28 febrero, 2006

Un maestro de la narración.

Una taberna en Combarro, Galica. Ribeiro en tazón, generoso. Le pregunto al hombre que está detrás de la barra de qué pez es un curioso esqueleto que cuelga en una pared. Me lo dice y de inmediato tercia un lugareño que fumaba apoyado en el mostrador. Siguen quince minutos de narración fascinante. De los peces pasa a los mares y de ahí a sus navegaciones. Nos cuenta sus singladuras por las costas africanas y cómo muchas veces compraba a los nativos piezas de marfil que luego revendía al llegar a puertos españoles. Unas veces eran colmillos enormes, otras veces tallas esmeradas.
Se demora el hombre y sabe administrar el clímax de sus cuentos. Es un maestro de los silencios. Habla sin prisa y coloca las pausas en el lugar exacto en que sirven para mantener al oyente cautivo, apresado en los vericuetos más notables de sus historias. No tiene afán por acabar, no está urgido por poner los puntos finales, quizá porque en la mirada de los interlocutores capta que no osaríamos interrumpirlo y arriesgarnos a que no culminara. Pero sus peripecias son como los mares, infinitas, entrelazadas. Recuerdan los dibujos de Escher, se tejen como espirales perversas. Parece como si ninguna anécdota acabara, pues cada una enlaza con la siguiente, en sucesión infinita, como si fuera la vida misma la que hablara sin más secuencia que el puro acontecer azaroso.
Me quedo pensando que hay algo más que argumentos, que por algún lado asoma la literatura y que tiene que ser por cosa distinta de los puros argumentos. Y me convenzo de que es su modo de gestionar los silencios. Los tiende como redes que nos atrapan, le pone respiración a sus episodios, combina el ritmo de lo contado con el aliento de lo que aún ha de venir, son como latidos las frases y en cadencia hipnótica se intercalan con los espacios sin palabras.
Ese hombre sabe hablar porque no lo necesita, no siente la compulsión de sorprendernos, no nos cuenta por ninguna razón lo que nos cuenta, habla porque sí y por eso es libre para recrearse en la pura forma, él no es más que el canal por el que se expresa la pura vida a su manera, casual, caprichosa, dominante. No está en promoción, no busca auditorio, le interesamos sólo porque somos el pretexto para sus recuerdos. Goza la libertad del que está de vuelta, del que ha tornado a puerto y ya descansa, de la paz del que ni siquiera tiene que reencontrarse.
Hacía tiempo que no escuchaba a alguien hablar. Lo habitual es puro ruido del entrechocar de egos.

25 febrero, 2006

Quedamos el miércoles.

Me echo a la carretera y vamos a ver qué se cuece por la Galicia carnavalera. Creo que pasaré tres días desconectado de internet, es decir, del mundo. A ver qué se siente.
Prometo regresar oxigenado y con ganas.
Feliz carnaval a todos. A los habituales les sugiero que se disfracen de su nick. Estarían guapísimos.
Abrazos y, como siempre, gracias por estos buenos ratos.

Diálogo en el cielo entre Dios y Rajoy.

Están Dios y Rajoy sentados en una salita de estar, una de tantas en las amplias dependencias celestes. A Rajoy le han dicho que el salón principal está en obras y que disculpas y tal.

D.- Siento lo de Ángel, pero tienes que entenderme.
RJ.- Él estaba muy ilusionado con esta visita y quería acompañarme. No sé cómo se habrá tomado lo de tener que esperar en el hall y que no lo recibas conmigo.
D.- Debes calmarlo. Y date cuenta de que en este momento su actitud no me conviene. Excita a los rivales.
RJ.- Él se siente un soldado tuyo, hace por ti lo que sea.
D.- Sí, pero no acaba de pillar nuestro rollo ecuménico.
RJ.- Es que tiene un poquillo de nostalgia de otros tiempos, de cuando las hogueras y todo aquello.
D.- Tenéis que convenceros de que aquello pasó. Ahora se impone una política de diálogo y consenso.
RJ.- De todos modos, al cielo le iría mejor si nosotros ganáramos las próximas elecciones.
D.- ¿Y qué haríais?
RJ.- Construiríamos nuevas catedrales. Ya anda Zaplana buscando unos terrenitos.
D.- Espero que sean baratos, no tenemos las arcas para dispendios.
RJ.- No te preocupes, son cuatro perras. Luego recalificamos, ponemos una estación del AVE y urbanizamos un poco.
D.- ¿Para que la gente vaya cómodamente a rezarme?
RJ.- Claro, claro. Incluso que puedan tener allí su segunda residencia con todos los servicios. Y en la costa, imagínate. Pensarían en ti mientras contemplan la inmensidad del mar desde sus apartamentitos.
D.- Suena bonito, sí. Pero me pega a mí que lo de pillar poder lo tenéis chungo.
RJ.- Hombre... perdón, Dios, si nos echaras una manita...
D.- ¿De qué manera?
RJ.- Habíamos pensado que tal vez unas plagas... Como cuando lo de Egipto y tal. Fue divertido. Hemos estado mirando el catálogo y...
D.- ¿Qué catálogo?
RJ.- El de plagas.
D.- Ese catálogo está desfasado, es de cuando yo era más joven y tenía otro temperamento.
RJ.- De todas maneras la gente necesita algún susto para salir de su hedonismo y reflexionar seriamente.
D.- ¿Y qué habéis pensado?
RJ.- Esto... no sé, tal vez una gran sequía, o una guerra...
D.- Claro, como os fue tan bien con la última.
RJ.- ¿Y qué tal una plaga de langosta?
D.- ¿Os parece poca plaga lo de la gripe aviar?
RJ.- Je, je, ahí estuviste fino, sí. Lo que pasa que tienes que hacer que enfermen unos cuantos pollos en las comunidades del PSOE, jeje.
D.- Oye, oye, que no he sido yo, ya te he dicho que me he quitado de lo de montar plagas. Lo de los pollos no es cosa mía.
RJ.- Pues quizá nos alcance con algún programa promocional que cuente con tu apoyo.
D.- ¿Qué has pensado?
RJ.- Que tu Iglesia proclame que el 2007 sea un año mariano.
D.- ¡¿....?!
RJ.- ¿Lo pillas?
D.- ¡Mariano!, ¡no me ofendas!
RJ.- Perdón Su Santidad, no era mi intención.
D.- Apea los tratamientos, que no das una.
RJ.- ¿Entonces no?
D.- No, no puedo pringarme tanto, tal como están las cosas. Además, ya tenía pensado consagrar el 2007 a una de las virtudes teologales.
RJ.- Ay, Dios, que te veo venir. Perdón. ¿A cuál?
D.- Será el Año de la Esperanza.
RJ.- Es una gran idea, Majestad... esto..., pero... tal vez esa virtud merece más que un año. ¿Qué tal si le consagramos toda la década del 2020?
D.- ¿Pretendes mangonear mi Suprema Voluntad? Y ya te he dicho que no me pongas tratamientos a tontas y a locas.
RJ.- Dios mío, te noto un poco tenso con nosotros, tus humildes y entregados servidores.
D.- La verdad es que no me tenéis muy contento, para qué negarlo.
RJ.- Pero si sólo queremos seguirte y seguir tus mandamientos al pie de la letra. Hágase en nosotros tu voluntad.
D.- Mariano, Mariano, ese discurso no es tuyo. A ver si inventáis algo original y dejáis de plagiar la Biblia.
RJ.- Sigo sin comprender por qué estás cabreado. Somos un partido católico.
D.- Sí muy católico, ya lo he visto. Unos libertinos es lo que sois. Muy ligeros de cascos y cambiando de esposa a cada rato. Folláis mucho más que los progres y eso me tiene de los nervios. Si seguís así me cambio de bando, aviso. Aprende de ZP. Son soles esos muchachos.
RJ.- Señor, tú sabes que nos hemos opuesto a la ley del divorcio, a la de matrimonio homosexual y a todos esos desmadres legales.
D.- Desmadres, desmadres. Bueno, dejemos eso. Lo que necesitáis es modernizar vuestro discurso político.
RJ.- Ah, por eso no te preocupes. Ya tenemos el slogan para las próximas elecciones.
D.- ¿Cuál?
RJ.- Mariano y cierra España. ¿Te gusta?
D.- Ni gota.
RJ.- Por qué, es perfecto. Imagínate. Si ganamos con ese lema damos el primer paso para rehacer una gran España confesional, consagrada a ti.
D.- No me interesa, Mariano. No quiero ofender a los catalanes.
RJ.- ¿A esos separatistas?
D.- Bueno, bueno, no te quedes en las cosas accesorias de la política terrena, debes ampliar tus miras hacia objetivos más elevados.
RJ.- Pero, Dios mío, puedo demostrarte que nosotros te queremos más y te adoramos mejor que ellos. Malandrines, que son unos malandrines.
D.- ¿Ah sí? ¿Y cómo piensas demostrarlo?
RJ.- Con firmas, Señor.
D.- Ya, con firmas. No escarmientas.
RJ.- Te conseguiré tres millones de firmas. La pregunta será: “¿Quiere usted una patria consagrada a Dios en lugar de este lío de naciones ateas?”.
D.- Mariano, como se te ocurra mencionar mi nombre en vano te capo.
RJ.- Sólo queremos salvar tu obra en Cataluña.
D.- Por ese lado estoy tranquilo. Han venido a verme Durán y Mas.
RJ.- ¿Cuáles más?
D.- Artur Mas, Mariano, que no te enteras.
RJ.- Es que hace tanto que no me hablan... ¿Y qué te han dicho?
D.- Me han dado su palabra de que en cuanto se autodeterminen van a editar unos catecismos en catalán primorosos, encuadernados en piel y con mi nombre en la portada en letras de oro.
RJ.- ¿Sólo eso? Podemos mejorar la oferta.
D.- Y que si consiguen plena autonomía fiscal establecerán un impuesto altísimo para el sostenimiento del clero catalanoparlante. ¿No son divinos?
RJ.- Señor, pero están rodeados de ateos, mira Carod y todos esos.
D.- Nada, nada, me han dicho que ellos los controlan. Y que a ZP lo tienen también agarrado por la parte menos santa. En un par de añitos tenemos una Cataluña católica y posmoderna, una virguería.
RJ.- Señor, veo que no nos apoyas.
D.- Sí, Mariano, sí os apoyo. Mi cariño lo tenéis al completo.
RJ.- Ah, gracias mi Señor.
D.- Mira, tengo una idea. Coméntala con Ángel y Eduardo y la vais valorando.
RJ.- Qué bien. Dime, dime, Señor.
D.- Verás, vamos a abrir ahora unos monasterios muy bonitos en Eslovenia. Una pasada. Vida retirada, oración, penitencia suave. Estamos buscando abades con buen nivel y que sean buena gente.
RJ.- Pero nosotros estamos comprometidos con España, Señor, servir a la patria y eso.
D.- Mariano, Mariano, que te me pierdes. ¿Es la patria más importante que yo? Hay que reconquistar Eslovenia para la fe, Mariano, y para esa santísima tarea necesitamos gente con vuestro talante, auténticos soldados míos.
RJ. Lo pensaré Señor, y se lo diré a mis compañeros.
D.- Gracias, Mariano. Necesitáis reforzar vuestra fe y curtiros en la caridad y el amor al prójimo.
RJ.- Lo haremos, Señor, si tu lo mandas.
D.- Así me gusta, Mariano. Puedes ir en paz. Y saludos para Esperanza.

24 febrero, 2006

La caída del imperio romano

Estoy leyendo un libro fascinante, que recomiendo vivamente a cualquiera que guste de entender cómo funciona el mundo. Es de historia, por supuesto, y se titula La caída del imperio romano (no es el clásico de Gibbon, es absolutamente actual, con nuevas tesis) y lo escribe Peter Heather (ed. Crítica, 2006).
Copio una larga parrafada de su pág. 139-140. Verán cómo les gusta.
"Por muy incómoda que pueda resultar la idea, a lo largo de la historia el poder ha mantenido una larga y señalada relación con la acumulación de riquezas: es algo que ha sucedido en todos los estados, ya fueran grandes o pequeños, ya gozaran de una salud aparentemente sólida o se encontraran en las últimas. En la mayoría de las sociedades pasadas -y en muchas de las actuales- el vínculo entre el poder y el beneficio no resultaba, ni siquiera remotamente, problemático, ya que, para empezar, se consideraba que el beneficio propio y el de los amigos era el objeto último y perfectamente legítimo que cabía asociar a la realización del esfuerzo de alcanzar el poder. Cuando nuestro viejo amigo Temistio empezó a captar la atención del emperador Costancio, a principios de la década de 350, Libanios, un amigo que enseñaba retórica y que creía firmemente en los valores morales de la educación clásica, le escribió lo siguiente: <>. Para Libanios, la influencia recién estrenada de Temistio no constituía ningún problema: muy al contrario. De hecho, en el seno del imperio la totalidad del sistema de nombramientos de la carrera burocrática funcionaba sobre la base de las recomendaciones personales. Dado que no existían exámenes que implicaran una competencia, el mecenazgo y las relaciones desempeñaban un papel crucial. En más de un discurso dirigido a distintos emperadores, Temistio disertó extensamente sobre el tema de los <>, un círculo de personas en inmediata relación con el emperador sobre el que recaía la responsabilidad de llevar a su ánimo los nombres de los candidatos adecuados para un cargo. Sin duda, Temistio quería que esos amigos tuvieran capacidad de discernir, de manera que pudieran realizar recomendaciones de primer orden. Sin embargo, no tenía el menor deseo de cambiar las cosas en ninguno de sus aspectos estructurales. El nepotismo era parte del sistema. Por lo general el nombramiento para un cargo se aceptaba como una oportunidad para hacer el agosto, y se daba poco menos que por descontado que se pruduciría un moderado grado de malversación".

