31 octubre, 2008

La Universidad patrocinada

(Publicado en El Mundo de León ayer, jueves 30).
Ahora se lleva que la universidad parezca una empresa y que las empresas metan baza en la universidad. Hasta la ministra del ramo tiene una empresa relacionada con la investigación y, lógicamente, quiere fomentar las colaboraciones. En muchas universidades las tarjetas de profesor o estudiante llevan publicidad, generalmente de un banco o caja. Señorito, déme algo, lo que buenamente pueda, y le anuncio lo suyo.
Otro caso. La de Universia es una página web en la que estudiantes y profesores pueden hallar información muy útil. También es una muestra de la amalgama de lo público y lo privado a la que está yendo a parar la gestión de las universidades en tiempos de progresismo estrábico. Este portal común de las universidades españolas lo financia un banco. Mecenazgo lo llaman. Olé esa generosidad. Es como si los rectores hubieran conseguido una beca para hacer más visibles las instituciones que gobiernan. Con el Banco de Santander en Universia y el BBVA en la liga de fútbol, queda la sociedad española felizmente sometida al abrazo del oso bancario, la alta cultura y el ocio masivo marcando el mismo paso. Naturalmente, entendemos que en las universidades los bancos reinan pero no gobiernan, pura filantropía.
De todos modos, parece que los que financian también tienen que financiarse. Así, uno entra en la página de Universia y encuentra publicidad abundante. Averiguamos que “con Universia y Apple” ser estudiante tiene muchas ventajas y que los hoteles más chulos se consiguen en el portal Booking y las mejores escapadas se organizan con Expedia. También tiene Universia tienda propia, en la que se puede adquirir desde una cámara fotográfica hasta un monitor de última generación o un móvil bien aparente. Pase, el mercado es el mercado. Más discutible parece que en la sección de “Sitios recomendados” nos remitan a la web de una agencia de viajes.
Pero que nadie se mosquee. En la misma página podemos contemplar un vídeo en el que un rector nos cuenta que Universia “fue un milagro y un regalo” y “un soporte afectivo para las universidades”. Inteligencia emocional, sin duda. Añade el mismo rector que es muy importante que alguien haya confiado en que “el sistema universitario es rentable socialmente”. Otro valora el hecho de que la banca se haya interesado por la universidad y un tercero ensalza el que las compañías privadas hagan lo que no han hecho ni las propias universidades ni las instituciones públicas. Están todos muy contentos. No es para menos.
Por cierto, también nos enteramos de que en mayo pasado se celebró en Valencia una junta general de accionistas de Universia. ¿Será que la universidad sí es negocio?

30 octubre, 2008

El género de la víscera

Ayer me di una vuelta por las partes de los periódicos que me suelen pasar desapercibidas, ésas que te ponen perdidos de pelos y polvo, de humores corporales y de recetas para pasarse las políticas de género por el forro de los euros. No conviene transitar a menudo esos andurriales, pues uno se imagina que vive en un mundo demasiado diferente, en otro planeta.
Por ejemplo, me enteré de lo que a cambio del divorcio le ofrece Madonna a su marido, un tal Ritchie, del que desconozco el oficio pero me lo puedo imaginar al ver el beneficio por beneficiársela. Pues por el papelito de nada ella le quiere dar unos veinticinco millones de euros. Fruslerías. Con esa pasta se reflota un banco entero en León, uno de ésos que han visto acortarse dramáticamente sus beneficios de tropecientos millones de euros a tropecientos millones menos diez céntimos. Y el caso es que el tal Ritchie responde que nones y que es mucho amor el suyo como para tasarlo tan bajo.
Voy a confesar un vicio nefando mío, uno de tantos (o, como escribiría algún colega en sesuda monografía, voy a confesar un vicio, nefando mío). Tengo la horrible costumbre de calcular en polvos las indemnizaciones (o como leches se llamen) por divorcio. Es muy sencillo, primero se averigua cuántos años duró el bendecido ayuntamiento, luego se hace un promedio de polvos por año y se procede a una sencilla multiplicación. La conclusión suele ser aplastante y contraria a cualquier política de familia y de conciliación de la vida laboral y familiar: si la víctima se lo hubiera gastado en amores mercenarios, habría ahorrado un pastón y seguramente tendría experiencias más variadas y sorprendentes, amén de evitarse largos berrinches y el vudú de la suegra.
No sé cuántos años habrá durado el matrimonio de la jata ésta que dicen que canta y el paisano que dicen que cobra, pero pongamos que fueran diez, por decir algo. Como son de la farándula y se meten cosas, calculemos que tuvieron sexo compenetrado cuatro días a la semana, como promedio y tal. Tampoco son unos chavales como usted, querido lector. Con eso salen unos doscientos ocho caliqueños al año, que, multiplicado por diez, da 2080 durante el dichoso matrimonio. Así que ahora dividimos veinticinco millones de euros entre dos mil ochenta, y sale... doce mil diecinueve euros por casquete, algo más de dos millones de las antiguas pesetas de aquí. ¿Cómo se les queda el cuerpo? Me refiero al cuerpo suyo de usted, amigo lector.
Como la que va a pagar es Madonna, la pregunta tenemos que hacérsela a ella: ¿qué no podrías haber hecho tú, corazón, para darle al body gusto variado e intenso con un presupuesto así? Sí, lo sé, sé lo que me van a replicar algunos: que el matrimonio no es sólo encame, que también se ha de valorar la parte sentimental y emotiva. Desde luego que sí, y más en uno que acaba en divorcio y pleitos: qué pasión en la contienda, qué discusiones, qué insultos y cuántos desplantes. Y resulta que eso no desgrava a la hora de sacar las cuentas finales.
Por estos pagos suele ser el marido el que suelta la mosca a le ex. Todavía me acuerdo del mareo que pillé cuando leí hace años lo que le había dejado Amancio Ortega, el de Zara, a la que fue su señora, como compensación por la enorme pérdida sentimental. De todas maneras, supongo que a don Amancio le habrá quedado para financiarse consuelos a su nivel, pero el común de los varones divorciados descubre lo carísimo que está el desfogue amoroso cuando la nómina no alcanza para alivios, una vez descontadas pensiones y compensaciones a la santa avara. O de cómo imponer judicialmente la castidad a los machotes.
Sobre ese tema habrá que hablar algún día en serio y uno, que no es feminista, sino feministo, tendrá que adoptar la perspectiva correspondiente, que es el de la defensa de las mujeres y su status desde el punto de vista de la igualdad y todo eso. Pero aquí quiero acabar con otra noticia que me llena de gozo: Berlusconi quiere fichar para su tele a la Victoria Beckham, prestigiosa intelectual y polifacética dama, orgullo de su género y de diversas especies. Según se cuenta, le ofrece trece millones de euros para que aparezca en un “reality” de ésos y cuente los apasionantes pormenores de la mudanza familiar a Milán. Interesantísima peripecia que hará las delicias de millones de televidentes italianos. Yo tampoco me lo quiero perder. Cómo no va a votar la gente a Berlusconi. De cajón. De nuevo la igualdad genérica realizándose a tope: mientras su maridito cobra otro tanto por dar patadas a una bola, ella también tiene un digno oficio y una nómina aceptable.
A mí me encantaría aún más un programa español, a ser posible de una televisión pública, en el que la digna y sacrificada esposa del presidente de algún gran banco de los nuestros nos contara cómo organiza la compra diaria ahora que casi no llegan a fin de mes y tienen que mendigar a la puerta de la Moncloa. Qué ternura nos despertaría ver a la muy sufrida dama remendando los pantalones de sus hijos o echándole muchas patatas al puchero para ahorrar en carnes y otros productos que se están poniendo por las nubes por culpa de la dichosa especulación. Además, eso daría a los nuestros tantos votos o más que los que va a sacar Berlusconi con su vil explotación de la honesta familia Beckham.

29 octubre, 2008

¿El capitalismo era esto?

Ustedes, amigos, me van a perdonar de nuevo, pero sigo sin entender ni palabra de la tal crisis financiera y su tratamiento con cargo a mi bolsillo y el suyo de usted. Por ejemplo, cuando nosotros ganamos más, y siempre que no nos metamos en deudas nuevas, aumentamos nuestra liquidez. Los bancos no, cuanto más se benefician, menos dinero tienen. Eso explica sin vuelta de hoja y con aplastante lógica borrosa que a medida que sus beneficios aumentan nos pidan dinero a nosotros a través de ese curioso intermediario financiero que se llama Estado y que aquí gobierna un tal Zapatero, que es rojo que te cagas (con perdón, pero la crisis lleva a estos desafueros).
Hoy cuentan los periódicos que el Banco de Santander va viento en popa y sus beneficios de ahora son un 5,5% más altos que los del año pasado. Y que tiene planes para ganar 10.000 millones de euros este año, pese a la crisis. Tampoco el BBVA está para quejas, pues de enero a septiembre ha logrado una ganancia de 4.501 millones de euros, aunque porcentualmente el beneficio desciende en comparación con el año anterior. Los bancos siguen ganando dinero a espuertas, pero si no les metemos millones de euros con una sonda se va a la porra la economía financiera y nos viene la debacle a nosotros. En otras palabras, para que los bancos con beneficios salgan de su crisis debemos darles dinero usted y yo, que no tenemos beneficios, sólo deudas. De ese modo, podrán prestarnos más dinero para que nosotros tengamos más deudas y a ellos les suban los beneficios. Ojo, y no basta con que le paguemos los intereses de la hipoteca, no, o las comisiones de todo tipo; hace falta regalarles más dinero con los impuestos que para ellos nos cobra el Estado.
¿De dónde diablos salen los beneficios si los bancos están en crisis? ¿De los intereses que cobran por sus préstamos? Pero si dicen que está todo lleno de morosos y que ya no tiene la banca con qué dar préstamos al pueblo para que éste le dé ganancia a ella. O sea, la gran mayoría seguimos apoquinando religiosamente por nuestra hipoteca, pero ese dinero que el banco ingresa no puede prestarlo de nuevo porque no le supone liquidez. Es dinero gaseoso, está claro. Gas benéfico, porque beneficios sí hay. Vale. Dicen que la falta de liquidez es porque los bancos no se prestan unos a otros, pues no se fían porque se conocen. Bien, pues si un banco tampoco presta a otro banco, no tendrá beneficios. Pero beneficios sí hay. ¿Alguien tendría veinte o treinta horas de nada para explicárnoslo resumidito?
Por muchos motivos soy muy reacio a creer en conspiraciones y misterios ultrasensoriales, pero cada día me convenzo más de que aquí hay gato encerrado, de que ni se cuentan todas las causas de la crisis ni se explican todos los sentidos de su terapia universal. Y también voy pensando que la razón más poderosa para mantenernos en la más estúpida inopia es el miedo a nuestro miedo. Si en un masivo ataque de pánico echamos todos a correr para sacar los dineros de nuestra cartilla de ahorros y meterlos debajo del colchón, el sistema se bloquea y ahí sí que la liamos gorda. Por eso se quiere antes que nada mantener a la gente tranquila, incluso mientras se arruina, y confiando en que sus gobernantes, tipo Zapatero, Sarkozy, Brown y tal son unos economistas del copón y llevan con pulso firme el timón del barco en medio del maremoto. Pero ¿esto es un maremoto o qué carajo es?
Ahora van a refundar el capitalismo el mes que viene en una reunión de veinte en EEUU. Lo van a refundar mal porque no está Zapatero, que es el que entiende un huevo de estas cosas de activos, pasivos y raíces cuadradas. No van a fundar o refundar el socialismo, no; van a refundar el capitalismo con unas bases nuevas y una pinta muy humana. Que tiemble el Santander, que en una de éstas le bajan los beneficios. Ja. Pero ¿esto del capitalismo y el mercado y esas cosas es como un electrodoméstico que un día se estropea y lo arregla cualquier manitas o el equipo formado por Pepe Gotera y Otilio? O sea, de pronto se va al carajo el motor y nos echamos a temblar, nos dicen que tranquilos y que el banco va bien, que no saquemos los cuartos para esconderlos o para despedirnos del lujo con una espectacular orgía de vino y sexo, que ahora mismo vienen unos del servicio técnico a repararlo todo, un tal Zapatero y un tal Nicolás y no sé cuáles más, y que en un par de días todo como nuevo y con garantía por otros cien años.
Está visto que los que somos o hemos sido de izquierda, al menos hasta que el concepto fue colonizado por una pandilla de sinvergüenzas con el talante tuneado, teníamos mitificado el mercado e idealizada la resistencia del capitalismo. Ahora resulta que se pone hecho unos zorros por un quítame allá esos activos y que cualquier gilipollas lo repara en un par de horas. Tanto decir que el sistema era así y asá, y el sistema era esto. Manda güevos.

