Nunca es completo el acuerdo sobre el mejor sistema de selección y promoción del
profesorado universitario. Cuando no se había terminado el siglo XX, se
criticaba la endogamia a que daban pie los sistemas de la LAU y la LRU, se
discutía sobre las ventajas e inconvenientes de las habilitaciones, primero, y
del sistema de acreditaciones por agencias evaluadoras, en especial la tan
recordada ANECA, después. Una reforma sucedía a la otra y luego venía una más,
pero, con todo y pese a múltiples cambios de detalle, se ha mantenido hasta
hoy, 2023, el sistema de acreditación por agencias ante las que los candidatos presentan
su currículum, sea para acceder a plazas de profesores contratados, sea para
poder concurrir a puestos funcionariales de profesor titular o catedrático de
Universidad.
La
última revisión del sistema aconteció hace ya cinco años, en 2018, y resultó
problemática desde el momento en que daba singular valor a nuevos méritos de
los aspirantes, junto a la consideración, en verdad menguante, de las pautas
tradicionales, como la trayectoria investigadora y la experiencia docente.
Particularmente complicada ha resultado la aplicación de un nuevo criterio que
permite sumar hasta un veinticinco por ciento de los puntos necesarios para
acreditarse para cualesquiera figuras de profesor. Se trata de lo que
popularmente se conoce como dedo en el culo, si bien en el Real Decreto de 27
de septiembre de 2018 recibe el nombre más pomposo de mérito “por persistencia
anal”. El apartado j) del artículo 43 del citado Real Decreto lo describe en
los siguientes términos: “Hasta un
veinticinco por ciento de los puntos necesarios para la obtención de la
acreditación los obtendrá el candidato que aporte certificación fehaciente de
que durante los dos años previos a la fecha de su solicitud y en horario laboral ha permanecido un
mínimo de mil horas con el dedo corazón de su mano derecha introducido en la
cavidad rectal”.
La
norma en cuestión fue fruto de arduas negociaciones y del acuerdo final entre
el Ministerio del ramo, la Conferencia de Rectores, los partidos de la oposición
y los sindicatos, y pese a que el Consejo de Estado apuntó algunas objeciones,
de carácter formal, unas, y otras relativas al encaje constitucional del
precepto.
Los
problemas no nacieron de la resistencia del profesorado, pues buena parte del
personal docente de las universidades acogió con alivio esa reforma que suavizaba
un tanto las exigencias atinentes a la calidad de la docencia o de la
investigación o a la transferencia del conocimiento. Fueron bastantes los que
opinaron que semejante requisito no era menos apropiado o viable que muchos de
los hasta entonces vigentes, en especial los que asignaban muy relevante
consideración a la realización de cursos de actualización pedagógica o al
desempeño de cargos de gobierno en universidades, facultades o departamentos
universitarios. Como declaró en su día el Presidente de la CRUE, una de las
indudables ventajas del criterio de persistencia anal proviene de que es
posible simultanear esa actividad con otras, como la lectura de textos científicos
y doctrinales, la asistencia a congresos o, inclusive, la presentación de ponencias,
comunicaciones y paneles en eventos académicos. De hecho, y pasados unos
primeros meses de desconcierto y rubor, ya es común y habitual ver a todo tipo
de profesores y profesoras que se mantienen en esa postura, con el dedo corazón
entre las nalgas, mientras peroran ante sus estudiantes, asisten a reuniones de
todo tipo de juntas y comisiones universitarias o dictan sus conferencias en
congresos de altísimo nivel científico. Incluso los catedráticos, muchos de los
cuales eran en los primeros tiempos reticentes, han adoptado el nuevo hábito,
una vez que se ha establecido también un sistema atenuado de acreditación para
el acceso a las nuevas figuras de catedrático B y A y puesto que el criterio dígito-anal
está vigente en idénticos términos a esos efectos. Fue muy comentada, en los
primeros tiempos, una concentración de catedráticos para quejarse por dicha
reforma, pero en la que la gran mayoría de los concurrentes tenían su dedo
puesto de esa manera y en tal sitio, por si acaso y por no perder comba.
Las
dificultades e inconvenientes vinieron por la muy defectuosa técnica legal de
aquel citado artículo, mala técnica legal que provocó enormes debates sobre
interpretaciones posibles y formas de aplicación. Para empezar, muchos
profesores zurdos expresaron su incomodidad porque fuera necesariamente el de la mano derecha el dedo insertable. Ante
el primer recurso por ese motivo, la Audiencia Provincial de Jaén sentenció que
procedía una interpretación amplia y no formalista de los términos de la norma,
de manera que cada profesor, según su ideología, creencias y lateralidad, ha de
poder elegir si se mete en el trasero el dedo corazón de su mano derecha o de
su mano izquierda, si bien en la misma sentencia se puntualiza que una mínima
fidelidad a la voluntad del legislador legítimo impide que se pueda cambiar de
mano, una vez que la elección primera ha tenido lugar. Se explica también, a
modo de obiter dictum, que no sería de recibo que el dedo elegido fuera otro
diferente del dedo corazón, pues han de respetarse las razones que llevaron al
autor de la norma a preferir el dedo más largo y cuyo manejo a ese fin, además,
provoca menos lesiones en articulaciones, tendones y músculos.
Aun
con esa jurisprudencia, que fue de inmediato asumida por la Agencia evaluadora,
los problemas prácticos no cesaron, ya que la cuestión siguiente la plantearon
aquellos aspirantes a acreditación que, por muy penosas circunstancias de su
pasada biografía, carecían de dedos. Fue la propia Administración la que,
siguiendo la propuesta de la CRUE, aclaró mediante Orden Ministerial que, en
tales casos especialísimos y desdichados y a efectos de evitar discriminaciones
indebidas, computaría idénticamente la inserción anal de cualquier objeto de
tamaño y textura semejantes a las del dedo y siempre que no hubiera riesgos
sanitarios.
