(Publicado hoy en El Mundo de León)
Cada vez que oímos hablar de que suben las tasas que pagamos por algún servicio público, cunde la indignación. ¿Tan malo es que se pague por lo que del Estado se recibe y que, si sale gratis o está subvencionado, acabamos soportando entre todos? Depende. Bien estaría que nos acostumbráramos a los matices propios de un Estado social.
Pongamos el ejemplo de la educación universitaria. Con las tasas de matrícula, cada estudiante abona aproximadamente un treinta por ciento del coste de sus estudios. ¿El resto por cuenta de quién va? Del erario público; o sea, a nuestro coste, a costa de los que pagan impuestos. Nuestra propia universidad leonesa anda con graves problemas económicos, como casi todas las públicas. ¿Sería muy injusta una subida de las tasas? Veamos. Un equitativo sistema de becas debería proporcionar matrícula gratuita a quienes carezcan de medios económicos o los tengan escasos. ¿Y los demás? Los estudiantes de familias pudientes aportan ahora lo mismo que los otros; es decir, el Estado también los subvenciona a ellos. Cuando uno de esos estudiantes suspende reiteradamente, no es raro que esas familias lo manden a universidades privadas, donde el coste es diez veces mayor y de las que, a cambio, vuelve, casi seguro, con su título bajo el brazo. Así que si nosotros, en la pública, los aprobamos, les sale por cuatro perras y el resto lo pone la gente. Si suspenden, se van con la música a otra parte y apoquinan tan contentos.
¿Sería tan difícil que, además de que hubiera un buen sistema de becas, cada estudiante contribuyera en proporción a su capacidad económica? ¿Resultaría, además, tan complicado adaptar los costes de matrícula al rendimiento, para que algunos, que están bien forrados, no se pasen diez o quince años en una carrera financiados por el pueblo llano? ¿Alguien tendría el descaro de gritar que una política universitaria de ese tipo no es social y progresista a carta cabal? Y, por supuesto, el complemente perfecto: que no haya título universitario sin una prueba final, de carácter nacional, en la que se acrediten unos mínimos conocimientos y competencias. Para los de las privadas también, por supuesto. Así, también los profesores nos pondríamos las pilas.
8 comentarios:
Mi estimado García Amado, creo que ha exagerado usted el porcentaje del coste real de los estudios que pagan con la matrícula. En general, no pasa del 15%. Por lo demás, estoy de acuerdo con usted: el resto lo pagamos todos con nuestros impuestos, y queremos ver resultados a cambio, en lugar de convocatorias sin límite, de gracia, por compensación, etc., etc.
En principio estoy de acuerdo con usted. Las llamadas políticas sociales deben ser casuísticas, pero quiero añadir alguna cosa:
1.- Un pregunta: el estudiante que no va a clase y tarda una década en graduarse, ¿en verdad supone un sobrecoste para la universidad? Porque si paga su parte de la tasa y no acude, no consume recursos. Eso, claro, en el supuesto de que se trate de una titulación en la que no haya un límite de plazas o estas no se cubran.
2.- En principio la capacidad de un estudiante para pagar su educación es ninguna. Casi nadie a los 18 años dispone de recursos para financiar su educación y manutención y necesita que alguien le proporcione esos recursos. Los estudiantes acomodados no son tales, son hijos de padres acomodados y sólo por costumbre se considera que son ellos los acomodados pues suponemos que se les pagará la educación que quieran. Pensemos en un caso extremo: el hijo quiere estudiar la carrera A y el padre sólo está dispuesto a financiar la carrera B. O el hijo cursa B o no cursa nada, puesto que el disfrute de una beca le estaría vedada debido a los recursos de su familia, recursos que no se van a destinar a financiar sus estudios.
En cuanto a la reválida nacional, cuanto antes, por favor.
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Déjate de estupideces, Amado, el problema fundamental es que se forma para un país teóricamente desarrollado y luego, el mercado laboral es tercermundista.
Queremos ser como los países punteros, que está muy bien, pero luego acabas y no hay nada.