Soneto para el reventador de conferencias

Fue una buena y completa conferencia,
brillante y exhaustivo el orador.
Pero ahora un preguntador
amaneza acabarnos la paciencia.

Quiere el hombre exhibir toda si ciencia,
adornarse con galas de retor,
mostrarle al auditorio con primor
que es igual o mayor su excelencia.

Sonríe, se escucha, se demora,
se estira, pues que quiere hacerse ver,
su verbo de sí mismo lo enamora,

Narciso sin charco en que beber.
Ya ninguno entiende qué perora,
pues perora por su propio placer.

¿Cómo no vamos a decir algo de la (S)OPA?

Oigo estos días al stablishment progresista, sector fino-fino (con el otro no me meto) abogar por Gas Natural por ser ésta una empresa "española". Y me pregunto: ¿no caen esos librepensadores en un craso y rancio españolismo con tal modo de argumentar? ¿Se han convertido y les interesa ahora más que nada la grandeza de esa cosa -antes horripilante y opresiva- que llaman España? Otra vez el mundo al revés, éstos así y el patriota Rajoy apostando por Alemania. Estos chicos tienen una grave crisis de identidad; o esquizofrenia.
Y otro interrogante que me atormenta: en una Cataluña autodeterminada, incluso independiente, ¿seguiría Gas Natural siendo una empresa "española"? O sea, ¿lo catalán no puede dejar en ningún caso -hipotético o meramente posible- dejar de ser español? Si mañana Cataluña ya no fuera parte del Estado español ¿deberíamos seguir prefiriendo a Gas Natural por alguna razón ya distinta, por tanto, de su "españolidad"? ¿O nuestra simpatía de hoy por Gas Natural es una simpatía condicionada a que mañana no sea una empresa tan extranjera como la otra? ¿Dónde diablos está la trampa? ¿O soy yo que me he vuelto paranoico?
Y, por último: ¿qué dicen Carod & Cia del argumento de la españolidad de Gas Natural como base para que sea preferible su OPA a la de los teutones?
Mucho morro por todas partes, barrunto.

23 febrero, 2006

Días

Hoy he viajado a Asturias en coche. El paisaje de atardecer era asombroso, con el sol inclinado que se reflejaba en los picos nevados, y el cielo azul en decadencia como fondo. Me paré en Oviedo para ver a una buena amiga que ha tenido estos días un problema de salud que le trastorna algunos planes de vida importantes. Estaba animada, fuerte. Me tomé dos cervezas mientras charlábamos.
Luego puse rumbo a Gijón. Justo cuando pasaba bajo uno de esos letreros luminosos que estos días dicen que hablar por el móvil te puede costar la vida, me sonó el móvil. Era mi prima Josefina, llamándome desde su casa en Madrid. Para contarme que a mi querida tía Obdulia habían vuelto a ingresarla ayer en el hospital. Ya tuvo cáncer de mama hace tiempo y le quitaron un pecho. Lleva no sé cuántas operaciones de no sé cuántas cosas. Parece que el problema vuelve a ser serio. El viernes por la tarde, a mi regreso a Asturias, tengo que pasar a visitarla.
Llamé a mi padre para recordarle que esta noche duermo en su casa y para advertirle de que llegaría tarde. Me fui al cine. Vi Crash, que está bien, pero no me puso el cuerpo mejor de lo que lo llevaba.
Estoy escribiendo esta cosa a la una de la madrugada y oigo a mi padre revolverse y toser en la habitación de al lado. Mañana por la mañana lo veré e iremos juntos a visitar a mi madre en su residencia. Me desazona ver a mi padre estos días. Tiene ochenta y ocho años y se ha deprimido porque últimamente percibe en demasía el bajón de sus fuerzas. Camina lento, está inseguro, intuye la enfermedad que ha de venir o el simple acabarse. Su fortaleza de cuerpo y espíritu siempre ha sido prodigiosa, tiene el alma montés de los rebeldes y los vividores. Por eso tiene derecho a entristecerse ahora, con la única depresión que los fuertes se pueden permitir, cuando intuyen la campana que pone fin a la pelea.
Pero mañana pasaremos un par de horas con mi madre y volverán a cantar juntos sus canciones de antes. A veces yo canto también con ellos. Tienen en sus cabezas las letras de todas aquellas canciones que se bailaban cuando se conocieron en el baile de Pinzales, a medio camino entre los pueblos del uno y la otra, Ruedes y Porceyo. A mí siempre me extraña un poco que no lloren cuando cantan esas cosas, pero ellos sonríen. Mi madre está contenta últimamente, pero cada día que la veo me dice que es mucha pena que la vida se le vaya a acabar pronto. Yo le pregunto que qué le gustaría hacer si pudiéramos volver atrás, y ella me contesta que todas las noches sueña que estamos en Ruedes, que aramos la tierra, que sembramos fabes, que vamos a la yerba, que cortamos flores y vamos a venderlas, en ramos, al mercado a Gijón. Eso hacía, eso hacíamos.
Después de estar con mi madre mañana, dejaré a mi padre y me iré al aeropuerto a tomar el avión. Por la tarde tengo en Madrid seminario con Luigi Ferrajoli. Sobre garantismo y Derecho. En el Colegio de Registradores. Manda güevos, ni yo mismo me explico por qué lo hago.

22 febrero, 2006

Diálogo en el infierno entre el Diablo y ZP.

Minutos antes habían posado para los medios de comunicación en las escaleras de acceso al Averno. Estuvieron sus buenos treinta segundos con las manos estrechadas (en realidad el Demonio tendía su pezuña) y una sonrisa de oreja a oreja. El Demonio observaba de tanto en tanto a ZP por el rabillo del ojo y trataba de imitar su arqueo de cejas y su mirada cristalina. Luego pasaron al interior y se sentaron cómodamente en un mullido sofá. Quedaron solos.
D.- Espero que te encuentres cómodo.
ZP.- Me siento como en casa, créeme.
D.- Has venido sin intérprete.
ZP.- Domino tu idioma, no te preocupes.
D.- No pierdo detalle de tus hazañas. Te admiro, pero me tienes preocupado.
ZP.- ¿Por qué?
D.- Me inquieta que pueda llegar el día en que la gente me respete menos que a ti.
ZP.- Conmigo nunca tendrás problemas. Las cosas se hablan.
D.- ¿No sientes calor aquí?
ZP.- No, hay una temperatura muy agradable ¿por qué lo preguntas?
D.- No, por nada.
ZP.- ¿Sabes por qué te he pedido audiencia?
D.- Me lo estaba preguntando.
ZP.- Soy mortal.
D.- No me digas.
ZP.- La vida terrenal dura un abrir y cerrar de ojos.
D.- Así es, jeje.
ZP.- Yo quiero pasar la eternidad en el cielo.
D.- Yo ahí tengo poca mano.
ZP.- Tal vez no tan poca. De eso quería hablarte.
D.- Tú dirás.
ZP.- Ayer conversé con Dios desde la Moncloa.
D.- ¿Qué tal está?
ZP.- Anda montando una nueva campaña en tu contra.
D.- ¿Qué campaña?
ZP.- Quiere que cumplas íntegra tu pena eterna.
D.- En ésas ya estábamos.
ZP.- Me dijo que piensa organizar una campaña en los medios para desprestigiarte y dejarte sin tu aureola maligna.
D.- ¿Y tú que le dijiste?
ZP.- Yo estoy muy interesado en el cielo, ya te lo he comentado.
D.- ¿Y a mí por qué me lo cuentas?
ZP.- Dios está mayor. Y cada día más reaccionario.
D.- Allá se las componga, no me interesa.
ZP.- Creo que en el cielo hace falta un cambio. Y otro talante, sobre todo.
D.- ¿Qué cambio?
ZP.- Un recambio.
D.- ¿Qué has pensado?
ZP.- Yo podría sacrificarme. Es una pena que todas esas almas justas no tengan un líder a su altura.
D.- ¿Quieres ser dios?
ZP.- Mi natural modestia no me permitiría gobernar con la vigente Constitución celeste. Pero he encargado a Alfredo un borrador de nuevo Estatuto Eterno.
D.- ¿A Rubalcaba? Es buen amigo, viene mucho por aquí.
ZP.- Lo sé. Yo lo he animado para que te fuera sondeando.
D.- Qué jodíos.
ZP.- Tengo grandes planes para reorganizar la convivencia entre las almas de los justos.
D.- No son mis almas.
ZP.- Podrían serlo, todo es negociable.
D.- Explícame de una vez lo que tramas.
ZP.- Tú podrías recibir el veinticinco por ciento de todas esas almas.
D.- ¿Y el resto?
ZP.- Mías.
D.- Mi pastel es pequeño.
ZP.- Si estás de acuerdo en las líneas generales, los porcentajes los ajustamos más adelante. Te mandaré a Alfredo para hacer las cuentas.
D.- ¿Y yo qué debería hacer?
ZP.- Finge que te conviertes al bien y di que quieres volver al redil.
D.- De eso nada.
ZP.- Te he dicho que finjas. Luego, cuando todos sean nuestros, podremos hacer lo que nos dé la gana. Juntos seremos invencibles.
D.- ¿Y si no acepto? Dios y yo siempre nos hemos jugado limpio.
ZP.- Si no aceptas tal vez yo prefiera venir al infierno. Ya lo hablé ayer con Dios. Él dice que es mi lugar natural.
D.- Por todos los demonios, me conviene aceptar.
ZP.- Sólo tienes que conseguir que te readmitan.
D.- ¿Y luego?
ZP.- Reivindicamos tu derecho a autodeterminarte junto con los tuyos. ¿Cuánto lleváis viviendo a vuestra manera?
D.- Media eternidad.
ZP.- ¿Ves? Sois nación y tenéis un puñado de derechos históricos. Será fácil.
D.- Dios es centralista y está acostumbrado a su poder sin límites.
ZP.- En tres telediarios eso cambia. Hoy ni Dios aguanta una opinión pública en contra.
D.- Bien, pongamos que ya estoy allá y tengo mi autonomía, ¿y después?
ZP.- Forzamos elecciones.
D.- ¿En el cielo?
ZP.- Sí. Es fácil. Basta que tu gente les hable a los de allá arriba de cuántos buenos placeres se están perdiendo.
D.- ¿Y quién encabeza nuestro partido en esas elecciones?
ZP.- Yo. Desde niño me he visto endiosado. Veía aquella catedral de mi tierra y me decía: es mía.
D.- O sea, que yo dejo esto, donde soy el jefe, y me voy al cielo a ponerme a tus órdenes.
ZP.- No, nos repartimos la tarta. Tú harás lo que quieras en todo momento con los que te lleves de aquí y con el porcentaje de almas de allá que acordemos.
D.- ¿Sin límite?
ZP.- Todos tuyos.
D.- ¿No has pensado que puedo hablar con Dios y que entre los dos podemos eliminarte?
ZP.- Imposible. No se fía de ti. Ayer mismo le recordé cómo eres. Y él es un dios de principios, recuérdalo.
D.- No sé, todo esto me parece más complicado de lo que tú piensas.
ZP.- Yo no he dicho que no sea complicado. Tendrás que arrimar el hombro.
D.- ¿Y qué hago?
ZP.- Uy, las posibilidades son infinitas. Hunde un barco celeste, monta una guerra entre arcángeles.
D.- ¿Guerra entre arcángeles?
ZP.- Para forzar manifestaciones pacifistas de los querubines. Tenemos que sembrar el malestar. Hay que moverle la silla al del ojo en el triángulo.
D.- No sé si puedo fiarme de ti.
ZP.- No te queda más remedio. O eso o te preparas para la dura campaña en tu contra que te va a montar Dios. Recuerda que ayer mismo me contó sus planes.
D.- Sospecho que tú estás detrás de esa campaña.
ZP.- Sí, no te lo oculto. Pero piensa por qué he venido a advertirte. Te prefiero a ti.
D.- ¿Por qué?
ZP.- Juntos tenemos mucho más que ganar. Si permito que Él te venza, su poder se consolida. Y tú y yo a dos velas.
D.- Necesito tiempo para meditar todo esto.
ZP.- He visto al entrar un diablo joven con aspecto de ser muy competente y ambicioso.
D.- No me hables de ése, hasta para aquí es demasiado malo.
ZP.- Seguro que en el cielo no te haría sombra.
D.- Ni a ti.
ZP.- Ni a mí.
D.- Creo que me has convencido.
ZP.- ¿Me dejas que vea tus instalaciones?
D.- ¿Para qué?
ZP.- Para ir tomando ideas.
D.- De acuerdo, vamos te mostraré los hornos y las cámaras.
ZP.- Espera, tenemos primero que dar una rueda de prensa conjunta.
D.- ¿Y qué diremos?
ZP.- Que estamos de acuerdo en que en estos tiempos no es justo ni humanitario que sean tan duros los padecimientos del infierno. Que va siendo hora de firmar una alianza entre las esferas celestes y subterráneas. Que hace falta que Dios dé una muestra de magnanimidad y buen talante.
D.- Bueno, pero habla tú.
ZP.- Sí no te preocupes. Tú simplemente sonríe. Y esconde el rabo.
(CONTINUARÁ).