28 octubre, 2008

¿Alguien conoce este caso?

Vean que cosa tan curiosa cuenta Rosa Trapiello en La Nueva España de hoy. Pinchen aquí y lean, es breve.
El país se nos llena de insondables misterios. A mí este caso me suena a película de espías, infiltrados y maniobras orquestales en la oscuridad. Pero quién sabe.

La ola de erotismo que nos invade

Reproduzco el mensaje que acabo de recibir por correo electrónico. Proviene de una Universidad que no es la mía y de la que suprimo los datos identificativos, pues ya bastante "enfilao" lo tienen a uno ahí y en otros lugares. Sugiero que atendamos a la prosa excelsa cuando se habla de transversalidad y otros conceptos muy monos y a la ultimísima.
Dice así:
Estimada/os amiga/os.
El Grupo de Estudios Feministas del Instituto XX de la Universidad Y, en el marco del Programa de ayudas a proyectos culturales, artísticos, deportivos y solidarios del Espacio Estudiantes, organiza el día *jueves 30 de octubre* una Jornada de información y sensibilización dirigida a la comunidad universitaria, sobre la problemática de la discriminación por razón de género como violación de derechos humanos y sobre la necesidad de la incorporación transversal de la perspectiva de género en la actividad académica y en la praxis política, como aspecto fundamental para la construcción de una democracia basada en la vigencia de los derechos humanos.
En vista a estos objetivos visitarán nuestra Universidad distintas organizaciones de la sociedad civil e instituciones públicas que trabajan en el tema de género a fin de informarnos sobre sus actividades y propuestas entre las que están el Ayuntamiento de A, Centro Municipal de la Mujer de A, Médicos del Mundo, Federación de Mujeres progresistas, Mujeres Jóvenes de Madrid, SOS Racismo, Amnistía Internacional, Comisión Española de Ayuda a los Refugiados -CEAR-, Instituto de la Mujer, Instituto Universitario de la Mujer de la Universidad Autónoma de Madrid, Fundación Mujeres, Grupo Kore.
*La exposición tendrá lugar el jueves 30 de octubre, de 12:00 a 16:00 horas en el hall del Edificio ...
* Les esperamos

27 octubre, 2008

¿Universidad como empresa o empresa como universidad?

El entrelazamiento de empresa y universidad empieza a tener algo de promiscuo. Es un noviazgo que se quiere fomentar, sacrosanto ayuntamiento bendecido por las autoridades todas, comenzando por las más progresistas, por supuesto. Quién nos lo iba a decir. Al paso que vamos, se comienza por proclamar que la universidad debe ser como una empresa, pero se acabará sentando que las empresas mismas ya son universidad bastante y que para qué más. A fin de cuentas, si lo importante es que títulos y titulados sirvan a los deseos de las empresas y satisfagan sus más íntimas necesidades, ¿por qué no han de ser las empresas las que a su aire y sin tantas vueltas formen a los universitarios que habrán de satisfacerlas?
Las relaciones son ya muy intensas y van viento en popa. Los ejemplos abundan. En muchas universidades las tarjetas de profesores y estudiantes llevan publicidad de algún banco o de una caja de ahorros. La tarjeta para quien la paga. Señorito, déme algo, lo que buenamente pueda, y le anuncio lo suyo. En algunas ciudades se prohíben los hombres-anuncio, pero tendremos universidades-anuncio. Uno circula por los pasillos de cualquier centro universitario y se va encontrando algo cada vez más parecido a una galería comercial, aquí el aula X, que tiene el nombre de la empresa que pagó las cortinas y la escayola, allá la sala de informática Y, con el anagrama de la que puso los ordenadores; hoy se convoca el premio de investigación que lleva el nombre de una empresa de transportes y mañana se crea la cátedra que porta la denominación de un laboratorio farmacéutico o de una inmobiliaria. Todo desinteresadamente, of course, pura filantropía. Son dineros que vienen muy bien a las universidades, aunque sea a costa de vender la virtud al mejor postor y para no tener que suplicarle tanto a la ministra de turno o al consejero que toque. Incluso la página web de la red Universia contiene publicidad de artilugios y viajes.
En una reciente y multitudinaria reunión convocada por el Ministerio de Ciencia e Innovación para intercambiar ideas sobre la próxima reforma de la Ley de la Ciencia se insistió en que las empresas hacen mucha falta en la universidad. Pero alguien levantó la mano y dijo que cómo no, si hasta la ministra y algún otro alto cargo de ese Ministerio tienen una empresa muy relacionada con la investigación científica. No me digan que no hay gente perversa y deslenguada.

26 octubre, 2008

La conspiración del punto G. Carta a Paco Sosa

Querido Paco:
Cuán loable ese tu empeño de por vida, esa ansia irrefrenable de encontrar el punto G. Pero, ¿te lo agradecerá alguien? ¿Tendrán tus desvelos la compensación, al menos, de una palabra de ánimo o una palmada de consuelo? Porque, para colmo de nuestras desdichas, basta que nos salgamos de los caminos trillados para que provoquemos toses y cosquillas a partes iguales y súbitos ataques de risa o muecas de perplejidad, que ya no se sabe qué es peor. Tanta incitación para que nos aventuremos en laberintos y oscuridades, y al final el premio escaso de una sonrisa condescendiente o la sorpresa de un flato inducido por nuestros obcecados empeños. Quizá lo entendimos mal, querido amigo, no era un lugar recóndito ni el manantial del disfrute, era puro apócope de la risa, punto jeje a decir verdad.
Nuestro milenario dominio de machos se nos arrugó al fin cuando nos atacaron el autodominio y nos flagelaron la autoestima. Nos creíamos intrépidos navegantes de aguas turbulentas y nos desorientaron con cantos de sirena; nos pensábamos arqueros infalibles y nos escondieron la diana; nuestros ímpetus de lanceros arrojados se aplacaron cuando nos apagaron la luz para regocijo de los gatos pardos. No oso insinuar que fueran mejores aquellas épocas de lanzada a moro muerto, pues poco glorioso era el combate con señora pasiva, y mal se resuelven las batallas cuando el rival rehúsa el combate y se finge poseído por el rigor mortis. Pero tampoco nos merecemos esta lucha contra fantasmagorías, la obsesión de capturar genios escurridizos, el afán por habérselas con gozos que juegan al escondite.
El sexo se nos ha tornado metafísico. El viejo desdoblamiento de cuerpo y alma se nos vuelve desdoblamiento del cuerpo mismo de las damas y se nos azuza para perseguir el pliegue imposible, el recoveco esquivo, la mítica guarida. Se nos quiere con precisión de cirujano y minucioso celo de entomólogo. Los vahídos que antaño provocábamos con unas sencillas rimas de Becquer o unas estrofas de Garcilaso ahora requieren cálculos de ingeniería caminos y puertos, manejos de malabarista y mañas de cefalópodo. Lo que era gustosa caminata por el monte de Venus se convierte en trabajosa escalada de ochomiles himalayos.
Dónde está la bolita nos pregunta el trilero, mientras los cubiletes se mueven como locos y uno, iluso, pone el dedo donde cree que se esconde al fin, pero nunca era allí. El orgasmo se desplaza más rápido que la masculina percepción y tocaba en un lado cuando tú te esmerabas en el otro, pero cambió de nuevo cuando quisiste rectificar. El juego de la gallina ciega es ahora el del gallo mareado, el de las cuatro esquinas vale sólo para que acabes esquinado, pues en el nuevo palacio del amor hay más rincones que fuerzas para transitarlos con la premura debida.
Bien señalas en tu escrito los desmanes provocados por tanta utopía y tanta búsqueda de arcanas reliquias, de islas ignotas y continentes perdidos. Disculpas que fueron todas para mover a peregrinos y exaltar a cruzados. Mas sospecho que esta nueva meta tiene mucho de política de género, de revancha y retaliación. La tristitia post coitum de toda la vida ya no es abandono y cigarrillo, somnolencia del marino que arribó al muelle. Ahora es angustia del que no sabe si erró el rumbo, extravío del que perdió la brújula y desconcierto del que se encuentra con la tripulación amotinada porque no eran de las indias las tierras que alcanzó la carabela. Confabulación en toda regla, perversa conspiración.
Y nos queda lo peor, pues especialistas de toda laya y sexólogos comprados por el poder emergente pretenden convencernos de que nosotros, los varones, también tenemos nuestro punto G, sólo que éste perfectamente localizado y al alcance de cualquier proctólogo. Pues se insiste en que el punto del hombre se encuentra en carretera secundaria y es accesible mediante tacto rectal. Indeseado protagonismo de la próstata, definitiva humillación de la virilidad maltrecha. Nuestra letra con sangre entra, mientras las féminas se regodean y nos preguntan si ya nos hemos hecho la revisión anual. Penosa manera de pasar a los anales.
Reclamemos igualdad y pidamos, pues, que el placer de todos, también el de ellas, lo procure la Seguridad Social.

El punto G. Por Francisco Sosa Wagner

Llevamos años y años, yo desde mi más temprana juventud, buscando el punto G, a partir de los libros sobre técnicas sexuales tan de moda en todas las épocas.
¿Dónde está ese misterioso punto G que permite alcanzar los mayores goces? Nadie lo sabe por lo que todo se disuelve en eyaculaciones, perdón, en especulaciones y en la formulación de las más aventuradas hipótesis. Que si el hueso púbico, que si en los contornos de tal o cual rincón, que si en esta o en aquella pared ... hay quien, para confundirnos más, ha explicado que no se trata de un punto, es decir, de un lugar perfectamente localizado y aislable sino de un conjunto desparramado de nervios que pasan a través de los tejidos para conectar al cabo con la columna vertebral.
Esta situación es lastimosa. Porque convendrán ustedes conmigo que, después de decirnos los científicos que existe el punto G, por tanto después de ofrecernos la certeza de una zona en la que todo se vuelve la neblina obnubilante del placer, el gozo sazonado de azúcares jugosos, la forja de una suave trama de abrazos y regazos, después de anunciarnos todo ese paraíso de ansias y jadeos, entonces, con absoluta crueldad, nos dejan con la miel en los labios porque nos ocultan la localización exacta en que todo eso puede disfrutarse. Sencillamente, esto no se hace. Quien no sabe en materia tan delicada, quien no sabe desvelar el lugar vedado del regocijo, lo mejor es que se calle y que no despierte en nuestras pobres debilidades falsas expectativas o ese frote de manos que engrasa la concupiscencia.
El asunto es de una gravedad excepcional porque quien conoce la historia sabe que mantener arcanos, nimbados por el enigma, ha llevado a los más variados extravíos y a terribles acciones, a mantenernos en vilo y en desazón, lo que atestigua en diversos pasajes la vida en la tierra de la Humanidad doliente. Piénsese, por citar un ejemplo que todos tenemos presente, lo que ha significado la búsqueda del santo Grial, copa de la consagración en la Última Cena, que no solo ha producido robos y delitos y una competición envidiosa entre ermitas, conventos y catedrales sino, lo que es peor, es el origen de una literatura abominable y, para colmo, del Parsifal de mi tío, el compositor Richard Wagner.
O el nerviosismo en que vivimos desde que buscamos la piedra filosofal o las reliquias de los templarios que están todas en Ponferrada, aunque hay quien se empecina en no darse por notificado. O los locos estímulos y sinrazones que ha provocado la búsqueda de la Atlántida, el continente perdido del que nos habló Platón una tarde en que quiso embromarnos, ignorante de la que estaba armando. Ahora el asunto se halla hasta en los comics de los niños pero hubo un tiempo en que se escribió sobre ella el poema interminable de Jacinto Verdaguer, una pieza solo comparable en lenta rotundidad y agobio estético a Os Lusiadas de Camoens. Menos mal que luego vinieron Falla y Ernesto Halffter a ponerle música y lo hicieron más digerible. Pero el mal estaba hecho.
Es decir, que jugar con lugares quiméricos y objetos inencontrables es una aventura peligrosa y origen cierto de desgracias consistentes y de reveses irreparables.
Ahora veremos lo que pasa pues la búsqueda del punto G se complica y ya se habla del G-8, del G-5, es decir, se le añaden guarismos a la mítica letra, lo que exarceba el enigma. Si no teníamos poco desconcierto, ahora con cifras. Para enloquecer.
O no, a lo mejor estamos en la vía de la aclaración definitiva. El tiempo dirá. De momento, la cita es en América y los convocados los mejor trabados gobernantes del planeta representados por hombres y mujeres, por lo que el experimento no puedefallar.
Lo malo sería que se les fuera el santo al cielo y se pusieran a hablar de economía, de activos tóxicos, de reflote de bancos, de escombros financieros, de burbujas, de mercado de derivados o de la tasa Tobin... Y nos quedemos otra vez a dos velas. Cuando es una sola la vela que nos desvela.

