(Entran Eduardo y Candela)
EDUARDO.- Sigo sin estar
convencido del todo, mi amor.
CANDELA.- Y yo, vida mía, te digo
que, ya puestos a hacer cabronadas, prefiero estar presente que no que me lo
cuentes luego.
EDUARDO.- Pero a lo mejor delante
de ti me corto más al preguntar.
CANDELA.- Tranquilo, pues
pregunto yo. Y tú mismo me has dicho que, por mucho que interroguemos, no crees
que salgan a relucir grandes noticias. Además, así me tienes de testigo del
resultado de tu experimentación. Otras veces me dices que no te hago bastante
caso en los temas de tu trabajo. Pues ahora te lo hago todo. Y ya está.
EDUARDO.- Bueno, pero me dejas a
mí llevar la iniciativa. Tú en un muy discreto segundo plano.
CANDELA.- Claro que sí. No
pretendo otra cosa y no voy a quitarle su protagonismo a mi genio. (Se acerca a él y le hace una carantoña que
se nota forzada). Yo pongo las copas y atiendo a los asuntos de
intendencia, ¿vale?
EDUARDO.- ¿Y la píldora? Tengo
que echársela en la copa sin que me vea.
CANDELA.- Pues por eso, yo os
pongo las copas con su pastilla ya bien servida.
EDUARDO.- Tengo que darte una.
CANDELA.- Eduardo, cielo, sé
perfectamente dónde guardas una caja de tus queridas pastillas. Así que no te
molestes. Cuando llegue el momento, yo cojo una y se la disuelvo en su café o
lo que tome.
EDUARDO.- ¿Lo sabes? Bueno, te lo
habré dicho yo mismo, no me acuerdo. No importa. Lo hacemos como dices....
Candela, eres un tesoro y vales lo que pesas.
(Suena el timbre. Sale Candela a abrir y vuelve al salón con Víctor)
VÍCTOR.- Hola, Eduardo. Aquí me
tienes para hablar de tus negocios y ver cómo te haces rico con ese invento
alucinante. Hola, Candela, no sabes cómo me alegro de verte.
CANDELA.- Hola, Víctor.
EDUARDO.- Qué tal, Víctor.
Gracias por venir. En realidad es sólo por charlar un poco y hacerme unas ideas
muy generales. Ya sabes que ese mundo de la economía y las inversiones me es
completamente ajeno.
(Se sientan los dos hombres. Candela se queda de pie, algo rígida)
VÍCTOR.- Ya, ya. Pues nada, tú
dirás.
EDUARDO.- Tomaremos algo, ¿no?
Una cerveza, un café, un vasito de vino…
VÍCTOR.- ¿Qué vas a tomar tú?
EDUARDO.- Yo…, pues… una
cervecita.
VÍCTOR.- Pues yo una coca-cola,
si tenéis.
CANDELA.- Yo os sirvo, no os
preocupéis. Vosotros charlad tranquilos.
(Sale Candela de la estancia a buscar las bebidas)
VÍCTOR.- Así que piensas sacar un
dinerete con lo de la píldora de la verdad.
EDUARDO.- Hombre, el laboratorio
que quiera comercializarla tendrá que pagarnos o que comprarnos la patente. Y
no ha de ser poco dinero, digo yo. Ya nos están llamando muchos para preguntar.
VÍCTOR.- Pues tendré que ficharte
de socio capitalista para mi empresa, no me vendría mal una inyección de dinero
fresco. La cosa anda chunga.
(Candela va sirviendo las bebidas: la coca-cola de Víctor y la cerveza
de Eduardo. Ellos toman los vasos y se disponen a beber)
EDUARDO.- Bueno, salud. Moderado
te veo con tu coca-cola.
VÍCTOR.- Salud. Todavía estoy
bajo los efectos de vuestra opípara cena de anoche. ¿Tú no bebes nada, Candela?