21 febrero, 2006

¿Quién no cree en la revolución que viene?

Rediez, leo el enlace que nos sugiere Rebelde en un comentario aquí al lado y me topo con el Leandro Andrini que me había mandado un comentario indignado hace tiempo. Ahora escribe una carta abierta a Vargas Llosa y me pone ahí mismo de chupa de dómine, honor inmerecido que asumo con ensoberbecida perplejidad.

Invito a los amigos a profundizar en el pensamiento de don Leandro:

http://www.elortiba.org/progpiq.html




Otra vez a la carga con los médicos.

Por ahí abajo hay un post titulado “Otra de médicos” y parece que produjo cierta excitación. Así que se impone volver sobre el tema. Algunos lectores hicieron su aportación simpática y significativa al catálogo de anécdotas. Otros se lo toman con menos salero. Quien firma “pilar residente” (?) cuelga el siguiente comentario, que es tan gracioso como si lo hubiera escrito mismamente uno de esos galenos de nuestras historias; o su señora mamá. Lo copio entero, pues tiene menos desperdicio que un pollo griposo:

¿Es posible que un catedrático de UNIVERSIDAD tenga tanto tiempo libre para escribir sobre como le toca o le deja de tocar un dermatólogo a su mujer? ¿Cree el "maestro" que es una lección de interés para sus discípulos? ¿Acaso su "asiento elevado" le da a usted derecho a menospreciar, ridiculizar o insultar a un médico al que acudió por su propia iniciativa? Dedíquese a explicar las ciencias a sus discípulos que para eso fundamentalmente le "paga" su sueldo de catedrático la Universidad.

Jejeje. Por si me faltaba motivación. Esta señora residente debe de pensar que los catedráticos (¿por qué todos los que quieren atizarme –cosa que me parece bien- subrayan lo de catedrático –cosa que me parece una rara manía-? ¿Tendría más derecho a decir lo que me parezca si fuera fontanero? ¿Y tendría más tiempo libre?¿Para criticar a un médico es conditio sine qua non no ser cátedro y tener tiempo libre?) estamos todo el día meneando la ciencia o aturrando a los sufridos alumnos. El insulto tampoco lo encuentro en mi descripción del sufrido doctor, pero bueno, that´s life. Son tipos serios la mayoría, circunspectos y poco dados al humor, ya no nos cabían dudas.

A lo que iba. Más constructivo se muestra “un amigo” en su comentario, pues nos propone lo siguiente:

Se trata de que cada uno de nosotros debe intervenir mucho más activamente en la planificación y en la gestión de la propia salud, y por supuesto en la de la enfermedad, cuando ocurre (sobre lo que no hay vuelta de hoja).
Ello pasa por escoger al médico o médica, criticarlo, colaborar con él, dialogar, plantearle exigencias. Desde luego que no vale tumbarse en la camilla y suspirar resignado. Y tampoco vale solamente discutir aquí (aunque sea un buen primer paso), sino que hay que llevar esta discusión al consultorio.
Vamos, que hay que pasar (y para ello no bastan, aunque sea imprescindible, convicción e iniciativa; hace falta un programa colectivo, y un aprendizaje) de una actitud pasiva a otra activa.

Me parece bien la solución, pero... A ver quién le pone el cascabel al gato. Dos malamente dialogan si uno no quiere. Y algún caso de los que yo aquí conté, con cierto ánimo de chanza y desdramatización, era de galenos escasamente dialogantes y comunicativos. Pero la próxima vez que me vea en situación no se me escapa el doctor sin echar parrafada conmigo, prometido.

Una buena amiga personal y de este blog acaba de tener un achuchón de salud y de estar hospitalizada. Tenía una anemia tremebunda, al parecer desde hace años. Le preguntó su médico actual por qué no se había hecho análisis en los últimos años. Su respuesta fue que hace un par de meses acudió a su médico de cabecera y ella misma le preguntó si no le haría falta un análisis de sangre. Él le replicó: ¿te encuentras mal? Ella dijo: no especialmente. Y entonces él remató la jugada: pues en ese caso para qué vamos a encargar un análisis, es una tontería. Su propio doctor actual se hizo cruces por la salida de pata de banco del colega.

Mi cuñado estuvo en un tris de irse al otro barrio hace tres de meses. Ingresó en el hospital con una infección. Tanto él como quien lo acompañaba le hicieron saber al doctor que lo atendía que es alérgico a la penicilina y a no sé qué otro antibiótico. El médico respondió con un lacónico “ya”. Y le recetó uno de esos antibióticos. Lo salvaron por los pelos. Estos son casos graves, ya no de guasa, como los que yo aquí venía contando.

Ahora vamos a ponernos ecuánimes. Toda generalización es peligrosa y fuente de injusticias. Cuando decimos que todos los “x” son esto o lo otro estamos hablando de un promedio o de una tendencia más marcada de lo debido, lo que no quiere decir que descalifiquemos a todos y cada uno, individuo a individuo. Por cierto que yo nunca aquí he afirmado que todos los médicos sean de una manera o de otra. He contado, antes, ejemplos de poco don de gentes o nula capacidad de comunicación con el paciente. En los dos que acabo de referir el problema es más grave, son casos de impericia o falta de la debida diligencia profesional. Serán supuestos puntuales, no digo que no. Pero al que los sufre las medias y medianas le importan un pimiento, él se queda con la sensación de que ha estado en malas manos y de que hay que sacar las manos malas de las consultas y los hospitales.

Qué duda cabe de que existen esmeradísimos profesionales de la medicina, como los hay de la carpintería o de la labranza. Y muchos hasta son simpáticos, amables y bien dados a gastarse unos minutos de su hipervalioso tiempo dándole al paciente unas explicaciones que le permitan enterarse de lo que tiene o no tiene. Con esos nadie se ha metido aquí ni se mete en ningún lado, hablamos de los otros, de los que son bordes y/o mantas. ¿O por homenaje a los buenos no podemos criticar a éstos? No, el mejor homenaje a los que valen es colaborar en la “depuración” de los otros. A cada uno por su precio y que se vean las diferencias.

Si me pregunto por qué son como son ésos que criticamos, sólo puedo aventurar hipótesis: les sobra arrogancia y les falta deontología.

Hay situaciones asimétricas que facilitan el abuso de una parte sobre otra. Pasa, por ejemplo, con la relación entre profesor y alumno. Y sucede, cómo no, en el trato entre médico y paciente. Uno va al médico con el rabo entre las patas (no es expresión de género, es genérica, una licencia literaria), cohibido y preocupado. Y muchas veces los hipocondríacos que no tienen más mal que los imaginarios son los más asustados. No se siente el paciente por lo general con ánimo para plantarle cara al médico que lo mira por encima del hombro o con gesto de “y usted por qué hace perder su tiempo a un sujeto tan notable y ocupado como yo”. Nos vemos vulnerables, asediados por la enfermedad –real o imaginaria, a los efectos da igual- y dependientes del arte del doctor que buscamos para que nos trate. ¿Tanto cuesta a algunos médicos –sólo a algunos, insisto- darse cuenta de eso? ¿Por qué prefieren actuar como veterinarios?

Me corroe una sospecha y no me resisto a lanzarla al viento. El profesor antipático y cortante suele ser el profesor inseguro, el que rehuye el diálogo con el estudiante por el temor a no saber qué decir y por el pánico a la pregunta que le ponga en evidencia una laguna en sus conocimientos, ésos que finge enciclopédicos y apabullantes. Así que a adoptar gesto adusto y expresión de no me entretenga con bobadas, que me estoy currando el premio Nobel. Pues los médicos igual, me temo.

Así que caña. Con esos profesores y con esos médicos.

Por cierto, ¿los médicos tienen tiempo libre para andar cucando los blogs de la gente o dedican todas sus horas a perfeccionar su ciencia y reponerles la salud a sus clientes?

20 febrero, 2006

Sobre Latinoamérica. II.

Esta es la segunda carta del colega y querido amigo latinoamericano que nos hace de corresponsal y nos ayuda a ver las cosas de allá con mayor ponderación y con una reflexión mejor fundada.

