En La Nueva España de ayer apareció la siguiente carta del profesor Sosa Wagner al rector de la Universidad de Oviedo.
Quien quiera saber cómo ha quedado el tema de las prejubilaciones profesorales en esa Universidad puede pinchar aquí y ver la noticia de hoy. Las instituciones tienen sus propios principios, de los cuales el primero es el de "pienso, luego existo". Pero ojito, ahí el "pienso" no es en la acepción cartesiana del cogito, sino en la otra, que suele llevar el apellido "compuesto".
Es lo que hay.
Carta abierta al Rector Juan Vázquez. Por Francisco Sosa Wagner
Respetado rector y muy querido amigo, me perdonarás mi atrevimiento al dirigirme a ti por este medio público para comentar tu propuesta relativa a las jubilaciones -voluntarias- del profesorado de la Universidad de Oviedo. Al no pertenecer a ese claustro quizá carezco de título para intervenir en este asunto. Pienso, sin embargo, que tu plan tiene la suficiente importancia general como para que todos los universitarios nos sintamos concernidos por él.
De otro lado, esta pequeña audacia mía al molestarte con mis reflexiones se debe al hecho de la altísima estima intelectual y el gran afecto personal que te tengo. No me arriesgaría por cierto con algunos de tus colegas rectores -quiero pensar que pocos- que son capaces de tomar represalias siniestras contra quienes no los han votado o contra aquellos profesores a quienes odian por sentir celos profesionales o, en fin, actúan movidos por alguna otra tortuosa disposición de ánimo bien alejada de la objetividad académica. No es ése tu estilo, pues te has formado en una escuela en la que tus maestros te han enseñado precisamente lo contrario. Tú tampoco hubieras asimilado a buen seguro otras enseñanzas que no fueran las de la buena crianza.
Doy vueltas a la idea de jubilar a personas con 60 años que ejercen un oficio que no exige fuerza física ni destreza para trepar por un edificio, sino sencillamente afición al estudio y aptitud para ello. Capacidades, pues, de índole intelectual que se van acumulando con los años, más aún que con los años van ganando en perfiles y en seguridad. La formación de un profesor -lo sabes bien- es el resultado de un esfuerzo gigantesco que la sociedad hace para poner a nuestra disposición medios con los que vamos depurando nuestros conocimientos, afinándolos y profundizándolos. Un esfuerzo social al que debemos estar bien agradecidos porque nos coloca en una situación de privilegio frente a la mayoría del resto de los profesionales. Disponer de laboratorios, de libros en nuestros seminarios, de las revistas de nuestras especialidades, todo ello es un lujo que disfrutamos muy pocos siendo obligación nuestra responder lealmente a tanta generosidad.
El profesor que no es un zángano -y puede haberlos, pero son los menos- aprovecha esta circunstancia excepcional para ahondar en su formación, para trabar conexiones entre sus conocimientos, para abrir nuevos caminos en una investigación, para abordar un problema que no había sido suscitado o estaba deficientemente planteado. A partir de ahí, tiene la obligación de transmitir ese caudal de experiencias a las generaciones jóvenes, a quienes se sientan en las aulas de la licenciatura y, después, a quienes ya optan por formarse como especialistas en tal o cual disciplina.
Pues bien, si todo esto es así, ¿de verdad crees que un catedrático de 60 años es intercambiable con un joven de 30? Yo gané mis oposiciones cuando tenía justamente esa edad, 30 años, y, cuando comparo lo que yo sabía entonces y lo que ahora sé, advierto la distancia infinita que hay, en términos de mi formación, entre tales fechas, e incluso me pregunto cómo fue posible que me dieran una cátedra a esa edad. El hecho de haber escrito unos cuantos libros, haber publicado en revistas, haberse subido a la tarima años y años, haber dirigido tesis doctorales y otros trabajos de investigación ¿es algo de lo que se puede prescindir alegremente? Con el criterio que alienta tu propuesta deberían sustituir a los magistrados del Tribunal Supremo por jueces recién salidos del horno de las oposiciones. ¿Te das cuenta el dislate que ello supondría? En ciertos oficios, las personas que los ejercen no son sencillamente idénticas y por ello no son sin más sustituibles.
