20 septiembre, 2011

¿Son buenos o malos los empresarios?

Uno no sabe qué pensar. De jóvenes todos fuimos algo marxistas y asimilamos aquello del capital y sus perversiones y que había un modo de producción la repera de injusto y una plusvalía y una explotación sin cuento. Explotaban los empresarios; unos más y otros menos, sí, pero todos cuanto podían. Me parece además que las llamadas grandes fortunas, que haberlas, haylas, también tienen su origen, al menos muchas, en eso que llaman la actividad empresarial. De los mercados para qué hablar, son también mercados financieros, pero el dinero que se mueve proviene en gran medida, creo, de los mercados de cosas producidas por empresarios que logran beneficios a porrillo y luego lo invierten en sociedades extrañas y manejos heterodoxos para multiplicar ganancias. Supongo que por eso también nos parece temible que se privaticen servicios públicos, pues tal paso implica que caen en manos de empresarios que irán a la suya en lugar de a la nuestra y que no nos van a atender ni medio bien si no les resultamos rentables.



Lo que haya de apropiado o de fantasioso en el relato anterior no lo sé exactamente, pero tengo para mí que el progresismo piensa así y una parte bien grande de la sociedad comparte esos puntos de vista. Lo cual, de ser cierto, me lleva a preguntarme por qué nos dedicamos todos, en todas partes y en todo el día, a hacerles la rosca (no digo la pelota para no parecerme a la Cospedal) a los empresarios. No me refiero a los gobiernos, pues desde que el poder no lo tiene la vieja aristocracia y se puede hacer presidente del gobierno cualquier trasmerano (que me perdonen los honestos habitantes de la comarca de Trasmiera) sin oficio ni beneficio y con menos luces que un topo, a los del consejo de ministros y a quienes lo dirigen se les hace el culete gaseosa por almorzar algún día con la oligarquía de toda la vida, eso está más que demostrado. Hablo en general, de todas las instituciones públicas y de cualesquiera rectores de las mismas.



Sales de casa un rato a tomarte unos vinos para olvidar y te encuentras cinco cursos acerca de cómo montar una empresa, sobre virtudes del emprendimiento (sí, querido Paco, un palabro), sobre cómo hacer de una sosegada familia una empresa familiar a mamporro limpio, sobre cómo volverse un directivo siempre erecto y triunfador en diez lecciones, sobre coaching, puching y polculing, sobre cómo exprimir la inteligencia emocional del empleado sin necesidad de apretarle las partes. Y así sucesivamente.



Cada dos días recibo de alguna universidad, incluida la que me paga, un correo electrónico que anuncia cursos, másteres y concursos para fomentar la creación de empresas por estudiantes o profesores o para alentar la transferencia universidad-empresa. Si son malos, ¿por qué hay que andar transfiriéndoles nada? Si son pérfidos, ¿por qué andamos todo el día haciéndoles guiños para que nos financien, nos regalen algo o nos paguen unos proyectos de investigación a cambio de ponerle a un aula el nombre del abuelo fundador y primo de Adam Smith o David Ricardo?



Esto ya no es doble moral, es personalidad bipolar. De libro. Es como si en misa rajáramos contra los proxenetas y luego fuéramos a buscarlos como intermediarios para nuestro tiempo libre y para hacernos unos euros aparte. Ojo, entiéndase la analogía nada más que en lo que vale y para ilustrar la doblez de tantos discursos.



Yo, sinceramente, ignoro si el empresariado es tan pernicioso como cuentan o si habrá de todo o si es la manifestación contemporánea de la santidad. Lo que veo raro es que hagamos lo que las mozas de antes, primero ponerlos verdes y llamarlos de todo y luego bajarnos un poco el escote para que se solacen con nuestro canalillo. Estamos como esas pobres mujeres maltratadas que se quejan de los golpes de su Manolón pero luego se oponen a la orden de alejamiento porque qué van a hacer sin él y a ver de qué comemos ahora. Lo mismo. Y acéptese la comparación únicamente en lo oportuno: en que la caraja ideológica en que andamos empieza a resultar insoportable y desternillantes a partes iguales.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Suelo seguir esto blog de vez en cuando. Y me llama la atención como alguien que escribe con bastante sentido común pierde el norte cuando se trata de la izquierda, reduciéndola a esloganes no sólo simplistas. Sino también incorrectos.

La socialdemocracia no postula que los empresarios sean entes maléficos con dos grandes cuernos (de los que son mérito propio y no ajeno). Postula que son personas, y que como cualquier persona barren (barremos) para casa y no por el bien de una comunidad. Y que por tanto deben estar regulados.

Hace años vi un documental que nunca he olvidado. El documental fue grabado en un pequeño pueblo de los Balcanes. Una primera parte antes, y una segunda después de que la guerra llegara. La primera parte del documental (antes de la guerra) mostraba un pueblo pacífico donde la gente (de diferentes etnias) convivía sin problemas. Después llegó la guerra. Y entonces las regulaciones saltaron por los aires: la gente que pertenecía a la etnia que llevaba ventaja en la guerra (no recuerdo cual era) de repente fue libre de hacer lo que quisieran a la 'perdedora' sin temor a las consecuencias.

A partir de ahí se desató el infierno. No estamos hablando de 'me cuelo en el supermercado porque los mios van ganando'. Hablamos de 'siempre me ha gustado tu casa, así que empacas y desalojas en una hora y te vas a la puta calle, porque me quedo con ella' o 'tu te follaste a mi novia hace años, así que ahora cojo la escopeta, voy a buscarte y te descerrajo un tiro. Porque sí'. Luego las tornas de la guerra cambiaron, y los que habían sufrido lo anterior tomaron las venganzas pertinentes. De sangre.

Y no hablamos de empresarios. Hablamos de gente normal que convivía sin problemas mientras las cosas estaban reguladas.

En suma. Que no es que haya que regular a los empresarios porque sean peores que el resto de las personas. Hay que regularlos precisamente porque son iguales que el resto de las personas.

LIBERTAS SOCIALIS dijo...

las salidas hasta hace poco ( años 50 del pasado siglo ) de los jóvenes españoles eran hacerse curas , funcionarios, militares, o emigrar. En la emigración sobretodo a HispanoAmérica, es donde surgieron empresarios e ideas empresariales en abarrotes, tiendas, embriones de lo que serían con el tiempo grandísimos almacenes como el Corte Inglés.

una sociedad de pequeños empresarios, es una sociedad de clase media tendera, la sociedad española nunca tuvo grandes vendedores o empresarios por la cuestión judía y la limpieza y el honor hidalgo de sangre.

Una sociedad socialdemócrata socialista democrática es aquella que permite la iniciativa empresarial y unos buenos servicios públicos , un sector público emblemático. Es Evidente que el autoempleo va a ser la salida en muchos casos, a la altísima tasa de desocupación. un pequeño empresario o un autónomo, está más cercano a los trabajadores que a las grandes empresas, grandes bancos o multinacionales.

Anónimo dijo...

pero que burro eres, jajaja.
el habito no hace el monje
te degradas, cielo,
cuidate.