Querido Juan Antonio:
Gracias por también tu estimulante escepticismo, que vivo y afirmo desde hace muchas lunas. Un escepticismo "metodológico" y " ontológico". Me parece difícil mirar y tratar de entender el mundo desde otra perspectiva.
Yo nací a la vida social y universitaria en un contexto de suyo de "izquierda", pero no militante ni partidista, precisamente por el mismo motivo que tu señalas: las compañías eran insoportables. Más vale solo que mal acompañado.
Pero un " escepticismo metodológico" nos lleva a querer aclarar primero el discurso teórico-práctico de la acción política. Se trata de un problema eterno: la realización de sistemas ético-políticos. Este camino es siempre difícil e incómodo para uno y los demás, pues se nos obliga a "definirnos" frente a tal o cual grupo político. En los años 70 a 72, en plena "revolución de la fuerza armada peruana", yo, como joven profesor de
derecho en San Marcos y cercano de las "eminencias grises" de la revolución (profesores de filosofía) trabajé durante seis meses en la Comisión de la Reforma de la Educación. Fue un esfuerzo desmedido, con gran entusiasmo que acabó en la nada. En el 73 salí con destino a París.
Volví a finales del 75 y ya todo se estaba desmontando. De la revolución como esperanza de tercer camino sólo quedaba la reforma agraria. Todo lo demás desapareció para dar inicio a la "cholificación" de país. Mis estudios universitarios (siete años en esa época: dos años de letras y cinco de Facultad) se desarrollaron en la tensión social de un cambio social. Los jóvenes de entonces tenían como referencia inmediata y fresca la revolución cubana, la teología de la liberación, la disputa sobre los planteamientos marxistas, etc. He vivido, pues, 50 años en un ambiente de lucha teórica y política directa, aunque siempre desde mi posición de un "escéptico metodológico". Esto explica que mi visión de los cambios sociales como el venezolano, boliviano, sean comprendidos en ese horizonte histórico y que las anécdotas políticas de las actitudes personalistas de los políticos de turno no sean, precisamente, las cosas que más me llaman la atención (la chabacanería de un Chávez o Morales no son nada al lado de las de Velasco Alvarado en su tiempo, quien hacía sus consejos de Ministros con la pistola sobre la mesa, por ejemplo). El tono "visionario" bolivariano es una característica casi natural de los venezolanos y colombianos y ahora bolivianos, pero no de los peruanos: Bolívar no es precisamente el más querido en el Perú. Por el contrario el "héroe" nuestro, peruano, es San Martín, un argentino. Los peruanos no tenemos héroes libertadores, pues cuando llega Bolívar a imponer su "pax " a sangre y fuego en el Perú se intentaba entrar en un acuerdo, tipo Brasil, para independizar al Perú de la metrópolis. No hay que olvidar que el Perú era un Virreinato muy importante. Aquí, en Venezuela, todos los políticos terminaban su discurso con alguna frase de Bolívar. El "bolivarianismo" es, pues, consustancial a la historia de Venezuela, Colombia, Bolivia (creada por Bolívar a expensas del Perú), Ecuador. Bolívar era un político que escribió discursos ad hoc en cada momento. Nadie se acuerda que también Bolívar dijo cosas que Chávez ni nadie repite, entre ellas una que afirmaba que había que entregar todo a los ingleses, etc. Si, por un lado, para un peruano, el “bolivarianismo" nada nos dice, por el contrario la explotación del discurso de Bolívar sobre la unión de Latinoamérica es algo que sirve a las pretensiones de las tesis de la conformación de un polo de poder político para contrarrestar la influencia invasiva de los yanquis, y este discurso bolivariano sirve a la retórica chavista y ahora moralista. También la usan cuando conviene los demás presidentes de estos países, menos los mexicanos).
Si tu revisas la historia de los últimos 50 años de América Latina verás que la tensión política tiene el mismo personaje central: el yanqui que quiere controlar a las naciones de su patio trasero, y las naciones latinoamericanas que se alinean y otras que se oponen. Así se ha vivido hasta que llegó el nuevo guión: la economía neoliberal que sí libera a los pueblos de la miseria. Hasta el presente sólo se contabiliza muerte y pobreza. Con ese resultado es casi matemático que se produzca un "nacionalismo" que no implica más que la búsqueda de una alternativa de mejor distribución de la riqueza. El indigenismo fue algo distinto a comienzos del siglo 20 en el Perú, sobre todo. El partido Aprista peruano se definía como un partido indoamericano. Indoamérica era la expresión para indicar la particularidad de estos países. Pero nada más, nunca se hizo nada consistente ni el reclamo indigenista pasó más allá de discursos celebratorios. La novedad de ahora es revivir en contextos como el boliviano una reivindicación de la dignidad humana indígena, sin llegar a fomentar un racismo (como dice, con mala leche, Vargas Llosa). El sentido de este recordatorio de los pueblos "originarios" como dice Morales, es menos de lo que se intenta explotar a nivel de la prensa mundial y de los creadores de angustia y vividores de ella, como son, en general, las ONG. Tipos como ese colombiano existen muchos por estos lares. Antes eran las "becas americanas de investigación", ahora son las ONG, también americanas, europeas, etc. En el Perú, el hecho de autodifinirse como un país " multicultural y plurilingüe-castellano, quechua y aymara, la "autoestima indígena" no tiene los alcances de Bolivia, a pesar de que ambos países ostentan las tres culturas. En el Perú aunque se mantenga el número mayoritario de indígenas (contando también a los de la segunda y tercera generación) el quechua nunca fue fomentado y su ámbito de uso se reduce a algunos pueblos de la sierra peruana del centro y sur.
Por acá no hay, pues, comunitaristas, en el sentido en que se ha desarrollado esa corriente de pensamiento político. Tus constantes viajes a Colombia te habrán dado ya una visión de la "ligereza del ser" con el que se plantean las cosas en términos de una lucha seria teórica sobre la vida política. Si en los 60 las universidades eran lugares de discusión y protesta política, ahora las preocupaciones son algo más domésticas: se trata de discutir el aumento de salario. En el presente caso venezolano no encontrarás una sola discusión seria sobre los particulares momentos históricos; por el contrario sólo leerás remedos de argumentos sin sustento y sí mucho ruido "mediático"; de hecho, el "golpe de estado" que le dieron a Chávez - aplaudido por Aznar en su momento- fue una expresión clara de este "cuarto poder" que es el poder mediático. Debo señalar una excepción temprana: el seminario que organizamos en la Universidad del Zulia, cuyo producto, un libro, tu lo tienes. Así, pues que, en cuanto a Chávez en general es "más bulla que la cabulla", tanto en los desplantes discursivos de este presidente como los discursos incendiarios de la oposición. En medio de este ruido el gobierno lleva a cabo planes de directo contacto y apoyo a la población que no son mero "populismo" (otro término del discurso político que es necesario revisar a la luz de los hechos políticos en cada caso) y estos planes que se les conoce con los nombres de "misiones" y pretenden resolver problemas de la vida diaria con vocación de autosostenimiento. Por ejemplo, la misión "barrio adentro" es algo elemental y directo: llevar la asistencia médicas a las poblaciones pobres que viven en "ranchos" en todo el país. Esta misión tiene el apoyo de médicos cubanos. En su primer momento, ningún médico venezolano quería participar en ese plan pues aducía, cosa que es cierta, temor ante los delincuentes que habitan esos barrios. Esto fue explotado por la oposición señalando la "intromisión cubana" y la falta de probidad de los médicos cubanos, etc. Este tipo de misiones se ha reproducido en diferentes áreas de la vida social, y se mantiene con el dinero del petróleo (dinero que también, de paso, en algunos casos se roban). Otro ejemplo, cuando Chávez habla de que ahora el "petróleo es de los venezolanos", lo que se dice es que ahora la industria petrolera está en manos del estado que distribuye este ingreso entre la población, y ha desmontado la política de privatización de la industria petrolera que estaba siguiendo el gobierno anterior. Y aquí la cosa es muy clara: antes ese dinero no ingresaba a la nación de la forma como ahora lo hace. La industria petrolera estaba en manos de técnicos que respondían a una idea del negocio petrolero dentro de los cánones de la internacionalización que, en los hechos, significaba grandes ventajas para las transnacionales petroleras (incluyendo bajas regalías, falta de pago de impuesto a las rentas, etc. Todas las clásicas maniobras que acostumbran a hacer las petroleras con los gobiernos de turno). Precisamente el petróleo fue el pretexto para que Velasco Alvarado diera el golpe de estado en el 68 en el Perú. Este ejemplo es el que quiere seguir Evo Morales en Bolivia. Moraleja: si los negocios de las materias primas naturales de estos pueblos se hicieran dentro de la "mínima moralidad contractual", las cosas serían un poco -no mucho- diferentes. ¿ Dónde está la inteligencia y probidad de las élites políticas? ( Y aquí caben muchos cuentos sobre la aparición y desaparición de nuevos ricos y nuevos grupos de poder). De las "ilustraciones" de la vida política a la "fenomenología de la vida política". Creo que hace mucha falta lo segundo, junto con volver a poner sobre la mesa todos los lugares comunes de discusión que ahora copan la
escena diaria de la vida de las naciones. Un poco de esto podría hacerme entender, quizás, por qué era necesario reponer la monarquía- constitucional en España y este complicado juego -a veces parece sucio- de las autonomías españolas.
El artículo de Antonio Elorza "la danza de la conquista" me parece inusitadamente bien orientado. Se aprecia que conoce bien las cuestiones vinculadas con el movimiento indigenista y la historia colonial del nuevo mundo. Él ve una "irreversibilidad" (in fine) de este tema. Yo dudo, pues ya ha corrido mucha agua bajo el puente y, como el racismo nazi, que nadie explica cómo se puede salir de él, así el "desencuentro del criollo blanco y los indígenas y sus descendientes" seguirá su vertiente atávica. Por el contrario, yo creo que en la misma Bolivia se moderará bastante la fuerte impronta indígena en la vida política diaria, ya sea que se logre la incorporación del indígena en la vida política, ya sea que las clases sociales que han constituido grupos oligárquicos se vean necesitados de abrir sus puertas para "el hermano indígena".

19 febrero, 2006

El juego de las dos esquinas. Otra vez izquierdas y derechas.

“Un amigo” hizo un comentario sumamente interesante a mi post de hace pocos días, el que se titulaba “¿Seré yo facha, señor?”. Me incita a hacer algunas consideraciones adicionales sobre la dichosa distinción entre izquierda y derecha en nuestro lenguaje político cotidiano, incluido, cómo no, su uso por los políticos que nos tocan en suerte (?). Con ellas no pretendo enmendar las observaciones de “un amigo”, sino complementarlas y marcar el poco valor que le doy en realidad a tales usos de esos términos. No quiero decir que carezca de importancia la diferenciación entre contenidos contrapuestos del discurso político, sino que interesa resaltar que la utilización política corriente los términos “izquierda” y “derecha” carecen de toda relación con contenidos tangibles u objetivamente diferenciables y no son más que elementales etiquetas que permiten una adscripción superficial de los sujetos, una alineación meramente emotiva que suplanta a toda toma de partido por comportamientos y propósitos que impliquen algún compromiso cierto con el mantenimiento o la reforma de los estados de cosas vigentes. Trataré de explicarme.
No conozco referencia más apropiada para entender esta cuestión que lo que al respecto explica Niklas Luhmann. Intento resumirlo a continuación, aun prescindiendo de entrar en demasiadas profundidades de su teoría. Según Luhmann, el sistema político tiene como cometido el de proporcionar decisiones socialmente vinculantes, marcar las pautas de nuestro comportamiento obligatorio. En los parlamentos se hacen las leyes y éstas expresan lo que podemos y no podemos hacer en ciertos asuntos de especial trascendencia social. Así pues, los parlamentos marcan las directrices principales de la organización social, directrices que son recibidas en el sistema jurídico bajo la forma de normas jurídicas, en concreto leyes. El Parlamento, es, pues, la institución que decide, en lo colectivamente más importante, qué nos está permitido y qué nos está vedado, bajo amenaza de sanción para el incumplidor. Pero lo que el Parlamento determine está condicionado por quiénes integren el Parlamento, por quiénes sean los parlamentarios. El sistema político es el conjunto de prácticas institucionalizadas mediante las cuales se establece quiénes sean en cada momento los parlamentarios que toman las supremas decisiones vinculantes.
Las sociedades modernas son sumamente complejas y los problemas que en ellas deben resolverse son enormemente complicados; tanto que el común de los ciudadanos difícilmente puede entender la mayoría de los asuntos que son objeto de regulación legal, de los asuntos sobre los que los parlamentos tienen que legislar. Hoy se aprueba una ley sobre reproducción asistida, mañana una sobre seguros del automóvil, pasado una sobre el tipo máximo de un determinado impuesto, al día siguiente otra sobre investigación de fondos marinos. Y así hasta el infinito. De la mayoría de esas cosas los ciudadanos no entendemos ni papa. Es más, ni siquiera poseemos ni recibimos de las instancias políticas una milésima parte de la información que necesitaríamos para poder comprender de qué va la discusión parlamentaria; y aunque se nos brindara esa información, la inmensa mayoría de los votantes ni siquiera estaríamos en condiciones de procesarla con una mínima solvencia. Nadie puede entender de todo; la mayoría no entendemos de casi nada.
Lo anterior supone también que un partido político que en su programa electoral recogiera consideraciones y explicaciones detalladas sobre sus posturas y planes en asuntos como ésos y otros miles que pueden debatirse durante la legislatura venidera, convertirían sus programas en tratados esotéricos para la ciudadanía, amén de tener que encuadernarlos en varios tomos. Pero, al mismo tiempo, para que el sistema no se bloquee, para que la dinámica política no se estanque, es crucial que se mantenga la imagen de alternancia, que el elector tenga la vívida impresión de que él es el que escoge las pautas de la actuación parlamentaria y de gobierno. Mas la alternancia de las personas y partidos que ocupan la cúspide del sistema político, de las personas que realmente deciden sobre los contenidos de las leyes, no es importante sólo como ilusión que mueve a los electores a las urnas, sino también como mecanismo para que los mismos grupos y las mismas personas no se perpetúen en los puestos de mando, con los riesgos que eso tiene de anquilosamiento, corrupción o incapacidad para reaccionar a nuevas necesidades legislativas derivadas de nuevos problemas sociales.
Así que se hace necesario combinar dos objetivos antitéticos. Uno, que los electores con su voto “informado” dinamicen el funcionamiento del sistema político, constituyendo periódicamente nuevas mayorías parlamentarias y dando pie con ello a la formación de gobiernos de nuevo cuño. Para esto se precisa que los ciudadanos se alineen con unos u otros partidos, que simpaticen con este o aquel programa. Y el otro objetivo es que el ciudadano tenga la sensación de que vota entre alternativas realmente diferentes, que no son lo mismo el gobierno que la oposición, el partido X o el partido Y. Y ahí se presenta en toda su intensidad la paradoja: ¿cómo pueden los ciudadanos discernir entre programas que no podrían comprender si en verdad versaran sobre los contenidos de las leyes futuras que pretende aprobar cada partido que les pide el voto?
Esa paradoja, consustancial a nuestros sistemas políticos y a cualquier sistema político moderno que quiera ser resolutivo y eficaz, se solventa por una vía bien conocida: la trivialización de los programas y el reemplazo de los contenidos por los símbolos. El voto reflexivo tiene que dejar su imposible sitio al voto emotivo. La sensación que el votante necesita, como móvil para hacer su papel y dar su voto, voto que es el desencadenante de toda la maquinaria de mayorías y minorías, no puede construirse más que sobre la base de adscripciones primarias, de voto emotivo a aquellos con los que se simpatiza, no a aquellos de los que se sabe que van a hacer, en lo verdaderamente importante, algo distinto de los otros, y algo que, además, comprendemos de antemano. Votamos a “los nuestros” y ese voto es, en la superficie, un voto puramente emotivo y, en el fondo, no es más que un voto en blanco, un voto a ciegas, un voto para que hagan lo que quieran, en la confianza de que si ganan“los nuestros” van a hacer bien lo que sea que hagan.
Los partidos actuales conocen a la perfección estas claves. De ahí que en sus discursos y programas pasen de puntillas sobre todas las cuestiones de fondo, sobre todos los asuntos verdaderamente decisivos y dirimentes para la sociedad, mientras que otorgan el máximo espacio y el mayor énfasis a la retórica que remueve en los ciudadanos los mecanismos de adscripción primaria, la parte puramente emocional. La diferencia entre esto y aquello se sustituye por la distinción entre ellos y nosotros, entre los buenos y los malos. El bueno siempre va a hacer el bien y el malo el mal. Y los buenos somos nosotros,y nosotros somos los buenos porque somos como vosotros. Es ahí donde cobra todo su sentido funcional ese discurso político que a diario escuchamos y que echa mano de alusiones que carecen de toda referencia a comportamientos distintos o ideas de fondo diferentes, pero que trata de aprovechar todas las brechas sociales más elementales: la brecha entre los que se creen de izquierda y los que se creen de derecha, entre los que creen en algún dios o no creen en ninguno, entre los que viven su sexualidad de una manera o de otra, entre los que tienen un temperamento poco dado a cambios y experimentos y los que están incómodos en el mundo en que viven. Pero todo ello, repito, sin que esa perorata en el plano de los símbolos y las emociones vaya asociada al compromiso serio con ningún programa de acción diferenciable, con ningún compromiso de hacer en verdad nada distinto de lo que haría el otro partido. Salvo en lo que tiene que ver con lo que los sociólogos llaman legislación simbólica, que es aquella que no trata de resolver ningún problema social importante, sino de legitimar a su autor a base de decidir lo que a casi nadie preocupa realmente, pero que marca una distinción superficial y permite colgarse la etiqueta de rigor. Legislación revolucionaria en lo epidérmico, compatible con absoluta indefinición en los temas que de verdad son determinantes para el futuro de la sociedad. Un buen ejemplo de este tipo de legislación lo proporciona la ley de matrimonio homosexual. No digo que no esté bien tal norma, sino que es estúpido centrar el ella gran parte del debate político de una legislatura. Es parte de ese discurso político que desubica el debate para que éste verse sobre lo secundario y le queden a la mayoría parlamentaria las manos libres para hacer en lo otro lo que le dé la gana sin discusión ninguna; o, más exactamente, para hacer lo mismo que haría la oposición si estuviera en su lugar. Allí donde las diferencias de fondo no existen, hay que marcarlas en la superficie.
Zapatero es un gran político en este sentido, y no lo digo como reproche, pues es el signo de los tiempos. Está jugando ese juego con pleno dominio cuando se autodefine como “rojo”, por ejemplo. Se ponen los escribas de medio país a pensar qué significará aquí y ahora ser rojo, y yerran el tiro por querer entrar en el fondo. El significado de ese término es su mera resonancia, no tiene otro; es como cuando se toca un silbato y el perro acude, no tiene más efecto que el de invitar a unirse a él a los que también se sienten rojos sin saber exactamente qué implica el término, pero convencidos de que encierra algo importante. La fe sustituye a la reflexión, el espíritu de grupo al debate de contenidos, la alineación primaria al espíritu crítico. Si a los que votan a Zapatero porque es “rojo” y ellos también se sienten rojos se les pidiera que definieran las claves de tal sentimiento, unos dirían que porque su familia fue republicana y les mataron al abuelo, otros que porque están contra Bush, otros que porque desconfían de las multinacionales, otros que porque tienen antipatía a la idea de España, otros que porque compadecen al tercer mundo, otros que porque son pacifistas. Pero casi ninguno de ellos verá motivo de decepción o enfado en que Zapatero trate por todos los medios de llevarse bien con Bush, de mantener contentas a las multinacionales, de salvaguardar las lucrativas inversiones del capitalismo español en los países subdesarrollados, de vender armas a cualquier postor o de mantener alguna idea de España. Es rojo porque dice que lo es y hace gestos pertenecientes al catálogo de ser rojo, no por nada que tenga que ver con su política real. De la misma manera que Aznar era “facha” porque el barco aquel se hundió en un lugar y no en otro. Cuando el PP, el gobierno era culpable de la violencia de género; ahora, que hay la misma, la culpa ya no es del gobierno. No es un vicio de la izquierda o la derecha, es una característica de este sistema de partidos desideologizados y meramente aparentones.
Y digo Zapatero donde podría decir Rajoy. La diferencia es que el primero es mucho más hábil a la hora de seleccionar las etiquetas para su discurso, de optar por los símbolos que venden más en estos momentos. Conoce mejor los resortes emotivos de esta sociedad y su profunda incultura política, su indiferencia de fondo, esa indiferencia propia de nuevos ricos insensibles y que sólo quieren representar lo que no son. Nosotros aparentamos que somos progresistas porque llevamos El País debajo del brazo o porque gritamos “Aznar asesino”, no porque nos importe un bledo nada de lo que ocurra más allá de nuestra cuenta corriente. En cambio, el incauto Rajoy cree que de verdad nos conmueven otros símbolos trasnochados, como la idea de España una o de España católica.
Esto que se ve de tal modo en el nivel de los partidos y los políticos profesionales, se comprueba también a escala del ciudadano de a pie. Nos importa mucho que todo el mundo sepa cuál es nuestro equipo, y para ello resaltamos hasta el ridículo los signos externos de nuestra adscripción partidaria: pegatinas, maneras de vestir, lugares comunes que repetimos, bares que frecuentamos, modas que seguimos, medios de comunicación que sintonizamos cuando entra en nuestro coche un conocido. Pero reservándonos, nosotros también, una total libertad de comportamientos en el nivel profundo.
Por eso ya no choca ver a tanto pepero ultraconservador que se divorcia cinco veces, o se pasa el día tirándose a todo lo que se mueve, o vendiendo por cuatro duros todo lo que dice que más le importa; ni a tanto progre que da pelotazos, o se hace empresario explotador, o comercia con armas, o usa su ONG para lucrarse, o reacciona como un perfecto racista cuando se cruza con dos negros en la calle. La separación meramente simbólica permite, fomenta incluso, la promiscuidad de las conductas. Los individuos no ven incoherencia entre sus creencias y sus acciones, porque las creencias han dejado de ser tales y se han tornado meros revestimientos. Ser del Madrid o el Barça no compromete a nada especial en la vida económica, profesional o personal; ser del PP o el PSOE, tampoco. El enemigo real ya no es el del otro equipo, pues sin él no hay competición ni disculpa para sentirse parte de un grupo enfrentado a otro. Es el que se niega a adoptar los colores superficiales de un equipo el que se convierte en traidor y se gana todas las iras. El enemigo no es el del otro equipo o el otro partido, es el que critica el juego sin reparar en colores; el que pretende reintroducir contenido en un discurso político que es pura fantasmagoría, fingimiento, impostura, alimento de descarados y descerebrados.
Por eso aquel amigo mío se empeña en llamarme facha. Porque si critico su manera frívola de vivir los símbolos y la profunda inconsecuencia de sus comportamientos, tiene que ser porque estoy con el rival, con los del otro lado. Porque los simples sólo ven en blanco y negro, sin matices; están incapacitados para jugar al juego de las cuatro esquinas, pues sólo divisan dos y piensan que su asiento tiene que estar en la una o en la otra, nada más. O porque son muy listos y tienen interés en disimular, como mi amigo.
Para que este sistema político basado en la alternancia bipartidista funcione tenemos que pasar los ciudadanos por el aro de la simpleza, y por eso se esfuerzan tanto en hacernos tontos. Y si los partidos que tenemos son como son, es porque ya lo han logrado: somos un país de gilipollas; eso sí, unos gilipollas de lo más fashion.

