Por ahí abajo, una amable comunicante anónima escribió, entre otras cosas, lo siguiente: “Es increíble cuántos puntos de vista compartimos sobre la cotidianeidad, estando tan alejados ideológicamente”. Me quedó sonando el cuento y me pregunto: ¿qué será eso de la discrepancia o lejanía ideológica, y más cuando se coincide mucho sobre los asuntos cotidianos? Puede que, sin habérnoslo propuesto, andemos tocando un asunto de mucha enjundia.
Con alguna gente de la que trato y que considera y me dice que discrepa ideológicamente de mí puedo decir, desde el respeto más esmerado, que me sucede alguna de estas dos cosas, pedantemente expresadas: o la discrepancia se basa en una imputación directa de partidismo o en una tonta imputación indirecta de partidismo. Y tengo para mí que tales cosas no son desacuerdos ideológicos propiamente dichos, sino que se parecen más a las discusiones entre forofos de equipos de fútbol. Pero expliquémonos.
Un día le ven a usted con el ABC bajo el brazo en la parada del autobús y la mitad de sus conocidos van a discrepar de usted de inmediato. Sí, a pelo, sin hablar de nada. Si me apuran, hasta los desconocidos que pasen se sentirán en desacuerdo profundo con usted. ¿Sobre qué ideas? ¿Sin debatir? Sí, sin hablar y porque sí: porque si usted lleva en la mano el periódico conservador, será porque usted es del PP; en el mejor de los casos. No hay más que hablar. Si le pillan con La Razón, más todavía. Y exactamente lo mismo y en paralelo ocurrirá si lo que usted lleva es El País o Público. Y como digo discrepar, digo también tenerle por “uno de los nuestros”. El conservador se atreverá mejor a preguntarle la hora si lo cree a usted lector fiel de ABC y el dizque progresista se sentará más tranquilo a su lado en el tren si lleva usted algo de PRISA.
¿Cuánto de lo que provoca esas simpatías y antipatías, esas identificaciones y rechazos, tiene que ver con el sentido más noble del término ideología? ¿Cuánto se relaciona con ideas? Nada. Ciertamente, el noventa por ciento de los que luzcan El País serán votantes del PSOE y otros tantos de los que vayan con el ABC darán su voto al PP. ¿Y el votar de mucha de esa gente cuánto tiene que ver con las ideologías? Lo mismo, nada. Salvo que definamos “ideología” así: “Práctica o hábito de votar a un determinado partido político, incluso con prescindencia de sus acciones y programas. En un sentido más lato, también se llama al propósito de no votar jamás a un determinado partido, sean cuales sean las circunstancias y los programas”.
Así que llamo imputación directa de partidismo a una sospecha de voto basada en signos externos, como el periódico que se lee o la emisora de radio que se escucha. Como he dicho, suele haber correspondencia entre lo que la gente lee o escucha y lo que vota, pero con lo que no se corresponde es con una ideología definida de otra forma, seriamente.
Con alguna gente de la que trato y que considera y me dice que discrepa ideológicamente de mí puedo decir, desde el respeto más esmerado, que me sucede alguna de estas dos cosas, pedantemente expresadas: o la discrepancia se basa en una imputación directa de partidismo o en una tonta imputación indirecta de partidismo. Y tengo para mí que tales cosas no son desacuerdos ideológicos propiamente dichos, sino que se parecen más a las discusiones entre forofos de equipos de fútbol. Pero expliquémonos.
Un día le ven a usted con el ABC bajo el brazo en la parada del autobús y la mitad de sus conocidos van a discrepar de usted de inmediato. Sí, a pelo, sin hablar de nada. Si me apuran, hasta los desconocidos que pasen se sentirán en desacuerdo profundo con usted. ¿Sobre qué ideas? ¿Sin debatir? Sí, sin hablar y porque sí: porque si usted lleva en la mano el periódico conservador, será porque usted es del PP; en el mejor de los casos. No hay más que hablar. Si le pillan con La Razón, más todavía. Y exactamente lo mismo y en paralelo ocurrirá si lo que usted lleva es El País o Público. Y como digo discrepar, digo también tenerle por “uno de los nuestros”. El conservador se atreverá mejor a preguntarle la hora si lo cree a usted lector fiel de ABC y el dizque progresista se sentará más tranquilo a su lado en el tren si lleva usted algo de PRISA.
