07 noviembre, 2024

Por qué se nos acaba el Estado constitucional, democrático y social de Derecho

 

El modelo jurídico-político de Estado constitucional, democrático y social de Derecho tiene varios presupuestos ineludibles. Cuando tales presupuestos radicalmente se incumplen, ese modelo quiebra y en la práctica rige su contrario.

Tales presupuestos pueden sintetizarse así:

1) El Estado se legitima asegurando la paz pública y la seguridad de cada ciudadano, en lo que tiene que ver primeramente con su vida, su integridad física, su libertad personal y su propiedad. Sabemos que las modernas teorías del contrato social comenzaban por ahí: el ciudadano cede al Estado libertad a cambio de seguridad.

En esto se está dando una primera regresión: el fracaso de algunos Estados a la hora de mantener el orden público y la seguridad frente al delito más odioso está llevando a que los ciudadanos asuman la pérdida de todos sus otros derechos, con tal de mantener esa seguridad básica de poder salir a la calle sin que los maten o los extorsionen. Con el beneplácito colectivo, ese Estado deja de ser Estado de Derecho, con tal de que al menos sea Estado. El ejemplo más claro es hoy El Salvador, pero hacia allá van otros países.

Así que ya saben los que aspiren a gobernar sin límites: promuevan violencia y luego maten a los violentos para hacerse señores absolutos del país. Mano de santo.

2) El Estado se legitima defendiendo la libertad en igualdad de los ciudadanos: todos libres para autogobernarse en lo individual y todos libres e iguales para participar en el gobierno de lo público. Eso es la soberanía popular y eso es lo que hace democrático el Estado constitucional. ¿Cuál es la dificultad en eso? Pues que asistimos a un grandísimo fracaso educativo y nuestros sistemas constitucionales no pueden funcionar sin ciudadanos algo ilustrados y moralmente adultos.

¿Qué ha provocado esta antiilustración y semejante embrutecimiento popular? Pues creo que la acción conjunta de la nueva pedagogía (lo más tonto de cada casa explicando cómo hay que educar a los niños y jóvenes para que lleguen a listos) y de los medios de comunicación y entretenimiento perfectamente alienantes. El ciudadano bruto y por completo egoísta no funciona como el requerido elector reflexivo, respetuoso del bien común y mínimamente ilustrado. ¿Y qué vota? Vota al que lo manipula, al pastor violento, al que le vende seudodiscursos que lo hacen sentirse empoderado cuando, en verdad, es un triste miserable manejado como pura marioneta.

Son esos ciudadanos rebajados a muñecos de trapo los que les ponen los votos a los viles populismos de derecha o izquierda, con espíritu de rebaño, con sumisa actitud de feligrés rendido. No me hagan poner ejemplos de aquí y ahora, no hace falta.

3) Nuestro modelo constitucional presupone que el ciudadano puede pensar y decidir porque tiene tiempo y condiciones para hacerlo, y eso implica que hay servicios públicos dignos que le aportan garantía al menos mínima de satisfacción de sus necesidades más básicas: alimento, educación, sanidad, vivienda... El que ha de pasarse el día revolviendo en las basuras y además apenas sabe leer ni entiende de ningún tema mínimamente complejo malamente podrá explicar lo que vota o diferenciar entre el que lo manipula y el que no, el que miente o dice verdad.

Y aquí tenemos el más grande de los fracasos y la más cínica de las estrategias. Movimientos políticos como el peronismo, en Argentina, o Morena, en México, entre muchísimos más, han aprendido que la mejor manera de tener subyugado y sumiso a un pueblo es empobreciéndolo. Primero trate usted de que sean los más los que vivan míseramente y luego deles limosna para que se la paguen con votos; y, de paso, échele la culpa al capitalismo internacional, la globalización, los colonizadores de antaño, el Club Bildelberg o cualquier pendejadita que se le ocurra y que sus esbirros mediáticos transmitan con constancia.