24 octubre, 2008

¿Igualdad de oportunidades?

El pasado día 22 miles de estudiantes siguieron la huelga convocada por el Sindicato de Estudiantes. La web del Sindicato muestra su raigambre marxista y su oposición al capitalismo. Todo perfectamente legítimo. Al plan de Bolonia y a la política universitaria actual se enfrenta el Sindicato porque considera que están en marcha una privatización encubierta de las universidades y un creciente clasismo. No entramos en esas tesis y en sus razones, pero preguntémonos: ¿debe la universidad ser ajena a la justicia social?
En un Estado que en su Constitución se dice social los poderes públicos están obligados a velar por la igualdad de oportunidades. ¿A qué compromete la igualdad de oportunidades cuando de educación superior se trata? ¿A qué todos accedan a la universidad si quieren? ¿A que cualquiera que desee un título universitario lo obtenga? Los recursos públicos no son ilimitados y la educación no es la única necesidad ciudadana que con ellos se debe atender. Por eso se ha de maximizar la utilidad social de dichos recursos. Si todo el que lo desea va a obtener un título universitario, a ser posible financiado por las arcas públicas, la injusticia social se mantiene y entre todos subvencionamos las carreras de todos, también las de los ricos. De ahí que una primera exigencia sea que los ricos paguen por sus títulos, incluso en la enseñanza pública, y paguen en proporción entre su riqueza y el coste de los estudios.
En segundo lugar, si la consigna es que todo el que se matricule en una carrera la culmine, bajando los niveles de exigencia lo que para ello sea necesario, la universidad no filtra en razón de la capacidad y el esfuerzo del alumno. Tendrán su título por igual el capaz económicamente humilde y el potentado de pocas luces. Y, de los dos, ¿cuál tiene más posibilidades de conseguir un buen puesto de trabajo en esta sociedad desigual? Por eso, en un Estado social la política universitaria debería asegurar dos cosas: que todos los intelectualmente aptos tengan sus títulos, sin discriminación por razones económicas, pero que sólo los intelectualmente aptos tengan sus títulos, sin igualar a la baja al grito de todo el mundo licenciado. El derecho al estudio lo tiene todo ciudadano; el derecho al título sólo el que lo merece; y el derecho al título gratis, sólo el que no pueda pagarlo, pero todo el que no pueda pagarlo. ¿Estarán de acuerdo con esto los Sindicatos “de clase”? ¿Algún sindicato "de clase" va a pedir alguna vez más rigor de profesores y universidades a la hora de repartir aprobados y parabienes a los estudiantes? Y, por cierto, ¿qué relación existe entre igualdad de oportunidades en este sentido y universidades privadas? ¿Nadie va a tener narices nunca, ni siquiera los sindicatos de "clase", para meter mano a las universidades privadas y a su particular sistema de promoción de pago para sus estudiantes? ¿A qué sector de la sociedad desigual favorece que las universidades privadas sean un coladero disfrazado de negocio boyante?

23 octubre, 2008

Conciencias de hormigón

(Publicado por el menda hoy en El Mundo de León)
Mi compañera de página de los jueves, Eloísa Otero, daba cuenta en su columna de la pasada semana de cómo muchos medios de información están por estos pagos en manos de constructores y de cómo están despidiendo periodistas ahora que no se venden pisos. O sea, y si lo entiendo bien, que si el negocio inmobiliario va mal, hay menos de qué informar. Curioso. Estas historias de la construcción darían para sabrosos reportajes y hasta para novelas divertidas, como aquella que hace años nos regaló el maestro Sosa Wagner, Hígado de oca a las uvas, que deberíamos releer en estos días de turbulencias financieras con aroma de cemento.
Durante los últimos años todos hemos oído hasta la náusea esas narraciones de hombres que empezaron con una carretilla y que acabaron haciendo una fortuna a base de convertir nuestros paisajes en una neurosis enladrillada. El personaje gana si se subraya que era medio analfabeto y contaba por los dedos hasta que pudo contratar contables de colmillo retorcido. No importa que sepamos que mucha de su riqueza se nutre de la habilidad para manejar dinero oscuro, llevarse políticos al huerto y dársela con queso a Hacienda. Más los admiramos si vemos en su éxito las mañas del pícaro, y últimamente no había cena de gala, premio pomposo o evento académico que no se adornara con la presencia de esos artistas del pelotazo inmobiliario.
Compraron periódicos, inventaron compañías aéreas, colonizaron ayuntamientos, sedujeron a rectores, halagaron a jueces, conquistaron conciencias y se agenciaron títulos. Llegamos a pensar que, alzados sobre sus cuentas, todos acabaríamos ricos y felices. Ahora que su negocio flaquea, abandonan el barco, exigen subvenciones, se retiran a sus lujosos cuarteles de invierno y se nos queda esta cara de pardillos escaldados.
Puede que estemos ante una buena ocasión para el propósito de enmienda y la penitencia, para que reparemos en que teníamos un campus verde para que la universidad creciera donde ahora campan por sus respetos las grúas, para que apreciemos las ventajas de la información libre frente al periodismo mercenario, para que fiemos el progreso social al esfuerzo del trabajador y al riesgo cierto de las empresas pequeñas de toda la vida.
Como primera medida, propongo que el próximo doctorado honoris causa de nuestra Universidad se conceda a una víctima de nuestros deslumbramientos: a un obrero de la construcción en paro, a una familia ahogada por las hipotecas o a algún periodista de a pie empeñado en contarnos las verdades contra el viento de los bancos y la marea de los ladrillos.

21 octubre, 2008

Ética y estética del oficio universitario

Perdón por el título pretencioso. Es que me estaba imaginando unas jornadas de ésas que se organizan por cualquier cosa y que versara, por un casual, sobre este tema. No he visto tal, pero habrá habido alguna vez, no digo que no. Mucho darle vueltas en la universidad a la ética de esta profesión o la de más allá, pero sobre lo nuestro un velo tupido.
En fin, cambiemos el tono. Este post va sobre íntimas perplejidades y dudas existenciales del que suscribe. Pongo por delante una excusatio que no será petita, pero que es imprescindible: no pretendo meterme con nadie en particular, y menos con absolutamente ningún compañero en concreto. Los motivos de cada uno los comprendo desde ahora mismo y no soy quien para juzgar de situaciones y actitudes de nadie en concreto. Así que a ver si no se me pica ninguno, o ninguno que me importe, al menos.
El caso es que me pregunto dónde empiezan y hasta dónde alcanzan las obligaciones de un profesor universitario. Las legales son ciertamente oscuras, por lo que más bien me interrogo por las morales. Uy, qué antiguo me ha quedado esto. Pero vayamos concretando. Ahora que está tan de moda lo de buscar la compatibilidad entre la vida profesional y familiar, y no sólo para las mujeres -espero-, la cuestión es ésta: ¿en qué horarios puede o debe un profesor universitario aceptar sus clases? Si soy eso que se llamaba padre de familia, y que ahora debe de ser padre a secas, ¿hago bien o hago mal si digo que las clases hasta las nueve de la noche las dé su tía o que en sábado examine el lucero del alba? Y otro asunto: si se me tolera decir que sí o que no a estas clases o aquellas, sea por horario o simplemente porque me viene fatal para el cutis impartir un par de horitas semanales más de mi exquisita docencia, ¿mereceré reproches si reconozco que voy a mínimos minimísimos y que a mi plin los títulos y las enseñanzas?
Un par de ejemplillos reales y cercanos. Mi área tiene una asignatura optativa en un máster de reciente implantación. Las clases tocan en miércoles de seis a nueve de la tarde-noche. Mis compañeros, que además son amigos y tienen mi más absoluto respeto y mi mayor y más seria consideración, no pueden dictarlas en ese horario, debido a sus obligaciones familiares, más que nada porque tienen hijos muy pequeños. Yo también tengo una hija pequeña, si bien confieso, para mi definitivo desdoro, que por las tardes mi mujer -también del gremio- y yo pagamos a una cuidadora, como potentados que somos. Nadie nos obliga, eso es bien cierto. Así que yo, en principio, tengo una libertad que me he buscado a golpe de euro y sí me es posible impartir dicha docencia. Por tanto, la asumo, para que se vea cómo somos los catedráticos de mi pueblo. Pero a lo mejor estoy atontado por andar pensando todo el día en cómo era la jornada laboral de mi padre y de mi madre, descastados que me dejaban revolcarme por el prado mientras ellos segaban o cavaban, con la cantidad de bichos que había por allí. En verdad me resultaría muy fácil quitarme de encima ese supuesto marrón, pues en mi mano está decidir si tal asignatura se da o no. Es optativa, como he dicho, y se matricularon cinco alumnos, de los dieciséis que cursan el máster. La dirección me pregunta si vamos a hacernos cargo de la asignatura o pasamos de todo con cara de a mí con ésas. El año pasado eran tres los estudiantes y dijimos que no. Este año ando con el escrúpulo puesto. ¿Hago bien? ¿Hago mal?
Los ajenos que se ganen la vida de otra manera, y especialmente si no son funcionarios, me dirán que para eso me pagan. ¿Me pagan realmente por eso y para eso? No sé, es raro, pues me pagan lo mismo si acepto esa labor o si la rechazo. Luego, será que no es ése el fundamento de mi remuneración. Pero, ¿por qué nos pagan? Sobre ese particular he comprobado que existen dos teorías muy diferentes. Hay quien piensa que nos pagan por hacer; otros opinan que nos pagan por ser. Esta segunda corriente gana adeptos sin parar. Analicemos más en detalle tales opciones teórico-prácticas en disputa. Si me pagan por hacer cosas (enseñar, investigar...), se entiende que debo cumplir con la faena hasta unos mínimos, tal vez unas horas semanales o mensuales de docencia y ciertos resultados de investigación. Mas en detrimento de tal doctrina se ha de aclarar que el sueldo que percibimos apenas está condicionado por dichas prestaciones. Entonces a lo mejor tienen razón los que mantienen el otro punto de vista, el de que nos pagan por ser quien somos. Esto es, el título de catedrático o titular te hace acreedor de tu sueldo, hagas más, menos o nada. Hay que reconocer que resulta tentadora esta doctrina.
Otro caso. Los profesores doctores podemos decidir si queremos impartir doctorado o no. Por consiguiente, si en un departamento o una facultad hay un número bastante de profesores que desean dedicarse también a esa actividad, en ese departamento o facultad habrá doctorado; si no, no. Abundan los colegas que a la pregunta de por qué no se animan a dar doctorado responden así: porque no nos pagan nada por eso. Volvemos a la duda inicial: ¿por qué nos pagan? En realidad, si nos ponemos así, yo también puedo decir que por las clases ordinarias en la licenciatura (el grado, como habrá que decir ahora) tampoco me pagan, puesto que está visto que el sueldo me lo dan por guapo y dicharachero. ¿Me quito de en medio en todo? Si me lo propongo, posiblemente puedo, que conste. No sería el primero.
A lo mejor unas comparaciones de andar por casa nos ilustran un poco; o acaban de enturbiar el tema. Pensemos en un ejército con militares profesionales. Al principio de cada año se pide a cada uno que decida si quiere ir de maniobras ese año, si va a hacer marchas y si se apunta a prácticas de tiro. Raro ¿no? ¿Y si les preguntaran cuántos están dispuestos a ir a la guerra y cuántos prefieren quedarse en el cuartel cobrando lo mismo? O que a los médicos de la seguridad social se les haga decidir cuántas operaciones al año quieren realizar y si prefieren pasar consultas o quedarse en casa leyendo alguna cosa o regando los geranios. Y, por cierto, ¿los militares y los médicos de la medicina pública tienen hijos?
Otra cosa muy simpática de este oficio universitario es la siguiente. Pongamos que usted es profesor y que dice, por ejemplo, que cómo no vamos a tener un doctorado. Muchos compañeros le responden que muy bien, que estupendo y que claro que sí, pero que en ese caso usted, que es el que tiene interés -vaya usted a saber por qué innobles motivos-, es el llamado a preparar el correspondiente programa del doctorado y que usted ha de encargarse de hacer los papeles, convencer a otros profesores y coordinar todo lo que haya que coordinar. Suponga que usted no quiere cargos porque no desea que su tiempo se lo coma la burocracia; es decir, opta por no ganarse mensualmente esos dinerillos del complemento por el cargo, y tal opción la toma precisamente porque no desea hacer papeles. Pues bien, no es raro que los que tienen los cargos y cobran por ello estén entre ésos que le indican que lo de los papeles y la organización es cosa de usted, ya que de usted es tan despendolada iniciativa. Y llegamos así a otro dilema existencial del profesor: ¿qué es mejor y más loable, tener cargos sin dar palo al agua o dar palo al agua sin tener cargos? Ya sé que hay una tercera opción, pero esta temporada no se lleva mayormente.
Estábamos en que muchos colegas te dicen que ellos no imparten cursos de doctorado ni cosas por el estilo porque vaya rollo y cuántos agobios. Vale. Pero un día te los encuentras con unas maletas, les preguntas en qué andan y te dicen que se van a Sebastopol a dictar unas clases en un doctorado muy importante o en un máster muy churri. Pones cara de tonto, les interrogas como esperan y te cuenta que es porque esas clases se las pagan muy bien. Y la cara de bobo ya no se te quita en un mes.
Lamentándolo mucho, ahora voy a tirar unas piedras a mi propio tejado y, además, a incurrir en una inmodestia que espero que se me disculpe. De los profesores que conozco en mi medio habitual, soy seguramente uno de los que más dinerillos extra sacan haciendo bolos por el mundo, que si unas conferencias allá, que si unos cursos acullá. Pero las piedras al tejado propio vienen con lo que me atrevo a proponer para que se aplaque un poco el cachondeo, que sería algo así como un régimen de incompatibilidades bastante peculiar: a menos horas de docencia en tu universidad y a menos rendimiento investigador -medido en sexenios, por ejemplo-, menos permisos para ir a disertar por precio fuera de la institución que te paga. Al que cumpla en casa, que se le permitan juergas fuera; al que no, no. Si usted tiene aversión a la docencia, estupendo, no se torture con la docencia... ni aquí ni en otras partes; si usted considera que los doctorados son una pérdida de tiempo, no pierda el tiempo en doctorados... ni aquí ni en otras partes. Y, por el contrario, si usted aquí se esmera y aún le sobran energías, bien estará que haga horas extra, chollos y chapucillas en otras empresas y que le paguen por ello las otras empresas.
¿Me he vuelto loco? ¿Soy un esquirol posmoderno? ¿Traiciono a los míos? Peor: ¿me he convertido en un fanático inmoral? No sé si voy a poder dormir esta noche. Por menos me he desvelado más de una vez y me he quedado leyendo como si no hubiera cosa mejor que hacer en esta vida académica.

