Andamos todos blindados o en trance de ser blindados. En tiempos pasados de mayor comedimiento se reservaba la idea del blindaje a las cautelas tomadas para la protección de vehículos expuestos a los peligros del fuego enemigo o a la bomba de un terrorista. O se solía blindar el aparato genital femenino por medio del cinturón de castidad cuando el varón marchaba a las Cruzadas a rescatar el Santo Grial y temía que su empeño heroico acabara siendo utilizado por algún rijoso para degustar la fruta prohibida. Y se blindaron las cajas fuertes para que Jardiel pudiera escribir “los ladrones somos gente honrada”.
Se ha usado también el blindaje para definir aquellos contratos de directivos que deseaban refugiarse de las excentricidades del mercado.
Hoy, la novedad radica en que se blindan ideas abstractas.
Como otras desgracias de este país, todo empezó cuando se inventaron las competencias blindadas de algunas comunidades autónomas. Un político que no disponga de competencias blindadas es un político sin perspectivas, apto para la feria de un pueblo en sequía, pero para poco más. “Yo tengo blindada la competencia de pesca subacuática de la lubina” y “yo la de semillas de remolacha para ensalada” son conversaciones que se oyen en las conferencias de presidentes. Se establece así una pugna -sana e imaginativa- entre próceres lo que conduce al mayor bienestar de la ciudadanía.
Una competencia blindada es además un magnífico argumento para pedir una subvención al Estado o una línea de financiación extraordinaria, lo que siempre alivia las malas digestiones y las pesadillas.
Aunque la idea es abstracta, hay que decir que las competencias blindadas no vinieron solas sino que son una de las consecuencias producidas por la existencia previa de presidentes blindados, es decir, de aquellos que duran décadas en el usufructo de su poder. Fueron ellos quienes, dándole vueltas al magín y reflexionando sobre su situación inamovible y pétrea, dieron con esta invención magnífica. Y así la conjunción de presidente eterno más competencia blindada da como resultado una estructura política sólida, imbatible y progresista.
Ahora se han blindado las ocurrencias de una Diputación dándole el pomposo nombre de leyes. Alarmados andan quienes están empachados de Montesquieu y de Rousseau e incluso de Aristóteles -y esto último ya son ganas-. Pero a mí me parece de lo más original y de lo más acertado porque tales autores son antiguallas y porque no solo hemos hecho avanzar la teoría política y constitucional -que buena falta le hacía- sino que además ha servido para aprobar los presupuestos generales del Estado del año próximo que se hallaban sesteando en los escaños de sus señorías sin trazas de despertarse ni de hacer nada de provecho. Tratándose por tanto de un objetivo patriótico ¿alguien se puede oponer? Me parece que tan solo un desalmado de manual o los enemigos declarados de la paz y del progreso.
Únicamente falta ya que en España blindemos el buen gusto. O esos sueños nuestros cada vez más helados e invisibles.
Se ha usado también el blindaje para definir aquellos contratos de directivos que deseaban refugiarse de las excentricidades del mercado.
Hoy, la novedad radica en que se blindan ideas abstractas.
Como otras desgracias de este país, todo empezó cuando se inventaron las competencias blindadas de algunas comunidades autónomas. Un político que no disponga de competencias blindadas es un político sin perspectivas, apto para la feria de un pueblo en sequía, pero para poco más. “Yo tengo blindada la competencia de pesca subacuática de la lubina” y “yo la de semillas de remolacha para ensalada” son conversaciones que se oyen en las conferencias de presidentes. Se establece así una pugna -sana e imaginativa- entre próceres lo que conduce al mayor bienestar de la ciudadanía.
Una competencia blindada es además un magnífico argumento para pedir una subvención al Estado o una línea de financiación extraordinaria, lo que siempre alivia las malas digestiones y las pesadillas.
Aunque la idea es abstracta, hay que decir que las competencias blindadas no vinieron solas sino que son una de las consecuencias producidas por la existencia previa de presidentes blindados, es decir, de aquellos que duran décadas en el usufructo de su poder. Fueron ellos quienes, dándole vueltas al magín y reflexionando sobre su situación inamovible y pétrea, dieron con esta invención magnífica. Y así la conjunción de presidente eterno más competencia blindada da como resultado una estructura política sólida, imbatible y progresista.
Ahora se han blindado las ocurrencias de una Diputación dándole el pomposo nombre de leyes. Alarmados andan quienes están empachados de Montesquieu y de Rousseau e incluso de Aristóteles -y esto último ya son ganas-. Pero a mí me parece de lo más original y de lo más acertado porque tales autores son antiguallas y porque no solo hemos hecho avanzar la teoría política y constitucional -que buena falta le hacía- sino que además ha servido para aprobar los presupuestos generales del Estado del año próximo que se hallaban sesteando en los escaños de sus señorías sin trazas de despertarse ni de hacer nada de provecho. Tratándose por tanto de un objetivo patriótico ¿alguien se puede oponer? Me parece que tan solo un desalmado de manual o los enemigos declarados de la paz y del progreso.
Únicamente falta ya que en España blindemos el buen gusto. O esos sueños nuestros cada vez más helados e invisibles.
2 comentarios:
Pues no, ya ve usted. Para estar blindado hay que ser bancario o político...
http://www.elmundo.es/suplementos/cronica/2009/731/1255816803.html
Un cordial saludo.
Quería decir banquero, taclaro.
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