CANDELA.- Luego me preparo un
cafetillo, no es preocupéis. Vosotros a lo vuestro.
(Mientras, han bebido cada uno un buen trago. Se miran los dos mientras
beben, se vigilan).
EDUARDO.- Bueno, y aparte de los
negocios, ¿qué tal te va la vida, querido Víctor?
VÍCTOR.- Bien, bien, no me quejo.
EDUARDO.- Anda, pillín, algún
asuntejo tendrás tú por ahí. Apuesto a que alguna guapa mujer te habrás ligado
últimamente. Menudo elemento estás tú hecho, que bien que me lo chiva a mí un
pajarito.
CANDELA.- ¡Eduardo!
EDUARDO.- ¡Candela, por favor!
VÍCTOR.- ¿Ligues yo? Para nada,
menuda ocurrencia. Ni uno más desde que me casé con Nieves.
(Eduardo empieza a hipar. Candela y Víctor se miran).
VÍCTOR.- ¿Y tú? Anda, que tú sí
que te lo montarás bien en la universidad, con tanta becaria, tanta estudiante…
CANDELA.- ¡Víctor!
EDUARDO.- (Hipando) Uf, sí,
menudos líos he tenido. Por suerte ya se acabó el asunto con Luisa hace tres
años. Un par de cursos estuvimos acostándonos y follando como bestias. Esa
mujer es una furia, un ciclón, me agotaba.
CANDELA.- ¡Dios mío!
VÍCTOR.- ¿Así que tuvisteis un
tórrido romance la administrativa de tu Departamento y tú y ya se acabó?
EDUARDO.- Sí, se la enjareté a
Fernando. Los buenos becarios tienen múltiples tareas, jajaja (Se ríe e hipa).
VÍCTOR.- ¿Y ahora no tienes otro
apaño femenino por ahí escondido, alguna otra historia de cama y citas
secretas?
EDUARDO.- Pues Nieves, tu mujer.
VÍCTOR.- ¡Hostias!
CANDELA.- ¡La madre que lo parió!
No sé si voy a resistirlo.
EDUARDO.- Me gusta más Nieves,
con ella es sexo mucho más tierno, aunque también sabe hacérselo en la cama
como una auténtica reina (siempre hipando
Eduardo. Y se ríe)
VÍCTOR.- (Sobreponiéndose con esfuerzo. Se levanta y pasea nervioso por la
estancia mientras habla).- Así que con Nieves, con mi mujer. ¿Y lleváis
mucho tiempo viéndoos a escondidas?
EDUARDO.- Cinco o seis años, no
me acuerdo bien.
CANDELA.- Estuviste alguna
temporada con las dos a la vez, según mis cálculos, con Luisa y con Nieves.
Bueno, con las tres, que yo también contaré, supongo.
EDUARDO.- Contigo es distinto, mi
amor. Tú eres mi esposa y te quiero con el corazón. Son muchos años de vida muy
grata juntos.
CANDELA.- Vida muy grata juntos,
menudo hijoputa estás tú hecho.
VÍCTOR.- Así que tenías a Nieves
y a Luisa a la vez. Además de a tu mujer, claro.
EDUARDO.- Era mucha tralla y
mucho estrés. Por eso me quité de encima a Luisa. Con Nieves es distinto, nos
entendemos mejor en muchas cosas. Y uno también va teniendo sus años y hay que
dosificarse, qué caramba (Tiene un nuevo
ataque de risa mezclada con hipo).
VÍCTOR.- Y querías darme la
pastilla a mí hoy e interrogarme. ¿Se puede saber por qué?
EDUARDO.- Me lo pidió Nieves.
Anda celosona contigo.
VÍCTOR.- ¿Que Nieves te pidió que
me sometieras a la prueba de la pastilla y que me sonsacaras? ¿Qué coño
sospecha Nieves?
CANDELA.- ¡Víctor, ten cuidado,
por favor te lo pido!