La universidad que viene. Gaudeamus.

Andan esta temporada los periódicos excitados con el nuevo modelo de Universidad que nos han endilgado con aquellos malhadados acuerdos de Bolonia. Vamos a pasar mucha risa. Aunque servidor echa sus cuentas y calcula que en los veintitantos años de docencia académica que le quedan a lo mejor consigue escaquearse por completo. No perdamos de vista que entre comisiones, comités, controles de calidad, reuniones informativas y libros blancos, verdes, amarillos y fucsia sobre la reforma, pasarán unos lustros antes de que alguien consiga entender qué cachondeo es ése que se nos impone en aras de la calidad y el buen rollito.
De todos modos, de aquí a menos de diez años serán habituales diálogos como el que recoge la siguiente escena. No se lo tomen a broma, háganme caso, recorten y guarden esta pieza y dentro de unos años hablamos, a ver si clavé la situación o si me quedé corto.

La escena transcurre en el despacho del profesor (P). El profesor está dormitando, echado hacia atrás en su sillón, con las manos tras la nuca y los pies apoyados en la mesa. Se abre súbitamente la puerta y entra un estudiante (E) en chándal, que avanza y se sienta enfrente del profesor sin decir nada. El profesor, sobresaltado, ha recuperado la postura ortodoxa ante su mesa.
P.- Estaría bien llamar antes de entrar.
E.- ¿Por?
P.- Déjalo, no importa.
E.- Vengo a hacerte unas consultas sobre el trabajo de la semana próxima
P.- Tú dirás.
E.- No sé dónde mirar.
P.- ¿Qué es lo que tienes que mirar?
E.- Nos dijiste que buscáramos noticias en las que apareciera la palabra “Europa” y que hiciéramos un collage con fotos de gentes de distintos países.
P.- Ah, para el tema de los tratados internacionales. Muy bien, muy bien. ¿Y qué has encontrado?
E.- Es que no sé dónde mirar.
P.- Hombre, en los periódicos.
E.- Ya, tío, pero dónde pillo yo periódicos.
P.- No importa, mira en la tele y anota en qué programa mencionan la palabra. Apuntas el día, la hora y el programa.
E.- ¿Y las fotos del personal?
P.- No sé, graba trozos de películas en las que aparezcan actores blancos, negros y orientales.
E.- ¿Cuáles son los orientales?
P.- Los que tienen los ojos rasgados.
E.- ¿Y tengo que andar mirando los ojos de los actores?
P.- Bueno, con que traigas unas escenas de blancos y negros valen.
E.- Tengo fotos de la cabalgata, de cuando fui con mi hermana y los sobris este año.
P.- ¿Y?
E.- Pues que flipas, sale un rey que es negro, este... ¿cómo se llama?
P.- Mmmmm, bueno da igual, pues también me vale. Sólo es para que entendáis que hay distintos países y que el derecho internacional regula las relaciones entre países.
E.- ¿Se relacionan los países? Qué pasada.
P.- No seas impaciente, hombre, ya lo veremos a su tiempo y verás cómo lo entiendes. He pedido al decanato que consiga un mapa mundi para llevároslo a clase. Ya lo aprobó la comisión de compras facultativas y me han dicho que en un mes está aquí el mapa mundi.
E.- ¿Qué es un mapa mundi?
P.- Una bola con todos los países y los mares y todo.
E.- ¿Y para qué vale?
P.- Para ver todos los países y mares y todo.
E.- ¿Y lo vamos a ver?
P.- Claro, tengo pensado que dediquemos un par de horas a localizar estados.
E.- ¿Qué son estados?
P.- Son como países, para el caso.
E.- Ah. Pues me está gustando bastante tu asignatura.
P.- Gracias. Procuro hacerla bastante interactiva.
E.- ¿Es fácil sacar nota?
P.- Bueno, no tan fácil.
E.- ¿Qué hay que hacer?
P.- Tenéis que ser perfectamente capaces de saber en qué continente está cada país. Os haré un test. Y luego una práctica en la que tenéis que inventaros una norma.
E.- ¿Una norma? Qué fuerte.
P.- Sólo tenéis que ejercitaros un poco, pero para eso tengo previstas varias semanas del mes que viene. Os pediré que me busquéis ejemplos de normas.
E.- ¿Por ejemplo?
P.- Hombre, pues por ejemplo, prohibido saltar a la pata coja.
E.- ¿Eso es una norma?
P.- Sí, ¿te das cuenta?
E.- ¿Y dónde lo prohíben?
P.- Es sólo un ejemplo.
E.- ¿Y nosotros qué tendremos que hacer?
P.- Buscar otros ejemplos
E.- ¿De qué?
P.- De normas como ésa.
E.- Ah, por ejemplo ¿prohibido correr a la pata coja?
P.- Genial, muy bien, ¿ves qué bien lo has cogido?
E.- Lo dicho, me encanta esta asignatura.
P.- Gracias. No creas que es fácil dar con la didáctica adecuada.
E.- ¿Didáctica?... bueno, no te entretengo más. ¿Cuándo toca pasarse por clase otra vez?
P.- Dentro de diez días, el veintidós. No olvides lo de las fotos y tal.
E.- Sí, menudo curro. Usted exige demasiado, ¿no se lo han dicho?
P.- No me importa tener fama de ogro. Yo sólo quiero que tengáis los conceptos claros, me preocupa vuestra formación. El día de mañana me lo agradeceréis.
E.- A mí me gustan sus clases, cuando nos ponemos en corro y hacemos lo de pasa palabra. Mola.
P.- Oye, antes de que te vayas tienes que firmarme aquí.
E.- ¿Pa qué?
P.- No, es el diagrama vectorial de tutorías cuneiformes.
E.- Ah.
P.- Por lo del cómputo de vuestro trabajo personal.
E.- Ah
P.- El crédito europeo, ya sabes.
E.- Ah.
P.- Porque como tu trabajo lo tutelo yo y tienes que meterle muchas horas, me cuentan esas horas para mi carga docente partida por la raíz cuadrada de pi.
E.- Pi. Ah.
P.- Tú firma ahí, donde te he puesto cuarenta y cinco horas.
E.- ¿Qué horas?
P.- Lo que te llevará lo de buscar las noticias y tal.
E.- Ah, es verdad;o más, tío.
P.- Tranquilo, lo del collage va aparte, para eso vamos a poner aquí... ochenta horas, ¿está bien?
E.- Sí.
P.- Si pusiéramos ciento cincuenta tendrías notable.
E.- ¿Ciento cincuenta qué?
P.- Horas para lo del collage.
E.- Ah. Pues ponlas, tronco.
P.- ¿No te importa?
E.- No. Dices que es notable ¿verdad?
P.- Sí.
E.- Ah, bien.
P.- Me haces un favor.
E.- ¿Por?
P.- Es que con ocho mil horas de trabajo tutelado tengo derecho a un sabático y al complemento tutelar.
E.- ¿Qué telar?
P.- Déjalo, tu firma ahí.
E.- Ah, ya está.
P.- Bueno, ¿algo más?
E.- No, me voy.
El estudiante sale sin decir más palabra. El profesor sonríe. Se recuesta y vuelve a poner los pies sobre la mesa. No está cómodo. Hace una pequeña pila con dos libros que toma de la estantería que tiene detrás y coloca los pies encima. Se despereza y se queda dormido con gesto plácido.