Esta última es, con toda probabilidad, la más grande paradoja política de nuestro tiempo y la mayor traición a la ciudadanía: muchos partidos que se dicen de izquierda hacen política antisocial y deliberadamente empobrecedora, porque saben que es así como pescan votos de entre los menesterosos más crédulos. Por eso, por ejemplo, al gobierno español actual y a la recua de partidos seudoprogresistas que lo forman no les interesa que en España haya solución para el problema de la vivienda: votan más disciplinadamente los que se quedan sin casa o la pagan muy cara que los que tienen donde vivir y saben que nada le deben a ningún partido.

Así es como estamos, y no parece que vaya a haber arreglo. La suerte está echada y sálvese quien pueda. Una conjunción de cínicos niñatos que aspiran a ricos ha suplantado a los partidos democráticos y genuinamente reformistas. El sueño real consiste en constituir castas hereditarias. Leo por ahí que alguno de esos patéticos tiranos narcisistas ya tiene preparado a su hijo para pronto. Es la salida natural para tal tropa, porque entre ciudadanos libres y iguales nunca tendrían privilegio ni ellos ni sus oscuras familias.

En resumen: si sentimos nuestras vidas en peligro, carecemos de educación para entender lo que alrededor pasa y nos han empobrecido para hacernos obedientes, nos entregamos sin reservas al tirano que nos prometa un poquito de consuelo, aunque sea el mismo que nos ha puesto así. Ellos lo saben, por eso lo hacen. Malditos sean.

18 octubre, 2024

Balada de los que balaban

Corríjanme si me equivoco, pero creo que los pasos han sido así:

1. Insistieron e insistieron en que ya no vivíamos en el Estado de la legalidad y en que el contenido esencial del Derecho y de los derechos no está en lo que dice la Constitución y en ella leemos, ni en lo que dice la legalidad que desarrolla la Constitución sin contradecirla. Llamaron mil veces formalistas a los que defendían que había que atenerse al texto de las normas, y más al de las normas legítimas, para que todos pudiéramos saber, al menos dentro de ciertos márgenes de indeterminación o duda, lo que el Derecho manda o prohíbe y lo que el juez está facultado para decidir caso a caso.

2. Repitieron que el componente básico y primero del Derecho (empezando por las Constituciones mismas), son valores y principios antes que nada, de naturaleza moral unos y otros.

3. Cuando les preguntábamos de qué manera se conoce lo que el Derecho, así entendido, prescribe para los casos concretos, ya que no se trata ante todo de interpretar lo que la norma dice o de integrar los que la norma calla, respondían que eso se sabía mediante el ejercicio por el juez de la virtud de la prudencia o de los atributos de la razón práctica.

4. Los interrogamos entonces sobre si había un método preciso con el que decidir jurídicamente guiados por la prudencia y la razón práctica y nos dijeron que sí y que era el método o modo de razonar de la ponderación.

5. Les planteamos si a base de ponderar así, en ejercicio de la prudencia y la razón práctica, podía aparecer como plenamente justificada la decisión contra legem y hasta la decisión plenamente incompatible con el texto de la norma constitucional que venga al caso y manifestaron que por supuesto que sí, porque todas las normas son derrotables, y, por tanto, también lo son hasta las mismísimas normas constitucionales y hasta las normas de la Constitución que pretenden asegurar nuestros más elementales derechos.

6. Cuando les mostrábamos una sentencia en la que el tribunal correspondiente había ponderado sin tasa ni traba y había decidido contra el texto mismo de la Constitución o excepcionado la ley plenamente constitucional y les preguntábamos si la ponderación estaba bien o mal hecha en el caso, nos decían: espera, voy a ponderar yo y te respondo. Si lo que ellos ponderaban en ese caso coincidía con el resultado de ese tribunal en tal sentencia, proclamaban que ese tribunal había acertado a dar con la única solución jurídica correcta para el caso; si no, se indignaban porque tal tribunal no había sabido ponderar como Dios manda.