20 octubre, 2008

¿Es la universidad un lujo caro?

Se acaba de publicar el informe “La Universidad española en cifras” de 2008, dependiente de la CRUE. ¿Son sorprendentes los datos? Sólo hasta cierto punto. Por ejemplo, se confirma que la inversión pública en universidades no aumenta, pues entre 1996 y 2006 el porcentaje sobre el PIB ha pasado del 0,835 al 0,859 por ciento. Cuántas promesas se ha llevado el viento y cuántas lágrimas de cocodrilo han vertido para nada los responsables políticos de la enseñanza superior. Y eso sin contar con las rebajas que se imputan a la crisis, como la que acaba de aplicar la Comunidad de Madrid a sus seis universidades y que las pone al borde del colapso económico. ¿Será que cuando escasea el dinero se prescinde antes que nada de los gastos superfluos? ¿Será la Universidad un lujo caro que el país ya no quiere permitirse? En cualquier caso, más que de las universidades estas cifras hablan del talante y las luces de nuestros políticos.
El informe da cuenta de que por término medio los estudiantes sólo aprueban poco más de la mitad de los créditos en los que se matriculan cada curso. La media de créditos matriculados es de 59,54 y la media de créditos aprobados es de 36,81. ¿Resulta demasiado barato matricularse alegremente? Cabe temer que dichos números sirvan para que la santa alianza de políticos y pedagogos vuelva a la carga con el fracaso escolar, aplicado a la Universidad, y que aumenten las presiones para que los títulos se vuelvan más fáciles en términos de esfuerzo y rendimiento. ¿Cuándo vamos a tener cifras fiables sobre el auténtico fracaso, que es el que deriva de la insuficiente formación y de la falta de expectativas laborales de muchos títulos? ¿Y cuándo vamos a conocer si entre los titulados se colocan mejor y más fácilmente los ricos o los pobres, los de una u otra clase social? ¿Quién se beneficiaría más si todos aprobaran todo?
Puestos a hablar de dinero, ¿cuánto se gastan las universidades en cargos de sus profesores? Veamos el ejemplo de la Universidad de Sevilla, tomado de su página web. De un total de 2.107 profesores funcionarios a tiempo completo, 518 tienen cargos académicos y los costes por este concepto son de 2.191.881 euros. En cambio, los tramos de investigación de los catedráticos de universidad cuestan 1.537.160 euros y los de los titulares de universidad 3.640.014 ¿Es rentable tanto cargo? ¿Y cuándo se va a evaluar el tiempo que para la investigación de calidad pierden los profesores en el desempeño de esos cometidos de gestión? ¿Es el cargo el fin natural de la carrera académica del profesorado?
(Artículillo publicado por un servidor esta semana en un periodico para estudiantes universitarios. Es obvia mi deuda con una información que aquí nos dio el incansable Lopera. Mil gracias, amigo).

19 octubre, 2008

Zapatero y sus primas. Crónica confidencial de un encuentro

Días atrás, el amigo Lagunilla nos pedía una crónica fiable sobre el reciente encuentro en la Moncloa de Zapatero con los bancos de peces gordos. Pusimos manos a la obra y costó lo suyo dar con las grabaciones. Primero sobornamos a un par de agentes del CNI y a un conserje, pero se habían equivocado de reunión y habían grabado unas arias de Sonsoles y otros comparsas. Por fin, nos llegó el soplo de que el peluquero de Maritere tenía las cintas buenas, y allá nos fuimos con un disfraz de maltratadora desmelenada. Eso sí dio resultado. En la pelu habían cambiado la música de ambiente propiamente dicho por la grabación de la reunión monclovita y las palabras de nuestros próceres se escuchaban con religioso recogimiento e hincando cada poco la rodilla y lo que hiciera falta. Desgraciadamente, el ruido del secador impidió que pudiéramos nosotros grabar la reunión entera, por lo que sólo cabe reproducir aquí el pequeño fragmento que sigue.
Un banquero (en adelante UB).- Antes que nada, nos gustaría saber cómo ve usted las subprimes.
Zapatero (en adelante ZO).- Hombre, no sabía que usted hablara leonés.
UB.- Esto..., no, me refiero a las subprimes.
ZO.- Pues las mis primes muy bien. A Loli la hemos fichado en la Moncloa y a Conchi la hemos metido en una caja de ahorros andaluza de asesora.
UB.- Ah, qué bien. Estarán contentas.
ZO.- Sí, ellas valen mucho, pero la derecha no se lo reconocía. Ya se sabe que en este país no hay ni memoria histórica ni nada.
UB.- Volviendo a lo de las subprimes...
ZO.- Mire, le agradezco la deferencia, pero es mejor que hablemos en castellano. El que hablaba bien el leonés era mi abuelo. ¿Saben que lo mataron cuando la guerra?
UB.- Sí, bueno, le acompañamos en el sentimiento.
ZO.- Gracias. Pero son sentimientos que se llevan muy adentro.
UB.- Claro, claro. Nosotros queríamos hablarle de cómo andan las finanzas.
ZO.- Hombre, pues no me quejo, aunque ya sabe que nos vamos a congelar los sueldos. De todos modos, para los detalles de nuestra hipoteca y tal es mejor que hablen con Sonsoles.
UB.- Lo haremos, no se preocupe. Pero pensábamos preguntarle a usted por la crisis bancaria.
ZO.- Cuenten, cuenten.
UB.- Pues andamos muy mal. La banca pasa hambre, señor Presidente. Estamos hasta el cuello de deudas y no podemos más. Nos hemos desvivido prestándole dinero a la gente humilde y ahora no nos pagan.
ZO.- Usted sabe que este gobierno que presido no piensa dar ni un paso atrás en su política social, aunque la derecha no esté de acuerdo. ¿Ustedes han visto cómo son?
UB.- ¿Quiénes?
ZO.- Los de la derecha.
UB.- Sí, sí, horribles.
ZO.- Me alegra que estemos de acuerdo. Veo que con ustedes sí se puede dialogar.
UB.- Pues a propósito de su política social. Usted ya sabe que si nosotros andamos mal y no podemos prestarle dinero al pueblo, cómo nos va a pagar el pueblo las hipotecas de sus casas. Debemos evitar que tanta buena gente se quede en la calle.
ZO.- Me preocupa mucho ese asunto, pues estamos luchando a brazo partido para que los más pobres tengan acceso a una vivienda digna.
UB.- Nosotros también. Pero nos encontramos al límite y no podemos seguir ayudando a la gente en estas condiciones.
ZO.- Pues eso va a ser un problema. A la gente hay que ayudarla. Yo les he dado cuatrocientos euros a cada uno.
UB.- Sí, muchas gracias. Los hemos recibido todos nosotros. Pero no nos basta para tapar el agujero.
ZO.- Yo les entregaría más, pero comprendan que no alcanzan los dineros para todo el mundo.
UB.- Por supuesto. Por eso habíamos pensado que si nos financia a nosotros las deudas y salimos del apuro, luego nosotros podemos volver a prestar a nuestros clientes en las mejores condiciones.
ZO.- ¿Y necesitan mucho?
UB.- Con cien mil millones podríamos ir tirando.
ZO.- ¿De pesetas?
UB.- Ejem... de euros.
ZO.- ¿Y eso en pesetas cuanto será, poco más o menos?
UB.- Algo más, no mucho.
ZO.- Bueno, siendo así. ..
UB.- Sabíamos que tiene usted un gran corazón.
ZO.- Eso mismo me dicen mis ministros y ministras.
UB.- Cómo no, seguro que también están bien agradecidos.
ZO.- Ya lo dice el refrán, de bien nacidos es ser agradecidos.
UB.- ¿Cuándo es su cumpleaños?
ZO.- ¿Por qué lo quieren saber?
UB.- Para mandarle unas botellitas de vino y unos dulces caseros.
ZO.- Ah, pues muchísimas gracias. Oigan, he oído que los que están mal son sus colegas norteamericanos, ¿verdad?
UB.- Sí, fatal. Pero es que allí tienen al Bush, que es un cretino. Qué le vamos a contar a usted.
ZO.- Y tanto. Fíjense que ya hace tiempo que decidí dejar de hablarle.
UB.- Hace muy bien, ese tipo no es de fiar.
ZO.- Deberían ir ustedes y comprar todos los bancos yanquis, para que se fastidie Bush.
UB.- Hombre, nos gustaría. Si pudiera usted estirarse un poco más, nos poníamos con eso.
ZO.- ¿Cuánto nos costaría?
....