18 febrero, 2006

¿Seré yo facha, señor?

Un viejo conocido y colega, con el que guardo de siempre buena relación, me ve el otro día un instante y me suelta esto: “oye, a ver si no eres tan facha en esas cosas que escribes”. Y siguió su camino, tan contento.Ya saben los sufridos amigos de este blog que ando siempre dándole vueltas al misterioso matiz diferenciador entre derechas e izquierdas en estos tiempos de incertidumbre. Carajo, pero facha a la cara no me lo habían llamado nunca.
Desvelado, esta noche he recaído en el vicio de darle vueltas a ese tema. No he podido evitar comparar mi manera de pensar, hablar y actuar con la de ese buen hombre hiperprogresista que tan duramente me increpó. Las comparaciones suelen ser odiosas, pero no he podido por menos de medirme mentalmente con él, buscando la fuente de mis errores y las causas de mis desvíos. ¿Dependerá la diferencia de lo que se piensa?, ¿de lo que se habla?, ¿de cómo se actúa? No me queda más remedio que explicar algunos pormenores del modo de ser de ese amigo, al que tomo, desde ahora mismo, como modelo y guía para mi vuelta al redil de los que rescatan oprimidos, combaten discriminaciones y liberan pueblos enteros.
Ya sé que la ideología es cosa radicalmente independiente y distinta de las propiedades y el modo de vida. Yo a este hombre hace tiempo que lo envidio por dos cosas: porque es más progre que yo y porque vive muchísimo mejor. Tiene dos casas de quitar el hipo, una para diario y otra para fines de semana y festivos, esta última en zona costera excelente. Mi coche no está nada mal, pero el suyo es unos cuantos modelos superior, muy apañado para ir cómodo a la residencia de la playa.
A mi amigo lo he visto muchas veces en oposición a gobiernos de todo tipo, nacionales, autonómicos y universitarios. Pero, demonios, qué bien dosifica sus resistencias, pues su proximidad a las izquierdas más unidas le reporta al año un potosí en puestos y consejos bien lucrativos. Siempre que se opone es para ganar a la siguiente, o para cobrar por oponerse. No como otros.
Hace tiempo descubrí que su arte está en la manera de administrar sus palabras y manejar la válvula de su sinceridad. Externamente apoya a pies juntillas la política del gobernante de turno que lo nombra para cosas y le regala canonjías, pero ir a comer con él es una delicia, pues, íntimo, te cuenta qué burros son todos los de ese partido suyo, qué desenfocada su política y qué estúpido su proceder. Portentosa su capacidad para discrepar en la intimidad del que le firma los nombramientos. Pero claro, me lo cuenta a mí o a algún otro inimputable no peligroso, no se lo dice a los protagonistas de sus secretas invectivas. No muerde la mano que le da de comer bien rico, vaya.
Tenemos gustos muy distintos, razón principal de que hayamos coincidido en pocas ocasiones y lugares. A mí me va el jolgorio y me atraen los sitios populares. Él es más refinado y difícilmente lo topa uno en restaurantes de pocos tenedores. No le gusta nada que le cuente mis viajes a países pobretones ni mi costumbre de perderme en parajes donde impera la pobreza y se masca algo de peligro. A él que no lo saquen de su hotel de cuatro estrellitas, y en Europa, no en esos andurriales sin civilizar.
Tampoco hemos podido nunca llegar a grandes intercambios de ideas políticas, pues mi rollo redistributivo a él le hace muy poca gracia y sólo se excita con cosas como las del Prestige y Aznar asesino. Probablemente lo que a ambos nos explica y nos disculpa es el origen social, pues su padre era el rico de su pueblo y uno no es más que un plebeyo sin maneras. Será por eso por lo que él es tan capaz de jugar a diario con doble baraja y cobrar favores simultaneamente a capuletos y montescos, porque tiene mañas de buen negociador y perspicacia para no discriminar al que tiene algo que darle. No como los obreracos esos, que qué vas a esperar.
Él me insiste en que todo es una calamidad y que la política está podrida, pero disfruta esta temporada de uno de los puestos más golosos que se pueden trincar en su comunidad autónoma. Yo en la puñetera vida he aceptado ningún puesto que me obligue a disimular lo que pienso, ni tengo la más mínima posibilidad de pillar como él. Eso sí, confío en que esa alta responsabilidad que ahora ostenta contribuya de modo notable a que vivamos en una sociedad más igualitaria, con menos discriminación y sin barcos que se hundan donde no deben.

Sobre Latinoamérica. I.

Un gran amigo y estimadísimo colega latinoamericano me ha escrito recientemente dos cartas que reproduzco, con su autorización, en este post y en otro de mañana. Con ellas pretende que se hagan más matizados y menos precipitados algunos de mis juicios sobre determinados países y ciertas políticas de aquellas tierras. Efectivamente, hace pensar, gracias a su experiencia de vida en varios países y a su dominio del dato histórico y de la política comparada. Mil gracias, querido amigo.
Esta es la primera carta.
Querido Juan Antonio:
Creo que en toda esta historia moderna nuestra hay muchos puntos fundamentales que necesitan una relectura crítica, y uno de esos puntos básicos son: el Estado, Nación, Ciudadano, Democracia Representativa, y todas las doctrinas derivadas de estos puntos fundacionales. Y algo más, todos esos elementos han sido aceptados, utilizados, manoseados desde diferentes perspectivas metadiscursivas respectos de esos mismos puntos, y todas estas metavisiones están enraizadas en diferentes contextos históricos concretos. Para señalar sólo el espacio que se diferencia con el título de "mundo occidental y cristiano", espacio que tampoco es homogéneo: Europa, América Latina, América anglófona, América francesa, etc. Por ejemplo, uno de los problemas históricos del Perú es que nunca ha llegado a ser una nación, y sólo ahora, a partir de la Constitución de 1993, se autodefine como un país "multicultural y plurilingüe", pero no se dice que es un país compuesto de varias "nacionalidades". Precisamente ahora se revive lo que siempre ha estado presente-y-oculto a la vez: que hay naciones originarias que nunca fueron tratadas como tales. Este es un hecho sociológico, frente al cual desde la colonia hasta el presente (mitigado un poco) se sigue despreciando al indígena: es objeto de discriminación, de burlas, de desprecio social. En el Perú sólo en 1970, en plena "revolución de la fuerza armada del Perú (Velasco Alvarado, originario de Piura)" se aceptó, socialmente hablando, mirarnos como "cholos". A este fenómeno se llamó "cholificación", y gracias a este movimiento propulsado desde el gobierno militar (que en la época, 1968, se le consideró y se autodefinía como la tercera vía: ni capitalismo ni comunismo, pero también fue el momento en que se hizo la reforma agraria más radical del mundo, esperanzados en que el cambio podría traer beneficios de paz y solidaridad). Este cambio social dirigido por la fuerza armada peruana (ni a Velasco ni a su gobierno se le tachó nunca de "dictador" ni de "dictadura"; esta descalificación vino después, cuando todo comenzó a fallar y el estado no tenía dinero para soportar el cambio social, y, como siempre, la corrupción y aprovechamiento acabó con esas esperanzas. Lo único que ha quedado de esa experiencia (experiencia que envolvió casi a la mayoría de la población comenzando por la clase burguesa, la iglesia católica-eran los tiempos de la teología de la liberación-, los intelectuales, universitarios, hijitos de papá, etc) ha sido la reforma agraria, ahora vista como la destrucción de la agricultura latifundista y el (fracaso del) minifundio. Por estos días algunos exlatifundistas han comenzado a comprar pequeños lotes de terrenos que estaban en manos de sus expeones (el lema de entonces que puso a rodar Velasco Alvarado era: "campesino, el patrón ya no comerá más de tu pobreza". Esa expresión reflejaba bien la práctica explotadora del campo, aún en las mejores condiciones de trabajo en el campo. Algunos hacendados latifundistas se preocupaban por sus trabajadores (peones) y los atendían, pero los mantenía ligados a la tierra que servían. Esta es una historia vieja y larga que contar, y se encuentra preñada de todas las desgracias y pocas alegrías que te pueden hacer entender, incluso, la "rabia andina" de la que estaban impregnado "sendero luminoso"). En estos momentos el desprecio por lo indígena, la exclusión social de los quechuahablantes se ha modificado un poco, pero la descriminación se mantiene revestida de eufemismos y sentencias judiciales . Una de ellas, que comenté en su momento, afirmaba que, según la Constitución, para que haya discriminación es necesario que se discrimine a "un grupo social" no a una persona. Se trataba del caso de una discoteca que discriminaba el ingreso a sus locales. La denunciaron, se comprobó la disriminación, pero la sentencia fue favorable a la discotea y además se alegaba que la discriminación se contraponía a la libertad de empresa. A diario se discrimina en el Perú, Bolivia, Ecuador, Chile, Colombia (en general contra los negros de la costa). Bolivia tiene el 70% de población indígena aymara y quéchua, el Perú otro tanto más los de segunda, tercera y cuarta generación, descendientes de indígenas que conservan el apellido Quispe, Yupanqui, Perleche, Ipanaqué, dependiendo del lugar: en general son descendientes de culturas preincas. Y como es lógico, esas personas NO hablan fluidamente el castellano ( Evo Morales es uno de ellos, pero Toledo, el presidente peruano también, sólo que él es un cholo-gringo, pues se educó desde joven en USA y no es quechuahablante).
En este contexto, del que sólo te doy algunos datos de la vida diaria, hablar de "nación indígena", de "nacionalismo", es, tal como yo lo veo y siento, hablar de simplemente "respeto de la dignidad humana" de estas personas. Y, obviamente, quienes han vivido por siglos despreciados, olvidados, excluidos, no pueden no tener un fuerte "resentimiento social". ¿Qué hicieron los gobiernos para mejorar esta situación?. Prácticamente nada; dejaron que el tiempo sedimentara esta situación, fortaleciendo, en el caso del Perú, a los criollos de la costa del pacífico, y, especialmente en la capital, Lima. Desde siempre se dice que "Lima es el Perú". Esta situación ha comenzado a cambiar un poco, y ahora se lucha por la "regionalización", una especia de "autonomía" debilitada. Pero al lado de esto hay un miedo claro y no oculto de la burguesía criolla, costeña, neoliberal y oportunista. En ese contexto hablar de que el "nacionalismo" es algo pasado de moda y que las fronteras deben abrirse al "capital inversionista", es, como es obvio, algo dificilmente de aceptar, pues la experiencia diaria es que nada resuelve: la pobreza sigue instalada y la riqueza sigue en pocas manos y no se distribuye. El presidente peruano, neoliberal aliado de Bush, llama a esto el "chorreo". Según su teoría la riqueza debe "chorrear hacia abajo" por sí sola, por efecto benéfico del mercado. Y es el mismo caso de Chile, ese "oscuro milagro" chileno, del cual sólo ahora se atreve a hablar el partido socialista chileno (el director de campaña de Bachelet y otros han dicho que efectivamente, la riqueza seguía en pocas manos, que la seguridad social, privatizada, no funcionaba, que no había las mismas oportunidades para acceder a la educación, etc, y que ese era el reto de Bachelet. Uno se pregunta, ¿dónde está pues el milagro chileno? La respuesta es: en la macroeconomía. Igual pasa en el Perú de Toledo: la macroeconomía tiene buenas cifras, pero la gente se muere de hambre). La respuesta que se maneja en boca de los políticos proclives al libre mercado, tal y como se le experimenta por estos países, es que se "debe tener paciencia" o aumentar el sueldo en miserables proporciones. Las legislaciones laborales están "máximamente flexibilizadas" lo cual quiere decir, en la práctica diaria laboral, que los patronos pueden hacer lo que se les antoje con los trabajadores. En el Perú se trabaja 14 horas diarias y sólo pagan 8 horas con el sueldo mínimo (en general pagan menos que eso) y los trabajadores aceptan por aquello de que "peor es nada". Y el otro cuento es que los "costos laborales" no hacen "atractiva" la inversión extranjera.
En fin, todo el discurso político-económico necesita de una revisión argumental y de una contrastación empírica, que no se hacen. ¿ Y las Universidades?. Pues alguna hace algo de pequeña monta, por temor a que la "inversión extranjera" se ahuyente.
La práctica política liberal de todos las naciones latinoamericanas ha sido, y sigue siéndolo, caudillescamente presidencialista. En general el guión cinematográfico de los presidentes de las repúblicas era la de un actor político blanco o mestizo blanqueado ( ya sea por su piel o por su dinero o posición social de apellido). En estos casos las actitudes "dictatoriales" se aceptaban sin mucho escándalo, bajo diferentes figuras jurídicas: la entrega de poderes extraordinarios por parte del Poder Legislativo, al presidente de la República. Este ha sido la práctica de los últimos 30 años (de lo que conozco por experiencia) en Venezuela. Este fue el caso de Fujimori en el Perú. Se piensa que ese "método" es más expedito para "resolver problemas urgentes". El caso de Chávez en Venezuela forma parte de esta "tradición" con el agregado de que su práctica política se inserta en una reposición de temas que "se creían estaban olvidados" en América Latina: la lucha por un socialismo a la latinoamericana y contra el imperialismo yanqui (te recuerdo el libro de Wright Mills "Escucha Yanqui". 1960, cuyo original inglés se llama Listen, Yankee (The Revolution in Cuba) y toda la ideología izquierdista de la época). Chávez ha hecho, a partir de hace pocos años, de este "reivindicación" su lugar común discursivo. Este es un expediente que está a la mano y que no puede ocultarse: la intervención del imperialismo yanqui , que en los 60 representaba una posición de "libertad contra el comunismo", es, ahora, una simple arma mortal guerrera, desde la caída de Allende, contra toda posición política que no acepte constituirse en aliado del Imperio. En ese contexto es obvio que, en el caso de Venezuela actual con Chávez y su gobierno, recurra a este "ataque" cada vez que el gobierno americano insulta y miente respecto de las intenciones de Chávez (Este ha sido el caso con Evo Morales, quien en su discurso de toma de posición denunció todas las "mentiras" construidas por los yanquis). Los pasos que ha tomado Chávez son, mutatis mutandis, respecto de la experiencia revolucionaria peruana un juego de niños. Las medidas más o menos "fuertes" de Chávez están en proporción directa a la increíblemente estúpida e ingenua actuación de la "oposición" y del propio Bush. Sinembargo el negocio petrolero entre USA y Venezuela sigue viento en popa: un millón quinientos mil barriles diarios. La actividad comercial en Venezuela es tan capitalista como la que más (acá la "costumbre" es obtener ganacias de 400 por ciento). Subsisten esquemas económicos paralelos: sociedades mixtas con el estado, promoción de las cooperativas, préstamos comerciales a bajo interés a la pequeña y mediana industria, regularización de la tierra respetando las tierras productivas (5000 hectáreas). ¿Dónde está la falla?: en lo mismo de siempre, en la forma de vida de una sociedad acostumbrada al derroche, a la corupción como medio de vida (decía un famoso político que " En Venezuela no hay razones para no ser ladrón". Estos "errores" serán lo que estorbarán el cambio social o su aniquilamiento, no para que vengan mejores tiempos, sino para "cambiar de manos". Sí, lo que aquí se ha producido de "revolucionario" es la exclusión de un sector de la población, la oligarquía (término que se creía que estaba también pasado de moda) que, en este país es menos cerrada que en otro, que manejó este país durante casi 50 años (algo parecido a lo que le pasó al PRI y compañía en México). El "corte especial" de Chávez es su manera de ser que es la de un venezolano común y corriente de ciertos lugares: un llanero de extracción pobre. Eso lo maneja bien y lo explota.
Hay mucho más que decir sobre este curioso fenómeno de cambio social venezolano, visto a través de mis ojos de extranjero, luego, equidistante, y con la historia de los últimos 45 años de América Latina en la memoria, lo cual me hace ser comparatista. Creo que, como siempre sucede, los venezolanos en general no aprecian bien lo que les está pasando. Según mi análisis, es menos de los que unos y otros creen, y esto también se puede entender si uno capta la "manera de ser chévere" que caracteriza la vida diaria en este lugar del caribe (que no es lo mismo que sudamérica).
Un abrazo