¿Cuánto de lo que provoca esas simpatías y antipatías, esas identificaciones y rechazos, tiene que ver con el sentido más noble del término ideología? ¿Cuánto se relaciona con ideas? Nada. Ciertamente, el noventa por ciento de los que luzcan El País serán votantes del PSOE y otros tantos de los que vayan con el ABC darán su voto al PP. ¿Y el votar de mucha de esa gente cuánto tiene que ver con las ideologías? Lo mismo, nada. Salvo que definamos “ideología” así: “Práctica o hábito de votar a un determinado partido político, incluso con prescindencia de sus acciones y programas. En un sentido más lato, también se llama al propósito de no votar jamás a un determinado partido, sean cuales sean las circunstancias y los programas”.
Así que llamo imputación directa de partidismo a una sospecha de voto basada en signos externos, como el periódico que se lee o la emisora de radio que se escucha. Como he dicho, suele haber correspondencia entre lo que la gente lee o escucha y lo que vota, pero con lo que no se corresponde es con una ideología definida de otra forma, seriamente.
Pregúntele usted a uno de esos seguidores estandarizados del PP o del PSOE -vale para otros partidos también, pongo sólo esos dos en aras de la brevedad- qué tipo de sociedad quisiera tener y cómo solucionaría los principales problemas de la organización de la convivencia, y prohíbale que utilice tópicos muy descarados del tipo “políticas de progreso” o “célula básica de la sociedad”. Y verá que unos nunca se han parado a pensar en asuntos ideológicos genuinos y que otros son hijos de su padre y de su madre y lo mismo le sale un socialdemócrata que va a la urna por el PP que un meapilas que jamás le fallará al PSOE. No ha de extrañarnos, pues para que pudiéramos identificar a los partidos por sus ideologías, y al tiempo, identificarnos con las ideologías de los partidos -y no con los eslóganes de las campañas o los caretos de los líderes- haría falta que los partidos tuvieran ideología. Y no es el caso, a día de hoy. A no ser, otra vez, que llamemos ideología de un partido a cualquier cosa que un secretario general diga porque cree que puede dar votos en este momento y aunque sea lo opuesto a lo que ese mismo individuo afirmó hace un mes en nombre de su partido. No me pidan que les ponga ejemplos.
Lo que llamo imputación partidista indirecta viene a ser casi lo mismo, pero con algo más de retorcimiento. Tú un día afirmas X y entonces aparece un sujeto con alma de censor y vocación de nomenklatura que te hace un razonamiento así: X podrá ser cierto o no, pero ésa es otra cuestión. Lo que tenemos que ver es que eso, X, es lo mismo que están en estos momentos afirmando todos los medios de comunicación que son esbirros del enemigo malo malísimo de la muerte, y entonces, sea X verdadero o falso, X no puede ser dicho, pues supone hacerle el juego a los felones y ayuda decisivamente a arrastrar a este país al desastre.
Lo que llamo imputación partidista indirecta viene a ser casi lo mismo, pero con algo más de retorcimiento. Tú un día afirmas X y entonces aparece un sujeto con alma de censor y vocación de nomenklatura que te hace un razonamiento así: X podrá ser cierto o no, pero ésa es otra cuestión. Lo que tenemos que ver es que eso, X, es lo mismo que están en estos momentos afirmando todos los medios de comunicación que son esbirros del enemigo malo malísimo de la muerte, y entonces, sea X verdadero o falso, X no puede ser dicho, pues supone hacerle el juego a los felones y ayuda decisivamente a arrastrar a este país al desastre.
O sea, que usted, por haber dicho X, es un pedazo de cabroncete que merecería un par de leches si esto funcionara como es debido, aunque de momento se las vamos a dar nada más que dialécticas y desde la legitimidad que brinda la ortodoxia de los bienpensantes en pompa for ever. En otras palabras, que si tú afirmas algo -sobre lo que sea, hasta sobre el sabor de las almejas de Carril- que coincida con lo que a menudo mantenga un escritor o locutor del partido atroz, tú o eres del partido atroz o, lo que es peor, eres un imbécil que ni siquiera se da cuenta de que le está haciendo el juego al partido atroz. Conclusión: aunque creas firmemente X o aunque X sea una verdad como un templo, no digas que X es verdad, pues no puede serlo si lo repiten Losantos o Gabilondo. Sí, cualquiera de ellos, pues este tipo de imputaciones memas las hacen igual los de un lado que los del otro. No es equidistancia mía, no, es porque los lameculos de las dos partes se parecen como dos gotas de agua...sucia.
