30 abril, 2008

¡Marchando cuatro de cine! Por Rafael Antuña Egocheaga

El llamado “séptimo arte” siempre permite la agradable tarea de plasmar unos breves comentarios, que espero sirvan para informar, entretener y -¡como no! – fomentar la pasión que conlleva para muchos.

1.- SEXO, MENTIRAS Y HOLLYWOOD. Un libro de los llamados imprescindibles.

El cine no solo son películas en todas sus versiones (salas, DVD, televisión...), sino que hay también su lado escrito, donde hay además una ingente marea de publicaciones interesantes. Y cuando se da con una de gran nivel, uno se llena de satisfacción.

El libro citado es una de estas “joyas”, donde su autor, Peter Biskind (prestigioso periodista especializado de USA), nos regala más de 680 páginas abigarradas y apasionantes, con ese estilo tan eficaz y común en tierras norteamericanas, que hace que nos cueste cesar en su lectura.

No, no busquen morbo, el título solo parafrasea la sorprendente y genial película de Steven Soderbergh, SEXO, MENTIRAS Y CINTAS DE VIDEO. Sobre la misma y sobre su director podría escribirse mucho, pero no es el momento; aunque no puedo pasar sin decir que a pesar de su éxito inicial, este director-autor pasó una verdadera “travesía del desierto” de unos diez años, hasta que finalmente se ha encumbrado y se permite el lujo de acometer obras personales como TRAFFIC o meramente comerciales como OCEAN’S ELEVEN.

Pues bien, el libro trata de acometer los secretos e interioridades de un período de más de doce años que resultó realmente trasformador para el llamado cine independiente americano, centrándose (como indica el subtítulo del libro, que por tanto no tiene intención de engañar a nadie sobre su contenido) en la historia de la productora MIRAMAX (con el devenir paralelo de otros productores independientes) y en el FESTIVAL DE CINE INDEPENDIENTE DE SUNDANCE (creación del gran Robert Redford, el cual no sale demasiado bien parado en el libro), con apariciones intermitentes de múltiples personajes “secundarios”, como el citado Soderbergh, Tarantino, De Niro, Bob Thorton, Matt Damon y Ben Affleck, Roberto Benigni y un largo etcétera, desarrollándose la narración con un verdadero río de lectura apasionante.

Sí, no se sorprendan, ahora todos conocemos a MIRAMAX como una gran compañía que es propiedad de DISNEY, cuyo logo nos encontramos en películas de gran éxito que parece que poco tienen que ver con el cine independiente (incluyendo una masiva presencia en los Oscar en los últimos diez años), pero esto no tiene nada que ver con sus inicios y uno se sorprende de cómo ha llegado hasta allí de la mano de los irrepetibles hermanos “manostijeras” Weinstein.

No hay espacio para más, por lo que me remito al libro, no sin antes destacar lo necesario que es enterarse de todo lo que es el proceso de gestación de una película y todo lo que condiciona el resultado final que vemos en la pantalla: compra de idea o guión, preproducción, selección de repartos, firma de contratos, filmación, postproducción (de aquí viene el sobrenombre de los hermanos Weinstein, siempre empeñados en “arreglar” las películas en el montaje a costa de pisotear a su director, todo en aras de experiencia en viabilidad comercial, jugando al límite aunque no se los permitiesen las cláusulas contractuales –siendo habituales las que dejan el montaje final en manos del director siempre que se ajustase a un máximo de tiempo establecido, normalmente dos horas de duración- y actuando muchas veces como verdaderos extorsionadores y enemigos peligrosos..., aparte de su reiterada técnica de hacer pases de prueba con público real para decidir el montaje final) y distribución en salas nacionales (del numero de ellas depende mucho el éxito de una película, así como el gasto en publicidad, en lo que eran maestros los hermanos), del extranjero, en video y en televisión por cable. Sin olvidarnos de las “maniobras” para obtener una buena cosecha en los Oscar (nos enteramos así de que Roberto Benigni obtuvo su Oscar al mejor actor por LA VIDA ES BELLA gracias a sus encantos y simpatía personal ,que derrochó en innumerables eventos en Hollywood el mes antes de la ceremonia).

No se lo pierdan.

2.- SHORTBUS. Una película absolutamente sorprendente.


Es posible que no hayan oído hablar de la misma, pues su difusión comercial en 2007 fue realmente escasa y por Asturias creo que ni pasó.

Pero baste que les diga que es la película con mayor número de minutos (y son muchísimos) de sexo explícito de la historia del cine, sin ser una película pornográfica.

Se desarrolla a través de tres historias personales que se narran paralelamente y acaban convergiendo en el “Shortbus”, una especia de club liberal de intercambio (y mucho más), que es algo que sin duda solo puede encontrarse en un Nueva York post-moderno.

Personalmente tengo que decir que la historia engancha en lo personal (a pesar de mi rechazo visual de la escenas de sexo gay) y produce la sensación de que se nos está contando algo muy personal y humano. Me sumo, por tanto, a las palabras de Sergio Benítez cuando dice: “...aunque lo parezca, ... no es una película sobre sexo, es una película sobre la libertad y la autodeterminación del individuo”.

Su gestación es obra personal de John Cameron Mitchel (autor de un musical “alternativo” que triunfó en los escenarios “off-broadway” de N.Y. y que luego llevó también al cine, protagonizándolo el mismo, llamado Hedwig and the Angry Inch; que posteriormente, ya como película, triunfó en el Festival de Sundance de 2001), sobre el que invito a todos a profundizar pues es un verdadero genio del cine independiente (búsquenlo en la web labutaca.net, entre otras). Y su obra no fue flor de un día, sino que esta gestada con un proceso de recopilación de videos con historias personales, de las que luego se nutre la película, y un sin fin de improvisaciones de los actores (especialmente en las escenas de sexo en grupo en unas de las salas del “Shortbus”).

Al resultado final contribuyen una música excepcional y unas imágenes de ordenador de un N.Y. que parece de plastilina, realmente geniales y sorprendentes.

No se la pierdan, que se puede localizar con cierta facilidad.

3.- LA SOGA. El sesenta cumpleaños de una de las grandes obras del maestro Alfred Hitchcock.

Es no solo una de las obras más grandes y personales del impagable “gordinflón” (ejemplo destacable del “suspense” de que era especialista señero, pues el asesinato se produce al principio del film y a pesar de ello nos arrastra inevitablemente en su visionado sin que perdamos un ápice de interés), sino un verdadero hito técnico en su filmación (me remito a las explicaciones que da el propio Hitchcock en el libro de conversaciones con François Truffaut), pues no solo se desarrolla en tiempo real desde el principio al fin (con los cambios de decorados con movimientos de nubes y la propia luz solar, pues la acción transcurre en una apartamento acristalado de N.Y.) sino que además es una película filmada “en una sola toma”, es decir, sin cortes (hay que explicar que los rollos de filmación duran diez minutos, por lo que los enlaces entre cada uno se producen con el paso de una persona delante de la cámara que ciega la escena y con ese movimiento de persona se comienza el siguiente rollo).

Recientemente he podido leer un artículo sobre esta película (llamada ROPE, o sea, solo SOGA en inglés) en la revista de internet “El Catoblepas” (dirigida por el ilustre Gustavo Bueno) donde su autor Raul Fernández Vitores, aparte de comentarla de modo interesante, pretendía finalmente relacionarla con la SHOAH (que no es ni más ni menos que el genocidio de los judíos por el régimen nazi, analizando si la película era una alegoría del nazismo o una tesis sobre la homosexualidad), pero esto último me pareció totalmente fuera de lugar, por mucho que queramos ver paralelismos de comportamiento nazi en los asesinos del film, supuestamente homosexuales (que causan la muerte de su víctima por estrangulación con una “soga” por la mera decisión de hacerlo, como un acto de maldad pura).

No se pierdan la oportunidad de re/visionarla en cuanto puedan.

4.- LOS FALSIFICADORES. Un oscar merecido para otra genial película sobre el exterminio judía por los nazis.

Esta producción alemana y austriaca, dirigida por Stefan Ruzowitzky, nos cuenta una historia real de Salomon Sorowitsch, insigne falsificador y bohemio, que tras su confinamiento en el campo de concentración alemán de Sachsenhausen en 1944, aceptó colaborar con los nazis en la mayor operación de falsificación de billetes de la Historia, con la que se pretendía contribuir a la financiación de la guerra. Durante los últimos años del conflicto, cuando el Reich veía cercano su final, las autoridades decidieron imprimir sus propios billetes en las divisas de sus principales enemigos. Con aquel dinero falso pretendían anegar las economías de los países rivales y al tiempo llenar sus propias arcas, vacías por la guerra. En dicho campo de concentración dos barracones fueron aislados del resto de las instalaciones y del mundo exterior para ser transformados en perfectos talleres de falsificación. Así nació la denominada Operación Bernhard...

Tuve ocasión de visitar dicho campo de Sachsenhausen, que está situado a unos 60 km de Berlín, llegando a sentir una intensa emoción al pisar sus instalaciones, hasta el punto de no poder resistirme a escribir, en unas notas que dejaban para que los visitantes expresaran sus opiniones, simplemente las palabras “befehl ist befehl” (las órdenes son las órdenes), como protesta anónima por seguir sin comprender cómo el pueblo alemán fue capaz de consentir (aplaudiendo o apartando la vista en la inmensa mayoría de los casos) todo aquello.

Esta película se suma a la larga lista de grandes filmes que recientemente hemos podido visionar sobre el holocausto, comenzando por LA LISTA DE SCHINDLER de Spielberg (con la realización impactante que este genio del cine sabe dar, sin que quede exenta de críticas, como por ejemplo que en las escenas en que se amontonan cadáveres desnudos de judíos muertos, veamos personas normales y no los “esqueletos andantes” que producían los campos de exterminio), a la que han seguido LA VIDA ES BELLA, de Begnini, (sorprendente obra maestra del que hasta entonces había sido un cómico de segunda), EL PIANISTA, de Polansky, (cinta algo sobrada de metraje, por buscarle algún pero, excelente y destacada en todo lo demás, incluyendo la reconstrucción histórica del guetto de Varsovia), así como la más polémica AMEN, de Costa Gavras, (sobre las relaciones entre la iglesias y el nazismo) e incluso HIJOS DE UN MISMO DIOS, de Yurek Bogayevicz, (historia más íntima de un niño judío al que intenta salvar un cura polaco). Todas las cuales tienen en común con la comentada que se basan en historias reales.

Y concluyo: si quieren de verdad vivir una experiencia intensa sobre lo que fue el Holocuasto, intenten visionar la película SHOAH de Claude Lanzmann, documental de 9 horas de duración con entrevistas a supervivientes de los campos, realizada en 1985.

En fin, no se lo pierdan.

Gijón abril 2008.

