22 enero, 2006

Onésimo.

El otro día, en Madrid, un amigo de confianza y con información de primera sobre los arcanos pesoeros me contaba algo gracioso.
Que a Felipe González ZP le cae como una patada en la parte presidencial es bien sabido, pues se corre el comentario de cenáculo en cenáculo y no hay ágape en que González no lo repita, si bien no se anima a poner blanco sobre negro sus juicios ni a cantarle al otro las cuarenta en bastos, no se nos vaya a chafar el chiringuito. Lo que un servidor no había oído nunca es el mote que González le ha puesto al Zapa: Onésimo.
Me quedé un segundo medio turbado, pensando qué relación podría haber entre la joya de León y el ideólogo falangista. Caritativo, iba a concluir que tal vez la comparación se debía a que ambos nacieron pucelanos, más o menos. Pero no, me aclaró mi compadre, no es ese Onésimo, es el futbolista, que lo fue del Valladolid y el Barça, entre otros. Ah, caramba, ¿y eso? Pues que Onésimo era maestro absoluto del regate en corto, un virguero con la pelota en los pies, que talmente parecía suya, un mago del dribling. Pero carecía por completo de visión de la jugada, no levantaba la cabeza, no veía más allá del palmo sobre el que brincaba entre defensas perplejos.
Acabáramos. Pues puede que no esté mal la comparación. Sigue fino el Felipe, mira por dónde.
Acaba ZP de marcarse unos regates para el acuerdo sobre el Estatut. Es probable que la jugada acabe con gol en propia puerta. Pero, entretanto, qué dominio del balón. Y de las pelotas en general. A este nuevo Onésimo le ha salido un partido redondo, aunque el equipo haya perdido. ¿Que qué equipo? La selección nacional, hombre, cuál va a ser.

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