¿Tiene ese proceder algo que ver con la ideología? No. Si a tres censores del mismo bando les pasásemos un test con cuestiones cruciales sobre el modelo social que prefieren, coincidirían en poco, probablemente. ¿Entonces? Pues entonces sólo pasa que o bien son del mismo equipo (quiero decir forofos del mismo partido político) o bien andan moviendo el culete a ver si en ese partido les cae algo por montárselo de vigilantes de la playa ideológica, aunque la ideología suya de ellos sea verde y se la pueda comer cualquier burro.
¿Qué necesitarán dos personas que, por ejemplo, aquí y ahora quieran saber si mantienen acuerdos o desacuerdos ideológicos serios? Pues, antes que nada y como condición absolutamente ineludible, contarse sus respectivas ideologías y contrastarlas. Pero en serio. Cosa que rarísimamente ocurre, entre otras cosas por culpa de la maldita forofada de los partidos políticos, que hace más ruido que un emjambre de avispas en celo. ¡Qué aburrimiento, cielo santo, qué aburrimiento!
¿Les apetece que un día de éstos elaboremos un test de esos que podrían servir para ver diferencias y coincidencias ideológicas de verdad? Vale, pues a lo mejor lo hacemos. Con permiso de los nuevos fragas y los nuevos iribarnes. Claro. Pero ellos que se abstengan. Total, para qué. Que sigan vigilando con celo para su celo...
¿Tiene ese proceder algo que ver con la ideología? No. Si a tres censores del mismo bando les pasásemos un test con cuestiones cruciales sobre el modelo social que prefieren, coincidirían en poco, probablemente. ¿Entonces? Pues entonces sólo pasa que o bien son del mismo equipo (quiero decir forofos del mismo partido político) o bien andan moviendo el culete a ver si en ese partido les cae algo por montárselo de vigilantes de la playa ideológica, aunque la ideología suya de ellos sea verde y se la pueda comer cualquier burro.
¿Qué necesitarán dos personas que, por ejemplo, aquí y ahora quieran saber si mantienen acuerdos o desacuerdos ideológicos serios? Pues, antes que nada y como condición absolutamente ineludible, contarse sus respectivas ideologías y contrastarlas. Pero en serio. Cosa que rarísimamente ocurre, entre otras cosas por culpa de la maldita forofada de los partidos políticos, que hace más ruido que un emjambre de avispas en celo. ¡Qué aburrimiento, cielo santo, qué aburrimiento!
¿Les apetece que un día de éstos elaboremos un test de esos que podrían servir para ver diferencias y coincidencias ideológicas de verdad? Vale, pues a lo mejor lo hacemos. Con permiso de los nuevos fragas y los nuevos iribarnes. Claro. Pero ellos que se abstengan. Total, para qué. Que sigan vigilando con celo para su celo...
7 comentarios:
Que caña,te estas gestando como sociólogo. La gente lee o escucha los medios que le reafirman en sus ideas y esos medios explican la realidad tal como esa persona la quiere oir. Y aunque los dos partidos a veces parecen híbridos, en líneas generales conservan su esencia. Si no lo logran a la próxima la papeleta puede que no la vuelvan a tener, así que más o menos se cuidan en lo más significativo de consevarla. Pero te veo en plan organizador de la sociedad. Quizás puede ser interesante lo que apuntas al final.Soy de los que no necesitan leer un medio concreto, leo a todos.
Mi tercio a bastos.
Arranquemos de ‘idea’, un pasito atrás. Llamemos tal a cualquier posición ante un argumento opinable, expuesta con razonable claridad.
Para mí ‘idea’ se esclerotiza (creo que tristemente) en ‘ideología’, cuando se vuelve excluyente, y niega a la idea adversa hasta el agua – no reconociéndole un espacio finito de legitimidad y validez. Cualquier posición absoluta y totalizante tiene buenas cartas de ser ‘ideológica’ - pero no cualquier posición relativista es ‘idea’. Ejemplo, el relativismo absoluto, que haberlo haylo, aunque a denunciarlo (ideológicamente) sea Ratzinger, me parece una ‘ideología’.