Por
su lado, varias asociaciones de catedráticos de universidad, sin cuestionar la
filosofía de fondo, hicieron una solicitud que resultó muy polémica, pues
reclamaron que se equiparase en valor académico y en puntos para la
acreditación el tiempo que un catedrático permaneciera con su dedo introducido
en el ano de sus becarios, o en la vagina, en su caso y si la hubiere. Por vía
de hecho la Agencia evaluadora aceptó esa extensión del criterio, aunque hay
quien dice que semejante política obedece a que las distintas secciones de la
Agencia están integradas principalmente por catedráticos.
Pero
unas cosas traen otras, y más cuando el legislador no destaca por su previsión
y por la minucia en sus regulaciones. Pues, en efecto, enseguida algunos
colectivos de profesoras alegaron un trato discriminatorio por el hecho de que
no pudieran usar ellas sus vaginas a esos efectos contractuales y de promoción
profesional, viéndose obligadas a emplear el otro conducto, con desconocimiento
patente de los pormenores del cuerpo femenino y atentado grosero a la justicia,
que, bien se sabe, exige tratar igualmente lo igual y desigualmente lo
desigual. Como no podía ser menos, una nueva Orden Ministerial añadió pautas
interpretativas del Real Decreto anterior y asumió estas reclamaciones de las
profesoras.
En
cuanto al modo de certificar las seiscientas horas de autopenetración digital,
hubo también sus más y sus menos. Por lo pronto, casi todas las universidades
incorporaron a sus reglamentos internos una cláusula que sentaba la presunción
de que quienes ejercían cargos de gobierno, electivos o por designación, daban
satisfacción al requisito durante todas las horas de su desempeño. En cuanto al
resto del profesorado, se estipuló que correspondía a los decanatos emitir los
correspondientes certificados para el personal de las facultades y se reconoció
el derecho de los órganos directivos a efectuar inspecciones oculares siempre
que lo estimen precedente.
Hoy
el criterio funciona ya pacíficamente y a pedir de boca. Ya ni a los estudiantes
extraña ver al profesorado en tan meritoria actitud en las aulas, los pasillos
o las cafeterías del campus. Hasta los de ciencias duras han decidido recortar
un agujero en la parte posterior de sus batas, a fin de no verse constantemente
en la ingrata obligación de andar con su indumentaria laboral remangada. En
términos generales hay satisfacción entre el personal, pues se considera que es
un mérito que está al alcance de todos y que da fe, como pocos, de la vocación
universitaria y del esmero y la constancia como virtudes académicas
prominentes. En los primeros meses de aplicación había quien decía que dolía,
pero la práctica misma acabó por demostrar a todos que no era para tanto y que
el supuesto dolor era un prejuicio más, proveniente de otros tiempos con menos
libertad y otro tipo de relaciones sociales.
Puede
decirse que hay satisfacción en las universidades y más con el florecimiento de
nuevos cursos de formación de profesores en los que se enseñan desde medios de
lubricación hasta trucos para obtener del nuevo sistema rendimientos adicionales,
sumando placer personal a la indudable ventaja curricular. De hecho, en una
reciente foto de un grupo de rectores reunidos, se les veía a todos sonrientes
y dicharacheros y con el dedo incrustado en el pompis, haciendo currículum de
modo enteramente compatible con el digno desempeño de su cargo y la plena
asunción de su alta responsabilidad.
4 comentarios:
¡¡Qué país, siempre igual!! Me consta, que me han contado, que en Alemania, por aquellas fechas, ya se requerirán 1200 horas como exigidas aunque a lo mejor, pero acompañadas de previa certificación posterior y al tiempo de emisión ISO 9000 de continente y contenido contrastada por dos emisores acreditados más que alegremente, uno de ellos siempre de Zululandia (multiculturalidad forever, perdón, behind the multiculturalismo quise decir)
Y ésa falta de concreción en los lubricantes hecha desde el desconocimiento del principio resbaloso de primer grado en la teoría educativa escolástica posterior...¡¡Ay, la ignorancia y el decúbito prono...!!
Por otro lado: ¿qué querrá decir País en el 2023? ¿qué será un periódico? ¿qué significado tendrá lector? ¿leer? ¿universidad con señores dentro enseñando? ¿enseñar?
A ésto le falta cuarto y mitad del Facebook que está viniendo, me temo.
Un saludo.
Genial texto que de manera divertida ofrece una visión del deterioro de la Universidad. Pero no creo que haya que esperar a 2023 para percibir tal degradación. Ofrezco un dato reciente de mi Facultad: se acaba de contratar como responsable de la docencia del Derecho Romano a una abogada a la que bien conozco porque le dirigí durante varios años su tesis doctoral. De la misma manera que soy consciente de sus positivas habilidades, también conozco su ignorancia absoluta del Derecho Romano y, por supuesto, del latín, idioma básico para manejarse en esta disciplina.
Quien haya propuesto este nombramiento ¿ha pensado en la calidad de la enseñanza del Derecho Romano -ínfima- que van a recibir nuestros estudiantes de primero? En nada quisiera perjudicar en lo personal a esta antigua alumna mía, pero adviértase que si nosotros, profesores titulares y catedráticos, no nos tomamos en serio ni respetamos la tarima a la que nos subimos para enseñar ¿quién lo va a hacer en la sociedad? Espero que alguien recapacite y que se busque para este cometido a una persona con la adecuada cualificación profesoral.
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