EDUARDO.- A tu mujer le ha dado
por pensar que estás liado con Deysi. El otro día se me echó a llorar en el
hotel al que vamos y no tenía consuelo, la pobre.
CANDELA.- Ah, mira, la pobre.
Sufre si le ponen los cuernos, fíjate qué sensible es la Nieves de las pelotas.
VÍCTOR.- Pues menuda patochada,
cómo voy yo a tener esa clase de tratos con Deysi. Además, es la mujer de
Rufino y Rufino es amigo mío desde que éramos críos.
CANDELA.- Otro que tal. Lo que
hay que oír.
EDUARDO.- Pues yo no sé, eso te
iba a preguntar a ti, Víctor, que si es verdad que te ves a escondidas con
Deysi. Nieves dice que muchas veces vuelves a casa apestando a ese perfume de
pachuli que Deysi usa y que te ha pillado algún mensajito equívoco con ella.
Ah, y que una vez te encontró en un cajón tuyo un paquete envuelto de regalo,
que lo abrió para fisgar, creyendo que era para ella, y vio que era un juego
muy atrevido de ropa interior, con una dedicatoria para Deysi de lo más picante
(Nuevo ataque de risa e hipo).
VÍCTOR.- Esto es la leche. Me
entero de que mi mujer me la pega contigo, de que teme que yo la engañe con
otra y de que, encima, te pide que me apliques la mierda esta de la pastilla de
la verdad. Me cago en todo.
CANDELA.- Ya, tú cágate, pero
¿estás también con Deysi o no estás?
VÍCTOR.- ¿Ahora tú con el mismo
cuento? ¿Te crees que también yo me voy a poner aquí con el hipo? Haberme
echado la píldora a mí en la coca-cola si querías tú jugar a eso. No tengo nada
con Deysi, ¿está claro?
EDUARDO.- Entonces puedo
tranquilizar a Nieves, ¿verdad?
VÍCTOR.- Claro que sí. Que se
relaje mi mujer. Y luego que te dé las gracias y te eche un buen polvo.
EDUARDO.- Uf, ya se me está
pasando el hipo. Qué curioso, no tendría que haber tenido hipo yo precisamente.
Serán casualidades.
(Candela y Víctor se hacen señas de que hay que cortar las preguntas)
VÍCTOR.- Bueno, tengo que irme.
Ha sido una reunión muy productiva, ya lo creo que sí.
CANDELA.- Sí, mucho. Ya te
comentaré yo a ti un par de cositas.
EDUARDO.- Gracias por tu visita.
Se nos ha ido el santo al cielo, pero ya hablaremos de pasta otro día.
VÍCTOR.- Sí, otro día. Nos
veremos pronto.
(Eduardo da un abrazo a Víctor como despedida. Víctor intenta darle un
beso de despedida a Candela, que le aparta la cara. Mutis de Víctor).
EDUARDO.- ¿Qué te ha parecido?
Majo este Víctor, ¿verdad?
CANDELA.- Majísimo, claro que sí.
Y tú, igual de majo. Sois todos unos cielos de hombres.
EDUARDO.- Bah, perdona que le
preguntara esas bobadas sobre Deysi, es por experimentar simplemente. Además,
resulta que no hay ningún lío entre ellos. Lo que yo pensaba. Lo que me extraña
es que la pastilla no le dio hipo. Tal vez esta versión mejorada que ahora
usamos ya no tiene ese efecto raro.
CANDELA.- Será eso.
5 comentarios:
Aplausos, para el papel de Eduardo el profesor Díaz y García Conlledo, por favor, que lo bordaría.
Pero si los que estan "under the influence". No recuerdan nada, como recuerda Eduardo que le pregunto a
Victor sobre Daisy ?
Anónimo, puede ser una trampa estamos en el nudo.
Por cierto, ¿está basado en hechos reales, los personajes son ficticios?
Siguiente, por favor.
Esta candela tiene candela para rato
Sin duda esta obra merece ser representada......
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