18 octubre, 2008

Carta de Bienvenido sobre la crisis y sus paganos

Hacía tiempo que no recogíamos los análisis del amigo Bienvenido en sus cartas. Pues aquí está su visión de la crisis:
ZP, Pepiño, la pergamino, ministros masculinos y femeninos son la punta de iceberg de la sociedad española. Una mezcla de “la rebelión de las masas” + democracia + incultura. En otros países del entorno el acceso a la democracia ha ido acompañado de un sistema educativo que aún se sostiene (Francia, Alemania…) o, en el caso británico, un prestigio de las élites universitarias basado en la pasta y en la capacidad, dos elementos, por separado o juntos, que permiten acceder a la universidad.
Aquí la democratización ha permitido que indocumentados, como los pepiños, accedan a puestos muy importantes, tan importantes como exentos de responsabilidad. Estos indocumentados han escogido como asesores a gente de su pelambre, con lo que su ignorancia adquiere una fortaleza a prueba de cualquier crítica, en la remota hipótesis de que entendieran la crítica ad hoc.. Y claro, estos tíos y tías están donde están porque en sus respectivos partidos los eligen, y a su vez los ciudadanos los eligen. Los eligen porque son más o menos como ellos, matiz arriba, matiz abajo. Democracia más incultura. Un gobierno de incultos e incompetentes es la presa fácil de esta nueva ¿burguesía? o, mejor, de la lumpenburguesia que ha surgido en torno a las privatizaciones, al ladrillo y a los medios. Con esto no quiero decir que los anteriores, los Ybarra, etc., fueran mejores. Sencillamente que estamos, en el mejor de los casos, al mismo nivel, igual que cuando reinaba el invicto, pero con más corrupción asumida por la ciudadanía. No creo que la cultureta del Cebrianín, que no tiene un título universitario, sea muy diferente de la cultureta de los que conforman el gobierno actual. Pero tampoco los que tienen títulos son mejores. Escúchese a nuestros colegas comentaristas o tertulianos, los Rodríguez…
Un ejemplo. Ahora el Brown como es el único chochialchochialista europeo, junto con ZP, se acuerda de vez en cuando de que el español está en su misma internacional y le saluda. La prensa del régimen aplaude con las orejas y alaba sin mesura. Brown el salvador… Curioso. En U.K. llevan los chochialistas gobernando un carro de años… y su banca está tan bien tras tan largo periodo de gobierno que ha sido necesario medio nacionalizarla, medida inspirada ¿en K. MARX?, en la maniobra del multimillonario norteamericano Warren Buffet. Vamos, unos tíos que en años no han hecho nada de nada para evitar la especulación internacional de su banca, lo que ahora les obliga a medio nacionalizarla, aparecen como los salvadores, como el modelo a seguir, y sólo porque de vez en cuando Brown se acuerda de su camarada español…
El gobierno lleva semanas mintiendo, como corresponde a su oficio. Primero no iba a haber crisis, luego la culpa es de Bush, la subida del petróleo (malditos jeques árabes), los préstamos subprimes (malditos yankis)… El petróleo ahora por los suelos, y la crisis en su apogeo. La suma de todos los créditos basura no asciende al 1 ó 2 por 100 del PIB de los USA, pero se pretende inyectar en el sistema el equivalente al 7 por 100 del PIB. Curioso. Dos más dos igual a ocho. Las nuevas matemáticas.
Esto que no pocos barruntábamos nos lo ha, cómo decir, dicho sin decir Botín: la crisis no está en un mercado concreto (USA), ni en un negocio especial como las subprime. ¡¡¡Bingo!!! Menos mal que el guindo no debe de ser muy alto. No deja de resultar curioso que cuanto más ha caído el precio del petróleo, más se ha agudizado la crisis… de confianza. Genial lo de crisis de confianza. Un tío no tiene dinero para pagar sus deudas y los problemas de liquidez se derivan de que los demás no tienen confianza en él. Si la tuvieran podría hacer frente a sus deudas…. Lo dicho. Genial. A uno, que a veces es un tanto retorcido en sus pensamientos, se le ocurre que tal vez, quizá, pudiera ser…. que algunos genios hubieran apostado porque el petróleo fuera a seguir subiendo, máxime acercándose el invierno, por eso de las calefacciones, la menor luminosidad, etc., etc., y que hubieran comprado a crédito petróleo (creo que lo llaman futuros, invertir en futuros). Supongamos que esperaban que el petróleo en Navidades anduviera por los 150 $ el barril de brent y que lo hubieran comprado hace un par de meses o tres, en verano, anticipadamente, a 100 $, y que esa compra la hubieran hecho a crédito, es decir, con dinerito prestado por linces banqueros, al 10 por 100 de interés o más. Ahora que el barril anda por los 70 $ ¿quién se hace cargo de las pérdidas? Y quien dice futuros de petróleo dice de materias primas, de cereales, de piensos…¿Los bancos, los honestos banqueros made in USA, in U.K., in France, in… sólo se han metido en el negocio de las subprime? ¿Sólo han prestado, como pone de relieve un video que circula por Internet de dos cómicos británicos, a unos pobres desharrapados negros de Alabama?
Aquí, que no tenemos negros, ni subprime y una banca a prueba de crisis, ¿de dónde ha salido el dinero para tanta compra especulativa de empresas y de terrenos? Claro que todo se solucionará metiendo el “estado” más mano en la cosa. Y desde Luis XIV sabemos quién es el estado, “moi”. Sin duda, hay que regular más, basándose en la encomiable gestión de las CC.AA., en las que los partidos (políticos) tienen una más que sustancial representación y por tanto responsabilidad en la decisión de las inversiones de esas entidades. No sé cómo pueden decir que alguna caja tiene problemas. Es imposible, con el control, no sé si estatal, pero si político, que gobiernos y oposiciones ejercen en tales entidades. No me extraña que Botín critique a los consejeros “independientes”. Él quiere, sandios, “consejeros capaces y que conozcan bien el negocio”. Vamos, más políticos en los consejos de administración de las entidades financieras. El gran banco nazional andaluz, resultado de la fusión de las cajas de ahorros provinciales andaluzas. Chaves, retirado del virreinato, de director general. Tararí, tararí.
Luego está la progresía. Después de haber alabado al nuevo mesías económico, el Brown, han decidido preocuparse por los hambrientos y la lucha contra el cambio climático. ¡Qué horror, se va a reducir el dinero destinado a paliar el hambre y el cambio climático! Chusma capitalista. Vais a salir de la crisis (ellos, los progres, viven en el Tibet, como es bien sabido, no en el quartier latín, la quinta avenida, kew garden, los ensanches… ) a costa de cortar la ayuda a los pobres del mundo y a costa de elevar el nivel de las aguas… Curioso. A uno, que, repito, tiene pensamientos retorcidos, se le ocurre que debido a la caída del precio del petróleo, fabricar biocombustibles con maíz ha dejado de ser rentable, y que debido a ello el precio del maíz, de la soja, del arroz, ha bajado. Los hambrientos de la tierra, algo han conseguido, digo yo, vamos. Y en cuanto al calentamiento, pues con la crisis se gasta menos, se consume menos, ergo se quema menos petróleo, menos carbón, menos… así que se enviará a los cielos celestiales menos CO2, vamos, digo yo.
Pero nuestro culto pueblo soberano seguirá pensando, medios ayudando, que la responsabilidad de la crisis está en el tonteras y al mismo tiempo astuto Bush, en los ladinos jeques árabes que se han estado forrando con el precio del petróleo… y, a no tardar, en los inmigrantes, que quitan el trabajo (que no quieren hacer) a los españolitos.

17 octubre, 2008

Ya funciona el nuevo club

Confirmado, ya funciona a pleno rendimiento el sistema de acreditación para profesor titular o catedrático de universidad. Una maravilla de eficacia, objetividad y garantías. Qué gusto cuando se transparenta tanto seso. Ha quedado una cosa como así: al candidato le van a echar un polvete, pero se lo echa uno que sale poco menos que por sorteo y que puede ser de su pueblo o del quinto pino; y el sujeto activo de la penetración también va a ciegas, pues no le dejan ver el cuerpo entero de aquél al que se va a beneficiar, sino sólo la punta de los pies y la parte de atrás de las orejas. Emocionante, ¿eh? Cita a ciegas con un morbo de no te menees.
Ya tengo las pruebas y los testimonios más que sobrados para poder afirmar que vaya un cachondeo de las pelotas. Dos datos, ayer mismo confirmados por protagonistas directos de la jugada. No me refiero a víctimas con mejor o peor fortuna, a candidatos, sino a evaluadores.
Primer asunto: el que el trabajo, la obra y los méritos de un candidato a la acreditación sean informados por uno de su área de conocimiento, del campo concreto o disciplina en que labora, depende del azar o de un dedo más o menos limpio que señala lo que le peta; o de un bombo, vaya usted a saber. Porque, concretando más, ya sé de más de un dictaminador de mi especialidad, la Filosofía del Derecho, al que la Agencia correspondiente le ha pedido que informe sobre candidatos de Historia del Derecho o de Derecho Romano. Y, a partir de estos datos que ya me constan, puedo suponer que así será siempre y en todo: que sobre uno de Derecho mercantil informa alguien de Derecho penal y que a uno de Derecho penal lo evalúa alguien de Derecho internacional privado, salvo que por casualidad coincidan las especialidades de evaluador y evaluado. También tengo noticia fidedigna de un filólogo al que le llegó la petición de la Agencia para que evaluara a un pretendiente de Historia Contemporánea. ¿Por qué no me pedirán a mí que puntúe a algún pedagogo? No hay narices.
Segundo asunto: sé ya de más de uno de esos evaluadores o dictaminadores que, ante la llegada de la documentación de un candidato (que no era de su disciplina, además) y la consiguiente petición de informe, preguntó, sorprendido, lo siguiente: pero ¿al menos no me van a enviar sus obras? Respuesta del funcionario que estaba, indignado, al otro lado del teléfono: en la documentación ya figura fotocopia de las páginas primera y última de cada publicación, para evitar fraudes. Réplica de mi conocido: ya, pero si quiero saber de la calidad de tales trabajos, y no meramente tener constancia de que existen, tendré que poder leerlos o, al menos, ojearlos con bastante calma. Contestación: hombre, cómo se le ocurre, eso sería una labor ingente. Nueva réplica: pero, ¿me los pueden mandar o no? Respuesta definitiva, cortante y perentoria: no, porque no los tenemos, y no los tenemos porque la normativa sólo exige página inicial y final de cada trabajo. Todo esto suena tal que así: como si a usted le pidieran que arbitrara un partido de fútbol sin verlo, sólo oyéndolo por la radio y, para colmo, sin que usted sepa mayormente de fútbol. Estupendo, qué cachondos, ¿verdad? Vivan las agencias estatales a pedales.
Y ahora les pregunto yo a ustedes, queridos amigos: ¿comentamos algo o lo dejamos aquí, pues qué decir que no se sepa? ¿Qué estamos en manos de borregos? Obvio. ¿Qué esto es la anticiencia? Por supuesto. ¿Que viva la corrupción y abajo las garantías? Claro. ¿Que a qué cabeza de chorlito enferma y apestosa se le puede ocurrir un sistema así y lo presenta, encima, como el no va más de la objetividad? Pues se supone que seria a una lumbrera pedagógica con muchos cursos de especialización en variadas competencias y que se mata a pajas en su despacho ministerial. Porque si no, no se entiende.
Pero el mensaje es claro. Si usted quiere ascender y llegar en la universidad a titular y catedrático haga de todo eso que puntúa (tener cargos, asistir a cursos de los que dictan pedagogos analfabetos –sólo la mayoría, ojo; en todo hay excepciones-, montarse estancias en el extranjero aunque no tenga que dar cuenta de lo que hace allí... y escribir mucho, mucho, tener una obra abundante. ¿Y qué ha de haber dentro de tan extensa obra? Ah, eso es lo de menos. Como si rebuzna, como si cuenta películas, como si deja las hojas centrales en blanco. Eso sí, presente muy monas la página primera y la última, que se las van a pedir. Y algún incauto se dirá: ¿Y si resulta que mi obra ha de valorarla uno de mi disciplina que conoce el percal y sabe de mis trampas? Tranquilo, confíe en la suerte. Visto lo visto, no parece probable. Le evaluará alguien que puntuará al peso, tantos cargos, tantos puntos; tantos artículos, tantos puntos; tantos libros, tantos puntos; tantos cursitos para lerdos, tantos puntos. Total: X. Acreditado/No acreditado.
Si no se ve, no se cree. ¿Y qué dice la selecta academia? ¿Cómo reaccionan los muy doctos universitarios? Como mansos corderitos; muchos, incluso, han visto muy bien el tránsito a un sistema tan objetivo, práctico y uperisado. Aunque, ojo, el juicio definitivo dependerá en cada caso de cómo le vaya en la feria al prota. Si te acreditan, qué procedimiento tan bueno y depurado; si no, qué churro y cuánta injusticia. Así somos. Panda de borregos de los c... Por supuesto, todo esto no quita para que pueda haber acreditados con pleno merecimiento y que ya hubieran debido tener su plaza hace mucho tiempo.
Una sola nota para la esperanza: parece que muchos de los profesores llamados a informar sobre los que pretenden acreditación se niegan a hacerlo cuando el evaluado no es de su área. Aún queda gente con un poco de vergüenza. Pero también me han contado que a éstos los están invitando a renunciar y quitarse de en medio, para que figuren los que deben estar: los jetas. Amén.

