Echas en falta el aire de los puertos,
de las veredas de la tierra nuestra,
de los riscos que azotan cuatro vientos,
de la lenta tonada con los bueyes.
Las albas de diciembre en los cerros
han venido a posarse en tus manos.
Las escarchas, las piedras, los aperos,
una luna de charcos y luciérnagas,
el relente de noches y de perros.
Y hasta el frío metal de los fusiles
se condensa en temblores de tu aliento.
Esquivos pájaros de suaves alas
roban la luz y afilan tu resuello.
Presientes horizontes de jinetes
y ciudades que sólo cruzan ecos,
sin caminos ni brújula ni mapas,
en desiertos.
31 mayo, 2006
De edades y batallas. 1.
Otra vez el hospital. No llego a tiempo a Gijón y la ambulancia ya se ha llevado a mi padre. Tres horas o más de espera, mientras lo examinan en urgencias. Me explican luego que su dolencia respiratoria se ha agravado, que han surgido complicaciones renales y... Al fin lo suben a la habitación. Le pongo la mano en el hombro y se agita, pues quiere hablar y apenas puede. Me pide por señas que me acerque y, con voz insegura, apenas audible, insiste en que quiere morir.
Me toma la mano. Es algo inusual y sé bien qué indica. Tiene miedo, ese miedo animal de los valientes. Se libera de usos y prejuicios, necesita el afecto en la piel. Los campesinos rehuyen el roce físico. Por eso a los que venimos de ese mundo nos cuesta un tiempo acostumbrarnos a toda la retahíla de besos y abrazos en la ciudad, a la cercanía constante de los cuerpos, al roce con cualquier pretexto.
En mi pueblo los varones nunca o casi nunca besaban a sus hijos. Nosotros a ellos tampoco. Eso era cosa de madres, de mujeres. A cambio, mi padre jamás me pegó, ni un pequeño tortazo siquiera. Él y mi madre sufrieron estrecheces para que yo estudiara, trabajaron de sol a sol siete días a la semana, siempre. Mi compromiso es la memoria.
Le aprieto la mano y le hablo para que se anime. Se calma un poco. Me dice fíjate, y yo que estaba mucho mejor que tu madre y ahora mira. Un cabronazo, vuelvo a pensar, eso no se pierde ni en las últimas. Y todo por fumar, me cuenta, maldita la hora. Fue por culpa de la guerra. Yo nunca había fumado y no me llamaba la atención. Pero en la guerra. Fue en Termes, Lérida. Estaba conmigo Luis el de Palacio, otro de Ruedes. Me decían fuma, total qué más da, vamos a morir todos aquí, en cualquier caso. Fumé y ahora fíjate, qué muerte me espera.
Se queda silencioso un buen rato. Respira con trabajo y ruido. Pugna por toser, pero no consigue arrancar esa argamasa cruel que atora su garganta. Cuando se recupera un poco, vuelve a la guerra. En Bárcena Mayor nos ordenaron tomar un monte. De setenta y cinco sólo volvimos vivos trece. Un sargento de Boal, que era un buen hombre, cayó a mi lado. Al sentir la bala gritó morí luchando por la causa de la libertad. Quedó muerto allí mismo. Pero vale más no pensar en aquello, concluye. Y calla, abrumado por la fatiga.
Al cabo me mira, me tiende su brazo tembloroso y me pide que dé cuerda a su reloj. Aunque total para qué, añade. Lo hago y vuelve a repetirme lo de tantas veces: este reloj tiene más años que tú, es un Omega y lo compré antes de que nacieras. Pasa un rato más tranquilo. Luego me repite que mañana tengo que afeitarlo yo, esta gente no sabe.
Me toma la mano. Es algo inusual y sé bien qué indica. Tiene miedo, ese miedo animal de los valientes. Se libera de usos y prejuicios, necesita el afecto en la piel. Los campesinos rehuyen el roce físico. Por eso a los que venimos de ese mundo nos cuesta un tiempo acostumbrarnos a toda la retahíla de besos y abrazos en la ciudad, a la cercanía constante de los cuerpos, al roce con cualquier pretexto.
En mi pueblo los varones nunca o casi nunca besaban a sus hijos. Nosotros a ellos tampoco. Eso era cosa de madres, de mujeres. A cambio, mi padre jamás me pegó, ni un pequeño tortazo siquiera. Él y mi madre sufrieron estrecheces para que yo estudiara, trabajaron de sol a sol siete días a la semana, siempre. Mi compromiso es la memoria.
Le aprieto la mano y le hablo para que se anime. Se calma un poco. Me dice fíjate, y yo que estaba mucho mejor que tu madre y ahora mira. Un cabronazo, vuelvo a pensar, eso no se pierde ni en las últimas. Y todo por fumar, me cuenta, maldita la hora. Fue por culpa de la guerra. Yo nunca había fumado y no me llamaba la atención. Pero en la guerra. Fue en Termes, Lérida. Estaba conmigo Luis el de Palacio, otro de Ruedes. Me decían fuma, total qué más da, vamos a morir todos aquí, en cualquier caso. Fumé y ahora fíjate, qué muerte me espera.
Se queda silencioso un buen rato. Respira con trabajo y ruido. Pugna por toser, pero no consigue arrancar esa argamasa cruel que atora su garganta. Cuando se recupera un poco, vuelve a la guerra. En Bárcena Mayor nos ordenaron tomar un monte. De setenta y cinco sólo volvimos vivos trece. Un sargento de Boal, que era un buen hombre, cayó a mi lado. Al sentir la bala gritó morí luchando por la causa de la libertad. Quedó muerto allí mismo. Pero vale más no pensar en aquello, concluye. Y calla, abrumado por la fatiga.
Al cabo me mira, me tiende su brazo tembloroso y me pide que dé cuerda a su reloj. Aunque total para qué, añade. Lo hago y vuelve a repetirme lo de tantas veces: este reloj tiene más años que tú, es un Omega y lo compré antes de que nacieras. Pasa un rato más tranquilo. Luego me repite que mañana tengo que afeitarlo yo, esta gente no sabe.
29 mayo, 2006
28 mayo, 2006
Escenas del otro León. Por Anónimo.
Vuelve nuestro Anónimo oficial a mostrar sus dotes narrativas y a contarnos de su mundo, que está en el nuestro sin que lo veamos mayormente. Buena literatura y mucha vida.
¿Dónde le iba a ver sino allí ? En el jardín de Correos, estaba bebiendo agua. Yo venía de recoger un certificado. El estaba bebiendo agua. ¡Antonio, Antonio!, le llamé alto de cerca. ¡Hombre, Anónimo!, parecía un sudista tras la retirada de Getysburg, con sus zapatos desgastadísimos, pantalón gris panza de burra, chaqueta torera marrón clara con 23 grados a la sombra (es que nunca se sabe dónde se puede descuidar una colonia, ¿sabes?), el pelo rizado a lo afro, la barbucia de tres días entrecana, como sudando y los ojos semicerrados de un estar a gusto, como corresponde a quien no está al tanto de lo del Estatuto de Cataluña y ni puta idea de que ERC había dejado el tripartito, que a ver si ERC era el sponsor que había roto el contrato con el Tripartito Illes Balears por el doping. Era la derrota de Getysburg personificada ¡se lo juro!
¡Que dices Antonio! (un hombre nunca le debe preguntar a otro ni adónde vas ni de dónde vienes, porque se puede estar viniendo o se va a ir a un trapi y te puedes emparanoiar bastante con el preguntón) ¿Me invitas a un helado de chocolate con lakasitos que ponen ahí en el B. King?, Siempre, chalemos (vamos). ¿Has arreglado ya los papeles para cobrar el subsidio? (De 46 años que tiene, 21 de cárcel ha pagado este ciudadano para cumplir el fin retributibo de la norma. ¿Que algo haría?, lo que se le puso en los cojones, y bien retribuido está me cago en ros. Sí ya cobré y ya pagué la habitación y compré comida : yogur, chorizo, dos hogazas ...
Mientras, reposadamente, al ritmo monótono en que te deja el habla el Tranquimazin, seguía hablándome de lo que se cuidaba y tal, yo preferí acordarme de cuando antaño, de cuando hace veintitantos años se pegó con quince gitanos en el pub Ludwig van B, que hoy es un solar (joder qué rollo, un desdichado no tiene ni la posibilidad, orgullosa más o menos, de decirle a su hijo un día que coincida : aquí hijo, en este pub, conquisté el título), me contaron que se puso espalda a la pared con una banqueta cogida en la mano izquierda para parar los puñetazos y las patadas que le tiraban y con la derecha soltando hostias como un fiera, con dos cojones. Nadie le ha quitado ese título todavía en León ...
¡Que si me dejuñas 10 euros, Anónimo!, ¡Estoy canino compadre!, respondí con labia instantánea volviendo de mi gondi, tira a mi casa si camelas comer que ha hecho pescado mi hermana. No, tengo que subir dentro un momento a ver al Luis el de la Antonia. El helado le estaba encantando, nos miramos, la heroina te está desarmando y la coca hinchándote la barriga, majo, le dije; ni puto caso, es que no tengo voz de apóstol precisamente.
¿Sabes a quién vi que me compró un paquete de tabaco?, a la chorba esa de la Sobarriba que salió contigo en el 98. Me quedé con cara de besugo y mientras él se quedaba con su coloconcico mascando lakasitos y paladeando helado, yo me fuí a encontrar en mis recurdos con la nativa de un pueblo del, en tiempos, abolengo de los Condes de Luna.
Laura de los ojos azules, de los ojos del azul intenso de llama preparada para fundir hierro, pero en zonas de esas pupilas hacían esfumatto nubecillas más claras ; yo he visto atravesar de perfil sus ojos preciosos la luz blanca del sol y caí en la cuenta de que ya no me importarían cosas tales como saber que el primer Borbón se llamaba Felipe V, ¿qué más da que se hubiese llamado Anastasio III el Breve?, la ruina iba a haber sido la misma. Lo que yo quería era aprender la física y la química que lograban aquel fenómeno que ... ¡me atraes con tus ojos!, ¡ni se te ocurra cometer el sacrilegio de ponerte gafas de sol!, ¡ni parpadees, te lo suplico! Yo pillao y ella brillando en la discoteca y donde estuviera.
En unos andurriales cerca de tu casa, me enseñaste, Laura, a volverme loco por las moras de las zarzas. Y en tus brazos nunca me cansé de escuchar como recitabas a Neruda, a Espronceda ... ¿Cómo te hubiese llamado a tí Lope de Vega? ¿Filis o Amarilis?. Tú eres la Laurencia de Fuenteovejuna arengando a los hombres contra el marquesón o lo que fuese aquel ocioso noblón violador. Seguro que Lope la imaginó con tus ojos del cielo.
Vosotros ya para siempre, nos dijo una amiga una vez que me vió mirarle el azul como si esperase que se derramase en mi vida una catarata de dulzura. Pero fue un Ministerio y prejuicios de no querer comprender lo que es la vida, en ciertos momentos que se pasa muy mal, lo que nos separó.
¡Joder Antonio! te estaba apeteciendo el helado. Lo que me apetece es fumarme un chino, ¡hace que no fumo!, fumo un poquitín, 10 euros, pero... de vez en cuando, no lo busco tampoco. No te llama ¿verdad?, sonreí como de irónico, no, no es que no me llame, es que estoy solo como un perro. No te me curres la lástima, ni me vengas con filosofías, a ver entiéndeme : ¡yérguete!, fuiste un kie en el maco (más que un caballero Jedi y mucho más que uno del Santo Sepulcro de Jerusalén, por supuesto) y todavía conservas el título.
Y a pesar de la derrota que llevaba encima, al decirle yo eso, salió de su ser un orgullo como lanzando al aire desbocadamente Su Lucha (y no estoy parafraseando el libro) desafortunada que me estremeció e hizo que yo también me estirara.
¿Dónde le iba a ver sino allí ? En el jardín de Correos, estaba bebiendo agua. Yo venía de recoger un certificado. El estaba bebiendo agua. ¡Antonio, Antonio!, le llamé alto de cerca. ¡Hombre, Anónimo!, parecía un sudista tras la retirada de Getysburg, con sus zapatos desgastadísimos, pantalón gris panza de burra, chaqueta torera marrón clara con 23 grados a la sombra (es que nunca se sabe dónde se puede descuidar una colonia, ¿sabes?), el pelo rizado a lo afro, la barbucia de tres días entrecana, como sudando y los ojos semicerrados de un estar a gusto, como corresponde a quien no está al tanto de lo del Estatuto de Cataluña y ni puta idea de que ERC había dejado el tripartito, que a ver si ERC era el sponsor que había roto el contrato con el Tripartito Illes Balears por el doping. Era la derrota de Getysburg personificada ¡se lo juro!
¡Que dices Antonio! (un hombre nunca le debe preguntar a otro ni adónde vas ni de dónde vienes, porque se puede estar viniendo o se va a ir a un trapi y te puedes emparanoiar bastante con el preguntón) ¿Me invitas a un helado de chocolate con lakasitos que ponen ahí en el B. King?, Siempre, chalemos (vamos). ¿Has arreglado ya los papeles para cobrar el subsidio? (De 46 años que tiene, 21 de cárcel ha pagado este ciudadano para cumplir el fin retributibo de la norma. ¿Que algo haría?, lo que se le puso en los cojones, y bien retribuido está me cago en ros. Sí ya cobré y ya pagué la habitación y compré comida : yogur, chorizo, dos hogazas ...
Mientras, reposadamente, al ritmo monótono en que te deja el habla el Tranquimazin, seguía hablándome de lo que se cuidaba y tal, yo preferí acordarme de cuando antaño, de cuando hace veintitantos años se pegó con quince gitanos en el pub Ludwig van B, que hoy es un solar (joder qué rollo, un desdichado no tiene ni la posibilidad, orgullosa más o menos, de decirle a su hijo un día que coincida : aquí hijo, en este pub, conquisté el título), me contaron que se puso espalda a la pared con una banqueta cogida en la mano izquierda para parar los puñetazos y las patadas que le tiraban y con la derecha soltando hostias como un fiera, con dos cojones. Nadie le ha quitado ese título todavía en León ...
¡Que si me dejuñas 10 euros, Anónimo!, ¡Estoy canino compadre!, respondí con labia instantánea volviendo de mi gondi, tira a mi casa si camelas comer que ha hecho pescado mi hermana. No, tengo que subir dentro un momento a ver al Luis el de la Antonia. El helado le estaba encantando, nos miramos, la heroina te está desarmando y la coca hinchándote la barriga, majo, le dije; ni puto caso, es que no tengo voz de apóstol precisamente.
¿Sabes a quién vi que me compró un paquete de tabaco?, a la chorba esa de la Sobarriba que salió contigo en el 98. Me quedé con cara de besugo y mientras él se quedaba con su coloconcico mascando lakasitos y paladeando helado, yo me fuí a encontrar en mis recurdos con la nativa de un pueblo del, en tiempos, abolengo de los Condes de Luna.
Laura de los ojos azules, de los ojos del azul intenso de llama preparada para fundir hierro, pero en zonas de esas pupilas hacían esfumatto nubecillas más claras ; yo he visto atravesar de perfil sus ojos preciosos la luz blanca del sol y caí en la cuenta de que ya no me importarían cosas tales como saber que el primer Borbón se llamaba Felipe V, ¿qué más da que se hubiese llamado Anastasio III el Breve?, la ruina iba a haber sido la misma. Lo que yo quería era aprender la física y la química que lograban aquel fenómeno que ... ¡me atraes con tus ojos!, ¡ni se te ocurra cometer el sacrilegio de ponerte gafas de sol!, ¡ni parpadees, te lo suplico! Yo pillao y ella brillando en la discoteca y donde estuviera.
En unos andurriales cerca de tu casa, me enseñaste, Laura, a volverme loco por las moras de las zarzas. Y en tus brazos nunca me cansé de escuchar como recitabas a Neruda, a Espronceda ... ¿Cómo te hubiese llamado a tí Lope de Vega? ¿Filis o Amarilis?. Tú eres la Laurencia de Fuenteovejuna arengando a los hombres contra el marquesón o lo que fuese aquel ocioso noblón violador. Seguro que Lope la imaginó con tus ojos del cielo.
Vosotros ya para siempre, nos dijo una amiga una vez que me vió mirarle el azul como si esperase que se derramase en mi vida una catarata de dulzura. Pero fue un Ministerio y prejuicios de no querer comprender lo que es la vida, en ciertos momentos que se pasa muy mal, lo que nos separó.
¡Joder Antonio! te estaba apeteciendo el helado. Lo que me apetece es fumarme un chino, ¡hace que no fumo!, fumo un poquitín, 10 euros, pero... de vez en cuando, no lo busco tampoco. No te llama ¿verdad?, sonreí como de irónico, no, no es que no me llame, es que estoy solo como un perro. No te me curres la lástima, ni me vengas con filosofías, a ver entiéndeme : ¡yérguete!, fuiste un kie en el maco (más que un caballero Jedi y mucho más que uno del Santo Sepulcro de Jerusalén, por supuesto) y todavía conservas el título.
Y a pesar de la derrota que llevaba encima, al decirle yo eso, salió de su ser un orgullo como lanzando al aire desbocadamente Su Lucha (y no estoy parafraseando el libro) desafortunada que me estremeció e hizo que yo también me estirara.
27 mayo, 2006
Universidad y blogs. Por Francisco Sosa Wagner.
Está surgiendo, ha surgido ya, una nueva forma de comunicación entre los humanos. Se llama “blog” y aparecen en Internet con solo pulsar nombres o direcciones. Es curioso que los mismos periódicos los incluyen como parte de su oferta, probablemente porque quieren hacer suyos el “producto”, sabedores de que son enemigos cualificados pues ya hay gentes que se informan de la actualidad a través de los blogs y no de las publicaciones convencionales. Dentro de poco carecer de blog propio será un signo de paletez irremediable, de estar en la higuera, en cierta manera como quien no manejaba la máquina de escribir hace años o ahora no sabe manejar el ordenador. Por de pronto, quienes no tenemos blog, nos ufanamos al menos de tener amigos con blog, un nuevo signo de distinción, yo lo tengo en la persona de mi colega de Facultad, el catedrático de Filosofía del Derecho Juan Antonio García Amado. A falta de blog propio, amigos con blog, como forma de ir entrando poco a poco en la modernidad.