29 abril, 2008

Estados fallidos

Anda alterada la Ciencia Política y cada vez que sale por la noche vuelve a casa con un concepto nuevo. Entre los más resultones de esta temporada está el de Estado fallido. Todos los comentaristas y expertos hablan de Somalia como un Estado fallido. Al parecer, en sus costas y sus aguas se secuestra porque Somalia es un Estado fallido. Tomemos nota.
Lo de Estado fallido suena a gatillazo estatal, a quiero y no puedo con la política. Estado sí es, al parecer, pues en el caso de Somalia nadie ha dado el grito de a ocupar aquel territorio, que no tiene ni padre ni madre ni perrito que le ladre. Es Estado, pero fallido. Un Estado fallido debe de ser, por lo que se ve, uno que lo es sin ser capaz de erigir un orden y de poner concierto en la convivencia de sus súbditos. Tiene de todo nominalmente, jefatura del Estado, himno, bandera, capital y altos cargos, pero en plan salvaje y al buen tuntún, para figurar nada más. "¿Y usted a qué se dedica?". "Soy Ministro del Interior de un Estado fallido". "¿Y qué tal lo lleva?". "Pues bien, poco trabajo. Estamos privatizando la seguridad: cada uno se busca la suya y se lo monta como puede".
Qué quieren que les diga, a mí la categoría de Estado fallido me mosquea bastante. Tengo aquí dentro un runrún que no sé. Digo yo que un Estado fallido debe de ser aquel en que la sociedad funciona por libre y las cosas van bien o mal porque sí y según pinte. En Somalia parece que van mal, salvo para el que tenga una lancha y unas escopetas y pueda cobrar a los empresarios de la pesca un impuesto revolucionario. Son gente que quiere autodeterminarse, y a ver quién es el guapo que les niega su derecho. Cada uno quiere autodeterminarse propiamente a sí mismo consigo y para sí, y vete tú a decirles que no y que para autodeterminarse bien tiene que ser en grupo y marcando el paso de la oca mientras se canta no sé qué de unos gudaris que eran la bomba. En otros sitios las cosas siguen marchando pasablemente bien, aunque el Estado tiene el mismo aspecto de fallido, pues lo miras y lo ves con la mirada baja, encogido y tirando a mustio. Le ponen unos ministerios monísimos en cartoné y con bigudíes, echan a los ministros que hayan leído más de tres libros sin dibujos y renuevan a los más zotes y canallas. Oye, y no pasa nada. Y preside un hijo de papá que va de tremendo igualitario y que es lo más parecido a un gañán de casino de villorrio. Y no pasa nada, oye. Y ponen para velar por la Constitución y el Derecho a unos tipos y tipas que parece que se ejercitaron antes en la puerta de alguna iglesia al grito de señorito, déme algo, que no tengo para el Aranzadi, y que antes de decir esta sentencia es mía llaman al Gobierno o a la oposición, según cada cual, para ver qué le parece a mi amo respectivo y no vaya a ser que cuando se me acabe esto no me hagan magistrada estrasburguesa con doble de cebolla o embajador en las Caimán, se va, se va. Y no pasa nada.
En Somalia será fallido el Estado, pero el nuestro es apaleado y cornudo. Sirve para poner la cama y limpiar los restos de la juerga. ¿Que usted es promotor inmobiliario y se forra en la época de Bonanza, llenando de casas la Pradera? Ah, pues al Estado que le den, que yo bastante hago con mantener al concejal, a la amante del concejal y al somalí que le cuida la lancha al concejal. ¿Que la Pradera ya no da más de sí y que el personal ya no tiene cuerpo donde tatuarse otra hipoteca y que los beneficios van un poquito a menos? Pues pídale al Estado que saque la teta, y chupe, buen hombre, chupe hasta que sangre el pueblo. Un Estado en el que las ganancias son más que nada del que las pilla, pues vamos quitando impuestos de sucesiones, de patrimonio y todo lo que obligue al potentado a sacar la billetera, y en el que las pérdidas se socializan para que al trincón no se le baje de repente el beneficio con la desaceleración, tiene que ser un Estado fallido o cosa similar, no me digan que no.
En Somalia el Estado es fallido porque no hay quien ponga en su sitio al que secuestra barcos. En España el Estado no es tan fallido, no, porque todavía queda quien le lleve los millones en unos plásticos al secuestrador somalí. Cuidadín, hay diferencias. Me juego las obras completas de Gamoneda a que la pasta se transportó en la superfragata ésa que tenemos para que el Príncipe de las mareas se ponga el uniforme de vez en cuando y pase revista del corazón. La conversación tuvo que ser bonita. El capitán de la fragata: “¿El señor jefe de los negros, por favor?” El jefe de los secuestradores: “Llámame Jim. ¿Tú cómo te llamar?”. Y el capitán de la fragata, que es de Vigo y entiende por Eugenio Díaz del Río Jaúdenes (pinche aquí y verá al lobo marino tal como lo presenta el periódico de su pueblo), pero que, para no acojonar al otro y no fuera a dañarse la misión, decide acortar su propio nombre y comportarse con desenvoltura, responde: “Me llamo Eugenio, pero puede usted llamarte Jaudy”. Y el otro: “Bueno, jody, ¿tú traer pasta de rescate?”. Eugenio Díaz del Río Jaúdenes: “Me han dado este saco de dólares para usted, pero me dicen que no es rescate, sino donativo para ayuda al desarrollo”.
Acabaron intimando y, antes de despedirse, brindaron por la amistad de las naciones con unos restos de cava que quedaban de cuando la botadura de la fragata. Es más, el capitán le compró a uno del otro grupo tres cinturones, unas babuchas y un puñado de deuvedés con las últimas pelis, todo por traerle a la familia y que no se diga y como recuerdo de un encuentro tan emotivo. Corcho, y mucho mejor así que si se lesiona alguien por andar haciendo el oso con los cañones. Al fin y al cabo, para qué queremos el dinero, vamos a ver; si, total, como siga así la inflación, se nos va a quedar en nada.

28 abril, 2008

Polvo de alquiler

Tengo la insólita costumbre de consultar casi todos los días el periódico colombiano El Tiempo, pero, por si acaso, un comunicante a quien no conozco, que firma Juan Gabriel, que imagino que cantará boleros y que parece todavía algo escocido por aquel infausto post satírico sobre Colombia, me hace llegar la nota con el enlace que pasamos a comentar. Gracias, hombre. Desde que se me ocurrió la dichosa broma de que muchas colombianas vuelven tarumbas a los europeos con sus corpóreos arrebatos, no hacen más que enviarme todo tipo de escritos referidos a que tampoco las europeas se reproducen por esporas ni se resisten a un achuchón gestionado con diligencia. Como si uno hubiera insinuado tal cosa; como si a uno en realidad le importara un pimiento qué haga cada cual con su cuerpo. Fíjate qué preocupación más grande. Pero así está el mundo. Tú escribes que en Sebastopol hay mosquitos que pican y de inmediato cien celosos parroquianos de allá te replican que más picaron a tu reverenda madre y que así saliste tú. Es lo bueno de la comunidad ideal de diálogo, de la que habla el pobre Habermas sin comerse y rosco y metido todo entero en su torre de marfil y actos de habla en silencio.
Bueno, pues a la noticia, que sí tiene su gracia. Cuenta el muy independiente diario bogotano que “Se extiende por Europa el fenómeno de pagar con sexo alquiler de vivienda”. Repámpanos. Y en León sin enterarnos. Se lanza uno en tromba a leer la noticia y resulta que donde más revolcones arrendaticios se dan es en Roma, Milán y Nápoles. Jodidos italianos. Es que, al parecer, están muy caros los alquileres por allá. De todos modos, siempre que leemos enumeraciones así cabe preguntarse si el periodista dice las primeras ciudades que se le vienen al coco o si tendrá alguna base cierta para mencionar, por ejemplo, Nápoles en lugar de Génova o Milán en vez de Turín.
Según declaraciones de una señora italiana que recoge el mentado periódico, “Está quien hace de gigoló, de chica de compañía o quien se desnuda delante de una webcam”. Ya estamos mezclando churras con merinas. Qué quieren que les diga, conviene matizar. A un servidor le dicen que por un bonito apartamento en la parte más guapa de Roma tiene que echarle cuatro tientos por mes a una casera avara de metros cuadrados y requiebros, pero generosa en arrobas y con más años que nacionalidad histórica, y salgo huyendo de vuelta a mi apacible residencia leonesa; ahora bien, si la ambiciosa dama se conforma con que me muestre sin depilar y sin comparaciones odiosas ante una webcam, y con ello me perdona la renta, pues se podría hablar, para qué vamos a engañarnos. A ver si resulta que en verano vamos casi todos con el pitirrín al aire por la playa nudista y luego, en otoño, no podemos ni mandarle una foto al natural a nuestra casera.
Claro, como uno es un pringao y no nació para jefe, tiende a ponerse en el lugar del inquilino. Pero miren cómo se las gastan los propietarios: “Ofrezco gratuitamente una habitación amoblada, independiente y con baño a una estudiante universitaria a cambio de dos prestaciones sexuales al mes". Este vota a Berlusconi seguro, segurísimo. Antes, el avezado periodista nos había explicado que por esas tierras italianas el alquiler de habitación andaba por los mil euros mensuales. Ahora resulta que los caseros los cambian por dos “prestaciones sexuales” al mes, luego..., rediez, lo que está caro es el sexo de pago.
Nos quedamos perplejos y rascándonos la cabeza, hasta que llegamos al párrafo final de este artículo que supongo que no va a ganar un premio de periodismo. Dice así: “Pero este problema ya no es exclusivo de Italia. Recientemente, el diario francés Libération reveló que en varias páginas de anuncios en París también se pide sexo a cambio de un techo. Y los rumores de que está pasando lo mismo en Madrid son cada vez más fuertes”. Son rumores, son rumores... Ay, como se entere la Espe. Por cierto, ¿en los partidos se darán al sexo con el dueño del cotarro y a cambio de portavocías, direcciones generales y secretarías, o no serán ahí las pasiones tan primarias?
Pero, a ver, no nos obnubilemos. Pensando y pensando, sale que esto de abrirse de extremidades inferiores a cambio de un techo hace mucho que está inventado. ¿Qué era el matrimonio tradicional sino un arriendo de habitación pagado en especie? Salvo para las familias de orden y buenos principios, claro, donde el pago no se consideraba tal, sino débito a secas. A secas o como sea.
En todo caso, agradezco enormemente a mi comunicante colombiano que me haya hecho ver que los europeos también tienen sexo y lo usan como pueden o les dejan. Fíjate qué cosa. Pero qué grandísima suerte tienen en países como mi querida Colombia, en los que ni ocurren ni se permitirían, bajo ningún concepto, semejantes excesos inmobiliarios.