16 octubre, 2008

La moral del Cuerpo

El día de la patrona de la Guardia Civil me pilló lejos de casa. Fui a dar con un amigo de juventud que es guardia y que me insistió para que lo acompañara a tomar unas cervezas con sus colegas. Andaban críticos y cabizbajos y me interesé por sus tribulaciones. Habían estado en las celebraciones de su Comandancia y hablaban todo el rato de un guardia que ese día había recibido una medalla. Al parecer, era un sujeto poco ejemplar. Recientemente había pasado sus buenos apuros por meter la mano en la caja y por traerse manejos turbios con esos dineros que no eran suyos. También se sabe que usaba los coches de servicio para sus negocios particulares y que hasta los de Asuntos Internos lo tenía enfilado por sus variadas hazañas poco compatibles con el honor que es divisa del Cuerpo.
Me puse a preguntarles cómo funciona eso de las condecoraciones. Que te lo cuente éste, que tiene cuatro, me respondieron. El aludido, entre risas, me dijo: mira, tengo dos por viejo y dos por hacer la pelota. Pero por sincero no tiene ninguna, añadieron los otros. Quise saber más sobre cómo se otorgan las medallas. Hay de todo, por supuesto -me contestaron-, pero a menudo las pocas que se dan se las llevan los que trabajan sentados a la vera de los superiores que las proponen. Y empezaron a señalarse entre sí: éste anda por la montaña y no tiene ni una; aquél se pasa los turnos en la carretera, y tampoco; y el de más allá lleva media vida aguantando noches al relente o jugándose el tipo con cacos, y ni las huele.
Por decir algo, les apunté que, al fin y al cabo, no será tan importante llevar medallas colgadas el día de la fiesta. Replicaron que, si lo prefería, me explicaban el reparto de la productividad. ¿Y eso? También la regalan los jefes a quienes les comen la oreja. Yo iba a preguntarles por sus sueldos, pero ya no me atreví. Ellos se pusieron a despotricar sobre las horas extra, que nunca rebasan los cinco euros, y eso si es en festivo, de noche y no sé qué más.
Volví a casa con un consuelo de ésos que son propios de tontos. Y pensar que me paso la vida echando pestes de la Universidad y de la Administración civil en general... Menos mal que nosotros no tenemos condecoraciones, aunque, a cambio, nos gusta mucho regalar los ascensos a cobistas, listillos y consentidos.
Parece que el mal es general y muy contagioso. Una epidemia en toda regla. El mérito, la capacidad, el esfuerzo y la honradez no están de moda en este país de nuestros pecados. Pero uno, que tiene en la Guardia Civil parientes y amigos a los que quiere y admira, no puede evitar una pena grande. Algo huele raro en este Reino que no es el de Dinamarca. Pero eso sí, todo por la patria.
(Publicado en El Mundo de León hoy, día 16 de octubre).

14 octubre, 2008

La forma de la reforma (universitaria)

Lo de la adaptación del sistema universitario al Espacio Europeo de Educación Superior se está haciendo de un modo más que raro. Se trata de que los títulos europeos sean convergentes, es decir, lo suficientemente parecidos como para que tenga sentido el reconocimiento de cada uno en los distintos países. Sin embargo, aquí el Ministerio español no ha querido dar directrices sobre contenidos mínimos de los distintos planes de estudio, con lo que cada universidad puede diseñar el plan que le venga en gana. ¿Cómo van a parecerse nuestros planes a los europeos si ni siquiera se parecen entre sí? Algunos colegios profesionales, como los de ingenieros, se alarman y dicen que no van a colar los titulados en ingeniería que hayan estudiado quién sabe qué cosas chuscas.
Además, se empieza la casa por el tejado. Antes de poner en marcha las enseñanzas de grado, se instauran en muchos centros las de posgrado, que es como si uno se empeña en poner la azotea antes de levantar los tabiques. Para rematar, en muchos lugares comienzan a decir que los estudios de máster podrán contar como la parte teórica del título de doctorado; o sea, como si el aperitivo fuera parte del postre. Un lío. Para mayor desconcierto, hay universidades en las que no computa la docencia de sus profesores en posgrados. ¿Alguien entiende que la enseñanza en títulos oficiales no cuente como docencia?
Y lo mejor de todo es que ahora resulta que no hay dinero para las reformas. Esto es, usted planea una reforma integral de su casa, encarga los proyectos al arquitecto y avisa a los albañiles, pero cuando le dicen a cuánto asciende la obra, responde que no piensa pagar ni un euro. Las Comunidades Autónomas se apresuraron a pedir las competencias sobre universidades, pero no repararon en que algo tendrán que poner de sus presupuestos para que la institución se transforme y funcione adecuadamente. Contra el Ministerio se vivía mejor.
Los rectores gallegos, por ejemplo, ya están poniendo el grito en el cielo, puesto que los gobernantes terrenales de la educación superior no les hacen caso y les dicen que con su p(l)an se lo coman. Los políticos contestan que vienen tiempos de vacas flacas y que los dineros no alcanzan para lujos. Entonces, ¿hacemos la reforma o no la hacemos y seguimos como hasta ahora?
En España el gasto en universidad no llega el 1% del PIB. La media de los países europeos de nuestro entorno es del 1,3. En Estados Unidos está en el 3,3.
A lo mejor alguien debería plantarse, pero quién. ¿Los rectores? ¿El profesorado? ¿Y los estudiantes? ¿Qué dicen? ¿De cuánto se enteran?
(Publicado por el que suscribe recientemente en algún lugar)

13 octubre, 2008

A mí que me nacionalicen

Ya me perdonarán ustedes, pero me pide el cuerpo seguir dándole vueltas a la economía financiera con el mismo desparpajo que si fuera un alto ejecutivo de la banca internacional; o sea, sin tener ni puta idea, con perdón. Pero es que o uno anda sensible por alguna otra cosa o todo lo que está pasando es raro, raro, raro.
Antes los políticos buscaban los votos con medidas de ésas que se llaman populistas. Ahora buscan la subida de la bolsa con medidas que habrá que denominar bolsistas. Y el pueblo aplaude y vota(rá) con entusiasmo; es decir, si usted quiere que le vote el pueblo, haga que suba la bolsa. ¿Porque el pueblo ha invertido un pastón en acciones variadas? Quiá, porque al pueblo le han dicho que como la bolsa se la pegue, sus altos ejecutivos seguirán igual de chulos, pero que lo que es él, el populus, se va a tomar por la ratambufa hasta el día del Juicio Final por la tarde. El razonamiento es así: si se arruinan los bancos, los bancos no se arruinan, sino usted. Vale.
Andan ésos que los periodistas radiofónicos llaman los mandatarios de los países perdiendo el culo por ver cuál toma la medida que deje más tranquilos a los ciudadanos porque se quedan tranquilos los bancos con su trinque. Aquí, en nuestra nación de naciones, el Gobierno ha decidido avalar las deudas que los bancos contraigan los unos con los otros o con quien les dé la gana de aquí a no sé cuándo. Por cierto, y a propósito de la nación de naciones: ¿por qué no repartimos competencias y que cada nación superchurri se encargue de sus bancos o de las sucursales del terruño? Mira, sobre esto de poner pasta para el chollo bancario no dicen ni pío los ibarreches, por ejemplo. Pero ya que el BBVA es de Bilbao, podían avalarlo los del Nervión. ¿Y el Banco de Sabadell? ¿Ése será de Guadalajara? Pero no, eso me va a tocar a mí, que vivo en León. Qué relativo es el sentimiento nacional; y tan selectivo como el Ibex. Con lo bonito que sería que salieran naciones y autonosuyas diciendo eso de dejádmelos a mi...
Pero al grano. El Estado español responde, creo que hasta cien mil millones en total hasta fin de año, de las deudas futuras de los bancos de aquí -o de Cataluña, Euskadi...-. O sea, que si se vuelven a meter en pufos y luego no pueden pagarlos, tranquilos, aquí estamos usted, yo y el vecino del quinto; oséase, el Estado. Como decimos en Asturias, “será por perres...”.
Vuelvo a disculparme porque renuevo mi matraca de hace días: ¿por qué el Estado no nos avala a usted y a mí? Dicen que la crisis arranca de que hay mucha hipoteca basura, concedida a sujetos que hasta el tonto del pueblo sabía que no tenían con qué pagarla. ¿Cuánto personal de a mil quinientos euros al mes se ha metido a comprar La Ponderosa por aquello de la Bonanza? (el chiste es para viejos, como el país; sorry). Hay mucho morosos en ejercicio y, sobre todo, mucho moroso en ciernes, con la que está cayendo desde que la burbuja se pinchó y empezó a salir el gas fétido que contenía. Y como los bancos no cobran o temen no cobrar de sus deudores -usted, yo, el portero de nuestra casa, que fue el que se compró el rancho...- les da una crisis de confianza y van de gatillazo en gatillazo. Y, claro, les falla también la autoestima. Pero todo arranca, dicen, de que se teme la falta de liquidez derivada de que mucho parroquiano no apoquine por sus préstamos. Corcho, pues ya está: el Estado avala a los ciudadanos deudores, la liquidez reaparece, la confianza retorna y ya pueden los bancos seguir echándonos polvazos como los de antes.
Pero no, los mismos que no podemos pagar, que somos los ciudadanos que formamos la materia prima (por lo de primo) de eso que llaman Estado, avalamos a nuestros acreedores. Repito, por si alguien se ha despistado: el deudor, del que las malas lenguas dicen que no tiene donde caerse muerto, responde por su acreedor, que es un craso Creso que se pasa los días fardando de que este año le han crecido los beneficios un veinte por ciento y que en cuatro días se compra otros tres bancos del mundo mundial. No lo entiende ni la santa madre que lo parió. Lo evidente es que hay que enriquecer la teoría del Estado, añadiendo a sus componentes de toda la vida, territorio, población y poder, uno más: la banca, que siempre gana.
Ni se entiende eso ni casi nada. Repito una idea que ya se me escapó aquí el otro día y que parece que nadie pilló, pues no me han llamado de ninguna Internacional, ni la Primera ni la Segunda ni la Tercera ni la Cuarta: qué ocasión a güevo para cargarse el capitalismo en lugar de andar poniéndole vendajes con la tela de nuestros calzoncillos/bragas. Cierto que no suelo leer periódicos ni panfletos virtuales de eso que llaman los extremos, sean diestros o izquierdosos. El espectro de los diarios que consulto va de La Razón a Público, pasando por eso tan chulo que llaman el centro-derecha y el centro-izquierda. Bueno, pues ahí no he visto ninguna declaración de político izquierdoso que nos grite que a por ellos, que son pocos y están acojonados. No, al contrario, que qué bien que ahora el mercado va a estar más regulado, que qué maravilla que el capitalismo de ahora ya no va a ser de este tipo salvaje que se hace el harakiri, sino capitalismo guapo de narices, con rostro (mucho rostro) humano, etc., etc. Y Bush tenía la culpa de todo, pero hasta que él no movió ficha los otros silbaban tangos y el de aquí decía que qué crisis ni qué leches, que esto va que jode y que qué bien el diálogo y que no haya antipatriotas como los del PP. Y ahora Zapatero avala las deudas futuras del Estado con mi dinero y el del conductor del bus, ambos hipotecados con los bancos, precisamente.
¿Y qué me dicen de la talla que se gasta nuestro Estado? Tenemos un Nacho Vidal con bandera e himno, qué cosa. Porque aquí sale pasta sin tasa, lo mismo sacamos cincuenta mil millones para comprar activos que tropecientos mil para avalar a los bancos, pobriños.
Yo ya sé lo que voy a pedir a los Reyes Vagos para enero: que el Estado me avale; o, si no, que me nacionalice. ¿Acaso voy a ser menos que un banco cualquiera? Es que ya se me acabaron los cuatrocientos euros, ¿sabe usté? Se los llevó enteritos mi banco en comisiones obreras.
Y lo siguiente que voy a pedir, aunque todavía no sé a quién, es que unos cuantos de los penalistas amigos me cuenten lo del delito de estafa sin hacer que me muera de risa. A ver si lo consiguen. Porque resulta que siguen enchironando a los de la estampita y el tocomocho, pero a los directivos de la banca que nos la dan con queso y a los que tenemos, encima, que sacar de apuros, no los toca ni Zeus. De esta dejo lo del Derecho y me dedico al macramé; o a atracar ancianas como un maldito presidente de consejo de administración; lo juro.