¿Cuál es la causa de su proliferación? Creo que el blog es un grito que se emite desde la soledad. En la sociedad actual la posibilidad de emitir opiniones y tener un intercambio fructífero de ideas con amigos o compañeros es muy baja, incluso para quienes tenemos la suerte de trabajar en un medio rico como es la Universidad. En esta se discute sobre la organización de los departamentos o se asiste a juntas y comisiones o se conspira para elegir al próximo secretario de la subcomisión de suministros, no digamos para elegir al rector, entretenimientos todos inútiles, impropios de personas a quienes se les supone un grado elevado de identificación con su quehacer. Hablar, de verdad y en profundidad, de algún asunto de relevancia intelectual, solo en muy contadas ocasiones. Esfuerzos destinados a propiciar encuentros provechosos los hay en forma de conferencias o cursos pero la asistencia a los mismos del profesorado es muy baja, acaso los colegas más inmediatos del ponente y poco más (de los estudiantes solo asisten por lo general los cautivos). Suelo decir, cuando participo en tribunales de tesis doctorales, que la discusión que se suscita con motivo de la defensa de estos trabajos, es una de las pocas ocasiones en que los profesionales debaten sobre argumentos de su oficio con precisión y galanura. Por eso añado: conviene que no se enteren los responsables del sistema educativo superior porque corremos el riesgo de que supriman las tesis. Quien quita la ocasión, quita el pecado. Por de pronto ya va a eliminar las oposiciones públicas para sustituirlas por una leva masiva en la que se colocará el más intrigante, el que disfrute de mejor relación con el vicerrector de turno. Sacrificios de este tipo exige ese rentable embeleco que es la autonomía universitaria.
Si esto ocurre en el ambiente privilegiado universitario ¿qué no ocurrirá en otros que forzosamente han de ser más rutinarios? Pues póngase el lector en lo peor. De ahí que los espíritus más libres, los espíritus con una contenida vocación de insurgentes, recurran al blog para descargar en él sus ocurrencias y darlas al aire, al éter, a la red, al universo, cualquiera sabe a quién. En ese espacio enigmático caen como semillas y son por ello aptas para germinar, a la búsqueda como están de la fecundación. Pero lo importante es que el autor ha descargado, se ha liberado de la presión de sus cogitaciones. El blog tiene función depurativa, el blog es un laxante. He empezado este artículo pensando en la inminente conmemoración del setenta aniversario de la muerte del escritor austríaco Karl Kraus (junio de 1936). La semana próxima explicaré el parentesco de Kraus con el blogero actual.
Un poema que me tomo como consejo personal
CONSOLACIÓN.
Cuánta congoja agazapada
llevas Eusebio
El paisaje moral
de tus contemporáneos
te afectó como una lepra blanca
Eres demasiado sensible muchacho
Recógete en los libros
en tu alquimia
en el calor de tu madre
El resto no vale la pena Eusebio
Son fantasmas
Muchedumbres de fantasmas ebrios.
Raúl Gómez Jattin, Amanecer en el Valle del Sinú. Valencia, Pre-Textos, 2006, p. 29)
Cuánta congoja agazapada
llevas Eusebio
El paisaje moral
de tus contemporáneos
te afectó como una lepra blanca
Eres demasiado sensible muchacho
Recógete en los libros
en tu alquimia
en el calor de tu madre
El resto no vale la pena Eusebio
Son fantasmas
Muchedumbres de fantasmas ebrios.
Raúl Gómez Jattin, Amanecer en el Valle del Sinú. Valencia, Pre-Textos, 2006, p. 29)
26 mayo, 2006
Esos perros que azuzan el rebaño.
Facultad de Derecho andaluza. Doy mi charla en régimen seminario con un grupo de excelentes compañeros, un equipo agradable que se conoce muy bien y tiene una vieja y sólida relación. Todo va a las mil maravillas y acabamos en un debate tan amistoso como interesante.
Llega la hora de comer y somos diez. Al segundo plato sale el tema inevitable, el de las naciones, las realidades nacionales, las autodeterminaciones, los estatutos de autonomía, la puta mierda. Y es como si de pronto una tormenta descargara su fuerza más brutal sobre la mesa, rayos y centellas. A los diez minutos de salido el tema ya vuelan de lado a lado las acusaciones, las descalificaciones, los desafíos y hasta los insultos. Armas dialécticas similares en los de una tesis y los de la otra, pasadas por el temiz de cada temperamento. Malditas naciones y coñas, malditas. Llego a temer que el almuerzo acabe a golpes, pero alguno de los más calmados insiste en que urge irse y queda ahí la disputa. Luego, de camino al hotel, mis acompañantes me cuentan que el viejo grupo ya rehuye las ocasiones de encuentro, pues tales guerras están, de poco para acá, a la orden del día.
Se me hace más firme el temor que en los últimos tiempos me acompaña, la convicción de que en este país, o Estado, o lo que sea, vivíamos tranquilos y en bastante buena armonía hasta que un puñado de irresponsables, seguidos a ciegas por unos cientos de borregos a sueldo y con escaño, decidió destapar la caja de los truenos, mentar a la madre de cada uno, revolver la mierda seca, hacer acopio de carroña para alimentarse durante los inviernos parlamentarios, acumular sangre para su vampiresca sed de mayoría de gobierno a cualquier precio. Y me da igual quién empezó, no seamos pueriles. Y no me vengan con el viejo pretexto del tu quoque. Todo el que se solaza en el estiercol es un gusano. Y punto. Nada importan las iniciales de su partido, cuentan los hechos y los resultados. Me refiero a los políticos profesionales, obviamente.
Ojalá se les vuelva en contra, ojalá los ciudadanos acertemos a ver a tiempo que la culpa es de quienes nos azuzan. Y que les demos una sonora patada en el culo. Y luego vayámonos a tomar unos vinos y a hablar felizmente de las cosas de la vida. Como antes.
Se me hace más firme el temor que en los últimos tiempos me acompaña, la convicción de que en este país, o Estado, o lo que sea, vivíamos tranquilos y en bastante buena armonía hasta que un puñado de irresponsables, seguidos a ciegas por unos cientos de borregos a sueldo y con escaño, decidió destapar la caja de los truenos, mentar a la madre de cada uno, revolver la mierda seca, hacer acopio de carroña para alimentarse durante los inviernos parlamentarios, acumular sangre para su vampiresca sed de mayoría de gobierno a cualquier precio. Y me da igual quién empezó, no seamos pueriles. Y no me vengan con el viejo pretexto del tu quoque. Todo el que se solaza en el estiercol es un gusano. Y punto. Nada importan las iniciales de su partido, cuentan los hechos y los resultados. Me refiero a los políticos profesionales, obviamente.
Ojalá se les vuelva en contra, ojalá los ciudadanos acertemos a ver a tiempo que la culpa es de quienes nos azuzan. Y que les demos una sonora patada en el culo. Y luego vayámonos a tomar unos vinos y a hablar felizmente de las cosas de la vida. Como antes.
Me cago en el espíritu de los pueblos y en el alma de las naciones. Es mi modesta contribución idiota a un debate idiota.
24 mayo, 2006
Road movie
La temporada estaba tranquila, pero toca de nuevo echarse a los caminos. Esta vez en coche y en buena compañía, camino del Sur y el Mediterréneo, a sacarle brillo a la conferencia. Que el carlismo me tiene la hipoteca estrangulada, caramba. Así que iré por los pueblos con un altavoz y, como no tengo ajos baratos para vender, gritaré por doquier "Barato, barato, barato. Dworkin, Alexy, Raz, Falcao y Rivelino. Sin aditivos ni conservantes. De qué quieren que les hable, al dos por uno, oiga, y si me compran el paquete entero les regalo una charla sobre las virtudes afrodisiacas de las fabes con almejas. No se pierdan esta ocasión irrepetible".
También aprovecharé para darme algún bañito, si encuentro aguas no blindadas y nativos en son de paz.
Si la demanda académica y el ocio personal me dejan algún rato libre, contaré aquí qué tal marcha la empresa. Si tardo un par de días en aparecer, será buena señal, espero.
También aprovecharé para darme algún bañito, si encuentro aguas no blindadas y nativos en son de paz.
Si la demanda académica y el ocio personal me dejan algún rato libre, contaré aquí qué tal marcha la empresa. Si tardo un par de días en aparecer, será buena señal, espero.
23 mayo, 2006
Nuevas profesiones y titulaciones: hay futuro.
Parece que el Ministerio del quilombo educativo pone definitivamente manos a la obra con la lista de nuevas titulaciones universitarias. Aunque no sabemos, de todos modos, cuánto habrá que esperar. Hasta hace poco en ese Ministerio las cosas se hacían al Segundo y según muy especiales biorritmos. Pero ahora cuentan que la Cabrera afirma que o encarrila el rebaño o se tira al monte, y todo se revoluciona aún más.
Según las últimas crónicas, existe en tal instancia oficial un decidido propósito de innovador, con la clara consigna de que sea el nuestro un país puntero en I+D+I+la raíz cuadrada de la hipotenusa partida por el índice de los catetos. Alabado sea.
Entre los más sorprendentes proyectos ministeriales está el de crear nuevas carreras que den respuesta a las exigencias perentorias de nuestro mercado. Según las informaciones que he podido contrastar hoy mismo, entre las nuevas profesiones que gozarán del respaldo universitario se cuentan las siguientes, que someramente describo.
Según las últimas crónicas, existe en tal instancia oficial un decidido propósito de innovador, con la clara consigna de que sea el nuestro un país puntero en I+D+I+la raíz cuadrada de la hipotenusa partida por el índice de los catetos. Alabado sea.
Entre los más sorprendentes proyectos ministeriales está el de crear nuevas carreras que den respuesta a las exigencias perentorias de nuestro mercado. Según las informaciones que he podido contrastar hoy mismo, entre las nuevas profesiones que gozarán del respaldo universitario se cuentan las siguientes, que someramente describo.
1. Blindador de aguas.
La justificación de este nuevo oficio es obvia, pues tan alto menester no debe seguir ejerciéndose a tontas y a locas. Parece que el propio Presidente ha expresado recientemente su preocupación por el hecho de que sea tan fácil a las autonomías blindar sus ríos, mientras que el Estado no consigue blindar sus mares y costas.
Los estudios de blindador se estructurarán en un primer ciclo común, que otorgará el título de graduado en blindajes acuáticos, y una serie de masters, en segundo ciclo, que darán paso a la titulación de blindador fluvial, blindador marítimo, blindador lacustre, blindador de manantiales y acuíferos y charcoblindador.
Materias obligatorias y comunes para el primer tramo general serán las siguientes, según el plan provisional propuesto por los rectores que han querido mojarse en este tema:
- Principios de metalurgia.
- Aleaciones y aleatoriedad.
- Fundamentos histórico-sociales del blindaje, con énfasis en el blindaje nacional.
- Geografía física y química.
- Zoología fluvial, con particular atención a las especies autóctonas.
- Teoría del Estado tardomedieval.
- Natación y buceo.
- Pesca con mosca.
- Navegación a motor, vela y cabotaje.
- Deportes náuticos.
- Seguridad e higiene en el blindaje.
- Estatuto jurídico-laboral del blindador.
- Derechos históricos de ríos, canales y puertos.
- Principios físicos y arquitectónicos de murallas, contrafuertes, fortines, torres de vigilancia y palafitos.
- Etnología y folklore de las realidades nacionales.
- Introducción a la genética nacional.
- Variedades idiomáticas y dialectales en el Estado español.
- Prácticas tuteladas. A tal efecto, las universidades que oferten esta titulación deberán disponer en su campus de un sistema de canales y estanques en los que puedan los estudiantes experimentar las técnicas y habilidades aprendidas.
Los viajes de fin de carrera, caso de haberlos, deberán realizarse a Venecia o al delta del Ebro.
- Fundamentos histórico-sociales del blindaje, con énfasis en el blindaje nacional.
- Geografía física y química.
- Zoología fluvial, con particular atención a las especies autóctonas.
- Teoría del Estado tardomedieval.
- Natación y buceo.
- Pesca con mosca.
- Navegación a motor, vela y cabotaje.
- Deportes náuticos.
- Seguridad e higiene en el blindaje.
- Estatuto jurídico-laboral del blindador.
- Derechos históricos de ríos, canales y puertos.
- Principios físicos y arquitectónicos de murallas, contrafuertes, fortines, torres de vigilancia y palafitos.
- Etnología y folklore de las realidades nacionales.
- Introducción a la genética nacional.
- Variedades idiomáticas y dialectales en el Estado español.
- Prácticas tuteladas. A tal efecto, las universidades que oferten esta titulación deberán disponer en su campus de un sistema de canales y estanques en los que puedan los estudiantes experimentar las técnicas y habilidades aprendidas.
Los viajes de fin de carrera, caso de haberlos, deberán realizarse a Venecia o al delta del Ebro.
2. Manipulador de derechos históricos.
Parece que este nuevo título es una concesión a los rectores de las realidades nacionales. Sea como fuere, se antoja aceptable la idea, pues, al parecer, varios yacimientos de derechos, aún no excavados, han sido recientemente saqueados por hordas de desaprensivos, se cree que del PP, aunque se sospecha que están detrás la CIA y los cuartos de varias multinacionales.
Los estudios comunes se organizarán en un primer ciclo, que constará de las siguientes asignaturas obligatorias.
- Historia de los derechos históricos.
- Introducción a la genética nacional.
- Principados, ducados, marquesados, aduanas y fielatos.
- Metafísica.
- Hipnotismo.
- Espiritismo, quiromancia y exorcismo.
- Técnicas de conservación y momificación de los derechos.
- Religión y derechos: revelacion, asunción, resurrección y vida eterna de los derechos.
- Tectónica jurídica y derechos fósiles.
- Técnicas de excavación.
- Tumbas, túmulos y sepulcros.
- Medicina forense.
- Enfermedades, epidemias y plagas de los derechos.
- Elementos de agricultura jurídica: plantación, siembra, abono, escarda, recolección y comercialización de los derechos históricos.
- Defensa de los derechos históricos: Karate, kung-fu, jiu-jitsu y negociación de mayorías parlamentarias.
- Prácticas tuteladas. Para la realización de éstas las universidades deberán firmar convenios con cementerios, crematorios, tanatorios, hospitales y confesiones religiosas. Los viajes de estudio, en su caso, deberán dirigirse al Valle de los Muertos o al Valle de los Caídos.
Superado el primer ciclo y obtenido el título de Manipulador de Derechos Históricos, el estudiante podrá completar un máster en una de estas dos especialidades: Exhumación de Derechos Históricos y Sacrificio y Enterramiento de Derechos Modernos.
- Principados, ducados, marquesados, aduanas y fielatos.
- Metafísica.
- Hipnotismo.
- Espiritismo, quiromancia y exorcismo.
- Técnicas de conservación y momificación de los derechos.
- Religión y derechos: revelacion, asunción, resurrección y vida eterna de los derechos.
- Tectónica jurídica y derechos fósiles.
- Técnicas de excavación.
- Tumbas, túmulos y sepulcros.
- Medicina forense.
- Enfermedades, epidemias y plagas de los derechos.
- Elementos de agricultura jurídica: plantación, siembra, abono, escarda, recolección y comercialización de los derechos históricos.
- Defensa de los derechos históricos: Karate, kung-fu, jiu-jitsu y negociación de mayorías parlamentarias.
- Prácticas tuteladas. Para la realización de éstas las universidades deberán firmar convenios con cementerios, crematorios, tanatorios, hospitales y confesiones religiosas. Los viajes de estudio, en su caso, deberán dirigirse al Valle de los Muertos o al Valle de los Caídos.
Superado el primer ciclo y obtenido el título de Manipulador de Derechos Históricos, el estudiante podrá completar un máster en una de estas dos especialidades: Exhumación de Derechos Históricos y Sacrificio y Enterramiento de Derechos Modernos.
3. Redactor de preámbulos y disposiciones adicionales.
Estamos, sin duda, ante uno de los oficios con más halagüeño futuro. Ya en este momento es grande la demanda, pero se confía en que aumente en proporción geométrica cuando, próximamente, se revisen los estatutos de autonomía que ahora se están reformando, y, más todavía, cuando comience la elaboración de los estatutos mediante los que defenderán y blindarán sus derechos y competencias las parroquias, pedanías, dehesas, merindades, vías pecuarias y montes en mano común. También las universidades podrán utilizar los servicios de estos nuevos titulados a la hora de redactar sus estatutos y reglamentos, descargando así grandemente a las comisiones que actualmente se fatigan con tan arduos cometidos.
Tras los tres primeros años comunes, podrá cursarse la especialidad de Preámbulos o la de Disposiciones Adicionales. Está en estudio, por el momento, introducir una tercera especialidad, la de Corrección de Errores en Gacetas Oficiales.
Los estudios comunes, de primer ciclo, versarán sobre las siguientes materias:
- Introducción a la genética nacional.
- Géneros literarios, con especial atención a la poesía épica.
- Mitos, leyendas y derechos históricos.
- Técnicas de pacificación.
- Sermones, admoniciones, lisonjas y requiebros.
- Ortografía y sintaxis de las lenguas oficiales.
- Semiótica de párrafos largos, enormes y tremendos.
- Problemas semánticos del lenguaje oficial: ambigüedad intencional y vaguedad sobrevenida.
- Psicología del parlamentario culero.
- Habilidades circenses: trapecio, juegos malabares, doma y payasos.
- Juegos de salón, con especial atención a los desarrollados en los viejos vapores del Mississippi.
- Political correctness.
- Placebos jurídicos y aditivos legales.
- Prácticas tuteladas. Se realizarán las prácticas en un parlamento autonómico o en la Conferencia Episcopal.
El viaje de estudios, si lo hay, deberá hacerse al Vaticano o al Consejo de Seguridad de la ONU. Alternativamente, cabe un circuito por las tumbas de próceres locales de distintas realidades nacionales.
Hasta aquí lo que he podido averiguar de las reformas en curso. Bien se sabe que el curso de las reformas no siempre es tan limpio como sería de desear, razón por la cual cabe que aún se expelan variantes o modificaciones de lo que acabo de exponer. Por otro lado, se rumorea que también están en estudio otras dos titulaciones, la de Pacificador Titulado y la de Memorizador Histórico. Desconozco los detalles, pero los comunicaré aquí en cuanto tenga noticia más precisa.
- Géneros literarios, con especial atención a la poesía épica.
- Mitos, leyendas y derechos históricos.
- Técnicas de pacificación.
