22 octubre, 2017

Los cursis y el diálogo



(Publicado en El Día de León)
                Últimamente me he preguntado qué sensación es esta que a menudo me viene cuando escucho a bastantes políticos, leo a unos cuantos intelectuales o presto algo de atención a variados representantes de eso que se ha dado en llamar el mundo de la cultura y que es un batiburrillo de individuos del más variado pelaje y a muchos de la cuales no les compraría un coche usado ni aunque me lo ofrecieran a precio de ganga. Me he dado cuenta de que mi inquietud no se debe a desacuerdos ideológicos, pues con muchos que no piensan como yo me entiendo la mar de bien y no me provocan este peculiar desasosiego. Y creo que ya encontrado la palabra que buscaba: grima. Si suena fuerte, póngase en diminutivo y digamos grimilla. El diccionario de la RAE define “grima” como desazón o dentera. Pues eso.
                Para empezar, creo que hay una epidemia de cursis, estamos en tiempos de cursilería a todo trapo, de posturitas y poses, de palabras que no se dicen tanto para que el interlocutor las escuche, como para que el muy narciso que las emite se encuentre la mar de mono y se gane el aprecio del resto de los de su grupete, mientras se toman unos gin-tonics con cardamomo. Y de todas las dichosas palabrejas y expresiones tan del agrado de los que hoy se gustan y se sienten parte de una clase especial de ciudadanos sensibles y notables, hay una que me pone del peor humor: diálogo. Es la fórmula mágica, el término sublime, el mantra agotador. Al parecer, somos seres dialogantes antes que nada, nacidos para el diálogo, condenados a la conversación constante, abocados sin remisión a hablar todo el tiempo con quien nos topemos y aunque sea más tonto que Picio, más malo que la tiña o con más cuento que Calleja. Pues ¿saben qué les digo? Que, desde aquí, modestamente, reivindico mi supremo derecho a no hablar con quien no merezca ser tomado como buen conciudadano y a no dialogar con el que no me respete y no me aprecie. Con zoquetes, descarados, chantajistas y variados delincuentes un servidor no tiene nada de qué hablar, y tampoco me hace gracia que con semejante tropa se ponga a negociar de igual a igual ningún gobierno que mínimamente nos represente.
                ¿Qué hay un atentado terrorista? Aparece enseguida el meapilas de turno, vestidito para la ocasión y con el párpado a media asta, para explicarnos que a lo mejor es que no dialogamos bastante con los de esa nación o esa fe. ¿Qué hay un golpe de estado o un alzamiento contra nuestro orden constitucional común y los derechos de todos? Pues ya viene el curita laico con la matraca de que deberíamos ser más dialogantes, y pone el mismo gesto, la languidez y el puchero con que hace unas décadas nos decían los de sotana que habíamos de ser caritativos con el pecador y ofrecerle la otra mejilla al pendenciero. Así que además de cornudos, apaleados. Se ciscan en lo nuestro y tenemos que hablar con los bellacos y los felones y hasta sentir que somos algo culpables, en lugar de hacer que se les aplique la ley como corresponda, y a tomar vientos. Si están de mi lado la razón y el derecho, no hablo ni con el Tato, y menos con el indecente. El diálogo para el que lo merezca. Y punto. No quiero dialogar con el que me ofende y no admito reproches del gafapasta de guardia o del progre de salón, que, para colmo, sueña lúbricamente con vivir de mis impuestos o quedarse con los frutos de mi trabajo.
                Ah, pero es que, para más inri, no son ni sinceros ni coherentes. Ese teórico amante del diálogo dialoga según y cómo, defiende que se negocie mucho nada más que con los de su cuerda o con los que nos hacen la cusca a nosotros, no con todo el mundo. Con los musulmanes debemos dialogar sin tasa, incluidos con los yihadistas, pero al católico que se propase, palo y tentetieso. Y conste que un servidor es ateo, no van por ahí los tiros. Con los jordis se requiere tolerancia y mimo y que ningún juez los encarcele preventivamente por sedición, pero a los opositores venezolanos se les llama golpistas y no se firman manifiestos ni se encienden velitas para exigir su libertad. Y así todo el tiempo, hasta la náusea. Los supuestos amantes del diálogo son de lo menos dialogante en el fondo y miran por encima del hombro al que como ellos no piensa y al que no comparte sus fines o no ríe sus niñerías, pero en cuanto uno va a reprocharles su frivolidad y su ñoñez, lo descalifican como poco abierto y casi déspota irredento. Pues no, el que le lleva la contraria al cursi y a su la ley del embudo no es ningún tirano, es el mejor defensor de la razón y de las reglas de juego entre adultos moralmente maduros.
                ¿Que es buenísimo el diálogo siempre, con todos y ante cualquier problema? De acuerdo, entonces dígase que la lacra de la violencia masculina en pareja se tendría que arreglar con más diálogo y no aumentando las penas. ¿Que los golpes de estado se solucionan hablando y no aplicando la ley? Entonces que nuestros cursis desnatados lamenten que allá por el 23 de febrero del 81 no se dialogara más con Tejero y quienes organizaron aquel golpe. Y así, mil y un ejemplos.
                Las personas de una pieza eligen sus interlocutores y mantienen su carácter y sus ideas bien reflexionadas aunque se retuerzan de rabia los tramposos o lloriqueen los aprovechados. Las sociedades maduras defienden sus reglas de convivencia y protegen la libertad de todos a base de plantar cara y cantar las cuarenta a los que se acomodan en la perpetua adolescencia y no entienden más norma que la que a ellos beneficia ni más justicia que la que les tolera sus caprichos. Puede que esa peste de los fetichistas del diálogo y los adoradores de la palabrería sin sustancia sea la mejor prueba de cómo ha fracasado nuestro sistema educativo y de que no hemos logrado formar ciudadanos serios, sino fomentar el infantilismo con caspa. Pero hasta aquí hemos llegado. 
                Al próximo que me hable de diálogo le retiro el saludo.