Si de verdad crees, querido Juan, que un joven recién doctorado puede hacer lo mismo que un catedrático maduro, repleto de horas de laboratorio o de biblioteca, es que no has entendido nada del oficio universitario, lo que no me puedo creer. ¿Qué hay entonces detrás de estas propuestas? ¿Ganas de quedar bien con los jóvenes? ¿Acaso -según oigo- ansias de ahorro en salarios? Si éste fuera el objetivo, se podría empezar por suprimir tantos cargos inútiles de confianza como hay en cualquier Rectorado, tantos viajes -incluso oceánicos- a la nada de las firmas de convenios, el gasto de tantos móviles sonando infructuosamente...
Esta carta mía es probable que carezca de valor y que mis reflexiones sean un puro disparate. Pero créeme que salen de lo más profundo de mis entretelas como intelectual y como profesor. Y si te las transmito, es porque sé que eres bien receptivo a la sinceridad. Un fuerte abrazo de tu buen amigo.
Quien quiera saber cómo ha quedado el tema de las prejubilaciones profesorales en esa Universidad puede pinchar aquí y ver la noticia de hoy. Las instituciones tienen sus propios principios, de los cuales el primero es el de "pienso, luego existo". Pero ojito, ahí el "pienso" no es en la acepción cartesiana del cogito, sino en la otra, que suele llevar el apellido "compuesto".
Es lo que hay.
Carta abierta al Rector Juan Vázquez. Por Francisco Sosa Wagner
Respetado rector y muy querido amigo, me perdonarás mi atrevimiento al dirigirme a ti por este medio público para comentar tu propuesta relativa a las jubilaciones -voluntarias- del profesorado de la Universidad de Oviedo. Al no pertenecer a ese claustro quizá carezco de título para intervenir en este asunto. Pienso, sin embargo, que tu plan tiene la suficiente importancia general como para que todos los universitarios nos sintamos concernidos por él.
De otro lado, esta pequeña audacia mía al molestarte con mis reflexiones se debe al hecho de la altísima estima intelectual y el gran afecto personal que te tengo. No me arriesgaría por cierto con algunos de tus colegas rectores -quiero pensar que pocos- que son capaces de tomar represalias siniestras contra quienes no los han votado o contra aquellos profesores a quienes odian por sentir celos profesionales o, en fin, actúan movidos por alguna otra tortuosa disposición de ánimo bien alejada de la objetividad académica. No es ése tu estilo, pues te has formado en una escuela en la que tus maestros te han enseñado precisamente lo contrario. Tú tampoco hubieras asimilado a buen seguro otras enseñanzas que no fueran las de la buena crianza.
Doy vueltas a la idea de jubilar a personas con 60 años que ejercen un oficio que no exige fuerza física ni destreza para trepar por un edificio, sino sencillamente afición al estudio y aptitud para ello. Capacidades, pues, de índole intelectual que se van acumulando con los años, más aún que con los años van ganando en perfiles y en seguridad. La formación de un profesor -lo sabes bien- es el resultado de un esfuerzo gigantesco que la sociedad hace para poner a nuestra disposición medios con los que vamos depurando nuestros conocimientos, afinándolos y profundizándolos. Un esfuerzo social al que debemos estar bien agradecidos porque nos coloca en una situación de privilegio frente a la mayoría del resto de los profesionales. Disponer de laboratorios, de libros en nuestros seminarios, de las revistas de nuestras especialidades, todo ello es un lujo que disfrutamos muy pocos siendo obligación nuestra responder lealmente a tanta generosidad.
El profesor que no es un zángano -y puede haberlos, pero son los menos- aprovecha esta circunstancia excepcional para ahondar en su formación, para trabar conexiones entre sus conocimientos, para abrir nuevos caminos en una investigación, para abordar un problema que no había sido suscitado o estaba deficientemente planteado. A partir de ahí, tiene la obligación de transmitir ese caudal de experiencias a las generaciones jóvenes, a quienes se sientan en las aulas de la licenciatura y, después, a quienes ya optan por formarse como especialistas en tal o cual disciplina.