Ante la propia ‘idea’ se mantiene con frecuencia una posición, abierta, crítica (no por altruismos absolutos, que serían ideológicos, sino por maleable pragmatismo - es la única vía para mejorarla, hablando en plata). Recíprocamente, en sostén de la propia ‘ideología’ se suele adoptar una posición acrítica y cerrada. No nos sirve que ‘mejore’, nos sirve aferrarnos a ella.
Como de estas cosas se trata hablando y discurriendo, hay un buen número de instrumentos verbales que apuntan a lo que puede ser ‘ideología’: por ejemplo, los totalizadores (todo, nada, siempre, nunca, universal, unidad ...). El verbo ‘ser’, en su versión fuerte, fundante, es otro. El modo infinitivo de muchos verbos. Otro aún, la ocultación (de las propias razones o de las ideas alternativas) ...
Señales fiables de lo que aspira a quedarse sanamente en ‘idea’: los matizadores (léxicos, semánticos, expresivos ...). Los delimitadores parciales (desde el coloquial "pienso yo" a la académica referencia bibliográfica). Los modos condicional y subjuntivo. En general, la explicitación frecuente y abierta de las premisas, pasos intermedios y conclusiones del propio discurso. Y otros ...
Siempre desde mi punto de vista, lo que a menudo lleva a que las personas se entiendan (o no) no son las ‘ideas’ del mismo signo (o contrario, respectivamente). Muchas veces encontramos refrescante una idea alternativa (como nos puede parecer aburrida una posición demasiado cercana a la nuestra).
Veo en cambio como mejor predictor de sintonía (o rechazo) lo que llamaría ‘estilo de pensamiento’, etiqueta sencilla de algo complejo que empaqueta, entre otras cosas, actitudes, instrumentos intelectuales, estrategias de comunicación, visiones del mundo, etc. Por estos pagos se ha desprestigiado una versión reductiva de un ‘estilo de pensamiento’ llamada talante, y creo que muchos encontramos explicable este desprestigio. Pero qué duda cabe que uno de estos estilos de pensamiento está enfocado pragmáticamente a la convivencia, a los acuerdos, intenta apoyarse lo más posible en datos objetivos, etc. Reconoce que hay diversidad, reconoce sus propias limitaciones, y suele adoptar estrategias de composición. Y hay otro estilo, igualmente identificable, dogmático, autoritario ... Siempre con estas caracterizaciones de andar por casa, no suele reconocer ni las propias limitaciones ni la diversidad ajena, y suele adoptar estrategias de control. Y otros varios (no hace falta entrar aquí en casuísticas).
Observando la gente que me rodea llego a la siguiente conclusión: cuando uno practica habitualmente un ‘estilo de pensamiento’ autoritario, controlador, da lo mismo que (ex)ideas meta dentro de esta estructura. (Como he intentado explicar, la estructura ‘autoritaria’ fagocita la idea y la transforma en ideología, de ahí lo de ex-idea). Consumistas u ecologistas, de izquierda o de derecha - da igual.
(sigo)
Si aceptamos estas poco originales propuestas terminológicas (tan poco, que no hace falta ni siquiera citar la fuente, como escribiese un tal una vez ...) , podríamos quizás reformular la perplejidad de la compañera de foro cuyo comentario se citaba, y creo que resolverla.
Ella lee las posiciones del anfitrión en el nivel de los contenidos y, por inercia cultural, las llama ‘ideología’ – en mi propuesta, serían ‘ideas’. Siempre al nivel de los contenidos, las ve distintas de las propias. No pasa nada, porque identifica (emotiva, más que intelectualmente) una coincidencia con el anfitrión, que en mi lectura, sería de ‘estilo de pensamiento’. Y la satisface.
Salud,
Pero qué perra le ha dado con la ortodoxia biempensante. No se sienta solo, don GA, que está arropado por todos los que piensan como usted.
Espero que con lo que voy a decir no me imputen que le hago a nadie un tonto ejercicio de imputación de imputación de… bah, ya me perdí.
Creo que el uso que hace del término ideología es excesivamente estrecho, y se centra sólo en concretas opciones sobre políticas públicas. No obstante la comprensión habitual (sin llegar a la idea marxiana) incluye no sólo propuestas de acción sino sobre todo claves de interpretación de la realidad.