- Sermones, admoniciones, lisonjas y requiebros.
- Ortografía y sintaxis de las lenguas oficiales.
- Semiótica de párrafos largos, enormes y tremendos.
- Problemas semánticos del lenguaje oficial: ambigüedad intencional y vaguedad sobrevenida.
- Psicología del parlamentario culero.
- Habilidades circenses: trapecio, juegos malabares, doma y payasos.
- Juegos de salón, con especial atención a los desarrollados en los viejos vapores del Mississippi.
- Political correctness.
- Placebos jurídicos y aditivos legales.
- Prácticas tuteladas. Se realizarán las prácticas en un parlamento autonómico o en la Conferencia Episcopal.
El viaje de estudios, si lo hay, deberá hacerse al Vaticano o al Consejo de Seguridad de la ONU. Alternativamente, cabe un circuito por las tumbas de próceres locales de distintas realidades nacionales.
Hasta aquí lo que he podido averiguar de las reformas en curso. Bien se sabe que el curso de las reformas no siempre es tan limpio como sería de desear, razón por la cual cabe que aún se expelan variantes o modificaciones de lo que acabo de exponer. Por otro lado, se rumorea que también están en estudio otras dos titulaciones, la de Pacificador Titulado y la de Memorizador Histórico. Desconozco los detalles, pero los comunicaré aquí en cuanto tenga noticia más precisa.
22 mayo, 2006
Pacifismo y lenguaje. Por Francisco Sosa Wagner
Es la hora del pacifismo, difícil encontrar hoy a algún prójimo que sea capaz de pronunciarse en público contra la paz, insignia de la fraternidad y del entendimiento. Lo de menos es que tal pacifismo sea, en la mayor parte de los casos, una manifestación de gigantesca hipocresía pero, a estas alturas, no nos vamos a caer del guindo pues esta, la hipocresía, es la gran señora de nuestra sociedad ventruda y flácida, ante la que oficiamos toda suerte de reverencias. Lo importante es la naturalidad con la que la paz se ha convertido en el objeto de la guerra pacífica de los espíritus. En ella han de encontrar acomodo las ambiciones del individuo moderno, en ella se han de acurrucar todos los proyectos de relevancia.
Pues bien, en este clima tan pacífico, es divertido contemplar cómo emergen conceptos ligados a la guerra, conceptos de combate como si estuviéramos en la guerra de los bóers, cuando los ingleses repartieron estopa de lo lindo a principios del siglo XX, en la lejana África del Sur, donde por cierto anduvo haciendo sus primeras escaramuzas un tal Winston Churchill. Porque, sépase, que la idea de blindar, tan en boga en nuestros días, está unida a unas planchas metálicas gruesas colocadas en los buques de guerra, en las obras de fortificación o en los vehículos para protegerlos contra los ataques del torvo enemigo. Se empleaban ya en los últimos decenios del siglo XIX y dieron mucho trabajo a los ingenieros y a otros grandes personajes del ingenio manufacturero que desplegaron en los blindajes gran destreza y capacidad creativa. Como todo en esta vida produce su antídoto, nació el arma antiblindaje, así el arma anticarro, el carro de combate se entiende, lo digo porque carro para muchos de nosotros no es más que lo que cogemos en la gran superficie comercial introduciendo una moneda por una ranura y que nos sirve para almacenar nuestras preciosas adquisiciones.
Hoy, en la hora del pacifismo, ya no estamos para blindar armas mortíferas pues luego habría que ir a la guerra con ellas donde hay mucho ruido, se levanta mucho polvo y no hay fines de semana ni puentes sino que se está todo el tiempo disparando y curando heridos o enterrando muertos, con interrupciones solo para comer comida ruda, o sea rancho, en lugar de lubina a la sal regada con un blanco de reserva señera. A falta, digo, de estos blindajes marciales, ahora se blindan las competencias de las Comunidades autónomas y, atención, se blindan los ríos. Tengo blindada la competencia sobre el buceo en aguas interiores, dice muy ufano un presidente de Comunidad autónoma que a lo mejor ni siquiera tiene aguas, ni interiores ni exteriores, pero no se ha dado cuenta. Así hablan de corrido entre ellos los políticos y por eso no es extraño que surja le emulación, la sana competencia y que todos quieran tener sus competencias blindadas como un almirante antiguo no se echaba a la mar si no tenía blindado su buque.
Esto es estupendo porque lo reputo un hallazgo de la moderna ciencia política y del derecho que son árboles caducifolios y de vez en cuando han de renovar sus hojas. Lo mejor, sin embargo, es la idea de blindar un río, que también se lleva mucho, porque hasta ahora el río era un sitio para que lo homenajearan los poetas -“río Duero, río Duero, nadie ...”- o para lavar en ellos las zagalas cantando, muy entonadas, romanzas y arias de zarzuelas. También servía para sacar una trucha y maridarla con un pedazo de jamón. El río en fin era el espejo en el que siempre nos hemos mirado los narcisistas acreditados. Hoy el río hay que blindarlo: con ello gana en rudeza lo que pierde en poesía y en acuosa delicadeza. Se impone aceptar esta realidad que nos permite comprobar cómo vivimos en tiempos poco entonados para la lírica.
Unilenguas
De paso que consultaba otras cosas para uno de tantos escritos inútiles destinados a autoridades académicas, he hecho una elementalísima investigación sobre las lenguas presentes en las páginas web de las universidades públicas de este país. A continuación muestro los resultados.
He examinado por encima las páginas web de cuarenta y tres universidades públicas, que vaya tela la cantidad. He comprobado en qué idioma estaba la página de entrada, a la que se accede escribiendo la dirección electrónica de la respectiva universidad. Luego he mirado si desde la página principal se da acceso a información sobre la universidad en otras lenguas. Mi análisis no ha sido totalmente concienzudo, por lo que cabe que en algún caso me haya pasado desapercibido algún enlace. Pero serán pocos los errores, si los hay.
Estos son los datos:
1. Las universidades públicas situadas en comunidades autónomas con lengua propia oficial tienen su página de entrada a su web en el idioma de tal comunidad. Tal es el caso de las universidades gallegas, vascas, catalanas, valencianas y balear. Hay pocas excepciones. Una, la Universidad de Alicante, que en su página de entrada tiene tres iconos que dicen, por este orden, Universitat d´Alacant, Universidad de Alicante y University of Alicante, y pinchando en cada uno se remite a la página en el correspondiente idioma. Otra, la Universidad Miguel Hernández, de Elche, que sólo tiene su página en castellano. Todas las demás universidades de tales autonomías, contienen enlaces siempre en este orden: castellano e inglés, salvo la Universidad de Vigo, que no ofrece información en inglés. La Universidad Pública de Navarra tiene enlace a información en euskera, pero no en inglés. Un caso particular lo presenta la Universidad de Girona, cuya información figura sólo en catalán, si no he visto mal.
2. El resto de las universidades españolas tienen su página, obviamente, en castellano. Son veintinueve. De ellas, once poseen enlaces que dan acceso a la información también en inglés. Algunas de ésas también remiten a la información en otras lenguas: a francés, italiano y alemán la de Málaga; a francés, portugués e italiano la Pablo de Olavide, de Sevilla; a portugués la de Extremadura; a francés y alemán la de Alcalá; y a francés la de Granada.
Estos son los datos:
1. Las universidades públicas situadas en comunidades autónomas con lengua propia oficial tienen su página de entrada a su web en el idioma de tal comunidad. Tal es el caso de las universidades gallegas, vascas, catalanas, valencianas y balear. Hay pocas excepciones. Una, la Universidad de Alicante, que en su página de entrada tiene tres iconos que dicen, por este orden, Universitat d´Alacant, Universidad de Alicante y University of Alicante, y pinchando en cada uno se remite a la página en el correspondiente idioma. Otra, la Universidad Miguel Hernández, de Elche, que sólo tiene su página en castellano. Todas las demás universidades de tales autonomías, contienen enlaces siempre en este orden: castellano e inglés, salvo la Universidad de Vigo, que no ofrece información en inglés. La Universidad Pública de Navarra tiene enlace a información en euskera, pero no en inglés. Un caso particular lo presenta la Universidad de Girona, cuya información figura sólo en catalán, si no he visto mal.
2. El resto de las universidades españolas tienen su página, obviamente, en castellano. Son veintinueve. De ellas, once poseen enlaces que dan acceso a la información también en inglés. Algunas de ésas también remiten a la información en otras lenguas: a francés, italiano y alemán la de Málaga; a francés, portugués e italiano la Pablo de Olavide, de Sevilla; a portugués la de Extremadura; a francés y alemán la de Alcalá; y a francés la de Granada.
Se desprenden de los datos algunas elementales conclusiones. Una, que el deseo de presentarse también en inglés lo tienen en mucha mayor proporción las universidades de comunidades con lengua propia, que, aparte de ésta, colocan casi siempre el inglés al lado del castellano. Otra, que el interés en promocionarse mediante otras lenguas, comenzando por el inglés, aparece en pocas de las otras universidades (Murcia, Salamanca, Sevilla, Cádiz, Rey Juan Carlos y Las Palmas, además de las antes mencionadas -Extremadura, Alcalá, Málaga, Granada y Pablo de Olavide).
21 mayo, 2006
Una coña Amena
Un probo consumidor, que en tiempos contrató con Amena, quería liberar su móvil y cambiar de compañía. Se comunica con el teléfono de atención al cliente (470) y le indican que para ese trámite debe llamar al 651822222. Parece un número normal del móvil. Confiado, marca tales dígitos y sale una simpática máquina que le recita lo de siempre: su llamada será atendida en breves momentos, manténgase a la espera. Pasa un minuto, y otro, y otro. A los cinco minutos el buen hombre comienza a inquietarse y se pregunta si esa llamada será gratuita, pues no le han informado de ese sutil matiz. Los minutos siguen corriendo. La voz maquinal repite periódicamente su mensaje de invitación a la paciencia. Cuando llegan los minutos a dieciséis, aburrido, cuelga. Vuelve a comunicarse con atención al cliente para preguntarles si era gratuito o de pago el anterior diálogo infructuoso con la máquina repetidora. Le explican que no, que tiene coste de llamada normal a móvil. Mira qué bien, les sale rentable el robot, seguro que ya lo amortizaron. El paciente consumidor pide a la operadora de información que le pase con un responsable ante el que hacer la gestión directamente, sin intermediarios en off. Le responden que no, que no hay más vía ni más bemoles que llamar al móvil de los demonios y apoquinar según tarifa. Así que vuelve a marcar el 651822222 y más de lo mismo, no ha cambiado ni el mensaje de la máquina ni su tono monocorde. Es lo que tienen las máquinas, que no se cansan. Esta vez aguarda sólo cinco minutos. En total, ya se ha pulido amena veintiún minutos por el morro. Es una estafa práctica y moderna, de las que nos dejan cara de tonto y la sensación de que se han quedado con nosotros a base de bien. Llama por tercera vez a atención al cliente y les ruega que lo pasen con un responsable de carne, hueso y voz humana. La operadora le hace saber que primero debe contarle a ella toda la historia para ver con qué responsable lo pasa. Así lo hace, y cuando termina nuestro hombre su narración, la llamada se corta. Magias tecnológicas, imponderables de las comunicaciones, ya se sabe, estaría cargado electromagnéticamente el éter y, casualidad, se fue la onda cuando tocaba darle al cliente respuestas y razones. Los caminos del satélite son inescrutables. Vuelta a llamar y recomienza la historia: que lo pasen con un responsable, please. La mujer de hielo insiste en que le narre a ella lo que pasa, para ver con quién lo pasa. Que mire, que se puede volver a cortar, póngame ya con quien proceda. Pues va a ser que no, qué pena, ¿sabe?, porque no nos es posible ponerle con nadie en particular. Ah, ¿no?, ¿y entonces cómo transmito yo mi queja y a quién reclamo para que me devuelvan el importe de las llamadas sin éxito? Ah, es eso, pues mire, para tal menester debe usted enviarnos un fax al número tal.
El fenómeno conocido como hinchazón de pelotas es un trastorno psicológico provocado por un fuerte estrés que, a su vez, es inducido por un cabreo de proporciones mayúsculas, pero el que lo sufre lo siente mismamente ahí, como si fuera físico, una apretura y una presión dolorosas. Nuestro consumidor opta por el plan B y se va a una tienda de Amena a contarles el caso y a implorar solución. Lo escuchan, y como si nada. Eso sí, le sugieren que presente una reclamación en las oficinas de consumo. Él les ruega que le muestren un contrato modelo, por ver si en los contratos se contiene alguna cláusula, en letra pequeña, por supuesto, sobre el modo de tramitar las reclamaciones. Le prestan uno, que nada explica sobre ese particular, pero él les pide que le dejen llevárselo, para basarse en él a la hora de hacer su reclamación. Le responden que no se lo pueden entregar, que sólo es posible que lo lea sin llevárselo. Pues háganme una copia o permítanme hacerla a mí, les solicita él. Imposible, las reglas son estrictas, no nos está permitido cometer tamaño exceso. Así que pide hablar con la encargada de la tienda, que, con suma amabilidad, se hace cargo del problema, muestra toda su comprensión y simpatía, le da copia del contrato estándar y le recuerda, de paso, que la única manera de reclamar es mandando un fax al número ya indicado. Inquiere el cliente si puede desde la tienda misma enviar tal fax y le dicen que sí, por supuesto, pero que tenga muy en cuenta un pequeño detalle: que el fax de ellos padece una leve avería, que hace que no genera el papelito ese que pone OK cuando la comunicación ha llegado con éxito a su destinatario. O sea, usted envíelo desde aquí si le da la gana, pero nunca podrá demostrar que llegó a su destino. Sistema fácil, práctico, cómodo y honesto para darle una vuelta más de tuerca a los ya muy doloridos atributos del sufrido consumidor.
Así que nuestro hombre se va con la música a otra parte, ciscándose en los gestores supremos de tan Amena empresa. En sus cavilaciones, halla de pronto una explicación. Claro, cómo no se me ocurrió, descienden todos de Morgan, Drake y otros fanáticos de la pata de palo, aunque ellos no lo sepan. Porque ellos, pobrecitos, nunca han sabido en realidad quién fue su padre, tantas fueron las bolas que concurrieron a ese bombo, y de ahí que semejantes tiburones del negocio fácil se hayan dedicado con saña a dar palos impunemente a los pobres ciudadanos que sólo quieren que no los timen y que les permitan defender sus derechos con una mínima eficacia. Bien se sabe que la figura paterna desempeña un papel importantísimo a la hora de forjar la personalidad del futuro adulto y, claro, la ausencia de progenitor conocido provoca desarreglos que luego no se superan ni forrándose. Y eso sin contar la desazón que se produce el ver a la mamá en un oficio tan sacrificado. Lo único que les quedó de ella fue el hábito de cobrar a tocateja por todos los servicios, hasta por los que se fingen.
El fenómeno conocido como hinchazón de pelotas es un trastorno psicológico provocado por un fuerte estrés que, a su vez, es inducido por un cabreo de proporciones mayúsculas, pero el que lo sufre lo siente mismamente ahí, como si fuera físico, una apretura y una presión dolorosas. Nuestro consumidor opta por el plan B y se va a una tienda de Amena a contarles el caso y a implorar solución. Lo escuchan, y como si nada. Eso sí, le sugieren que presente una reclamación en las oficinas de consumo. Él les ruega que le muestren un contrato modelo, por ver si en los contratos se contiene alguna cláusula, en letra pequeña, por supuesto, sobre el modo de tramitar las reclamaciones. Le prestan uno, que nada explica sobre ese particular, pero él les pide que le dejen llevárselo, para basarse en él a la hora de hacer su reclamación. Le responden que no se lo pueden entregar, que sólo es posible que lo lea sin llevárselo. Pues háganme una copia o permítanme hacerla a mí, les solicita él. Imposible, las reglas son estrictas, no nos está permitido cometer tamaño exceso. Así que pide hablar con la encargada de la tienda, que, con suma amabilidad, se hace cargo del problema, muestra toda su comprensión y simpatía, le da copia del contrato estándar y le recuerda, de paso, que la única manera de reclamar es mandando un fax al número ya indicado. Inquiere el cliente si puede desde la tienda misma enviar tal fax y le dicen que sí, por supuesto, pero que tenga muy en cuenta un pequeño detalle: que el fax de ellos padece una leve avería, que hace que no genera el papelito ese que pone OK cuando la comunicación ha llegado con éxito a su destinatario. O sea, usted envíelo desde aquí si le da la gana, pero nunca podrá demostrar que llegó a su destino. Sistema fácil, práctico, cómodo y honesto para darle una vuelta más de tuerca a los ya muy doloridos atributos del sufrido consumidor.
Así que nuestro hombre se va con la música a otra parte, ciscándose en los gestores supremos de tan Amena empresa. En sus cavilaciones, halla de pronto una explicación. Claro, cómo no se me ocurrió, descienden todos de Morgan, Drake y otros fanáticos de la pata de palo, aunque ellos no lo sepan. Porque ellos, pobrecitos, nunca han sabido en realidad quién fue su padre, tantas fueron las bolas que concurrieron a ese bombo, y de ahí que semejantes tiburones del negocio fácil se hayan dedicado con saña a dar palos impunemente a los pobres ciudadanos que sólo quieren que no los timen y que les permitan defender sus derechos con una mínima eficacia. Bien se sabe que la figura paterna desempeña un papel importantísimo a la hora de forjar la personalidad del futuro adulto y, claro, la ausencia de progenitor conocido provoca desarreglos que luego no se superan ni forrándose. Y eso sin contar la desazón que se produce el ver a la mamá en un oficio tan sacrificado. Lo único que les quedó de ella fue el hábito de cobrar a tocateja por todos los servicios, hasta por los que se fingen.
Esa particular textura de los domingos.
Domingo. Anoche copas. Esta mañana sueño. Sigue el noble bruto dando vueltas a la noria, el tiempo es eterno retorno y tal y cual. Lástima que el mundo no se creara en tres días, sería domingo cada tercero. Los designios divinos son inescrutables. Si fuera ése que dicen que está arriba un político de hoy, me amenazaría de inmediato con ponerme a mí un domingo cada mes, por protestar. La última experiencia de ésas la viví hace pocos días. Me tocó alegar, junto con otros compañeros, ante una autoridad académica que había tomado una decisión que nos concernía a nosotros y a otros que representábamos. Quise ser suave en la forma y firme en el fondo. Les da igual, están acostumbrados al taconazo y la inclinación de cerviz, es lo que les pone. Les entra una mala leche del copón cuando no les aseguras, con voz a lo Boris Izaguirre, que son divinos-divinos-divinos... Creo que va siendo tiempo de reconocer a nuestros políticos, incluidos los "académicos", la condición de dioses. A ellos les molaría un montón y, total, a nosotros qué nos cuesta. Bueno, a lo que estábamos, resulta que después de mi parlamento, el mando aquel, sonrisa en ristre, se puso a decir que para mi caso, en concreto, también cabían otras opciones peores, que habían estado manejando y que no habían querido tomar, etc., etc. Recibido. Heil.