7. Si poníamos a dos teóricos de ese cariz a ponderar en un mismo caso, a ejercitar su prudencia o a operar con la razón práctica de cada cual, unas veces coincidían y otras, las más, no, pese a que: a) ambos consideran que existe para cada caso una única solución correcta, o casi; b) niegan que propiamente haya discrecionalidad judicial, y más todavía niegan que la ponderación suponga ejercicio de discrecionalidad; c) todos ellos son objetivistas morales, sea en versión realista o constructivista; d) todos ellos son cognitivista; d) todos ellos rebaten que sea su personal ideología, la de cada uno, la que determine el resultado de sus ponderaciones.

8. Cuando les pedimos que expliquen por qué, si en la teoría coinciden en todo, discrepan tan a menudo en los resultados de sus ponderaciones, nos hacen saber que el que se equivoca es el otro, que el que pondera regular tirando a mal es el otro, aunque sea buena gente y no tenga la desgracia de ser un vulgar positivista, que esos sí que no saben ni ponderar ni nada y van como locos por la vida, movidos solo por su subjetividad menos racional.

¿Y saben qué paso? Así andaban todos muy felices hasta que... en algunos países las altas Cortes muy dependientes y nada imparciales empezaron a ponderar, sí, pero en contra de los derechos de esos queridos profesores, para limitarles sus libertades, para acabar con todas sus garantías sustantivas y procesales como ciudadanos y para tornar el correspondiente Estado en una tiranía de m...

En ese instante (que es este instante, ahora mismo), nuestros queridos principialistas y antipositivistas gritan a los cuatro vientos que no puede ser y que hay que respetar el texto de la Constitución, el contenido esencial de los derechos fundamentales, la ratio de los precedentes en materia de tratados internacionales de derechos y lo que exactamente dicen las constituciones y las convenciones internacionales sobre cosas tales como separación de poderes, independencia, imparcialidad e inamovilidad de los jueces, debido proceso, control de constitucionalidad, etc., etc.

Pero es tarde y pagarán sus pasadas osadías con sus futuras opresiones; sus opresiones y las nuestras, eso es lo malo. Alimentaron el monstruo que ahora los devora, nos devora. Idealizaron el Derecho hasta convertirlo en caricatura y privar de Derecho real al Estado constitucional de Derecho. Algunos soñaron con hacerse juristas de Corte e imaginaron que los nuevos emperadores les preguntarían a ellos sobre lo justo y lo equitativo y los invitarían a ponderar magistralmente; se equivocaron también en eso, a los déspotas nunca les han gustado los intelectuales, prefieren a sus analfabetos tiralevitas, a sus lacayos sin escrúpulos, a los sicarios de la ley para el enemigo solamente, a los arribistas que se les ofrecen y no les hacen sombra porque son todavía más iletrados que ellos.

Ay, nuestros queridos colegas lloran y ya apenas peregrinan a sus viejos santuarios, aquellas gloriosas aulas donde se decía que todos los códigos civiles del mundo valen menos que la Ética a Nicómaco bien leída, o que ni constituciones ni diantre, sólo oído atento a la ley natural y al amable acomodo de los ponderados principios. Qué tiempos románticos esos, recientes, en que se repetía que para saber Derecho y aplicar bien sus principios ya no hay ni que leer repertorios legales o jurisprudenciales ni dominar técnicas ni saber de los fundamentos de cada rama jurídica y de su respectiva dogmática, sino que es bastante con ser bueno, amar al prójimo y ponderar caso a caso en paz y en gracia de Dios. Nos arrebataron el derecho positivo con el que queríamos defendernos y podríamos ahora defenderlos, formaron a los jueces actuales en el desprecio a las normas de todos y los hicieron narcisistas convencidos de que su seso particular destila justicia y que de su magín nace la equidad como brotan las margaritas en el campo. Ya es tarde para llamar al redil a las ovejas descarriadas y algunas hasta han hecho un pacto con los lobos.

Nos dejaron inermes, a merced de los tiempos y de los políticos menos decentes, en manos de jueces que cuando no son venales son vanos y vanidosos y que apenas son capaces de diferenciar, pobres, entre una norma de Derecho y el sueño de una noche de verano.