Pues bien, si todo esto es así, ¿de verdad crees que un catedrático de 60 años es intercambiable con un joven de 30? Yo gané mis oposiciones cuando tenía justamente esa edad, 30 años, y, cuando comparo lo que yo sabía entonces y lo que ahora sé, advierto la distancia infinita que hay, en términos de mi formación, entre tales fechas, e incluso me pregunto cómo fue posible que me dieran una cátedra a esa edad. El hecho de haber escrito unos cuantos libros, haber publicado en revistas, haberse subido a la tarima años y años, haber dirigido tesis doctorales y otros trabajos de investigación ¿es algo de lo que se puede prescindir alegremente? Con el criterio que alienta tu propuesta deberían sustituir a los magistrados del Tribunal Supremo por jueces recién salidos del horno de las oposiciones. ¿Te das cuenta el dislate que ello supondría? En ciertos oficios, las personas que los ejercen no son sencillamente idénticas y por ello no son sin más sustituibles.
Si de verdad crees, querido Juan, que un joven recién doctorado puede hacer lo mismo que un catedrático maduro, repleto de horas de laboratorio o de biblioteca, es que no has entendido nada del oficio universitario, lo que no me puedo creer. ¿Qué hay entonces detrás de estas propuestas? ¿Ganas de quedar bien con los jóvenes? ¿Acaso -según oigo- ansias de ahorro en salarios? Si éste fuera el objetivo, se podría empezar por suprimir tantos cargos inútiles de confianza como hay en cualquier Rectorado, tantos viajes -incluso oceánicos- a la nada de las firmas de convenios, el gasto de tantos móviles sonando infructuosamente...
Esta carta mía es probable que carezca de valor y que mis reflexiones sean un puro disparate. Pero créeme que salen de lo más profundo de mis entretelas como intelectual y como profesor. Y si te las transmito, es porque sé que eres bien receptivo a la sinceridad. Un fuerte abrazo de tu buen amigo.
10 comentarios:
Brillante, como siempre, el profesor Sosa Wagner ironiza con el destino, porque se trata del destino. Es decir, desti no y del otro tampoco, pero destos si, que son jovencitos y se han chapado todos los cursillos de nuevas tecnologías, y les va el rollo del espacio europedo, y "comprenden" a los estudiantes... De los viejos poco se puede sacar ya. Que saben mucho, bien ¿y qué? Es mi teoría al respecto. Todo cuadra, cada pieza del puzzle encaja, todo apunta a la misma dirección, a la profunda transformación de la universidad española que se ha diseñado y se está llevando a término. La reforma de las enseñanzas con el nuevo sistema europedo de competencias y todo eso, requiere reordenar al personal. Sobran cátedros (y titulares) que lo único que saben es dar brillantes discursos y escribir sublimes artículos y sesudos libros. Faltan muchos jóvenes que se hagan cardo de los 60 ECTS más que hay que cubrir por cada diplomatura de las antiguas (3 añitos y a correr) que se convierta en grado de a 4. ¿De dónde van a salir si la plantilla está repleta? Hay que hacer hueco, y se trata de entretener a los niños un poquito durante 4 años (de lunes a jueves, el viernes botellón y el fin de semana a dormir la mona) para que luego sigan enganchados al sistema con un máster y un doctoradillo y el magnífico chollo de la "enseñanza a lo largo de la vida". Los que quieran estudiar que se vayan a otro país. Aquí se trata de cultivar la cantidad, y la cantidad sólo se cultiva con cantidad. Y Juan Vázquez lo sabe perfectamente. Se necesitan profes de acreditación para que manejen alumnos de evaluación continua y enseñanza basada en competencias, con nuevas tecnologías, que motiven a los alumnos a asistir y que no los espanten exigiendo, hablando con términos que casi ninguno entiende y tratándoles de usted, en vez de como colegas.
Esto es.
Se necesita, sobre todo, mano de obra barata, regalada, tirada, esclava, por eso hay que jubilar a los cátedros, que cobran mucho y no tienen por qué tragar. Y a algunos titulares también.
Una empresa ridícula y absurda, con una ridícula y absurda política de personal. Una política de personal propia del capitalismo humillante y atroz en el que no debería caer una institución pública como la universidad.
Juan Vázquez ha hecho más el solito para cargarse la universidad española que todos sus predecesores juntos, y mira que es difícil.
Y ahora, la pregunta del millón: si tantos pensamos lo mismo... ¡¡¡¡¿¿¿¿¿POR QUÉ COÑO NOS LA ESTÁN METIENDO?????!!!!!!
