07 enero, 2014

Sólo hay un camino para que las universidades españolas funcionen



La bronquitis, o lo que demonios sea esto, me ha tenido postrado desde que comenzó el año, pero hoy, al fin, he notado un signo claro de que me recupero: no sé por qué razón, me he puesto a pensar en algo o alguien de la universidad y me he cabreado. Señal de que las fuerzas retornan. Aprovecho para desahogarme un rato y clamar en el desierto, que para eso está.
 
Supóngase una universidad a la que llamaré U. Vamos a imaginar también que estamos en el actual contexto español, de crisis, recortes y bloqueo de las plantillas de profesores universitarios. En U hay cincuenta profesores titulares que han recibido acreditación para catedráticos pero que no tienen cátedra, y doscientos profesores contratados acreditados para profesor titular pero sin plaza de tal. Aplicando lo de la tasa de reposición o por la vía que se quiera pensar, el rectorado de U tiene la posibilidad al fin de convocar UNA plaza de profesor titular, por lo que deberá decidir de qué materia. Y ahí empiezan los problemas tremendísimos.

Un alienígena diría: pues se tendrá que convocar la plaza donde más falta haga. ¡Jamás! ¿Qué pasa si hay una disciplina absolutamente necesitada de profesorado y actividad en condiciones, pero que, por su abandono de décadas en U, no cuenta con ningún candidato de dentro que esté acreditado? Esa no sale ni aunque se acabe el mundo, va contra el más sacrosanto principio de las universidades españolas y sus rectores, el que reza así: de fuera no entra ni Dios, ni más faltaba.

Esa perversión de pensar que la universidad, cualquier universidad, es de los profesores que ya están dentro de ella y que se arruina si aterriza un día uno que llegue de otro lado tiene muchas secuelas negativas, una de las cuales es ésta: toda disciplina que se queda sin renovación interna muere para siempre. Un ejemplo, de tantísimos. En la universidad en la que yo trabajo se jubiló anticipadamente el catedrático de Derecho romano y no había nadie más, ni joven ni viejo. ¿Solución? Contratar por horas algún abogadillo que se deje, como si cualquier abogadete pudiera explicar Derecho romano con alguna solvencia (y sin perjuicio de cómo lo hayan hecho en el caso los interesados, con los que no me estoy metiendo ahora). Era la ocasión pintiparada para haber convocado o una cátedra o una titularidad o, al menos, un contrato a tiempo completo y para un doctor que hubiera hecho su tesis de… Derecho romano. Pero no. ¿Cómo le vamos a crear una plaza para uno de fuera si los hay de dentro aguardando su plaza? Si la vacante hubiera sido en Derecho penal o en Química analítica y la situación la misma, se habría procedido igual. ¿Por qué? Porque las autoridades universitarias ya no hacen política universitaria, sino que administran el reparto de despojos entre sus huestes descerebradas, mientras dure, y después de mí el diluvio.

Pónganle un matiz más, para mejor captar la magnitud del desaguisado. Imaginemos que de esa disciplina que se ha quedado sin profesorado propiamente dicho en U hay un grandísimo investigador español. Tres doctorados en la materia, domina cuatro idiomas, ha sido investigador o profesor invitado en universidades y centros de investigación de EEUU, Canadá, Alemania, Francia y Gran Bretaña, los mejores de cada sitio. Resulta que nació en la misma ciudad en la que U tiene su campus y quiere volver, por la razón que sea, y se compromete a quedarse y a poner en marcha allí una buena labor. ¿Algún rector estaría dispuesto a ofrecerle una plaza, aunque fuera con un contrato algo modesto? Respuesta sabidísima: ¡NOOOOOOOOOOO! Primero, a ningún rector se le ocurre, que para eso los elegimos así; segundo, si se le ocurriera, se le echarían encima el comité de personal, los sindicatos, las asociaciones de catedráticos y hasta el cabildo catedralicio. Y todos gritando al unísono: ¿a qué tiene que venir ese geniecillo a tocarnos los cojones en U? ¡Que se vaya a Yale, si tanto vale, y que no intente quitar el pan a los que aquí nada más que quieren dar dignamente sus clases!

Así que nada más que cabe reformular la pregunta de antes: ¿a cuál de las disciplinas con acreditado candidato se le daría la plaza única de marras? Siempre que lo vea posible, cualquier rector intentará atribuírsela a aquella área o departamento donde tenga mejores amigos, y qué decir si son más que amigos y se cae algún lametón en la ardiente oscuridad. Lo malo es que cuando la presión es tan grande y son tantos los que aguardan su suerte, hay mucha vigilancia y a la mínima se arma el escándalo. No como en época de bonanza, cuando hay para todos y nadie dice nada si tiene su estómago lleno y colocados a los sobrinillos.

No queda más remedio que acudir a criterios bien objetivos: ratio profesor-alumno, ratio de horas por profesor, carga docente del departamento…, lo que se quiera, pero con una única condición: nada de tomar en cuenta los méritos de los profesores.

Pongamos que hay una situación similar a la antes descrita. Entre los acreditados para titular está Fulgencio, que es un figura total, unánimemente reconocido como el mejor profesor joven de Europa en esa materia y disputado por las mejores universidades del mundo. Pero Fulgencio es de donde U y, por su carácter y con sus razones, quiere quedarse ahí, sólo aspira a que le convoquen una titularidad. Su currículum es apabullante y, para colmo, el tipo es buena gente. Pregunta: ¿hay alguna posibilidad de que por ser él tan bueno la plaza la convoquen de su disciplina y también con el propósito de amarrar a un profesor de tan extraordinaria calidad y que no se marche? Respuesta: ¡NOOOOOOO! Desde el centro de la ciudad se oirían los gritos provenientes del campus, en las afueras: ¡que se vaya! ¡qué se vaya! ¡qué se vaya!... Y que le den por el saco.