16 febrero, 2006

La mala leche. Por Francisco Sosa Wagner

La oferta más variada que existe ahora en los supermercados es la de leche. Hay muchas leches, tantas que es difícil seleccionarlas pues la hay natada y desnatada, con isoflavonas, con vitaminas modernas y acreditadas y sin vitaminas o vitaminas pasadas de moda, fermentadas y no fermentadas, fementidas y verdaderas, nutritivas y no nutritivas, para viejos, para mujeres en el puerperio, para concejales, para aspirantes a concejales... No falta nada. Aparentemente. Porque falta la más importante: la mala leche. No me refiero a la mala leche que es madre del resentimiento, de las envidias oscuras o de los odios eternos, me refiero a la mala leche que procrea el ingenio y su derivado el humor, el humor inteligente, nunca el de esos botarates que salen por la televisión. Si esta sustancia tan necesaria no aparece en ninguna lista de precios se debe a que esa mala/buena leche ni se compra ni se vende. El tipo con mala leche nace, no se hace; ocurre como con el subsecretario, cuando viene al mundo una criatura ya se sabe si alcanzará o no esta altanera dignidad burocrática: por los andares, por los decires, qué sé yo ... Pero el asunto es grave porque la mala leche resulta clave para desvelar los misterios de la sociedad y fundamental para desenmascarar los mil disfraces que adopta la hipocresía que, tal como ocurría en los tiempos de Quevedo, es calle sin fin donde hay cuartos y aposentos para todos.
Es decir que quien quiera cultivar el humor debe mojar su pluma en esa tinta fecunda. En este sentido, creo que la prosa gana a la poesía. Acaso porque aquella aventaja en general a su hermana en variedad de asuntos y riqueza en la forma de expresarlos. En las "Conversaciones con Goethe" de Eckermann, el poeta, que se hallaba cuando está hablando en su ancianidad alta, desliza esta perla: "la cuestión es bien sencilla: para escribir en prosa hay que tener algo que decir. Quien no tenga nada que decir, siempre podrá componer versos y rimas, donde una palabra lleva a la otra y siempre termina por salir algo que, aun sin ser nada, logra dar el pego". Un poco exagerado el severo Goethe pero algo sabía del asunto.
Porque es bien cierto que los poetas son un poco pelmazos y, aunque en los últimos decenios se han empeñado en recorrer caminos nuevos, lo cierto es que propenden a seguir cantando los amores con Purita y la vistosidad de las flores en primavera, o lo que es peor, la muerte y la malaventura. Lo harán en rima asonante o consonante, creyéndose clásicos, vanguardistas o ultramodernos, pero casi siempre recalan en los mismos caladeros. Parece que la forma de escribir en verso los encadena a los que ellos entienden cumbres de los sentimientos y de las sensaciones, como si una forma tan alada de expresarseno pudiera malgastarse en asuntos fútiles. El escritor en prosa es mucho más fecundo, dispone de alas para escapar de las dictaduras convencionales.
Hay, claro es, poesía de humor y ahí están los testimonios de los siglos pasados. Cuando Gonzalo de Berceo llama a un contemporáneo "ome revolvedor" está cultivando la invectiva social sana y de buena puntería pues se está refiriendo a esa especie eterna, intemporal, del amigo de los enredos, del intrigante, del trapisondista. Por supuesto nadie reconocerá serlo pero el personaje está presente y es bien visible en el escenario social: en el Parlamento, en las agrupaciones de los partidos, en las Universidades y hasta en las empresas de recauchutado de ruedas o de exprimidores de zumo, "omes revolvedores" los hay a cientos. Con el añadido contemporáneo de las mozas "revolvedoras". Es humor por supuesto la letrilla satírica que cultivaron Góngora y no digamos Quevedo o las redondillas de Sor Juana Inés de la Cruz, y luego Torres y Villarroel etc. hasta Ángel González o Andrés Trapiello. Si disparan con puntería es porque todos ellos tuvieron en su infancia un ama de mala leche.
Quiero que la Seguridad social me proporcione una de esas ubres gozosas para pasar mejor las gachas espesas de la chabacana realidad circundante.

Las gallinas de mi pueblo pasan a la clandestinidad

No gano para preocupaciones. Acabo de oír en la radio unas declaraciones de la Ministra de Agricultura, doña Elena Espín Osa. Tranquiliza al pueblo sobre lo de la gripe aviar. Según la documentada señora, en nuestro país el peligro es escaso, pues aquí, al parecer, ya no quedan aves domésticas en libertad, deambulando a su antojo por prados y caminos. Dice la Ministra que en España ya no hay gallina que no esté convenientemente resguardada en gallineros fortificados. No como en Francia, añade, donde uno va a cualquier pueblo y se encuentra unas ocas vagando libres y antojadizas y clamando a los cuatro vientos por sus padecimientos hepáticos. Tal cual, juro que ese fue el argumento.
Y, claro, a mí me asalta la congoja, pues me pregunto que habrá sido de las gallinas de Ruedes, mi patria querida. Yo me crié allí entre “pites roxes” y gallos omnipontentes, todos, ellos y yo, en idílico estado de naturaleza, en aquel tiempo memorable en que no proliferaban los virus ni las ministras de agricultura.
¿Dónde habrán ido a parar las gallinas y los gallos de mi tierra? No hace ni dos meses me di una vuelta por allí y vi un montón de gallinas picoteando por los senderos. Hasta recuerdo una que, con maternal gesto, cuidaba de su notable prole de pequeños/as pollos/as. Me detuve un rato en casa de Dulce, que es para mí como una hermana mayor. Estaba echando maíz a las gallinas, que, raudas, acudían desde los prados y la huerta próxima, al grito atávico de “pita, pita, pita”. Parecían felices y ajenas a los oscuros presagios que ya revoloteaban sobre ellas, cual milanos.
Está excluida toda posibilidad de que las gentes de mi aldea, con Dulce a la cabeza, hayan decidido sacrificar a sus pitas –salvo la que indefectiblemente sirve de tributo gastronómico el día del patrono-, y menos aún puedo creer que hayan decidido encerrarlas en guantánamos locales para protegerlas del virus maligno. En Ruedes no se valora más huevo que el huevo libre. Así que, descartada toda sospecha de que la ministrina esté mal informada o piense que las gallinas no son aves sino bóvidos, sólo me resta una hipótesis razonable y consoladora: que las gallinas, dirigidas con pata férrea por el gallo de guardia, hayan decidido pasar a la clandestinidad, a la espera de tiempos mejores. Las imagino excavando zulos en algún monte cercano y acumulando víveres para lo que queda de invierno. Supongo que no tardarán mucho en emitir un comunicado en el que den cuenta al mundo su nueva condición y aprovechen para plantear a las claras su viejo anhelo: la autodeterminación de gallineros históricos.
Yo desde aquí, modestamente, me sumo a su lucha y las animo a que perseveren, pues, si así lo hacen, pronto se avendrá el Ministerio a negociar. Sólo siento que el precio de su victoria tendrán que pagarlo otros: los patos pagarán el pato.

15 febrero, 2006

Ahora sí que nos forramos.

Mi santa recibió hoy una revista que se llama “El notario”. Me la mostró y el brillo de sus ojos me hizo pensar que era un catálogo de notarios solteros. Pero no, era el brillo de siempre. Más que arrepentirme por ser mal pensado, me vino una posible idea lucrativa. Ahora que estoy decidido a pasarme a la vida privada y semiclandestina y que, por mi mal comportamiento y hosco carácter poco dado a los consensos, voy a ser menos invitado a dar conferencias alimenticias, debo replantearme maneras nuevas de sobrevivir a la hipoteca inmobiliaria que me tiene estrangulada la economía.
Así que busco socio(s) para poner mano a esta idea que nos puede rescatar de las fauces abominables de la pobreza: una página web, de pago, of course, que recoja el catálogo actualizado de notarios que no han pisado –aún- la vicaría, de notarios casaderos, vaya. También podemos incluir, sin particular desdoro, a registradores de la propiedad, que no son mal trofeo para este tipo de pesca sin muerte.
Imagínense la composición y las secciones. Cada pieza con su nombre o alias, su destino actual o previsible y una foto en la que se vea al sujeto todo rodeado de legajos y escrituras y marcando billetera en el bolsillo interior de su americana fashion total. Ideal será que hagan saber sus aficiones y el tipo de vida que ansían, con pormenor, incluso, de sus opiniones sobre el mundo financiero en general y la situación del peculio propio en particular. Podemos pedirles a estos candidatos que señalen sucintamente sus gustos y preferencias en lo tocante a la contraparte que los busque, con licencia incluso para confesar inocuas desviaciones y vicios asumibles por cualquier suegra de notario; o, cuando menos, morbosas pulsiones que no escandalicen en exceso al confesor de cualquier suegra de notario.
Y luego, cómo no, debemos contar en la página con un potente buscador, capaz de dar satisfacción a las más truculentas pesquisas. Pongamos que alguien busca notario de menos de sesenta y ocho años, con conocimientos de gallego oral, un ferrari rojo y vegetariano. Pues, si lo hay en el mercado, ahí tiene que aparecer con foto y todos los demás datos. De esta manera se evita de un plumazo la profunda decepción que han tenido que vivir tantas chicas de buena fe que han salido con notarios y han descubierto al cabo, con dolor y trauma, que ellos no eran lo que parecían ni daban lo que se les esperaba.
Bonita cosa sería igualmente si conseguimos mantener cada mes una sección de “promociones especiales”. Esto, a su vez, podría dividirse en dos partes. En la primera irían agrupados aquéllos de la última hornada, los que acaban de acceder a tan ilustre condición y, por tanto, aún no pueden exhibir un currilum en euros. Éstos podrían ser los “notarios de primera”, aun cuando esta denominación puede alguien cuestionarla por parecer publicidad engañosa. En la otra parte estarían los “notarios en promoción” y se trataría de los que, urgidos por algún afán perentorio o por ansiedades acumuladas, desean solventar en el menor tiempo y sin reparar en gastos el asunto de la grata compañía que completa la naranja.
Creo que puede ser buen negocio, pues se darían de alta y pagarían la cuota para visitar la web no sólo las mujeres y hombres en edad de merecer, ciudadanos y ciudadanas casaderos de todas las autonomías, sino también muchos papás y mamás de ésos que ponen su mejor esfuerzo en ayudar a sus vástagos a abrirse camino en la vida y labrarse un futuro razonablemente apacible.
Tendremos que tomar algunas decisiones que todavía no tengo muy claras. Por ejemplo, si mezclamos indistintamente notarias y notarios en nuestra exposición o si abrimos para ellas –que son cada vez más- una sección especial, que podría titularse “notarias que notarías”. Sí, creo que el apartado para ellas podría ser ése y que el de los varones se podría llamar “notarios de nota”; o, quizá, “notar(i)os”.
Para la web general tengo un nombre inigualable: www.pornotarios.com. Me apresuro a registrar el dominio, por si las moscas.