Cuando la ideología degenera, en la vulgarización inherente a la divulgación, se convierte en una narrativa fija en la que se encajan -volentes nolentes- los hechos de la realidad. Si está bien construida, esa narrativa resiste todos los embates de la realidad: cualquier hecho la refuerza. Incluso los hechos que abiertamente la contradicen. Incluso los que no tienen nada que ver con ella. “La ideología es una máquina de rechazar los hechos” (Revel).
Sin esta concepción de la ideología no se entiende por qué la gente opta masivamente por una u otra acción política. Como dice usted, la gente no suele tener posiciones sobre este impuesto o esta política comercial... a menos que haya sido integrada en la narrativa ideológica por los medios de opinión. Ignorar este aspecto supone renunciar a entender los mecanismos reales de legitimación de las políticas. Ejemplos:
- Narrativa: el PSOE encarna la defensa de los trabajadores. Hecho contradictorio. El PSOE ha adoptado medidas de retroceso social inéditas. Integración a machamartillo. El PP lo habría hecho aún peor... o es que era ineludible.
- Narrativa: el PP hace bien defendiendo la reforma "flexibilizadora" del mercado laboral, frente a un PSOE trasnochado y mafioso-sindicalista. Hecho contradictorio. El PSOE ha adoptado medidas de retroceso "flexibilización del mercado laboral" inéditas. Integración a machamartillo. El PP no habría adoptado esas medidas, sino otras mejores. ¿Cuáles? Otras.
- Narrativa: "Nunca Máis", movimiento masivo en Galicia, en realidad era un nicho de 4 titiriteros de la ceja. Sus supporters ortodoxos biempensantes o vendidos. Hecho que no tiene nada que ver. Vertido en el Golfo de Mexico. BP pagó campaña de Obama. Integración a machamartillo. Nunca Máis no les hace una manifestación en el Golfo de México. Y seguro que lo habrían hecho si Bush fuese presidente.
Pretender ignorar esto es afirmar que uno no compra narrativas, porque uno está por encima de eso: peligrosa infravaloración de la fuerza de la ideología.
Esto es lo que hoy venden los medios de opinión: consolación ideológica, refuerzo de las propias posiciones. Manel dice que Internet es genial porque permite pasarse 3 horas al dia leyendo sólo lo que uno tiene ganas de que le digan. ¿Qué importa más al votante? ¿Las narrativas ideológicas o si los tributos deben o no ser más distributivos?
El PRINCIPAL argumento a favor de esto es la masiva existencia de ANTIVOTANTES: gente que opta por CUALQUIER opción antes que el PP. O antes que ZP. O antes roja que rota. Búsqueme un "antivotante" del PP. Le enseñaré a alguien que tiene una narrativa fuerte que dice que si la banca y los mercados bla bla (pero ni Pamplona de lo que hace "su" partido), que si la Iglesia, Aznar y Bush.
Búsqueme un "antivotante" del PSOE. Le enseñaré a alguien que toma por líneas básicas de su orientación política que los grandes males de España son Aído, lo de la memoria histórica y eso de los catalanes. Y que ZP se morrea con ETA.
(300 puntos para mi hipótesis si alguien rebate diciendo "ya, pero es un síntoma de").
Cierro con melancolía con otro chiste de Manel. Nada tonto en lo que imputa, por cierto.
¡Ostiás!
Tenemos al profesor de Derecho Penal Ante siguiendo a MANEL al pie de la letra.
¡Jesús!
Pues quizás tengáis razón y confundimos ideas con ideología. Y la ideología sea solo el no ceder pase lo que pase.Al menos eso infiero que entendeis por ideología. Yo siempre he pensado que ideología es una manera de interpretar la realidad y tb de organizar la sociedad. Aunque en los últimos tiempos todo se haya desmadrado y ahora el pp sea el partido de los trabajadores.
¡Qué manía tienen con las etiquetas!
Como bien apuntaba alguien, se puede coincidir con cualquiera en una idea o en chiquicientas, pero de ahí a tener que encasillarse; va un abismo, oiga. ¡Menudo aburrimiento, jo!
Por cierto, pensaba que ideología es el conjunto de ideas. Mis opiniones son susceptibles de coincidir con cualquier partido siempre y cuando esté en la oposición, claro. En ocasiones, las menos, con el partido en el poder.Poca diferencia hay. ¿O no?
Un cordial saludo.
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