El caso es que lo que estaba en discusión me trae bastante al fresco, la verdad. Lo mío era más que nada por amenizar y como modestísimo homenaje a la teoría habermasiana de la acción comunicativa y mínima contribución a la democracia deliberativa. Ay, dios, de qué nos habla este hombre. Bien, pues, con todo y con eso, hoy, domingo, día en que conmemoramos las primeras vacaciones tomadas por alguien desde que el universo rula, tengo que poner aquellas razones por escrito, para que las tenga en consideración una muy considerada comisión comisionada para dar por decididas las decisiones. Ya ven, apasionante labor me aguarda.
No acaban ahí mis dominicales desórdenes. Hoy aparece en La Nueva España, periódico de mi realidad nacional, mi artículo sobre "Fantasmas de la lengua", aquí colgado hace unos días. Lo que en términos prácticos significa que más vale que en las próximas semanas mis viajes allá los haga disfrazado de Chiquito de la Calzada, porque más de un demócrata con boina de marca andará con ganas de soltarme cuatro lindezas por no tener mi bable uperisado y con bifidus activo.
Mas, como dicen que los dioses aprietan, pero no ahogan, no hay día sin su pequeño consuelo. El de hoy me lo ha regalado el descubrir, gracias a un artículo de La Nueva España, firmado por Alberto Cano y titulado “Frustración educativa”, un trabajo de Ricardo Moreno Castillo, profesor de matemáticas, y que se llama “Panfleto antipedagógico”. No se lo pierdan. Está colgado en internet y dando que hablar. Expone evidencias como puños, ésas que todo el mundo percibe con claridad, menos los políticos, empeñados en convertir a nuestros niños y muchachos en acémilas con ínfulas de emperadores. Sólo añadiría yo, modestamente, una cosilla a las propuestas de ese magnífico panfleto: que un día de estos fusilemos al amanecer a media docena de pedagogos modelnos, a ser posibles catedráticos universitarios del ramo. Como general escarmiento y para que pague su “colectivo” un precio, aunque sea simbólico y tan mínimo, por su frivolidad, sus desmanes y su desmesurada idiotez. Lo digo en serio.Es lo menos que debemos a nuestros pobres hijos, por lo que les están haciendo.
Copio un parrafillo del "Panfleto antipedagógico", para que se animen a leerlo entero:
"Los profesores que hablan de motivación, o de que el aprendizaje es un juego, están equivocados de arriba abajo, pero es de pensar que en su inmensa mayoría actúan de buena fe. Con todo, hay alguna excepción que urge señalar. La del profesor que predica una enseñanza liberadora y lúdica, sin miedo a las malas notas porque las notas no son tan importantes, pero a su propio hijo lo lleva a un colegio privado y lo somete a la misma disciplina de la que él exime a sus alumnos. Ignoro la razón de esta manera de actuar, pero por cada chico ingenuo que se crea su discurso liberador habrá un competidor menos para su hijo. Conocí a un colega convencido de que su labor era la de hacer felices a los alumnos y no atosigarles con exámenes y calificaciones. Pero cuando su hijo flaqueaba en una asignatura le ponía un profesor particular. Y es de suponer que dicho profesor particular lo atendía a horas fijas, acordadas de antemano, y no cuando coincidía que el muchacho se levantaba motivado. No era nada tonto este colega mío".
20 mayo, 2006
Nacionalismo. Una definición.
En el primer tomo de su Historia de Alemania en el siglo XIX (Deutsche Geschichte. 1800-1866. Bürgerwelt und starker Staat), ya citado aquí, explica Thomas Nipperdey (pp. 300 ss.) el surgimiento del nacionalismo alemán como movimiento político en dicho siglo y da dicho autor, de entrada, una definición de nacionalismo:
"Hablamos de nacionalismo allí donde la nación es, de entre los grandes grupos, aquel al que ante todo el individuo pertenece, allí donde el vínculo con la nación y la lealtad a ella ocupa el lugar más alto en la escala de vínculos y lealtades, siendo la nación el más elevado de los valores de este mundo. Ni el estamento ni la confesión religiosa ni la región ni el linaje (tampoco la ligazón con una dinastía), y tampoco la clase social ni la ideología política, determinan primeriamente la pertenencia a un entramado suprapersonal ni la líneas de demarcación, sino justamente la nación. Y tampoco el ser humano -como en la filosofía de la Ilustración- es en primer lugar miembro de la humanidad como ciudadano del mundo, sino miembro de la nación. Lo que está en primer plano no es la igualdad en lo universal, sino la pluralidad de lo nacional como individualidad. En individuo particular halla y tiene su identidad supraindividual en la medida en que se identifica con la nación, con su herencia histórico-cultural y con su existencia política, y por ello la identidad de la nación vive en sí misma. Para los individuos es la nación el espacío de su origen y el de su futuro, la nación trasciende el mundo de las experiencias cotidianas y se convierte en algo originario y futuro al mismo tiempo. La nación transmite, por tanto, una parte del sentido de la vida. Y la nación no es una obviedad, sino un principio dinámico que determina acciones y emociones. En el tiempo de la fe política, obtiene la nación un impulso religioso, y se asocia con ella un componente religioso -eternidad y futuro consumado, santidad, solidaridad, sacrificio, martirio-. Lo religioso se seculariza como nacional, lo secular se sacraliza".
Hasta ahí la definición de Nipperdey. Me parece una descripción perfecta de lo que quieren y sienten los nacionalistas, sea la que sea la nación en que ese sentimiento se proyecte. Conviene reparar, sin más, en las tensiones que esa religiosidad nacional introduce en el pensamiento político contemporáneo:
1. El ser humano individual no es lo más importante, lo más valioso. En caso de conflicto, por tanto, la vida o la libertad de los particulares debe ceder ante el interés superior de esa macropersona, de ese superser suprapersonal, transpersonal, grupal, místico. Por eso al miembro de la nación se le pide que dé la vida por ella, pues la vida de ella vale más que la de cada uno. Por eso, igualmente, por defender la vida propia de la nación y su pervivencia como tal, se insta a sus miembros a matar, incluso, en el caso extremo en que esté en juego la "vida" de la nación, a matar por ella, a suprimir la vida o la libertad de los que para la nación sean un peligro o un obstáculo. El homicidio se justifica moralmente como legítima defensa de la nación o como respuesta a un estado de necesidad nacional.
2. La dimensión religiosa del sentimiento nacional casa mal con cualquier religión universalista y pide iglesias nacionales. El sentimiento religioso, que es sentimiento de trascendencia, es en buana parte colonizado por el componente trascendete de la nación. La vida eterna ha de ser en primer lugar garantía de la eternidad de la nación. El alma nacional cuenta más, también a la hora de estipular jerarquías espirituales, que el alma individual. Es más, la salvación individual pasa por la sumisión a la salvación grupal como nación. En el amor al prójimo surgen divisiones y jerarquías, y prevalece el amor al prójimo nacional. De esto tomó buena nota la jerarquía católica española en tiempos de Franco, y con esto han sabido coquetear sibilinamente los obispos vascos en décadas recientes.
3. La compatibilidad entre socialismo y nacionalismo se vuelve problemática, pues ha de pagar el precio de la renuncia a toda pretensión de igualdad o solidaridad entre los humanos. Si el precio de la solidaridad socialista es la disolución de las identidades nacionales y si se pone así en riesgo la perpetuación del grupo como superpersona, tal precio no debe pagarse. Una nueva degeneración se cierne sobre el socialismo, contraviniendo sin remisión su espíritu cosmopolita y su mensaje de justicia universal, pues después del fracaso de los socialismos de Estado llega el tiempo, ahora, de los socialismos de nación, una contradicción en los términos, un abandono definitivo de toda pretensión de hacer de los trabajadores o de los pobres la clase universal. Todo lo universal es malo, viva lo nacional. Primero nosotros; los pobres de la tierra que se busquen la vida en sus naciones, pero que se abstengan en tal empresa de poner en riesgo nuestra identidad colectiva, nuestro derecho sobre lo nuestro, el interés que nos aglutina como nacionales.
4. El Estado de Derecho es invertido en Estado de la Nación. La prioridad del individuo y de sus derechos individuales, prioridad que se expresa en la idea liberal y kantiana de autonomía individual, cede frente a la idea de autodeterminación nacional. Es la nación la que tiene el derecho primigenio a la autonomía, y por eso la autonomía individual vale y se respta sólo en lo que sirva a ese interés suprapersonal, místico, metafísico, en lo que sea compatible con el bien y la vida propia de ese nuevo Leviatán que viste traje regional y quiere hablar sólo la lengua de los antepasados, aunque no hable en verdad como los antepasados. Se transmuta así el sentido de las constituciones modernas, y la democracia que quieren establecer muda en democracia orgánica de nuevo (o no tan nuevo) cuño. De ahí que haya también que someter la separación de poderes al límite del interés nacional, pues no se trata ya de que ningún poder ponga en peligro la autonomía de los individuos por extralimitarse, sino que lo que importa es que todos los poderes trabajen en pro del interés de esa nación-persona, aunque sea a costa de mancillar las libertades individuales o de volver a convertir a las personas en puros peones de un señor superior, de un ente voraz que los oprime por su propio bien y para que sean como deben ser, no como quieran.
19 mayo, 2006
Ridículo país, ríos de estupidez.
Y yo enamorado de ti, esto sí que tiene guasa, esclavo de mi trabajo, pa que nada te faltara. Lo cantaban en tiempos Los Chichos, a ritmo de rumba gitana, pero podría haber sido el himno del currante español de cuando el español era currante y se creía que eso que llamaban España iba a prosperar a base de darle al callo. Qué tiempos, qué cosas. Cuando al pequeñajo al que se le subió el bigote le dio por soltar aquello de que España iba bien, cundió el pánico colectivo y se acrecentaron las prisas para torcerle el optimismo, pues mal asunto si España va bien, señal de que no va como debe, pues tan ilusionado veredicto es indicio de que andamos oprimidos y con los derechos históricos un pelín flácidos, poco autodeterminados y la casa sin barrer. Así que todo quisque a barrrer para casa. Enhiestos los pitos de las boinas, erectas las barretinas, desplegándose la papada por soleares, ozú, era sonada la hora de la liquidación por derribo, todo al dos por uno, pídase una competencia y le regalamos otra, de oca en oca y tiro (es un decir) porque me toca. Se acabó el amor y se pasaron las ganas, es tiempo de picapleitos y convenios de separación. Quién se lleva la muñeca Chochona.
Pues si toca divorcio, divorciémonos en buena hora. Pero no perdamos la dignidad y conservemos el seso. Nada hay más cansón que esos sujetos en trance de separación que se dedican a ventilar en público sus miserias, a airear su despecho y explicar por qué hace tiempo que no sienten nada al hacerlo con ellos. Que si ya no me quiere como antes, que si ya no le gusto, que si se empeña en quedarse con el tresillo. Borrón y cuenta nueva, proceso sumarísimo, cortar por lo sano y a otra cosa, mariposa. Nada del perpetuo lloriqueo de te vas, me dejas y me abandonas, te vas, me dejas, qué mala persona. Ésta también era de Los Chichos, premonitorios. Pero, visto lo visto, voto por esta otra de las suyas:
Escóndete en un rincón
mala ruina tenga tenga tu amor
que como yo te niquele
te maro sin compasión (bis)
Eso es! aguita aguita que bonito!!
Agüita, agüita, ahí quería ir a parar yo, increíble, a lo del agua de los ríos. Los periódicos de ayer cuentan que el nuevo Estatuto de Autonomía de Aragón quiere blindar el Ebro. Los de hoy, que el Estatuto andaluz quiere blindar el Guadalquivir y que Ibarra se mosquea, ea, ea. Ya sabemos que cuando ese hombre se enfada da para unos titulares de rechupete. Y luego paz, y después gloria. Varón, pa quererla mucho, varón, pa desearle bien, varón, pa olvidar agravios porque ya la perdoné.(...) Tal vez te produzca risa verme tirao a tus pies. Ésa no es de Los Chichos, mira por donde, antes de que Julio Iglesias le aplicara un lifting musical la cantaba como se debe El Gran Combo. De varones hay muchas piezas salseras inolvidables, como El gran varón, que cantaron Willie Colón y Héctor Lavoe. Pero no se refieren a ningún barón del PSOE, que yo sepa, y menos a sus valerosos varones.
Ríos blindados, qué hermosura.Brindo por lo que blindan. Y por lo de la solidaridad y tal. Agua que no has de beber, déjala correr. Los refranes nos lo ponen a huevo. Agua en un cesto, se acaba presto. Agua, candela y palabra de Dios, ningún hombre de bien las negó. Je.
Pues si toca divorcio, divorciémonos en buena hora. Pero no perdamos la dignidad y conservemos el seso. Nada hay más cansón que esos sujetos en trance de separación que se dedican a ventilar en público sus miserias, a airear su despecho y explicar por qué hace tiempo que no sienten nada al hacerlo con ellos. Que si ya no me quiere como antes, que si ya no le gusto, que si se empeña en quedarse con el tresillo. Borrón y cuenta nueva, proceso sumarísimo, cortar por lo sano y a otra cosa, mariposa. Nada del perpetuo lloriqueo de te vas, me dejas y me abandonas, te vas, me dejas, qué mala persona. Ésta también era de Los Chichos, premonitorios. Pero, visto lo visto, voto por esta otra de las suyas:
Escóndete en un rincón
mala ruina tenga tenga tu amor
que como yo te niquele
te maro sin compasión (bis)
Eso es! aguita aguita que bonito!!
Agüita, agüita, ahí quería ir a parar yo, increíble, a lo del agua de los ríos. Los periódicos de ayer cuentan que el nuevo Estatuto de Autonomía de Aragón quiere blindar el Ebro. Los de hoy, que el Estatuto andaluz quiere blindar el Guadalquivir y que Ibarra se mosquea, ea, ea. Ya sabemos que cuando ese hombre se enfada da para unos titulares de rechupete. Y luego paz, y después gloria. Varón, pa quererla mucho, varón, pa desearle bien, varón, pa olvidar agravios porque ya la perdoné.(...) Tal vez te produzca risa verme tirao a tus pies. Ésa no es de Los Chichos, mira por donde, antes de que Julio Iglesias le aplicara un lifting musical la cantaba como se debe El Gran Combo. De varones hay muchas piezas salseras inolvidables, como El gran varón, que cantaron Willie Colón y Héctor Lavoe. Pero no se refieren a ningún barón del PSOE, que yo sepa, y menos a sus valerosos varones.
Ríos blindados, qué hermosura.Brindo por lo que blindan. Y por lo de la solidaridad y tal. Agua que no has de beber, déjala correr. Los refranes nos lo ponen a huevo. Agua en un cesto, se acaba presto. Agua, candela y palabra de Dios, ningún hombre de bien las negó. Je.
Pues andan los amanuenses del parágrafo estatutario embebidos en ponerle puertas al campo y blindajes a los ríos. Quieren tapiarlos con códigos, hacerles compuertas de reglamento, infestarlos de disposiciones adicionales, verter en ellos dictámenes, contaminarlos de minutas, encauzarlos al pozo negro de la Historia. Hay que ver. Esta gente donde pone el ojo pone el estatuto. A estos políticos leonados se les inflaman las competencias con cada cosa que encuentran. ¿Un río? Pa mí. ¿Un parque nacional? Pa mí. ¿Una deuda sanitaria? Pa ti, no te joe. ¿Una cagarruta? Ah, cuidado, ésa hay que analizarla. Si es histórica y la excretó un héroe local, tipo caganer del Tinell, pa mi. Si es de mortal común, te la quedas.
Con qué empezarán cuando se les terminen los ríos. Se admiten apuestas. ¿El aire?, ¿los aromas?, ¿la sombra de los pinos? Yo iba de peregrina y me cogiste la mano a la sobra de los pinos. María del Monte Autonómico. Los pinos eran del marqués, la sombra de la Consejería de Medio Ambiente. Ya es raro que los valencianos no hayan blindado el aroma de azahar. Y cada novia que lleve su ramito de azahar, que pague peaje o que diga unas palabras en valenciá. Hasta ahora teníamos la SGAE, Sociedad General de Autores, bandeja en ristre por bares y romerías, igual que los monaguillos en la misa de doce. Ahora nos divertiremos también con la SPCM, Sociedad Particular de Competencias Mías. ¿Que está usted en una sidrería de Mieres tomándose unas coquinas de Huelva? Malandrín, no tiene competencias ese ayuntamiento, regugítelas ipso facto o apoquine canon. ¿Un traguito de chacolí a la vera del Miño? Pero cómo se le ocurre, aquí toca albariño o ribeiro. Hasta los lunares acabarán blindados. Ese lunar que tienes, cielito lindo, junto a la boca, no se lo des a nadie, cielito lindo, que a mí me toca (artículo 893).
No está mal. Ya lo decía aquella otra canción, devuélveme las llaves de la moto y quédate con todo lo demás. Y a los del PP que les devuelvan el rosario de su mare. Devuélveme mi amor para matarlo, devuélveme el cariño que te di. Que cada uno se quede con su agua. Si blindan el Guadalquivir yo no vuelvo a tomar agua de Lanjarón. Coherencia hasta el final, rigor mortis. Mientras no me retiren mi nacionalidad asturiana, voy bien servido, pues, como bien se sabe, con fabines y sidrina, non fai falta gasolina (dicho astur que comenzó como pegatina para automóviles, pero que encierra en su sencillez la honda verdad de un pueblo que se quiere dueño de sí y de sus recursos, etc., etc., etc. Firmado: Baltasar Yamasfabes, deputau). Que cada cual se quede con sus ríos, con sus aguas -mayores y menores- y con sus tics. Y que cada perro se lama su culo. A fin de cuentas, nuestras vidas son los ríos. Etc.