27 abril, 2008

Historia para dummies

Ha sido una semana muy simpática en León. Además, en la Universidad la hemos tenido de vacaciones desde el miércoles, inclusive, por acumulación de festividades autonómicas, locales y universitarias. Cuánto tiempo para pensar en Bolonia o en las musarañas, que viene a ser lo mismo. También es muy buena cosa para fomentar la relación entre Universidad y sociedad, porque así los de la primera vamos de bares y paseos y nos vemos mucho más con los de la segunda, esa señora que llaman sociedad y que, al parecer, está muy interesada en lo que se hace en el campus por la parte de dentro. Ya ves.
Entre esas fechas que hemos consagrado al estudio y la reflexión está la del 24 de abril, fiesta local leonesa recién instituida por obra y gracia de un pacto de gobierno municipal, en la que por vez primera se ha celebrado la heroica resistencia de un puñadito de leoneses ante la invasión napoleónica. En el supremo momento de exaltación nacional leonesa, el pasado jueves, se reunieron en León trescientas personas, convocadas por la Unión del Pueblo Leonés. Para empezar, ya debería dar que pensar que se junte menos gente para tales fines de exaltación patriótica que para un botellón, un partido del Madrid en la pantalla gigante de algún bar o una actuación de Los Lunis, pongamos por caso.
Pero lo más simpático es la polémica entre los historiadores. Ahora los historiadores de este país que vuelve a llamarse España no se dividen ya por escuelas científicas o metodológicas, sino en razón de sus naciones y parroquias. En León andan a papirotazos los historiadores leonesistas y los no leonesistas. Es como si entre los físicos teóricos hubiera dos grupos, los de Villamelones de Arriba y los de Villamelones de Abajo, y como si esa adscripción político-geográfica determinara visiones diversas e incompatibles de neutrinos y neutrones.
Resultaba gracioso estos días leer los sesudos análisis de las lumbreras historiográficas de estas pedanías, los unos insistiendo en que el 24 de abril sólo salieron a la calle cuatro gatos a tomarse unos vinos y a soltar unos gritos de nada en favor de Fernando VII, y los otros dale que te pego con que aquello fue el primer acto de resistencia que en la Península se dio contra el gabacho y que vaya bemoles y fíjate qué patriotismo y qué Volksgeist, que en leonés debe de traducirse como “espíritu pueblerino”.
Hasta ahí todo normal. También habrá interpretaciones diversas de por qué los árabes arrasaron en Guadalete o de cómo consiguió el Real Madrid su primera Copa de Europa. Oye, dicen que del debate nace la ciencia. Lo simpático del caso es que si eres leonesista, estás obligado a acoger una versión de la historieta de los cuatro gatos leoneses, y, si no eres leonesista, la otra. Lamentable ver la ciencia histórica así contaminada de política barata y cultivada por mequetrefes afanosos de pesebre. Pero en el fondo se entiende todo, pues ya se sabe cómo se anda poniendo el Euribor. Lo que uno no acaba de percibir es qué tendrá que ver lo que hicieran hace dos siglos aquellos parroquianos de por aquí con la división territorial del Estado hoy mismo. Pongamos que efectivamente hubo en León en 1808 una erección popular, que fueron los de aquí los primeros, antes que zaragozanos, madrileños y demás, que lo que movía a los excitados por el francés no era el cariño al rey absoluto o la añoranza del Antiguo Régimen, sino un genuino sentimiento leonés. Bueno, esto último no se lo cree ni el que asó la manteca, pues, todo lo más, se trataría de un fuerte sentimiento español y españolista. Pero admitamos como hipótesis lo que haga falta. Y a continuación hagámonos la gran pregunta: ¿y qué?
Ya sé que el razonamiento es tal que así: si una vez un puñado de paisanos de un lugar actuaron unidos contra alguien de fuera, eso significa que sus tataranietos y el conjunto de los que hoy viven por esos pagos tienen derecho a autodeterminarse como pueblo, a tener parlamento propio, gobierno autónomo, representante en Eurovisión y selección nacional de tiro con piedra. Así las cosas, no entiende uno cómo los numantinos no se han declarado hace tiempo Estado independiente, el Liechtenstein de la Meseta; o cómo los de un pueblo de mi tierra asturiana, llamado Següencu, no reclaman la condición, al menos, de Comunidad Autónoma uniparroquial.
Pues verán lo que una vez ocurrió por aquellas tierras de los montes de Cangas de Onís. Allá por mis catorce años, un grupo de mozalbetes de mi pueblo y alrededores nos acercamos a la romería de Següencu. Todo transcurría con normalidad y de modo bien cordial, hasta que, caída la noche, procedimos los foráneos con sibilina estrategia para sacarles unos bailes agarrados a las aborígenes, que se agrupaban cerca de la orquesta, lozanas, bien apretadas las faldas a aquellos muslos hechos a peñas y pendientes y los mofletes adornados de lo que parecían rubores y no eran sino huellas del sol y las faenas al aire. Ahí se armó la gorda. Los mozos nativos captaron nuestro designio de invasor y se pusieron como un solo jabalí a defender lo que tenían por suyo. Tuvimos los extranjeros que correr como alma que lleva el diablo, mientras nos llovían piedras y retumbaban aquellos gritos que, amén de hijoputas, nos decían que volviéramos a nuestro pueblo y que nunca más enfiláramos mozas ajenas ni riscos de otros.
Vean, vean. Eso sí era conciencia colectiva, sentimiento popular, orgullo de lo propio y resistencia al invasor. Hasta me temo que nos llovieran más piedras a los de Ruedes y alrededores de las que les tocaron en León a los franceses. Pues, por cierto, los franceses asomaron por León en julio y la valerosa resistencia de los de aquí tuvo lugar en abril, tres meses antes. Joder, así me peleo yo también. Pero volvamos a los de Següencu. ¿Es su actitud razón bastante para considerarlos nación? ¿Tenemos base histórica bastante para establecer que están oprimidos dentro de la Comunidad Autónoma de Asturias, la cual no les reconoce ni especificidad como pueblo ni particularidad como raza ni, tan siquiera, denominación de origen para sus bien alimentadas mujeres?
Permítaseme a modo de postdata una pequeña chanza, en contraste con la seriedad de las consideraciones que anteceden. Escribía en el Mundo de León el día 23 pasado una procuradora socialista por León lo siguiente: que “los leoneses y las leonesas” siempre han sido y son defensores de las libertades. Con un par lo afirma la buena señora, que debe de ser historiadora también. Claro que sí, mujer. No hay más que recordar lo putas que las pasaron Franco y los suyos en estas tierras, la enorme antipatía y la gran resistencia con que en los pueblos de toda la provincia se trató siempre al dictador y sus secuaces. O acordarse del otro abuelo. Brava tierra ésta, izquierdista, democrática, feroz en su lucha de siempre contra tiranos, opresores y obispos reaccionarios. Viva la memoria histórica. Manda güevos. Y yo con estos pelos.

26 abril, 2008

Humo

Mientras yo hablaba y hablaba e iba contando los pormenores de aquel intento que se saldó con fracaso y susto, el joven Güemes me miraba con el cigarrillo humeante entre los labios. Era una pose de película vieja, pero eso casaba con la personalidad apenas intuida del joven Güemes, que nos había llegado por una insistente recomendación de aquel añorado Marcelo que ahora se pudría lejos.
El joven Güemes entrecerraba los ojos y yo no sabía si era por el humo que subía de su cigarrillo o porque quería aparentar que me escrutaba. Me distraía un tanto su actitud, me descentraba y le fui tomando aversión. Esa postura de galán fatuo. Qué se creerá.
Los otros se quedaron callados cuando acabé mi speech. Ninguno me miró a los ojos, pero sus hombros caídos y sus gestos hablaban de fatalidad mansamente aceptada. El joven Güemes había abandonado la sala un rato antes de mi punto final y de que yo mirara retadoramente a todas aquellas figuras que se iban desvaneciendo por los rincones.
Me fui y eché a andar por las calles heladas. Al poco, percibí al frente una leve columna de humo que salía de detrás de unos contenedores. No cambié mi rumbo ni alteré mi paso. No me gusta faltar a las citas.

Una de Arcadi Espada

Este Espada es un cabronazo. Mira que recordarnos ahora cuando el PP quemaba el monte gallego para crispar... Reconozco que se me había olvidado. Lo que han tenido que aguantar los zapateroboys y las zapaterogirls. Les han dicho de todo. Pobrecillos.
Una sentencia paradigmática. Por Arcadi Espada.
Querido J:
Teníamos una carta pendiente. Teníamos una carta pendiente desde el 19 de agosto de 2006 cuando con mi habitual altanería (hoy alegremente renovada) te escribí: «La madrugada del día 13 la Policía detuvo a Julio Pascual Díaz, en un arrabal de Orense al que unos llaman El Pino y otros Boadela. ¿Por qué lo detuvo? Es un hermoso misterio. La respuesta más franca es porque se encontraba en un lugar inapropiado en el peor momento. Anota esta frase, porque dentro de muchos meses, cuando juzguen y absuelvan a JPD, alguno de los que redactaron su drama dirá, cínico pero sin saberse, esa manida frase final.» ¿Recuerdas? Era verano y Galicia atravesaba un terrible verano de fuego. El Gobierno, reunido en Consejo de Ministros, insinuaba, como era y es su permanente obligación, que el Partido Popular estaba detrás de los incendios. Hacía pocos meses que se había producido un cambio político trascendental en Galicia, y que un gobierno socialista y nacionalista gestionaba la crisis. La sombra de antiguos brigadistas (locales), despechados por la caída del Antiguo Régimen, se proyectaba sobre los eucaliptos no autóctonos. Fue en ese contexto y sentido cuando el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, dijo sobre Julio Pascual Díaz: «Es una detención paradigmática. Quien está prendiendo fuego, sabe perfectamente lo que está haciendo». Era evidente que Julio Pascual Díaz sólo estaba formalmente acusado de haber quemado un trozo de bosque del arrabal de Orense. Pero las palabras del ministro le daban una impresionante dimensión simbólica: Julio Pascual estaba quemando Galicia. Es natural que inmediatamente lo metieran en la cárcel sin fianza. Con esa medida radical, y las lluvias, la calma volvería a la comunidad.
Tengo aquí la sentencia 139/2008, de la Audiencia Provincial de Orense, firmada por el presidente del Tribunal del Jurado, magistrado Abel Carvajaes Santa-Eufemia: «Se absuelve al acusado Julio Pascual Díaz del delito de incendio con peligro para la integridad física de las personas, del que le acusan el Ministerio Fiscal y la Acusación Particular, ejercida por la Xunta de Galicia, con todos los pronunciamientos favorables y decretándose de oficio las costas procesales». Una sentencia paradigmática. Cuando la jauría humana y política callan se escucha la voz simple de los hechos. La acusación era insolvente desde una razón mínimamente observada. Sólo era el temible efecto de la alianza entre las necesidades políticas (probar la trama pirómana, y en hallando al culpable, desculpabilizarnos), policiales (el jefe exige pruebas de la trama y hay que dárselas) y mediáticas (no hay nada que el periodismo, oficio sin argumento, aprecie más que una buena trama), proyectadas sobre infortunados transeúntes de la vida. La sentencia es aún más apreciable, teniendo en cuenta que se basa en el veredicto de un jurado. Está ampliamente distribuido el apotegma de que siendo culpable, ponme un jurado; pero no siendo ponme un juez. Aún así, produce escalofríos el exiguo margen con que los nueve hombres justos decidieron la suerte del inocente, para el que se pedía un lustro de buena y pedagógica cárcel: sólo fueron cinco hombres contra cuatro, tras casi dos horas de deliberación.
El pequeño margen impone todavía más cuando se examinan los fundamentos de la sentencia y lo que pudo escucharse en el juicio oral del martes 15. La abogada del inocente, Amelia López Rodríguez, ha tenido la amabilidad de resumírmelos. Es realmente preocupante que uno vaya a juicio, dados estos hechos y su conocimiento previo. Para empezar, nadie vio al inocente prender el fuego. Los bomberos no encontraron “alguna evidencia elocuente” (prosa textual de la sentencia) de que se hubiesen utilizado líquidos inflamables. Tal vez recuerdes que poco antes del incendio Julio Pascual paró en una gasolinera para cargar un poco de gasolina en una garrafa. Tal vez recuerdes también que era práctica habitual en su vida de siempre, porque tenía un coche maltrecho, cuyo depósito perdía, y que si paró y cargó fue para tratar de asegurarse que llegaría a casa, de madrugada, a pesar de la pérdida. Los bomberos no encontraron restos inflamables en el lugar de los hechos; de hecho, y en cuanto al inocente, sólo vieron que trataba de apagar el fuego con unas ramas; pero es que además la garrafa que le fue intervenida ¡llevaba exactamente la misma cantidad de gasolina que le habían suministrado en la gasolinera! La abogada López demostró, además, que a tenor de una llamada realizada por un joven con que se topó el inocente en las inmediaciones del bosque, y a tenor también del parte de actuación de los bomberos, el fuego ya se había declarado cuando el inocente llegó hasta allí. Recordarás (¡yo sé que tienes una excelente memoria!) que el inocente justificó su presencia en el lugar por su condición de brigadista, por ver si el fuego estaba bajo el control de alguien y por su interés en ayudar a sofocarlo, mucho más cuando algunas casas estaban amenazadas.
Esta semana llamé al inocente. Ha cumplido ya cuarenta años. Está sin trabajo. Su trabajo era el de brigadista rural, y llevaba ocho años apagando fuegos. Lo primero que hicieron después de su detención fue echarlo, claro. Ahora, con el papel de la sentencia en la mano, trata de recuperar su trabajo y su honor.
–¿Qué fue lo peor? –le pregunté.
–La detención. Me trataron como a un criminal. Y el juicio. Estuve muy nervioso. De pronto pensaba que iban a condenarme y que de veras que iba a pasar cinco años en la cárcel.
–¿Qué dicen ahora en el pueblo?
–Hummm… Supongo que ya lo tienen claro. Pero cosas como estas no se arreglan nunca.
–¿Va al bosque?
–Ya no. Me da miedo. Y como asco, también.
Ahora que ya hay sentencia, la forma más cómoda de despacharla será aludiendo a los errores policiales o judiciales. ¡Ah, amigo, los hombres, que son falibles! Eso los que se vean en la obligación moral de hacerlo, porque habrá otros que se limitarán a decir que las cosas siguieron su camino correcto y justo. Pero ni siquiera los bienintencionados tendrán razón. El inocente pasó tres meses de su vida en prisión y ha estado casi dos años (y los que colgarán) sometido al señalamiento infamante de sus vecinos, sin que hubiese ninguna razón para ello. No fueron errores de apreciación los que lo llevaron a la cárcel. Fue la histeria organizada del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Todos los árboles quemados en Galicia aquel verano no valen uno solo de los días de prisión e infamia de un hombre. Para vergüenza del medio ambiente hay que añadir que la madrugada del día de autos el inocente volvía a su casa después de doce horas de trabajo, ¡apagando fuegos!, en lugares diversos de la provincia y hasta de la raya de Portugal, con los pies reventando de ampollas y roto de cansancio. Así, en realidad, habían sido todos los días de aquel agosto, cuando pasaba del bosque a la cama, sin vida enmedio. Volvía a casa, pero se cruzó el bosque encendido. Y Alfredo Pérez Rubalcaba, el ministro del Interior. Aún no ha llamado al brigadista para pedirle, humilde y paradigmáticamente, perdón.
Sigue con salud.
A.