El desmentido a la carta. Por Iñaki Ezkerra

(Publicado en El Correo hoy, 13 de octubre).
La noticia causó una gran conmoción en toda España hace unas semanas: José María Aznar negaba ser el padre del niño que esperaba la ministra francesa de Justicia Rachida Dati. Estábamos todos convencidos de tal patermidad y de pronto nos dan el terrible disgusto de ese desmentido; de repente nos cae ese jarro de agua fría para mí sólo comparable a si un día me entero de que Pepiño Blanco no es el padre de los gemelos de Angelina Jolie. La verdad es que esta idea que se le ocurrió al brillante gabinete de imagen de Aznar es pistonuda: darnos noticia de relaciones inexistentes o sea informar en exclusiva de la nada. A mí me parece que un milagro semejante resulta digno de ser estudiado en todas las facultades de periodismo y sólo puede ser comparado con la multiplicación de los panes y los peces. No me extraña nada que mi admirado Francisco Sosa Wagner no haya querido ser menos y haya decidido por su cuenta y riesgo iniciar ya su campaña para las elecciones europeas como candidato del partido de Rosa Díez afirmando con admirable gallardía y sin ningún complejo que él es el padre del hijo de la guapísima soprano rusa Anna Netrebko.
Junto a la de Aznar, la confesión de Sosa Wagner resulta un tanto elitista, algo así como un ligue de arte y ensayo, pero lo más interesante y más bonito -por qué no decirlo- es que sugiere el derecho del ciudadano a la confesión, al deseo, a la fantasía a la carta. Puestos a dejar volar la imaginación, por qué detenerse en una ministra de Justicia gabacha que está de buen ver y no aspirar a los mitos sexuales que conforman la propia sentimentalidad estética y particular de cada uno. El camino abierto por el profesor Sosa Wagner ofrece una serie infinita de posibilidades aunque tengo que reconocer que a mí personalmente me gusta, más que la licencia literaria de la confidencia pública, la variente aznarista del desmentido. A partir de ella es posible que mañana se interrumpan todas las programaciones de televisión del país para que asome por las pantallas el careto de Teresa Fernández de la Vega anunciando que es totalmente falsa su relación con Tom Cruise. A partir de este momento puede pasar cualquier cosa. Ya le veo a Patxi López negando rotundamente sus relaciones con Florinda Chico en plan de promocionarse el hombre para las autonómicas. Ya le veo al propio Ibarretxe negando -cosa bastante verosímil- las relaciones consigo mismo. Sí, queridos lectores, no puedo concluir estas líneas sin verme en la dura obligación de comunicarles en exclusiva que entre Sandra Bullock y yo no hay nada.

12 octubre, 2008

Educación para la soga. Por Francisco Sosa Wagner

Tiempo este de turbulencias económicas y financieras, tiempo de desasosiego, de un ir y venir con planes de rescate, bolsas que se desploman, índices que se abaten y números más rojos que Negrín. Los gobernantes se agitan en sus cenáculos, se reúnen, cetrinos y con las ojeras como bulbos, rascan el bolsillo de los contribuyentes para pagar, extender cheques, dar avales, comprar negocios ruinosos, adquirir acciones ... todo se ha vuelto un carnaval de cifras que fueron, ay, altivas y engalladas pero que hoy reptan abatidas por el parqué de los templos del dinero.
Si el euro vuela, el dólar se esfuma, si nikkei nos amarga el desayuno, dow jones nos da el almuerzo, definitivamente no hay descanso y el repiqueteo de las malas noticias es como un ir y venir de arañas malignas, es el tiempo en que las sonrisas se agrian y todo queda entregado a los antojos del huracán de las cotizaciones.
Hay bancos y aseguradoras y empresas inmobiliarias que sufren temblores y se convierten en pocas jornadas en fantasmas abatidos, frágiles figuras que ya no emiten sino tristes sones. Los negocios se les han esfumado y es llegada la hora de llamar en auxilio al Estado, al municipio, a lo que se ponga por delante para tapar un agujero o pagar una letra más vencida que Napoleón en Waterloo.
Todo se ha vuelto un garabato de desconcierto en la “civitas cupiditatis”. No suena sino la música de una borrasca de vidrios rotos.
Pero ... pero hasta ahora no hay un solo directivo, no hay un solo responsable de esos negocios, que fueron y ya no son, un señor con cara y ojos que haya tenido la cortesía de aparcar el coche, abandonar el portafolio en la chaise-longue y acudir al desván en busca de una soga, hacer en ella un nudo corredizo y colgarse de una viga.
Al contrario, desaparecen de la escena pública “en douceur” y como disimulando para ir a descansar de sus fatigas a un paraíso fiscal donde hay clarear de soles, surtidores de champán como tallos vigorosos, almendros en flor y esas mujeres muslonas que ofrecen el tostado de sus pieles desnudas al tacto de los dedos ávidos.
En esto es donde se advierte la diferencia de los tiempos. Antiguamente el empresario arruinado acudía a la Iglesia, seleccionaba a un confesor de sotana trabajada por los brillos, de él recibía el consuelo del perdón, escribía una carta con letra menuda y presurosa en la que explicaba al juez o a su familia su determinación y se ahorcaba. Con valentía y caballerosidad, con la buena crianza que había aprendido de sus mayores. Lo encontraban al día siguiente frito,balanceándose en la cuerda con la lengua fuera pero ya arribado al puerto de la paz eterna. La contabilidad le había sido esquiva y él había sabido responder con modales educados.
O bien subía al séptimo piso de un edificio, seleccionaba un balcón con buenas luces, lo abría de par en par y se precipitaba al vacío, circunstancia que aprovechaba para matarse bien pegado al asfalto que lo acogía para mecerlo en su último sueño.
Así se condujeron muchos empresarios cuando la gran depresión de 1929 inauguró en Nueva York la noche negra de las cifras rojas. Caían por las ventanas los directores de empresa como frutas maduras, los vendedores de sogas no daban abasto, tal era la abultada cartera de pedidos que habían de despachar cada mañana en cuanto se abría la Bolsa y se constataban las pérdidas millonarias. Faltaban ganchos para tanta demanda, faltaban desvanes y ciudades hubo donde fue necesario improvisarlos como se improvisa la acogida urgente de los afectados por una riada o por el despertar de un volcán.
Pero sin tener que ir tan lejos, en España, en Oviedo, el padre del gran escritor Ramón Pérez de Ayala el día que descubrió la jugarreta que le había hecho el pasivo de su negocio, se ahorcó dejando a su hijo la carta en la que le animaba a escribir “Troteras y danzaderas”.
Eran tiempos, sí, de cortesía, de urbanidad, y, ¡qué caramba! de cumplimiento estricto del deber. Hoy, si no podemos aspirar a tanto, al menos que estos desalmados manden decir unas misas.

11 octubre, 2008

Todo patas arriba

Nadie está donde se le espera, nada como se lo supone, todo va “al devalu”, como se dice en Asturias, y que significa al albur de las mareas, sin timón, sin control ni guía. Ya da risa.
Lo último entre lo anecdótico, pero significativo, es esa frase de Rajoy cuando no sabe que tiene los micrófonos abiertos: “Mañana tengo el coñazo del desfile. En fin, un plan apasionante”.
Se consuma lo que se veía venir. A la derechona ya no le gustan ni las banderas, ni las patrias, ni los himnos ni los desfiles. Pronto dejará de ir a misa. Se están haciendo ácratas a todo meter. Y como en estas cosas funciona algo así como la dinámica de fluidos o de yo qué sé qué misterios cósmicos, hueco que deja libre un cuerpo, lo ocupa otro cuerpo, no necesariamente serrano. Por ejemplo, según la derechona va pensando que vaya rollo lo de los ejércitos y los desfiles y que por qué no vamos todos a comernos los huevos a casa Lucio, una parte de eso que antes era la izquierda y ahora vaya usted a saber qué será, anda soñando con patrias nuevas con muchas embajadas, ejército y policías propios con uniformes comprados en China. ¿Se imaginan que Cataluña ya fuera independiente y soberana del copón, que se celebrara el día de la nación catalana con un desfile de los ejércitos aborígenes, con todos sus cuerpos, y que Carod, Puigcercos o Montilla -se me ha olvidado el nombre del de Izquierda Unida o como se llame, importántisimo personaje del progresismo actual con corbata de seda; lo siento- dijeran eso de “Tengo que ir la pijada del desfile”? La que se armaría: chirriarían las esencias de la nación, se reabrirían las cicatrices de la patria, llorarían en sus tumbas los viejos héroes de la tierra, se deprimirían la Blut y el Boden. Y todas esas cosas tan monas que dicen siempre los nacionalistas, antes de derechas y ahora de izquierdas.
Ahora bien, aviado va Rajoy si piensa que, ya metida la pata hasta el corvejón, esto le va a quitar ni un ápice de su condición de facha irredento y de culpable de que todos los veranos llueva en unas partes que ya están mojadas y haya sequía donde hace falta el agua. Ah, y de la crisis económica mundial, nacional, municipal y parroquial. Porque cuando decía que la preveía, lo que quería era provocarla; y la provocó, el muy taimado.
Urge que Pepiño lance una soflama a las fuerzas armadas y les explique que el ejército es la columna vertebral de la nación y que la nación es lo primero, que lo que le falta a la derecha es amor a la patria y que vamos todos juntos en unión defendiendo la bandera de la santa tradición y que arriba España y vivan sus diferentes naciones. Apuesto una merienda a que en menos de tres días lo casca. Porque, al fin y al cabo, la casquería es lo suyo.
Pero pongamos la mira donde debemos y dejemos al pobre Pepiño, que bantante tiene ya. Es la derecha la que nos sume en el desconcierto y la desmoralización. Porque vamos a ver. Empezó el despendolado Cascos enlazando señoras y divorcios como un nihilista sin norte. Razón por la cual tuvo el gobierno progresista que dictar normas a tutiplén para rescatar la viaja idea de familia basada en el matrimonio, por ejemplo tentando a los homosexuales para que se casen en lugar de darse a la disolvente promiscuidad. Luego va la derecha, encabezada por su líder natural, el Bush, y se pone a meterle mano al capitalismo, poco menos que nacionalizando bancos. Y la izquierda, pillada con el paso cambiado, se apresta como loca a rescatar también el capitalismo y a ayudar a las ejemplares instituciones financieras. ¿No era esta la ocasión para darle la puntilla al capital multinacional, globalizado y supercalifragilístico?
La progresía salva la familia, salva el capitalismo, salva la idea de nación, quiere que la universidad esté cada vez más en manos de las empresas y le pone pegas a la inmigración. ¿A dónde vamos a parar? Ahora que Rajoy nos sale con que los desfiles son un rollo va a tener la izquierda que recordarnos lo de que si vis pacem, para bellum y que el mejor ataque es una buena defensa, con Sergio Ramos en el eje de la zaga.

10 octubre, 2008

Ah, y no se pierdan lo de Millás

Estupenda a más no poder la columna de Juan José Millás hoy en El País. Pero ¿por qué llama mafia a los promotores y tal que tienen muchos billetes de quinietos? Y al final ¿cómo es ésto? ¿Tenemos que ayudarlos nosotros a ellos o nos han de ayudar ellos a nosotros? No lo entiendo. Un lío.
Aquí está el texto:
Banca y Estado. Por Juan José Millás.
Cuando los socialistas estaban a punto de ganar las elecciones en 1982, la derecha tenía miedo de que nacionalizaran la banca. Tanto era así que Felipe González tuvo que tranquilizar a esos sectores asegurando que el triunfo de la izquierda carecería de significado real. Sólo aspirábamos a que España funcionara, o sea, que las cartas llegaran a sus destinatarios, los trenes salieran en hora y las comisarías no fueran centros de tortura. Apenas unos años después hay en todo el mundo capitalista un clamor para que los gobiernos, sean del color que sean, nacionalicen su gestión, sus dineros, sus meteduras de pata. Si los gobiernos se avienen, es porque sin banca no hay Estado. Aquí quiebra el Ministerio del Ejército y no pasa nada, quiebra el de la Vivienda y no pasa nada, quiebra el de Cultura y no pasa nada, quiebra el de Trabajo y no pasa nada, quiebra el de Justicia y no pasa nada, y así de forma sucesiva. Pero si quiebra la banca nos vamos todos al cuerno. Pese a no haber un ministerio de la banca, la banca es la sustancia del Estado.
Junto a esta iniciativa nacionalizadora que recorre el mundo, se advierte también una corriente (todavía subterránea) dirigida a solicitar a la mafia que ponga en circulación el capital que tiene retenido en billetes de 500 euros. Ya se anuncian, de maneras más o menos sutiles, ventajas fiscales para ese dinero negro importante en las épocas de bonanza, pero indispensable en temporadas de vacas flacas. Quiere decirse que la mafia es otro de los pilares del Estado del que sólo nos acordamos cuando truena y ahora truena lo suyo. Queda la Iglesia, que afortunadamente goza de buena salud, como demuestra su presencia en todos los actos oficiales. Pero si pasara por dificultades, no sufra su Santidad, la nacionalizamos también (hasta que escampe), junto a la mafia y a la banca.