Con qué empezarán cuando se les terminen los ríos. Se admiten apuestas. ¿El aire?, ¿los aromas?, ¿la sombra de los pinos? Yo iba de peregrina y me cogiste la mano a la sobra de los pinos. María del Monte Autonómico. Los pinos eran del marqués, la sombra de la Consejería de Medio Ambiente. Ya es raro que los valencianos no hayan blindado el aroma de azahar. Y cada novia que lleve su ramito de azahar, que pague peaje o que diga unas palabras en valenciá. Hasta ahora teníamos la SGAE, Sociedad General de Autores, bandeja en ristre por bares y romerías, igual que los monaguillos en la misa de doce. Ahora nos divertiremos también con la SPCM, Sociedad Particular de Competencias Mías. ¿Que está usted en una sidrería de Mieres tomándose unas coquinas de Huelva? Malandrín, no tiene competencias ese ayuntamiento, regugítelas ipso facto o apoquine canon. ¿Un traguito de chacolí a la vera del Miño? Pero cómo se le ocurre, aquí toca albariño o ribeiro. Hasta los lunares acabarán blindados. Ese lunar que tienes, cielito lindo, junto a la boca, no se lo des a nadie, cielito lindo, que a mí me toca (artículo 893).
No está mal. Ya lo decía aquella otra canción, devuélveme las llaves de la moto y quédate con todo lo demás. Y a los del PP que les devuelvan el rosario de su mare. Devuélveme mi amor para matarlo, devuélveme el cariño que te di. Que cada uno se quede con su agua. Si blindan el Guadalquivir yo no vuelvo a tomar agua de Lanjarón. Coherencia hasta el final, rigor mortis. Mientras no me retiren mi nacionalidad asturiana, voy bien servido, pues, como bien se sabe, con fabines y sidrina, non fai falta gasolina (dicho astur que comenzó como pegatina para automóviles, pero que encierra en su sencillez la honda verdad de un pueblo que se quiere dueño de sí y de sus recursos, etc., etc., etc. Firmado: Baltasar Yamasfabes, deputau). Que cada cual se quede con sus ríos, con sus aguas -mayores y menores- y con sus tics. Y que cada perro se lama su culo. A fin de cuentas, nuestras vidas son los ríos. Etc.
PD (homenaje a Iurisprudent): Por cierto, ¿conocen ustedes esa canción que cantaba Conjunto Clásico y que se titula Los Rodriguez? Su estribillo dicía así: Ay, qué pena me da, que los Rodríguez se fueron.
18 mayo, 2006
Proyecto Gran Vaca.
He seguido por encima durante las últimas semanas el debate sobre el Proyecto Gran Simio, iniciativa de un diputado del Grupo Socialista que, si no estoy equivocado, es de mi gremio y disciplina, aunque de otro árbol. No tengo mayormente nada que opinar sobre el asunto, y menos aún me siento capaz de alegar argumento alguno que no se haya manejado ya, para bien o para mal. Además, con simios grandes he tenido poco trato, salvo con uno que no considero representativo de la especie, pues dudo que los gorilas y similares puedan tener tan mala leche ni ser tan obsequiosos con cualquiera que mande algo o les pueda echar unos plátanos a la jaula. Gracias a él fue como descubrí, eso sí, cuánta gente es capaz de enamorarse de un mono o reírle las monerías, aunque sea de los más feos.
Pero la iniciativa de marras me ha hecho pensar en otro animal entrañable que no tiene aún reconocidos sus derechos como debiera ni ha sido objeto del cariño y la consideración que por sus encantos merece: la vaca. La vaca, esa gran desconocida.
Aquí doy cuenta cada dos por tres de lo rica y variada que ha sido mi relación con las vacas. Y digo bien cuando digo vacas, pues con toros no me he tratado apenas. Sí con bueyes, y recuerdo en especial al Morico, un pedazo de animal todo negro, noblote y manso, de gesto permanentemente resignado y fuerza descomunal. Su carácter era apacible en grado sumo, nunca apresurado, muy generoso en el esfuerzo y paciente en cualquier vicisitud. Lo que pasa es que en la república del establo los bueyes tenían estatuto y consideración de vaca, aunque no dieran leche ni parieran. Volveré sobre los asuntos de género un poco más abajo.
Antes quiero narrar una anécdota de mi infancia más tierna (es un decir; tiernas son las infancias de los churumbeles estos de ahora que a mí tanto me excitan la simpatía por Herodes. Antes éramos niños a secas y ni tiernos ni leches), que posiblemente he contado ya algún día. En mi tierra tener un toro para cubrir a las vacas de casa era lujo que pocos podían permitirse. Así que, antes de que se extendiera la costumbre de la inseminación artificial (también me referiré luego a los temas del sexo, cual la Lorena Verdún más bovina), cuando una vaca se ponía en celo era llevada a alguna de las pocas caserías con toro de los de antes. Era sexo de pago, pues el dueño del toro solía cobrar por sus esmerados servicios (los del toro) y ni siquiera invitaba a la clienta a unos puñadillos de pienso. Acompañé a mi padre en una de tales expediciones sexuales cuando contaba yo muy pocos años. Y regresé a casa ciertamente sorprendido, al parecer, pues cuentan que corrí hacia mi madre gritando tal que así: “mama, mama, el toro pegoi a la vaca con un palu colorau”. Traducción: “mamá, mamá, el toro golpeó a la vaca con un palo rojo”. Son cincuenta euros por la traducción. Gracias. De nada. ¿Ven como sí es importante el reconocimiento oficial de las distintas lenguas y variantes idiomáticas de nuestra Piel de Toro? Precisamente, vaya por dios. Y fíjense en mi intuición de infante, captando ya lo que luego sería descubrimiento revolucionario, esto es, que hay en la empresa fálica un algo de reprobable violencia.
Creo que pocos diputados saben que cada vaca es un mundo y que cada una posee su peculiar personalidad (o vaquidad) muy marcada. Supongo que estará sin escribirse la tipología de los caracteres vacunos. Qué gran tema para múltiples tesis de mis amigos de Veterinaria. Piensen en el indudable impacto social y mediático de estudios sobre “Edipo, Electra y la Pintona”, “Síndrome precelo en la parda alpina” o “Tristitia post coitum en el toro berciano”. Pocas diferencias en tema de psicología y padecimientos afectivos hay entre humanos y vacunos, palabra. Lo único que no he conocido nunca es una vaca anoréxica, pero todo se andará, tal es el estrés en el que viven hoy muchas de esas adorables matronas y de tan locas como las están volviendo a base de cebarse en los pormenores y pormayores de sus carnes.
Tuve ocasión en mi vida pasada de tratar con vacas de todo tipo y muchas me han dejado huella indeleble. En aquel tiempo las vacas eran como de la familia y cada una tenía su nombre y atendía por él. La Bicha, por ejemplo, era una vaca de recio carácter y hoscos modales. Tenía unos cuernos extraños, rectos y paralelos a sus orejas, pero sin la movilidad de éstas, como es lógico. Y daba una leche de primera, razón por la que tomábamos siempre en casa la que de ella se ordeñaba. Porque, sépase, había vacas con buena y con mala leche, circunstancia en la que también se nos parecen. Y a la hora de ordeñar, las había duras y blandas, en razón del esfuerzo que costara extraerles a mano el blanco elixir.
Otras eran de temperamento dulce, acogedor, tierno. De entre ellas debo mencionar a la Artillera, magnífico animal que reunía la extraordinaria condición de ser igual de generosa para el ordeño y en la yunta. Fue durante años mi favorita. Cuando me tocaba andar con ellas por el monte y vigilarlas, la Artillera y yo nos buscábamos. Ella se tumbaba a rumiar lo que antes había pastado, y supongo que también algunas vagas ideas, y yo aprovechaba para echar también un sueñecillo, recostada mi cabeza en su pata delantera doblada. Pero, tal como acontece igualmente en los humanos, algo inquietante bullía bajo su externa placidez, secretas ansias pugnaban en su testuz, pues, para general sorpresa de pastores y preocupación de sus compañeras, un buen día se hizo lesbiana y acosaba sin recato a las de su sexo y condición.
Las había también pícaras o ingenuas, obedientes o rebeldes. Lo uno o lo otro lo mostraban cuando les tocaba pacer a la orilla de los sembrados y a mí me correspondía vigilar que no se jalaran las berzas o les fabes de la granja. Todas padecían idéntica tentación, pero era bien diferente el proceder de cada una a la hora de sucumbir. Las habían que estudiaban con disimulo los movimientos del pastor y aprovechaban el primer despiste de éste para arrearle un tiento al manjar ansiado. Otras, con menos doblez, atacaban de frente y sin miramientos, exponiéndose a recibir un buen palo en las partes que en los humanos llamaríamos nalgas. Con algunas bastaba gritar su nombre en tono de reproche y ya se abstenían, sólo con eso, de consumar su famélico hurto. Otras se hacían las sordas y como que pensaban que era otra la interpelada.
Por la razón anteriormente apuntada, todas eran solteras, aunque ninguna por vocación. En la cuadra convivían de a dos, y a tal efecto el buey, cuando lo había, era una más. Se me antoja que este tema es de los primeros que tendremos que analizar en detalle los que defendemos los derechos de las bestias caseras, el derecho a la autodeterminación sexual. Sexo libre en el establo y abajo la represión. Y nada de inseminación artificial obligatoria, salvo para la que en uso de su libertad ideológica lo prefiera así. Embarazos consentidos y ayuntamientos con amor.
En fin, podría continuar, pero no quisiera resultar pesado ni caer en sentimentalismos. Apuntado queda el asunto y creo que claro mi ruego de que no sea la vaca discriminada frente al simio. Espero que la ocurrencia no escandalice a ningún humano y que nadie por esto me tome por un cabestro.
Pero la iniciativa de marras me ha hecho pensar en otro animal entrañable que no tiene aún reconocidos sus derechos como debiera ni ha sido objeto del cariño y la consideración que por sus encantos merece: la vaca. La vaca, esa gran desconocida.
Aquí doy cuenta cada dos por tres de lo rica y variada que ha sido mi relación con las vacas. Y digo bien cuando digo vacas, pues con toros no me he tratado apenas. Sí con bueyes, y recuerdo en especial al Morico, un pedazo de animal todo negro, noblote y manso, de gesto permanentemente resignado y fuerza descomunal. Su carácter era apacible en grado sumo, nunca apresurado, muy generoso en el esfuerzo y paciente en cualquier vicisitud. Lo que pasa es que en la república del establo los bueyes tenían estatuto y consideración de vaca, aunque no dieran leche ni parieran. Volveré sobre los asuntos de género un poco más abajo.
Antes quiero narrar una anécdota de mi infancia más tierna (es un decir; tiernas son las infancias de los churumbeles estos de ahora que a mí tanto me excitan la simpatía por Herodes. Antes éramos niños a secas y ni tiernos ni leches), que posiblemente he contado ya algún día. En mi tierra tener un toro para cubrir a las vacas de casa era lujo que pocos podían permitirse. Así que, antes de que se extendiera la costumbre de la inseminación artificial (también me referiré luego a los temas del sexo, cual la Lorena Verdún más bovina), cuando una vaca se ponía en celo era llevada a alguna de las pocas caserías con toro de los de antes. Era sexo de pago, pues el dueño del toro solía cobrar por sus esmerados servicios (los del toro) y ni siquiera invitaba a la clienta a unos puñadillos de pienso. Acompañé a mi padre en una de tales expediciones sexuales cuando contaba yo muy pocos años. Y regresé a casa ciertamente sorprendido, al parecer, pues cuentan que corrí hacia mi madre gritando tal que así: “mama, mama, el toro pegoi a la vaca con un palu colorau”. Traducción: “mamá, mamá, el toro golpeó a la vaca con un palo rojo”. Son cincuenta euros por la traducción. Gracias. De nada. ¿Ven como sí es importante el reconocimiento oficial de las distintas lenguas y variantes idiomáticas de nuestra Piel de Toro? Precisamente, vaya por dios. Y fíjense en mi intuición de infante, captando ya lo que luego sería descubrimiento revolucionario, esto es, que hay en la empresa fálica un algo de reprobable violencia.
Creo que pocos diputados saben que cada vaca es un mundo y que cada una posee su peculiar personalidad (o vaquidad) muy marcada. Supongo que estará sin escribirse la tipología de los caracteres vacunos. Qué gran tema para múltiples tesis de mis amigos de Veterinaria. Piensen en el indudable impacto social y mediático de estudios sobre “Edipo, Electra y la Pintona”, “Síndrome precelo en la parda alpina” o “Tristitia post coitum en el toro berciano”. Pocas diferencias en tema de psicología y padecimientos afectivos hay entre humanos y vacunos, palabra. Lo único que no he conocido nunca es una vaca anoréxica, pero todo se andará, tal es el estrés en el que viven hoy muchas de esas adorables matronas y de tan locas como las están volviendo a base de cebarse en los pormenores y pormayores de sus carnes.
Tuve ocasión en mi vida pasada de tratar con vacas de todo tipo y muchas me han dejado huella indeleble. En aquel tiempo las vacas eran como de la familia y cada una tenía su nombre y atendía por él. La Bicha, por ejemplo, era una vaca de recio carácter y hoscos modales. Tenía unos cuernos extraños, rectos y paralelos a sus orejas, pero sin la movilidad de éstas, como es lógico. Y daba una leche de primera, razón por la que tomábamos siempre en casa la que de ella se ordeñaba. Porque, sépase, había vacas con buena y con mala leche, circunstancia en la que también se nos parecen. Y a la hora de ordeñar, las había duras y blandas, en razón del esfuerzo que costara extraerles a mano el blanco elixir.
Otras eran de temperamento dulce, acogedor, tierno. De entre ellas debo mencionar a la Artillera, magnífico animal que reunía la extraordinaria condición de ser igual de generosa para el ordeño y en la yunta. Fue durante años mi favorita. Cuando me tocaba andar con ellas por el monte y vigilarlas, la Artillera y yo nos buscábamos. Ella se tumbaba a rumiar lo que antes había pastado, y supongo que también algunas vagas ideas, y yo aprovechaba para echar también un sueñecillo, recostada mi cabeza en su pata delantera doblada. Pero, tal como acontece igualmente en los humanos, algo inquietante bullía bajo su externa placidez, secretas ansias pugnaban en su testuz, pues, para general sorpresa de pastores y preocupación de sus compañeras, un buen día se hizo lesbiana y acosaba sin recato a las de su sexo y condición.
Las había también pícaras o ingenuas, obedientes o rebeldes. Lo uno o lo otro lo mostraban cuando les tocaba pacer a la orilla de los sembrados y a mí me correspondía vigilar que no se jalaran las berzas o les fabes de la granja. Todas padecían idéntica tentación, pero era bien diferente el proceder de cada una a la hora de sucumbir. Las habían que estudiaban con disimulo los movimientos del pastor y aprovechaban el primer despiste de éste para arrearle un tiento al manjar ansiado. Otras, con menos doblez, atacaban de frente y sin miramientos, exponiéndose a recibir un buen palo en las partes que en los humanos llamaríamos nalgas. Con algunas bastaba gritar su nombre en tono de reproche y ya se abstenían, sólo con eso, de consumar su famélico hurto. Otras se hacían las sordas y como que pensaban que era otra la interpelada.
Por la razón anteriormente apuntada, todas eran solteras, aunque ninguna por vocación. En la cuadra convivían de a dos, y a tal efecto el buey, cuando lo había, era una más. Se me antoja que este tema es de los primeros que tendremos que analizar en detalle los que defendemos los derechos de las bestias caseras, el derecho a la autodeterminación sexual. Sexo libre en el establo y abajo la represión. Y nada de inseminación artificial obligatoria, salvo para la que en uso de su libertad ideológica lo prefiera así. Embarazos consentidos y ayuntamientos con amor.
En fin, podría continuar, pero no quisiera resultar pesado ni caer en sentimentalismos. Apuntado queda el asunto y creo que claro mi ruego de que no sea la vaca discriminada frente al simio. Espero que la ocurrencia no escandalice a ningún humano y que nadie por esto me tome por un cabestro.
Otro día hablaremos de los pastores, que ésa es otra.
16 mayo, 2006
De malevos y cayucos.
Tengo la cabeza agujereada de tanto rascármela mientras leo las noticias de cada día. Y no sé para qué leo, pues apenas consigo entender nada. No sé a qué carta quedarme casi nunca, no acabo de captarle las claves a esta lógica difusa, esta fuzzy logic que aplican partidos y gobiernos en estos tiempos de destemplanza. Pondré sólo dos ejemplos de ahora mismo: cayucos y Evo Morales.
Por ahí tengo escrito en revistas sesudas que soy universalista, de vocación cosmopolita, poco simpatizante con las fronteras y alérgico a las naciones. Sueño con la República Mundial, en la que todos seamos ciudadanos de iguales derechos y con libertades garantizadas, amén de con algo que llevarnos a la boca cada jornada. Cuando me cruzo en las calles de este país con negros o con ecuatorianos de rasgos precolombinos no sólo no me siento ni inquieto ni molesto, sino que los miro con toda simpatía, mucha mayor que la que me despierta, por ejemplo, tropezarme en un restaurante fino con un concejal que se baja una botellita de Vega Sicila a la vera un constructor al que todavía se le nota la marca de la boina bajo el peluquín, por muy blanquitos y repulidos que quieran parecer los dos. Eso que quede claro.
En lo que no acabo de ver la luz es en lo de la regulación de la inmigración. Puedo entender perfectamente dos cosas, ya me gusten más o menos. Una, que un gobierno de acá diga que abre las fronteras y que ancha es Castilla y Cataluña ya veremos. O que las clausure, al grito de Santiago y cierra España, pon, pon, quién es, una rosa y un clavel. Lo que no logro comprender es lo que está pasando. Al parecer, que vengan y vengan está mal, por lo del desorden y el posible atasco social y laboral. Bien, pase. Pues entonces que no vengan; o sea, que les corten el paso, les den la vuelta o los devuelvan para algún lado. Pero eso tampoco se puede, por razones humanitarias, que soy capaz de aceptar perfectamente. Pero entonces que se diga con sinceridad y sin tapujos que todo el que se haga al mar y toque aguas territoriales aquí se queda per saecula saeculorum. Pero nuestro Gobierno no dice ni que sí ni que no ni que no ni que caiga un chaparrón. Dice que les va a poner un satélite. De alquiler, además. Sugiero que lo arriende la Trujillo, para que se entretenga en algo. Satalifinder, fíjate qué mono, hija, un par de antenas y doscientos funcionarios por si hay que ordeñarlo. Y que unos barcos van a vigilar. Será para hacer fotos a los cayucos y presentarlas luego al World Press Photo, supongo. ¿Para qué les ponen nada si no se les puede obligar a dar media vuelta? Tampoco cabe, al parecer, decirles que bueno, que vengan. Pero si vienen se quedan. Esto no lo entiende ni Pepiño, que ya es decir. Ese Pepiño preclaro que dice que fue el PP el que en este país animó al personal a enriquecerse a lo burro y a dar pelotazos sin cuento. Qué tío, vaya pelotas.