25 abril, 2008

Carta al rector venidero

En un mes aproximadamente tendremos en la Universidad leonesa nuevo rector. Son varios los candidatos. Me permito escribirle esta carta al que resulte ganador, en nombre propio y de esa mayoría silenciosa de profesionales de la Universidad que contempla, perpleja, en qué se ha ido convirtiendo semejante institución otrora prestigiosa.
Estimado/a candidato/a a rector:
Me dirijo a usted con ánimo constructivo y esperanzado, en el convencimiento de que no parece probable que las cosas de nuestra universidad puedan empeorar mucho más. En todo caso, me tomo el atrevimiento de darle algunas indicaciones que puede entender como consejos o como ruegos y que, sin duda, no estarán muy alejadas de sus convicciones presentes y de sus propósitos inmediatos.
1. La Universidad no es suya, sino que usted será su primer y más sacrificado servidor. Hay quien lo ha olvidado alguna vez y se ha puesto a cacharrear como si estuviera en el trastero de su casa y pudiera hacer de nuestra capa su sayo. Los resultados de tal ofuscación son conocidos y no he de recordárselos precisamente a usted.
2. La Universidad es Administración pública, presta un muy relevante servicio público y, en consecuencia, se rige por normas que forman parte del Derecho público y que, por tanto, ni son las reglas de un club privado ni están para utilizarlas sólo en lo que convenga al que manda, sino en toda su extensión y, en particular, en lo que protegen a los universitarios frente al capricho o los intereses más o menos confesables de sus regidores.
3. Para poder gobernar más cómoda y eficazmente usted necesitará mayorías en ciertos órganos colegiados, pero esas mayorías deben conseguirse a base de ideas, proyectos, actitudes y sana capacidad de convicción, no alimentando las más bajas miserias de lo peor de la casa ni captando desaprensivos dispuestos, por precio, a formar una especie de corte del rey absoluto o de camarilla de un sátrapa. Desconfíe de los que siempre votan a su favor: no son normales o no son honestos.
4. Cuando la política que se aplica busca nada más que el beneficio propio o el de los próximos y cuando no hay más patrón decisorio que el de la llamada dialéctica amigo-enemigo, la Universidad se convierte en una tiranía y el espíritu de sus gobernantes se asimila al de capos mafiosos. Estoy seguro de que ése no va a ser su caso, pues ya serían demasiados casos.
5. La Universidad tiene algo de gran empresa, pero no es principalmente una empresa, sino otra cosa. Por eso en ella no cuenta sólo lo que dé beneficio tangible e inmediato ni se puede dirigir con puntos de vista más propios de un respetable representante de comercio que de un genuino académico.
6. Visto lo visto, un buen rector ha de cuidar su equipo y evitar por encima de todo a cobistas, inútiles con ínfulas y mentirosos compulsivos de los que tanto abundan y tanto dañan. Dicen que a un enfermo de éstos podemos verlo incluso de gerente, pero no ha de ser cierto, si es que algo queda de cordura en usted y en nosotros.
7. El supremo honor de un buen rector es el amable retorno a su cátedra al acabar el mandato. Nada más patético que ver a esos rectores terminales que de partidos y gobiernos mendigan un puestecito cualquiera, con tal de no volver a encontrarse de igual a igual con los colegas que recuerden sus alcaldadas y desplantes. No quisiéramos contemplar de nuevo espectáculo tan degradante, y seguro que con usted no sucederá.
8. Aunque todo el mundo es bueno, también en la universidad hay personal más competente y menos, y hasta más decente y menos. Va siendo tiempo de que sean mejor tratados los mejores, y no como hasta ahora y como en tantas partes.
Atentamente.

24 abril, 2008

Sobre una conferencia de Sosa Wagner

El amigo Lopera nos pone en la pista de lo que en el blog de Javier Carballo se cuenta sobre una reciente conferencia de nuestro amigo Francisco Sosa en Sevilla. Está interesante el debate. Vean.

23 abril, 2008

Piratas

Lanzan granadas, secuestran, están acostumbrados a matar. Pueden acechar a sus presas durante días y meses, hasta que conocen sus rumbos, sus hábitos, sus precauciones. Están organizados y esconden a sus rehenes en lugar bien seguro hasta que llega el dinero. En el paraestado en que viven cuentan con cómplices y voceros. Fingen que sus móviles son políticos, pero constituyen una simple mafia, un grupo de ladrones y asesinos sin escrúpulos. Son escoria. Una vez tuvieron secuestrado casi dos años a un hombre que se llamaba José Antonio Ortega Lara.
Ahora les han salido imitadores por mar en las costas de África, piratas que van en genuinas lanchas y no en coches robados y con las placas de matrícula cambiadas. La piratería marítima tiene más tradición que esta otra de secano y boina, pero casi nos habíamos olvidado de ella. Resulta que estos bucaneros han secuestrado un pesquero vasco. Son paradojas. Escher podría dibujar algunas situaciones políticas y delictivas.
El Gobierno español ha enviado para allá un barco de guerra. Por favor, por favor, por favor. ¡Un barco de guerra! ¿Cómo es posible que a estas alturas todavía tengamos en este país barcos de guerra? Deberían desmilitarizarlos y convertirlos en naves de recreo para políticos de asueto. Mira, a lo mejor uno quedaba mono en las marismas de Doñana, donde, por cierto, se está recuperando el lince.
No, no, y no. Todos los piratas y todos los secuestradores deberían ser tratados del mismo modo. ¿O es que el Ministerio de Igualdad no da palo al agua? ¿Acaso se discrimina a estos piratas porque son negros? Que se siga el protocolo de otras veces y verás qué bien. Primero, que se contrate alguna ONG suiza con ánimo de lucro. Perdón por la redundancia. Seguro que hay por ahí alguna página web con un análisis comparativo de sus tarifas. Imaginemos: “Peace Watch. Ponemos paz en su Estado. Doce mil dólares la hora. Treguas garantizadas por un mes”. “Peace Fighters. Lo último en negociaciones nórdicas. Los que se sientan a nuestra mesa no vuelven a dispararse, sólo se apuñalan. Precios cerrados. Mínimo un millón de dólares por día de tregua”. ¿Que si son mercenarios? No, mujer. Bueno, sí, pero al revés: cobran por poner paz entre los mercenarios que cobran por hacerse la guerra. A lo menor son los mismos, unas veces en traje de día y otras en traje de campaña.
Pues eso, un par de oenegés con ginebra y a negociar a Oslo ahora que viene la primavera. Mientras tanto, se envía una comisión del Parlamento Europeo a Somalia para asegurarse de que los pescadores vascos están bien atendidos y pueden resistir un par de años mientras en los fiordos noruegos los negociadores ajustan el precio del rescate entre cóctel y cóctel en crucero sin piratas.
Con un poco de suerte, y Zapatero la tiene a raudales, aunque no lo parezca, en dos o tres años hacemos doblete y tenemos a Somalia y Euskadi como Estados libres asociados con nosotros. Puertos ricos. Qué ilusión más grande. Al fin y al cabo, en tiempos también la Corona británica se asoció libremente con Morgan y otros que paraban mucho por el Caribe. Y por cuatro duros más nos hacemos también con el Tibet, ahora que Ibarretxe lame al Dalai.

22 abril, 2008

Fuegos

Cuentan los informativos, siempre atentos a las noticias más gratas, que en lo que va de año en este país que, al parecer, vuelve a llamarse España, han muerto treinta y siete personas en incendios caseros. Intolerable, oiga. Y, por si no fuera bastante, Rajoy prendiéndole la yesca a la Aguirre allá por sus partes más liberales.
Estos del PP no se enteran y el Gobierno zetapero volverá a comerles la tostada sin contemplaciones. Hace bien. Si gobernara uno de la derechona ya habrían sacado los zetas sus mangueras dialécticas y habrían regado el país de santa indignación por tanto accidente en casa y tamaños descuidos administrativos. Sesudos y sudados, llegarían con estadísticas sobre el aumento de los fuegos mal apagados, la baja calidad de los braseros y la falta de agua para aplacar las llamaradas en lo que lleva gobernando el PP, y todo por culpa de Aznar y desde Atapuerca. Como es al revés y son ellos los que mandan (y lo que te rondaré, morena), no dicen ahora esta boca de riego es mía, ni falta que les hace. A ver. Se supone que es la oposición quien ha de culpar al porco governo de todo lo que pase: si llueve, porque llueve, si no llueve porque no llueve; si la casa se quema, porque vaya desastre, y si no se quema porque a ver por qué las hacen de amianto, con lo caro que está y las pocas bromas que tolera nuestra balanza comercial.
Es tal el silencio de los rajoyanos y los aguirres no tan aguerridos, que es de temer que Pepiño se crezca nuevamente y les acuse de entrar por las noches en las casas humildes, deslizándose por la chimenea, y de echar líquido inflamable en las hipotecas para que todo arda y el pueblo ingenuo culpe al gobierno. Estos del PP con tal de crispar son capaces de cualquier cosa. Aunque últimamente, y puesto que por crispar a Pepiño y a su señorito pierden elecciones, se están crispando entre sí y para consigo mismos, por si eso les da más votos. Pero ni por ésas se van a librar de Pepiño, que no crispa, pero toca los cataplines como corresponde a su condición entomológica, y les vendrá el nuevo Castelao con lo de los fatuos fuegos populares, igual que hoy mismo ha declarado que este Rajoy es un autoritario porque no permite que en el PP haya debate interno y pluralismo. Manda carallo. Yo de mayor quiero un Pepiño para que me limpie el desagüe mientras me descojono de risa, igual que pasa ahora con el Blanco y su bwana. Que el PSOE zapateril presuma de pluralismo y libertad intrapartidaria es como si el Obispo de Mondoñedo se lo monta de émulo de Nacho Vidal: ¡ande vas, rapaz!
Pero en cuanto el Zapatero termine de troncharse por lo de hace unas semanas, se centre un poco y se remangue el mandil, vas a ver cómo toma unas medidas tan populares que vuelven a dejar con el hisopo al aire a los populares. No cuesta imaginarlas. Primero, desgravaciones a tutiplén para los quemados y sus parientes hasta tercer grado de afinidad. Segundo, decreto por el que se establecen nuevos sistemas de control de calidad de braseros, hornillos y calentadores de pies. Tercero, decreto para que se publique mensualmente en el BOE una lista de autoincendiarios reincidentes. Cuarto, decreto para la creación de una fiscalía especial para la persecución del accidente abrasador. Quinto, proyecto de ley para aumentar las penas a los varones que no apaguen bien las colillas en casa y para que se dicten órdenes de alejamiento a todo macho que le diga a su jay que está que arde. Sexto, decreto por el que se establece la concesión automática de la medalla al mérito civil con distintivo ígneo al que haya quemado su casa sin querer del todo. Séptimo, creación de un archivo especial, dependiente del Ministerio de Cultura, en el que se recojan los principales incendios provocados por las huestes de Franco o los curas durante la República y la Guerra Civil. Octavo, decreto por el que se establece el Organismo Estatal para el Reciclaje y Tratamiento Combinado de las Cenizas Procedentes de Incendios Domésticos (OERTCCPID). Noveno, apertura de una línea de becas para proyectos de investigación I+D+I sobre la incidencia de los incendios domésticos en el calentamiento de los polos por la parte de abajo. Décimo, creación del Observatorio de Incendios Caseros y Altas Temperaturas, dependiente del Ministerio de Igualdad e integrado por veintiocho miembros masculinos y femeninos a partes iguales, de los que veinticinco los nombrará dicho Ministerio de entre personas políticamente quemadas y los otros tres se designarán por sorteo entre miembros de todos los parques de bomberos de España que hablen euskera o catalán. Undécimo, modificación de los planes de estudio de la enseñanza infantil e introducción de una nueva materia que se llamará “Cuidadín con la cerillita, mi sol”, que será impartida por personal seglar por obvias razones de conciencia. Duodécimo, reserva en los Presupuestos Generales del Estado de una partida de mil millones de euros para que parlamentarios estatales y autonómicos, así como concejales de municipios de más de diez mil habitantes, viajen a los países que tienen más avanzados sistemas de alarma antiincendio y detección precoz de llamaradas, como República Dominicana, Cuba, Seychelles, Islas Fidji, Bali e Islas Caimán.
Será mano de santo, ya verán. En medio año, máximo, se acabaron los incendios hogareños. Igualito, igualito que la violencia doméstica. Si es que esta gente cuando se pone, se pone.

