10 mayo, 2011

Economías del absurdo

Líbrenme los hados de entender ni una pizca de economía, al menos de la economía de los economistas y especialmente de la referida a las cuentas públicas. Parece evidente que, además, nada tiene que ver la economía de los Estados con las economías de la gente. Baste pensar que cuando a un particular no le alcanza el sueldo, reduce gastos sin necesidad de que lo llamen por teléfono unos chinos o unos gringos y, ante todo, deja de endeudarse para mercar coche nuevo o zamparse unos bogavantes gallegos.

Los Estados son otra cosa, por lo que se ve. O es diferente su designio o están mal de la cabeza los políticos, ignoro cuál será la razón, pero son de otra pasta, funcionan con otras claves. Cuando un Estado está muy endeudado, procura endeudarse más. Si las cuentas no salen y los números rojos cantan a distancia, los ciudadanos empiezan a mosquearse y entonces los políticos empeñan más al Estado para pagarles más cosas a los ciudadanos y que estos recuperen el ánimo y sigan votando como deben. Es el momento en que las políticas de endeudamiento se presentan como políticas sociales, para más inri. Pero se recortan los gastos sociales y los otros no. Primero arruino a la familia y cuando ya no le queda ni para comer, pido un préstamo para financiarles un par de bocadillos a la semana. Y pretendo que me estén agradecidos y que me sigan teniendo por un paterfamilias fetén.

Cuando un Estado tiene muchas deudas porque se ha administrado muy mal, ha tirado la casa por la ventana y ya tiene empeñado hasta el rosario de su madre, pide más préstamos para tener más deudas. Llega un momento en que los préstamos ya se buscan nada más que para pagar los préstamos anteriores. Es el barón de Münchhausen intentando salir del charco a base de tirar de sus propios pelos. ¡Alehop! Al cabo de un tiempo, algún cabronazo hace las cuentas y descubre que todos los préstamos que se puedan lograr a estas alturas no dan más que para pagar los intereses de las deudas anteriores, de los créditos precedentes. Si se trata de un Estado de la Unión Europea, vienen los alemanes y los de detrás y le hacen a ese Estado ruinoso y moroso un préstamo más, con sus intereses correspondientes, otra deuda con la que abonar las deudas. Es cuestión de tiempo, poco tiempo, que prestatario primero y prestamista después se vayan al carajo. Entre otras cosas, porque algunos de esos estados que prestan desde la UE viven a su vez de lo que les deja el capital privado, al que, para colmo, tratan de gravar cada vez menos. Por cierto, cada uno que se va la porra echa peste de los prestamistas privados y los nombra responsables de la catástrofe por andar prestando a interés. Pero esos mismos que se acuerdan de los muertos del capital hincan la rodilla esa misma noche ante financieros del mundo para que les pasen otros milloncejos sin un interés muy alto y a un plazo bien largo.

Volvamos a la economía casera, que es la que uno comprende un poco, y por lo que pueda parecerse a la otra, aunque nos digan que no. Si a mí ya no me da para pagar hipotecas, no me meto en hipotecas; si el parné no me alcanza para mercarme una casa mayor, me aguanto con la que tengo. Si tampoco puedo ya soportarla, reduzco gastos o me voy a otra más pequeña. Y aquí es donde, por la comparación, se alteran los nervios, porque ¿cómo se reducen los gastos de un Estado? Si en lugar de a los economistas en nómina los gobiernos hicieran caso a las tías de la aldea, se lo arreglaban en dos patadas. Si me preguntan a mí, les casco unas cuantas ideas de cajón, caiga quien caiga, servidor incluido. Así que hable cada uno de lo que tiene cerca. Lo mío son las universidades.

Sobran universidades y sobran estudiantes en las universidades. Las universidades cuestan al erario público; sus estudiantes también. Además, hay estudiantes que pueden pagarse el coste de sus carreras; esos que paguen. Y para unos y otros, estancia limitada en la universidad. Menos universidades, pero muy buenas, con pocos estudiantes que salgan de ellas con una formación de tomo y lomo. Nos ahorraríamos, todos, un dineral. Y que cada palo aguante su vela.

Lo que vale para la universidad vale para tantas cosas más, para muchísimas. No sobra la parte social del Estado, pero sobra muchísimo Estado, mucho Estado despilfarrador y enloquecido.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Error!!! No son los economistas en nómina los que deciden cuánto gastar y dónde... esto son decisiones políticas, de ahí el despilfarro

Rogelio dijo...

¿ Como ? ¿ que en mi pueblo no van a hacer un hospital general de cien pares de cojones ?, ¿ que no va a llegar el AVE en menos de 2 telediarios ?, ¿ me van a negar un aeropuerto internacional ?, ¿ tampoco el circuito de fórmula 1 ?.

Esto ni es comunismo ni es nada, pero al partido que tenga el salero de concederme estos geniolamparianos deseos tiene mi voto asegurado hasta que la muerte nos separe.

Anónimo dijo...

Perdone de nuevo el uso "indebido" de su blog, profesor. Quería avisar de algo: mañana por la mañana, día 12 de mayo, un autobús de la Cruz Roja recogerá donaciones de sangre en Madrid, en la Calle Mateo Inurria, nº 15. Gracias y perdone de nuevo.