22 febrero, 2012

Carta abierta a H. M. Enzensberger. Ppor Francisco Sosa Wagner y Mercedes Fuertes

Admiradores como somos de su obra y enamorados asimismo de sus poemas, querido amigo, debemos confesarle la perplejidad que nos ha causado la lectura de su último libro El gentil monstruo de Bruselas o Europa bajo tutela. La perplejidad y la decepción.

Su obra empieza enumerando las glorias alcanzadas en la Europa comunitaria y, junto a los decenios de paz que disfrutamos, cita las ventajas de la movilidad en el espacio europeo, que ha derogado los infinitos problemas causados tradicionalmente por aduanas y fronteras; la moneda única y la supresión de cuantiosos costes en pagos y transferencias; en fin, también las garantías con las que contamos los consumidores al disponer de una información acerca de los productos que utilizamos desconocida en la historia, etcétera.

Pero, al mismo tiempo, usted se queja de la cantidad de normas que aparecen en el diario oficial e incluso las cuantifica en miles y miles de páginas. Con ello ignora que, para construir esas ventajas y beneficios, es necesario promulgar directivas, reglamentos y todo tipo de instrumentos jurídicos. Si quiere entretenerse en seguir cuantificando, consulte los repertorios legislativos del land de Baviera donde usted vive, o los de la República Federal Alemana, o, si quiere un país de menor envergadura, haga lo mismo con semejantes publicaciones en Letonia o Estonia. Se trata éste, admirado Hans Magnus Enzensberger, de un asunto muy complejo que se inscribe en el ámbito de la cultura jurídica occidental, que probablemente merece muchos reproches, pero que desde luego no es privativo de las instituciones europeas.

Injustas son las críticas que formula al Tribunal de Justicia de Luxemburgo, páginas donde, por cierto, se advierte alguna confusión acerca de sus actuales perfiles institucionales. Pero, pasando por alto este descuido de redacción, sorprende que un europeísta convencido como es usted -tal como nos ha demostrado en muchas otras de sus publicaciones- no repare en que precisamente el Tribunal de Luxemburgo es la organización que con más seriedad y tesón contribuye a dotar de sólidos cimientos a la construcción europea. Ahí están las reglas de la «primacía» y del «efecto directo» del derecho comunitario para corroborarlo. Instrumentos capitales para definir el todo como un orden federal por el que se pueda transitar con una mínima seguridad jurídica.

Europa se olvida de la cultura. Éste es otro de sus alegatos. Señor Enzensberger, ¿qué es entonces la selección anual de «capitales europeas de la cultura»? ¿Es o no una política que permite atraer la atención sobre una ciudad, sobre su patrimonio histórico, sobre sus hijos ilustres o sobre las nuevas manifestaciones artísticas a las que se presta escenario y ayuda para su exhibición? Y, sobre todo, en un ámbito cercano a éste, el de la educación, ¿sabe usted los miles de estudiantes que hoy pueden visitar, gracias a los programas Erasmus, universidades extranjeras, conocer sus métodos de trabajo o entablar relaciones de amistad con profesores o compañeros? En el pasado, ¿cuántos jóvenes españoles o portugueses se podían permitir el lujo de desplazarse a un centro especializado de Alemania, de Inglaterra o de Italia? Convendrá usted con nosotros que sólo hijos de familias muy acomodadas han disfrutado durante siglos de este privilegio que tan incalculable valor tiene para personas en formación.

El déficit democrático es estrofa inevitable en el discurso político europeo. Y usted la incorpora al suyo. Un recurso dialéctico muy sencillote porque es evidente que siempre aspiraremos a más democracia: en eso consisten precisamente -como usted nos ha enseñado en sus libros- los cauces anchos y ventilados que las sociedades democráticas propician. Pero poner como ejemplo de mecanismo democrático el referéndum es olvidar que éste es uno de los juguetes más cariñosamente utilizados por todos los dictadores que en el mundo han sido y usted, que conoce la historia reciente de España, lo sabe bien. Con Franco no teníamos democracia pero tuvimos muchos referendos.