Hacen falta soluciones imaginativas. Por ejemplo, que la Tere organice un viaje en cayuco para churris solas. Puede ser una vuelta a Capri, por decir algo, con almuerzo solidario en el Capri Moon. O que manden a Zaplana a Mauritania a montarles una Terra Mítica. Ellos seguirán negros, pero seguro que él se pone morado.
Ahora con Evo el malevo, que debió de nacer de la costilla de una Adana contumaz. También ahí puedo entender muchas cosas, pero no pillo el razonamiento del personal político de nuestra España cuarto y mitad. No sé de economía ni un pimiento y de política dejé de enterarme cuando comencé a estudiar. De modo que no tengo argumentos apenas para opinar sobre si las nacionalizacines boliv(ar)ianas son buenas, malas o mediopensionistas y si el gas para el que lo trabaja y todo el poder a los soviets quechua. Así que pase. Es una nación mirando por lo suyo y decidiendo sobre lo suyo. Pues bueno, que les vaya bonito y tal, pero luego que no nos pidan un trozo de merienda si les sale chungo y una Eva cualquiera se lo lleva crudo en una faltriquera suiza. Allá ellos y ojalá no sean sólo unas docenas los que dejen de ser pobres. Por cierto, me encanta la conciencia racial y cultural de García Linera, el vice de Evo, más blanco que Beckham y casi igual de chuli. Un cromo de hombre: voila. Los grandes personajes siempre van por parejas, Fidel y Hugo, Franco y Carmina, Yogui y Bubu, Perón y Evita. Evito proseguir con la enumeración.
Por ahí tengo escrito en revistas sesudas que soy universalista, de vocación cosmopolita, poco simpatizante con las fronteras y alérgico a las naciones. Sueño con la República Mundial, en la que todos seamos ciudadanos de iguales derechos y con libertades garantizadas, amén de con algo que llevarnos a la boca cada jornada. Cuando me cruzo en las calles de este país con negros o con ecuatorianos de rasgos precolombinos no sólo no me siento ni inquieto ni molesto, sino que los miro con toda simpatía, mucha mayor que la que me despierta, por ejemplo, tropezarme en un restaurante fino con un concejal que se baja una botellita de Vega Sicila a la vera un constructor al que todavía se le nota la marca de la boina bajo el peluquín, por muy blanquitos y repulidos que quieran parecer los dos. Eso que quede claro.
En lo que no acabo de ver la luz es en lo de la regulación de la inmigración. Puedo entender perfectamente dos cosas, ya me gusten más o menos. Una, que un gobierno de acá diga que abre las fronteras y que ancha es Castilla y Cataluña ya veremos. O que las clausure, al grito de Santiago y cierra España, pon, pon, quién es, una rosa y un clavel. Lo que no logro comprender es lo que está pasando. Al parecer, que vengan y vengan está mal, por lo del desorden y el posible atasco social y laboral. Bien, pase. Pues entonces que no vengan; o sea, que les corten el paso, les den la vuelta o los devuelvan para algún lado. Pero eso tampoco se puede, por razones humanitarias, que soy capaz de aceptar perfectamente. Pero entonces que se diga con sinceridad y sin tapujos que todo el que se haga al mar y toque aguas territoriales aquí se queda per saecula saeculorum. Pero nuestro Gobierno no dice ni que sí ni que no ni que no ni que caiga un chaparrón. Dice que les va a poner un satélite. De alquiler, además. Sugiero que lo arriende la Trujillo, para que se entretenga en algo. Satalifinder, fíjate qué mono, hija, un par de antenas y doscientos funcionarios por si hay que ordeñarlo. Y que unos barcos van a vigilar. Será para hacer fotos a los cayucos y presentarlas luego al World Press Photo, supongo. ¿Para qué les ponen nada si no se les puede obligar a dar media vuelta? Tampoco cabe, al parecer, decirles que bueno, que vengan. Pero si vienen se quedan. Esto no lo entiende ni Pepiño, que ya es decir. Ese Pepiño preclaro que dice que fue el PP el que en este país animó al personal a enriquecerse a lo burro y a dar pelotazos sin cuento. Qué tío, vaya pelotas.
Hacen falta soluciones imaginativas. Por ejemplo, que la Tere organice un viaje en cayuco para churris solas. Puede ser una vuelta a Capri, por decir algo, con almuerzo solidario en el Capri Moon. O que manden a Zaplana a Mauritania a montarles una Terra Mítica. Ellos seguirán negros, pero seguro que él se pone morado.
Ahora con Evo el malevo, que debió de nacer de la costilla de una Adana contumaz. También ahí puedo entender muchas cosas, pero no pillo el razonamiento del personal político de nuestra España cuarto y mitad. No sé de economía ni un pimiento y de política dejé de enterarme cuando comencé a estudiar. De modo que no tengo argumentos apenas para opinar sobre si las nacionalizacines boliv(ar)ianas son buenas, malas o mediopensionistas y si el gas para el que lo trabaja y todo el poder a los soviets quechua. Así que pase. Es una nación mirando por lo suyo y decidiendo sobre lo suyo. Pues bueno, que les vaya bonito y tal, pero luego que no nos pidan un trozo de merienda si les sale chungo y una Eva cualquiera se lo lleva crudo en una faltriquera suiza. Allá ellos y ojalá no sean sólo unas docenas los que dejen de ser pobres. Por cierto, me encanta la conciencia racial y cultural de García Linera, el vice de Evo, más blanco que Beckham y casi igual de chuli. Un cromo de hombre: voila. Los grandes personajes siempre van por parejas, Fidel y Hugo, Franco y Carmina, Yogui y Bubu, Perón y Evita. Evito proseguir con la enumeración.
Lo que me deja perplejo es pensar qué puede hacer nuestro Gobierno ante una nación así, que reclama lo suyo y va a la suya. Digo yo que tiene que entenderlo y que no podrá ponerse ZP muy farruco. Al fin y al cabo, si aquí dentro vemos bien que procedan de tal guisa los catalanes, los vascos y hasta el corcho de la Bernarda, con qué cara vamos a ponernos reivindicativos ante Evo, pobrecillo. Él no hace más que ejercitar su autonomía. Qué digo, propiamente se autodetermina. Si Cataluña tiene su Gas Natural, por qué no va a poder Evo hacer lo que le dé la gana con el gas suyo, que ése sí es natural del todo. Bastante majo es que no nos pone una opa, al grito de “Opá yo vi hasé un corrá pa el accionista y la accionista”. Simplemente se queda con la pasta, por las buenas, sin tejemanejes jurídicos, con la naturalidad de los pueblos primigenios, de las naciones con un par. Por cierto, ¿no necesitará también unos sellos?
Profesores ceporros.
Cada cual tiene sus perversiones, lo sé. Y con el paso de la edad van cambiando. Hasta aparecen algunas que sorprenden al propio titular. Uno tiene que asumirse como es y tomar las cosas como le vienen. Traigo a colación todo esto a modo de excusa, para que el amigo que tiene la oscura costumbre de leer esta retahíla de manías no me encierre sin remisión en la lista de los incurables. Pues llevo días enfrascado en la lectura de la Deutsche Geschichte. 1800-1918, de Thomas Nipperdey. Ahora en cristiano, la Historia de la Alemania del XIX, del mentado autor, tres tomazos que quitan el hipo, casi tres mil páginas y en el idioma de los teutones. Tengo para rato. Y lo malo es que me gusta, manda carallo. Y sobre eso he de reflexionar, puede que como terapia: por qué me gusta más que Mira quién baila o Tarados (¿No hay un programa que se llama así?; pues debería). Me pregunto cómo puedo estar disfrutando de semejante ladrillo, yo que, como tantos, me pasé la juventud odiando la Historia y sin ser capaz de distinguir a un rey godo de un bailaor de Chiclana. De dónde me viene ahora esta fe de converso, este placer de quien se creía con la neurona frígida para el goce de los hechos y las peripecias del pasado. Y buscando y buscando en mi propia biografía, voy a dar con lo de siempre: profesores horribles, zotes con tarima.
Allá en Gijón, en el colegio aquel que les costaba a mis viejos un par o tres de vacas al año, se ve que los curas no tenían la Historia por materia crucial para la formación de los chavales, pues nos endilgaban cada profesor de la materia que más bien parecía escapado de alguna astracanada o de alguna colección de excéntricos sin seso. Recuerdo al Pinocho, habla que te habla sin ser capaz de imponer a su alrededor atención ni silencio, mientras sus pupilos jugábamos a los barcos o leíamos tebeos sin ningún recato. O al Magoo, un cura gordito que se caía de viejo y que leía el voz alta el libro de texto, sin añadir más glosa o comentario, beatífico, levitando, ajeno al mundo y a nosotros. Con los dos podíamos copiar sin tasa ni recelo cuando tocaba examen. A los dos debo y debemos los de mi curso, seguro, el haber llegado a la supuesta edad adulta sin tener ni puñetera idea de a qué se dedicaba Napoleón o de cómo había conseguido San Luis tener cien mil hijos.
Ay, y si sólo hubiera sido la Historia, y si sólo hubiera ocurrido en el colegio aquel. Con la Historia volví a toparme en el primer curso de Derecho, esta vez como Historia del Derecho, y me cayó en suerte el catedrático, nada menos, otro chiflado al que todo el mundo reía las gracias, que maldita la gracia que tenían, y del que se sospechaba, sin prueba alguna que lo acreditara fehacientemente, que era un erudito, pero que disimulaba, tal vez por humildad. Estaba zumbado, y punto. Podía pasarse una hora entera jugando a las adivinanzas del tipo “pueblo de ocho letras que fue muy importante”. Y al que acertaba, si acertaba alguien, le caía sin más un sobresaliente de nota final. Él repetía luego la respuesta, despacio, marcando las sílabas: “vi-si-go-do”. Y de ahí no pasaba, el visigodo podía ser el pueblo de su tía, en esos detalles ya no entraba. Otras veces jugaba a Un, dos, tres, responda otra vez, con sufridores. Pero no tengo ganas de ponerme a contar cómo era aquel concurso de la tele.
Otros profesores alcanzaron mérito todavía mayor, pues lograron hacer aburridas asignaturas que resultan puro gozo, a nada que las explique un ser normal. Me pasó con el Derecho Penal en algún curso, nada menos. Desnuda especulación metafísica, retórica vacía de cualquier vida, doctrina a pelo, sin ejemplos ni sucedidos, conceptualismo vacuo, cual si todo lo que ocurre y merece del Derecho pena se limitara a un juego de naipes entre unos seres esquivos llamados Tipo, Antijuridicidad, Culpabilidad, Dolo, etc. Y cómo no recordar a aquel otro docente insigne, de Derecho Civil, que explicaba con competencia y hasta cierta gracia, pero que a la hora del examen oral concurría rodeado de dos ayudantes féminas, que monopolizaban su atención y a las que comía la oreja delante de las narices mismas del balbuciente examinando. Si te desconcentrabas, suspendías. Si mantenías el tipo y recitabas sin tregua, te ponía un aprobadillo o un notable, pues el hombre juzgaba sólo por la música, por el sonsonete de tu salmodia, ya que en la letra no podía reparar, de tan limitado que tenía en ese trance el seso, con la sangre concentrada en otros menesteres.
En fin, no sigo, pero fueron muchos. Muchos profesores así, antes de la Universidad y en la Universidad, que disertaban cual si padecieran extreñimiento mental, que explicaban con la mirada en el techo, como si entraran en el éxtasis del embobamiento, que dictaban con flácida voz apuntes rancios con manchas de chorizo, que oscurecían a posta sus peroratas para fingirse en posesión de saberes esotéricos y exclusivos. Así tantos y en tantas variantes. Asesinos de vocaciones, capadores del intelecto, suplantadores del saber, fingidores de una excelencia que no han olido jamás ni por el forro. Una peste.
Allá en Gijón, en el colegio aquel que les costaba a mis viejos un par o tres de vacas al año, se ve que los curas no tenían la Historia por materia crucial para la formación de los chavales, pues nos endilgaban cada profesor de la materia que más bien parecía escapado de alguna astracanada o de alguna colección de excéntricos sin seso. Recuerdo al Pinocho, habla que te habla sin ser capaz de imponer a su alrededor atención ni silencio, mientras sus pupilos jugábamos a los barcos o leíamos tebeos sin ningún recato. O al Magoo, un cura gordito que se caía de viejo y que leía el voz alta el libro de texto, sin añadir más glosa o comentario, beatífico, levitando, ajeno al mundo y a nosotros. Con los dos podíamos copiar sin tasa ni recelo cuando tocaba examen. A los dos debo y debemos los de mi curso, seguro, el haber llegado a la supuesta edad adulta sin tener ni puñetera idea de a qué se dedicaba Napoleón o de cómo había conseguido San Luis tener cien mil hijos.
Ay, y si sólo hubiera sido la Historia, y si sólo hubiera ocurrido en el colegio aquel. Con la Historia volví a toparme en el primer curso de Derecho, esta vez como Historia del Derecho, y me cayó en suerte el catedrático, nada menos, otro chiflado al que todo el mundo reía las gracias, que maldita la gracia que tenían, y del que se sospechaba, sin prueba alguna que lo acreditara fehacientemente, que era un erudito, pero que disimulaba, tal vez por humildad. Estaba zumbado, y punto. Podía pasarse una hora entera jugando a las adivinanzas del tipo “pueblo de ocho letras que fue muy importante”. Y al que acertaba, si acertaba alguien, le caía sin más un sobresaliente de nota final. Él repetía luego la respuesta, despacio, marcando las sílabas: “vi-si-go-do”. Y de ahí no pasaba, el visigodo podía ser el pueblo de su tía, en esos detalles ya no entraba. Otras veces jugaba a Un, dos, tres, responda otra vez, con sufridores. Pero no tengo ganas de ponerme a contar cómo era aquel concurso de la tele.
Otros profesores alcanzaron mérito todavía mayor, pues lograron hacer aburridas asignaturas que resultan puro gozo, a nada que las explique un ser normal. Me pasó con el Derecho Penal en algún curso, nada menos. Desnuda especulación metafísica, retórica vacía de cualquier vida, doctrina a pelo, sin ejemplos ni sucedidos, conceptualismo vacuo, cual si todo lo que ocurre y merece del Derecho pena se limitara a un juego de naipes entre unos seres esquivos llamados Tipo, Antijuridicidad, Culpabilidad, Dolo, etc. Y cómo no recordar a aquel otro docente insigne, de Derecho Civil, que explicaba con competencia y hasta cierta gracia, pero que a la hora del examen oral concurría rodeado de dos ayudantes féminas, que monopolizaban su atención y a las que comía la oreja delante de las narices mismas del balbuciente examinando. Si te desconcentrabas, suspendías. Si mantenías el tipo y recitabas sin tregua, te ponía un aprobadillo o un notable, pues el hombre juzgaba sólo por la música, por el sonsonete de tu salmodia, ya que en la letra no podía reparar, de tan limitado que tenía en ese trance el seso, con la sangre concentrada en otros menesteres.
En fin, no sigo, pero fueron muchos. Muchos profesores así, antes de la Universidad y en la Universidad, que disertaban cual si padecieran extreñimiento mental, que explicaban con la mirada en el techo, como si entraran en el éxtasis del embobamiento, que dictaban con flácida voz apuntes rancios con manchas de chorizo, que oscurecían a posta sus peroratas para fingirse en posesión de saberes esotéricos y exclusivos. Así tantos y en tantas variantes. Asesinos de vocaciones, capadores del intelecto, suplantadores del saber, fingidores de una excelencia que no han olido jamás ni por el forro. Una peste.
Luego, si en ti pervive un resquicio de talento o te resta un ápice de curiosidad, vas descubriendo, con los años y la vida, que eran hermosas aquellas materias. Y tratas de recuperar el tiempo perdido, a la vez que maldices la memoria de los que te lo robaron.
Por cierto, conozco a algunos que están orgullosos de haber sido profesores de ZP. Será por lo que le enseñaron, bien se ve. La docencia es como la agricultura, tú pones la semillita y... sale lo que sale.
Por cierto, conozco a algunos que están orgullosos de haber sido profesores de ZP. Será por lo que le enseñaron, bien se ve. La docencia es como la agricultura, tú pones la semillita y... sale lo que sale.
15 mayo, 2006
Miren este párrafo.
Miren este párrafo. La parte que me he permitido subrayar le viene como anillo al dedo mismamente a un puñadito de colegas míos. Y, por supuesto, a unos cuantos miles más de señoritos del mundo de la universidad, el arte y la farándula, tan comprometidos ellos en las causas que dan rédito económico y mediático y tan poco con las que ponen en peligro el pellejo o, sencillamente, un solo garbanzo de su cocido. Ladillas.
Y ya sé que siempre me estoy metiendo con los progres, tienen razón algunos amigos que me lo reprochan. Pero puntualizo dos cosas. Una, que de los otros, de los reaccionarios de toda la vida nada espero, por lo que en nada me defraudan. Y dos, que cada vez que escribo "progre" debe entenderse, poco más o menos, lo siguiente: "persona que presume de su ideología avanzada, crítica e izquierdista sin que sus modos sociales (salvo asuntos menores de indumentaria, periódico bajo el brazo o marca y cosecha de vino favorito) o su comportamiento general muestren diferencia ninguna con los de los conservadores o, incluso, con los de los más reaccionarios, y que repite acríticamente fórmulas y consignas con el solo propósito de parecer majo y ser aceptado en ciertos círculos de poder e influencia". En resumen, un cantamañanas, un cretino y un jeta. Además, y por lo general, ésos no pagan una copa ni de coña, hasta en eso les gusta chupar del frasco. No todos los progresistas son "progres" en este sentido, pero de éstos los hay a puñados, son una peste, una infección, una purulencia social.