Nos dejaron a todos con el culo al aire y ahora van ellos también clamando en el desierto que crearon, pidiendo normas tangibles o solicitando algún billete para Viena. No, amigos, seguid en el cielo de los principios y negad la realidad desde vuestras tiernas especulaciones. Ya no hay plazas para ir a Viena y, además, vosotros mismos derruisteis las pirámides y hasta las catedrales. Simplemente, intentad explicárselo a vuestros hijos y pedidles disculpas a vuestros antiguos alumnos.

16 septiembre, 2024

BULOS SOBRE GRUPOS. O acerca de la falacia de la falsa generalización

 

Parece mentira que haya en alguna parte ciencias sociales todavía o que queden lugares donde se explique lógica, argumentación o razonamiento. Y lo digo porque cada vez más, mil veces al día, en el debate público escuchamos a todo tipo de sujetos decir que los X son unos Y. Es una especie de curiosa función constitutiva del lenguaje, pues a base de repetir tales consignas, acabamos todos creyendo que es verdad que los X son Y o, al menos, que si el río suena, agua lleva. Que si todos los árbitros de fútbol están comprados, que si todas las mujeres son unas prostitutas (esto se decía antaño, nada nuevo bajo el sol), que si todos los varones son unos violadores (el equivalente actual de aquellas lindezas antiguas)…

Ejemplo que voy a usar en este breve análisis: la afirmación una y mil veces repetida desde ciertos grupos y medios de que los jueces del país son corruptos. Curiosamente, hoy en día, quien más dice tales cosas sobre los jueces son los gobiernos que no tienen el pleno control sobre los jueces. Por cierto, no es nuevo nada de esto, pues durante décadas se dijo en Europa, y en especial en Alemania, que los judíos mataban niños en ceremonias demoníacas y eso fue parte del discurso de los nazis. Y Trump, sobre lo que fue un caso único, parece que sostuvo en un discurso reciente que los inmigrantes haitianos matan mascotas de la gente y se las comen.

Imaginen que ahora comenzamos una campaña para extender la idea de que los ministros del gobierno son delincuentes sexuales, que los diputados de un partido atracan bancos los fines de semana o que los jugadores de fútbol se alimentan de sesos de chimpancé para aumentar la fuerza de sus piernas.

Si fuéramos racionales los que oímos tales cosas o pretendieran serlo los que las difunden, habríamos, todos, de preguntarnos esto:

a) Qué significa exactamente corrupto, atracar bancos, comer sesos de mono... A veces está claro, pero generalmente en estos bulos se oscila entre el sentido figurado inicial y el sentido literal que se quiere hacer valer a la postre.

b) Cuántos casos reales se conocen que tal vez puedan ser ciertos o que quepa analizar como eventualmente ciertos. En el caso de la corrupción de los jueces, cuántos casos se han investigado con garantías y cuántos han terminado en condena o algún tipo de sanción y constancia cierta.

c) Cuántos son los X y qué relación porcentual hay entre ese número total y los casos conocidos y probados (no supuestos o inventados) en cuestión. Si un diputado atraca un banco, es el único caso y en los últimos diez años ha habido mil diputados, hablamos del 0,1% y salta a la vista la falacia de decir que "los" diputados son atracadores de bancos.

Esto debería ser muy obvio, si no viviéramos en los tiempos oscuros que vivimos. ¿Único consuelo, aunque sea consuelo de tontos? Que muchos de los que tales idioteces divulgan frívolamente van a ser devorados por ese mismo monstruo que alimentan. Un día tendrán un hijo que profese la religión R o que sea seguidor del equipo de fútbol E, se extenderá la idea de que todos los de ese credo o ese equipo son unos asesinos y su hijo acabará siendo linchado por las masas en una plaza pública o encarcelado sin juicio por el régimen que a base de mentiras se levantó. Y será tarde para llorar, muy tarde.

Me consuelo así, como estúpido que soy, pensando en la caída en desgracia, mañana, de los que hoy a base de trolas, bulos y manipulaciones burdas buscan la desdicha de los otros. Malditos sean y ojalá los partan mil rayos.