09 julio, 2005

Terrorismo y pobreza

Publicado en: La Nueva España, 10 de julio de 2005.

Un nuevo atentado y vuelta a escuchar la misma cantinela. Cada vez que el islamismo fanático mata en Europa o Norteamérica desfilan por las radios y los periódicos los que nos cuentan que la razón última de ese terrorismo es la pobreza que sufre una parte del mundo, pobreza de la que somos responsables los ciudadanos del Occidente desarrollado, debido a nuestro consumismo desaforado, al neoliberalismo que invade nuestras economías y nuestras políticas, a la explotación que los países ricos hacen de los países pobres y un largo etcétera de vicios nefandos de los que, al parecer, colectivamente somos culpables.

Lo que con contundencia quiero decir de semejante tesis es lo siguiente: es una estupidez. Es cierto que en el mundo hay mucha injusticia, es verdad que hay países y empresas que se enriquecen a costa de la explotación de una parte de la humanidad, qué duda cabe de que el egoísmo de los ricos alguna responsabilidad tiene de que tantos millones de personas vivan en la indigencia. Que hay que luchar en el terreno pacífico de la política y la movilización ciudadana para cambiar ese estado de cosas también parece fuera de toda duda. Pero de ahí a defender que existe una relación de causa a efecto entre esa situación de injusticia planetaria y ataques terroristas como el que acaba de padecer Londres va una gran distancia. Veamos por qué.

1. Esta no es una guerra de pobres contra ricos, porque es más que sabido que quienes dirigen, financian y animan estos ataques terroristas son individuos, grupos y Estados bañados en oro, aunque sea oro negro. Y que una mayor justicia mundial comenzaría, precisamente, por acabar con sus indecentes privilegios.

2. La riqueza y el potencial económico de los Estados de los que proceden la inmensa mayoría de tales dirigentes e inspiradores es enorme, tanto que con un mínimo de reparto podrían vivir sin rastro de penuria absolutamente todos sus ciudadanos. Si no ocurre así no es porque falten medios económicos, sino porque tales Estados están en manos de teocracias medievales y castas privilegiadas, los unos, o de dictadores cleptómanos y ególatras, los otros. O ambas cosas.

3. Es verdad que muchos de los activistas que más arriesgan y de los terroristas suicidas que se inmolan sí provienen de las capas más desfavorecidas. Pero eso es y ha sido así siempre y en todas partes. La pobreza conlleva, por lamentables razones obvias, incultura, y todas las tiranías, todas, han reclutado su carne de cañón entre los menos formados, que son los que mejor se creen las risibles promesas de paraísos futuros sobre la tierra o después de la muerte en combate. Los pobres que aparecen en estas historias son los pobres idiotas a los que sus jefes inducen al martirio, como siempre ha ocurrido, también entre nosotros. Así que nada de ese cuento romántico de que los oprimidos toman conciencia de clase y se lanzan a la lucha por un mundo más justo y una mejor distribución de la riqueza. Mentira, se inmolan por fanatismo y alienación religiosa.

4. Nada más lejos del espíritu de tal terrorismo que el propósito de aumentar la justicia del mundo redistribuyendo mejor los bienes. No quieren acabar con los pobres, no, sino instaurar teocracias que terminen definitivamente con lo que de igualitarismo, derechos y justicia social se haya podido lograr en Occidente. ¿Pero alguien se puede creer en serio que detrás de las bombas traen un programa de redistribución mundial de la riqueza?

5. Si, como dicen tantos, la guerra es contra el capitalismo y el imperialismo, ¿por qué la inmensa mayoría de las víctimas de estos grupos son árabes pobres? No conviene olvidar que la principal sangría la hacen precisamente en los países árabes y entre la población más necesitada. Por cierto, ¿cuándo salimos de manifestación contra el masivo asesinato de civiles iraquíes a manos de la llamada insurgencia? Y de paso protestamos también contra Bush, de acuerdo; lo uno no quita lo otro, supongo.

6. No estamos ante una revolución sangrienta en pro de la justicia social internacional, sino ante un propósito declarado de guerra religiosa. No se quiere combatir al rico ni al explotador, pues en tal caso deberían empezar por atacar a ciertas monarquías árabes corruptas, opresoras y cubiertas de dólares. No, se quiere exterminar al infiel, e infieles somos todos los que no abrazamos ciertas versiones de determinado credo religioso. Y así lo declara Al-Qaeda cada vez que amenaza o reivindica un atentado. ¿Por qué nos empeñamos en no creerlos e insistimos en que la culpa está en nosotros?

7. En el mundo hay poca justicia, muy poca. Pero de esa poca, la mayor parte está en Occidente, donde el Estado se ha separado de la religión, a los ciudadanos no se les mata por tener una fe religiosa o por no tener ninguna, el Estado garantiza, mal que bien (en algunos países muy bien), la sanidad para todos, la educación obligatoria, la igualdad de la mujer, la jornada laboral máxima o el salario mínimo. Con fallos, sí, que debemos superar. Pero comparemos con cómo se las gastan donde gobiernan los cómplices y correligionarios de los que ponen esas bombas. Que queramos mejorar la justicia en nuestros países y en el mundo es absolutamente legítimo. Pero creer que contribuimos a ese fin al buscar para esos atentados explicaciones sociales o excusas morales es propio de verdaderos masoquistas frívolos.

8. Nada de lo anterior significa que estemos ante una guerra de civilizaciones, o que todos los musulmanes sean fanáticos peligrosos, o que debamos reprimir aquí a nadie por razón de su raza, su origen o su fe, o que haya que limitar las garantías que el Estado de Derecho ofrece a todos, etc. Supone simplemente que hay un grupo de asesinos que por razón de su fe quiere acabar con las libertades, el bienestar presente de muchos y el posible bienestar futuro de más, incluidos los que hoy son súbditos y esclavos en ciertos países árabes. Así que llamemos a las cosas por su nombre y aprendamos de una maldita vez qué nos estamos jugando. Lo que está siendo atacado no es el capitalismo, es la libertad, la tolerancia y democracia. Y el que prefiera lo otro, que lo diga claramente.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Parece mentira lo difícil que es leer algo así: evidente.

Buen principio. Me remitió aquí G.S., amiga común; también Vd. y yo nos conocemos (je, je). Espero que se acostumbre a copiar sus artículos, que he leído en otras ocasiones y suelen gustarme.

Con todo mi morro le recomiendo una modificación técnica: el texto principal se leería mejor si estuviera ajustado a la izquierda de la página y no a la derecha.

Publicitaré su blog en mi hábitat natural, el de Arcadi Espada, en donde soy mucho más pesado. Nos veremos por aquí. Un saludo y buena suerte, Toño.

Anónimo dijo...

Se puede decir más alto (con mayúsculas, en este caso) pero no más claro: qué difícil es leer en los medios de comunicación lo que a muchos nos parece evidente. Luego todo se puede matizar y suavizar y ponderar y analizar desde muchas perspectivas distintas, pero ¡cuántas discusiones absurdas e improductivas se evitarían si, al menos, tuviesemos claro un punto de partida 'evidente'!
Mercutio: ha sido un placer. Hasta otro encuentro.

Anónimo dijo...

Lo que siempre he tenido en la punta de la lengua y nunca he podido decir, me lo has plasmado aqui literalmente.-
Gracias Toño.-