A lo que íbamos, éste es el párrafo que me ha gustado tanto.
"¡Qué contraste! Cuando mantener esperanzas implicaba implicarse, sobraban plazas. En la Unión Europea, muchos de los que ahora se muestran tan "esperanzados" despachaban a quienes les molestábamos con cuentos de lo que ocurría en el País Vasco encogiéndose de hombros tras el dictamen fatal: "Asunto interno". Mientras duraba en actividad, ETA pertenecía al mundo de lo español, como los toros o el flamenco; ahora que parece acabar, por fin la ven como real e indudable grupo terrorista. Los ingenuos abrigadores de esperanza asediábamos también a los intelectuales de izquierda españoles para que nos apoyasen en nuestra lucha, pero salvo honrosas e inolvidables excepciones, tuvimos poco éxito. No nos hubiera venido mal un batallón de voluntarios como el que ahora, valerosamente, sale en defensa de la Segunda República Española... Pero, claro, siempre hay más abnegados reclutas para las batallas del pasado que para las del presente: es más difícil equivocarse de bando, se contamina uno menos con las ambigüedades del grupo en liza preferido y la cruz roja apenas tiene trabajo. La presente izquierda intelectual española ha preferido mayoritariamente el juego de rol antifranquista a la realidad menos virtual del enfrentamiento con el terrorismo nacionalista... Según ellos, para no dar armas a la derecha. ¡Ay, qué estupendo es ser anti-sistema cuando uno confía en que el sistema, mantenido por otros, nos va a proteger de todas formas!".
Esto lo escribe hoy en El País Fernando Savater, en su artículo Abrigar la Esperanza.
14 mayo, 2006
Amor fou/amor llocu.
Ahora mi padre vive en con mi madre en la residencia en la que ella ha pasado los últimos cuatro años. Vuelven a estar juntos. Él lo sobrelleva con pesadumbre, soporta mal su propia postración, añora las perdidas energías, idas ayer mismo, como quien dice. Ella lo contempla con irónica conmiseración, con la mirada superior del que arribó primero al purgatorio -¿lo suprimen al fin?- y se adaptó antes.
El caso es que hace un par de días pasé la jornada en Gijón, compartí con los dos unos buenos ratos y saqué a mi padre a dar una vuelta y tomar “un vasu”. Lo que me sorprende es que se niega a tomar vino, no se atreve. Él, ¡dioses!, en qué vamos a parar, qué traicioneros los años, qué imprevisibles las edades. ¿Me ocurrirá a mí un día lo mismo y me volveré abstemio porque la muerte me deslumbre con su fulgor en el horizonte?
A lo que vamos. Mi padre me aprovecha para hablar, me cuenta recuerdos, la mayoría repetidos, recurrentes. Pero en esta ocasión, mientras íbamos en el coche, me narró una historia nueva. Trata de un primo de su peluquero. Desde hace años a mi padre, que es muy coqueto, le corta el pelo un barbero jubilado, de la familia de “los del Pollu”, puntualiza mi padre para no dejar lugar a confusiones. Ese peluquero va una vez al mes a recogerlo con su coche renqueante y su conducción arriesgada, sección tercera edad. Lo lleva a su casa más allá de la ciudad, lo pela y luego le enseña sus vacas y su huerta y le regala patatas, berzas, repollos... Dice mi padre que jamás ha visto a nadie adorar con tal pasión a unas vacas, y conste que él mismo las quiso mucho y conoció a bastantes locos del amor bovino.
Bien. Pues este peluquero tenía un primo que era, al tiempo, pariente de un tío político mío, marido de mi tía Viges, al que en Porceyo llamaban Manolo Puente, bebedor histórico del concejo de Gijón y reputado juerguista. Eso para que se vea que todos estábamos emparentados y nos conocíamos cuando éramos nación histórica y todavía no Promiscuidad Autónoma.
Aquel hombre, el primo del peluquero, se enamoró perdidamente de una vecina, con ardores incontenibles. La seguía, la imploraba, intentaba cortejarla, le ofrecía matrimonio, hacienda y descendencia, bebía por ella los vientos y parte de la producción anual de sidra. Y todo por nada. Ella lo rechazaba una vez sí y otra también, con determinación de fémina con carácter; no era su hombre, no era su destino, no colmaba sus anhelos de hembra en flor y matrona temperamental.
Una noche, el hombre, despechado, llegó a la puerta de la casa de ella. Cuentan que tenía una gran voz y que entonaba con arte. Se puso a cantar cuan alto podía, mirando a la ventana de la moza esquiva. Al parecer, cantó entera esa canción de nuestra tierra que dice “yo quise a una polesina y ella no me quiso a mí”.
Entera la cantó, toda. Luego, tomó la escopeta que había llevado consigo, se la puso en el pecho y se pegó un tiro.
Mi padre me lo contó sin emoción, incidentalmente, como una de tantas historias nuestras de vida, ansias y muerte. Después me recordó que debo avisar a su barbero para que pase a buscarlo la semana próxima.
El caso es que hace un par de días pasé la jornada en Gijón, compartí con los dos unos buenos ratos y saqué a mi padre a dar una vuelta y tomar “un vasu”. Lo que me sorprende es que se niega a tomar vino, no se atreve. Él, ¡dioses!, en qué vamos a parar, qué traicioneros los años, qué imprevisibles las edades. ¿Me ocurrirá a mí un día lo mismo y me volveré abstemio porque la muerte me deslumbre con su fulgor en el horizonte?
A lo que vamos. Mi padre me aprovecha para hablar, me cuenta recuerdos, la mayoría repetidos, recurrentes. Pero en esta ocasión, mientras íbamos en el coche, me narró una historia nueva. Trata de un primo de su peluquero. Desde hace años a mi padre, que es muy coqueto, le corta el pelo un barbero jubilado, de la familia de “los del Pollu”, puntualiza mi padre para no dejar lugar a confusiones. Ese peluquero va una vez al mes a recogerlo con su coche renqueante y su conducción arriesgada, sección tercera edad. Lo lleva a su casa más allá de la ciudad, lo pela y luego le enseña sus vacas y su huerta y le regala patatas, berzas, repollos... Dice mi padre que jamás ha visto a nadie adorar con tal pasión a unas vacas, y conste que él mismo las quiso mucho y conoció a bastantes locos del amor bovino.
Bien. Pues este peluquero tenía un primo que era, al tiempo, pariente de un tío político mío, marido de mi tía Viges, al que en Porceyo llamaban Manolo Puente, bebedor histórico del concejo de Gijón y reputado juerguista. Eso para que se vea que todos estábamos emparentados y nos conocíamos cuando éramos nación histórica y todavía no Promiscuidad Autónoma.
Aquel hombre, el primo del peluquero, se enamoró perdidamente de una vecina, con ardores incontenibles. La seguía, la imploraba, intentaba cortejarla, le ofrecía matrimonio, hacienda y descendencia, bebía por ella los vientos y parte de la producción anual de sidra. Y todo por nada. Ella lo rechazaba una vez sí y otra también, con determinación de fémina con carácter; no era su hombre, no era su destino, no colmaba sus anhelos de hembra en flor y matrona temperamental.
Una noche, el hombre, despechado, llegó a la puerta de la casa de ella. Cuentan que tenía una gran voz y que entonaba con arte. Se puso a cantar cuan alto podía, mirando a la ventana de la moza esquiva. Al parecer, cantó entera esa canción de nuestra tierra que dice “yo quise a una polesina y ella no me quiso a mí”.
Entera la cantó, toda. Luego, tomó la escopeta que había llevado consigo, se la puso en el pecho y se pegó un tiro.
Mi padre me lo contó sin emoción, incidentalmente, como una de tantas historias nuestras de vida, ansias y muerte. Después me recordó que debo avisar a su barbero para que pase a buscarlo la semana próxima.
Lenguas de coña. Otro artículo con miga.
Este otro artículo de Ángel Puerta que trae hoy el ABC también tiene su miga. Retrata con nitidez en qué clase de país de patanes gorrones nos estamos conviertiendo.
Conste que la guasa a costa del "andalú" la hicimos nosotros aquí primero, hace dos o tres semanas.
Ahí va el artículo.
Alimentarze´n katalán.
Por Ángel Puerta.
Cuando el paroxismo por las lenguas propias y los hechos diferenciales alcanza el nivel de la histeria se cae sin remedio en el ridículo, si no en la memez. Hace unos días una dietista iba a dar una charla sobre nutrición a los alumnos del instituto de secundaria Sant Llorenç de Balàcia, en Ibiza, para orientarles sobre una alimentación sana y adecuada para su edad. Pero el gozo de la especialista -que ya había impartido cursillos en otros colegios de las islas- se vio en el pozo cuando responsables del centro en cuestión le indicaron que la lección magistral no podía ser en español, o sea, que tenía que darla en catalán o marcharse con sus consejos y buenas intenciones a ilustrar a otra parte. No entendía la dietista que para los docentes del Sant Llorenç fuera más importante la imposición del catalán -en una comunidad bilingüe como la balear- que lo que pudieran aprender sus alumnos para alimentarse mejor. Ignora la dietista que cuando la barretina aprieta, la sangre no riega bien el cerebro. Realmente resulta difícil comprender que la politización de la escuela y su prostitución para convertirla en centros de adoctrinamiento lleve a estos maestros-comisarios a la irresponsabilidad de privar a sus alumnos de una parte importante de su educación -el español- que les ofrece un «mercado» de 400 millones de hispanoparlantes para su posterior desarrollo profesional.
Cuando el paroxismo por las lenguas propias y los hechos diferenciales alcanza el nivel de la histeria se cae sin remedio en el ridículo, si no en la memez. Hace unos días una dietista iba a dar una charla sobre nutrición a los alumnos del instituto de secundaria Sant Llorenç de Balàcia, en Ibiza, para orientarles sobre una alimentación sana y adecuada para su edad. Pero el gozo de la especialista -que ya había impartido cursillos en otros colegios de las islas- se vio en el pozo cuando responsables del centro en cuestión le indicaron que la lección magistral no podía ser en español, o sea, que tenía que darla en catalán o marcharse con sus consejos y buenas intenciones a ilustrar a otra parte. No entendía la dietista que para los docentes del Sant Llorenç fuera más importante la imposición del catalán -en una comunidad bilingüe como la balear- que lo que pudieran aprender sus alumnos para alimentarse mejor. Ignora la dietista que cuando la barretina aprieta, la sangre no riega bien el cerebro. Realmente resulta difícil comprender que la politización de la escuela y su prostitución para convertirla en centros de adoctrinamiento lleve a estos maestros-comisarios a la irresponsabilidad de privar a sus alumnos de una parte importante de su educación -el español- que les ofrece un «mercado» de 400 millones de hispanoparlantes para su posterior desarrollo profesional.
En esta vorágine de nacionalpaletismo hay numerosos antecedentes, pero uno muy significativo fue el de un ayuntamiento, creo que leridano, que para realizar una pequeña reparación necesitaba contratar a un albañil. Un requisito imprescindible era que supiera catalán. Lógico. Todo el mundo sabe que los ladrillos se pegan mucho mejor en catalán. Y claro, estas cosas de la lógica nacionalista dejan su impronta y van a más, porque la memez es tan contagiosa como el «culo veo, culo quiero». Por ejemplo, en Andalucía -perdón, en la «realidad nacional» andaluza- un grupillo de escritores de corte «realidadnacionalista» se está inventando, nada menos, que la «lengua andaluza». Parten de la simpleza de escribir el español -y por tanto andaluz- como se habla por esas tierras del sur. «O zea, tar k´azín». Como no pueden agarrarse a una gramática histórica andaluza, adoptan una grafía «histérica» de imitación «euskérica» y se quedan tan panchos. Imitación de plástico hortera. Como si Andalucía no tuviera ya su propio hecho diferencial en una personalidad, una cultura y una idiosincrasia tan acusadas y reconocidas, o más, que las que se atribuyen algunas autodenominadas «naciones» históricas. Pero estos escribidores «realidadnacionalistas» se empeñan, en su complejo, en «euskochapurrear» el español sacando el saco de las «k», las «h» y las «z» y espurreándolas a troche y moche («trotxe y motxe») por sus textos en español -y por tanto andaluz- para que todo el mundo se crea que la Andalucía que venden está «ar lao de Birbao». Vamos, un toco-mocho («toko-motxo», en «euskaluz» o «andakera»). Por mucho que se empeñen estos falsificadores de lenguas, «eh kara la kakatúa» o «er Zebiya eh kampeó de la Güefa» no es «euskozú», sino español plagado de faltas de ortografía. Lo demás no son más que zarandajas de trilero o ganas de subvención.
Ejemplar artículo de un colega.
El País publica hoy un artículo de Francisco Laporta que resulta inusual en estos tiempos y por estos lares, pues dice cosas de cajón con meridiana claridad. Lo uno y lo otro se agradece justo ahora, cuando la mayoría de los que podrían hablar en voz bien alta escurren el bulto o se suben al carro de los feriantes.
Aquí copio el artículo.
Realidad Nacional.
Por Francisco Laporta.
Mucha gente ignora que en las llamadas tumbas del soldado desconocido no hay restos humanos de tipo alguno. No es que haya allí unos huesos anónimos de un soldado cuya identidad se desconoce y puede por ello representar a todos y cada uno de los soldados que han sido enviados a morir por la patria; es que, en rigor, no hay huesos, la tumba está vacía. De forma que los actos de homenaje que le son rendidos se tornan en una liturgia que consiste simplemente en proyectar sentimientos colectivos hacia una realidad inexistente.
Pues bien, a la nación le pasa lo mismo que al soldado desconocido: no tiene huesos, no tiene realidad. Así que esa de "realidad nacional" es una expresión que trata de fundir dos conceptos incompatibles y que acaba así por significar algo así como realidad irreal, es decir, lo que se llama culteranamente un oxímoron. Lo mismo que lo sería la afirmación de que hay una nacionalidad real, de verdad, como algo diferenciable de la mera ciudadanía jurídica. Uno podría afirmar, por ejemplo, que es un español real y no un español postizo de esos a los que el Gobierno concede la nacionalidad porque juegan bien al ping-pong o porque invierten en la Costa del Sol. Sin embargo, todas las indagaciones que se han emprendido para tratar de dotar de algún referente real al concepto de nación más allá de las normas jurídicas han fracasado estrepitosamente, y se ha acabado ya por aceptar que la nación es algo inventado o imaginado que consiste simplemente en la emoción colectiva que experimentan aquellos que la inventan o la imaginan.
Creo haber leído en Borges que ser argentino no era más que un acto de fe. Pues bien, lo mismo puede decirse de eso de ser español, francés, alemán, catalán o vasco. Lo que sucede es que tendemos a aferrarnos a nuestra fe, sea la que sea, y no paramos de insistir una y otra vez en que nuestras creencias tienen como objeto una auténtica realidad que está ahí fuera, a la vista de todos, y esa realidad es la nación, realidad nacional. Para unos se manifiesta en la lengua y así afirman que son una nación porque hablan una lengua, aunque ya estemos hartos de saber que las lenguas acostumbran a ser multinacionales y las naciones acostumbran a ser plurilingües, con lo que el argumento que une ambas cosas resulta claramente inconcluyente. Para otros es la sangre, la raza, o, en términos más de moda, la etnia. No es necesario decir que esto es simplemente tratar de explicar un concepto oscuro haciendo uso de conceptos todavía más oscuros, algunos de los cuales pugnan, además, con todo nuestro saber científico. Muchos apelan a la historia, pero ya se ha dicho una y otra vez que esa historia o esa tradición es un puro apaño, una invención, un ejercicio sistemático de olvido mucho más que un tributo a la memoria.
Y no faltan tampoco los que apelan nada menos que a la religión, a la que también pervierten y manosean para hacerla decir lo que nunca dijo. No es infrecuente que entre ellos se propague la singular patraña de que su nación sea predilecta de profetas y dioses. Cuando yo era niño los curas nacionalistas españoles aseguraban que Cristo había manifestado que "reinaría" en España con más predilección que en ningún otro lugar. Así mismo. La estupidez nacional no conoce de límites.
Y como quiera que todos los argumentos que se han esgrimido para configurar la nación mediante algún rasgo detectable se han visto refutados siempre por la realidad, la estratagema que se ha acabado por imponer es la que afirma que una colectividad es una nación cuando tiene "voluntad de ser". Esto es, sin duda, sorprendente, porque parece confundir el deseo con la realidad, o sustituir la realidad por el deseo. O quizá se trata de una expresión metafísica: se trataría de la voluntad de tener un "ser" que la mera agregación de conductas individuales y relaciones humanas se entiende que no acaba de parir del todo. Y así, en todos estos movimientos emocionales se acaba por proceder a una entificación de comportamientos colectivos hasta tornarlos en un "ser" que vive y actúa: Francia, España, Cataluña, Alemania, y, ahora, Andalucía.
Tal ser tiene rasgos reconocibles, como una voluntad y una personalidad; incluso tiene delicados sentimientos morales: puede ser ofendido o humillado, y puede sobre todo tomar la conducción de la historia. Pero todo esto no es más que un modo de hablar. A la hora de la verdad, quien se humilla y se ofendeson sólo los sujetos individuales que tienen esas particulares creencias y susceptibilidades. Y quien pretende conducir la historia suelen ser unos pocos avisados de entre ellos.
Más allá de un conjunto de normas jurídicas, la nación es, pues, irreal. Por supuesto que no trato de negar lo evidente. Todos habitamos complejas prácticas sociales compartidas que nos enriquecen y configuran, y a través de las que desarrollamos nuestra vida y nuestra personalidad: la lengua, la cultura, la familia, la ciencia, la religión. Son, además, extremadamente importantes y, al menos algunas de ellas, muy dignas de ser protegidas. Lo que me propongo negar con toda firmeza es que tales prácticas alumbren una especie de sujeto colectivo real que esté por encima de los ciudadanos que participan en ellas, y sobre todo que ese sujeto colectivo así fabulado disfrute de legitimidad política alguna para demandar nada o de ciertos supuestos derechos históricos a alguna posición de poder. No hay nada de eso. Eso es un mero extravío argumental que sólo conduce a una percepción distorsionada de la vida política y a la instalación en las mentes de una fuente de perpetua insatisfacción. Cuando se lleva demasiado lejos tiende a generar una suerte de alucinación colectiva de extraordinario peligro tanto para sus integrantes como para sus vecinos. Ya lo hemos visto demasiadas veces en la historia como para que sea necesario recordarlo de nuevo.
