es orégano y que en el Derecho las cosas son como en casa. En casa tú la tomas con un cuñado con sólo verle el chándal, le dices a tu mujer que no lo soportas, duermes solo el tiempo correspondiente y en la comida del domingo cascas lo que ya se veía venir y habías insinuado: que vaya pintas que se gasta el julay. Es decir, tenías un prejuicio, ya no te apeaste de él y pasó lo que tenía que pasar.
En Derecho es distinto. En materia de tribunales, y más de tribunales gordos, si alguien asoma el prejuicio por debajo de la puerta, aunque sea en forma de nota y no de patita, se le recusa por llegar desflorado al momento de dictar sentencia. Eso nos da muchísimas garantías a los ciudadanos, que, así, sabemos que cuando los magistrados y magistradas conocen del caso, primero no salen de su sorpresa y exclaman aquello de ondia, mira qué caso tan curioso, menudo problemón, no me lo puedo creer y a ver qué pienso yo ahora de esto, sobre lo que no tenía ni opinión previa ni pajolera idea. Es una de las cosas más difíciles de tan importante menester juzgador, el llegar in albis a los casos, sin creencia preconcebida, desprejuiciado, libre de polvo y paja, a dos velas y a verlas venir. Por eso resulta imposible adivinar lo que va a votar cada magistrado constitucional sobre el asunto que sea, por ejemplo éste del Estatut: porque, de mano y mientras no se estudian sesudamente las circunstancias y las alegaciones, ni ellos mismos lo saben. Angelical imparcialidad, juicio prístino, independencia a carta cabal. Y si alguno se ha adelantado a la jugada, se ha puesto a pensar por su cuenta antes del pitido inicial y ha dicho esta nota es mía, pues para eso están las recusaciones, que son una garantía muy garantizadora.
Eso en el Tribunal Constitucional es así porque así debe ser. Y el que lo dude, crispador. Lo que pasa es que los medios de comunicación difunden una impresión tan errónea como tendenciosa. Desestabilizadores, que son unos desestabilizadores todos. Sí, todos. Porque todos andan haciendo cábalas sobre lo que van a votar los unos y los otros y llamando a los unos conservadores y a los otros progresistas. Habráse visto mala fe mayor. Como si tuviera sentido dedicarse a calificar así a unos magistrados que por definición ni tienen ideología ni pueden tenerla ni están al servicio de nada ni de nadie que no sea su juicio puro e incontaminado, personas que cuando se ponen la toga pierden la memoria y no se acuerdan ni de la madre que los propuso. ¿Qué es eso de que antes de las recusaciones tenían mayoría éstos o aquéllos? ¿Acaso habían escrito alguna nota? Pues no. Pues ya está, nadie puede conocer lo que piensan del tema, porque ni ellos mismos se han puesto a meditar todavía. ¿A cuento de qué lo de que ahora logran mayoría los fieles al Gobierno y el Estatut va a salir bien librado? ¿Cómo que los peperos se han quedado en minoría? ¡Pero si eso es imposible saberlo! Si conociéramos de antemano lo que cualquier magistrado va a votar, porque hubiera enseñado la oreja o fuera una oreja más conocida que el canalillo de Sara Montiel en tiempos, habría que recusarlo, y ni duda cabe que lo recusarían el Gobierno, la oposición y hasta el lucero del alba.
Como eso no es así, como los únicos que tenían idea previa y mala follá con lo del Estatut ya han sido recusados por bien del fair play y de la inmaculada concepción del Tribunal, yo me voy a poner muy serio con cualquiera que insinúe resultados muy previsibles de ese importante juicio de constitucionalidad. Me voy a hartar de enviar cartas de protesta a periódicos y radios, y hasta a los amigos les torceré el gesto cuando me vengan con infundios de ese calibre. Los voy a recusar a todos, por crispadores, por felones y por antipatriotas. Y por dudar de la virginidad jurídica de la Emily & cia. Qué gente, señor, qué gente.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Una aclaración: estas recusaciones no son las correspondientes al recurso sobre el Estatuto Catalán (que ya fueron resueltas en su día), sino al interpuesto contra la modificación de la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional, concretamente la disposición adicional que permite a Emilia Casas seguir presidiendo el tribunal "un poquito más", a pesar de los claros términos de la Constitución en este punto. A esta cuestión se refería la "nota" de Zapata y Calvo. No obstante, es evidente que la llamada "enmienda Casas" va encaminada a mangonear las mayorías en el caso del Estatuto. Por lo demás, estoy de acuerdo, como casi siempre.

Juan Antonio García Amado dijo...

Mil gracias por la aclaración, amigo anónimo. Entono el mea culpa por no leer con esta temporada los periódicos con la calma debida y por confundirme ya con tanta historia del Constitucional.
De todos modos, no cambio el post, para que conste mi error y porque lo que se comenta vale lo mismo para cualquier caso.
Saludos.

Anónimo dijo...

Hola, quería decirle que he colocado un texto suyo en mi blog, evidentemente con su nombre, no creo que le parezca mal, pero si se lo parece lo quito, un saludo, sigo su bitácora.

Juan Antonio García Amado dijo...

Me hace usted un honor, amigo Aulo. Muchas gracias. Y a su disposición.

Anónimo dijo...

Joder casi en los 50, lo que va aprendiendo uno.

Esto significa que si cualquiera preguntara a un miembro del Tribunal Constitucional sobre asunto cualquiera, sea éste general o particular, abstracto o concreto, y éste manifestara opinión cualquiera, ese hecho le incapacitaría para conocer posteriormente sobre dicho asunto.

Si ese miembro no manifestara su opinión, pese a tenerla, mantendría su capacidad enjuiciadora, supongo que salvo que el gesto o el semblante le traicionase, e hiciera sospechar inclinación alguna sobre asunto alguno.

Por tanto, para ser miembro de un Tribunal no hay que tener opinión previa, de pensamiento, palabra, obra u omisión, sobre cosa alguna.

Lo que nos vamos a ahorrar, todos a casa, quedan disueltos los Tribunales.

Anónimo dijo...

Ahora, creo, que nuestros Magistrados del TC deben ser todos rawlsianos. Lo digo por que quizá se encuentren el "la posión originaria" y envueltos en el velo d la ignorancia.