04 octubre, 2009

Un ramo de flores

Salí del ascensor con el ramo de flores bien sujeto, a la altura del pecho, y mi sonrisa mejor. Di los buenos días a los dos varones fornidos y trajeados y pasé entre ellos para ir directo al timbre. Alcé la mano libre para arreglarme el cuello de la camisa. Fue entonces cuando me asieron por las axilas y me levantaron como si fuera un muñeco. Luego, uno de ellos golpeó la puerta con los nudillos y la puerta se abrió.
Llegué al gran salón sin tocar apenas el suelo. Sentada en un llamativo sillón, la mujer tenía las piernas cruzadas y fumaba. Su pelo era muy negro y lo llevaba peinado como una actriz de los años setenta. En la pequeña mesilla del centro reposaba una copa de vino a medio beber. Los rasgos de la dama eran bellos y su mirada firme. La reconocí enseguida, la había visto en algunas fotos. Me dijo que me sentara y me sentaron en un sofá como se arroja un objeto a la papelera. Ella los miró con una pizca de reproche. Yo seguía con las flores estúpidamente apretadas, como si fueran un escudo. Entonces ella habló:
- Mi marido no va a venir, créame que lo siento. Ha tenido que ser así. Ahora sólo deseo que usted me cuente algunas cosas.
Unos dedos como tenazas me apretaron el cuello desde atrás. El ramo cayó con un lamento de celofán.

1 comentario:

Carmen dijo...

¿Continuará?

Una pregunta: ¿en qué se basan para pagar rescate ante un secuestro? Gracias.

Un cordial saludo.