21 abril, 2008

El silencio de los móviles. Por Francisco Sosa Wagner

Las noticias alarmantes se acumulan, parece que nunca vienen solas sino en bandadas como ocurre con los movimientos migratorios de las aves respetables. Ayer fue la advertencia a las mujeres de que los hombres altos somos muy celosos y pendencieros o que la Iglesia anuncia más pecados y más mandamientos, como si no fueran suficientes los tradicionales que ya son de mucha ansiedad, es decir que se abre el periódico y el sobresalto está asegurado. Como sigamos así, cualquier día nos asustan diciéndonos que, en la Universidad, los estudiantes, en lugar de montar un botellón, han organizado un debate sobre las letras y la epistemología.
Ahora bien, el colmo de la mala noticia es la decisión adoptada por las compañías aéreas europeas de permitir el uso del móvil en los aviones. ¿Será esto posible? ¿por un simple acuerdo del Consejo de Administración de una mercantil? ¿se es consciente de que se profana así el único espacio del planeta libre del sonido de los móviles? Pero ¿dónde nos esconderemos a partir de ahora las gentes temerosas de Dios que profesamos un odio metódico y apretado a esos abominables aparatitos?
Debo confesar que llevo años viajando en avión, sin tener lugar alguno al que acudir, sólo por el placer de vivir un rato libre de los móviles, pues se comprenderá que un profesor de provincias tiene poco que hacer por esos mundos, pero yo me cogía mi avión disciplinadamente una vez, dos a la semana, para disfrutar un rato de la lectura sin las interrupciones del móvil, ese retorcido utensilio que aumenta su sonido con una crueldad creciente hasta que su dueño lo atiende. Me cuesta mucho dinero, es verdad, pero la reflexión tranquila y la lectura bien merecen el dispendio. Así he conseguido escribir algunos libros y hasta estas soserías deben buena parte de lo que en ellas haya de inspiración a ese ambiente no contaminado de móviles.
Hubo un tiempo en que, espantado por el (des) concierto de los móviles que aturden por doquier, ubicuos ellos, pensé refugiarme en una sala de conciertos o en la representación de una ópera, convencido de que era imposible que pudieran oírse las notas roncas de un bolero cuando sonaba una flauta en una sinfonía de Haydn o el aria de la reina de la noche. ¡Ingenuo de mí! Por supuesto que tales maravillas podían ser interrumpidas por el móvil de ese simpático vecino de localidad que, además, aportaba de su cosecha el runrún producido por la búsqueda en el bolso del aparatito diabólico, burlón él, agazapado entre el dinero, el deneí y las fotos de los nietecitos. Viajé a muchas ciudades españolas, a los festivales, a las galas, a los recitales, siempre tras el silencio de los móviles. Inútil empeño.
Quedaban los aviones. Era demasiado bonito y ya sabemos que lo bueno es efimero, al igual que lágrima de virgen. Las empresas de telecomunicaciones estaban desoladas, en un grito de desesperación resonante como berrea de ciervo, pues que había un ratito en la vida de sus clientes en el que resultaba imposible hacer caja. ¿Cómo se podía aguantar este atropello a la cuenta de resultados? Se hacía necesario estudiar el asunto y dar con la solución técnica para evitar la desconexión con el móvil. Como hubo en la física el horror al vacío (horror vacui), ahora existe el horror a la soledad que el móvil llena. .
¡Qué pena ver convertido el avión, con su altanería celestial, su coraza encendida en brillos por la intimidad con las estrellas, en un autobús de línea o en el Ave a Sevilla!

20 abril, 2008

2012. Nuevo gobierno de Rodríguez Zapatero

Agencia RZ.- 21 de abril de 2012. Al día siguiente de haber presentado José Luís Rodríguez Zapatero el Gobierno con que comienza su tercera legislatura, en la que estará amparado por una cómoda mayoría absoluta, los medios de comunicación de medio mundo se hacen lenguas de las novedades. Así, Le Figaro titula: “España continúa en la vanguardia de la innovación política”, y Die Zeit apunta en su primera página que “Rodríguez Zapatero sigue en su personal pulso con el Guinness”. Más escéptico, In Corriere della Sera se pregunta “¿No estará yendo Zapatero demasiado lejos?”.
Tanto comentario internacional ha sido provocado por la muy innovadora composición del nuevo Gobierno del PSOE. Si al comienzo de la legislatura anterior Zapatero sorprendió con ministerios tan novedosos como el de Igualdad, con una ministra de Defensa en avanzado estado de gestación y otra que bate el record de juventud en un Gobierno, o manteniendo en el cargo a ministros que habían sido reprobados o que habían destacado por su afición al insulto y la chulería, en éste los desafíos parecen todavía más contundentes. La Vicepresidenta del nuevo Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, que también rebasa el record de ancianidad en una vicepresidencia, ha declarado que “en este país aún hemos de acostumbrarnos a las reformas”, y remachó afirmando que “la caverna fascista sigue sin asumir que somos un país de ciudadanos y ciudadanas iguales e iguales en el que cualquiera puede llegar a ministro o ministra”.
Entre los nombramientos que están dando más que hablar, tanto en España como en el extranjero, se halla el de Diomedes Trincón Cuatrecases como Ministro de Justicia. Diomedes Trincón cuenta con un amplio historial delictivo. Comenzó su carrera como desvalijador de bungalows en la costa alicantina, hasta que contactó con destacados componentes de la mafia kosovar y se dedicó durante unos años al robo y tráfico internacional de coches de lujo. Detenido en 2006 en Fuengirola, logró evadir la cárcel porque al juez de dicha localidad se le olvidó juzgarlo por estar, el juez, pasando unos tórridos moscosos en compañía de una auxiliar de su juzgado, de nombre Benemérita Diké y origen chipriota. En 2009, el hoy Ministro Trincón fue detenido por la Interpol en Oslo, acusado de tráfico de armas y de haberle facilitado a ETA ocho toneladas de cloratita, cinco temporizadores y mil foulards palestinos. España logró que los noruegos lo enviaran a nuestro país, donde, en pleno proceso de renegociación con la banda separatista, fue acusado de incitación al fraude fiscal y de tráfico ilegal de telas, por lo que hubo de pagar una pena de ocho meses de prisión y un año de trabajos sociales con desplazados del conflicto checheno en Reinosa. En palabras de la Vicepresidenta, “Trincón está limpio. Cierto que fue en tiempos un delincuente de conciencia, pero todo cuanto hizo al margen de la ley fue movido por su idealismo y por su afán de servicio. Además, conoce como nadie los problemas de nuestra administración de justicia y es la persona más indicada para ajustar ahí algunas cuentas pendientes”. El nuevo ministro no ha hecho declaraciones por el momento, pero todos los que han visto sus imágenes cuando celebraba el nombramiento en una tasca del extrarradio de Marsella, donde casualmente se encontraba por cuestiones de negocios, señalan el peculiar brillo que emanaba de uno de sus colmillos de oro.
No es menor el ruido mediático que ha resultado de la elección de la pequeña Jennifer Yocasta Yelousubmarín como Ministra de Minorías y Tiempo Libre. Jennifer Yocasta, quien rápidamente ha pedido a los periodistas que la llamen Yeyo, como en su casa, es hija de madre dominicana y padre inglés. Su familia lleva años asentada en la Costa del Sol, concretamente desde que al padre le fue prohibida la entrada en Gran Bretaña a raíz del incendio del estadio del Arsenal con ocasión del partido en que este equipo derrotó por seis goles al Aston Vila, del que el señor Yelousubmarín era por entonces forofo. “He heredado la fuerza de las convicciones de mi papá”, declaró la ministra Yeyo el viernes pasado, con ocasión de la fiesta por sus trece años. En palabras de Rodríguez Zapatero, con este nombramiento se pone fin a una injusticia histórica, pues nunca en ninguna parte había desempeñado cargo ministerial un menor de edad. El Presidente añadió la siguiente frase, muy comentada en los círculos madrileños: “Que sea menor para la edad no significa que sea menor para gobernar”. De hecho, el Estado español ha tenido que hacer una consulta urgente a la UE y a UNICEF, por si existía en el Derecho internacional alguna norma que supusiera obstáculo o traba para la toma de posesión de Yeyo como ministra. La única recomendación recibida de la UE es que se le ponga al lado alguien mayor que firme por ella y que no se descuide su alimentación en los viajes. Por su parte, UNICEF, presidida en estos años por Federico Menor Tarazona, ha hecho hincapié en que la nueva ministra debe acudir a los largos consejos de ministros con un yogur para media mañana y acompañada de un preceptor que la ayude a realizar las tareas escolares mientras sus compañeros mayores hablan de presupuestos y cambio climático.
Otro ministerio de nuevo cuño es el de Memoria Histórica y Reconciliación a Leches, que estará ocupado por don Senén Hinestrosa y Castañares, nonagenario que en el momento de recibir la llamada de Rodríguez Zapatero jugaba al cinquillo en la residencia de la tercera edad “El último suspiro”, en Navalcarnero, donde lleva quince años de felicidad, según su propia expresión. “Yo me acuerdo de todo”, es lo primero que ha manifestado el nuevo ministro y agregó que “el señor Fernández Zapatero sólo me ha dicho que yo no tengo más que recordar y contar las malas mañas que se gastaba la derecha de mi pueblo allá cuando la República”. Y explica que “El Presidente me pareguntó si por casualidad no habría conocido yo a su abuelo, y la verdad es que sí, que nos conocimos allá por el treinta y ocho en el frente de Aragón. El abuelo del señor Zapatero se llamaba Venancio Fernández, como él, y era muy simpático. Siempre fumábamos juntos después de las batallas”. El ministro Hinestrosa no piensa dejar su residencia para trasladarse a la nueva sede ministerial en un palacete del centro de Madrid, pues, según dice, es muy dichoso en la residencia y está seguro que en el Ministerio nadie le va a cambiar el pañal con el arte y el mimo con que se lo cambia aquí Ermelinda, trabajadora ecuatoriano de la que se confiesa un poquitín enamorado.
Estos nombramientos y algunos otros no menos sorprendentes, están recibiendo el apoyo casi unánime de la ciudadanía. En una encuesta casa por casa encargada por el Gobierno y realizada así porque a la mayor parte de los hogares españoles se les ha cortado la comunicación telefónica por impago, el noventa y siete con cinco por ciento de los entrevistados se ha mostrado muy satisfecho con el nuevo Gobierno, ha respondido que sí a la pregunta sobre si no consideran que es un Gobierno cojonudísimo y muy progresista y ha señalado que no conocía de nada a los nuevos ministros, pero que tampoco les va a prestar atención en el futuro, pues la mendicidad se lleva casi todo su tiempo y en las pocas horas libres deben llevar a sus hijos a cursos de ballet, natación sincronizada y robo con tirón.