De otro lado, Europa cuenta con un Parlamento elegido por sus ciudadanos. Es verdad que la participación en las elecciones europeas es baja, pero esto se debe a que no existe una educación europea en los colegios, tal como usted acertadamente denuncia; también a la escasa atención que en los procesos electorales se presta a las cuestiones europeas, así como al limitado seguimiento por los medios informativos de las actividades que se desarrollan en Estrasburgo a lo largo de una legislatura. Pero, ¿qué diríamos si no existiera esta magna Asamblea, única en todo el planeta y modelo quimérico en otros continentes?

Denuncia usted el dinero que desembolsa ese Parlamento en mantener un canal de televisión. Pero ignora que, gracias a ese canal, cualquier persona en cualquier parte del mundo puede seguir en tiempo real las intervenciones de los parlamentarios en el Pleno, en las Comisiones y en otros debates que allí se celebran. Ítem más: el voto de cada uno de los diputados se puede conocer por millones de ciudadanos a los pocos minutos de haber sido emitido. ¿No pedimos transparencia en la discusión de los asuntos públicos?

Permítanos una confesión personal. Uno de nosotros es parlamentario europeo, representante de un pequeñísimo partido político español. Pues bien, jamás ha tenido la más mínima dificultad para tomar la palabra en los Plenos y, por supuesto, en las Comisiones. Lo que es bien probable que no hubiera podido hacer en muchos parlamentos nacionales, allí donde -según usted- todavía se cultiva la democracia y la división de poderes.

¿Escenario paradisíaco el que pintamos? En absoluto. Los defectos en la construcción del edificio, las deficiencias en el funcionamiento de sus instituciones, la falta de brújula en la conducción de ciertos asuntos, etcétera, todo ello es denunciado por quienes creemos en Europa una y mil veces, oralmente y por escrito. Nosotros desde luego así lo hemos hecho en libros y acogiéndonos a la amabilidad de este periódico.

Sabemos que la definición de un «interés europeo» es tarea titánica pero no menor que la definición de un «interés nacional» ayer y hoy desfigurado por la presión que ejercen cientos de centros de poder difusos pero siempre activos. En el mundo moderno ya no es «el hombre un lobo para el hombre» sino que el hombre es un lobby para el hombre. Pero esto, convendrá usted con nosotros, vale para la Europa unida como valdría para la Europa desunida. Mire usted, si quiere ratificarlo, hacia su entorno bávaro.

Nos sorprende que, para hacer la crítica de las instituciones europeas, no haya recurrido a la excelente y demoledora prosa que se contiene en el libro de Jochen Bittner So nicht, Europa! (Munich, 2010). Es Bittner un notable conocedor de los pasillos y de los entresijos del poder en Bruselas, siendo sus amplios saberes lo que le permite huir de tópicos y lugares comunes.

Admirado Enzensberger, nos quedamos con los magníficos diálogos entre el joven economista y la soprano jubilada de su inigualable Josefina y yo, o con su insuperable El diablo de los números, y con tantas otras páginas de sus libros que seguiremos siempre regalando a nuestras amistades. Nos alegrará que siga usted con salud.

Francisco Sosa Wagner es catedrático y eurodiputado por UpyD. Mercedes Fuertes es catedrática de Derecho Administrativo. Ambos son autores de Bancarrota del Estado y Europa como contexto (2011, Marcial Pons).

4 comentarios:

F.Azagra dijo...

Quizás zahieren demasiado a Enzensberger cuando lo que pretende es popularizar unos problemas de los que la mayoría de la población permanece ajena. Tiene más razón que la que le quitan. Reconocer hoy que la abundancia de normas es un lío monstruoso es de justicia. Y ahí los autores se deslizan por las excusas ' un asunto muy complejo que se inscribe en el ámbito de la cultura jurídica occidental, que probablemente merece muchos reproches, pero que...'.
Sí, si que es complejo el asunto, y como leí en el blog de Dopico que enlazaba usted en su perfil, es de esa complejidad que parece gustar a los cátedros hasta extremos lujuriosos. Porque tiene algo de cerdada voluptuosa esa gestación perenne de libros, artículos y conferencias. La moraleja de Dopico a que me refiero es ésta 'la regulación de ... nos plantea multitud de interrogantes, cuestiones nuevas y problemas de difícil solución. Pero esto no debe afligirnos: la Ciencia Jurídica, con su agudeza proverbial, nos ayudará a aumentarlos hasta lograr un grado de confusión satisfactoriamente complejo.' En suma, la de la confusión.

