Cómo íbamos a dejar el tema sin comentario, aunque hayan pasado un par de días. Ya saben, porque ha salido en todos los periódicos: un señor francés de Francia, en concreto de Niza, ha sido condenado, con ocasión de un proceso de divorcio, a pagarle a su hasta entonces mujer diez mil euros porque llevaba años sin hacerle el amor como ella, al parecer, demandaba.Sí, diez mil euros.
Una sentencia revolucionaria, sin duda, y como empiecen a crearse precedentes de estos se va a armar gordísima. Porque ya saben que en Francia y en todas partes está lleno de hombres que sufren constantes ataques de jaqueca que los incapacitan para toda actividad física horizontal o inclinada, y que otros no han conseguido superar la estricta educación recibida en los colegios religiosos y abominan del sexo en general, aunque esté santificado y recomendado hasta por el confesor, o lo quieren solo cada tanto y a oscuras. ¿Y el dormirse noche tras noche ante la tele? ¿Y el no querer despeinarse porque se me van los bucles o se me corren las mechas o yo qué sé qué más inverosímiles razones para negarse al llamado débito o retrasarlo sine die? ¿Y si nos oyen los niños? ¿Y el estate quieta, que hoy duerme aquí mi madre y me da mucha vergüenza que se nos oiga suspirar? ¿Y los efectos terminales que sobre el deseo tienen algunas dietas a las que los varones somos muy dados, parecidos efectos a los que produjeron las previas cuchipandas grasientas que ahora hay que compensar con meses sin hidratos ni revolcones? Madre mía, como nos pongan a indemnizar por tanto daño moral y tanto cuasidolor de las partes de la contraparte, va a ser un no parar.
Me gustaría leer la sentencia, pero por desgracia no he podido verla. Sospecho que el pobre diablo ha tenido un pésimo abogado. Pero, sea como sea y tal como aparece la noticia en los diarios, la conclusión es pavorosa: hay que cumplir con la parienta sí o sí; y si no cumples, apoquina pasta. ¿Y si resulta que la tal señora se había puesto como una foca y había dejado de afeitarse el bigote y de darse jabón en las axilas? No me digan que también hay jambos que evolucionan así, porque de sobra sé que es verdad, pero aquí la condena no ha sido para una dama que rechazara al cerdo que tenía por esposo, sino para un pobre señor del que no nos consta si se había casado con un ser humano o con la mula Francis. ¿También hay que aplicarse con la que no pone de su parte? Y si se pasa el día gritándole a uno todo tipo de imprecaciones y enumerándole malamente los muertos, ¿también hay que perdonárselo todo en el tálamo? Y así sucesivamente.
Por otro lado, ya puestos los jueces a sentar y asentar esta complicada normativa matrimonial, convendría que la jurisprudencia fuera elaborando criterios fiables, más que nada para que cada cual calcule si el casarse le conviene o le aterra o si, ya casado, debe tomarse unas vitaminas o no. ¿Cuál es la frecuencia debida, la que no da lugar a condenas judiciales e indemnizaciones? ¿Cuenta el grado de satisfacción de la demandante o la cosa va a tanto alzado y sin entrar en más detalle? ¿Y la calidad de la prestación? ¿Se penaliza la ausencia de juegos preliminares o más bien es su presencia lo que perjudica, en caso de que la dama sea presa de la ansiedad y vaya perdiendo la paciencia mientras el otro se recrea en los pasos del manual? ¿Va en proporción a la edad la exigencia judicialmente respaldada o ha de ser la prestación constante e idéntica aun con el paso de los años? ¿Hasta cuántos? ¿Sesenta? ¿Setenta? ¿Noventa y siete? Me refiero a los años ¿Descuenta del montante de la indemnización el hecho de que el hombre le haya regalado algún sucedáneo de tipo mecánico?
Por no hablar de los problemas de prueba. El pobre diablo francés, el muy mindundi, lo reconoció todo y alegó que andaba muy cansado esa temporada y que tenía que madrugar mucho. Capullín. Hoy, hombre sincero es hombre muerto. No olvidemos el viejo principio de que el que demanda prueba. ¿O ya se invirtió la carga de la prueba también en esta materia y no me he enterado? Aunque no sé, puesto cada uno a gestionarse las pruebas de cargo o de descargo, ya me imagino la cama matrimonial llenas de artilugios grabatorios, de micrófonos escondidos en la almohada y de cámaras ocultas en los clavos del crucifijo, y hasta vecinos llamados como testigos y expertos traídos para el dictamen, todo un evento local, los Pérez han quedado para un ayuntamiento carnal esta noche y eso hay que verlo, pues está en juego el patrimonio familiar y la fortuna de cada uno.
Me ratifico en mi repetida tesis. La vida matrimonial y familiar se está convirtiendo en un campo minado. Conviene ponerse a salvo. Ante los múltiples riesgos y las evidentes inseguridades de la relación legal y convencional, toca implorar la plena legalización del sexo mercenario. Al fin y al cabo, ya puestos a pagar, parece más lógico hacerlo por polvo echado que por polvo faltante. ¿O no? Mal están los matrimonios cuando el modelo de legalidad, orden, confianza y cariño acabamos viéndolo en las casas de putas. O de putos, eso es lo de menos.
1 comentario:
¿ O sea que lo de "jodes menos que un casao" es privativo de España ?.
Pues hombre puestos a tocar la CE y a establecer porcentajes en la misma podían fijarse unos mínimos, con los correspodientes coeficientes de corrección en función de las variables que afectan a la frecuencia de la jodienda, que garantizasen al menos unas ciertas alegrías/año a los cuerpos que dejaron de ser cuerpos danone antes de la aparición y popularización de los postres desnatados y la metrosexualidad.
Cada vez veo más muchachos pelirrojos, hecho que por llamativo comenté con un amigo que curiosamente también se había percatado y al que la curiosidad le había llevado a investigar el asunto y había concluido que el mismo derivaba del óxido que acumulan los gitanales patrios por la falta de uso.
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