19 abril, 2008

Nuestros sacrificados políticos

Qué raro es todo. O nos lo parece a quienes transitamos los anchos páramos de la inopia. Leo en El Mundo de León que un político local, Miguel Martínez, va a ser nombrado para presidir la entidad pública que gestiona los Paradores Nacionales del Estado, lo que le obligará a renunciar, de un tirón, a sus cargos como Alcalde de San Andrés del Rabanedo, Senador y Secretario General del PSOE en la provincia de León.
Anonadado se queda uno ante la capacidad de sacrificio de nuestros prohombres. Con lo que cuesta llegar a Alcalde de un municipio de tronío; y ni te cuento a cómo están las actas de Senador. De los codazos para hacerse con mando provincial de partido con posibles para qué hablar. Pues bien, a cualquier cosa renuncian cuando el amor a la patria los requiere, y nada les importa que vayan a ser más parcos sus poderes y menos vistosas sus encomiendas. El servicio público les dice ven y lo dejan todo, aunque salgan perdiendo. Pura vocación de entrega a los demás, dadivoso afán de sacrificarse por el Estado. Y todavía hay quien critica a los políticos.
Porque por muchos que sean los paradores, casi cien, y por muy gustosamente que en ellos se pernocte y se desayune, seguro que no deja de ser un incordio andar a vueltas con actas y contabilidades, lidiar con directivos y personal de tropa, viajar cada tanto de parador en parador para pasar revista y poner orden, gastarse horas y días en prosaicas reuniones de consejos de administración o vaya usted a saber qué inverosímiles órganos llenos de tiburones de la hostelería. Encima, sin experiencia empresarial previa ni haberse hecho un par de masters en Harvard, Yale o alguna escuela parroquial de negocios. Y seguro que ganando mucho menos que los directivos de las grandes cadenas hoteleras privadas. No hay derecho.
Me atrevo a proponer que urgentísimamente se les aumente el sueldo a todos esos políticos que, después de años de entrega al elector y de ejemplar trayectoria parlamentaria o municipal, aceptan esos trabajosos cargos en sociedades públicas, renunciando a oropeles y perdiendo dinero e influencia. Con lo fácil que les resultaría retornar a sus carreras originarias, reintegrarse a su profesión primera, éste como arquitecto, aquel como cirujano, el otro como notario y el de más allá como cotizadísimo economista o broker sin alma. Y no, ahí siguen, perdiendo dinero, llenándose de canas, desvelándose para que el Estado no malgaste un euro y nosotros, los contribuyentes, contemplemos admirados el rigor con que se administra la casa de todos.
He tomado un caso al azar, pero en estos días son miles los políticos que hacen las maletas para irse a servir a nuestra Administración, igual que antes se marchaban los jóvenes reclutas a cumplir con la patria donde Cristo dio las tres voces, con una sonrisa en los labios y el corazón transido de generosa emoción. Gracias, amigos. Qué iba a ser de esta nación sin vosotros.

18 abril, 2008

Orgullo y prejuicio

No todo va a ser rajar malamente del personal. Aunque la dosis cotidiana de estopa también será inevitable. Pero antes la parte del orgullo. Estos días se ha celebrado en esta universidad leonesa un importante congreso internacional sobre “Ficción criminal”. Por lo que he visto y oído, ha estado francamente interesante. Esta misma mañana fue un placer escuchar a Lorenzo Silva, a quien se nota que le hizo bien aquella carrera de Derecho que estudió de joven.
Lo que también me puso de muy bien humor fueron dos comunicaciones y una ponencia extensa, las tres sobre asuntos de derecho y cine negro. Extraordinarias, apabullantes, de suprema brillantez. La alegría me viene porque en términos académicos son los tres oradores un poquillo hijos de uno, tres doctores que me honraron con sus tesis, doctorandos de los que no dejan resquemor, sino satisfacción perpetua: Benjamín Rivaya, Xacobe Bastida y Pablo Bonorino, por orden de antigüedad en el grado. Cuánta erudición, qué derroche de ingenio y qué habilidad expositiva. Bien está quedarse de vez en cuando con esta sensación de que algo de lo que en la universidad se ha intentado ha merecido la pena.
Mas uno es como es y esta leche agria tiene que salirle a diario, para seguir haciendo amigos. Escuché alguna conferencia más. Cielo santo. Una catedrática de Filosofía atribuyó a John Rawls la paternidad intelectual de la siguiente frase: nullum crimen sine lege. Con un par de cojones/as. Uf, menos mal que sé que hace tiempo que me odia, pues es amiga-víctima del famoso trolas cuyas hazañas he glosado aquí en alguna ocasión.
Mis queridos amigos y antiguos doctorandos hablaron a pelo, con la más brillante oratoria, sin concesiones a las tecnologías tartamudas. Construyeron frases enteras, hilaron argumentos, explicaron doctrinas con las mejores técnicas narrativas. Pero no todo el mundo procede así. Hay quien enchufa el powerpoint y va leyendo con la misma entonación que si se tratara de la guía telefónica y no quisieran despertar al público dormido, y sin poner ni quitar nada de lo que en la pantalla va apareciendo con dibujitos y colorines. Pues ya ven, creo que eso hoy en día hasta puntúa en ANECAS y CAGARRUTIAS.
Ante alguna intervención así, me quedé con las ganas de hacer una imitación. Nada más fácil que construir un discurso vacío a base de patochaditas deslabazadas y sandeces a la vuelta de un click. Vean qué sencillo. Vamos a comparar de coña dos narraciones muy importantes, Caperucita Roja y Los Tres Cerditos. Las analizaremos desde el punto de vista del modelo social que proponen y de la interrelación que plantean entre víctimas y delincuentes.
1. En lo que se refiere al tipo de sociedad de fondo, la de Los Tres Cerditos es una sociedad liberal y competitiva, pues cada cerdito aplica su esfuerzo y sus capacidades para hacer la casa mejor y más segura para sus intereses. En el caso de Caperucita Roja estamos ante un Estado prestacional y de incipiente bienestar, en el que las abuelas ya confían en ciertos servicios que les son brindados desinteresadamente, aunque en este caso sea por un particular, su nieta.
2. En cuanto al tipo de ciudadanía que se presenta como modelo positivo, en Los Tres Cerditos contemplamos el modelo de quien, al tiempo que busca lo más útil para sí mismo, acaba por servir del mejor modo al interés general, en tanto que, en el caso de Caperucita, apreciamos cómo la actitud ingenua y desprevenida de la protagonista tiene que ser contrapesada por la acción vigilante y arrojada de ese cazador que viene a representar a los cuerpos de seguridad del Estado.
3. En lo concerniente a la visión del delincuente, en ambas ocasiones es presentado como un lobo perverso, gorrón y displicente. Tales atributos negativos lo hacen merecedor de castigos cuyo grado va en proporción con la maldad de sus acciones o con la medida en que haya realizado sus malévolos propósitos. El que intenta comerse a los cerditos acaba sufriendo en sus carnes el dolor del agua hirviente, pero el que devoró a la abuela de Caperucita va a dar con sus huesos al fondo del río.
Bueno, me detengo aquí. Palabra de honor: la escritura de estos párrafos de análisis en broma me ha costado exactamente cinco minutos. A tanto la página, les escribo cien en un día si es necesario. Pura cuestión de oído, arte nada más que para tararear el chiki-chiki que de vez en cuando se escucha en cursos y congresos. Tomaduras de pelo. Y, ya puestos a ser inmodestos, créanme, amigos, una cosa más: la comunicación que me dio pie a esta guasa era mucho más cutre y chorras que esto que me acabo de inventar. Arte que tiene uno en el fondo, oiga.
Que sí, ya lo sé. Alguien más me odiará con nueva intensidad a partir de hoy. Me tiene sin cuidado. El cupo de amigos buenos y bien competentes lo tengo cubierto. Y el dar leña a ciertas cosas es la primera obligación moral de todo profesor que se quiera decente. Porque no todo el mundo es bueno ni todo vale igual, y así hay que decirlo. Pues eso.

17 abril, 2008

La gotita nada más

Bien está que este pueblo nuestro, que tiende a sazonar sus cogitaciones con sal gorda y a poner exceso de pimentón hasta en el agua del hisopo, le vaya cogiendo gusto al matiz, sensibilidad para el detalle. Hasta ahora, romos como éramos, no aplicábamos pormenor de orfebre nada más que en aquellas batallas amatorias de antaño, cuando ella siempre decía no por imperativo tanto eclesiástico como civil y el machito sacaba aquel dechado de virtuosismo escolástico para explicarle que la puntita nada más sí se podía sin riesgo ni apenas pecado, y que por esa parte más inofensiva y como que te mira el falo es puramente venial.
Bueno, pues ya tenemos otro caso. Enterados quedamos de que no es trasvase una transferencia de agua desde un río gordo a una ciudad como Barcelona y por un volumen capaz de satisfacer el 23 por ciento de las necesidades de la misma. No sé como hay gente que no lo ve. Fíjate en este pliegue, ¿ves? Pues hasta aquí es transferencia y de ahí en adelante sería trasvase, pero esa parte ni la tocamos, ¿vale? ¿Y ese chorro que sale? No te preocupes. Propiamente no es un chorro que sale sino gotitas que sobran y que no deben estar dentro, pues se perderían. ¡Ah!, pues sigue. Me quedo muchísimo más tranquila. ¡Ay!
Es cómo en los bancos. ¿Que le pasan a su cuenta, desde otra, ochenta mil euros? Eso es una transferencia. ¿Que le ingresan así ochocientos mil millones? Ah, cuidadín, eso ya constituiría un trasvase. Un trasvase bancario. Los ricos bien lo entienden, pues tienen de las dos cosas. En cambio, a usted o a mí, so mindundis, sólo nos meten cantidades de nada, trasferencias para ir tirando hasta que llueva para todos.
En tiempos se hablaba del delito de solicitación en confesión. Era el mismo cuento de la puntita nada más, pero con sotana. Ese delito lo cometían los curas que aprovechaban para pedirles trato carnal a las señoras que con ellos se confesaban, a cambio, eso sí, de la absolución de sus pecados. Quedaba un asunto bien coherente, tipo Zapatero o consejero autonómico verde por fuera y rojo por dentro, como una vulgar sandía. Es decir, el cura venga tronar desde el púlpito que eso no se menea, que por ahí no se hace fuera del matrimonio, que vais a ir todos de cabeza al infierno, que puros y castos os quiere Dios y que se os va a secar hasta la médula espinal por guarros y rastreros, y luego, en cuanto pillaba a señora en discreto aparte, venga calentarle la oreja, meterle una mano debajo del refajo y echarle bendiciones con la otra. Como un tripartito cualquiera, oiga. Que el Ebro no se toca, que el Delta es sagrado (qué gráfica analogía ésa del delta), que de aquí no se vierte ni una gota en otro sitio y venga y dale con la matraca de la intangibilidad del curso. Y, en cuanto te descuidas, se ponen con el canal y te dejan seco. Eso sí, no es trasvase, es transferencia, como ha dicho la ministra Espinosa, que es la segunda Espinosa que Zapatero pone en su vida y él o su psicoanalista sabrán por qué. Igual que cuando los curas aquellos aseguraban a damas tan perplejas como satisfechas que así no era pecado, sino más bien entrenamiento por imperativo divino y para que estuvieran atentas para decir que no cuando se lo pidiera algún malvado sin saya negra ni mandato ultraterreno; uno de Valencia, por ejemplo.
La historia es como una broma pesada que se repite. Lo único que cambia son los personajes, cada vez más ridículos; y las víctimas, cada vez más tontas.