07 octubre, 2017

¿Dónde estaba usted el 1-0?



(Publicado hoy en El Día de León)
                Es muy posible que nuestros hijos o nietos nos pregunten, dentro de diez o veinte años, dónde estábamos cuando el golpe de Estado del 1 de octubre de 2017. Porque, para entonces, los mejores y más imparciales historiadores llamarán a las cosas por su nombre y dirán golpe de Estado, y los más realistas de ellos le pondrán el apellido que corresponde: golpe de Estado fascista. Ya habrán quedado atrás los aromáticos matices o los eufemismos que hoy usan muchos que se piensan progresistas y que, en el mejor de los casos, no son más que incautos compañeros de viaje del golpismo más vil. Lo pagarán en las urnas, porque, como dicen en mi tierra, a todo gochín le llega su sanmartín.
                Nos preguntarán eso los hijos de entonces o los nietos, y a ver qué contestamos. Yo le he contado a mi hija algunos detalles de cuando el golpe anterior, el 23 de febrero de 1981, de cómo todos los compañeros de entonces salimos a la calle y nos manifestamos enseguida a favor de la democracia y la Constitución, de cómo no quedó institución pública o entidad privada que no se apresurara a presentar su comunicado de rechazo a los golpistas y de solidaridad con los ciudadanos que queríamos ser libres e iguales. También le estoy explicando que, allá por 1936, otro golpista se alzó contra el orden constitucional legítimo, venció y fue dictador durante cuarenta años.
                ¿Qué vamos a decirles a nuestros hijos o nietos sobre lo que hicimos esta semana? ¿Que nos quedamos callados y hasta bastante indiferentes? ¿Que pensamos que no iba con nosotros? ¿Que nos dejamos embaucar por unos hijos de papá que hablan de tremenda violencia de la policía y la guardia civil en Cataluña, pero que nunca, nunca, han condenado la violencia de los de Maduro en Venezuela o que, en el colmo de la hipocresía, llaman golpistas a los presos políticos venezolanos, a los presos? ¿Les contaremos a nuestros hijos que callamos por miedo a perdernos unos euros de algún mísero negocio o que pensamos que lo progresista era estar con los golpistas que reproducen todas y cada una de las tretas y tácticas del más rancio fascismo?
                Mi hija ya está viendo que yo, modestamente, esta semana hago todo lo que puedo, con los medios que tengo y en lo que está a mi alcance. Lo hago por ella, lo hago por su libertad, lo hago para que su infancia y su adolescencia no sean como fueron las mías, bajo el franquismo, y para que ningún niño de Cataluña tenga que vivir como viví yo o vivió mi padre, sin libertad y bajo la autoridad de fascistas.
                Pero mi hija me ve triste y a ratos viene, me acaricia la cabeza, trata de animarme y, con su sonrisa, entiendo que me dice adelante, papá, sigue esforzándote por mi libertad y para que yo crezca en un país digno y libre. Y yo le explico alguna más de las razones de mi tristeza. Por ejemplo, que trabajo en una universidad pública que no ha dicho nada; que enseño Derecho, precisamente, en una facultad que no ha dicho ni pío; que me encuentro a diario en pasillos o en aceras con compañeros, amigos o conocidos que no parecen muy preocupados y que, si les saco el tema, aceleran el paso y alegan que tienen hora con el peluquero. Que no ha habido una gran manifestación colectiva en León, convocada por los partidos democráticos; que un sindicato que nació como obrero en la mina de La Camocha, no lejos de mi pueblo, en Cataluña apoya a los fascistas que dan el golpe; y el otro gran sindicato, también. Que, aquí, los ciudadanos de bien, tantísimos, tienen que convocarse solos y reunirse por su cuenta, porque los partidos, los sindicatos y las instituciones que deberían juntarlos están en manos de inútiles, de traidores a la libertad o de simples borregos. Que no he visto apenas reacciones rápidas y contundentes ni de colegios de abogados ni de colegios de médicos ni de asociaciones vecinales ni de…, casi nada. Mi hija ve que estoy triste porque me siento solo y porque me duele la soledad de tantos, la soledad de millones.
                Solo nos volverá la alegría cuando hayamos vencido a los golpistas, cuando esos fascistas estén pagando su felonía como en Derecho corresponde y cuando a tantos de los que por aquí no han dado la talla o se han quedado calculando les hayamos atizado una buena patada en las posaderas; proporcional y como manda la Santa Madre Iglesia, eso sí. Y, a propósito de Iglesia, se me olvidó mencionar a los obispos y a algunos curas, que válgame Dios también; aunque lo suyo es poca novedad, como bien nos enseña la Historia.

