05 mayo, 2011

Turismo alternativo

(Publicado hoy en El Mundo de León)

El paro crece, la moral baja, las instituciones se corrompen, los partidos degeneran, los pisos no se abaratan y las hipotecas suben. Como para lanzar cohetes estamos. Ya casi ni se oye aquello de que el turismo puede tirar de nuestra economía, aunque las desgracias de otros países nos estén ayudando para que los viajeros vengan al nuestro. Mejor ver una ruina que meterse en una guerra pensarán noruegos o alemanes, mientras empacan chanclas, cremas y antiácidos para visitarnos.

Con todo, a mí me parece que aquí, en León y alrededores, podríamos seguir buscando la excelencia turística. Lo ideal sería que en algún municipio de los grandes y bien poblados pudiéramos enseñar cosas muy notables que en otros lugares no existen. Ya imagino los buses repletos de guiris ansiosos por contemplar el prodigio, y hasta nuestros compatriotas llenarían el nuevo aeropuerto para venir a observar, atónitos, lo que en ninguna otra parte se ve. No, no voy a insistir en las joyas de San Isidoro, San Marcos y la catedral, sino en otras sorpresas muy exclusivas que ojalá tuviéramos. Piensen qué gran publicidad podríamos hacer y cuánta curiosidad despertaría en el mundo entero un municipio leonés, de los sonados, del que pudiéramos demostrar que reúne todas estas características inverosímiles: a) no tiene funcionarios metidos a dedo o internamente promocionados; b) no está endeudado hasta las cejas, o casi; c) sus concejales son gentes con oficio propio, al que podrán volver, tranquilos, el día que se les termine el cargo; d) no hay partidos bisagra ni con liguero ni que hagan la esquina; e) no se usaron los dineros del Plan-e para perpetrar ninguna obra que fastidiara a los ciudadanos; f) el carril bici no ha quitado plazas de aparcamiento en la ciudad; g) no se aprovechó el boom de la construcción para hacer barrios fantasma; h) nunca se ha visto un concejal de urbanismo de timba ni francachela con una pandilla de constructores y promotores del ladrillo. Y así.

Ahora que están de moda los empadronamientos furtivos y los domicilios por horas, creo que hasta un servidor se marcharía a vivir a ese ayuntamiento de ensueño para ver, con orgullo, cómo los turistas hacen cola para llevarse unas piedras de recuerdo.

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