16 abril, 2008

El Régimen

No parece exagerado afirmar que en España nos hemos instalado en un nuevo y peculiar Régimen político. La coartada de fondo la da el sistema democrático, pero para que estuviéramos en una democracia no meramente aparente se requerirían dos cosas como mínimo. Una, que los partidos guardasen una elemental lealtad a las reglas del juego, lealtad manifestada en cosas tales como su democracia interna, su propósito no meramente manipulativo, su disposición a anteponer los intereses más elementales del Estado al propio afán de medro personal de sus cuadros y trepas variados y su capacidad para articular propuestas políticas coherentes, programas con contenido diferenciable, no meramente populistas o demagógicos, creíbles y ligados a la voluntad real de ponerlos en práctica cuando la coyuntura de mayorías y minorías lo permita.
Lo segundo que en una democracia no sólo nominal se necesita es una ciudadanía mínimamente madura y acostumbrada a jugar y entenderse bajo las pautas de la democracia, no una masa acrítica que descarga toda responsabilidad y toda reflexión en los políticos y los medios de comunicación que los jalean, que maneja una concepción simplistamente maniquea de las opciones políticas, pareciéndose más a la hinchada de un equipo de fútbol que a un grupo que crea y manifiesta una opinión pública libre y que no se resigna al mero papel de votante y comparsa ni se guía antes que nada por la idea del mal menor y el miedo a fantasmagóricos enemigos al tiempo de hacerse oír en las urnas. O sea, que, lo miremos por donde lo miremos, lo tenemos chungo en este lugar que vuelve a llamarse España a tenor del nuevo lenguaje del Régimen y mientras a éste, es decir, a su conducator, la convenga.Lo de Zapateero va camino de convertirse en un Régimen. No quiero decir una dictadura, pues, por mencionar algún parentesco, lo de Chávez en Venezuela tampoco es técnicamente una dictadura. En favor de que podamos empezar a hablar con propiedad del Régimen zapaterista creo que es posible invocar los siguientes argumentos.
a) La guía de la acción política es la pura voluntad de Zapatero, sin que a la muy numerosa ciudadanía que lo vota y lo apoya le importe si esta voluntad es coherente o no y dado que esos ciudadanos de antemano le atribuyen, con presunción que no admite prueba contraria, un propósito político definido, leal, avanzado y para nada dependiente de los meros intereses electorales de cada momento. Zapatero, según esa visión, es y será progresista y de izquierda haga lo que haga y diga lo que diga, aun cuando haga y diga cosas contradictorias. Tan progresista y tan de izquierda cuando evitaba cuidadosamente la palabra “España” como ahora que la repite en todas sus deposiciones. Y los ejemplos podrían ser docenas.
b) Cualquier medida o acción se juzga por su relación con la voluntad del gobernante y no por cualquier otro criterio independiente, y cuando la voluntad o la conveniencia del gobernante cambian y éste se desdice, se contradice y se torna tan cabalístico en la teoría como descarado en su incongruencia práctica, no se contempla tal mutación como signo de deficiente racionalidad o de amoral descaro, sino como manifestación de hasta qué punto está siempre atento el líder a las evoluciones del interés de su pueblo. Un ejemplo meridianamente claro y actual en este Régimen nuestro: la actitud de Zapatero y su hooligans ante los trasvases.
c) Quien encabeza el Régimen y le da nombre sabe aglutinar a sus huestes, cada vez más amplias, mediante un habilísimo manejo de los símbolos y, muy especialmente, de temores con escaso fundamento y con fuertes resonancias ideológicas, en el sentido más superficial y pedestre de la palabra ideología. Así y aquí, tal ocurre con la hábil instrumentalización que Zapatero hace de las torpezas de la Iglesia católica, de la muy minoritaria derecha extrema y de actitudes similares que, si bien no suponen ningún peligro real de retroceso ni a un Estado confesional ni a maneras propias del franquismo pretérito, sirven al líder populista para aparecer como supremo defensor de las libertades y guardián por antonomasia de las excelencias democráticas, al tiempo que las burla y las manipula a su puro interés y desde un vacío ideológico y una pobreza intelectual que captará cualquiera que no se obnubile por los manejos sectarios.
Bajo un Régimen de este tipo, el razonamiento que más se escucha en sus votantes y simpatizantes supuestamente ilustrados es el de que el líder tiene algunas carencias notables, pero supone la última esperanza y la postrer defensa que nos queda ante el inevitable retorno de una derecha que es presentada con los mismos atributos con que, por ejemplo, el franquismo dibujaba a la izquierda: un peligro prácticamente indescriptible y atroz. Primero cerrar filas con nuestro nuevo “caudillo” y luego pensar, en lo que proceda y aún haya lugar; ésa sería la consigna.
d) El partido del líder va perdiendo todo perfil ideológico definido, más allá de los consignas para crédulos y obsesos y los eslóganes y numeritos para la galería, y, con ello, desaparece cualquier capacidad para controlar a su dirigente máximo. Todo amago de discrepancia se convierte en excusa para obtener del dirigente máximo nuevas concesiones y un lugar a su diestra (Bono constituye la suprema expresión de esa particular indecencia política; pero su enemigo Guerra también tiene lo suyo de indecente en ese sentido), y toda discrepancia real se castiga de inmediato con el ostracismo definitivo. La bondad que al Gran Hermano se le supone, como uno de aquellos mágicos atributos que convierten su personalidad en destino de nuestro gobierno, sirve para que su férreo y hasta cruel manejo de su partido se aprecie como expresión de su genio y no como plasmación de una desmesurada ambición de poder sin límites.
Cabría proseguir con la enumeración de los caracteres que configuran este tipo de regímenes personalistas, manipuladores, demagógicos, populistas y aptos en particular para una ciudadanía fuertemente insolidaria, más crédula que reflexiva, más pueril que madura y que en la política democrática no ve un procedimiento para gestionar en común las decisiones colectivas, sino una magnífica vía para pasarle cuentas al “enemigo” sin arriesgar nada personalmente importante.Pues es lo que hay en este país. Y lo que nos espera. Y ninguno en mucho tiempo había representado mejor que Zapatero la caquita que mayoritariamente somos. Que nos aproveche. En realidad, a nadie nos parecemos más que a nuestros primos italianos. En muchísimas cosas. Cada vez en más.

14 abril, 2008

Lo primero de hoy: el niño novio de la niña de Rajoy

Vean lo que me indica un amigo muy querido. Así terminaba manifiesto electoral de la coalición del Frente Popular que ganó las elecciones en 1936:
"... las reformas necesarias para que ese niño, lleno de ilusiones, pobre y descalzo, símbolo de la España que queremos redimir, cuando llegue a la madurez no tenga que arrepentirse de haber nacido español".

Segunda cosa de hoy. I.Ezquerra en El Correo

Ministerios. Por Iñaki Ezquerra.
Gracias a Rodríguez Zapatero España va a tener a partir de ahora un Ministerio de la Igualdad. Uno lee esa expresión, ese imprevisto y extraordinario maridaje de dos palabras tan fonéticamente dispares, tan conceptualmente ajenas la una a la otra, tan semáticamente alejadas, casi tan antagónicas, y le suena como a literatura futurista. Y es que la primera de esas palabras nos remite al pedestre, burocrático y pragmático plano de la administración pública mientras la segunda anda más bien instalada en el bello, ideológico, ideal y moral plano de la utopía. Digamos que 'igualdad' y 'ministerio' son dos vocablos y dos conceptos que se dan de leches. Son la poesía estrellándose contra la pared de la prosa. Al tener noticia de la creación de esa nueva cartera de Igualdad me he acordado de otra institución del Estado que también gozó de un nombre contradictorio y mágico cuando yo era niño y que debió de desaparecer para siempre con la de- mocracia o con los años. Me refiero a aquel legendario y poético Ministerio del Aire.
Uno oía en su infancia esa acuñación -Ministerio del Aire- y se imaginaba un grandioso edificio de romanas columnas flotando entre los aviones. Uno se tomaba aquel nombre al pie de la letra y se creía que había funcionarios que vivían del aire literalmente. Uno estaba convencido -y quizá no iba muy descaminado- de que los empleados del Ministerio del Aire estaban todo el día en las nubes. La pregunta que ahora se impone es dónde se van a meter y con quién se van a meter el ministro y los funcionarios del Ministerio de la Igualdad. ¿Con el Cupo vasco, con el Estatut catalán o con los Fueros navarros? ¿Va a cargarse todas esas instituciones para ser efectivo y convincente y un poco coherente consigo mismo un ministerio que se atreve a llevar ese exigente nombre? ¿O va más bien a consistir semejante departamento en una figura sencillamente retórica, como la Alianza de Civilizaciones?
Hasta hace poco cuando nuestros gobernantes se topaban con un problema creaban un observatorio: el Observatorio de los Derechos Humanos, el Observatorio de las Víctimas, el Observatorio de la Violencia de Género, el Observatorio de la Lectura y el Libro anunciado en su día por Carmen Calvo y del que nunca más se supo. Ahora Rodríguez Zapatero da un salto cualitativo y va a por los ministerios. Pronto tendremos un Ministerio de la Felicidad, un Ministerio de la Magia propio de Harry Potter o ese Ministerio de la Igualdad que regentará Bibiana Aído y que suena a orwelliano. En efecto, en '1984', la novela de Orwell, había un Ministerio de la Verdad, que hacía lo contrario de lo que indicaba su nombre y que era responsable de la falsificación de los hechos históricos al servicio del partido. ¡Que Dios nos coja confesados!
(Publicado hoy, 14 de abril, en El Correo).

Tercera cosa de hoy: gran artículo de Félix de Azúa

Esto lo publica hoy Félix de Azúa en El País. Qué envidia. Qué magistral manera de explicar por qué triunfa esa filfa del buenismo en este país de desalmados y trabucaires. Ahí va:
Democracia para cabreros. Por Félix de Azúa.
Casi con toda seguridad mis padres habrían dicho que éste era un caso de indudable mala educación, pero al repetirme un par de veces esa frase, "mala educación", he percibido hasta qué punto es un juicio rancio, arcaico, desprovisto ya de sentido. A lo más que puede aspirar es a una sonrisita condescendiente por parte de la gente de mi generación que la considera un rasgo típico de la vieja burguesía. La nueva burguesía, los que ahora imponen su modelo de conducta, es muy distinta. Por ejemplo, la educación, buena o mala, le importa una higa.
Para mis padres, que un parlamentario llamara "cabestro" a un colega vendría a ser el regreso de las viejas trifulcas republicanas en las que el insulto y la sal gorda arrancaban carcajadas y manotazos en la espalda de los conmilitones. En las memorias de Azaña hay cientos de espectáculos de esta calaña, los cuales abatían al pobre hombre. Setenta años más tarde ya no es una prueba de mala educación o de barbarie por parte de un animal serrano ascendido a diputado, sino un signo de identidad. El que insulta es un vasco en representación de unos miles de vascos y el insultado es un español que representa a varios millones de españoles. El insulto es un modo de destacar la independencia del vasco (en realidad, su impotencia), frente al enemigo español. Porque en la semidemocracia española no hay adversarios sino enemigos y por lo tanto la repelente costumbre de insultar no es otra cosa que la consecuencia de la obligación de odiar. ¡Cómo se odia en los parlamentos! Y no sólo en los parlamentos.
Hace pocos días un amigo pasó por Madrid para conocer a la hija de unos colegas, una cría de tres años. Se citó con ellos en un restaurante de purpurina y aunque él es fumador pidió una mesa para no fumadores. Cuando se sentaron, todo el mundo fumaba a su alrededor. La niña tiene problemas de asma de modo que mi amigo acudió al encargado y le pidió otra mesa sin tanto humo. La respuesta del maître, un chico arreglado a la usanza chic hortera, le dejó helado: "Pero ¿usted ha venido aquí a comer o a tocar los cojones?". Paralizado por la baba de odio que goteaba de aquella boquita, se retiró desolado. Seguramente es una consigna del gremio, porque no es la primera vez que la oigo.
En realidad el encargado del local no hacía sino obedecer lo que está mandado. Si Carod puede decir: "Los de Madrid nos mean encima y dicen que llueve" y recibir aplausos. Si Rubianes depone: "Ojalá que les exploten los cojones a los españoles" y le jalea el mundo oficial catalán. Si cualquier diputado puede dirigirse a sus colegas en el parlamento como si estuvieran en el patio de una penitenciaría, entonces lo normal es que cunda el ejemplo.
Basta con encender la televisión en España para ver series que no tienen equivalente en el mundo. Los comisarios dicen constantemente: "Me cago en la hostia"; los policías: "Te voy a cortar la polla"; los galanes: "¿Ya te las has follado? ¡Mira que eres jodido!", y así sucesivamente, como si estuvieran en el reformatorio. No es el lenguaje de la gente común, es el modo de hablar de la nueva burguesía, de los actuales dueños de la imagen pública. Su estilo se difunde por todos los medios de persuasión, especialmente los dirigidos a la gente joven. Una nueva burguesía enriquecida con el odio impone su modo de entender la vida en sociedad así como la antigua impuso el sombrero.
Insisto en que el deje burgués de este modo de exigir respeto humillando al prójimo no tiene nada que ver con aquella "mala educación" antigua, sino con el odio. Y el odio está provocado por el miedo. Quienes así agreden a sus semejantes son gente que pasa mucho miedo porque sabe cómo se las gastan los dueños de la imagen pública. Se percatan de cómo está el patio, cómo los padres de la patria hacen pedagogía del rencor y lo subvencionan alegremente, cómo los periodistas, comentaristas, opinadores ligados a algún poder escupen veneno, constatan el éxito de los héroes de la pornografía sentimental y lo bien remunerada que está la navaja oxidada metida en la riñonera. ¿Cómo no van a tener miedo? De manera que simulan ellos también ser psicópatas, sicarios, navajeros o quinquis. Imitan lo que ven, la indiferencia ante el sufrimiento y la humillación ajenos. Así nos advierten, al modo del jovencito del restaurante madrileño, "No me toques los cojones o te hundo una faca en el ojo". Ese muchacho estaba espantado, pero había aprendido a defenderse en las cadenas de la televisión, en el parlamento, en los periódicos, en los suplementos juveniles, en el bendito cine español. Sabe que en España sólo hay un modo de hacerse respetar: que te tengan miedo, que les hagas temblar. De modo que se disfraza de bárbaro y ataca antes de que le ataquen.
Esta situación de terror reciclado en chulería agresiva (lo que con mucho optimismo suele denominarse "crispación") es lo único que puede explicar el lado complementario, la bondad oficial y angélica (única en Europa) que la sociedad acomodada muestra hacia los débiles, los vencidos, los perdedores, los que se extinguen, los desdichados. A nadie le importa la justicia, de ella no se habla jamás, sólo de la bondad. Un país tan bronco, tan incapacitado para la justicia, no tiene otro recurso compensatorio que una bondad etílica dirigida a cualquier excepción étnica, sexual, fisiológica, religiosa, artística, lingüística, zoológica o económica. Una bondad gratuita que esconde la dentadura del depredador. Aquella España despiadada, de corazón de piedra y cerebro de corcho, aquella nación de cabreros como la llamaba Gil de Biedma, la que mantenía en la miseria a la mayor parte de la población y calmaba su rencor haciendo obras de caridad, ha mudado de traje, pero no de alma.
A mi modo de ver, en nuestra semidemocracia el sentido de la justicia y de la responsabilidad (lo que mis padres y Azaña llamaban "buena educación") se ha reducido a una especie de ecologismo vaporoso que dice proteger todo aquello que no dé miedo y que no amenace el poder sobre personas y cosas.
La bondad establecida, por tanto, se limita a aquellas personas o cosas que no amenazan su dominio. Tullidos, niños, enfermos, etnias, minerales, animales, vegetales o lenguas en trance de extinción, es decir, lo que carece de fuerza reivindicativa, lo que es tan débil que ni siquiera puede exigir justicia, ése es el objeto de la bondad oficial.
La justicia exige trabajo, estudio, disciplina e inteligencia. La bondad sale gratis y es cosa del sentimiento, el cual, como es bien sabido, no cuesta un duro. En consecuencia, ya que es imposible ser justos en España, seamos bondadosos con todo aquello que no nos asuste, que no nos amenace, que esté ya medio muerto.
Al resto, en cuanto se descuiden les cortamos los cojones.

