01 enero, 2007

Una menos

Carajo, esta sí que es buena. Llego a casa tarde en la tarde, tras uno de los eventos anuales que menos invitan a la concupiscencia, como es la comida familiar –en el sentido amplio de familia- de primero de año, que sigue a la de Nochevieja –la comida puntilla, pues-, echo un vistazo a las versiones electrónicas de los periódicos y me encuentro en ABC una noticia que me reconcilia con el mundo: “Britney Spears renuncia al sexo”. No es para siempre, sólo por seis meses. Pobre mujer, qué le habrá pasado, pienso. Quizá una delicada operación, puede que una molesta punzada, tal vez una erupción inoportuna; o que se le apareció algún angelote para explicarle las virtudes de la santa castidad. Pero no, es que está harta. Hija, es que tanto triquitraque y dale que dale no te deja para nada. Lo que le pasa a usted, querido lector, cómo no vamos a comprender a la pobre Britney.
Miren cómo lo explica, según el periódico madrileño, que lo toma de un diario noruego: “la famosa artista ... quiere curar su desenfrenado deseo sexual con esa dieta tan singular. Asegura Britney que el amor aunque parte fundamental de su vida ocupa demasiado espacio en su existencia y que quiere de momento apostar fuerte por su carrera”. Cambian los tiempos que es una barbaridad. Ahora hasta el ABC reconoce sin empacho que el amor es sexo y lo demás vaya usted a saber qué. Sea como sea, es una idea a la que se apuntarán más de cuatro. ¿Que usted es uno de esos que no se comen un rosco ni tiene al año una noche buena? ¿Que sus amigotes le hacen bromitas pesadas a costa de la abstinencia que ellos, incautos, creen forzada? Pues reaccione, amigo, no se deje comer la moral tan fácilmente. Diga que está siguiendo el método Britney, que se cansó, que se dio cuenta de que no le quedaba tiempo para nada cuando se pasaba los días y los meses encamado con variadas doncellas. Que está probando por seis meses y que si le va bien seguirá así un rato más y que no saben los otros lo que se pierden y que qué paz, qué concentración, qué bienestar. Hasta puede añadir que se está reencontrando consigo mismo. Tiene que ser una gozada eso de que le pregunten a uno si es que no le gusta el tomate y poder responder que sí, pero que se ha tomado un descanso, una pausa para reponerse.
A un servidor ya lo pillan muy mayor para experimentos vitales de tanta hondura, sin contar con que no hace tanto que firmó unos papeles que, creo, incluyen esa prestación entre otras. Pero me gustaría saber más del sistema Britney. ¿Qué pensará hacer en los ratos libres? ¿Leerá a los clásicos? ¿Se matriculará en Biblioteconomía? ¿Abrirá un blog? ¿Ingresará en un monasterio? ¿Se dará al sudoku? ¿Y cómo se armará frente a la más que probable tentación de la carne? ¿Recurrirá al bromuro aquel que en la mili –ay, qué viejo soy, hasta hice la mili- nos ponían en el arroz a la cubana? ¿Se instalará un cinturón de castidad y tirará la llave a un charco? ¿Engordará? Porque, por lo que cuentan, su propósito es radical, ya que su promesa de año nuevo consiste exactamente en “renunciar al sexo durante los primeros seis meses de 2007 y permanecer totalmente pura sin contacto alguno físico o sexual”. ¿Llegará al extremo de no dar la mano al que como saludo se la ofrezca? ¿Eludirá el beso en la mejilla que es costumbre cuando te presentan a alguien? ¿Evitará incluso el contacto físico con su propio físico? Queremos saber. Y usted, querido/a amigo/a, ¿cómo lo hace? Lo de las largas temporadas, digo. Puede que a Britney le interese conocer su método para tomar ejemplo.
Es posible que alguno/a de ustedes hasta tuviera a la Spears en el punto de mira, agazapado/a a la espera del momento oportuno para seducirla a base de artes malas y buenas. Pues tenga paciencia y no moleste a la muchacha, compadézcase de ella y solidarícese con su encomiable propósito. No sea ansioso/a y reconozca que no le importa tanto esperar seis meses más. Imagínese luego...

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