Estos tiempos duros acortan las palabras como en un intento de ahorrar esfuerzos para concentrarlos en otros afanes y así se ha puesto de moda desear “buenfinde” para referirse al recreo del sábado y el domingo o “me voy de vacas” que dice quien se marcha a pasar unos días a la costa o a la montaña para alejarse del ambiente miasmático de la oficina.
Dijérase que el hablante se hace perezoso y proyecta esta disposición de ánimo sobre el pobre lenguaje que carece de defensas adecuadas porque tampoco la Real Academia se las presta. Ya veremos lo que tarda la Docta Casa en admitir lo de las “vacas” y el “finde” como está a punto de admitir esa cursilada del “jet lag” para referirse a las molestias que producen los cambios horarios cuando se cubren grandes distancias en avión.
Pero donde es preciso echar un cable de ayuda al idioma es en el ámbito de la economía. Ahora que se habla tanto del “rescate” de este o de aquél país, es urgente rescatar al español de las garras de esos economistas a la violeta que, por haber leído un par de libros en inglés y asistido a un cursillo de un “finde” en Wisconsin, se creen con título suficiente para patear y desgraciar el idioma de la madre que los parió y de la leche que mamaron. Obsérvese, como ejemplo, la circulación actual de la palabra “apalancamiento” para referirse al hecho de especular contrayendo deudas. Ha bastado que algún economista desfachatado -con buen acceso a los medios de comunicación- la utilizara un par de veces para que el papanatismo ignaro la emplee con ese desparpajo que gasta quien se pierde por aparentar y por “estar en el ajo” de las jergas esotéricas. ¡Ah, si dispusiéramos de una palanca para levantar a esos bodoques del asiento de sus ignorancias!
¿Cómo no va a andar desasosegada la ciudadanía que padece los estragos de la crisis? Imaginemos a un parado que, deseoso de comprender la injusticia que padece, pretende adentrarse en el jeroglífico de la situación económica y para ello acude a un periódico serio y de su confianza. Y allí se encuentra con un artículo sesudo firmado por un especialista al que pondremos su nombre en inglés y le llamaremos “William of the pasture”. Este hombre le explicará que “el apalancamiento se hace creando uno o varios vehículos SPV que emiten obligaciones de deuda colateralizadas (CDO) en las que pueden vender sus tramos senior y mezzanine, con menor riesgo, ... mientras que el EFSF se queda con el tramo equity ...”. Y más adelante le informa que se necesita “una hoja de ruta de reforma de la gobernanza” y que los bancos tendrán que alcanzar “un 9% de core tier one (CT1) a finales de junio” de tal suerte que pueda calcularse el capital buffer.
La Autoridad bancaria europea no puede ser designada con este nombre por el aplicado alumno de Wisconsin sino que es la “European Banking Authority” encargada de alertarnos sobre los riesgos sistémicos y otras calamidades ambientales presentes y por descubrir.
Con estas aclaraciones, la desesperanza de nuestro parado alcanzará a buen seguro un grado colosal porque unirá a lo aflictivo de su estado la conciencia cierta de ser un ignorante irrecuperable al que no le queda más salida que el suicidio. Pero no el suicidio aquél de los románticos, que se suicidaban porque una Purita les había hecho cuatro mohines, sino un suicidio con todas las alarmas dentro del desengaño definitivo y concluyente. Un suicidio crispado y de venas exhaustas.
Ante este descalabro colectivo en el que vivimos necesitamos luz, que alguien haga señales para que se vea el desamparo de tantos. Y surge la plegaria: ¿cuándo, Señor, vendrá un Padre Isla para desenmascarar a todos estos bocazas?
4 comentarios:
Muy oportuno su comentario, señor Sosa, pues llevaba yo unos días fastidiado, apalancado en casa mientras rumiaba qué podría ser eso del "apalancamiento". Así pues, oportuno por detectar la intromisión de este término en las líneas de los periódicos y por solventarme la duda acerca de su contenido.
La realidad española avanza con paso firme hacia el apalancamiento, el abutronamiento, el alucinamiento; familiarmente conocido como alunizaje; el estironamiento de bolso y cualesquiera otras formas de provisión de masa monetaria para satisfacer necesidades básicas en unos casos y menos básicas en otros.
Ya ha sido incluída una acepción con significado económico de la palabra en cuestión.
apalancamiento operativo. Les daría una leccioncilla, pero ésa la tengo suspensa. ay, la economía y la economía de la empresa.
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