07 mayo, 2006

Póngale nombre a su realidad territorial.

Qué tanto criticar, tanto criticar. Que somos unos maledicentes, unos malpensados y unos malandrines, hombre. Que no le damos al poder todo el crédito que merece ni a nuestros políticos el respeto que en buena lid se ganan con su creatividad y su sacrificada entrega a la mejora de nuestra convivencia. Yo, modestamente, entono el mea culpa y prometo no volver a hacer bromas con la realidad territorial casquivana del Estado este. Palabra. A mí me parecía cosa de desorden y eufemismos, pero ya entendí, al fin, que no es eso, que se trata de un Estado como todos los demás, pero con nombres a la carta. Que era broma, vamos, que ni pretenden ser naciones las que se definan como naciones, ni cuasinaciones las que se autodenominen realidades nacionales, ni municipios los que tengan sustancia municipal, que no. Que cada cosa es lo que es y todas iguales, pero, eso sí, se puede elegir el nombre y el mote con total libertad. De la misma manera que un niño y otro niño son dos niños iguales como niños y con los mismos derechos, pero a uno se le llama, pongamos por caso, Borja Alejandro y a otro John Mikel. Y, para evitar confusiones, se les puede añadir un alias. Eso ya lo habían inventado en mi pueblo y en todos, y a mí se me había olvidado. Uno es fulano de tal, el Carixu, o funana de cual, alias Vicentona.

Pues de la verdad de tales cosas he tenido conciencia ayer mismo, al leer la entrevista con Manuel Chaves, alias Muchopapo, que publica La Nueva España, de Oviedo. Miren estos párrafos, so incrédulos, y recapaciten:

Pregunta. -No sé si tiene una imagen de Asturias, pero ¿cómo cree que debería definirse?
Respuesta-Cada comunidad ha de elegir definirse como considere oportuno en función a lo simbólico. Lo que conozco de Asturias me da la imagen de un pueblo con singularidad y hechos diferenciales muy pronunciados en cuanto a historia, señas de identidad, cultura, habla y condiciones socioeconómicas que la caracterizan.

¿Se dan cuenta? En cuanto lo leí empecé a notar picorcillos en los hechos diferenciales y como una ansiedad por ponerles nombre apropiado. Mas no nos hagamos ilusiones, no creamos que si, por ejemplo, nos da a los asturianos por denominarnos imperio astur-húngaro, cosa que suena de collones (no es una palabrota, es hecho diferencial también), vamos a tener ventajas sobre otros o se nos va a aparecer Sisí en lugar de Zizi. No. Chaves ha dejado bien clarito que lo del nombre es divertimento y caprichito que no conduce a ventajas ni privilegios. Vean, si no:

(Chaves)- (...) Le doy importancia y la ciudadanía también porque la gente no quiere ser más que nadie, pero tampoco menos. Pero no es el tema más importante. Para mí tienen tanta o más las competencias de la comunidad, la financiación, la igualdad entre hombres y mujeres, la inmigración, la participación en Europa... Cuando buscamos definiciones entramos en lo simbólico. La denominación que se dé a cada comunidad autónoma no puede representar niveles competenciales mayores o agravios entre unas y otras. El nuevo Estatuto de Andalucía no es mimético del catalán, pero sí equiparable.
Pregunta.- Fuera de lo simbólico, Cataluña pide que el Estado invierta allí el 13% porque es lo que aportan al PIB. Ustedes piden el 18 por la población. Si cada uno exige por el criterio que más le favorece, la suma de todos será superior al 100%.
Chaves.- El Estado será el que determine porque tiene los instrumentos de solidaridad y es el que aprueba los Presupuestos Generales en los que buscará los medios para el equilibrio entre todas las comunidades. Los estatutos no fijan cantidades, sino criterios, pero el Estado decidirá. La financiación no se puede fijar bilateralmente, sino multilateralmente entre las comunidades y en el Consejo de Política Fiscal y Financiera.

¿Ven? Que no importa, hombre, que no, que da igual que tu Estatuto llame a tu tierra nación o circo, pues con eso ni se pretende ser más que nadie ni marcar mejor paquete ni trincar más del presupuesto general; que no, que la pasta se va a seguir repartiendo como antes, igualito, y todo esto de los nombres y los motes es por pasar el rato y alimentar la imaginación decaída de los parroquianos. Pero ¿no queremos darnos cuenta de que esto mismo está Chaves más que harto de repetirlo cada dos por tres en Euzkadi y Catalunya? Vea, es lo mismo que nos viene recalcando Maragall y lo mismo que va a hacer posible que finalice en boda y consumación el proceso de paz con los gudaris que siempre matan de frente. Pues claro. Usted, Fernandez, de rodillas contra la pared por haber dudado de todos ellos, hala.

Aprovechemos las lúdicas posibilidades que nos brinda la generosidad semántica de la santa alianza gobernante. Nos dejan que nos llamemos como nos dé la gana. Jo, qué bien. Cómo lo vamos a pasar. Llevo desde ayer pergeñando propuestas en mi cabeza. Tengo ya el seso caliente de tanto menear las realidades territoriales que quiero. Por ejemplo, mi Asturias, patria querida, propongo que se autodenomine Sacro Imperio Astur-Celta. ¿Y qué tal un León solo que se llamara República Caribeña de la Meseta Septentrional? Total, si es por jugar... Ya se sabe, y bien lo recalca Chaves, que no por ello nos va a llegar antes el tren de alta velocidad; pero al menos te entretienes haciendo el gilipollas. Algo es algo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Si es que es verdad, estamos haciendo el gilipollas. Yo mejor seguiré con lo mío.
Puesto que no sabemos lo que es la justicia, por lógica no sabemos asimismo lo que es una injusticia, por lo que el Derecho a la larga o a la corta debe volver hacia el positivismo científico ¿ o no?
¿No hay algún filósofo de guardia, por favor?