Los viejos profesores están hasta el gorro. Un artículo de Gabriel Albiac

Esto publica Gabriel Albiac hoy en La Razón. Uno más.
En la universidad va camino de ocurrir lo contrario de lo que suele pasar en los barcos: se hunde, pero sólo se quedarán las ratas.
El error más grave. Por Gabriel Albiac.
El 16 de febrero de 1673, Johannes Ludwig Fabritius, Profesor en la Academia de Heidelberg y Consejero del Elector Palatino, transmite «al muy sagaz y celebérrimo filósofo» Baruch de Spinoza la invitación de su «Serenísimo Príncipe» para que se haga cargo de una cátedra de filosofía. «No hallaréis» -escribe el consejero al enigmático pensador, al cual, tras su expulsión del judaísmo, todos sospechan ateo- «príncipe más inclinado a favorecer las mentes destacadas... Tendréis la más amplia libertad de filosofar? Si aquí viniereis gozaréis de una vida placentera y digna de un filósofo». Cortés pero sucinto, Spinoza dice no. Pues, no habiendo tenido intención nunca -escribe- «de enseñar en público, no me es posible aceptar esta magnífica oportunidad? Ya que pienso, en primer lugar, que tendría que abandonar mi investigación filosófica, si quisiera dedicarme a la instrucción de la juventud. Y además, estimo que no conozco los límites a los que debe restringirse mi libertad de filosofar? Veis, por lo tanto, Gran Señor, que no me guía la esperanza de una fortuna mejor, sino el amor a la tranquilidad, que creo poder conservar de algún modo absteniéndome de las lecciones públicas». Y Spinoza sigue viviendo de su oficio. Artesanal y discreto. Un eficiente tallador de vidrios ópticos. Ni bien ni mal pagado. Lo justo para costear su pequeña habitación realquilada.
No conozco a uno solo de los que en mi generación se han dedicado a esta bella inutilidad de la filosofía que no lamente haber traicionado el postulado de Spinoza: vivir de cualquier cosa menos de la docencia. Porque es cierto, como la carta de 1673 confiesa, que filosofía y enseñanza se excluyen siempre. El gran spinozano que sería Schelling cristalizaba esa repulsión, un siglo y medio más tarde: «Quien quiera en verdad filosofar debe renunciar a toda esperanza, no debe querer nada, no debe saber nada, ha de sentirse solo y pobre, y darlo todo para ganar todo. No es cosa fácil: es penoso separarse, por así decir, de la última orilla». Alguien que pretendiera «enseñar» algo así de verdad desde una cátedra vendría a ser, en nuestras cursis sociedades, una excéntrica variedad de corruptor de menores. Como Sócrates en la Atenas de hace dos milenios y medio.
Leo el informe de LA RAZÓN sobre la enseñanza en España. Demasiado sé que es la desmoralización real del profesor aún mucho más honda de lo que ninguno de nosotros dice. Esto se ha acabado. No, no es que nuestros alumnos sean malos. Ni buenos. Es que no saben leer. A partir de eso, todo juicio adicional es tiempo perdido. Y la certeza de que hubiéramos debido ganarnos el condumio con algo artesanal, que no hubiera aprisionado nuestras mentes en este cementerio, es hoy, entre los de mi edad al menos, un remordimiento para el cual no hay cura. En la Universidad hemos perdido lo mejor de nuestras vidas. Nuestras vidas. Muy pocos catedráticos de mi generación quedarán en la Universidad española dentro de dos o tres años. La solicitud de prejubilaciones es masiva. Hay que salir de aquí, esto se derrumba. Que, al menos, no caiga sobre nuestras cabezas.

08 octubre, 2008

Siempre nos rescatan los malos

(Publicado en el Mundo de León hoy, jueves 9)
Leo en El Mundo del lunes que el Gobierno anda engrasando un arma secreta para fulminar la crisis económica. No consiste en suprimir cargos inútiles por razón de género o especie, ni en convencer a los médicos para que no den bajas laborales a los enfermos imaginarios, ni en poner a trabajar a los liberados sindicales que llevan veinte años sin doblar el espinazo, ni en animar a los inspectores de Hacienda para que persigan a los defraudadores de tomo y lomo. Precisamente se trata de lo contrario de esto último. Nuestros ilustradísimos y muy progresistas gobernantes quieren poner señuelos para que los que se han forrado de dinero más negro que conciencia de concejal de urbanismo saquen del colchón esos fajos enormes de billetes de quinientos euros.
Por eso el ciudadano del montón no había visto ninguno. Al parecer, los padres de la patria enladrillada y otros potentados de buen vivir y mal actuar ocultan fuera de los bancos más de 54.000 millones de euros en tales papelitos. Fruslerías. Razón de más para convencernos de que esos sacrificados constructores y promotores merecen ayudas del Estado, ahora que se han quedado con los pisos compuestos y sin novios hipotecados que los compren. Dicen que si esos honrados caballeros llevan semejante capital a los bancos, se acaban los problemas de liquidez y vuelve a ser posible que los parroquianos obtengan préstamos para comprarles pisos a los mismos próceres. Es como la pescadilla que se muerde la cola; por no decir algo más políticamente incorrecto sobre contorsiones y autochupetadas.
Lo simpático será ver qué se inventa este gobierno progresista y muy moral para que esos cresos avispados aparezcan por las sucursales bancarias con unos porteadores que les lleven los sacos de billetes. No creo que baste prometerles amnistías fiscales, pues semejante tropa está amnistiada por definición y porque, si el Estado se pone chulo, se compran hasta el edificio de Hacienda y lo rehabilitan como burdel de lujo, más que nada para diversificar inversiones. Habrá que ofrecerles presentes que los tienten más, como desgravaciones vitalicias, medallas al mérito en el ahorro, enchufes en el Juicio Final y participaciones jugosas en los negocios públicos, tipo energía solar y así.
Es la historia de siempre. A la hora de la verdad y cuando pintan bastos, acudimos a los macarras del barrio para que nos saquen de los apuros con sus artimañas. Y, claro, el barrio cada vez se nos parece más a Sicilia.
A mí, modestamente, se me ocurren otras alternativas para dar con los dichosos billetes, pero no sé si serán bien vistas en estos tiempos de pacifismo fofo y de cogerse el alma con papel de fumar.

Ayudemos a los pobres... bancos

Seré franco (¡fiiiirmes!): de economía no entiendo ni palabra. Por ejemplo, no sé exactamente que entes misteriosos son esos llamados activos financieros que el Estado va a comprar a los bancos para que éstos vuelvan a tener parné en sus arcas para practicar con nosotros la usura. Desde ayer por la tarde repaso compulsivamente los periódicos y no averiguo nada claro al respecto. Será que nadie lo sabe; o que conviene guardar el secreto entre los iniciados. De todos modos, mi ignorancia económica encuentra fácil consuelo, pues, con tantos economistas la mar de expertos y sabios que hay en el país y en el mundo entero, resulta que ninguno es capaz de prever un carajo lo que va a pasar pasado mañana -bueno, el otro día leí que hubo uno que sí vio venir la hecatombe, pero todos se descojonaron de él y ahora lo llaman para dar muchas conferencias y aconsejarles en qué invertir en este momento- y a todos pillan las crisis tan en pelotas como a los de mi pueblo, que somos unos zotes que nunca nos aclaramos sobre si conviene más acostarse con Keynes, montárselo en plan individual pensando en Hayek o hacérselo a lo trío con el matrimonio Friedman.
Por lo dicho, ustedes disculparán el atrevimiento de estas parrafadas, escritas desde el sentido común, a falta de sentido económico. Pero es que no acabo de comprender esta movida que se ha sacado de la manga don Zapatero, economista de pro y asesorado, además, por otros expertos de reconocidísima sorbencia (sic). Por lo visto, el Estado va a comprar, a base de emitir deuda pública, activos financieros a los bancos, para que éstos tengan más pasta para volver a prestar y que el carrusel no deje de girar. Ojo, no serán activos tóxicos, que, naturalmente, tampoco sé en qué consisten, pero que deben de ser “de lo más pior”, como diría Pepiño. ¿Habrá también activos transgénicos? ¿Y activos con polución, incluso diurna? ¿Y activos con lamparón? Seguro que sí. Tengo que ponerme al día.
O sea, y si pillo algo, las cosas serán así: el Estado se endeuda con los ciudadanos para conseguir pasta para comprar a los bancos esos chismes tan activos y tan sanos. Pero, si tan estupendos son los activos de marras, ¿por qué no los compran directamente los ciudadanos, sin pasar por la deuda pública ni los contratos con el Estado? Porque no se fían de los bancos, seguramente, y de este Estado sí. Aviados estamos. Esto empieza mal.
Pero concedamos que los bancos necesitan liquidez (mire, como usted mismo, igualito; alíviese) porque tienen mucho cliente moroso y porque entre ellos ya no se fían, en ninguno de los sentidos de la expresión. Así que como no son de fiar, sólo el Estado puede fiarse de sus activos y fiarles la pasta que los curritos le dejen al Estado. Bien, aplastante lógica político-económica. La ciudadanía le pasa dinero al Estado para que éste se lo deje a los bancos a fin de que éstos puedan volver a prestárselo a los ciudadanos. Elemental, no sé cómo no lo había visto antes.
¿Y por qué hace falta que los bancos tengan de nuevo con qué hacer préstamos a los ciudadanos? Para que éstos puedan volver a gastar de lo que no tienen y comprar con lo que no es suyo. Estupendo. ¿Y con eso quién gana? Coño, quién va a ganar, los bancos. Pero resulta que si los bancos no ganan, los que se van a tomar por el saco no son los banqueros, sino usted y yo y el sistema económico todo, al menos en la parte que no esté en las Islas Caimán (¿quién diablos les puso el nombre tan oportuno?) o en billetes de quinientos bajo el colchón de los constructores (qué edificante: debajo del colchón el saco, encima una maciza local que aspira a ser actriz o modelo y más encima todavía el promotor forrado). No hay tu tía.
Las cosas van encajando a las mil maravillas. Lástima que sea socialista el gobierno que les pone a los bancos la cama, nuestra cama concretamente. Porque en esto del socialismo uno también está más desfasado que leninista en consejo de administración. Pero recapitulemos y prosigamos. Los bancos andan flojos de liquidez porque hay mucho personal que se ha metido (¿lo han metido los bancos?) en créditos hipotecarios que no puede pagar y, además, los bancos de fuera ya no les prestan a los de aquí porque éstos no tienen liquidez. O sea, que los bancos prestaron a los ciudadanos sin liquidez bastante, pero los bancos entre sí sólo se prestan cuando son ricos y están boyantes. Qué cosas. Y para que los bancos tengan liquidez, el gobierno pide guita a los ciudadanos y se la pasa a los bancos, comprándoles los pufos. Vale. Pero se supone que no se los comprarán a precio de pufo, pues entonces no les alcanzarán los dineros que el Estado les dé. Qué lío.
Y ahora vamos con la cosa socialista. ¿No tendría más sentido, ya que somos progresistas y estamos a muerte con el pueblo, rama desfavorecidos, que el Estado les pagara directamente las hipotecas a los curritos que no pueden con ellas? Los bancos recibirían esa dosis sin las que se ponen imposibles, por lo de síndrome de abstinencia monetaria, y el populacho saldría del apuro. ¿Qué como se hace eso? Hombre, pues se les endilgan a los ricos unos impuestos guapos y con ellos se alivian las deudas de los pobres. ¿Y éstos se libran por el morro? Pues no, el Estado les va cobrando, que bien que sabe y bien que puede cuando quiere. Por ejemplo, les aumenta las retenciones fiscales para ir resarciéndose; o les pone unas cuotas más llevaderas o un interés menos usurario. Ah, cierto, se me olvidaba: si todos, ricos y pobres, recibieron ya sus cuatro cientos euros, ¿ahora de qué se quejan?
Ya sé, ya sé. Si este Gobierno no lo hace, será porque resulta imposible. Bobadas mías, propias de un iletrado o, mejor dicho, de un inumerado. Obvio resulta que si los zapateristas van a aplicar la misma política de Bush, más o menos, será por dos razones de peso: porque no cabe otra y porque es la opción más progresista. Pero, ¿no habíamos quedado en que la culpa de todo la tenían los gringos de Bush, neoliberales, neocons y precoces eyaculadores de moneda?
Menos mal que el PP va a a-poyar. Al fin el ansiado consenso. Albricias. Así, si sale bien será porque el PP al fin vio que Zapatero está en el Buen Camino, en la Vía Láctea, como quien dice; y, si sale mal, será culpa del PP, que siempre apoya cuando debería haber advertido que no era por ahí. La banca gana siempre; Pepiño también.
Nada, nada, demos nuestra confianza a nuestro legítimo gobierno. Cuestión de fe. Y ya se sabe que la fe suple lo que a la razón no se le alcanza. Amén.