Ahora vuelve a aparecer entre nosotros precisamente a la hora de replantear el problema de la distribución de competencias en el Estado constitucional. Reconozcamos que es un poco infantil. Como, desde la Revolución Francesa, el concepto de nación lleva consigo la fascinación de la soberanía, es decir, de la competencia jurídica máxima, es sencillo autoproclamarse nación para exhibir un título a mayores competencias. Nación, nacionalidad histórica o realidad nacional. Lo que sea con tal de alardear de un supuesto derecho a más. Lo que sucede es que esto es poner la carreta delante de los bueyes. No se prueba con ello que hayan de ejercerse mayores competencias aquí o allá; simplemente, se presupone. Y con una argumentación cuyas premisas fundamentales están viciadas en origen. Se nos hurta así una vez más una discusión madura sobre la racionalización del ejercicio del poder en un Estado complejo, y se hace además mediante una exaltación mitómana y vacía de la psicología de los ciudadanos, empujándolos unos contra otros en el despeñadero de las identidades colectivas, españolistas, catalanistas y, ahora, inopinadamente, andalucistas. Y no acabará aquí. Seguro que, dado el éxito del invento, vendrán después algunas otras "realidades nacionales" más.
Tenemos por ello el deber de rehusar entrar en ese juego trucado. Urge que tomemos en serio lo que nos dejó dicho un andaluz por los cuatro costados, Francisco Murillo Ferrol, en su melancólica reflexión sobre este renacer insensato del particularismo nacionalista: "Sólo nos cabe tratar de desmitificar en lo posible esa fuente inagotable de fanatismo".
Pues bien, a la nación le pasa lo mismo que al soldado desconocido: no tiene huesos, no tiene realidad. Así que esa de "realidad nacional" es una expresión que trata de fundir dos conceptos incompatibles y que acaba así por significar algo así como realidad irreal, es decir, lo que se llama culteranamente un oxímoron. Lo mismo que lo sería la afirmación de que hay una nacionalidad real, de verdad, como algo diferenciable de la mera ciudadanía jurídica. Uno podría afirmar, por ejemplo, que es un español real y no un español postizo de esos a los que el Gobierno concede la nacionalidad porque juegan bien al ping-pong o porque invierten en la Costa del Sol. Sin embargo, todas las indagaciones que se han emprendido para tratar de dotar de algún referente real al concepto de nación más allá de las normas jurídicas han fracasado estrepitosamente, y se ha acabado ya por aceptar que la nación es algo inventado o imaginado que consiste simplemente en la emoción colectiva que experimentan aquellos que la inventan o la imaginan.
Creo haber leído en Borges que ser argentino no era más que un acto de fe. Pues bien, lo mismo puede decirse de eso de ser español, francés, alemán, catalán o vasco. Lo que sucede es que tendemos a aferrarnos a nuestra fe, sea la que sea, y no paramos de insistir una y otra vez en que nuestras creencias tienen como objeto una auténtica realidad que está ahí fuera, a la vista de todos, y esa realidad es la nación, realidad nacional. Para unos se manifiesta en la lengua y así afirman que son una nación porque hablan una lengua, aunque ya estemos hartos de saber que las lenguas acostumbran a ser multinacionales y las naciones acostumbran a ser plurilingües, con lo que el argumento que une ambas cosas resulta claramente inconcluyente. Para otros es la sangre, la raza, o, en términos más de moda, la etnia. No es necesario decir que esto es simplemente tratar de explicar un concepto oscuro haciendo uso de conceptos todavía más oscuros, algunos de los cuales pugnan, además, con todo nuestro saber científico. Muchos apelan a la historia, pero ya se ha dicho una y otra vez que esa historia o esa tradición es un puro apaño, una invención, un ejercicio sistemático de olvido mucho más que un tributo a la memoria.
Y no faltan tampoco los que apelan nada menos que a la religión, a la que también pervierten y manosean para hacerla decir lo que nunca dijo. No es infrecuente que entre ellos se propague la singular patraña de que su nación sea predilecta de profetas y dioses. Cuando yo era niño los curas nacionalistas españoles aseguraban que Cristo había manifestado que "reinaría" en España con más predilección que en ningún otro lugar. Así mismo. La estupidez nacional no conoce de límites.
Y como quiera que todos los argumentos que se han esgrimido para configurar la nación mediante algún rasgo detectable se han visto refutados siempre por la realidad, la estratagema que se ha acabado por imponer es la que afirma que una colectividad es una nación cuando tiene "voluntad de ser". Esto es, sin duda, sorprendente, porque parece confundir el deseo con la realidad, o sustituir la realidad por el deseo. O quizá se trata de una expresión metafísica: se trataría de la voluntad de tener un "ser" que la mera agregación de conductas individuales y relaciones humanas se entiende que no acaba de parir del todo. Y así, en todos estos movimientos emocionales se acaba por proceder a una entificación de comportamientos colectivos hasta tornarlos en un "ser" que vive y actúa: Francia, España, Cataluña, Alemania, y, ahora, Andalucía.
Tal ser tiene rasgos reconocibles, como una voluntad y una personalidad; incluso tiene delicados sentimientos morales: puede ser ofendido o humillado, y puede sobre todo tomar la conducción de la historia. Pero todo esto no es más que un modo de hablar. A la hora de la verdad, quien se humilla y se ofendeson sólo los sujetos individuales que tienen esas particulares creencias y susceptibilidades. Y quien pretende conducir la historia suelen ser unos pocos avisados de entre ellos.
Más allá de un conjunto de normas jurídicas, la nación es, pues, irreal. Por supuesto que no trato de negar lo evidente. Todos habitamos complejas prácticas sociales compartidas que nos enriquecen y configuran, y a través de las que desarrollamos nuestra vida y nuestra personalidad: la lengua, la cultura, la familia, la ciencia, la religión. Son, además, extremadamente importantes y, al menos algunas de ellas, muy dignas de ser protegidas. Lo que me propongo negar con toda firmeza es que tales prácticas alumbren una especie de sujeto colectivo real que esté por encima de los ciudadanos que participan en ellas, y sobre todo que ese sujeto colectivo así fabulado disfrute de legitimidad política alguna para demandar nada o de ciertos supuestos derechos históricos a alguna posición de poder. No hay nada de eso. Eso es un mero extravío argumental que sólo conduce a una percepción distorsionada de la vida política y a la instalación en las mentes de una fuente de perpetua insatisfacción. Cuando se lleva demasiado lejos tiende a generar una suerte de alucinación colectiva de extraordinario peligro tanto para sus integrantes como para sus vecinos. Ya lo hemos visto demasiadas veces en la historia como para que sea necesario recordarlo de nuevo.
Ahora vuelve a aparecer entre nosotros precisamente a la hora de replantear el problema de la distribución de competencias en el Estado constitucional. Reconozcamos que es un poco infantil. Como, desde la Revolución Francesa, el concepto de nación lleva consigo la fascinación de la soberanía, es decir, de la competencia jurídica máxima, es sencillo autoproclamarse nación para exhibir un título a mayores competencias. Nación, nacionalidad histórica o realidad nacional. Lo que sea con tal de alardear de un supuesto derecho a más. Lo que sucede es que esto es poner la carreta delante de los bueyes. No se prueba con ello que hayan de ejercerse mayores competencias aquí o allá; simplemente, se presupone. Y con una argumentación cuyas premisas fundamentales están viciadas en origen. Se nos hurta así una vez más una discusión madura sobre la racionalización del ejercicio del poder en un Estado complejo, y se hace además mediante una exaltación mitómana y vacía de la psicología de los ciudadanos, empujándolos unos contra otros en el despeñadero de las identidades colectivas, españolistas, catalanistas y, ahora, inopinadamente, andalucistas. Y no acabará aquí. Seguro que, dado el éxito del invento, vendrán después algunas otras "realidades nacionales" más.
Tenemos por ello el deber de rehusar entrar en ese juego trucado. Urge que tomemos en serio lo que nos dejó dicho un andaluz por los cuatro costados, Francisco Murillo Ferrol, en su melancólica reflexión sobre este renacer insensato del particularismo nacionalista: "Sólo nos cabe tratar de desmitificar en lo posible esa fuente inagotable de fanatismo".
Francisco J. Laporta es catedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid.
Tortilla de patatas. Por Francisco Sosa Wagner.
La tortilla de patatas es un concierto para sartén y fuego. Hay un primer movimiento lento, de Adagio, cuando la patata -y, en su caso, la cebolla-permanecen ligeramente saladas pero aún lánguidas, nadando en el aceite, recibiendo un calor urgente mas sin la fuerza apropiada para convocarlas a la vida. Tiene que pasar un rato para que estos ingredientes empiecen a mostrarse expresivos y lo hacen a base de pequeñas contorsiones, a la búsqueda de su acomodación a las circunstancias que poco a poco se van creando en la sartén. Es un poco como las articulaciones cuando pretenden amoldarse a la llamada del esfuerzo físico tras un largo reposo.
Luego viene un movimiento rápido, un Allegro con brio, cuando ya patatas y cebollas chisporrotean y entonan su pequeña melodía en un crescendo perfectamente perceptible. Es el momento en que se produce otro fenómeno admirable: el cambio de color hacia un dorado lujoso y terso, crujiente, que, si nos fijamos bien, deja destellos que relumbran, la memoria de la magia de los oros. Cuando llegan a la cumbre de la fritura, que es cumbre de fragua, entonces se impone de nuevo el Adagio, una quietud de aparente abatimiento, apartados como pasan a estar patata y cebolla del crepitar de la sartén. Es la hora en que los huevos se baten hasta formar la pasta líquida llamada a dar sentido a todo el conjunto y dar paso a un maestoso solemne y suntuoso. Al cabo, cuajar la tortilla es como oír el el metal todo, la trompeta, la trompa, el trombón ... Y degustarla no es sino el momento en el que se congelan todos los asombros y hasta el adjetivo queda en suspenso.
Si esta es la partitura de la confección de una tortilla de patatas, cima gloriosa de la cocina española, lo bueno es que permite todo tipo de variaciones, es decir, de formulaciones o repeticiones modificadas de un mismo tema. Como en la música, se construyen sobre las armonías del tema original o sobre su melodía o su ritmo. O sencillamente sobre la combinación de todo ello. Bach no sabía de tortilla de patatas porque en su Alemania natal padecen esta carencia lacerante pero intuyó que existía, intuyó que en el horizonte europeo aparecería la tortilla como heraldo de tiempos más joviales que los muy adustosque le tocó vivir en Leipzig, siempre lloviendo, con un frío de insulto y sin tortilla. Pero imposibilitado entonces para entrar en misterios culinarios, se contentó con hacer las Variaciones Goldberg, que están bien pero no tienen comparación con las variaciones sobre un tema de tortilla de patatas. Tampoco Brahms, alemán afincado en Viena, entendía de tortillas porque Viena era ya ciudad de filetes empanados que habían traído de Milán, y de ahí que se limitara a hacer Variaciones sobre un tema de Haydn. Estas son las consecuencias de tener una cocina escasamente creativa: la música se ve obligada a ocupar ese hueco. No es mal sucedáneo pero no es lo mismo.
La tortilla admite que se dore mucho o poco la patata, que se le añada o no cebolla, que se pongan muchos o pocos huevos. En el primer caso, sale esponjada, como el animalillo recién extraído de un mar airoso ensales. En el segundo, sale compacta como muslos de criolla. Admite comerla de plato fuerte, de aperitivo, de merienda, de cena, en bocadillo, fría, caliente, en vajilla ordinaria o de respeto. La familia española no se distingue por sus apellidos sino por la forma de confeccionar la tortilla de patatas y es ahí donde radica su verdadera seña de identidad.
La tortilla, que no por casualidad se llama española, explica el ser de España: amena y variada, de un lado, única y unida de otro. La grapa de la tortilla de patatas es la que nos mantiene fundidos y hermanados. Y no hay guiso nacionalista capaz de destruirla.
13 mayo, 2006
Cómo me haré poeta de postín.
Tranquilos, no pretendo plagiar aquellas ácidas páginas de Dylan Thomas sobre “Cómo ser poeta”. No soy tan moderno.
Soy lector de poesía caluroso e inconstante. Caluroso porque un buen poema puede apasionarme y conmoverme tanto como pocas cosas más de esta vida. Inconstante porque debo defenderme de tales emociones, ponerles coto, someterlas a horario y administración, pues, de lo contrario, me pasaría la vida en trance de levitación, tan inútil como vulnerable a toda suerte de depredaciones. No están los tiempos para ensimismamientos, al final de la segunda estrofa ya te levantaron la cartera o te colocaron media tonelada de estampitas postales.
A mis contradicciones de lector se suman, en un estrato más doloroso, mis temores de escritor vergonzante. Cambiaría todas mis disquisiciones de jurista perplejo por un buen libro de poemas salidos de mi mano y acunados por mis musas. En tiempos me aventuré de vez en cuando a perpetrar versos. Intento vano, vistos los resultados, frustrantes, disuasorios. El primer estacazo en consonante me lo propinó el padre Corral, en el colegio, a mis catorce años para quince. Con él descubrí la literatura, eso es cierto, y gracias a sus clases pasé de los comics de Los Cuatro Fantásticos o las novelas de Marcial Lafuente Estefanía, Keith Luger y Silver Kane a Clarín (¡qué impresión, a aquella edad, Adiós, Cordera!) o Valle-Inclán (¡qué ajeno aquel estirado Marqués de Bradomín!). Le gustaban a tal religioso las letras y el balonmano, creo que un poco más el balonmano. Un día nos hizo leer Platero y yo y luego nos pidió que escribiéramos una página de cuaderno imitando la prosa poética de Juan Ramón. A mí se me antojó fácil en exceso el ejercicio y me lancé a pergeñar un poema en toda regla. Comenzaba más o menos así: Mira, Platero,/cómo ríe la primavera/en el verdor/de los prados.
Estrepitoso fracaso. El de la sotana, tan jodido como cumple a su condición, me ridiculizó ante toda la clase. “¿Acaso te crees tú un poeta o qué?”, me soltó, en pleno desempeño de sensibilidad pedagógica y aprecio personal. Eran tiempos en que no podíamos los estudiantes pegar a los profesores, ni siquiera zaherirlos un poquillo, sino que ocurría exactamente al revés, un horror. Y menos mal que mis compañeros no la tomaron conmigo, tachándome de marica por tamaño desmán versicida. Hoy habría sido una ventaja, pero en aquel entonces suponía condena a ostracismo y empujones. Me salvó mi juvenil leyenda de aldeano asilvestrado.
De tarde en tarde recaí en el pecado nefando de la versificación. Llegué a hacerme ilusiones nuevas, a base de convencerme de que el padre Corral era un vulgar cura de corral, con toda su receptividad estética concentrada en las mañas sudorosas de pivotes y aleros. Un par de veces me animé a pasar un puñado de mis engendros poéticos a amigos de confianza con aficiones líricas. Su desconfiado silencio al recibirlos y su considerada omisión de todo comentario posterior me convencieron de que no se puede a la vez escribir y tener amigos que te quieran. Salvo que llegues a ser alguien en la república de las letras, en cuyo caso te querrán aunque no sean amigos. Así que dejé de escribir esas cosas y centré todo el empeño de mi pluma en normas, ordenamientos y demás casquería jurídica.
Ahora me están retornando las ganillas. Pero no de escribir por escribir ni por soñar que algún día acabarán mis huesos en el Parnaso, a la diestra de Dante y enfrente de Sor Juana Inés de la Cruz. No, ahora me apetece la parte mundana del éxito literario, quiero premios y agasajos, y participar en encuentros subvencionados de poetas mantenidos que debatan, con todo el calor de su verbo gangoso y su acento como de entre Cangas de Onís y Brooklin, sobre temas de enjundia, tipo “La construcción del canon y el boom inmobiliario”, “Poética del silencio y sordera crónica”, “Razones y raciones de las gene(r)raciones” o “Poetas ignotos de la Babia alto-medieval”, y así. Y que un par de felices norteamericanas pelirrojas y big-mac escriban su tesis doctoral sobre “Las partículas particulares en un trovador mestizo: vestigios de Ruedes en la obra poética de García Amado”; o sobre “El ritmo de la arritmia: García Amado, poeta del corazón”. Uy, qué placer tan grande sólo de pensarlo.
Al fin maduro, ya sé lo que necesito para mi definitivo triunfo lírico, voy conociendo las claves. No se trata, como en tiempos creí, so bobo, de mejorar el tempo de mis endecasílabos o de hacer menos plano mi alejandrino. No, lo que me hace falta es que alguno de mis viejos o nuevos amigos ponga trazas de pillar pronto poder del bueno. El resto irá rodado. En cuanto se corra hasta la voz al saberse que soy íntimo del nuevo Presidente o confidente de la nueva ministra de Cultura, se pelearán los periódicos por ventilar mis ripios y las editoriales por organizarme antologías, los rectores por investirme “honoris causa” y las asociaciones de mujeres progresistas por regalarme su flor natural. Será un paseo, un desfile triunfal de mis romances y mis sonetos.
Consolidado el Gobierno de mi compadre, me otorgarán premios oficiales que lleven nombres reales, tipo Premio Reina Letizia a la Obra Poética. Ya me imagino a mi paisana dándome su galardón, mientras me susurra en la oreja un par de mis versos más encendidos, y su marido serio, y la Infanta ausente en sus cavilaciones.
La campaña para el Nobel costará más, en tiempo y en Vega Sicilia. Cruzo los dedos para que el mandato futuro de mi amigo cubra al menos dos legislaturas y las cubra comme il faut, y para que no me toque una época flácida de nuestra política exterior, no sea que me caigan todos los parabienes en Bolivia. Medio Gobierno me acompañará a Estocolmo, previa consulta de la ruta en la Guía Michelín, a recoger el presente que me hará justicia. Y varios de los que me detestan se pelearán por relajarme a base de sus mejores habilidades orales, incluidos vicerrectores de entonces, colegas del otro bando y el troll de siempre.
Yo, con mi acrisolada sencillez, declararé que mi poesía podría ser mejor y descorreré con gesto humilde los paños de las placas que ponen mi nombre a calles nuevas en barrios que antes eran campus, colocaré primeras piedras de bibliotecas para estudiar apuntes y repetiré todo el rato al padre de mi amigo que su hijo es el mejor Presidente que hemos tenido, con diferencia, que qué majo y que qué incomprendido y tal.
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