04 octubre, 2017

La Facultad de Derecho de Córdoba se concentra y se pronuncia contra el golpe de Estado en Cataluña



 En la mañana de hoy, 3 de octubre, a las 12:00h, ha tenido lugar una concentración de apoyo al Estado de Derecho y sus instituciones en la Facultad de Derecho de la Universidad de Córdoba, convocada por su Decano, D. Luis Miranda, Catedrático de Derecho Mercantil, en la que se ha leído el "Comunicado" que más abajo copio.
Pueden verse las noticias sobre tal acto aquí y aquí
Me descubro ante esa Facultad y su Decano. Sé que en la Facultad de Derecho de Albacete se ha hecho algo así, y quiero imaginar que en algunas más. En otras, no. Para la Historia quedará la relación de las unas y las otras. Los indiferentes nunca son inocentes y la prudencia no siempre es virtud.

 COMUNICADO CONCENTRACIÓN DÍA 4 DE OCTUBRE
1. Ante la crítica situación que atraviesa nuestro país por los graves acontecimientos acaecidos hasta la fecha en Cataluña, quienes en estos momentos integramos el equipo decanal de la Facultad de Derecho y Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad de Córdoba, en el ejercicio de nuestras funciones, hemos decidido convocar para el día de hoy, 4 de octubre de 2017, a toda la comunidad universitaria de Puerta Nueva y, en general, a todos los que deseen acompañarnos, a esta concentración de apoyo a nuestro Estado de Derecho y a sus instituciones.
Queremos hacerlo, además, a través de una declaración que el próximo lunes, día 9 de octubre, es nuestro deseo someter a votación en nuestra Junta de Facultad, para que, en caso de que finalmente resulte aprobada, se convierta en la voz de nuestro centro universitario ante el desafío soberanista catalán.
No olvidemos que, dado su perfil docente e investigador, en nuestra Facultad desde el primer día se intenta educar al alumnado que en ella cursa sus estudios en el conocimiento —y el respeto— de los valores que sustentan nuestro ordenamiento y nuestra convivencia, que se encuentran recogidos en nuestra Constitución, máxima expresión de la voluntad de todos los españoles. De ahí que el personal docente y de administración y servicios así como el alumnado que conformamos la comunidad universitaria de Puerta Nueva nos sintamos especialmente concernidos e interpelados por todo lo que está sucediendo en la Comunidad Autónoma de Cataluña.
A través de esta declaración deseamos manifestar públicamente nuestra condena a la actitud de quienes desde hace ya demasiado tiempo vienen cuestionando y subvirtiendo la legalidad democrática vigente en nuestro país, lo que ha culminado con la celebración de un simulacro de referéndum en Cataluña, en un ambiente de franca violencia promovido por los dirigentes de esa Comunidad y tolerado por las fuerzas de seguridad bajo su control, y que ha continuado durante los días siguientes.
No queremos ser tibios ni equidistantes. Solo los miembros del Gobierno autonómico catalán, con el apoyo de buena parte de los parlamentarios autonómicos de esa región e importantes sectores de su ciudadanía son responsables de lo ocurrido y de lo que pueda ocurrir en los próximos días.
Se trata de hechos sencillamente inadmisibles e ilegítimos, y que recuerdan bien a las claras los procedimientos fascistas de asalto al poder.
2. Asimismo deseamos manifestar nuestro pesar y perplejidad ante las reacciones de instancias y organismos internacionales que han denunciado la supuesta violencia de las fuerzas de seguridad del Estado y no han pronunciado una sola palabra contra la no escasa violencia de los promotores de estos hechos y su descarada manipulación de lo ocurrido el día 1 de octubre. Como dice —muy certeramente— el viejo proverbio oriental, cuando el dedo apunta al cielo, el necio mira al dedo.
Confiamos en que la inmediata aplicación de los mecanismos del Estado de Derecho conduzca a la mayor brevedad posible al restablecimiento del orden constitucional y de los valores fundamentales que inspiran y vertebran nuestra convivencia.
Expresamos así, como demócratas que somos, un sentimiento de denuncia y profunda tristeza por todo lo que está sucediendo, pero al mismo tiempo albergamos la sincera esperanza y la firme confianza en que la situación cambie cuanto antes, y se ponga fin a la alarmante fractura social, de imprevisibles consecuencias, que los acontecimientos acaecidos han creado entre la ciudadanía.
Las leyes están para ser cumplidas. Si no satisfacen en alguno de sus extremos, han de ser modificadas. Pero siempre por los procedimientos y cauces legítimamente establecidos. De lo contrario, desmantelamos los principios de nuestra convivencia con alto riesgo de poner en peligro nuestro Estado de Derecho y los principios de igualdad, libertad, justicia y pluralismo político que lo sustentan
En Córdoba a 4 de octubre de 2017.