PROPUESTAS PARA ABARATAMIENTO DE MANO DE OBRA EN LA UNIVERSIDAD
- Rector ayudante Doctor. A 1347 euros mes, oigue. Me lo quitan de las zarpas.
- Rector contratado doctor. Éste ya es fijo. Fijo como las mareas, el cabrón. Pero ahí está.
- Rector Quémepasa Doctor. Al final se lía con Barbra Streissand.
- Rector del Programa "Mamón AEncajar", para la recuperación de cerebros fugaos. Se lo traen de otra universidad donde ya haya gestionado mucho fuera del tiesto, para que comience a liarla aquí también.
Querido anónimo, no somos tantos los que pensamos como pensamos los que así pensamos. Somos más bien pocos, y muchos incluso votan a los que, en definitiva, están propiciando a marchas forzadas que las cosas sean así. La LOGSE ha llegado a la Universidad. Que los dioses os cojan desacomplejados.
Ni todos los nuevos y jóvenes son tan malos, ni todos los viejos tan buenos... ¿¿hablamos de oligopolios, monopolios y nepotismos en la Universidad?? Estamos todos para callar, bien y mucho... meter el dedo en el ojo ajeno es fácil, ¿¿pero limpiar el propio?? Hmm, más complicado.
Lo de meter el dedo en el ojo ajeno y no limpiar el propio, como versión rap del clásico, es cojonuda. No viene a cuento, pero es cojonuda.
Interesante crítica la que hacen el maestro Sosa y la profesora Fuertes: "La ley de contratos del sector público y el murciélago" en Actualidad jurídica Aranzadi 17-1-2008.
De acuerdo con anónimo cuando dice que "Ni todos los nuevos y jóvenes son tan malos, ni todos los viejos tan buenos...", si alguien infiere de mi intervención esto lo desmiento categóricamente. Sin embargo hay que tener cuidado con esto y las generalizaciones, porque lo preocupante es que se convierta en lema "lo viejo es malo y lo joven y nuevo bueno". Esto es más preocupante que lo anterior. Sin duda que hay monopolios y abusos de caciques por doquier, pero la ventaja es que a un cacique se le ve, y si uno tiene los arrestos necesarios se enfrenta a el. Yo hube de abandonar Madrid y exiliarme a una provincia de las más lejanas por enfrentarme al cacique local. Aceptado y asumido el riesgo de esto. Pero no se acepta y se asume el riesgo de lo contrario. Cuando el cacique no es individual sino colectivo. Cuando el monopolio y el nepotismo lo practican grupos. En un departamento de 14 los 5 o 6 más listos siempre estarán a merced de los 9 u 8 más tontos, y a eso no lo llamamos caciquismo, ni abuso de poder, sino democracia. Y si en una titulación de reciente implantación (8 o 9 años) el 70% del profesorado joven e inexperto funciona como funciona, el 30% restante está perdido, por duro, por rancio, por rígido, por exigente, por inflexible, por cadudo, por retógrado... Por ser sólo el 30%.
De todas formas todos llevamos razón.
Estoy de acuerdo en términos generales con el cuerpo de la descripción que se hace sobre los "jubilables" y su necesaria función en esta Universidad. Pero la crítica última me parece contraria a la filosofía del blog dura lex -y del sentido común- en cuanto a la libertad de cada cual y su uso exclusivo. Si no he entendido mal, no se obliga a jubilarse a nadie ¿no?. Luego cada catedrático, titular o lo que sea el "jubilable" podrá libremente decidir.
Dos cosas:
1. En la Universidad de Sevilla a los que se hayan acogido a este Plan se le garantiza el 100 por 100 de lo que cobraban en el momento de la jubilación, y hasta los 70 años. Algunos dicen que como es premio de jubilación cotiza al IRPF de forma inferior, por lo que quizás estén ganando más.
3. ¿Es aceptable que el Rector de Oviedo esté tan "casi feliz" por haber "casi alcanzado" la unanimidad?. No consigo entender el "respeto" del admirado Prof. Sosa Wagner a este Rector.
2. Es increible!. En vez de abordar que Áreas de Conocimiento son las que hacen que las universidades españolas se vayan a la cola de todos los rankings, para empezar a "incentivar" que se vayan los profesores responsables de esas Áreas, se prescinde de quien quiera apuntarse a esta medida que como siempre que se sirve "café para todos" hace un daño irreparable.
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