En España se vive de los servicios, el ladrillo, la hostelería, turismo de sol y playa, del cuento, etc.
Estoy opositando a secretario de justicia. Un saludo cordial, sin " elitismos para memoriosos superdotados y cerebritos".
Yo aún diría más que Anónimo ¿dónde está profesor su tan cacareada igualdad de oportunidades cuándo la capacidad intelectual es diferente?
Totalmente de acuerdo. Es como lo de los libros de texto gratis para todos los alumnos en primaria y secundaria (en Andalucía al menos), cuando sabemos que hay familias que se pueden permitir comprar perfectamente los libros a su hijos. En vez de organizar un buen sistema de becas para los más necesitados se decide dar libros gratis a todos y al final pasa lo que pasa: lo gratis no se valora al final.
Saludos desde Crisis Educativa
Buenos días,
De acuerdo con ajustar el precio de las matrículas al coste de la prestación del servicio con un paralelo incremento de becas. El problema principal de la universidad pública española es, sin embargo, la increíble mala calidad de sus docentes e investigadores, que usualmente no son ni una cosa ni la otra.
Los primeros que deberían ser evaluados son los profesores y catedráticos. Evaluados de verdad, no los monstruos burocráticos que existen ahora, y con consecuencias en su permanencia y en su salario.
Dos anotaciones complementarias. Una, que redistribuir el origen de los fondos entre las tasas y las subvenciones no cambia el coste de la universidad, sino la estructura de su financiación. El coste podría ser modificado (reducido) con una adecuada gestión de sus recursos, especialmente personales, lo que no parece compatible con su estatuto funcionarial.
Dos. Soy profesor particular de alumnos de una universidad pública, así que me gano la vida ayudando a alumnos a los que se les exige en sus exámenes unos conocimientos a menudo deficientemente impartidos (si es que lo han sido)
Un saludo
Sólo unos apuntes. En Cataluña la aportación media que realiza un estudiante en relación al coste real de sus estudios estaba en el curso 2009-10, hablo de memoria, en torno al 12%, es decir, por debajo incluso de lo indicado por Anecado.
Me ha sorprendido su comentario final sobre que "los profesores nos pondríamos las pilas". La verdad, me permito el lujo de dudarlo. Usted sabe que entre el profesorado universitario español la docencia es percibida como una pesada carga de la que hay que huir. Entre la mayoría de nuestros colegas -con independencia de titulaciones y áreas de conocimientos-predomina el más absoluto desprecio hacia la docencia y se considera un buen profesor a un buen investigador. Dedicar tiempo a preparar las clases, a actualizar conocimientos, a atender a los alumnos en las tutorías o a cualquier otra actividad de similar naturaleza, es visto como una inútil pérdida de tiempo. Asumir la preparación de una nueva asignatura merece mucha menos consideración que haber publicado un artículo en una revista de tercera categoría o haber presentado una comunicación a un congreso de ámbito regional. Y también se podría hablar de esos catedráticos o titulares (o agregados) que firman planes docentes ficticios sin mayor empacho, puesto que la mitad de esas clases o la mayoría las acaban haciendo becarios o lectores (sin que tales substituciones consten en los planes docentes de estos últimos).
Juan Manuel tiene más razón de la que piensa al señalar la mala calidad -con frecuencia, pésima- de la docencia universitaria en España. Yo diría que el menosprecio hacia el alumnado se está convirtiendo en una de las señas de identidad de nuestras universidades.
gente muy interesante y llena de inquietudes no llegó a licenciarse nunca y llenaban la facultad de experiencias alternativas, de revistas, de propuestas, de poesía, asambleas, de días de vino y rosas;
frente a la burocratización repetitiva y reproductora del sistema alienante y homogeneizador, uniformador y autoritario. Hoy, nuestras facultades parecen cementerios, a los que se va únicamente a regurgitar lo impartido, por profesores sosos y carentes de chispa, burocráticos y sin dotes pedagógicas, muy poco preocupados por los alumnos. Hay excepciones.
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