Estoy largando demasiado ya, y sin embargo tampoco debo callar que Enzensberger también acierta al señalar el desconocimiento ciudadano de que todo, todo, se cuece en el Parlamento Europeo. ¡Quiá, Los Mercados! Es el Parlamento. Y el seguimiento de sus quehaceres por la opinión pública es nulo. Les habrá escocido Enzensberger, o habrán encontrado autores más reputados, más listos y más elegantes. Pero de los que se hacen oir y se les escucha algo hay pocos, y más nos valdría reforzar su mensaje que callarle la boca ¡so cátedros!

Un saludo a todos!!!

Señor Decolorado dijo...

He de sumarme al comentario del señor Azagara. Nadie pone en duda que la integración europea sea una idea extraordinaria. El problema es que lo que en su momento eran "defectos de fabricación", por así decirlo, se han convertido en la actualidad en verdaderos atropellos democráticos. No se puede calificar de otra manera lo que está sucediendo en estos días de crisis económica y política, cuando se pretende ahogar a los ciudadanos griegos (y no solo) sin que haya un canal institucional adecuado en el que se registre el desacuerdo con la doctrina oficial de austeridad. La idea de imponer un comisario que controlase el presupuesto griego o la intervención y supervisión de sus cuentas desde el exterior sólo puede considerarse, como poco, algo distante de los principios democráticos.

En cuanto a lo de señalar las decisiones del Tribunal de Justicia en sus años gloriosos (estamos hablando de los sesenta) para intentar justificar algunas de sus últimas sentencias (véanse Mangold, Viking, Laval, etc.) no queda más remedio que colegir que o bien los autores no están informados de lo que en la actualidad se decide (lo cual es dificilisimo de creer, a tenor de su rigor intelectual) o bien se emplea un argumento melifluo para escatimar el debate sobre los asuntos espinosos. Y en este punto, creo que al menos Enzensberger es honesto y no rehuye el debate.

Dicho todo ello con el mayor respeto y admiración.

Exiliado dijo...

Habiendo vivido y trabajado en Bruselas los últimos diez años, no puedo estar más de acuerdo con los profesores Sosa Wagner y Fuertes. Existen numerosos aspectos de la UE que son criticables pero no creo que las criticas de Enzensberger tengan fundamento, como esta entrada ha explicado muy bien. Solamente querría añadir que el nivel de transparencia y accesibilidad de las instituciones europeas y de quienes las componen es infinitamente superior al existente en España.

un amigo dijo...

Enzensberger está diciendo que el rey está desnudo.

Que la Europa de los 28 es ingobernable, con la actual arquitectura institucional. Cagüenla, si una reunión del Consejo de ministros quiere empezar con una vuelta a la mesa en la que cada uno hable cinco minutos, necesitan dos horas y veinte minutos.

Que el ejecutivo comunitario -el Consejo- está hipertrofiado, el legislativo raquítico, el judicial es ferozmente no-independiente (véase el nombramiento de los magistrados), y la Comisión está en franca decadencia, desde tiempos de Delors. La mayor parte de los comisarios, en liza electoral abierta, no lograrían ser elegidos alcaldes de una ciudad de 100.000 personas. Son patéticamente incompetentes, empezando por el mangante que los "dirige".

Que la sociedad europea vive en una esquizofrenia atroz, pidiendo (de puta boquilla) "más europa" y al mismo tiempo debilitando las instituciones y disminuyendo el presupuesto comunitario.

Que la ejecución del presupuesto comunitario da pena: ni siquiera un control al agua de rosas como el del Tribunal de Cuentas logra aprobarlo (van 17 años seguidos que concluyen su evaluación anual con una opinión negativa).

Que el Euro se ha ido a la concha de la madre que lo parió a fuerza de unos que contaban mentiras y otros que se las tragaban dobladas - y a estos segundos los hemos premiado confirmando sus cargos. De cualquier organización responsable hubieran echado a patadas a Almunia y a su jefe.

Que la 'acción correctiva' europea ante la crisis financiera (?) ha largado 4,6 billones (europeos, no americanos) de euros en ayudas y garantías a los ladrones patentados de los bancos. Por barba, entre los +500 millones de ciudadanos de la UE, toca a 9.000 y pasa euros.

Son los "europeístas convencidos" los que no aguantan más, créanme.

Salud,