Los amables lectores marcianos de este blog se preguntarán cómo es posible que en las universidades españolas no cuente nada lo que más debería importar, la calidad real del profesorado, sus méritos verdaderos, su demostrada valía. Y a ese marciano que demuestra que lo es yo le contesto muy sencillamente y, de paso, formulo la tesis a la que quería ir a parar: eso pasa porque aquí todo zurrigurri dispara con pólvora ajena y no se juega nada en el envite. Desde el rector hasta el último mono (que probablemente será el próximo rector), pueden hacer las mayores alcaldadas, cometer las barbaridades más tremendas y arruinar con saña el futuro académico e intelectual de una universidad sin que ocurra absolutamente nada más que esa ruina que viene y que a nadie importa, porque para entonces o ya soy funcionario o ya me jubilé o me nombraron director general de caminos vecinales sostenibles.

¿Solución? La hay y es de una sencillez despampanante: que a las universidades y a su personal se les pague en proporción al rendimiento real y bien medido de su personal. Así, un catedrático tiene un fijo de sueldo por ser catedrático y unos incentivos adicionales por su productividad personal, pero hasta un cincuenta por ciento más (o un cien, si quieren, o doscientos…) lo cobra o deja de cobrarlo por la combinación de las siguientes variables: productividad científica real de esa universidad y productividad científica real de su departamento.

Sería mano de santo. ¿Por qué? Porque ahora nadie pierde nada cuando se coloca de profesor a un cretino indocumentado que resulta que es amigo de Fulano o que hizo un máster con Linda Lovelace (q.e.p.d.), y algunos, como los rectores, hasta salen ganando algo, ya sea votos ya sea el convertirse en sujetos experimentales en lo del máster aquel. Pero, ay, si yo sé que cada vez que le sacan una plaza a un inútil eso me puede reportar diez euros menos de sueldo al mes, y que como sigan así pierdo quinientos o mil, entonces el propio personal universitario volvería a fingirse universitario y dejaría de permitir esto que en las universidades tenemos ahora: un insoportable nivel de mediocridad, unido a unos patrones morales propios de los que practican el oficio más viejo con tarifas baratas y mucha vocación.

4 comentarios:

FERNANDO dijo...

Pues yo soy de los que se fue de su departamento, cuando traía mas dinero, proyectos y publicaciones que todos los demás departamentos juntos. Y si, todos rieron. Y creo que esa solución que propone no sirve. Hay veces que hay que quemar el campo, la buena y la mala hierba. Y empezar a arar y sembrar desde cero. Ese es el tiempo de la Universidad Española.
Fernando Rodríguez de Fonseca

Juan Antonio García Amado dijo...

Estimado Fernando:
Sí, mi propuesta es un tanto conservadora, lo reconozco. Estoy de acuerdo con usted en que la única salida apropiada para que en diez o veinte años tuviéramos alguna universidad digna sería cerrarlas todas, poner de patitas en la calle a la mitad del personal al menos (vuelvo a ser conservador: al setenta y cinco por ciento habría que largar) y refundar unas pocas con cuatro gatos de los de antes que no hayan hecho cursillitos con pedabobos y con gente nueva, la mayoría traída de fuera aunque sean de aquí.
Ya puestos a soñar, tampoco sería mala cosa lapidar a un par de rectores y a un grupo de sus votantes más cínicos, aleatoriamente seleccionado. Esto por lo de la justicia y la lucha contra la impunidad y para que lo de las universidades no acabe como lo de las cajas de ahorros, sin que nadie pague por el atraco.

Unknown dijo...

Vaya por delante que le acompaño en el sentimiento sobre Linda pero que su legado perdura y sigue vivo entre nosotros.
Cuando hablamos de sistemas organizacionales, y a estos efectos la universidad lo es, tenemos que pensar que “los objetivos reales de un sistema se definen por sus resultados” (Stafford Beer)
Si el resultado del sistema U, como señala, es el reparto de canonjías, la modélica satrapía, la burocrática jefatura de negociado, el coqueto despachito donde recibir promocionadas becarias y el intercambio viajeril interdepartamental con orden europea de detención…pues tendremos que asumir que el objetivo real del sistema U era ése y no otro.
La cuestión es que se afirma sutilmente en su artículo, o más bien se deja caer con la tarde, que los objetivos eran otros y que los gestores de U abusan, engañan, pervierten, prevarican, se aprovechan, deforman, manipulan...
Pero héte aquí que también esto último resulta medio falaz porque nada impide que esos gestores sean desplazados, por malos y ruines, y desde la jefatura del sistema obtenga usted los resultados que predica. Ya le digo yo que no lo conseguirá y se lo digo porque creo que el equivocado es usted (usted por mí y por todos mis compañeros y por mí primero) y los resultados que arroja el sistema son la realidad de sus objetivos. El sistema funciona. Los que andamos cada vez más averiados somos unos cuántos, los de siempre, los del fondo, los marcianos.
¿Qué alguna vez funcionará como dice? Sí, claro, como las rebeliones de esclavos en el imperio romano buscando mejores amos ¿a ninguno se le ocurrió buscar la libertad? Pues que no se ve que no.
Besos y abrazos.

Daniel Manzano dijo...

El ejemplo del profesor de derecho romano es ilustrador, pero no es el peor ni mucho menos. Al menos el derecho romano se sabe lo que es. Imagínate lo que nos cuesta a algunos científicos exiliados el convencer a los locales de que hay que empezar a sacar plazas de temas de los que ellos no tienen ni la más pajolera idea, como la óptica o la información cuántica. Al final hay que esperar a que se jubile una generación entera de dinosaurios y por eso siempre llevamos 20 años de retraso frente al resto de países.