13 abril, 2008

Pequeñas confesiones intrascendentes

Este domingo me ha venido con un toque íntimo. Es parte del desconcierto por el regreso a casa después de un viaje un poco largo. Te quedas en tierra de nadie, pues cuesta retomar las rutinas y, en mi caso, no consigo quedarme quieto y decirme que voy a descansar sin hacer mayor cosa. Me da la impresión de que renuncio a un día, y la vida no tiene tantos. A eso voy, con permiso de la paciencia de ustedes. Hoy hablaré de mí, qué diablos.
Cuentan que están a la orden del día los niños hiperactivos. Debe de ser para compensar la creciente frecuencia de padres hipoactivos, fanáticos del sofá, virtuosos de la siesta, afanosos escaqueadores en la oficina, absentistas agrupados en la lucha final. En fin, no hagamos amigos de esta forma en día de precepto y sigamos con el asunto. Pues que ahora me da por pensar que tengo un problema psicológico, algún trastorno de la personalidad, otro. Me siento como un adulto hiperactivo. Esto es un no parar. Cada día me cuesta más y más dejar de hacer cosas. Contemplo con admirada perplejidad a tantas personas que, cuando les preguntan qué es lo que más les gusta, responden aquello de estar en casa sin hacer nada, o ver la tele, o contemplar el techo como si esperaran que por ahí atraviese un ángel a comunicarles la buena nueva. Cuando, por ver qué se siente o porque ando cansado y con algo de estrés, trato de imitarlos, la urticaria se me dispara, igual que a Zapatero se le va a disparar la inflación a modo de muy desconsiderada crispación económica. Ya se sabe cómo es el capital. Menos mal que se lo compensará el PP poniéndose en pompa, una vez que sabemos que el viejo prohibido prohibir ha sido reemplazado por el prohibido oponerse. Es la revolución del sesenta y nueve, un innovador y muy excitante sistema político.
Hacer, hacer, hacer. Uno quiere leer, escribir cosas serias y de éstas, viajar, andar de fiesta, echar parrafadas con los pocos amigos que no llevan aires de Bernat Soria mientras clona a Zapatero y se toca... También da placer andar de acá para allá con la pequeña Elsa en brazos. O montarse una buena cena con su mamá y echar a rodar un te acuerdas que acaba en apoteosis del como entonces. Por si hubiera poco que hacer, entra la primavera, aunque sea con más altibajos que candidato del PP en celo, y toca darse el gustazo de ir preparando el jardín y las macetas. Ese placer de coger la tierra con las manos sólo puede entenderlo el que nació de la tierra y vivió en ella, y no del Estado del bienestar y en las actividades extraescolares. Bueno, y hasta ahí será normal, pero es que a uno le apasiona también cocinar y, pasmémonos y preocupémonos, hacer la compra y elegir con mimo en esos anaqueles de gran superficie que son homenaje a los sentidos, pornográfica metáfora de un primer mundo.
Con tanto que hacer, hay días, como éste, en que no sabe uno qué hacer. Porque, encima, las actividades se pegan como lapas. Si leo un periódico, se me antoja escribir un post, o un artículo para algún diario de los que se dejan. Si tiro de libro de poemas, se me pone un aliento lírico que me empalaga la tarde. Con una novela larga hipoteco los días venideros y con un libro de cuentos me viene el antojo de perpetrar alguno. Para colmo, últimamente he notado que la literatura me repite por la noche. Palabra, esto es real. Me duermo con una buena novela o un buen cuento en las manos y sueño en el estilo del autor y es como si, al tiempo, el sueño me lo fuera contando a mí mismo con sus palabras o lo fuera yo leyendo con el correspondiente ritmo. Debe de ser el colmo de la alienación, que tus sueños lleven voz de otro o que sus personajes nazcan de cabeza ajena. Es gracioso, porque ahí me doy cuenta de cuáles son en verdad los buenos autores: los que impregnan el alma de esa manera y no te dejan librarte de ellos ni en sueños. Recuerdo perfectamente que esta dolencia de letras me comenzó con los dos primeros libros que leí de Alejandro Rossi, hace ya un buen puñado de años. Y hasta hoy, pero empeorando para mejor.
Pues es lo que hay. Creo que al asno de Buridán le pasaba algo así. Te tiras medio día pensando qué haces, de tanto como quieres o debes, y acabas escribiendo un post sobre Zapatero y su nuevo gobierno o sobre si Aguirre o la cólera Moloch se re(a)signará o no se re(a)signará. Que eso sí que son maneras de perder el tiempo. Es como cuando crees que algo te llena y sólo son flatulencias. Definitivamente, debemos dedicarnos a cosas serias.

12 abril, 2008

Vuelta con variados personajes de la farándula

T-4. Agua y viento fuera. El aire acondicionado a su bola, como si fuera verano tórrido. Me subo el cuello de la chaqueta y me acurruco en una silla para intentar pasar amodorrado las cuatro horas de espera para volar a León. El móvil no me lo permite, no hay cuidado. Llega el tiempo y me acerco a la puerta prevista, la K-96. Veo que de la fila sale hacia el baño el poeta leonés más famoso y laureado, compadre de zapateros al que el franquismo puso casa sin contraprestación lírica del vate. Bien hecho, que no crean que nos compran porque les aceptamos los presentes a beneficio de inventario ideológico.
Reprimo el impulso de irme a mear yo también al lado del favorecido de las musas y con la esperanza de que la inspiración me salpique. Pero no quito ojo de la puerta del baño, mientras la cola para embarcar ha empezado a moverse. Va a llegar mi turno y sigo mirando hacia el excusado y preguntándome si el escritor habrá salido por otra puerta, si es que la hay, o si se habrá quedado dentro encerrado o dormido. Ya se le veía mayor. Subo a bordo con la duda y arrepentido de no haberme aventurado en su rescate, si había lugar. Tal vez perdió en avión por una inspiración repentina. O tal vez no iba hacia León, sino que llegaba y se paró simplemente a preparar algún discurso. De todos modos, si hubiera desaparecido y cundiera la alarma, sépase que yo lo vi entrar a los mingitorios de la T-4. Los poetas de ley siempre han huido como han podido de homenajes, bullicio y alharacas.
Me acomodo en el avión. Un poco más adelante y al otro lado del pasillo, un tipaco bien grande, con la camiseta pugnando contra unos músculos ostentosos, teñido de rubio platino tipo Cañizares -no me refiero al obispo de ese apellido, sino al portero del Valencia C.F.-, con gafas de sol, playeras amarillo chillón y pinta de practicar un oficio delictivo con trabajadoras del sexo. Está hablando por el móvil, tal que así: “Que no, Mercè, que lo mío no dura más de una hora. Quién te dijo que dos horas. No, de eso nada, ése no es mi representante. Yo no tengo representante. Te digo que una hora y punto”. Ahí yo estaba pensando que el trabajador del sexo era él y que la Mercè vaya usted a saber qué pintaría. Y sigue: “Yo llego a las dos de la madrugada, hago lo mío y me voy”. En este punto, creo que se trata de un pichiboy de esos con que las virtuosas damas de provincias celebran el fin de su soltería y el comienzo de un despendole que ha de durar hasta que la muerte los separe. Pero parece que tampoco, porque continúa dándole al aparato: “Que no, que una hora y de ahí no paso. Es lo que tengo preparado. Ya sabes que no improviso y lo que llevo da para una hora. Y nada de comenzar a las dos. A esa hora yo aparezco por allí, pero no pincho hasta las tres y media o las cuatro. Para lo que yo pincho la gente tiene que estar pedo. Si no están pedos dicen esto qué es. A las dos el personal no está pedo. Si no está pedo, el personal no se pone con lo que yo pincho. Pues eso, comenzamos a las cuatro, cuando todo el mundo ya está bien colocao”. Luego, el musculoso pinchador se pone a hablar con una madre de familia bien entrada en años que va al lado, y entre los dos acuerdan que hoy en día está todo manga por hombro y que la gente no tiene formalidad. La crítica social les dura casi todo el viaje y, al llegar, ganas me dan de seguirlos por ver si con sus preocupaciones sociales se pierden por las estribaciones de algún hotel.
Me quedo pensando que qué curioso oficio ese de los pinchadiscos. Viaja el sujeto a León para “pinchar” una hora en la discoteca músicas ajenas y vaya a saber cómo le pagan. Y, de pronto, caigo en la cuenta de que lo nuestro, lo de los profesores, es parecidísimo. Una horita en Reinosa, pongamos por caso, en algún casino o sociedad cultural, contar lo que se lleva preparado y que no da para más, cobrar alguna cosa y regresar a casa comentando que el país anda horrible. Sólo nos faltan esos biceps trabajados con denuedo, los pelos teñidos y la firmeza con los anfitriones que escaquean la pasta o piden más horitas de gala o que les envíes el texto escrito para unas actas que financiará la Diputación. Deberíamos llamarnos pinchalibros, sobre todo cuando conferenciamos a base de refritos más o menos apresurados de obras ajenas.