14 febrero, 2006

Cajal es lo máximo.

Viene hoy un artículo en El País de Maximo Cajal, ex-embajador del Estado Espagnol. Escribe sobre lo de las caricaturas de Mahoma, a las que nada más empezar tilda de "estúpidas viñetas". Copio sólo el primer párrafo para que se aprecie el tono:
El daño está hecho, y de qué manera. Las 12 estúpidas viñetas publicadas el pasado 30 de septiembre por Jylland-Posten, -la "frivolidad trágica" que hace unos días denunciaba Jean Daniel en este mismo periódico-, han circulado como un reguero de pólvora por el mundo islámico. Lo peor, la carga de menosprecio que lleva aparejada. Pero también la combinación de aparente desconocimiento y de inoportunidad, suponiendo que hubiera un momento oportuno para ponerlas en circulación. La imagen de Mahoma es tabú en el Islam. ¿Acaso no lo sabían en Aarhus? ¿No les sonaba aquello de que los musulmanes son iconoclastas, que abominan de la iconolatría, del culto de las imágenes de dios y de su profeta, cuya plasmación es blasfema? Y, por si ello no fuera suficiente, aderezándolas de tal modo que identifican Islam y terrorismo. ¿No podían prever los responsables del diario danés la sacudida emocional que un paso semejante, que a nada respondía, iba a desencadenar en la comunidad musulmana, en la Umma, por muy rechazables que sean algunas de sus manifestaciones concretas? Y de nada vale apuntar a tal o tal imán como el detonante del incendio. Hay suficientes precedentes, sin necesidad de ir a Salman Rushdie, para que nadie se sorprenda lo que fatalmente ha sucedido. En tanto que la inaceptable violencia de los manifestantes da también la medida de su frustración y de su encono.
Pues nada, lo que dice es una opinión, tendrá razón o, por lo menos, serán respetables sus razones. Y, desde luego, le ampara la libertad de expresión, amén de otra ristra de importantes derechos.
Nada voy a objetar a lo que dice. Pero mientras lo leía estaba yo dándole vueltas a de qué cosa reciente me sonaba a mí este hombre. Me acordaba de cuando lo de Guatemala y tal, pero ahora en qué andará, me preguntaba. Así que a Google, que eso sí que es un dios que no veas, y a la primera, eureka, ya lo tengo. Es en la actualidad Representante personal del Presidente del Gobierno de España para la Alianza de Civilizaciones. Piensa a sueldo y dice sólo lo que le conviene. Vale.Pero en la firma de su artículo no pone el cargo, jejeje.
Y me quedo meditando que un servidor o cualquiera de los habituales de este blog lo habríamos escrito aún más mono por la mitad del salario. Porca miseria.

Más resocialización. Aquí un amigo, aquí mi tía.

La prolífica pluma de AnteTodoMuchaCalma, primus inter pares, nos ha dejado unas reflexiones sobre la resocialización de los presos que merecen estar aquí, en primer plano. Me complementa, me matiza y hasta me corrige un poco -con ánimo resocializador, eso seguro-, cosas todas que me agradan de veras. Lo que ocurre es que también se quiere apropiar la única tía que me queda, y eso ya no sé yo cómo tomármelo. Debería ocuparse de sus propias tías. Pero pase por esta vez.
Me permito, presumiendo su consentimiento o disculpándome si no se aviene, pegar sus dos comentarios aquí abajo, pues me parece que juntos encajan a la perfección. Respeto íntegramente su estilo, pues a las claras se ve que es muy suyo (el estilo, digo) y eso siempre es un punto a favor.
Y, como otras veces, mil gracias a él y a los demás amigos, Les debo muchas contestaciones, pero el tiempo no me da para más, pues tengo también otros vicios.
Estos son los textos de AnteTodoMuchaCalma:
Querida doña Obdulia: Espero que al recibo de la presente se encuentre usted bien. Yo también tengo una tía Obdulia (Obdulia María, en realidad), por lo que si no le importa, le llamaré yo también “tía”. Sobre lo del trabajo: Lo de que la mano ociosa es instrumento del diablo ya lo sabían bien nuestros tatarabuelos, así (o sea: sus bisabuelos, tía). Ante una delincuencia de miseria como la más importante de los años 70 y 80, la cualificación profesional era un camino indicadísimo para reducir las cifras de criminalidad a la salida del preso (para lo que llaman los yanquis la “prisoner reentry”). Así que incentivo al canto: trabajas y te reducimos pena (un día por cada dos de trabajo). ¿Qué pasaba? Que la ley la escribió un señor muy bueeeeno, muy bueeno, y la votó todo el parlamento por aclamación, pero su ejecución la hicieron los de siempre (los políticos pasan, la administración permanece). Sacar de la nada miles de puestos de trabajo para todos esos a quienes se les había reconocido un derecho, e inspeccionar si hacen algo de provecho o no, era carísimo (las labores de inspección son siempre lo más caro). Solución: hacer la vista gorda, pasar a entender incluso limpiar la celda era trabajar… y así no había ni que inspeccionar, porque se daba por supuesto que todo el mundo la limpiaba. Con eso, las cifras de las penas eran de broma, porque siempre significaban un 66 % de lo que se había impuesto realmente. Así que en 1995 el último y agonizante gobierno del GranGato acabó con ese sistema, elevando las penas y eliminando esa disminución automática. Lo que pasa es que en los sitios civilizados no aplicamos las nuevas leyes perjudiciales a casos antiguos: a cada caso, su ley. No puede ser que el Estado te prometa: “si haces esto, te doy 10 años de cárcel”, pero que cuando ya lo has hecho se lo piense y diga “mejor ahora 20 años”. Tendríamos que salirnos de la Unión Europea y del Convenio Europeo de Derechos Humanos para hacerlo, porque Europa no nos dejaría hacerlo, tía. Es la cosa del Estado de Derecho. En resumen: las pifias del pasado no se pueden arreglar. Sólo se puede evitar que no se repitan. Y ya no puede pasar que alguien mate a más de dos personas y salga antes de los 40 años. Sobre lo de las penas de miles de años que se quedan en décadas: hágale caso a su sobrino, tía, que ya sabe que le quiere bien. En España no existen penas de miles de años. El Estado, por tonto que sea, sabe que nadie vive miles de años. Eso es tan tonto como calcular el precio de un coche sumando el valor de todas los repuestos que lo componen. Pero ya sabe, tía, que los periodistas tienen que vivir de algo, y sacar un titular con “piden 15 años de prisión para Mario Conde” no da tanto parné como publicar “piden 7500 años de prisión para MarioConde”. Las penas máximas en la actualidad para terrorismo son de 40 años (con que tenga un solo delito de sangre, es jodido que no llegue ahí: art. 76 CP) y de cumplimiento en encierro total, sin posibilidad de libertad condicional ni de terceros grados a menos que declare que renuncia al terrorismo, a sus medios y a sus fines (art. 72 de la Ley Penitenciaria: y olé el artículo 16 de la Constitución). Quienes piden que se suban las penas porque las existentes son cortas, le quieren liar a usted como los comerciales de Guanadú que le vinieron el otro día. Ellos ya saben que se han subido las penas y que para los casos futuros ya no puede pasar lo que pasa con Parots y compañía, porque hoy un Parot se jala 40 años como Felipón. Y a quien le diga que la sociedad española no aguanta que un preso salga tras 40 años de prisión solamente, ni caso: habla de lo que no sabe, porque no ha pasado nunca que alguien haya salido tras una sola condena de 40 años (no existían condenas de 40 años; sí había gente que iba enlazando condenas, pero no de una sola). Luego están esos listos de “es que a partir del segundo asesinato, los siguientes le salen gratis: a Parot 50 asesinatos de los 52 le han salido gratis”. Ya sé que lo dice Pedrojota y que usted le tiene mucha ley, pero son unos listos, tía. Porque ellos lo máximo que pueden proponer es que sólo le salgan gratis 49. ¿Por qué? Porque el Parot no va a vivir para siempre. Hoy un asesinato como los de Parot se lleva entre 20 y 30 años por cada uno. Con dos, alcanza el máximo (40 años). Ellos quieren ponerle perpetua (que para un señor de 25 años supone una media de 52 años de prisión, hasta los 77 años de media que vivimos los varones; y para una señora de 25 años supone una media de 54, porque las mujeres viven por término medio 79 años, 2 más que los hombres… ¡y usted está hecha una rosa!). En resumen, tía: que no se pueden aplicar las leyes nuevas a los hechos viejos. Y la ley nueva ya prevé que un señor que cometa dos asesinatos se come 40 años a pulso. Es como si liberasen ahora a un asesino condenado en el año 66, cuando se compraron usted y el tío el Biscuter. Entonces…¿por qué Pedrojota monta todo este lío? Pues ya lo sabe, mujer: porque quiere más teles, y los del Zapatitos no le van a dar tantas. También va diciendo que estas reducciones de pena las hace el gobierno … Que “hay dos posibilidades de interpretación de la Ley y los fiscales del gobierno optan por la más favorable para el etarra” (cuando nunca hubo otra interpretación distinta, y menos con Aznar)… Que “estas reducciones las inventaron cuando pensaban que ETA se iba a extinguir y había que ser generosos, pero ya sabemos que no va a ser así” (cuando estas reducciones ya se aplicaban durante el franquismo, y no se aplican a ETA sino a todos los delitos, mayores y menores)… No le tenga tanta ley al Pedrojota, tía. ¿Sabe, por cierto, por qué se me llevan los demonios con todas estas cosas? Porque los presos de ETA constituyen alrededor de un 1’4 % de los presos en España. Pero cuando los Pedrojotas se dedican a sacar estas mierdas (dispensando, tía) a quien acaban fastidiando es al ratero, al choro, a ese 78% de la población penitenciaria que está en prisión por delitos contra el patrimonio o contra la salud pública. Bueno, tía. Un fuerte abrazo y cuando me pase por León no dejaré de visitarla.Su sobrino que no lo es, AnteTodo.
PD.- Otro día podemos hablar acerca de por qué la gente se empeña en decir que el retribucionismo es malo, por qué comparan retribución y venganza (¿se venga Alcampo cuando al salir con los donuts nos pide que paguemos lo que dice la etiqueta?)... Otra: ¿por qué la gente sigue empeñada en que la pena talionar es desproporcionada? La proporción talionar es muy baja: nadie castigaría obligando a devolver 100 euros a quien robe 100 euros (porque entonces sólo es cuestión de probar: lo peor que puede pasar es perderlos). Lo brutal es acudir AL CUERPO del condenado (y da igual en qué proporción: no hay proporción de daño físico que no sea en sí inaceptable); pero si excluimos los castigos físicos, la pena talionar resulta... ¡DEMASIADO SUAVE!. Pero da igual: en el bajocontinuo de la corrección política, "retribución" es malo, y "prevención" es bueno. Pero si el Estado no puede subirle de nuevo la pena al Parot es porque el pensamiento de la retribución ata las manos del estado con garantías: "NO TE PUEDO COBRAR MÁS DE LO QUE TE DIJE QUE TE IBA A COBRAR". Y eso, te reinsertes o no. ¿Que la retribución es blanda? El pensamiento de la retribución es el modo más digno de dirigirse al condenado: que "pague a la sociedad lo que debe" y se acabó. Siempre los cantianos... Aquí son un poco taraskas, pero repito: siempre serán los cantianos los que nos saken del hoyo.